miércoles, 31 de diciembre de 2014

RECO-LECTOR




RECO-LECTOR


-         ¿No estás feliz, peque?  ¿Te gusta tu regalo?

Aidan estaba tratando de que Dylan hablara, pese a que sabía que era inútil. El pequeño tenía ya cuatro años y apenas emitía sonidos de bebé. Los médicos le habían dicho que tenía autismo pero Aidan se negaba a que eso fuera un obstáculo para su hijo. Pasaba sus horas tratando de estimular al niño, haciéndole preguntas buscando alguna clase de respuesta.

Pero hasta la fecha el único medio de expresión del chiquillo eran sus ceras de colores. Por eso aquella Navidad le había regalado un  juego de pinturas nuevo y se moría por ver qué hacía con él. Sus demás hijos habían abierto sus regalos con ansia y en esos momentos el salón estaba lleno de cochecitos rodando, de pelotas botando y muñecos viviendo alguna aventura. Pero Dylan sólo miraba sus pinturas sin hacer nada.

Aidan observó con paciencia, y finalmente pareció que Dylan cogía una, la de color negro, que era su favorito. Sonrió, feliz por esa pequeña muestra de que el regalo le había gustado. Hacía un gran esfuerzo por poder hacerles regalos de Navidad a todos ellos. Era más fácil ahora que las cosas le iban bien económicamente.

Tuvo que irse a atender a los bebés Hannah y Kurt, que no se estaban quietos, y perdió de vista lo que hacía Dylan. Cuando volvió, aquello era un desastre. El sofá y la pared estaban llenos de pintura. Aidan parpadeó, tardando unos segundos en asimilar aquél pequeño cuadro vanguardista pintado en su salón.  Se mordió el labio sin saber qué hacer, porque le habían especificado que no regañara a Dylan por cosas que no estuviera seguro de haberle dejado claras previamente. ¿Le había dicho alguna vez que no se pintaba en las paredes, o simplemente había supuesto que ya lo sabía de haber oído cómo se lo decía a sus hermanos?  Aún no había decidido cómo enfrentar la situación cuando un nene de seis años pasó correteando con varias ceras en la mano.

-         ¡Cole!

-         ¿Papi?

-         ¿Has pintado tú la pared…?

-         Ups.

-         ¿Cómo que “ups”? Sabes que eso no se hace, señorito.

Cole le puso un puchero y Aidan resopló. Qué cuernos, era Navidad. No iba a enfadarse con él en Navidad. No por algo tan inocente como pintar una pared. Sin embargo en ese momento vio a Dylan sentado en un rincón con aspecto de estar muy deprimido. Se acercó a él para ver qué le pasaba.

-         ¡Ey, campeón! ¿Qué ocurre?

Dylan le miró con ojos tristes y levantó una pintura.

-         Sí, nene, es una cera…¿qué tiene?

Dylan señaló a Cole, sin decir nada.  Aidan se frustró una vez más porque el niño no hablara, pero entonces entendió lo que quería decir.

-         Tus otras ceras las tiene Cole, ¿es eso? ¿Se las has dejado? – preguntó, y por si no quedó claro que no dada su cara de tristeza, Cole trató de escabullirse sigilosamente.  – Eh, eh eh, jovencito ¿a dónde crees que vas? Ven aquí. ¿Has cogido las pinturas de tu hermano?

-         Ahora se las iba a devolver…

-         ¿Cuántas veces hemos hablado sobre coger cosas sin permiso? – preguntó Aidan, con cansancio. Cole tenía la extraña manía de hacer coleccionismo de cosas ajenas. – Dáselas, vamos.

Cole le devolvió las pinturas, resignado.
-         Eso es, campeón, muy bien. A ver ¿tiene algo más, de alguno de tus hermanos?

Cole empezó a vaciar los bolsillos de juguetes, pulseras y papelitos y Aidan no pudo contener una sonrisa de ternura. Le parecía adorable que hiciera recolección de pequeñas cositas pertenecientes a sus hermanos, aunque sabía que tenía que enseñarle a no hacerlo porque no podía ir por ahí cogiendo cosas porque sí. Aun así, no estaba dispuesto a enfadarse por algo así... al menos, no hasta que vio algo que no le gustó nada.

-         ¿Qué es eso? ¿Son cerillas? ¿Qué haces tú con eso? …¿Las has cogido de la cocina?

Aidan hizo muchas preguntas y no dejó que el niño respondiera ninguna.

-         ¡Eso no es un juguete! – le regañó. Le agarró del brazo y le apoyó en su cadera, dejando caer tres palmadas firmes sobre su pantalón.

PLAS PLAS PLAS

Cole empezó a llorar con algo de retardo, como asimilando lo que había pasado.

-         Bwaaaaa….¡malo!….snif…snif…yo…snif….sólo quería…snif…uno de tus juguetes.

Aidan le cogió en brazos y le besó en la frente para que dejara de llorar.

-         Pero eso no es un juguete, mi amor. Eso es una cosa peligrosa, igual que es peligroso entrar solito a la cocina. Bueno, bueno, ya, no llores ¿si? ¿Quieres un juguete de papá? Eso tiene arreglo, campeón… - le dijo  y subió con él en brazos hasta su habitación. Caminó hasta su estantería y rebuscó entre los libros, hasta encontrar uno de los últimos que había escrito. – Toma, peque. Este es uno de los juguetes de papá. Los juguetes de papá son las palabras, campeón.


Cole miró aquél libro de cuentos como si fuera un tesoro. 

5 comentarios:

  1. Y ahí descubrió su pasión por los libros.

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  2. Qué ternura que es Cole. Me encanta la pasión de Aidan por sus hijitos! Siempre me asombra la idea que has tomado para escribir, un hombre criando a sus hermanitos como si fuesen sus hijos. Es un acto de amor en todo su esplendor!

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  3. Oh lindo Cole!! El queria tener algo de todos!!
    Oh que bueno que en tu historia Dylan si habla!! porque es muy difícil cuando los niños autistas no hablan!!!
    Te quedo genial Nena!!

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  4. Me gustó mucho eso devq los juguetes de Aidan fueran las palabras
    Creo q se puede aplicar a todos los q nos gusta escribir ;-)

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  5. Me gustó mucho eso devq los juguetes de Aidan fueran las palabras
    Creo q se puede aplicar a todos los q nos gusta escribir ;-)

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