Nuevas reglas, nuevos castigos
Capítulo 41
Después de pasar la tarde
en la playa con Martina y mis amigos llego a casa, me ducho y me pongo ropa
algo más elegante que la que suelo usar. Bajo al salón, ya está allí mi padre
esperándome.
Carlos: Pórtate bien, nada de tonterías, ¿vale?
Adrián: Sí papá, claro, ¿tú crees que con el
entrenador allí se me ocurrirá hacer alguna?
El próximo martes acaban
las actividades de verano en el club y esta noche han organizado una fiesta en
un pequeño local al lado de la playa. Habrá música, comida de picoteo y
refrescos, y estarán con nosotros los monitores de las actividades de verano y
los entrenadores. Mi padre me ha dado permiso, él mismo me acompañará y vendrá
a buscarme. A Nico y a Víctor también les han dado permiso.
Llegamos al local sobre las
ocho, la fiesta durará hasta la medianoche, mi padre saluda a mi entrenador que
le dice que no se preocupe, ellos estarán todo el tiempo con nosotros y, como
es una fiesta privada, solo se permitirá la entrada a los miembros del club. El
sitio está muy chulo, hay un salón tipo discoteca donde ponen música, y un
patio con mesas y sofás que han decorado con luces de colores. Mi padre me da
un abrazo, me vuelve a repetir por milésima vez que me porte bien y se va. Me
encuentro con mis compañeros, comemos, pedimos un refresco y bailamos. Víctor
está todo el rato pendiente de Ángela, una chica del club que le gusta.
Adrián: Vamos Víctor, pídele bailar.
Le doy un empujoncito hacia
ella, ella se ríe y empiezan a bailar. En el patio también hay una pequeña zona
de karaoke, Nico se anima a cantar algunas canciones con los compañeros de
fútbol. Me estoy riendo y divirtiendo mucho.
Miguel, uno de los chicos
del equipo de tenis me dice que quieren ir a la playa y que tiene una sorpresa,
que si me animo a ir con ellos podemos celebrar mi tercer puesto en el torneo.
Adrián: Pero no nos dejarán salir.
Miguel: Claro, pero fíjate, los monitores y los
entrenadores están charlando en la zona de sofás, no nos será difícil salir sin
que se den cuenta, ¡vamos Adrián! Volveremos en una hora y nadie se va a
enterar.
Adrián: Bien, pero será más fácil si no salimos a la
vez, ¿dónde nos encontramos?
Quedamos fuera del local,
delante de la playa, en diez minutos. Sigo bailando un rato más y me voy hacia la
entrada disimuladamente, nadie está mirando, salgo fuera y voy al punto de
encuentro. Ya están allí cuatro de los chicos del equipo, sólo falta Miguel.
Llega cinco minutos después y trae una bolsa que parece pesada.
Marcos: ¿Qué llevas ahí?
Miguel: Os dije que tenía una sorpresa, vamos a la
playa y os lo muestro.
Entramos a la playa y nos
vamos a una zona rocosa, nos sentamos y Miguel saca de la bolsa una docena de
cervezas.
Miguel: Vamos a brindar por lo bien que nos lo
pasamos en el torneo y por la medalla de Adrián. Y para que haya muchos más, yo
me lo pasé súper, ¿vosotros no?
Adrián: Sí, fue fantástico, me apetece repetir.
Javier: Sí, vamos a brindar.
Cada uno cogemos una
cerveza, la abrimos y brindamos. Me la llevo a la boca, es la primera vez que pruebo
la cerveza, ¡puaj! ¡Está malísima! Pero no soy el único que hace una mueca.
Empezamos a reír y probamos otro sorbo, no es tan malo como el primero. Vamos
bebiendo sorbos de cerveza, hablando, recordando algunas anécdotas del torneo y
riendo un montón. Después de la primera cerveza abrimos la segunda y seguimos
riendo. Cuando la terminamos Miguel nos dice que puede ir a por más y le
decimos que sí. Mientras le esperamos decidimos meternos en el agua, es de
noche pero es muy agradable bañarse de noche. Nos quitamos la ropa, nos
quedamos en ropa interior y nos metemos. Vuelve Miguel y se apunta rápido. Nos
trae las cervezas dentro del agua, las abrimos y brindamos.
Seguimos bebiendo, riendo y
jugando cuando de repente Marcos empieza a vomitar, no parece que se aguante de
pie y se cae dentro del agua, rápidamente entre Miguel y yo lo sacamos hacia
las rocas. Él se tumba y sigue vomitando, no sabemos qué hacer.
Entonces vemos un par de
luces que se acercan a nosotros y oigo una voz conocida.
Entrenador: Están ahí.
Se acerca el entrenador con
un monitor. Enseguida se dan cuenta de que Marcos no está bien y lo ayudan a
levantarse. El monitor lo ayuda a sentarse y se queda a su lado, él sigue
vomitando.
Miguel: Hola, estamos celebrando el tercer puesto de
Adrián en el torneo, ¿te apuntas?
Adrián: Sí, vamos, ya que no lo celebramos en el
club.
Javier: El agua está buenísima, ¿no os queréis
meter?
Nos empezamos a reír. El
entrenador nos mira pero no dice nada, se ve muy serio, coge el móvil y envía
un mensaje.
Entrenador: ¡Pero se puede saber qué habéis tomado!
Miguel: Cervezas, aún nos quedan, ¿quieres una?
Entrenador: ¿Cervezas? ¿De dónde las habéis sacado?
Miguel: Me las ha comprado mi primo.
El entrenador empieza a
gritarnos.
Entrenador: ¡Pero cómo se os ocurre! Os habéis escapado
de la fiesta y nos habéis preocupado, cuando han llegado vuestros padres nadie
sabía dónde estabais. ¿Y os habéis metido en el agua de noche y habiendo
bebido? ¿Qué coño tenéis en la cabeza?
Todos bajamos la cabeza
pero no decimos nada, ¿estamos en un lío? Y ¿cuándo han llegado nuestros
padres? ¿Pero qué hora es? No me había dado cuenta de que había pasado tanto
tiempo, si cuando hemos salido eran como las diez y media, ¿ha pasado ya una
hora y media? Llegan otros dos monitores y traen unas toallas.
Entrenador: ¡Secaos, vestíos y recogedlo todo, ahora!
El entrenador sigue
gritando, no lo había visto nunca enfadado. A veces durante los entrenamientos,
si no le hacemos caso, es seco, pero no suele enfadarse. Hacemos lo que nos
dice y van llegando nuestros padres. Veo al mío, por su cara parece que está
molesto. Se acerca a mí y me da un corto abrazo.
Carlos: ¿Estás bien?
Adrián: Sí papá, ¿estás enfadado?
Carlos: Hablaremos en casa, vamos.
Mi padre habla un momento
con el entrenador y nos vamos a casa. Cuando llegamos me dice que vaya a mi
habitación, que me duche y me ponga el pijama. Le hago caso, me meto en la
ducha, me noto un poco mareado. Cuando salgo está mi padre sentado en mi cama.
Carlos: Ven Adrián.
Voy hacia él y me siento a
su lado, creo que sigue molesto. Me mira y frunce el ceño.
Carlos: ¿Te encuentras mal?
Adrián: No papá, sólo estoy un poco mareado.
Carlos: ¿Tienes que vomitar?
Adrián: No, creo que no.
Carlos: ¿Has tomado alcohol?
Adrián: Sí, ¿es por eso que estás enfadado?
Mi padre me mira con una
ceja levantada.
Carlos: ¿Cuánto has bebido?
Adrián: Tres cervezas.
Carlos: ¿Recuerdas que tienes una norma que dice que
no puedes tomar alcohol?
¡Ups! Es verdad, me he
saltado una norma, creo que estoy en problemas.
Adrián: Pero sólo queríamos celebrar mi tercer
puesto en el torneo, no te enfades porfa.
Carlos: Me he preocupado mucho, habéis salido de la
fiesta sin avisar y ninguno contestabais a las llamadas al móvil. Y cuando os
hemos encontrado estabais tomando alcohol y además os habéis metido en el agua
estando ebrios.
Adrián: No estoy borracho papá.
Carlos (irónicamente): No, qué va, estás tan cuerdo que ni
entiendes por qué me he enfadado.
Mi
padre me acaricia la cara y niega con la cabeza.
Carlos:
Que no te haya sentado tan mal como para que estés
vomitando no significa que estés bien. Vamos, es muy tarde, ahora métete en la
cama y a dormir, ya hablaremos mañana cuando estés más despejado.
Adrián: ¿Qué hora es?
Carlos: Casi la una, nos ha costado media hora
encontraros.
Me meto en la cama, mi
padre me arropa y se queda a mi lado acariciándome hasta que me duermo.
Suena el despertador, ¿yo
lo puse? No lo creo, supongo que fue mi padre. Me despierto con dolor de
cabeza, ¡uf! creo que tengo resaca. Me levanto, me visto y voy al comedor. Mi
padre está allí, hoy es sábado pero no está en su despacho trabajando.
Adrián: Buenos días, papá.
Me acerco a él y lo abrazo,
me lo devuelve y me besa en la cabeza.
Carlos: Buenos días. Me alegra que le hayas hecho
caso al despertador y no haya tenido que venir yo. ¿Cómo te encuentras?
Adrián: Me duele la cabeza, supongo que tengo
resaca.
Carlos: Es la consecuencia de pasarse con el
alcohol.
Se va a la cocina y yo me
siento ahora que puedo hacerlo. No soy tonto, sé que mi padre me va a castigar,
sólo espero que no sea demasiado duro, al menos ayer no me gritó, ni hoy lo
está haciendo. Vuelve con un zumo de naranja y unas tostadas con queso y jamón.
Me lo alcanza junto a una pastilla.
Carlos: Es un analgésico, tómalo, te ayudará con el
dolor de cabeza.
Adrián: Gracias papá.
Desayuno, mi padre se queda
unos minutos en el comedor. Después me dice que cuando termine lo recoja todo,
lo lleve a la cocina y que vaya a mi habitación.
Hace ya como media hora que
estoy en mi habitación esperando, tumbado en la cama. Estoy muy nervioso, ya me
di cuenta de que con el tema del alcohol mi padre es muy estricto, sé que me va
a castigar y me temo que utilizará la regla. Oigo la puerta, giro la cabeza y
veo que mi padre entra, con la regla, me estremezco. La deja sobre mi
escritorio y se acerca a la cama, me siento y él se sienta a mi lado.
Adrián: Lo siento papá, sé que no quieres que beba
alcohol. Pero esta vez no fue idea mía ni fui yo quien lo compró.
Carlos: Pero tú pudiste no beber, no creo que te
obligaran a hacerlo. Además os escapasteis de la fiesta, nadie sabía dónde
estabais. Nico y Víctor me dijeron que hacía más de una hora que no te veían,
incluso te habían llamado al móvil y no respondiste. Nos llevamos un buen
susto, no os podíamos localizar, ninguno de los seis respondíais a nuestras
llamadas. Nos organizamos para buscaros, y estábamos a punto de llamar a la
policía cuando el entrenador os encontró.
Adrián: Lo siento papá.
Carlos: No, aún no lo sientes. ¿Y meteros en el agua
habiendo bebido? Ya sé que otras veces te has bañado de noche, y normalmente no
es peligroso, pero ayer ninguno de los seis estabais bien y os podríais haber
ahogado. Uno de los chicos estaba vomitando cuando llegamos.
Adrián: Papá, no me castigues con la regla. He
pasado un mes sin meterme en líos, estoy mejorando, porfa.
Carlos: Lo sé, y estoy muy contento por ello. Pero
hoy será con la regla, 30 azotes con pantalones y 10 sin nada, has hecho muchas
cosas mal y te has puesto en peligro, no puede volver a pasar nada parecido.
Se separa de mí, se levanta
y pone un par de cojines en mi cama.
Carlos: Ya sabes lo que tienes que hacer.
Adrián: No, papá, por
favor.
Carlos: Vamos Adrián.
Su voz suena muy seca,
suspiro y me tumbo sobre ellos, estoy muy nervioso, la regla duele mucho. Mi
padre va a buscarla, se sienta a mi lado y me acaricia.
Carlos: ¿Por qué te voy a castigar?
Adrián: Por escaparme de la fiesta, no estar localizable
con el móvil, tomar alcohol y meterme en el agua estando ebrio.
Mi padre se levanta y
comienza con el castigo. Me agarro con fuerza a la almohada y la muerdo para
intentar no gritar.
PLACK, PLACK, PLACK, PLACK,
PLACK, ai, PLACK, PLACK, au, PLACK, PLACK, au, PLACK, papá,
PLACK, duele, PLACK, ai, PLACK,
PLACK, ai, PLACK, PLACK, para, PLACK, PLACK, porfa, PLACK, PLACK, ai,
PLACK, PLACK, au, PLACK, PLACK, snif, PLACK, PLACK, ai, snif, PLACK, PLACK, buaaa, PLACK, au, PLACK, buaaa.
Carlos: Levántate y quítate los pantalones.
Me cuesta pero lo hago y me
vuelvo a tumbar. Mi padre me baja el bóxer. Las lágrimas ya hace un rato que
están resbalando por mis mejillas. ¡Cómo odio esa regla!
PLACK, PLACK, buaaa, PLACK, ai, PLACK, au, PLACK, buaaa, PLACK, PLACK, buaaa, PLACK, au, PLACK, buaaa, PLACK, buaaa, buaaa.
Mi padre me sube el bóxer y
me acaricia otra vez. No puedo dejar de llorar, me duele mucho, me froto con
las manos pero el dolor no pasa. Mi padre tira de mí, me levanto y me abrazo a
él. Estoy un rato así mientras él me acaricia y me va hablando en voz baja para
que me tranquilice.
Carlos: Shh, ya está campeón, shh, ya pasó. Vamos,
ya no llores, todo perdonado, ¿vale?
Asiento con la cabeza y me
voy calmando, aunque el trasero me sigue doliendo, hoy no voy a poder sentarme
más.
Carlos: Te quiero mucho cariño, y no me gusta
castigarte.
Adrián: Yo también te quiero, y no me gusta que me
castigues, no lo hagas más, ¿vale?
Le pongo un puchero y mi
padre me sonríe. Se separa de mí, quita los cojines de la cama, me ayuda a
tumbarme bocabajo y me arropa.
Carlos: Duerme un rato, seguro que tienes sueño.
Se sienta a mi lado y me
acaricia, noto los ojos pesados, se me van cerrando.
Me despierto y me levanto. Aún me duele bastante el
trasero. Veo sobre mi mesilla un botecito, es la pomada que me dio Natalia
después de mi fiesta, ¿la habrá dejado mi padre ahí? La cojo y me pongo un
poco. Después me visto y bajo al salón, me encuentro a mi padre leyendo.
Carlos: ¿Ya estás
despierto? ¿Cómo te encuentras?
Adrián: Te has pasado
papá, la regla duele mucho.
Mi padre se acerca a mí y me abraza, me acompaña al sofá
y se sienta. Yo me tumbo de lado con la cabeza apoyada sobre sus piernas. Mi
padre me da un beso y me acaricia la cabeza.
Carlos: Sé que
duele cariño, pero pasará, mañana ya no notarás nada. Espero que te haya
quedado claro qué pienso sobre que bebas alcohol sin tener la edad.
Adrián: No digas
que sabes que duele, no es cierto.
Carlos: Sí lo sé,
probé la regla muchas veces a tu edad, mi padre incluso me castigó con el
cinturón.
¿Qué? ¿El abuelo lo castigaba con la regla y el cinturón?
¡No puede ser!
Adrián: ¿De verdad?
Pero si el abuelo era muy dulce, nunca gritaba y siempre me estaba achuchando,
mimando y dándome besos. No me lo imagino enfadado ni castigándote.
Carlos: Porque tú
lo conociste como abuelo y no como padre. Era muy severo y estricto, y tu tío y
yo tuvimos una época muy rebelde, nos metíamos en muchos líos y tu abuelo no
nos dejaba pasar ni una.
Adrián: ¿Y a la
abuela le parecía bien?
Carlos: Muchas
veces quien nos pillaba era la abuela, y ella se lo decía al abuelo para que
nos castigara.
¡Wow! De verdad que no me lo puedo creer. Yo conocí bien
a los abuelos, ellos, mi padre y mi tío estaban muy unidos y nos veíamos muy a
menudo, fue muy triste cuando fallecieron. Mi abuelo tuvo una enfermedad que lo
tuvo en cama los últimos meses de su vida, mi abuela, mis padres y mis tíos
pasaron mucho tiempo junto a él, cuidándolo y haciéndole compañía. Mis primos y
yo también lo visitábamos a menudo, yo tenía diez años. Dos meses después de su
muerte mi abuela tuvo un infarto fulminante, ni siquiera nos pudimos despedir
de ella. Todo pasó muy rápido, a mi padre y a mi tío les afectó mucho, pero lo
superaron. Mis abuelos eran bastante mayores, tuvieron a mi padre con casi
cuarenta años, y cuando fallecieron rondaban los ochenta.
Adrián: ¿Y qué
hiciste para que te castigara con el cinturón?
Carlos: Mejor no te
lo cuento, no quiero darte más ideas de las que ya tienes tú solo.
Me guiña el ojo. Le pongo un puchero e insisto.
Carlos: Solo te
diré que a mí también se me ocurrió probar el alcohol cuando aún no tenía la
edad y llegué a casa tarde y borracho, ¿te suena de algo?
Adrián: Pero si tú
también lo hiciste, ¿por qué me castigas a mí? ¿Es porque el abuelo te castigó
a ti?
Carlos: Es porque
aprendí por qué no hice bien y quiero que tú también lo aprendas.
Lo miro con cara de enfadado. Mi padre me sonríe y me da
otro beso. Estamos un rato así hasta que entra Natalia y nos dice que la comida
está lista. ¿Qué hace aquí Natalia? Pensaba que hoy no había venido, por lo
menos yo no la había visto. Me levanto de mala gana y hago una mueca cuando mi
trasero se apoya en el sofá, me levanto rápido. Mi padre se va al comedor y
Natalia se acerca a mí, me sonríe y me abraza.
Natalia: ¿Cómo
estás peque? ¿Te duele mucho?
Natalia: Te he
dejado la pomada sobre tu mesilla, ponte un poco, ¿vale?
Adrián: Lo he hecho
antes de bajar, gracias Natalia.
Me coge por los hombros en un medio abrazo para
acompañarme al comedor, veo que ha puesto un cojín en mi silla. Me he dado
cuenta de que Natalia me mima mucho después de los castigos, e intenta
minimizarlos cuando puede, creo que a ella no le gusta que mi padre me castigue
así.
Después del almuerzo vuelvo a mi habitación y me tumbo
bocabajo en la cama. Natalia viene conmigo y se queda un rato, hablamos
mientras me hace mimos, eso me gusta, se siente bien. Le cuento como fue la
fiesta y hablamos un rato. Cuando se va cojo mi móvil y veo un montón de
llamadas perdidas, tengo algunas de ayer de Nico, de Víctor y de mi padre.
Víctor también me ha llamado esta mañana y Nico me ha mandado un mensaje de
voz, está preocupado porque ayer no me encontraban y no sabe nada de mí. Llamo
a Nico y hablamos un rato, le cuento lo que pasó, está algo enfadado conmigo
por no decirle que iba a salir de la fiesta. Después llamo a Víctor, él ya sabe
que me encontraron y lo que hice porque mi padre llamó al suyo para decirle que
ya estaba en casa. Me pregunta cómo estoy, ya se imagina que el castigo habrá
sido de los gordos. Después llamo a Martina y charlamos un rato, le cuento lo
sucedido. Supone que yo estoy castigado y, aunque no es así, no me apetece
salir y no le digo lo contrario. Me dice que vendrá a verme, pero le digo que
no es necesario.
Una media hora más tarde alguien llama a la puerta de mi
habitación, serán mi padre o Natalia. No entran, cosa muy rara, normalmente
ellos llaman y entran, no esperan que yo diga nada.
Miro hacia la puerta y veo que es Martina, ¿qué? ¡Pero si
le he dicho que no viniera! Bueno, no, en realidad sólo le he dicho que no era
necesario.
Martina: Hola amor,
¿estás aburrido?
Me siento en la cama y no puedo evitar hacer una mueca,
me levanto y me acerco a ella para abrazarla y darle un beso.
Martina: ¿Qué te
pasa? Has hecho una mueca de dolor, ¿te hiciste daño ayer? No me has dicho
nada.
Noto como me ruborizo, las mejillas me arden, no puedo
contarle a Martina que mi padre me ha dado una paliza, me moriría de vergüenza.
Martina: Me estás
asustando, ¿qué pasó?
Adrián: Nada
Martina, estoy bien.
La abrazo y le doy un beso, ella me lo devuelve, me
acaricia la espalda y va bajando su mano hasta mi trasero.
Me separo de ella y me froto el trasero, no me ha pegado
nada fuerte pero aún me duele por los reglazos de mi padre.
Adrián: Au Martina,
¿qué haces?
Martina: No te he
dado tan fuerte, ¿qué pasa Adrián? ¿Te ha pegado tu padre?
Me vuelvo a ruborizar y asiento con la cabeza.
Martina: ¿Por qué
no querías decírmelo?
Adrián: Me da
vergüenza que mi padre me castigue como si fuera un niño pequeño. Ni siquiera
Nico lo sabe. ¿Cómo lo has adivinado?
Martina: Ya hace un
tiempo que lo sospechaba. A mi hermano hubo una temporada que mi padre lo
castigaba casi a diario, con 16 y 17 años se metía en líos muy a menudo y lo
castigaba con el cinturón.
Martina tiene un hermano cinco años mayor que ella.
Estudia en una universidad de la ciudad en la que vivían antes por lo que no se
trasladó con ellos, aunque viene algunos fines de semana. Yo lo conocí en la
fiesta de cumpleaños de Martina.
Adrián: A mí me
castiga con la mano o con una regla de madera, hoy ha sido con la regla y duele
un montón.
Martina me vuelve a abrazar y me besa.
Martina: No tienes por
qué avergonzarte, lo que debes hacer es no meterte en líos. Entonces, ¿no estás
castigado sin salir?
Martina: Prefiero
este castigo a que te deje sin salir, ¿vamos mañana a la playa?
¿Qué? ¿Lo dice en serio? Aunque es cierto que las veces
que mi padre me ha castigado sin salir ella se ha enfadado conmigo pues también
se ha sentido castigada sin haber hecho nada malo. Me sonrojo pero asiento con
la cabeza.
Martina: ¿Tienes
algo para aliviar el dolor?
Adrián: Una pomada,
me la he puesto hace un rato.
Martina: ¿Quieres
que yo te ponga un poco?
Martina: Vamos,
¿por qué no? No te haré daño, te frotaré muy suave, te lo prometo. Desabróchate
el pantalón y túmbate bocabajo.
Me mira y me sonríe pícaramente. Le devuelvo la sonrisa y
hago lo que me ha dicho. Ella se sienta a mi lado, me acaricia la espalda y me
baja primero el pantalón y después el bóxer, justo por debajo de las nalgas.
Coge la pomada, me pone un poco y me empieza a frotar, lo
hace muy suave y se siente bien.
Martina sigue frotando y cuando termina me da un beso en
cada nalga. ¡Ups! Creo que una parte de mí se está excitando demasiado.
Me subo el bóxer y el pantalón, me levanto y me acabo de
vestir dándole la espalda para que no note mi erección. Me giro y la beso.
Adrián: Gracias
bella, te quiero.
Adrián: Te echo una
partida a la consola, ¿te apetece?
Martina se echa a reír. Espero que diga que sí, necesito
distraerme.
Martina: Pues
claro, ¿preparado para que te dé una paliza?
Cuando empecé a leerla me gustó porque creía que tendría algún argumento, después cada vez que pasa veo al papá muy seco as inclumplido una regla y te castigo veo también que el padre es muy severo y sin corazón 40 reglazos es demasiado con pantalón o sin el, ya va por el capítulo 41 y sigo leyendo creyendo que está historia iba a cambiar que iba a tener algún cometido algún algumento pero es solo que se mete en un problema y un castigo y nada más no hay cambios todos los capítulos tienen el mismo argumento, si te das cuenta esa sequedad de poner las almohadas darle reglazos ordenarle que se levante se baje el pantalón y seguir pegándole ,veo como un ejército no como un padre y un hijo
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