Capítulo 7: Transferencia intercelestial
Daniel POV
Era sábado en la mañana y me desperté un poco
tarde. Cuando bajé a la cocina la muchacha estaba haciendo agua de naranja y me
dijo que íbamos a desayunar Barbacoa y que mi papá había ido a comprarla. Yo me
fui a la sala y me puse a jugar Fifa en la televisión de la sala para esperar
el desayuno. Un rato después bajó mi hermano todavía en pijama y se puso a
jugar conmigo.
Cuando mi papá llegó con la Barbacoa mi mamá ya
estaba organizando la mesa para el desayuno.
Nos sentamos todos y tuvimos que cerrar los ojos y
doblar las manos mientras mi papá hacía una oración de gratitud por la comida
(un nuevo ritual que habían adquirido en la iglesia esa y que hacían antes de
cada comida).
Cuando mi papá terminó Berta (la muchacha) nos
sirvió las tortillas calientes y cada quien nos hicimos tacos.
Aunque el ambiente se había enrarecido bastante por
los hábitos e ideales que mis padres habían abrazado en esa iglesia, de vez en
cuando seguíamos teniendo estos momentos familiares “normales”.
Pero a medio desayuno la cara de mi papá se puso
seria y cambió el tono de la trivial conversación que estábamos teniendo.
—Hijos, hay algo que quiero comentarles. Dios nos
ha dado mucho, y debemos estar muy agradecidos por ello, tenemos mucho más que
la mayoría de la gente y de los cristianos. Pero debemos mostrar ese
agradecimiento con hechos y no solamente con palabras.
Nosotros solamente asentimos y el siguió hablando:
–Dios ha instituido tres mecanismos para ello: el
diezmo que es la obligación de todo cristiano de apartar el 10% de sus ingresos
para el sustento de los pastores, la ofrenda que son contribuciones voluntarias
a la iglesia para el crecimiento de la obra de esta, y la misericordia que son
las contribuciones voluntarias a las personas necesitadas cristianas y no
cristianas.
Así que vamos a cumplir con agradecimiento lo que
Dios nos pide, y tal vez ello nos implique algunos sacrificios mínimos.
—¿A qué te refieres?—pregunté
—A que probablemente tengamos que reducir un poco
los abundantes gastos que tenemos. Lo cuál además nos ayudará a ser más
humildes, que es una de las características de un buen cristiano.
—¿Qué gastos piensas quitar? —preguntó mi hermano
—Entre otros vamos a cancelar nuestra membresía
anual al club de esquí en Whistler, además creo que en vacaciones sería mucho
mejor que participemos de las actividades de la iglesia y convivamos con las
demás familias cristianas.
—Imagínate, con esas familias vamos a pasar la
eternidad en el cielo, mientras que con las familias que visitan el club
solamente unos míseros días y tal vez los veamos el día del juicio final.—Dijo
con voz algo emocionada mi mamá y mi hermano y yo nos volteamos a ver con cara
de What the..? Pero no dijimos nada.
—Además le voy a cambiar a un socio de la compañía
el BMW por una camioneta que le vamos a prestar al pastor. Es inaceptable que
nosotros tengamos más carros de los que podemos manejar al mismo tiempo, y ese
carro es demasiado ostentoso. Vamos a llevársela esta tarde y nos invitaron a
comer con ellos, así que no hagan planes en la tarde pues deben estar listos
para la tarde.
Nosotros teníamos dos camionetas y dos carros. Una
Suburban que usábamos en viajes familiares y cuando necesitábamos mucho
espacio, una Acura MDX que usaba sobre todo mi mamá, mi Mazda 6 y el BMW serie
6 que mi papá cuidaba de una forma obsesiva.
—¿El pastor sólo tiene dos hijos, no? No creo que
necesite una camioneta para su familia. Yo le puedo prestar mi carro y estoy
seguro de que caben perfectamente él, su esposa y (iba a decir que los
princesitos de la iglesia, pero me controlé) los dos niños. Y así yo me llevo
el carro que no estemos usando. (Tenía la esperanza de lograr un upgrade, con
suerte acababa usando el BMW que mi papá estaba despreciando).
—Buen intento hijo, pero no, tu carro es más que
suficiente para ti, además a veces el pastor tiene que llevar más gente, o
hacer viajes largos, ellos necesitan una camioneta.
Acabamos de desayunar y yo me salí a jugar con
Brandy y Ron (nuestros perros). Le estaba lanzando una de las pelotas de tenis
que estaban bofas con la raqueta para que la persiguieran y la trajeran de
vuelta, y en eso Luis me alcanzó corriendo.
—No me late nada esto de regalarles tanto dinero y
la camioneta al pastor ese. Qué raro que papá acepte eso, cuando normalmente
hasta pagar propinas generosas le duele el codo.—dijo Luis mientras le recogía
la pelota a Ron de la boca y se la volvía a lanzar. Pero Brandy esta vez lo
alcanzó y le mordió la cola, y por la velocidad a la que iban acabaron
revolcándose los dos en el suelo antes de retomar la carrera hacia la pelota.
—Ya sé, pero les tienen bien lavado el cerebro. No
sé cuánto más profundo nos puedan hundir, pero no los podemos subestimar.
—Hoy que vayamos a comer con ellos hay que tener
los ojos y oídos bien abiertos, tal vez descubramos algo que nos ayude.
—Sale.
Después de estar un rato jugando con los perros me
metí a bañar y arreglar para la comida.
Siempre que iba a la iglesia o algo relacionado
trataba de vestirme de forma que no pareciera demasiado interesado pero al
mismo tiempo verme bien para recalcar mi indiferencia. Era algo sutil, si me
arreglaba demasiado les daba la razón de la importancia de sus reuniones, pero
si no me arreglaba corría el riesgo de que mi opinión y actitud en el grupo se
volvieran irrelevantes como si sólo fuera un chamaco a quien hubieran obligado
a ir casi casi en pijama.
Así que para la comida me puse una polo elegante y
un pantalón blanco, y me peiné con poco gel.
Cuando bajé de mi cuarto escuché que mi mamá y mi
hermano estaban discutiendo.
—Hijo te estoy diciendo que quites esa película,
tiene demasiado contenido inmoral.
—Mamá por favor, es normal que las parejas tengan
sexo, además ni siquiera es gráfica.
—Estás contaminando tu mente y tu ojos con esas
perversidades. Ya te hemos dicho que las relaciones sexuales fuera del
matrimonio son el pecado de fornicación. Y no debes poner cosas inmundas
delante de tus ojos, como dice el versículo.
—Está bien, le adelanto esa parte, ya hasta
parecemos musulmanes.
Mi hermano se tiró en el sillón y le puso play a la
película adelantándole un poco.
Pero mi mamá salió de la cocina dónde había estado,
y se veía enojada.
—Que quites esa película inmediatamente y
disculpate por lo que acabas de decir.
—Ya le adelanté, y no tengo porque pedirte perdón
por dar mi opinión, no dije nada malo. —yo solamente suspiré, pues la boca de
mi hermano era lo que más lo metía en problemas con mis papás.
—Última oportunidad.
—¿O qué? ¿Le vas a decir a mi papá cuando llegué:
tu hijo dice que parecemos musulmanes, dale cien latigazos para que no se vaya
al infierno? —yo no pude evitar reírme pero mi mamá no estaba nada contenta.
—Berta por favor tráeme el cinturón que está en mi
ropero, el grueso, y súbete un momento.
La muchacha dejó de hacer lo que estaba haciendo y
con una expresión de infornformidad hizo lo que mi mamá le pidió. Yo me senté
en las escaleras, pues no quería entrometerme pero tampoco podía quedarme
totalmente al margen.
—Levántate hijo— le dijo mi mamá a mi hermano
poniéndose entre él y la televisión y con el cinturón en la mano.
Mi hermano paró la película pero se quedó sentado
en el sillón.
—Hijo que te levantes si no quieres que vaya por
una vara afuera.
Mi hermano se levantó a regañadientes del sillón
—Bájate el pantalón
—¿Qué? —dijo horrorizado mi hermano—No, no hay
manera de que me bajé el pantalón en frente de ti.
—No es la primera vez que te castigan así
—Sí, pero fue mi papá, y es diferente. Tu eres
mujer.
—No está sujeto a discusión, hazme caso o le habló
a tu papá.
—Háblale, estoy seguro de que va a estar de acuerdo
conmigo.
Mi mamá le marcó a mi papá con el altavoz puesto
—Bueno
—Bueno. Hola amor ¿Qué pasó? Es que estoy aquí con
el abogado viendo los trámites para el cambio de la camioneta
—Perdón amor es que Luis se está portando mal, no
me hace caso y me dijo unas cosas inadecuadas.
—¿Qué? ¿Luis se está portando mal otra vez? Ay Dios
mío, —y luego se escuchó en el fondo —perdón, permítanme un momento —y después
ya en el teléfono
—Perdón amor, ya me vine a donde puedo hablar.
—Sí es que lo estoy tratando de castigar y no se
deja.
—Hijo por favor, déjate corregir
—No papá. No voy a dejar que mi mamá me bajé los
pantalones
—Mira hijo, tu mamá necesita corregirte también,
para que aprendas a honrarla a ella también.
—¿No me puedes castigar tu cuando regreses?
—No hijo, si no te dejas corregir por tu mamá
cuando yo llegué te voy a dar 15 con la vara y sin ropa, y tu mamá va a estar
presente, así que tu sabes que es lo que te conviene.
—Papi, no, por favor—note que se le empezaron a
escapar unas lágrimas y se me estrujó el corazón
—Ya esta decidido hijo
—Por lo menos que mamá no me baje la ropa interior,
por favor Pa—le dijo mi hermano soltándose a llorar
—Bueno hijo, eso me parece una petición justa. Por
favor, amor, dale la corrección pero sobre la ropa interior.
—OK amor, cuídate —dijo mi mamá y colgó
Mi hermano se deaabrochó el cinturón, se bajó el
jeans y se inclinó en el sillón con las lágrimas corriéndole por las mejillas.
Mi mamá dobló el cinturón y tomó impulso
Zas…Zas…
Mi hermano se estremeció cuando los primeros dos
azotes cayeron sobre su trasero cubierto por el bóxer.
ZAS… Ouch! Exclamó mi hermano. Ese había sonado más
fuerte pues había caído en la parte descubierta de los muslos e inmediatamente
se le marcó una franja roja. Y en ese momento mi mamá paró el castigo y se fue
a la cocina, así sin decir nada.
Mi hermano, después de subirse el jeans y sobarse
un poco, se subió a su cuarto y azotó la puerta de su cuarto al encerrarse.
La muchacha bajó a seguir su trabajo, pero cuando
pasó a lado de mi en la escalera me vio con una mirada algo shockeada. Yo mejor
me subí a mi cuarto y me puse a adelantar una tarea del colegio.
Cuando mi papá regresó con la camioneta nosotros ya
estábamos listos, y me pidió que llevara yo la camioneta que le íbamos a dar al
pastor y Luis se quiso venir conmigo.
—¿Quieres irte en el asiento de atrás? —Le dije
pensando que tal vez quería acostarse boca abajo por lo de la paliza.
—No, en realidad no me duele tanto, osea sí me
dolió, sobre todo en el momento que me pegó, pero la verdad es que no pega tan
duro como papá ni duele tanto como la vara, fue más la vergüenza.
—OK. Entonces vente adelante conmigo y pon música.
Llegamos al fraccionamiento donde vivía el pastor,
que era un fraccionamiento decente pero tampoco muy lujoso. Estacioné la
camioneta en frente de la casa, al parecer nuestros papás se habían atrasado un
poco en el camino porque todavía no llegaban, así que decidimos esperarlos.
Estaba observando con curiosidad la casa dónde
vivía el pastor, era de dos pisos, aunque más chica de tamaño que la nuestra, y
tenía un jardín algo grande para estar en la ciudad, con varios árboles
frutales en los bordes del terreno. En el jardín había un set de juegos con una
casita, una resbaladilla y unos columpios.
En ese momento vi salir corriendo un perro de la
casa y detrás de él un niño. Los mire con atención, me pareció que el perro
traía algo en la boca, y el niño que lo perseguía traía una vara en la mano. La
identifiqué inmediatamente cómo una vara de corrección porque no tenía hojas y
parecía que le habían limado los nudos. El niño empezó a pegarle con la vara al
perro, que chilló y soltó lo que parecía un pedazo de cupcake con el papel de
envoltura. El niño agarró el cupcake y le siguió pegando al perro unas veces
más, hasta que se escuchó que alguien gritaba: “John, ven, ¿qué haces allá
afuera?, te pedí que cuidaras la comida del perro, ya van a llegar las
visitas.”
El niño volteó hacia una puerta lateral que daba al
jardín y de la que salió la esposa del pastor. Se acercó al niño con pasos
enojados mientras el niño se quedaba pasmado mirándola con miedo y el cupcake
en una mano y la vara en la otra. Pero su mamá tomó la vara de la mano del
niño. Y después de regañarlo (no pudimos escuchar lo que decían pues estábamos
en la camioneta), volteó al niño y le dio tres azotes fuertes con la vara sobre
el pantalón, pero como la vara ya estaba algo seca y maltratada se rompió en el
tercer golpe.
La mamá soltó al niño y este se sobo el pantalón y
se metió a la casa, seguido de su mamá. En ese momento llegaron mis papás en la
otra camioneta y Luis y yo nos bajamos sin decir nada.
La familia del pastor nos recibió con un trato muy
cordial y hospitalario, y hasta los dos niños nos trataron de forma muy
educada. Parecían una familia perfecta, y el contraste con lo que Luis y yo
acabamos de ver era sorprendente.
La comida que nos sirvieron estuvo rica y la conversación
entre los adultos bastante afable. El pastor nos agradeció mucho lo de la
camioneta y nos recitó un par de versículos de que hacer tesoros en el cielo
era mucho mejor que hacerlos en la tierra.
Cuando acabamos de comer los hijos del pastor
preguntaron si podían levantarse para jugar y su papá dijo que sí, así que la
niña, que tendría unos siete años, corrió a un estudio que estaba al lado y
trajo un Uno.
—¿Quieren jugar? —nos preguntó
Luis y yo miramos inquisitivamente a nuestros papás
y como mi papá asintió dijimos que sí. Así que nos pasamos a la sala adjunta al
comedor para jugar Uno.
Después de unas rondas, el niño dejó de jugar y me
miró con seriedad.
—¿No tienes miedo de morirte?
Yo voltee a ver a Luis con cara inquisitiva y luego
de nuevo miré al niño.
—No, ¿o qué tendría que tener miedo de morirme?
¿Hay algo peligroso aquí?
—No, no me refiero a eso. Me refiero a si no te da
miedo morirte en un accidente o algo así.
—Pues no sé, supongo que un poco, pero si es un
accidente pues no está en mis manos, no?
—Pero ¿Qué pasaría después de que te mueras? Eso sí
está en tus manos. Muchos adolescentes se mueren en accidentes.
—Pues no sé qué pasará después de la muerte, pero
espero que sí hay algo, me vaya al cielo. Digo a final de cuentas no soy tan
malo, no?
—Claro que eres malo, todos lo somos, y ya estás en
una edad en la que empiezas a tener responsabilidad. ¿Qué edad tienen?
—16, y Luis 14
—Mi papá dice que a partir de los doce años más o
menos un niño comienza a ser responsable de sus actos y debe arrepentirse de
sus pecados. Pero depende de la madurez y entendimiento de cada quién. —Yo sólo
asentí. ¿Qué le pasaba a este niño, porque hablaba como adulto?
—Yo por eso hago mi oración de confesión después de
que mis papás me cartigan cuando hago algo malo, supongo que ser hijo del
pastor y conocer más me hace más maduro. Pero tu Luis, te ves menos maduro, al
menos en conocimiento de la Biblia. — no pude evitar soltar una risita que
traté de ahogar y disimular con un tosido, la mezcla de la franqueza de un niño
inocente y el complicado dogma de sus padres era algo… cómico. —Pero tú
Daniel ya estás más grande de edad y creo que deberías de empezar a buscar de
corazón a Dios para que no te vayas al infierno, pues seguramente sí haz hecho
cosas malas, no? . —la verdad, no pude evitar sentir un escalofrío por lo que
me había dicho el niño ese. ¿Quién se creía para juzgarme?
—¿También obligas al perro a rezar después de
pegarle? —le dijo mi hermano y yo casi me atraganto, al principio el niño lo miró
inquisitivamente, pero cuando el niño entendió la pregunta no lo tomó como una
pregunta malintencionada, sino que le respondió a Luis
—No, porque el perro no tiene razonamiento y
conciencia, y por eso no es responsable, solo tiene instintos.
OK, yo ya había escuchado suficiente, me pare del
sillón y me dirigí al comedor.
—¿Vamos a ver si ya acabaron de comer y platicar
nuestros papás, no Luis?
Luis asintió y fuimos al comedor.
Cuando terminaron la plática decidieron hacer una
oración así que tuvimos que esperar hasta que finalmente mi papá y el pastor
terminaron sus respectivas oraciones.
Cuando nos estábamos despidiendo el pastor se
dirigió a mí papá:
—Hermano (sí, porque si no les había dicho,
resuelta que en esta iglesia tienen la costumbre de hablarse de hermano,
hermana y así todos. Es como el equivalente de wey, que consideran como una
grosería inaceptable), el próximo sábado tenemos una reunión en casa de mi
cuñado en Morelos, y nos gustaría que nos acompañaran. Es una reunión más familiar,
aunque si vamos a tener una pequeña enseñanza de la Biblia y una sesión de
oración. Solamente t pido un favor hermano, no lo comentes con nadie más en la
iglesia, pues es una reunión un poquito cerrada, es más para la familia y los
hermanos más cercanos. De otra forma no cabríamos.
—Claro que sí, hermano, no se preocupe, y muchas
gracias por la invitación.
—Y lleven ropa para nadar—nos dijo con una sonrisa
a Luis y a mí, que hasta parecía realmente cordial (tal vez si lo fuera?), y
nosotros asentimos y le devolvimos la sonrisa.
Nos fuimos a la casa en la camioneta todos juntos,
mis papás estaban super emocionados de que los hubieran invitado a la reunión
esa, pues habíamos escuchado algo de esas reuniones y de los afortunados
hermanos “elegidos entre los elegidos” que asistían, pero creo que yo me daba
cuenta más claramente que mis papás que la camioneta había jugado un papel
relevante en esto. Al final esta gente y su construcción social no era tan
diferente a la del resto del mundo que tanto criticaban.
Recargué la cabeza contra el respaldo de la
camioneta, tenía tantos pensamientos mezclados, y además ahí estaba ese leve
pero persistente escozor en la conciencia de lo que me había dicho el niño ese.
Nota de Wenseslao:
Muchos me han preguntado si esta historia es
autobiográfica. Y esta es mi repuesta:
Es casi autobiográfica, en el sentido de que la
mayoría de los hechos narrados me sucedieron a mi o a otras personas cercanas a
mí en un rango amplio de tiempo, o se derivan de eventos que me contaron o que
se pueden inferir como probables. Como a algunos les he mencionado, yo crecí en
un grupo religioso radical, donde la vara de la corrección jugaba un papel
fundamental en la crianza de los hijos. Esta obra busca ser una especie de
desahogo, pero sin tener necesariamente una esencia de crítica moral, pues no
es eso lo que pretendo. Me gusta ser pragmático, y ya a cada quien le tocará
hacer su propio juicio (o no) de una historia que sólo busca ser narrativa y
factual. Así que disfruten el sumergirse en la historia de un mundo tan
fascinante como aterrador, el mundo de la manipulación de conciencias.
Finalmente: me gustaría aclarar que no tengo ningún
pleito con la fe; si algo llega a criticar esta obra, en caso de que alguien lo
perciba así, sería la religión institucionalizada por los hombres, nunca a la
fe, y a los rituales impuestos, no a las convicciones personales, y a las
interpretaciones inadecuadas, no a la Biblia, y a los líderes carismáticos de
algunas iglesias, no a Dios.
Un cariñoso saludo a todos,
Wenseslao
Yo no pertenezco a ninguna iglesia de esas pero la conozco de muy cerca no con los castigos de la vara pero si con la condición de hermano y que son ellos los que único tendrán la salvación y el que tiene dinero le comen la cabeza y lo que tiene de dinero es casi para la iglesia
ResponderBorrarEspero que se de cuenta esos padres es una pena tener a unos hijos y no tener confianza en tus padres siguela pronto
Yo soy cristiana pero no suelo tener la actitud de permitir la manipulación, siempre cuestiono a las personas, sus motivos y sus palabras, creo que solo es la fé en Dios lo que me impulsa, pero no me hago ideas y no actuo como la mayoría, solo pido al Creador que me ilumine para actuar correctamente, algo muy dificil y si es triste que solo se crea que la disciplina debe ser de esta manera, yo no creo en esto, una nalgada puede servir aveces, pero no ser cruel y poner la religión como excusa para correjir, se corrije por un buen motivo no por tonterias.
ResponderBorrarPobre chico lo que tiene que pasar por culpa de esa religión...
ResponderBorrarBueno los dos chicos sufren por ello!!
Espero los papás reaccionen y ya no se dejen quitar su dinero y sobretodo la Paz y tranquilidad de sus hijos...