CAPÍTULO 49: TAL VEZ LOS INTRUSOS NO SEAN TAN MALOS.
Cuando Alejandro y papá se fueron arriba, abajo nos quedó cierto
ambiente de tensión. Mis hermanos y yo sabíamos lo que iba a pasar y eso nos
ponía incómodos, máxime teniendo en cuenta que Holly seguía allí, aunque en ese
momento estuviera entretenida preparando los biberones con Bárbara. Por suerte,
enseguida salieron con la leche ya caliente y eso nos distrajo a todos por un
momento, mientras veíamos cómo los cogían los bebés. Holly ya sabía quién iba a
darle problemas y quién no, y se centró en uno de los bebés que parecía ser el
que peor comía de los tres. Era también el de tamaño más pequeño, que según
creía se llamaba Dante. Con una
paciencia infinita y una técnica magistral, empezó a distraerle para que
bebiera sin darse cuenta.
-
¿No son lo más mono del mundo? – preguntó Barie,
recostándose contra mí, y mirando a los bebés, embelesada.
-
Todos los bebés son monos. Tendrías que haberte
visto a ti, con tus mofletitos y tu peinado de tazón. Papá no podía dejar de
mirarte todo el día. Pensé que se le caerían los ojos.
Barie se ruborizó, con timidez. Dediqué unos segundos a recordar lo
adorable que era cuando tenía uno o dos añitos. A veces me parecía que no había
cambiado tanto, aunque hubieran pasado más de diez años. Seguía siendo mi
hermanita pequeña.
-
¿De qué habéis hablado Holly y tú, mm? – me moría de
curiosidad.
-
Ah. Es secreto.
-
Uh. Qué feo es tener secretos con los hermanos –
protesté, bromeando.
-
Mis labios están sellados. No te diré nada.
-
Jo.
La tiré flojito de uno de los bucles, como para manifestar mi
indignación. Secretamente me gustaba mucho su pelo, pero me cuidaba de decirlo
porque ella habría aprovechado para pedirme que la peinara a cada segundo, como
hacía con papá. Adoraba que le tocaran el pelo.
-
¿Tú crees que ella y papá se quieren? – consultó,
entre ilusionada e insegura.
Miré a Holly de refilón, que en ese momento sonreía, distraída por sus
propios hijos y mis hermanos más pequeños.
-
No lo sé. Tal vez sea pronto para eso. Las personas
necesitan un tiempo para llegar a quererse.
-
Yo creo que no se necesita tiempo para quererse. Se
necesita tiempo para atreverse a decirlo – contestó Barie, y pensé que tal vez
tuviera razón. Yo había querido a Agustina prácticamente desde siempre, pero
nunca le había dicho nada porque ella no estaba a mi alcance.
-
Papá parece contento cuando ella está cerca –
apunté, como dándole la razón.
-
Espero que el estúpido de Alejandro no lo haya
estropeado todo – murmuró, frunciendo el ceño.
-
No seas dura con él. Yo también creo que es un
idiota, pero para él no es fácil. El recuerdo de su madre es muy especial para
él, aunque sea algo de lo que apenas hablamos.
-
Y para ti el de la tuya.
-
Mi madre está muerta – contesté, tal vez con algo de
insensibilidad al respecto, pero era simplemente porque ya estaba acostumbrado.
Después de todo, nunca había llegado a conocerla, y aunque eso me dolía, en
algunos aspectos era peor haberla tenido y sufrir su ausencia, como Alejandro.
– Él tiene una especie de relación amor-odio con el recuerdo de su madre, y no
está preparado para dejar que otra persone ocupe su lugar.
-
Pues debería, porque ya han pasado unos cuantos
años. Esa mujer le abandonó: es con ella con quien debería estar enfadado, y no
con Holly. Además, ya sé que no puede ser nuestra madre. Pero sí puede ser la
de los enanos.
Pensé en lo dulce que Holly había sido con Kurt, y tuve que darle la
razón a Barie: mis hermanos pequeños aún podían crecer con una madre. Incluso
Barie podría llegar a verla así: ella era muy niña todavía.
-
Será mejor que no hagamos castillos en el aire –
recomendé, con prudencia. Se llevaría una gran desilusión si las cosas no
salían como ella esperaba.
-
¡Pero sería tan genial! Papá no puede estar solo
para siempre. ¡Y a Holly le gustan los niños, porque ella también tiene! No sé
exactamente cuántos, pero eso no importa: aquí ya somos un pelotón de todas
formas.
-
Creo que estás simplificando las cosas y siendo
bastante optimista, princesa – respondí, reprimiendo una sonrisa por ese tono
de convicción absoluta que había empleado.
– Holly tiene una familia grande también, y juntarnos a todos sería muy
complicado. Además, hay muchas otras cosas que podrían ir mal, dejándonos a
nosotros al margen. Puede que no funcionen como pareja, o qué sé yo. Igual sólo quieren ser buenos amigos.
-
Eso lo dices porque eres hombre. Pero yo tengo
intuición femenina y sé que se gustan. – replicó – Lo único que puede salir mal
ahora es Alejandro. ¡Y eso que él siempre dice que papá necesita echar un…!
-
Eh, eh. No termines esa frase – la corté, alarmado.
- ¿En serio ha dicho eso delante de ti?
-
Ted, tengo doce años, no cinco – protestó, rodando
los ojos, como queriendo indicar que estaba familiarizada con esas expresiones.
¡Que aún era muy pequeña! ¡Y era mi hermanita!
-
Por eso mismo. Además, a papá no le gustará nada
oírte algo así, así que no lo digas. Con un hermano en problemas ya es
suficiente por hoy. Papá castigando a Alejandro no es exactamente lo que había
planeado para su cumpleaños.
-
Se lo buscó él solo. Holly no es ninguna amenaza
para su madre, simplemente porque su madre no existe, desde antes de que yo
naciera. No sé a cuento de qué le da por eso ahora. – insistió, bastante
molesta. Normalmente la empática era ella…
-
No creo que sea solo por lo de su madre. Es decir,
sí es por ella, pero no porque la eche de menos y vea a Holly como una
invasora, sino porque… ella le abandonó. Y Andrew también. Papá le dijo algo
antes, cuando estaba enfadado… le soltó algo así como que no quería verle en
toda la tarde. Y Alejandro puso cara de querer morirse. Creo que tiene miedo de
que si papá sale con Holly, de pronto recuerde que no es nuestro padre sino
nuestro hermano. – la expliqué.
Una parte de mí entendía perfectamente las inseguridades de Alejandro,
porque las compartíamos. La vida de Aidan era muy complicada cuidando de
nosotros y yo últimamente no le había dado más que problemas. Si Aidan formaba
una nueva familia tal vez sintiera la necesidad de redefinir el lugar que yo
ocupaba en ella. Al fin y al cabo, estaba a punto de cumplir dieciocho, y eso
significaba que oficialmente dejaba de ser su problema. Él no me dejaría en la
calle, claro, pero después de todo lo normal en Estados Unidos es marcharte a
la universidad con dieciocho años, y dejar la casa de tu infancia, a veces para
siempre. Nosotros nunca habíamos hablado mucho de eso, pero yo siempre había
sabido que papá no tenía dinero para enviarme a una universidad en otro estado.
Sin embargo, ahora eso había cambiado: tenía dinero, y a lo mejor quería usarlo
para ir sacando hermanos de la casa. Los hermanos que salen, por los hijos que
entran. Aidan mantendría relación conmigo a través del teléfono y con alguna
visita esporádica, y poco a poco se iría olvidando, demasiado ocupado con sus nuevos
hijos. Yo pasaría a ser “el hermano al que ves en vacaciones y en Navidad” y
otro tendría el privilegio de ser su hijo.
Esperaba que no, pero era una posibilidad. De todas formas, estaba
dispuesto a correr el riesgo, porque papá se merecía tener una vida propia. Era
mi oportunidad para devolverle todo aquello a lo que había renunciado por
cuidar de nosotros. Con suerte mis demás
hermanos se integrarían en la nueva familia y así tendrían la oportunidad de
tener una madre.
-
¿Tú crees que papá podría hacer algo así? – indagó
Barie, de pronto preocupada - ¿Qué si sale con Holly ya no seremos más sus
hijos?
La miré a los ojos, y sonreí.
-
Siempre seremos sus hijos, Barie. Alejandro se
equivoca. Sólo es inseguro. – respondí, intentando sonar confiado.
-
Es tonto – matizó ella, mucho más tranquila.
-
BÁRBARA POV´S –
Si Holly ya me parecía increíble,
conocer a sus bebés la hizo perfecta a mis ojos. Eran absolutamente
adorables, y encima venían por triplicado. Moría por poder pasar un rato con
ellos, y más o menos lo hice a lo largo de la fiesta, aunque me daba miedo
hacer algo que pudiera fastidiarla, ya que a excepción del idiota de Alejandro,
todo estaba saliendo bastante bien.
Maddie no parecía tan entusiasmada como yo, pero no quiso decirme nada
sobre Holly o sus hijos. Estaba algo gruñona y cuando se ponía en ese plan era
mejor darla su espacio.
Cuando los invitados se fueron papá le pidió a Holly que se quedara un
poco más. Casi no pude contener las ganas de saltar, de bailar, o de algo. Me
dejó ayudarla a preparar los biberones, y vi que aquella era mi oportunidad
para hablar a solas con ella. Cerré la puerta de la cocina y fui haciendo lo
que me pedía, asombrada por lo llena que estaba la bolsa con las cosas de los
bebés.
-
¿Has hecho esto antes? – me preguntó.
Dije que sí con la cabeza.
-
Cuando Alice vino aún tomaba biberón a veces y a mí
me gustaba prepararlo con papá.
Holly sonrió y quitó la tetina a uno de los biberones.
-
¿Te gusta ser hermana mayor?
-
Mmm… sí. Me gusta estar en medio de tantos hermanos.
Puedo ser pequeña o grande cuando quiera. – respondí, con sinceridad, y ella se
rió. Me encantaba su risa.
Nos quedamos en silencio por unos instantes, y yo me mordí el labio,
porque había algo que quería decirle, pero no sabía cómo.
-
Me gustaste desde que te vi en el hospital – me
atreví, al final. – Y noté que a papá también, así que… busqué tus datos y… te
hablé desde la cuenta de papá. Tenía miedo de que él metiera la pata, o de que
nunca te dijera nada.
-
Lo sé, él me lo dijo – me aclaró, risueña.
-
Pensé que iba a meterme en un buen lío, pero papá ni
siquiera se enfadó. Eso quiere decir que de verdad le gustas.
-
¿Ah, sí? – preguntó, intentando aparentar
indiferencia, pero yo vi cómo se ruborizaba.
-
Le gustas mucho – aseguré. Tenía que decirlo yo,
porque no sabía si papá iba a atreverse.
-
Él también a mí – confesó, en voz muy baja, pero lo
bastante alto como para que yo pudiera oírlo.
En mi cabeza empezaron a estallar fuegos artificiales. Eso era todo lo que necesitaba saber.
Terminamos con los biberones, y Holly fue a buscar a los bebés para que
los tomaran. Fui a hablar un rato con Ted y él parecía entender a Alejandro
bastante bien. A mí seguía pareciéndome medio idiota. Había sido muy cruel con
Holly. De hecho todos parecían estarse olvidando de eso. Seguro que papá
también le perdonaba como Ted, con todo aquello de que “sólo era inseguro”.
Bueno, pues igual Holly también era insegura. Igual estaba cansada de que se
metieran con su peso, justo como lo estaba yo. ¡Y a nadie parecía importarle!
Sentí la necesidad de decirle algo, ya que dudaba que Alejandro se
dignara siquiera a disculparse en condiciones.
-
Siento lo que te dijo mi hermano…- murmuré.
-
¿Uh? No pasa nada. No puedo esperar caerle bien a
todo el mundo a la primera. Solo espero que no se haya metido en demasiados
líos… Tu padre parecía enfadado.
-
Bueno, yo le he visto más enfadado todavía.
Alejandro tiene una extraña habilidad para hincharle la vena del cuello.
-
Vaya. Pelean mucho ¿no? Los dos tienen bastante
carácter… - dijo Holly.
-
Sí… aunque desde que llegó Michael no sé yo quién
gana… o Harry… Ellos tres son los que más cobran – comenté. Luego reparé en lo
que había dicho. – Quiero decir… que…ellos… que… nada, no quise decir nada.
La miré con recelo, sin saber si habría entendido el mensaje implícito
en mis palabras. Por su expresión, que mezclaba la sorpresa con el horror y
algo de confusión, deduje que lo había entendido perfectamente.
-
¿Cobran? Es decir… ¿tu padre les…? Es una frase
hecha ¿no? – preguntó al final.
Estuve tentada de decir que sí, y que me refería a que eran los que
pasaban más tiempo castigados sin salir, o algo así. Pero una parte de mí sabía
que no se lo tragaría, porque “cobrar” quería decir lo que quería decir, y
porque si empezaba a pasar más tiempo con nosotros tarde o temprano se
enteraría de cuáles eran los métodos de papá.
Mi silencio tuvo que ser bastante elocuente, porque ella entreabrió un
poco la boca.
-
¿Les pega? – inquirió, en un tono que expresaba
pena, pero también preocupación.
De pronto mis uñas parecían muy interesantes. Fijé la vista en ellas
como si tuvieran el poder de hacer que me tragara la tierra, que era lo que
quería en ese momento.
-
No es… es decir… no te pienses cosas raras. Él
sólo…No nos lastima. “Pegar” no es la palabra adecuada…
No quería hablar de eso. Me daba cuenta además de que poco había que yo
pudiera decir para explicarlo sin que sonara a justificación. Era un tema
difícil, y más para tratarlo con alguien a quien al fin y al cabo no conocía
mucho, ni sabía su forma de pensar respecto a casi nada. No quería que pensara
nada malo de mi padre y tampoco quería decir nada vergonzoso.
-
¿A tus hermanos mayores también? – insistió. Puso
énfasis en el “también”, supongo que porque era un tipo de castigo más normal
con niños pequeños que con chicos adolescentes.
No tenía forma de saber qué estaba pasando por su cabeza en ese
momento. Tal vez pensaba que mi padre era un monstruo maltratador de niños y
que en ese momento tenía que ir a salvar a Alejandro…
Sin embargo, justo en ese momento Alejandro bajó, con lo que tenía que
ser la peor disculpa de la historia, y
ella pudo comprobar que estaba vivo y saludable. Aún así, se la notaba
angustiada y le preguntó con demasiado interés sobre cómo le había ido con mi
padre. Como era de esperar, Alejandro estalló, muerto de vergüenza. Volvió a
subir las escaleras, y algo me decía que no iba a bajar pronto.
…Yo lo único que había querido era que Holly se integrara en mi
familia, y ahora probablemente la iba a hacer huir para siempre. Y encima
Alejandro me guardaría rencor eterno.
-
AIDAN´S POV –
Estuve a punto de ir tras Alejandro, pero sabía que en ese momento
quería estar solo, y que si le seguía solo conseguiría ponerle peor. El pobre
tenía que estar muy avergonzado. Decidí darle su espacio por el momento, y no
me quedó más remedio que enfrentar esa mirada como de desilusión en los ojos de
Holly.
Cuando había castigado a Kurt frente a ella no me había mirado así,
supuse que porque Kurt tenía seis años, y Alejandro quince. Suspiré.
-
Chicos, no sé quién habrá sido, pero avergonzar así
a vuestro hermano no está nada bien. –amonesté.
-
Fue sin querer, papi… - susurró Barie. Su expresión
me hizo ver que estaba siendo sincera, y que, aunque había sido ella, no lo
había ello para molestar a Alejandro.
-
Está bien, cariño… ¿Por qué no vais a jugar un
momento al salón? Me parece que ha sobrado helado – sugerí. Era una forma poco
sutil de pedirles que me dejaran un momento a solas con Holly. Los mayores
parecieron pillarlo y se fueron, llevándose a los pequeños.
Cuando estuvimos los dos solos, no supe qué decir, pero Holly parecía
estar esperando a que dijera algo.
-
¿Qué… te dijo Barie, exactamente?
-
Que Alejandro, Harry y Michael son los que se meten
en líos más a menudo.
-
Bueno… supongo que eso es cierto… es decir…los
pequeños a veces no paran quietos, pero eso son más bien travesuras infantiles.
-
En realidad me dijo que a ellos les pegas más a
menudo – matizó, con una repentina determinación en la voz y en el rostro.
-
Su…supongo – admití, algo acorralado.- Ya… ya sabías
que… ya viste cómo fue con Kurt. Nunca les haría daño. Sé que… sé que pensarás
que Alejandro es mayor para eso, y no espero que lo entiendas, pero…
¿Pero qué? “¿No me odies?” “¿No
me juzgues?” “¿No te vayas?”.
-
¿Fue… fue como con Kurt? – inquirió.
-
Bueno… fui algo más duro con Jandro… él es mayor, y
no es la primera vez que hablo con él sobre respetar a las personas…
-
Pero… - noté que quería preguntar algo, y no se
atrevía – Está bien, no es asunto mío.
Una parte de mí quería decir que efectivamente no era asunto suyo, pero
otra deseaba su aprobación.
-
¿Qué ocurre? – pregunté, con cierto temor a lo que
pudiera escuchar.
-
Nada, no ocurre nada. Yo... de verás tenemos que
irnos. Mis demás hijos me están esperando.
Me quedé embobado mientras ella comenzaba a buscar sus cosas, hasta que
mi cerebro por fin reaccionó.
-
¡Espera, Holly! ¿Te vas a ir así? ¿Por qué?
Vi que no iba a responderme, y en un acto impulsivo la agarré del
brazo. En vez de tirar para soltarse, se quedó quieta, como derrotada.
-
Esto ha sido un error. Ya he conocido a alguien como
tú, y…
-
¿Alguien como yo? ¿Cómo soy? ¿Qué hice? ¡Te juro que
no lo he lastimado! ¡Te lo juro por lo más sagrado! ¡Solo le di unas palmadas,
por el amor de Dios!
Ladeó ligeramente la cabeza.
-
¿Ah, sí?
-
¡Sí! – exclamé, exasperado.
-
¿Nada más? – inquirió.
Solté su mano, muy frustrado.
-
¿De qué me estás acusando, exactamente? – pregunté,
molesto y sin entender del todo cuál era el problema.
Pareció dudar unos segundos, pero finalmente hizo la pregunta que debía
estarle carcomiendo.
-
¿Con qué le pegaste?
-
¿Cómo que con qué? ¿Pero tú te estás oyendo? – me
noté algo más agresivo de lo que quería mostrarme, y aquella no era una pelea
que hubiera previsto tener en la segunda cita.
-
Perdona… - murmuró. – Sé que no le harías daño, eso
lo sé. Pero no sabía que fueras… tan duro con tus hijos. Mi hermano… él se crió
así. Y mi marido era militar. Pero tú…
-
¿Todo esto porque reprendí a mi hijo? Después de
cómo te habló no se merecía un premio. ¿Qué cambia porque sea Jandro en vez de
Kurt? Sé que es mayor, pero…
-
¿Qué quiere decir que fuiste más duro con Alejandro?
– insistió.
Suspiré, y respiré hondo. De perdidos al río…
-
¿Qué es lo que crees que hice?
-
No lo sé… dímelo tú…
-
Subí a su cuarto, hablé con él, le castigué, y le di
un abrazo. Pero es evidente que tú piensas que hice algo más.
Holly se sentó, pensativa. Al menos estábamos hablando, y no se había
ido.
-
Mi marido también castigaba así a mis hijos. Era muy
duro con ellos, y ahora mi hermano… Es una pelea continua, y siempre dicen que
soy yo, que soy muy blanda, que les estoy malcriando… Lo que hiciste con Kurt…
lo entiendo. Seguramente sea lo correcto, y no fuiste rudo con él para nada. De
hecho me pareciste un dulce, y un blando, en el buen sentido de la palabra.
-
Con Alejandro no fue diferente. No soy un ogro, y no
dirijo una cárcel… no soy duro con mis hijos, quiero creer que no…
-
Perdona. Perdóname. No he debido ponerme así.
Me acerqué mucho a ella y la miré a los ojos. Estaba comparando mi
familia con la suya y algo me dijo que eso era un error. Que se estaba haciendo
una idea equivocada sobre mí, y mi relación con mis hijos.
-
Si no te gustaba como tu marido trataba con tus
hijos, ¿por qué no se lo dijiste? – pregunté.
-
Yo se lo decía, pero él no me escuchaba. Mi hermano
tampoco. Piensa que los chicos entienden
mejor el cinturón que sus palabras. Pero a mí me parece una salvajada…
-
Espera. Espera, ¿qué dijiste? Vale… Ya entiendo por
qué fue todo esto. ¿Piensas que… que yo soy como ellos? ¿Qué uso… uso eso con
mis hijos? ¿Un cinturón? No. Nunca. Ni
hoy, ni nunca.
-
¿No?
-
De verdad. Opino como tú: eso me parece excesivo.
Tampoco creo que entiendan mejor un castigo que una explicación. Normalmente
una cosa viene primero que la otra, y si no funciona, entonces es cuando les
castigo.
Holly me estudió por unos instantes hasta que se relajó, por lo que
deduje que me había creído.
-
Me alegro…
-
¿Ya estoy libre de cargos? – pregunté, con cierta
ironía - ¿Me absuelve Su Señoría?
Me divirtió su expresión confundida, y al final no pude evitar reírme.
Ella se ruborizó, por haber sido tan incisiva conmigo, pero en el fondo me
alegraba de que lo hubiera hecho: significaba que era la clase de persona que
nunca me dejaría meter la pata con mis chicos.
-
Yo… es que pensé… No es como si tuviera derecho a
juzgarte… Tú decides cómo educas a tus hijos…
-
Sí, pero eres libre de elegir el tipo de persona con
la que quieres estar. Se aprende mucho sobre una persona por la forma en que
trata a sus hijos – comenté – Espero que lo que descubras sobre mí te vaya
agradando.
-
De momento así es – respondió, y me sonrió de una
forma que me pareció ligeramente seductora. Nunca antes había visto esa
expresión en su rostro y no sé si fue algo consciente, pero me turbó por
completo.
Carraspeé un poco, intentando librarme del efecto de sus ojos
cautivadores.
-
Se-será mejor que vaya a ver a Alejandro. Está en
esa edad donde la intimidad es lo más valioso que tiene y debe de estar muy
avergonzado.
-
Claro. Ve.
-
No te vayas hasta que vuelva – pedí, por si acaso.
-
Descuida. De todas formas, voy a llamar a casa, para
ver si todo va bien – me dijo, sacando su móvil. Tomé eso como una señal de que
no iba a irse todavía, y subí a hablar con mi hijo.
-
ALEJANDRO´S POV –
Nunca me había sentido tan humillado. Ni siquiera aquella vez que papá
se equivocó y me dio la fiambrera rosa de Barie en vez de la mía, y todos mis
compañeros empezaron a silbar y a gastar bromas porque llevara algo propio de
una chica.
No iba a salir de mi cuarto nunca más. Desde luego no mientras esa
mujer estuviera en casa, y tampoco después. Tampoco dejaría que Ted, Michael o
Cole entraran al cuarto. No quería ver a nadie. Todos eran unos traidores y… ¡y
seguro que había sido Ted el que se había ido de la lengua! Era probable que
hasta lo hubiera hecho aposta. Grrr.
Para asegurar que nadie entraba, puse una silla en la puerta, como
había visto en algunas películas. Hubiera echado el cerrojo, pero papá no
consideró que necesitáramos uno.
Poco después escuché que llamaban a la puerta.
-
¡Largo!
-
Soy papá, Jandro.
-
¡Me da igual! ¡Largo tú también! ¡Tú sobre todo!
Casi pude oírle suspirar, pero en lugar de dar media vuelta escuché
cómo giraba el picaporte para entrar en el cuarto. El sistema de la silla no
resultó tan eficaz como en la televisión, o tal vez es que yo no sabía hacerlo,
porque la puerta se abrió sin mucho problema, corriendo la silla. Papá la miró
alzando una ceja, y luego a mí, como preguntando “¿cómo ha llegado esto aquí?”,
pero no dijo nada.
-
Entiendo que estés molesto, campeón. Siento mucho lo
que ha pasado.
-
Sí, ya, ¡seguro! – bufé, con sarcasmo.
-
Claro que sí, Alejandro. Nunca ha sido mi intención
hacerte pasar verguenza. No gano nada con ello. Entiende que no fue culpa mía:
yo no le dije nada a Holly.
-
¡Alguien se lo dijo! ¡Y no habría habido nada que
decir si no me hubieras pegado en primer lugar!
-
Bueno, tampoco habría habido un castigo si no
hubieras hecho nada para merecerlo – contraatacó.
Le eché una mirada envenenada y me contuve de decir algo que pudiera
meterme en problemas. Como si le hubiera invitado a hacerlo, se sentó en mi
cama con cuidado de no darse en la cabeza con la litera.
-
Sé que no vas a creerme, pero no tienes nada de qué
avergonzarte. – empezó. Creo que no podría haber elegido peores palabras ni
aunque se lo hubiera propuesto.
-
¡No, claro que no! ¡Tan sólo hay una desconocida
abajo que sabe que mi padre me puso sobre sus rodillas y me dio palmadas en el
culo! - le chillé. Tuve la satisfacción
de ver como papá se ruborizaba.
-
Caramba hijo… -carraspeó un poco - … eres directo
¿no? Vaya… vaya forma de decirlo…
-
¡Es lo que es! ¡Y ahora ella lo sabe!
-
Holly no va a decir nada ni se va a reír de ti.
Nadie con dos dedos de frente lo haría. Te lo digo siempre, campeón: lo que
debe avergonzarte son las malas acciones, no las consecuencias. Comprendo cómo
te sientes, porque es algo que debería haber quedado entre tú y yo, pero…
-
¡Pero nada! ¡Eres como esos padres que graban los
castigos de sus hijos y los suben a Youtube, para reírse un rato de ellos con
la excusa de darles una lección!
-
¿Eso crees? ¿Crees que yo haría algo así? No
entiendo por qué me culpas a mí cuando yo no quise que Holly se enterase.
-
¡Ella no tendría que estar aquí, para empezar! – le
gruñí. Sabía que no era del todo lógico culparle a él, pero me sentía mejor
haciéndolo.
-
Ya hemos hablado de eso, canijo. – respondió, y me
acarició las piernas, que era la parte de mí que tenía más cerca. – Cuanta más
importancia le des a lo que ha pasado, más tendrá. Si bajas y haces como que no
ha pasado nada, todo será más fácil y enseguida nos olvidaremos.
Pensé que en eso podía tener algo de razón.
-
Los demás se reirán de mí. – objeté.
-
Ya me encargaré yo de que no lo hagan. Pero tus
hermanos no son crueles, Jandro.
-
¿Quién fue el soplón? – le pregunté.
-
Fue un accidente. Nadie quiso molestarte.
-
¿Quién fue? – insistí.
-
¿Qué más da? – respondió. Supe que lo sabía, pero
que no me lo iba a decir.
-
¿Le has castigado al menos?
-
No fue con mala intención. – me aseguró – A alguien
se le escapó, nada más.
-
¡Así que soy el único al que castigas! Genial, me
encanta lo justo que eres. – protesté.
-
No seas así. No voy a castigar a nadie por irse de
la lengua sin querer. Además, no eres el único. A Kurt también le castigué, y
delante de Holly. Y él no se lo tomó tan mal.
-
Él tiene seis años y es retrasado.
-
EH. Eso no, ¿eh? Por ahí no – cortó papá. El tono
amable que había estado empleando se esfumó – No digas esas cosas de tu
hermano, y más cuando no son verdad. Vale que estés enfadado, pero Kurt no te
hizo nada..
-
Vale… perdona…
No quería pelear más, ni ganarme otro castigo. Papá me sonrió: a veces
parecía que lo único que quería de mí era la capacidad de disculparme si metía
la pata. Me apretó la pierna con cariño y tiró de mí para que me levantara y me
sentara a su lado. Me dejé mover, porque total papá no necesitaba mi
colaboración para poder conmigo.
-
¿Y qué hizo el enano para que le torturaras así? –
curioseé.
-
Entró varias veces a la cocina, corriendo y sin
cuidado.
-
Eres demasiado sobreprotector.
-
Prefiero ser sobreprotector y que mis hijos estén
sanos, a ser más “guay” a tus ojos, pero que alguno se queme, o se corte, o le
pase algo malo.
Rodé los ojos. Papá era muy “mamá gallina”. La cocina no era una
mazmorra con trampas y pinchos mortales.
-
Vamos abajo, anda. No tienes que hablar con ella si
no quieres. Pero aún sigue siendo mi fiesta de cumpleaños y quiero a todos mis
hijos conmigo.
-
No te aproveches – me quejé, pero me puse de pie –
Técnicamente tu cumpleaños pasó hace días.
-
Pero es hoy cuando tuve pastel – replicó.
No pude evitar sonreír un poco: papá era muy goloso, más que la mayoría
de los adultos. Generalmente a partir de una edad los adultos no están
interesados en las chucherías, pero papá siempre comía alguna de las nuestras.
Y le encantaba el chocolate, y más en las tartas. Quizá por eso me gustara
tanto también a mí.
-
Tendría que haberle dicho a Ted que pidiera al
catering que sólo trajera pasteles. – bromeé. Papá tenía como un don para
ponerme de buen humor.
-
Ahora que lo mencionas, tengo una pregunta. ¿Cómo
habéis pagado todo esto?
-
Ted dijo que tenía dinero en su cuenta.
-
¿Su dinero? Pero… ¡es por si alguna vez se queda sin
gasolina! ¡O para la universidad!
-
Bueno, no es como si ahora pudiera usar el coche. En
vez de enfadarte deberías darle las gracias. – le dije.
-
No estoy enfadado. Pero… pero no tenía por qué…
-
Es Ted – me encogí de hombros. – Cuando cumpliste
treinta rompió su hucha para comprarte esas gafas de sol que tanto te gustaban.
Papá puso esa sonrisa de bobo que solía reservar para nosotros. Esa que
me hacía pensar que era mejor andarse con cuidado, o un día nos comía poco a
poco.
-
HARRY´S POV –
El problema de Alejandro era que tenía que empezar a usar más el cerebro.
A mí tampoco me hacía gracia la forma en la que papá miraba a esa mujer, pero
sabía que no iba a conseguir nada montando una escena como la que hizo él. No, aquello había que pensarlo bien. Teníamos
que unirnos y hacer un plan para impedir que esa invasora se infiltrara en la
familia.
Cuando papá y ella se pusieron a hablar en privado, yo insté a mis
hermanos a hacer lo mismo. Formamos un corro en el salón, y me aseguré de tener
la atención de todos ellos.
-
Los tres clones no, ellos no pueden escuchar. –
dije, y fruncí el ceño al ver que los tres bebés pelirrojos se nos habían
pegado como lapas.
-
¿Qué? ¿Por qué no? – protestó Barie - ¿De qué va
esto?
-
Tenemos que formar un plan – les expliqué.
-
¿Un plan para qué? – preguntó Zach. Para ser mi
gemelo, era bastante tonto.
-
Para que papá no vuelva a ver a esa tipa.
-
¿Y por qué íbamos a querer eso? - dijo Barie - ¡Ella es genial! Es perfecta
para papá.
-
¡Estamos bien así, no necesitamos que esa mujer lo
estropeé todo!
-
¿Tú también? ¿Es que la estupidez de Alejandro es
contagiosa? – preguntó Barie – Ted, dile algo.
-
Ted, tú te callas – le advertí, para que no se
metiera.
-
¡No le mandes callar! – dijo Barie.
-
Vale, ya basta, no os peléis – intervino Ted. –
Nadie va a hacer nada contra Holly, si no quiere meterse en líos con papá, y
también conmigo. Ella es buena, Harry. No es una amenaza para nadie.
-
Eso piensas ahora, pero….- empecé, pero entonces uno
de los bebés se agarró de mi pierna. ¿Sabía que estaba poniendo verde a su
madre, o simplemente le apetecía agarrarse ahí? Eso no era justo. Era demasiado
mono.
-
“Lado” :3 – dijo el bebé.
-
¿Qué? ¿Y eso qué demonios significa?
-
Creo que está pidiendo helado – tradujo Barie. – Es
el único que ha dicho algo inteligente. Mejor vamos a comer helado y te olvidas
de tus conspiraciones.
Se llevó a los enanos hacia la mesa de la comida y muchos de mis
hermanos la siguieron. Grrrr. ¿Es que nadie más veía que nuestra vida podía
cambiar drásticamente?
-
¿Aún tienes hambre, tragón? ¿Después del bibe? –
preguntó Barie, haciendo cosquillas al monstruito que llevaba de la mano.
-
No sé si deberíamos darle. Se puede poner malo –
apuntó Cole.
¿Por qué todos estaban tan hipnotizados con esos bichejos? ¡Ni que
nunca hubieran visto un bebé en su vida!
-
Sí, no creo que debamos darle más azúcar. Es muy
pequeño, luego le dolerá el estómago – dijo Ted.
Busqué entre mis hermanos alguno que no tuviera la “fiebre de Holly y
sus bebés”, y solo vi miradas desaprobadoras en Maddie y Michael. Me acerqué a
ellos dos, para tantearles.
-
¿Todos los bebés son tan pequeños? – preguntó
Michael, con una cara de estúpido que me dejó claro que él no iba a ser el
cerebro de la operación.
-
Esos ya están grandes - repliqué. – No sé qué les ven todos. Aunque
la verdad es que son bastante adorables…
-
No tanto. Uno de ellos me ha babeado antes – dijo
Maddie.
-
Los bebés no son el problema, sino la madre – dije
yo.
Maddie pareció estar de acuerdo.
-
Barbie está empeñada en que ella y papá terminen
juntos, pero yo no veo qué tendría eso de bueno. – respondió.
-
Esa mujer ni siquiera se ha asustado al ver todos
los que somos. ¿Es que no la importa salir con alguien que tiene doce hijos?
¿Está loca o solo quiere la pasta? – dijo Michael.
Me alegré de que al menos ellos dos estuvieran de mi parte. Sabía que también
podíamos contar con Alejandro, así que ya éramos cuatro contra una.
-
Tenemos que alejarla de papá, pero hay que pensar
bien cómo. Tenemos que hacer que se peleen por algo gordo… Algo que no puedan
arreglar…- pensé, en voz alta.
-
Papá no estaría con alguien que nos hiciera daño o
que nos tratara mal – señaló Maddie.
-
Ya, pero ¿cómo hacemos que ella haga algo así?
-
Bueno… tal vez si la enfadamos…
-
No la conocemos. No sabemos cómo enfadarla – dijo
Michael.
Los ojos se me fueron hacia los bebés.
-
No sé si eso es cierto. Todas las hienas harían lo
que fuera por sus cachorros. – les dije, y sonreí poco a poco, a medida que iba
forjando una idea.
Maddie siguió la dirección de mi mirada, y frunció el ceño.
-
No, oye. No metas a los bebés en esto. No pienso
hacerles nada.
-
Cálmate, no soy un monstruo. No vamos a hacerles
nada malo, si hasta nos van a adorar – aseguré, y fui con los tres enanos. –
Hola, peque. ¿Quieres eso? – pregunté, señalando el helado. Barie lo había
puesto fuera de su alcance.
-
“Nena dishe ño” – protestó, con un puchero. Sonreí,
y se lo acerqué. Le di un plato a cada bebé, y les acerqué también un vaso
con Coca-cola, pero de la que tenía
cafeína.
-
Pero yo digo que sí. Tomad lo que queráis. ¿Queréis
chuches? Están muy buenas. – les dije, poniendo un puñado de gominolas en cada
una de sus manitas.
Los enanos me miraron como si yo fuera Papa Noel que venía a traerles
regalos, y empezaron a comer.
-
¡Eh, Harry! ¿qué haces? ¡No les des eso! ¡Les dará
un subidón de azúcar! – dijo Ted, que fue el primero en verlo. Forcejeó con los bebés para quitarles la
comida.
-
Déjales en paz, Ted. Solo comen chucherías, no es
tan malo…
Pero Ted siguió intentando alejar el azúcar de los bebés, y Barie y
Cole acudieron en su ayuda. Los enanos se pringaron enteros mientras intentaban
que no les quitaran el helado y entonces Ted hizo algo que yo no habría
previsto para nada. Le dio a uno de los bebés en la mano, haciendo que este
inmediatamente soltara el plato y se echara a llorar.
-
No… bueno… no llores… No… A ver… eres Tyler ¿verdad?
Ya, peque, ya pasó, es que eso es malo para ti…. No te hice daño ¿verdad? –
murmuró Ted, nervioso y angustiado. Cogió al bebé y le sentó encima de sus
piernas. – Mira, ¿has visto mi silla? Tiene ruedas. ¿A que es chula? – teatralizó,
intentando que el crío dejara de llorar. Sus berridos eran impresionantes, y
sus hermanos empezaron a llorar también, por imitación.
Eso era incluso mejor que el subidón de azúcar. Holly se pondría hecha
una furia al ver que habían hecho llorar a sus queridos bebés.
Justo en ese momento entró en el cuarto, alarmada por el sonido de los
llantos.
-
¿Qué pasó? ¿Por qué lloran? – preguntó, con
preocupación maternal, pero sin enfado alguno, ya que no sabía lo que había
pasado.
-
Bwaaaaa mamiiiii pupaaaaa – lloriqueó el que estaba
encima de Ted, el que se llamaba Tyler.
-
¿Pupa, mi vida? ¿Te caíste? – dijo Holly, con voz
dulce, tomándole en sus brazos. Ted tenía cara de querer desaparecer.
El crío siguió llorando en lugar de responder, y Holly nos miró a
todos, desconcertada, buscando una explicación.
-
Yo… yo le di en la mano. – admitió Ted. –
Pe-perdón…es que… pensé que no debía tomar más pastel, y…
Ted se quedó mirando al suelo, como si estuviera esperando a que se
abriera y se lo tragara, y Holly no dijo nada. Le habló al bebé con siseos y
palabras suavecitas, dándole besitos en la mano.
-
Ya está, Ty, ya no hay pupa. Shhhh. Ya está, chicos,
no pasó nada.
Los otros bebés sí se calmaron enseguida con la presencia de su madre,
pero Tyler no. Él siguió llorando y Holly le llevó en sus brazos a dar un paseo
por la casa, para tranquilizarle.
-
Soy cadáver… - murmuró Ted.
Intenté no sonreír, pero aquello estaba saliendo genial. Aprovechando
que Holly y los demás estaban distraídos, serví otros dos vasos de Coca-cola,
ya que los otros habían terminado por el suelo, y se los di a los bebés que no
estaban en brazos de Holly. Eran vasitos de esos de plástico, que ellos podían
sostener fácilmente, y bebieron un poquito, pero las burbujas no parecían
terminar de gustarles. Supuse que de todas formas tampoco era necesario que
bebieran mucho, dado su tamaño y edad.
Papá y Alejandro bajaron en ese momento, y casi se chocan con Holly y
el crío.
-
¿Qué le pasa? – preguntó papá, acariciando la cabeza
del bebé.
Me quedé congelado, muy atento a la respuesta. Esperaba que Holly
comenzara a gritarle y a acusar a Ted, y que empezaran una gran pelea, cada uno
defendiendo a sus hijos.
-
Nada, que es muy golosito y no le gusta que le digan
que no ¿verdad? Y por eso lloramos. Pero ya se nos pasa.
Grrr. ¿Es que no podía enfadarse como la gente normal?
-
Snif…snif… “teño pupa” – respondió el bebé. Costaba
un poco entenderle, por su peculiar pronunciación infantil y la llorera que se
había pegado.
-
¿Ah, sí, bebé? Pobrecito. ¿Cómo fue la pupa? –
preguntó papá, totalmente hipnotizado por el crío ese.
El bebé ya parecía más calmado. Holly le sonó la nariz y dejó que papá
le cogiera en brazos, en vista de que el enano se dejaba y de que papá se moría
de ganas. Lo levantó en el aire, y lo bajó con cuidado, haciendo que el niño
sonriera.
-
Perdóname, Holly, por favor – suplicó Ted.
-
¿Qué te perdone por qué? – dijo papá, antes de que
Holly respondiera.
-
Es que yo… le di un golpecito al bebé.
-
¿¡Que tú qué!?
Si papá se había enfadado cuando Alejandro le habló mal a Holly, ahora
estaba en un nuevo nivel de furia. Ted se encogió en su silla
-
Le di en la mano…
-
Aidan, no te enfades con él, lo hizo con buena
intención. – lo defendió Holly. ¡¡Le defendía!! ¡Se suponía que tenía que estar
gritándole!
-
¿Ah, sí? ¿Y qué intención es esa? – increpó a Aidan,
mirando a Ted con cara de pocos amigos.
-
Yo… no quería que tomara más azúcar… pensé que era
malo para él…
-
¿Qué están bebiendo? – preguntó Holly, de golpe,
reparando en los otros bebés. Se agachó a su lado y probó la bebida, aunque por
el color ya debía saberlo - ¿Es Coca-cola? Madre mía, esto es malísimo para
ellos.
Les quitó los vasos, les limpió un poco y les sentó en el sofá, lejos
de cualquier tipo de comida.
-
Vale, quiero una buena explicación ya mismo. No me
diréis que los bebés se sirvieron los vasos solos – dijo papá, mirándonos
inquisitivamente a cada uno de nosotros. Nadie dijo nada, y eso solo hizo que
el cabreo de papá creciera exponencialmente. - ¿Qué pasa con vosotros? ¿Es así como os he enseñado a comportaros con
las visitas? ¡¡Viene alguien a casa y la insultáis, y ahora tratáis mal a sus
hijos e intentáis provocarles una intoxicación alimenticia!!!
-
Sólo son chuches, no veneno… - susurró Zach. Craso
error. No debes contradecir a papá cuando está tan enfadado.
-
¡No tienen ni dos años! ¡No pueden consumir tanto
azúcar, ni beber refrescos! Y más te vale que no tenga cafeína…
-
Zach no fue, papá, no la tomes con él. – dijo Ted.
-
¡Tú mejor no digas nada! – le calló papá – Pero Zach,
si no fuiste tú, entonces perdona, hijo. ¿Quién fue?
Zach se mordió el labio y no dijo nada. No era un chivato.
-
O sale el que fue o estáis todos castigados.
Aquello iba de mal en peor. Se suponía que era Holly la que tenía que
enfadarse, no papá, y que ellos dos debían de estarse peleando.
-
Pero papi, yo no hice nada – protestó Alice - ¿Por
qué te “fadas”? Harry solo le dio
chuches a los nenes, tu siempe dices que hay que compartir.
Papá puso una mano en su cabeza, y la acarició, mientras a mí me
lanzaba una mirada sombría. Por culpa de la enana era niño muerto.
-
Está bien, Alice, no estoy enfadado, bebé. Tienes
razón, hay que compartir. Pero es que los nenes no pueden comer eso, mi amor.
-
No pasa nada, Aidan, seguro que no lo sabían. Sólo
estaban siendo amables – intervino Holly, aunque se la notaba algo preocupada.
Seguramente se estaba preguntando cuánto habían tomado exactamente y si iba a
darles un cólico o algo así.
-
¿Y bien, Harry? – gruñó papá mirándome directamente
a mí. - Tienes hermanos pequeños. Si apenas dejo que Alice coma azúcar, ¿no
pensaste que al ser más pequeños había que tener aún más cuidado? Mira, sé que
no fue a propósito porque tú no lastimarías a unos bebés, pero…
-
¡No seas exagerado! ¡Nadie hizo daño a nadie! ¡Sólo
fue un poco de azúcar y cafeína!
-
¿Cafeína? ¿Encima fue con cafeína? – exclamó papá -
¿Tú sabes lo malo que es eso para un bebé?
¿En qué estabas pensando?
Me quedé callado, porque intuía que cualquier respuesta que pudiera dar
iba a ser peor. Le escuché respirar hondo y vi como su expresión se relajaba un
poco.
-
Bueno, ya está…. Solo ten más cuidado, Harry, por
favor. – me dijo, mucho más calmado.
-
¿No estás enfadado? – pregunté, con incredulidad.
-
No, hijo… Siento mi reacción. Has sido descuidado,
pero no tenías mala intención. No es como si lo hubieras hecho a sabiendas de
que era malo para ellos, campeón.
Tragué saliva y me puse rígido, porque esa frase activó mi sentimiento
de culpabilidad. Papá me miró fijamente, alertado por mi expresión.
-
¿Es que acaso sí lo sabías? ¡No me lo puedo creer!
¿Quieres que se pongan enfermos? ¿Cómo has podido hacer algo así? Comer tanto azúcar es malo hasta para los
adultos, no quiere decirte para un bebé. ¿Quieres que vomiten? ¿Qué les pase
algo más grave?
Papá hablaba completamente en serio y solo entonces reparé en lo que
les había dado de comer: un trozo de helado, Coca-cola y bastantes gominolas,
que sumado a lo que ya habían comido a lo largo de la tarde era bastante. Por
un día no pasaba nada ¿no? No les iba a dar diabetes o algo así. Sólo era malo
si se tomaba todos los días… ¿verdad?
Empecé a sentirme fatal ante la posibilidad de que se pusieran enfermos
por mi culpa. Yo sólo había querido que se pusieran un poco inquietos, como
Kurt cuando tomaba mucho dulce…
-
Yo…lo…lo siento… No pensé que…yo solo quería….
-
¿Qué? ¿Qué es lo que querías, eh? ¡Dime! – exigió
papá.
-
Quería que ella se enfadara… - murmuré, intentando
juntar mis ideas para intentar explicarme.
-
Pues el que está enfadado soy yo. Y no sabes cuánto.
Puedo pasar muchas cosas, pero con la salud no se juega, y menos con la salud
de unos bebés. No sé qué ha pasado contigo, pero el Harry que yo conozco nunca
haría daño a un niño pequeño.
Intenté aguantar, pero no pude evitar que un par de lágrimas se me escaparan
de los ojos.
-
Holly, te pido disculpas. No sé qué te estarás
pensando de mis hijos, pero yo no les he educado para que se porten así.
Siempre he presumido de que mis niños jamás hacen daño a nadie.
En ese punto los músculos de mi pecho se contrajeron y comencé a llorar
en serio. No soportaba que papá hablase como si hubiera esperado más de mí, y
no hubiera dado la talla. Entonces noté unos brazos suaves, pero a la vez
fuertes, que me abrazaron. Mi primer pensamiento fue que se trataba de papá, pero
sus abrazos no se sentían así y además él seguía enfadado conmigo. Abrí los
ojos, y me di cuenta de que quien me estaba abrazando era Holly.
Apenas pude contener mi sorpresa. ¿Ella? ¿Por qué me estaba abrazando?
Por alguna razón, eso me hizo llorar más, hasta que empecé a notar caricias
suaves en mi espalda.
-
Bueno, bueno. No ha pasado nada. – susurró.
-
Yo… no les quería hacer daño…snif…es que…es que…
-
Shhh. No les has hecho daño. Igual esta noche me
cuesta un poquito que se duerman, pero no va a pasarles nada malo.
-
Snif…
Nunca había sentido algo así. Papá me abrazaba muchas veces, y alguno
de mis hermanos también, pero nunca se había sentido como eso. Quizá porque me
estaba perdonando la persona que menos motivo tenía para hacerlo, o quizá
porque me estaba abrazando una mujer, aquello se sintió especialmente bien.
Cuando pensé que ya llevábamos abrazados demasiado tiempo, me separé y
tanteé a papá para ver si seguía enfadado. Nos miraba con una expresión
indescifrable, pero a grandes rasgos ya no parecía que fuera a asesinarme. Un
segundo después, abrió los brazos para que le abrazara a él también. No lo dude
ni un segundo.
-
Perdona… - murmuré, restregándome contra su jersey.
-
Sí, sí, perdona, perdona. Ya te voy a dar yo a ti perdón – refunfuñó, pero
agachó la cabeza, y me besó en la frente – No llores, campeón. Por más canas
que me saques sigues siendo mi pequeño, y sigo queriéndote por encima de todo.
Me ruboricé un poquito.
-
Papá, que ella puede oírnos – me quejé.
-
¿Y? ¿Es que no puede oír lo mucho que te quiero?
-
Papá, jo, que me avergüenzas… - me quejé. Me apreté
más contra él como para esconder la cara.
Cuando me separé de él, vi que Holly estaba abrazando a Ted. Él no
lloraba, pero sí parecía triste y daba algo de penita ver la postura extraña en
la que él y Holly se abrazaban, dado que Ted estaba limitado por su silla. Le
di un pellizquito a papá en el brazo.
-
Con él no puedes enfadarte. No le hizo nada malo al
canijo. No seas injusto con él –le regañé.
-
Ay. Pero bueno. ¿Qué es eso de pellizcar a tu padre?
– protestó, en tono de broma, y me apretó el costado, provocándome cosquillas
incontrolables.
Me torturó un poco más, sabiendo justo cuáles eran mis puntos débiles,
y luego miró a Ted.
-
Lo siento, papá… - murmuró Ted. – No sé en qué
estaba pensando…
Papá caminó hacia él, y le levantó la barbilla.
-
Estabas pensando en evitar que los bebés tomaran
algo que podía hacerles mal. Es lo mismo que haces con tus hermanos, y no fue
nada malo, pero cariño, no puedes hacer eso con los hijos de otras personas.
-
Si van a comerse un clavo o algo así prefiero que
haga eso a que se les perfore el estómago – comentó Holly.
Papá sonrió un poco, y frotó amistosamente el pelo corto de Ted.
-
Ya ves, nadie está enfadado contigo. Bueno, yo un poco, por haber montado toda
esta fiesta sin mi permiso – bromeó, y se agachó para ponerse a la altura de
Ted, como si fuese un niño pequeño. – Esto ha sido lo más bonito que nadie ha
hecho nunca por mí, y os estoy muy agradecido a todos. A ti en especial, por que
sé que fue idea tuya.
A pesar de que su tono de piel no permitía ver cuando se ruborizaba,
estoy seguro de que a Ted le ardieron las mejillas.
-
Tu plan no salió como esperabas ¿eh? – me susurró
Michael, sin que nadie más le oyera.
-
No, pero creo que me alegro – repuse, mirando a
Holly. Aún no las tenía todas conmigo, pero tenía que reconocer que ella tenía
unas cuantas buenas cualidades.
-
AIDAN´S POV –
Ni un segundo de descanso le daban a uno. Cuando oí llorar a los bebés
pensé que no sería nada serio, ya que estaba acostumbrado a que en una casa con
bebés hubiera llantos cada poco tiempo. Y efectivamente no era nada grave, pero
sí fue algo de lo que me tenía que preocupar, porque Ted le había dado un
manotazo a Tyler. Intuía que mi hijo lo habría hecho por alguna razón, pero aun
así no estaba bien que hiciera eso con niños ajenos. Me gustaba que se preocupara por él, pero al
principio lo único en lo que pude pensar era en que le había pegado.
La guinda del pastel la puso Harry. Por algún motivo que me iba a
encargar de averiguar, había atiborrado a azúcar y cafeína a los bebés de
Holly, y por lo visto con la clara intención de provocarles una sobredosis de
azúcar. Me enfadé como pocas veces, y Harry empezó a llorar, porque en el fondo
mi niño tiene un buen corazón. Quedé gratamente sorprendido cuando vi como
Holly le consolaba. Tenía todo el derecho del mundo a estar enfadada, y sin
embargo se puso a reconfortar a mi niño por el regaño de su padre. Observé cómo
se abrazaban pensando que, si bien podía llegar a tener a varios de mis hijos
en mi contra, tenía que hacer lo posible por mantener a Holly cerca: era buena
para ellos.
Me recordé a mí mismo que Harry aún era un niño, y algunas de sus
metidas de patas más gordas eran fruto únicamente de una mentalidad infantil.
Le abracé yo también y me ocupé de que entendiera que no había nada que pudiera
hacer que cambiara lo que sentía por él.
Holly consoló también a Ted. Yo había sido un poco brusco con él, y
sentía que no se lo merecía. Siendo sinceros, era muy probable que yo hubiera
hecho lo mismo que él en la misma situación. Arreglé las cosas con él, y me
ocupé de agradecerle por todo lo que había preparado.
-
Venga, a ver si es posible que termine la tarde sin
ningún incidente más – les dije – Ir a jugar, mientras yo recojo esto. Podéis
ir al jardín, si están Mike o Ted delante.
-
No tienes por qué recogerlo… Es tu fiesta, yo lo
recojo – dijo Ted.
-
Tú no haces nada más que ir a pasártelo bien –
repliqué. – Vamos, vamos, estás tardando.
Se fueron al jardín y Holly, tras pensarlo un rato, dejó que los
trillizos fueran también. Ella en cambio se quedó conmigo, y se ofreció a
ayudarme a recoger la mesa con los restos de la merienda.
-
No te preocupes, ya lo hago yo en un momento.
-
Si lo hacemos los dos, lo hacemos en medio momento –
respondió, y antes de que pudiera impedírselo empezó a apilar los vasos de
plástico vacíos.
-
Gracias. – sonreí – Y gracias también por ser tan
comprensiva con mis hijos. Todavía no sé cómo se le ocurrió a Harry semejante
cosa…
-
Está claro que con ellos no te aburres – me dijo,
divertida.
-
Debes pensar que soy un padre terrible, y que tengo
monstruitos en vez de hijos…
-
¿Qué dices? La mayoría han sido geniales conmigo.
Creo que Bárbara quiere fundar mi club de fans, y fue idea de Ted el invitarme.
Es un gran chico ese que tienes. Tus hijos pequeños son comestibles, y Harry es
un dulce en el fondo. Cuando vengas a mi
casa puedes esperar algo mucho peor, te lo digo ya.
Contuve mi entusiasmo, porque ella no había dicho “si alguna vez vienes
a mi casa” sino “cuando vengas”. Creo que no se había dado cuenta, pero a mí
ese uso de las palabras me dio esperanzas.
-
Es bueno saberlo – respondí, sin poder ocultar mi
sonrisa.
Continuamos recogiendo y enseguida terminamos. La había visto mirar el
reloj un par de veces, así que intuí que ya tenía que irse. Por eso no me
sorprendió cuando dijo que se hacía tarde y sus hijos la estaban esperando.
-
Claro, claro. ¿Quieres que te lleve, o has venido en coche?
-
Vine en coche, tranquilo. Pero me gustaría
despedirme de Kurt antes de irme.
Mi enano se la había ganado en un santiamén. La llevé al cuarto de
Kurt, y me asomé con cuidado para ver si estaba dormido. Mi bebé descansaba
enrolladito en las sábanas, con un rostro pacífico e indefenso. Al verlo Holly
sonrió enternecida, y no quiso entrar para no despertarle. Fuimos abajo y se
despidió de los demás. Para ese entonces sus trillizos ya estaban algo
revolucionados, seguramente por el azúcar y la cafeína, y tuve que ayudarla a
meterlos en el coche.
Justo antes de que ella se metiera en el vehículo, tuve un momento de
duda. Nos quedamos mirándonos por un momento y algo dentro de mí me pedía que
la diera un beso. Pero ¿y si ella no quería? ¿Y si era demasiado pronto o yo me
estaba montando una película? ¿Y si en el último momento giraba el rostro para
que la besara en la mejilla? Pero también, ¿y si quería que la besara y yo no
lo hacía y se pensaba que no me gustaba?
Finalmente, acerqué mi rostro al suyo muy despacio, y noté que ella
hacía lo mismo. Dejé de pensar, y actué por instinto. Ni siquiera pensé en que
seguramente fuera muy malo besando, ya que no tenía experiencia. Simplemente me
dejé llevar, y noté como ella también lo hacía. Escuché risas de fondo y un
silbido de Zach. Solo entonces me acordé de que mis hijos estaban delante, y
rompí el beso. Holly estaba ruborizada, y soltó una risita tímida que hizo que
quisiera volver a besarla. Me sentí un completo idiota, pero supongo que solo
era un idiota enamorado.
-
Te… te llamaré mañana – balbuceé.
Ella asintió. No parecía capaz de articular palabra. Se metió en el
coche y se peleó con las llaves, porque no conseguía meterlas en su sitio.
Finalmente arrancó, y se fue.
Me giré, y me enfrenté a las sonrisas de mis hijos, o a las de casi
todos, porque Maddie y Alejandro no
parecían tan contentos como el resto. Harry tampoco, pero en su caso era
difícil decir si era porque seguía sin querer que estuviera con Holly o porque
sabia que teníamos una conversación pendiente.
-
¡Papi! ¡Te has dado un beso como en las películas! –
dijo Hannah, con la boquita algo entreabierta.
-
Sí, princesa
-
¿Eso es que Holly es tu novia? – preguntó.
Tosí un poco, como para ganar tiempo y pensarme la respuesta.
-
No lo sé, cariño. Eso es que es alguien especial.
-
Me alegro mucho por ti, papá – dijo Ted. – De verás
que sí.
-
Gracias, hijo. Venga, vamos dentro, que empieza a
hacer algo de frío. Ir yendo a las duchas ¿está bien? Harry, tú espérame en mi
cuarto.
Harry puso una mueca, como si hubiera tenido la esperanza de que se me
olvidara.
El asunto de la ducha se había complicado un poco desde que Ted volvió
del hospital. Nuestros baños no estaban equipados para alguien con silla de
ruedas, así que necesitaba mi ayuda para manejarse en la bañera. A él no le
gustaba un pelo depender de mí para eso y se había negado en rotundo a que le
viera desnudo, así que se duchaba en bañador. Sabía que no podía dejarle hacer
eso para siempre y que alguna vez tendríamos que hablarlo, pero no quería
discutir aquella tarde, así que lo dejé estar un día más. Le ayudé a entrar en
el agua y me quedé cerca por si me necesitaba. Al poco me llamó para que le
ayudara a salir y le dejé en su cuarto para que se cambiara. Después de eso,
entonces sí, me fui a hablar con Harry.
Le había hecho ir a mi cuarto porque allí no nos iba a interrumpir
nadie saliendo o entrando para vestirse. Sabía que íbamos a tener al menos un
rato de tranquilidad, porque Michael y Barie ayudarían a los pequeños. Dylan
probablemente esperara hasta que le pudiera ayudar yo.
-
Ya sabes por qué estamos aquí ¿no? – le pregunté,
como forma de romper el hielo.
-¿Porque quieres que te ayude a guardar los regalos? - aventuró, en un tono que evidenciaba que
solo estaba probando a ver si sonaba la flauta.
-
Prueba otra vez.
-
No fue para tanto, papáaaa. No puedes estar enfadado
todavía….
-
Y no lo estoy. Pero eso no significa que no vaya a
castigarte.
-
Grr. Y yo que pensé que el beso haría que se te
olvidara.
-
Mala suerte, mi memoria está perfectamente –
replique, intentando mantenerme serio.
Me senté en la cama e hice que se quedara de pie frente a mí.
-
Escúchame. Esto es serio ¿entiendes? No puedes
volver a hacer algo como eso nunca. Son bebés, Harry. Deberían despertar tu
instinto protector, no tus ganas de hacer daño. ¿Por qué lo hiciste?
No lograba entender del todo cuál había sido su objetivo al darle tanto
azúcar a los pequeños. Dudaba que fuera simplemente por hacerles daño, porque
mi hijo no era cruel.
-
Ya te lo dije: quería que ella se enfadara.
-
¿Y por qué querías eso?
-
Para que te pelearas con ella…
Reflexioné unos segundos, intentando encontrar sentido a sus palabras.
¿Había querido molestar a Holly a través de sus hijos para que ella y yo
tuviéramos una pelea? Suspiré.
-
¿Por qué os cae tan mal? No lo entiendo, no os ha hecho
nada…
-
¡Estamos bien así! ¡No necesitamos a nadie más! …
Aunque a lo mejor ella no es tan terrible como había pensado.
-
¿Ah, no? – pregunté, con esperanza.
-
Dije “a lo mejor”. – refunfuñó.
Me dije que tenía que tener paciencia con eso, y deseé que mis hijos y
Holly acabaran por llevarse bien, o sino nada tendría sentido, y la alegría que
había experimentado aquella tarde quedaría en algo que pudo ser y no fue.
-
No pasará a la historia por ser tu mejor plan. No
puedes hacer eso con la gente: no puedes idear cosas para dañarlas y que se
alejen de mí. Y no puedes poner en peligro a unos bebés para eso.
-
No lo haré nunca más…
-
Eso espero, campeón, eso espero – le dije, y tiré un
poco de él, hasta tumbarlo encima de mí.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
¡Ay! No, no ¡espera! Ya no lo hago más, papá, en
serio…
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
Harry, deja de moverte. – pedí, con voz calmada.
Estaba luchando por levantar, y de hecho al final consiguió escurrirse e
incorporarse, hasta quedar sentado encima de mis piernas.
-
Ya no lo hago más, de verdad. Fue una tontería, una
cosa estúpida. Nunca más, en serio, pero
ya no me pegues. – gimoteó, poniendo algo muy parecido a un puchero. Esa carita
me derretía irremediablemente y hacía que me sintiera un monstruo por
reprenderle.
-
Te creo, campeón. Sé que de verdad lo sientes y es
por eso que no estoy siendo tan duro contigo como debería. Hiciste algo serio,
Harry.
Siguió con su puchero, y para rematarlo se tapó el pantalón con las
manos. Era todo un crío. Hice de tripas corazón y volví a tumbarlo, agarrando
sus manos para que no las interpusiera.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
¡Ay, au! ¡Holly no va a querer salir contigo en
cuanto descubra lo malo que eres!
Le levanté, e hice que me mirara.
-
Encima llámame malo. – medio regañé, medio me quejé
yo también, y le di otra palmada. – Ahora te ha dado por sacar el niño dulce
que llevas dentro. Y yo me pregunto ¿no podías sacarlo antes, en vez de hacer
cosas tan estúpidas?
Me miró con ojitos de cachorro para que no le siguiera regañando, y al
final no me quedó más remedio que abrazarle.
-
¿Ya se acabó? – me preguntó, con la cara escondida
en mi pecho.
-
Sí. Agradece que hoy estoy blando porque estoy de
buen humor.
-
Snif. Te haré una fiesta de cumpleaños todos los
días, entonces, para que sigas blandito… snif.
-
Ey. ¿Estás llorando?
- pregunté, y le separé un poquito para mirarle. Estaba un poco
congestionado, como si no se decidiera del todo a llorar, pero estuviera apunto
de hacerlo. – No llores, campeón. Ya está. Ya pasó. Cada acción tiene su
consecuencia ¿entiendes? Pero no estoy enfadado.
Le besé en la frente y pasé el dedo pulgar debajo de sus ojos, para
limpiarle cualquier posible lágrima. Le dejé mimosear un ratito en mis brazos,
hasta que sentí que se me dormían.
-
A la ducha, canijo – le insté, y le envié con una
palmada cariñosa.
-
¡Ay, papi, que duele!
-
¿Qué va a doler? Mucho cuento tienes tú. – repliqué,
pero le alcancé y le di un beso.
Me hubiera gustado tener un segundo de relax mientras él estaba en la
ducha, pero Dylan vino a buscarme para que le ayudara a quitarse los zapatos.
En medio del follón de voces, ruidos, y pasos que entraban y salían de los
baños, no pude evitar pensar que no concebía mi vida sin alguno de ellos. Tal
vez, pronto hubiera más personas indispensables para mí.
mori!!!
ResponderBorrary grite de emocion al leer el beso de holly y aidan al fin!!!!
espero pronto actualices y hagas la visita a la casad Holly vamos q ese va a ser un capi emocionante *w*
Dreaaammm!!! Un bello, bellísimo capítulo como siempre... =) ... Oye, la verdad que quién entiende a las mujeres no? No sé si mi opinión valga un vistazo pero no me gusta Holly para novia de Aidan! Me uno al equipo que... vaya! creo que el equipo "fuera Holly" se va desintegrando cada vez más! ejejej... Ni modo, tendré que ser yo sola...
ResponderBorrarMuy lindo leerte!
P.D.: No te olvides de Mordred y Merlin y ESPERANZA!!!!!!!!!
Dreaaammm!!! Un bello, bellísimo capítulo como siempre... =) ... Oye, la verdad que quién entiende a las mujeres no? No sé si mi opinión valga un vistazo pero no me gusta Holly para novia de Aidan! Me uno al equipo que... vaya! creo que el equipo "fuera Holly" se va desintegrando cada vez más! ejejej... Ni modo, tendré que ser yo sola...
ResponderBorrarMuy lindo leerte!
P.D.: No te olvides de Mordred y Merlin y ESPERANZA!!!!!!!!!
Waoo... que lo romántico no es lo mío pero que también me ha causado mucha gracia e ilusión el beso de Aidan.... oye que el canijo necesita algo de intimidad jajaja...
ResponderBorrarExcelente historia la disfrute horrores jajaja... Holly me cae super bien, gracias un bello capi.
No estas sola Camila tampoco me gusta Holly para Aidan asi que yo estoy del lado de Michel Jandro Mady y Harry...
ResponderBorrarY creo que Barbie le debe una dusculpa a Jandro.
Y bueno... Un poco de helado y coca cola jeje. No se hasta que punto todo eso es verdad.
Un abrazo
Marambra
Ella es mi madrastra y me dio un manotazo tan fuerte en mi cara por haberle robado todo su dinero y mi padrastro me dio un manotazo en mi cara
ResponderBorrarPrimer besoooo wooooo estuvo genial !!!!.....
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