martes, 26 de octubre de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 44

 

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 44

 

Natalia: Buenos días Adrián, vamos, levántate.

Adrián: No Natalia, tengo sueño.

Entreabro los ojos, ¿qué hago en la habitación de mi padre?

Natalia: Vamos peque, tienes que estar en la comisaría a las ocho, ¿lo recuerdas?

¡Ah sí! Ya recuerdo por qué estoy en la cama de mi padre. Me siento en la cama, ¡au!, aún me duele un poco el trasero, hago una mueca.

Natalia: ¿Estás bien?

Asiento con la cabeza.

Natalia: Ve a ducharte y baja al comedor para desayunar.

Me levanto y voy a mi habitación, me ducho, me visto y me dirijo al comedor. Me encuentro con María que está sirviendo el desayuno, me da los buenos días y me sonríe. Mientras estoy desayunando entra Natalia.

Adrián: Hola Natalia, hoy te he hecho madrugar.

Natalia: No es ningún problema, siempre me levanto pronto, a mí no me cuesta tanto como a ti.

Natalia me guiña el ojo y me sonríe. Termino el desayuno y me acompaña a la comisaría en su coche. Cuando llegamos nos hacen pasar a la misma sala que ayer. Héctor ya ha llegado, y a los pocos minutos van llegando los demás. Cuando estamos todos entra un policía con un hombre que lleva el uniforme de la brigada municipal. El policía nos lo presenta, se llama José, y nos dice que estaremos con él durante los servicios a la comunidad. Serán 25 horas en total, de ocho a una, desde hoy hasta el sábado, él nos dirá lo que debemos hacer, y añade que espera que le hagamos caso y que no hagamos ninguna tontería.

José nos sonríe, parece amable, como mínimo no es tan serio como los policías y cuando nos habla no lo hace con un tono tan seco. Nos pregunta nuestros nombres y nos explica que iremos con él para arreglar desperfectos, limpiar o ayudar en alguna actividad de las que hay estos días, y a media mañana tendremos un descanso de media hora para descansar o comer.

Nuestros acompañantes se van, quedo con Natalia que cuando termine la llamaré para decirle si voy a pie a casa o si me viene a buscar. Me dice que me porte bien y que haga todo lo que José nos diga.

Adrián: Sí Natalia, claro que me portaré bien.

Vamos con José a la plaza donde ayer tiramos los petardos. Allí nos encontramos con otro trabajador de la brigada que ha traído el material necesario en una furgoneta. José nos da, a cada uno, unos guantes de trabajo y unos petos naranjas con el escudo de la ciudad, que nos ponemos por encima de la ropa. Nos dice que lo primero que haremos será desmontar y retirar las cinco papeleras en las que hicimos explotar los petardos y después vaciaremos las demás papeleras y limpiaremos la plaza. Entre él y el otro operario nos enseñan qué herramientas necesitamos, cómo debemos desmontarlas y dónde debemos dejarlas una vez desmontadas, logramos hacerlo bastante rápido. José es muy simpático y divertido, durante el descanso hablamos con él y nos hace reír un montón, pensaba que la mañana sería muy aburrida y dura, pero, aunque es cierto que trabajamos mucho, me pasa rápido y me lo paso bastante bien. Faltan unos diez minutos para la una y la plaza está completamente limpia, José nos dice que ya podemos irnos a casa y que mañana nos espera en la plaza a las ocho.

Me despido de mis amigos y voy a casa, por el camino llamo a Natalia. Cuando llego ya me espera, me pregunta cómo ha ido la mañana y le explico lo que hemos estado haciendo. También quiere saber si tengo planes para esta tarde, ha hablado con mi padre para explicarle lo que nos han dicho en la comisaría y los horarios que voy a tener, y le ha dicho que hoy también llegará pronto y que quiere hablar conmigo.

Adrián: ¿Y de qué quiere hablar? ¿Estoy en otro lío?

Natalia: No sé qué quiere decirte pero no me ha parecido que estuviera enfadado.

Adrián: Voy a preguntarle a Martina si quiere que esta tarde vayamos a la feria pero puedo quedar a partir de las seis.

Natalia: Bien, perfecto.

Después de ducharme y almorzar llamo a Martina, que ya no parece tan enfadada como ayer, le explico el horario de castigo de estos días y le pregunto si esta tarde le apetece ir a la feria. Me dice que sí y que después ha quedado con Shaila para cenar allí mismo, en las paradas de comida, que si quiero puedo apuntarme. Me apetece mucho pero primero tengo que preguntar a mi padre. Me quedo en mi habitación jugando a la consola.

Mi padre llega pronto y viene a mi habitación. Me abraza y me da un beso.

Carlos: ¿Cómo estás campeón? ¿Has hablado con Martina?

Adrián: Bien papá, ya no parece enfadada, hemos quedado más tarde para ir a la feria, ¿me puedo quedar a cenar en los puestos de comida?

Carlos: Sí, no hay problema, pero a las diez te quiero en la cama que mañana tienes que madrugar.

Adrián: Vale papá, gracias.

Nos sentamos en el sofá y le explico todo lo que hemos hecho esta mañana.

Adrián: Natalia me ha dicho que querías hablar conmigo, ¿qué pasa?

Mi padre me sonríe.

Carlos: ¿Recuerdas lo que me dijiste ayer por la noche?

¡Ah sí! Recuerdo lo que le dije y ya sé de qué quiere hablar.

Adrián: ¿Que cuándo venía Natalia a vivir aquí?

Carlos: Sí. Y te dije que primero teníamos que hablar. Quiero que entiendas que en el momento en el que Natalia viva aquí habrá algunos cambios, para ti dejará de ser mi secretaria y pasará a ser parte de la familia.

Lo miro a los ojos, no sé muy bien qué quiere decir.

Carlos: Ahora Natalia se encarga de ti sólo cuando yo no estoy, y aunque ella puede darte permisos, puede decirte qué hacer y puede regañarte, lo hace mayoritariamente según mis indicaciones. Si Natalia viene a vivir con nosotros quiero que ella pueda tomar decisiones libremente, en cualquier momento, esté o no yo en casa. Podrá darte permisos o quitártelos, darte órdenes, regañarte e incluso castigarte, y no quiero que la recrimines por ello, sé demasiado bien cómo reaccionas cuando te enfadas. No puedes decirle cosas como que a ella no le importa lo que hagas o que no puede darte órdenes porque no es tu madre. No me malinterpretes, Natalia no va a sustituir a tu madre, no es esa mi intención ni la suya, ¿vale?

Asiento con la cabeza.

Carlos: Sé que últimamente te llevas bien con ella pero pasará más horas aquí y no quiero que eso vuelva a crear tensiones. Natalia se preocupa por ti, hace mucho que te conoce, y no solo te aprecia sino que te quiere mucho, haría cualquier cosa por ti. ¿Lo sabes, verdad?

Adrián: Sí papá, lo sé.

Carlos: Y sé que tú también la quieres. Si crees que estás preparado para estos cambios le propondré si quiere venir a vivir con nosotros, pero si necesitas más tiempo puedes decírmelo, no quiero forzar la situación.

Adrián: Puede venir papá, irá bien. Además, seguro que salgo ganando, Natalia es más permisiva que tú.

Le sonrío y le saco la lengua. Mi padre levanta las cejas, sorprendido.

Carlos: ¿Cómo? Pero si siempre te quejas de que te está encima, te controla, y no te deja hacer nada.

Adrián: Pero eso es porque hace lo que tú le pides.

Le doy un abrazo, de verdad pienso que irá bien.

Carlos: Está en el salón, ¿vamos a hablar con ella?

Adrián: Sí, vale.

Bajamos al salón, Natalia está leyendo, deja el libro en la mesita cuando nos ve. Mi padre le da un beso y se sienta a mi lado.

Carlos: Natalia, Adrián quiere decirte algo.

¿Qué? ¿Yo se lo tengo que decir? Miro a mi padre con cara de enfadado. Él me mira y me sonríe.

Carlos: Ha sido idea tuya.

Natalia: ¿Qué quieres decirme, peque?

Estoy bastante nervioso y me he sonrojado, mi padre me pasa el brazo por detrás de los hombros y me besa en la cabeza.

Carlos (susurrando): Vamos, díselo.

Adrián: Natalia, yo … me gustaría que vinieras a vivir aquí, con nosotros.

Natalia me sonríe y, seguidamente, se levanta y me abraza.

Natalia: Gracias peque, me encantará, pero lo haremos poco a poco, ¿vale? Traeré algunas cosas y empezaré a quedarme algunas noches, pero no me mudaré completamente hasta que esté segura de que todos estamos cómodos con esto.

Hablamos un rato en el salón, hasta la hora en la que he quedado con Martina. Me voy y me encuentro con ella en la feria. Cuando la veo me acerco a ella y la abrazo.

Adrián: Lo siento, siempre meto la pata, ¿me perdonas?

Martina me devuelve el abrazo y me besa.

Martina: Claro amor.

Adrián: Gracias bella, ¿sabes que eres lo mejor que me ha pasado durante el último año?

Martina me sonríe, me vuelve a besar y me frota el trasero.

Martina: ¿Fue muy duro tu padre?

Noto como me ruborizo y hago una mueca.

Adrián: Bastante, pero ya estoy bien.

Paseamos cogidos de la mano y hablamos, vemos las paradas del mercadillo y subimos a un par de atracciones. Nos encontramos con Shaila y con Nico, que ha quedado con ella, y vamos a cenar los cuatro. Poco antes de las diez me despido y vuelvo a casa. Mi padre y Natalia están en el salón.

Carlos: Hola, ya empezaba a preocuparme.

Adrián: Papá, no me has dado una hora de llegada, sólo me has dicho que a las diez debía estar en la cama y faltan cinco minutos, no necesito más.

Carlos: Ven aquí.

Mi padre tira de mí y me abraza.

Carlos: Buenas noches cariño.

Adrián: Buenas noches papá.

Miro a Natalia, si sigue aquí a esta hora supongo que es porque se quedará a dormir. Se me hace raro pero me acostumbraré. Me abraza y me da un beso.

Adrián: Buenas noches Natalia.

Natalia: Buenas noches peque.

Los siguientes cuatro días pasan de forma parecida, me toca madrugar e ir a encontrarme con mis amigos y con José. Nos ponemos el peto naranja y hacemos todo lo que José nos pide. Me gusta que siempre esté de buen humor y, aunque nos hace trabajar mucho, siempre bromea con nosotros.

El miércoles ayudamos a descargar las piezas de un escenario que montan unos operarios en la plaza mientras nosotros ponemos un montón de sillas a su alrededor, a partir de esta tarde hasta el viernes harán aquí espectáculos infantiles. Después vamos al parque que hay al lado para vaciar las papeleras y limpiarlo todo.

El jueves pasamos toda la mañana en el parque, donde han organizado unos juegos de cucaña para niños. Ayudamos a montarlo todo y nos distribuyen entre las pruebas para ir recogiendo y entregando los materiales a los niños que vienen a jugar. A mí me toca estar en un juego de puntería, tengo que dar las bolas a los niños, recogerlas y anotar la puntuación que han obtenido en una cartulina que les han entregado al inicio. Veo a Paula, que participa en la cucaña, con dos amigas que ha conocido en la escuela de verano, y a mi tía que ha venido a acompañarla.

Paula: Hola Adrián, ¿me puedes dar una bola extra para el juego de puntería?

Adrián: ¡Ei enana! ¿Cómo? ¿Quieres hacer trampa? A ver si te doy una menos.

Le saco la lengua y se ríe. Mi tía se acerca y me da un abrazo y un beso.

Alicia: ¿Cómo estás cielo?

Adrián: Muy bien tía, nos lo pasamos bastante bien, y hoy es muy divertido estar ayudando a los niños.

Alicia: Sí, por lo que cuenta Víctor no parece un castigo demasiado duro.

Adrián: José es muy simpático y nos lo pasamos bien, pero nos hace trabajar mucho.

Pongo un puchero y mi tía se ríe. La verdad es que me lo paso muy bien ayudando a los niños en las pruebas. Alguien me tira del peto por detrás, me giro y veo a Marcos, el sobrino de Natalia, con su padre.

Marcos: Hola Adrián.

Adrián: Hola Marcos, ¿has venido a jugar?

Marcos: Sí, ¿cómo es que estás aquí? ¿Estás trabajando?

Adrián: Más o menos, estoy castigado porque hice algo que no debía. Dame tu tarjeta y te doy las bolas, si no dices nada a nadie te doy una extra, ¿vale?

Le guiño el ojo y me sonríe. Mientras lanza las bolas saludo al cuñado de Natalia.

Adrián: Hola Enrique.

Enrique: Hola Adrián. ¿Estás haciendo servicios comunitarios? ¿Qué ha pasado?

Me sonrojo, parece que Natalia no les ha dicho nada. Le cuento muy resumidamente lo que hicimos. A Enrique le parece gracioso y se ríe, aunque sigue con la misma expresión seria que el día de la cena.

Enrique: ¿Y os hacen trabajar duro?

Adrián: Bastante, pero también nos lo pasamos bien, no es tan malo como parece. ¿Nos vemos el domingo?

A mi padre y a Natalia se les ha ocurrido invitar a mis tíos y primos y a la familia de Natalia a nuestra casa a pasar el domingo. Vendrán a media mañana y así podremos bañarnos en la piscina, y después almorzaremos todos juntos. Seremos catorce en total, puede ser una locura.

Enrique: Sí, claro.

Cuando terminan lo recogemos todo y limpiamos.

El viernes vamos a la zona de conciertos, tenemos que limpiarlo todo, incluida una pared en la que alguien ayer hizo una pintada. ¡Uf! Esto está realmente muy sucio, tenemos que trabajar toda la mañana para dejarlo decente.

El sábado, último día de castigo, volvemos a la plaza. Recogemos y guardamos todas las sillas en una especie de jaulas, y ayudamos a cargar las piezas del escenario en un camión. Después del descanso un operario trae cinco papeleras nuevas para sustituir las que nosotros rompimos, entre él y José nos enseñan cómo instalarlas, lo hacemos en un tiempo récord.

Cuando terminamos José nos felicita porque nos hemos portado muy bien y hemos trabajado mucho. Le damos las gracias por estos días, nos ha tratado muy bien y ha sido muy divertido trabajar con él. Nos despedimos y nos vamos a casa.

Durante las fiestas, por las tardes he podido salir y quedar con mis amigos y con Martina para ir a la feria y a las actividades que han organizado. El viernes mi padre me permite ir a un concierto hasta la medianoche, con la condición de que el sábado me levante sin protestar. Es en la zona que hemos limpiado por la mañana, procuro no tirar nada al suelo y no contribuir a ensuciarla, antes de limpiarla estaba que daba pena. Disfruto mucho de las fiestas y de los últimos días de vacaciones.

 

 

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