Nuevas
reglas, nuevos castigos
Capítulo
45
Hoy
aprovecho que es el último día de vacaciones, y que ya se terminó el castigo
por romper las papeleras, para remolonear en la cama y levantarme tarde.
Después de ducharme voy al comedor, me encuentro con María y Natalia que están
muy ajetreadas en la cocina.
María:
Buenos días Adrián, ¿qué quieres
desayunar?
Natalia:
Buenos días peque, ¿aprovechando para
levantarte tarde el último día de vacaciones?
Le
sonrío y la abrazo, ella me da un beso.
Natalia:
Tenemos un montón de invitados a comer,
¿lo recuerdas? Yo estoy preparando unos canapés y María está haciendo calamares
rellenos.
Adrián:
Calamares, ¡qué bien! ¡Me encantan! ¿Y
dónde está mi padre?
Natalia:
Ha ido a la bodega a buscar unas botellas
de vino. ¿Me ayudarás con los canapés cuando termines el desayuno?
Mi
padre vuelve con las botellas de vino y yo termino el desayuno. Ayudamos con
los canapés y paramos la mesa, entre los cuatro terminamos rápido y lo dejamos
todo preparado antes de que lleguen los invitados.
Los
primeros en llegar son mis tíos y mis primos, queremos ir ya a la piscina pero
nos dicen que esperemos a que lleguen los sobrinos de Natalia. Después llegan
Ana y Juan, ambos me dan un efusivo abrazo.
Ana:
Hola tesoro, ¿cómo estás?
Adrián:
Bien, gracias. ¿Y usted?
Ana:
Te dije que me tutearas. Todo bien, me
apetecía volver a verte.
Finalmente
llegan Amelia, Enrique y sus hijos. Enrique está tan serio como siempre, Amelia
en cambio sonríe y bromea. Nos saludamos y presento a Bruno y a Marcos a mis
primos.
Adrián:
¿Habéis traído el bañador? ¿Queréis ir a
la piscina?
Nos
piden que estemos pendientes de los pequeños, y nos vamos a la piscina.
Bruno:
¡Qué guay Adrián! Tu casa es gigante y la
piscina es muy chula. Cómo me gustaría tener una piscina en casa.
Pasamos
un buen rato nadando y jugando. Parece que a Paula le ha caído muy bien Marcos
y está todo el rato jugando con él, aunque él al principio se muestra un poco
tímido y se pega a su hermano. Bruno se siente más a gusto con Pablo, con
Víctor y conmigo, aunque es más pequeño que nosotros y tenemos que controlar
nuestra fuerza cuando jugamos en el agua.
Nos
avisan para que salgamos de la piscina, nos secamos, nos cambiamos y vamos al
salón, donde están los adultos. Natalia nos hace pasar al comedor.
Nos
sentamos y empezamos a comer los canapés. En un extremo se sientan los adultos
y en el otro nos sentamos nosotros, yo estoy entre Víctor y Bruno, quien
escucha a Pablo, que le está contando cómo es vivir en París. A su lado Paula y
Marcos se están riendo, al final han congeniado y han estado juntos gran parte
de la mañana. Todos están hablando muy animadamente, oigo como Natalia se ríe,
parece que Juan está contando chistes, mi tía está charlando animadamente con
Amelia, y mi padre con mi tío y con Enrique, que sigue con la misma cara seria.
Parece que todos se lo están pasando muy bien, hace sólo unas pocas horas que
se conocen pero es como si fueran grandes amigos o incluso pertenecieran a una
misma familia. Pero lo cierto es que no estarían aquí juntos si mi madre
siguiera viva. Me doy cuenta de que de ella aquí no queda nada, está la familia
de mi padre y la de Natalia, pero ningún familiar de mi madre, ¿soy yo el único
que me siento unido a ella? ¿Ya no la recuerdan? ¿No se supone que mi tía era
su mejor amiga? ¿Y no me dijo mi padre que no iba a olvidarla jamás? Víctor me
está hablando, pero hace un rato que no le escucho.
Víctor:
Adrián, ¿y tú qué piensas?
Oigo
como mi corazón late, cada vez más rápido, se está acelerando.
Víctor:
Ei primo, ¿qué te pasa? ¿Me estás
escuchando?
Siento
un pequeño dolor en el pecho, que va aumentando al mismo tiempo que noto como
se comprime y me falta el aire, no puedo respirar.
Víctor:
¡Adrián! ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?
Intento
hablar pero no puedo, no me sale la voz.
Víctor:
Me estás asustando. ¡Tío, Adrián está
mal! No sé qué le pasa.
Noto
como las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas, me aprieto el pecho, me
duele mucho. Noto una mano en mi hombro.
Carlos:
Adrián, ¿qué te pasa? ¿Te duele el pecho?
Asiento
con la cabeza, no puedo hablar, estoy muy asustado, me duele mucho y no puedo
respirar. Ya no oigo hablar a nadie, parece que todos se han callado y me están
mirando.
Ana:
Carlos, acompáñalo al salón, parece una
crisis de ansiedad.
Mi
padre me ayuda a levantarme, me pasa un brazo por detrás de los hombros y me
lleva al salón. Me sienta en un sofá, se sienta a mi lado y me abraza.
Carlos:
Dime, ¿qué te pasa cariño?
Lo
miro, parece muy asustado. Intento hablar pero no puedo, si hablo me ahogaré.
Ana:
Tranquilo tesoro, no tengas miedo, es una
crisis de ansiedad, voy a ayudarte, ¿vale?
Ana
me habla muy suavemente, la miro y asiento con la cabeza.
Ana:
Carlos, suéltalo, cógele la mano si
quieres y puedes acariciarle el brazo y la espalda, pero déjale espacio.
Mi
padre hace lo que Ana le dice, me suelta, me coge la mano y me acaricia la
espalda. Ana me coge la otra mano.
Ana:
Adrián, mírame. Sé que te parece que te
estás ahogando pero no es así, estás hiperventilando. Tienes que regular tu
respiración. Ahora coge aire poco a poco mientras yo cuento hasta cuatro.
Intento
hacer lo que me dice, me cuesta pero consigo coger aire mientras ella cuenta.
Ana:
Bien tesoro, ahora aguantalo un momento.
Bien, y ahora suéltalo poco a poco mientras de nuevo cuento hasta cuatro.
Hago
lo que me dice y me lo hace repetir unas cuantas veces. Me voy sintiendo un
poco mejor, puedo volver a respirar y parece que mi corazón va latiendo más
despacio. El dolor del pecho va pasando pero sigo notando presión.
Adrián:
Sí, estoy mejor, pero aún me duele un
poco el pecho.
Juan:
Súbete la camiseta, te voy a auscultar.
Mi
padre me levanta la camiseta y Juan me pone un estetoscopio encima del pecho,
está frío. Me pide que siga respirando como Ana me ha dicho. Después me pide
que me gire y me lo pone en la espalda. Me baja la camiseta y me sonríe.
Juan:
Está todo bien, tranquilo.
Juan:
Ha tenido una crisis de ansiedad, ¿le
había pasado antes?
Juan:
Tranquilo Carlos, no es nada serio, pero
me gustaría hacerle un electrocardiograma para asegurarnos.
Carlos:
Claro, vamos al hospital.
Juan:
No, llamaré a la clínica donde
trabajábamos Ana y yo, nos atenderán enseguida.
Ana:
Ahora ya está mejor, puedes abrazarlo.
Mi
padre me abraza, me da besos y me acaricia. Empiezo a llorar, me he asustado
mucho cuando he notado que no podía respirar, y aún ha sido peor cuando he
visto la cara de terror de mi padre.
Adrián:
Lo siento papá, snif, no quería
asustarte, snif.
Carlos:
Shh, lo sé cariño, tranquilo, shh, no
pasa nada. Todo está bien, ¿vale?
Entra
Natalia en el salón, le dice a mi padre que ha avisado a Rafa para que nos
lleve a la clínica y se sienta a mi lado.
Natalia: Adrián, ¿puedo abrazarte?
Asiento
con la cabeza, me separo de mi padre y abrazo a Natalia.
Natalia:
Ya está peque, no pasa nada. Mis padres
te acompañarán a la clínica para poder examinarte mejor y asegurarse de que
todo está bien.
Adrián:
¿A la clínica? Pero yo no quiero
inyecciones.
Ana:
Tranquilo, no habrá ninguna, te lo
prometo.
Juan:
Ya podemos ir, he hablado con un colega,
él lo atenderá.
Natalia
me suelta, mi padre me ayuda a levantarme y me coge por los hombros en un medio
abrazo. Salimos fuera, ya está Rafa esperándonos. Subimos al coche, Juan entra
delante y mi padre y Ana suben detrás conmigo.
Llegamos
a la clínica y me hacen pasar a un box, mi padre no se despega de mí, pero la
verdad es que se lo agradezco, aún estoy asustado. Entra Juan con un médico que
me sonríe y me tranquiliza.
Médico:
Hola, ¿cómo te encuentras?
Médico:
Explícame qué te ha pasado.
Se
lo cuento, mientras lo hago se me vuelven a salir las lágrimas.
Médico:
Tranquilo Adrián, no pasa nada, parece
una crisis de ansiedad. Es normal que te hayas asustado pero ya está. Ahora te
revisaré y después pediré que te hagan una placa del pecho y un
electrocardiograma.
Me
revisa y me vuelve a auscultar. Después entra una enfermera que me acompaña a
hacerme una radiografía y vuelvo al box. Me dice que me quite la camiseta y que
me tumbe en la camilla. Acerca un aparato, me pone una especie de parches en el
pecho que conecta con cables a la máquina y me pide que me esté quieto, que no
hable y que respire tranquilo, ella volverá en un momento. Mi padre me coge la
mano y me sonríe. Me siento más tranquilo. Vuelve la enfermera, revisa la
máquina y me dice que ya está, me quita los parches y me tapa con una sábana.
Sale del box.
Adrián:
Mejor papá, me he asustado mucho.
Carlos:
Lo sé cariño, yo también me he asustado.
Cuando te he visto respirar de esa forma tan rara no sabía qué hacer, suerte
que Ana se ha puesto al mando, yo pensaba llevarte corriendo al hospital.
Un
rato más tarde vuelve el médico. Me explica que todo está bien y lo que tengo
que hacer si me vuelve a suceder, aunque no tiene porque volver a pasar.
Después habla con mi padre fuera del box. Ana entra y me abraza.
Ana:
¿Cómo estás tesoro? ¿Te han tratado bien?
Adrián:
Estoy bien, gracias Ana.
Volvemos
a casa, en cuanto entro Natalia me atrapa en un fuerte abrazo y me besa.
Adrián:
Bien Natalia, gracias. Siento haberos
asustado, y haber estropeado el almuerzo.
Natalia:
Más te has asustado tú, peque. Lo
importante es que estés bien, por el almuerzo no te preocupes, hemos terminado
de comer y ya se han ido. Pero vosotros no habéis comido nada, vamos pasad
todos al comedor.
Ya
está todo recogido, Natalia y Ana paran la mesa, y mi padre trae los calamares
y me pone algunos con salsa en un plato. Me siento e intento comer pero no
tengo mucho apetito.
Ana:
Vamos tesoro, tienes que comer, todo está
bien ahora.
Me
como todo lo que me ha puesto mi padre, los calamares rellenos que hace María
están buenísimos, es uno de mis guisos favoritos. Cuando terminamos de comer
Juan y Ana se despiden de nosotros, le dicen a mi padre que para cualquier cosa
que necesitemos los llame, cuando sea, y se van.
Nos
quedamos solos mi padre, Natalia y yo. Vamos al salón y nos sentamos, mi padre
se sienta a mi lado y me acerca a él, me acurruco a su lado.
Carlos:
El doctor me ha dicho que has tenido una
crisis de ansiedad, no es nada grave y no tiene porque volver a pasar. Pero
también me ha dicho que estaría bien saber qué la ha provocado, porque
normalmente hay un detonante. ¿Te sientes con fuerzas para hablar?
Adrián:
Supongo que sí, el doctor me ha dicho qué
tengo que hacer si me vuelve a pasar.
Carlos:
No estás sólo cariño, estamos contigo,
¿vale? Tranquilo. ¿Tú sabes por qué te ha pasado?
Natalia:
Víctor me ha dicho que estábais hablando
de la vuelta al colegio pero no creo que sea eso, tú nunca has tenido problemas
en el colegio.
Adrián:
El curso pasado la lié bastante.
Natalia:
Lo sé peque, pero eso no te impedía ir al
colegio, nunca dijiste que no quisieras ir. Y creo que en el colegio te lo
pasas bien. Hiciste muchas tonterías, es cierto, pero te gusta ir, ¿me
equivoco?
Carlos:
¿Es por qué había mucha gente en el
comedor? ¿Te has agobiado? Nunca has tenido problemas con eso.
Vuelvo
a negar. No, no es eso, yo sí sé lo que me ha pasado, pero no me apetece
contarlo, no sé si les gustará que les diga en qué estaba pensando, y me da
miedo volver a tener una crisis.
Carlos:
¿Tiene algo que ver con tu madre?
Se
me llenan los ojos de lágrimas.
Carlos:
Veo que he acertado. Vamos, cuéntamelo,
por favor.
No
puedo, noto como el pecho se me comprime de nuevo. Mi padre me abraza.
Carlos:
Tranquilo, respira poco a poco como te ha
enseñado Ana, ¿vale? No pasa nada.
Empiezo
a respirar poco a poco, contando hasta cuatro y consigo calmarme.
Carlos:
Vamos cariño, te hará bien contarlo.
Adrián:
Es que papá, snif, estábamos todos en el
comedor y nos lo estábamos pasando bien sin ella, snif, y no quedaba nada suyo,
snif. Estaba tu familia y la de Natalia, pero nada que recordara a mamá, snif.
Se supone que la tía era su mejor amiga, snif, y tú dijiste que no la
olvidarías, snif, pero estabais charlando tranquilamente, snif.
Mi
padre me mira y me seca las lágrimas que se acumulan en mis ojos. Me sonríe y
me vuelve a abrazar.
Carlos: Y no la he olvidado, pienso en ella cada
día. Pero eso no quiere decir que tenga que estar triste, a tu madre eso no le
gustaría, estoy seguro de que ella quiere que nuestras vidas sigan adelante y
que seamos felices.
Adrián:
Yo también quiero que seas feliz, y desde
que estás con Natalia vuelves a reír, y eso me gusta. Pero no quiero olvidar a
mamá.
Carlos:
Y no la vamos a olvidar campeón, nunca,
te lo prometo. Además, sí había algo suyo, en realidad lo más importante de su
vida, tú.
Las
lágrimas vuelven a resbalar por mis mejillas, pero ya no noto presión en el
pecho. Sigo un rato abrazado a mi padre, él me da besos y me acaricia. Me voy
tranquilizando y me separo de él. Miro a Natalia.
Adrián:
No te lo tomes mal Natalia, no es que no
quiera que nos lo pasemos bien con tu familia, no sé que me ha pasado.
Natalia:
Claro que no me lo tomo mal. Es una
situación abrumadora para ti, tienes que ir asimilando todo y quizás hemos ido
demasiado rápido.
Carlos:
Adrián, ¿quieres volver a ir al
psicólogo? Nos ayudó mucho cuando ocurrió el accidente, quizás te vaya bien
hablar de todos los cambios que estás viviendo ahora.
Adrián:
No papá, estoy bien, de verdad.
Carlos:
Como quieras, si crees que lo necesitas
dímelo, ¿vale?
Carlos:
Pero si hay más crisis de ansiedad
entonces no te preguntaré, me limitaré a pedirte hora.
Me
mira y me sonríe, asiento y le devuelvo la sonrisa. Sé que mi padre se ha
asustado mucho hoy, quizás tanto como yo. Y creo que ha sentido mucha
impotencia al no saber cómo ayudarme, pero lo ha hecho estando a mi lado todo
el tiempo, eso me ha reconfortado bastante.
Pasamos
la tarde viendo la tele y charlando. Después de cenar Natalia dice que hoy no
se quedará a dormir, quiere dejarnos espacio a mi padre y a mí para nosotros
solos. Yo estoy bastante cansado, mañana empieza el colegio y toca madrugar, le
digo a mi padre que me voy a dormir.
Carlos:
Bien, pero hoy te vienes a mi cama,
¿vale?
Adrián:
¿Qué? ¡Papá!, que ya soy mayor.
Carlos:
Lo sé, pero quiero asegurarme de que
pasas una buena noche, sin crisis ni pesadillas. Sólo por hoy, ¿de acuerdo?
Voy
a mi habitación, acabo de preparar la mochila para mañana y me pongo el pijama.
Voy a la habitación de mi padre, él ya está. Me meto en su cama, y él se mete
después, me acaricia hasta que me duermo.
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