CAPÍTULO 54: NO ME PUEDO ENFADAR
CONTIGO
Desde el momento en que había decidido perdonar a papá, supe que no
podía volver a reprocharle lo que había pasado: él había sido injusto conmigo,
pero yo también la había cagado muchas veces y siempre me perdonaba. Sin
embargo era difícil hacer como si nada cuando Michael, que era el verdadero
culpable, salió de rositas. Y no es que quisiera que le castigara a él, ¡lo que
quería era que no me castigara a mí! Si aquello era porque Michael ya tenía
dieciocho, ¡yo estaba cerca de cumplirlos! Si a él le valía la excusa a mí
debería haberme valido también, jolines.
Siempre había sabido que papá no nos trataba igual a todos. Aquello
podía parecer elitista, como si tuviera favoritos, pero en verdad era algo
bueno: éramos diferentes, así que era normal que nos tratara diferente. Zach
era más sensible que Harry, aunque tuvieran la misma edad, por ejemplo.
Generalmente esa forma de ser de papá nos beneficiaba… buscaba la forma de ser
bueno con cada uno de nosotros… pero conmigo a veces era más duro, y no estoy
seguro de que fuera solo por ser el mayor. Además ya no lo era, no desde que
había llegado Michael.
Papá me descubrió
mirándole fijamente, mientras lavaba una olla. Cerró el grifo y me devolvió la
mirada.
-
Conozco
esa expresión… ¿sigues enfadado?
Negué con la cabeza.
-
No, ya
nos perdonamos…
-
¿Entonces?
-
Me
gustaría saber si cuando tenga dieciocho también me podré librar tan fácil como
Michael cuando meta la pata…
Papá me dedicó una sonrisa dulce y me acarició la mejilla.
-
No tienes
que esperar tanto. No volveré a hacer algo así, Ted, te lo prometo. Jamás
hablaré contigo estando tan alterado.
Entendí que no me estaba prometiendo no volver a castigarme, sino que
se aseguraría de estar calmado y de tener verdaderos motivos antes de hacerlo.
Me conformé con eso, porque además sabía que cuando papá prometía algo no lo
decía por decir, sino con intención de cumplirlo.
-
Bueno… -
acepté. – Aichs, jo, me has empapado –
protesté, porque tenía las manos húmedas por haber estado fregando. Papá me
salpicó entonces, como para demostrarme lo que era de verdad empapar.
Si íbamos a jugar a eso, yo tenía las de ganar. Llené un vaso de agua y
se lo eché por encima. Papá abrió mucho los ojos y durante un segundo pensé que
iba a empezar a gritarme. Creo que él lo pensó también, pero después cambió de
idea y se limitó a devolverme la jugada. Me empapó el pelo y la camiseta.
- Ya, ¿eh? Se acabó el juego – me dijo, serio, pero no enfadado.
Contuve una risita, y asentí. – Hay que ver, qué niño eres, caramba.
-
Pero a ti
te encanta.
Aidan rodó los ojos, y cuando pasé a su lado trató de darme una
palmada, pero le esquivé.
-
Ted, ven
aquí.
Le miré algo triste. No pensé que de verdad se hubiera enfadado. Creía
que seguíamos jugando…
-
Sí, pá –
respondí y caminé hacia él, alicaído, arrastrando los pies. Pero cuando me tuvo
cerca simplemente me dio un abrazo.
-
¿No te
has dado cuenta? Has saltado, canijo. Ahora mismo, para esquivarme, has dado un
saltito. Eso significa que ya vas mejor. En una semana estarás corriendo por
ahí, ya lo verás.
Lo pensé un segundo y me di cuenta de que tenía razón. Poco a poco, una
inmensa sonrisa se adueñó de mí.
-
El médico
dijo que si mejoraba ya no tendría que ir a rehabilitación todos los días. ¿Eso
significa que ya puedo ir a clase? – pregunté. Echaba de menos a mis amigos.
Hablaba con ellos por Facebook, por Whatsapp y tal, pero no era lo mismo. Se
acababa nuestra época de instituto, aquél año tenía que servir para asegurar
una amistad de por vida… No quería perdérmelo y que poco a poco se olvidaran de
mí.
-
Bueno,
tenemos que esperar a ver qué dice mañana, pero yo creo que sí. De todas
formas, no tengas prisa, campeón. Lo más importante es que te recuperes del
todo.
Papá había cambiado
sus prioridades desde que me operaron la cabeza. Generalmente se obsesionaba
con que fuéramos bien en el colegio, porque era consciente de que no podía
pagarnos una carrera universitaria a todos. Debíamos conseguir becas por
nuestros propios medios y aunque no era especialmente exigente, creo que le
hubiera dado un ataque si alguno de nosotros hubiera repetido curso alguna vez.
Pero desde lo que me pasó, que yo perdiera el año no parecía importarle en
absoluto. Supongo que me prefería sano y repetidor a paralítico de por vida.
Últimamente me había
enfadado varias veces con papá… primero por irse del hospital, luego frustrado
por la rehabilitación y pagándola con él, y finalmente aquél día, cuando me
culpó por lo que había hecho Michael. Pero lo cierto es que Aidan había sido increíblemente
genial conmigo. Me había ayudado a vestirme, a bañarme, a moverme de un lado a
otro, y sobre todo, había estado pendiente de mí, sobreponiéndose a sus propios
sentimientos, lo cual no había tenido que ser fácil. Siempre había mantenido un
espíritu positivo, diciendo que me iba a poner bien, pero seguro que por dentro
estaba tan asustado como yo. Repentinamente consciente de eso, le abracé por
detrás y apoyé la cabeza en su espalda. Aidan sonrió y se dio la vuelta poco a
poco.
-
¿Sabes?
Cuando cumpliste quince pensé que se habían acabado los abrazos, pero desde los
diecisiete has vuelto a ser mi enano mimoso. ¿Puedes quedarte así para siempre?
– me preguntó.
-
Mmm.
Puedo intentarlo – le sonreí.
Y así fue como papá
se olvidó de los platos y dedicó un buen rato a mimarme como si de pronto me
hubiera convertido en Kurt. Acordarme de él me hizo pensar en algo…
-
¿Crees
que los enanos estarán bien después de la visita de Andrew? – me preocupé.
-
Sí… Son
fuertes y él en verdad no ha formado parte de sus vidas… Aunque verle ha
reabierto viejas heridas, y espero ser capaz de ayudarles a cerrarlas…
-
¿Y tú?
¿Tú estás bien? – le pregunté, porque alguien tenía que ocuparse de que él
estuviera bien también.
Papá perdió la
sonrisa de los ojos por un segundo.
-
Es
difícil admitir que me siento amenazado por mi propio padre. Pero lo cierto es
que cuando le vi todo lo que quería era poner una cadena alrededor de vosotros
para que nos os pudiera alcanzar, y no solo por miedo a que os haga daño sino…
por miedo a que os quiera recuperar, o algo… - admitió. Sé que le costó
decirlo.
-
Bueno,
pues que lo intente hasta el cansancio, porque yo ya tengo un padre y no lo
cambiaría por nada – le aseguré.
-
Puaj.
Buscaros un hotel. – protestó Alejandro, que justo entraba en la cocina en ese
momento, buscando algo de picar. Se llevó los dedos a la boca haciendo como si
quisiera vomitar. – En serio, ¿es necesario que seáis tan pastelosos?
-
¿Es
necesario que tú seas tan cascarrabias? – replicó papá. – Si lo que tienes son
celos, no tienes más que venir aquí, y dejar que te mime a ti también…
-
Puaj. – reiteró Alejandro – Mejor vuelvo al salón,
le estoy ganando a Zach. Solo vine a coger patatas y un refresco.
-
A
propósito de eso, dile a Zach que venga ¿quieres?
Alejandro hizo una
mueca, como si papá le hubiera pedido algo que requiriera un gran esfuerzo, y
se fue. Por su parte, la frente de papá se arrugó un poquito, justo como cada
vez que iba a regañar a alguien.
-
¿Está el
enano en problemas? – indagué.
-
No lo sé,
eso es lo que pretendo averiguar. Dijo algo acerca de una llamada del colegio.
-
Bueno,
pues no puedes enfadarte con él. No hoy. – le dije.
-
¿Ah, no?
-
Nop. Te
lo prohibo.
-
¿Que me
lo prohibes? Ven aquí, tú, mocoso atrevido. – regañó papá, pero riendo mientras
lo hacía y creo que de haberme atrapado nada me hubiera librado de una tortura
de cosquillas, pero por suerte para mí, Zach entró en ese momento.
-
ZACHARY´s POV-
Estaba acostumbrado a que mi vida diera giros bruscos. En casa los
hermanos no venían como algo planeado, sino que de pronto te llovían y tenías
que adaptar tu vida a su presencia. Lo que nunca imaginé es que el motivo de
esa “lluvia de hermanos” viniera a casa. En la lista de cosas improbables, una
visita de Andrew ocupaba el primer puesto.
Alejandro no se lo había tomado nada bien. En verdad yo tampoco, pero a
mí no me dio por romper cosas, tan solo hubiera deseado que Andrew no hubiera
venido nunca. Verle dolía un poco, porque se parecía mucho a papá y no podía
pretender que era un extraño.
Por suerte o por desgracia, tenía otras cosas en la cabeza que me
distraían de esos pensamientos. En un momento de debilidad, le había dicho a
papá que iban a llamar del colegio y eso había reducido drásticamente mis
últimos minutos de vida. Michael había dicho que papá estaba ahora más blando
que nunca, pero no sabía si creerle del todo… Fui a buscarle cuando Alejandro
me llamó y no pude evitar que se formara un pequeño nudo en mi estómago.
-
¿Me
llamabas? – pregunté, intentando sonar lo más inocente posible.
-
Aham. Sabes
por qué, ¿no?
-
¿Porque
estoy en líos? – respondí, aunque sonó más bien como una pregunta.
Papá asintió con una media sonrisa, como diciendo “chico listo”.
Suspiré.
-
¿Me vas a
decir que es lo que hiciste? Me sentará mejor si me lo dices tú que si me entero
cuando me llamen del colegio, ya deberías saberlo.
Volví a suspirar. Hice lo posible por esquivar su mirada y así descubrí
que me colgaba un hilo suelto de la camiseta. Tiré de él por un rato,
sorprendido de que papá no me insistiera para sacarme una respuesta, pero
finalmente entendí que no podía alargarlo más: ni el hilo, ni el tiempo.
-
Te vas a
enfadar mucho – murmuré, levantando por fin la mirada.
Papá abrió los ojos con sorpresa y luego me sonrió con ternura, como
hacía con Kurt cuando hacía alguna de sus monerías.
-
¿Mucho?
Mira que lo dudo. Yo contigo no puedo enfadarme, ya me conoces – me dijo, y mi
revolvió el pelo. - Vamos, campeón.
Mientras no hayas hecho nada peligroso, estamos bien. ¿Qué es, por las notas?
¿Te va a quedar alguna, tal vez?
Negué con la cabeza. Las notas me iban bien, de momento.
-
Es que…
hice algo malo. – soné como un niño pequeño. Estoy seguro de que papá también
lo percibió.
Le escuché resoplar. Seguramente empezaba a frustrarse por tener que
sacármelo todo gota a gota. No hubiera tenido tantos reparos en hablar claro de
no saber que aquella vez la había fastidiado bastante…
-
¿Algo
malo del tipo “me echaron de clase por armar jaleo” o del tipo “hice pellas”? –
inquirió.
Creo que tendría que haberse imaginado que era algo “malo, malo”, o si
no no le habría dicho que iban a llamar a casa. No llamaban a casa por
tonterías.
-
Algo malo
del tipo “me mandaron con el director” y puede que le haya…mmm… puede que le
haya mandado a la mierda…
-
¿Al
director? – dijo papá, y resopló. Bueno, no parecía tan enfadado como había
previsto. - ¿Le hablaste así a tu
director? Brillante, Zach, estupendo. ¿Y por qué te mandaron ahí en primer
lugar?
-
Mmm…
-
Zachary…
-
Puede
que… puede que le haya tirado un globo de agua al profesor de ciencias… Es
decir, no quería darle a él, estábamos en el patio y me falló la puntería, y…
Guardé silencio esperando un grito, pero el grito no vino. A decir
verdad, papá apenas parecía alterado.
-
Bueno,
eso no fue tan grave. No hace tiempo para jugar con globos de agua, pero no me
parece que sea para ponerse así… Me parece mucho más grave lo que le dijiste al
director, y ahora hablaremos de eso, pero no debieron mandarte allí en primer
lugar, fue una tontería… - dijo papá.
-
Mm… Ahora
imagina… Imagina que sí le di aposta al profesor… y que en vez de un globo de
agua fue de agua… y harina. Y que su precioso traje de ochocientos dólares
quedó arruinado… Y que… posiblemente el colegio quiera que paguemos por él.
-
¿Qué? ¡Yo
te mato! ¡Te mato! – gruñó papá. Después respiró hondo una vez, y otra, y un
par de veces más. - ¿Puedo saber por qué decidiste bombardear a tu profesor?
-
Will
pensó que sería divertido… el profe se lo merecía porque está siendo un capu…
mmm… un borde en clase. La idea era hacerlo sin que nos viera… pero nos vio.
-
Es una
tontería tan grande que no sé ni por dónde empezar. ¿Crees que las cosas se arreglan con
venganza? ¿Como el tipo te cae mal puedes hacerle eso?
-
Will
dijo…
-
“Will
dijo”. “Will piensa”. ¿Ahora haces todo lo que te dice Will? Eres más
inteligente que eso. ¡No puedes atacar así a tu profesor!
-
Lo siento
papá… Lo hice sin pensar… Sé que fue estúpido.
Papá rechinó los dientes, como si estuviera masticando algunas palabras
para no decirlas. Sacudió la cabeza y después pareció algo más tranquilo.
-
Ochocientos
dólares… ¿Quién lleva un traje de ochocientos dólares a un colegio? Madre mía,
es mucho dinero…
-
Pero…
ahora lo tenemos ¿no? – pregunté preocupado – Además, no creo que se lo tengas
que pagar… quizá solo hay que pagarle el tinte y...y lo pago yo…
-
Oh, sí,
eso tenlo claro – me aseguró.
-
De veras
lo siento, papá… No sé por qué lo hice… A veces, cuando estoy con Will, o con
cualquier otro de mis amigos… no pienso… Es como si mi cerebro se apagara por
unos segundos, sin previo aviso…
Sorprendentemente, papá sonrió un poco.
-
Acabas de
resumir la adolescencia. – me dijo. Luego intentó borrar la sonrisa, pero no lo
consiguió del todo. – El caso es que no puedes hacer algo así. Y ya no habló
solo de la tontería de los globos. ¿Cómo se te ocurre hablarle así al director?
¿Desde cuándo eres tan maleducado?
-
Lo
siento… Es solo que… no me gustó la forma en la que me habló…
-
¿Por qué?
¿Fue irrespetuoso contigo? – dijo papá. Esa era una de las cosas que más me
gustaban de él: nunca daba por sentado que cuando tenía un conflicto con un
adulto, este tuviera toda la razón y yo ninguna. Solía buscar los motivos para
cada cosa, en vez de soltar un “respeta a tus mayores, da igual lo que ellos
hagan”.
-
No, es
que… Me confundió con Harry, y ¡venga ya! Ni siquiera nos parecemos tanto. No
somos gemelos idénticos. Me confundió con él y empezó a leerme un historial de
cosas que yo jamás hice. ¡Y ni siquiera me escuchó cuando traté de explicarle
que yo era Zach!
No sé si papá podía entender lo molesto que era aquello. En bastantes
problemas me metía yo solo como para que encima me adjudicaran también los de
mi hermano.
-
Comprendo
que eso te moleste… pero no está ni cerca de justificar lo que le dijiste.
-
Ya sé…
-
¿Y si te
expulsan, eh? ¿Y si pierdes el curso por una tontería así? Has tenido suerte de
que todo vaya a quedarse en una llamada y un poco de dinero.
-
No se
quedó en eso… me… me castigaron sin recreo toda esta semana.
-
Merecido
lo tienes – murmuró papá.
-
¿Estás
muy muy enfadado? – susurré.
-
No,
enano. Ya te dije que contigo no puedo enfadarme, mocoso. Y menos hoy. Hoy soy
a prueba de tonterías adolescentes. Pero eso no va a ayudarte ni un poquito
ahora.
-
Ugh… ¿Y
no podemos hacer como que ya me castigaste?
-
Mm, lo
siento, pero no funciona así.
-
Me lo
temía…
Inconscientemente miré hacia la puerta, pero no pensaba salir
corriendo. Esperé a que papá se sentara
y luego me acerqué. Aquella situación la conocía de sobra…
Tiró de mí para tumbarme encima de él. No había estado seguro de que me
dejara conservar los pantalones, debía ser cierto que aquél día estaba más
blando que de costumbre.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Fue un poco más directo que otras veces, parecía que quería acabar
rápido con aquello.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
Tienes
que pensar un poco antes de actuar, campeón. Aunque estés con tus amigos. Si
ellos no son sensatos, tú tienes que serlo.
Supuse que tenía razón. Mis
amigos podía permitirse ser un poco idiotas, pero yo no, porque mi padre tenía
una forma particular de tratar mis cagadas…
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
¿…Crees
que a Will su padre también le… le “esto”?
-
¿Qué?
¿Ahora es el momento de preguntarlo?
-
Me vino a
la cabeza…
Escuché a papá gruñir y murmurar incoherencias como “le estoy
castigando y él pensando en…” “ay que ver este chico…”. Me levantó para mirarme
a la cara y descubrí en él una expresión inquisitiva, como si me estuviera
estudiando.
-
¿Por qué
pensabas en eso?
-
Bueno,
porque me estabas pegando y me pregunté si su padre se lo haría a él también…
Nunca hablamos de eso…
-
No me
parece la típica conversación, la verdad. No lo sé, Zach. No tengo la menor
idea. No me preocupo en cómo los demás educan a sus hijos, solo…
-
Solo en
cómo lo haces tú, ya lo sé. ¡Pero es normal que me lo pregunte! Mi vida podría
haber sido muy distinta. Si Andrew fuera mi padre no creo que hiciera esto… ¿o
sí? – quise saber. Nunca había pensando en que los castigos de papá podían ser
aprendidos.
-
No – me
confirmó. Luego, casi de forma distraída, me sentó encima de él. Se me
encendieron las mejillas, porque eso me hizo sentir pequeño, pero tampoco
quería levantarme. Aquello le salía solo porque estaba acostumbrado a los
peques y a veces se olvidaba de que yo
no lo era. – Él no lo haría.
Probablemente el padre de Will tampoco lo haga.
-
¿Y por
qué tú sí? – me quejé.
-
Porque
tuviste mala suerte ^^
Involuntariamente, los ojos se me aguaron un poco, porque de pronto me
vino a la cabeza que me acababa de pegar, como si antes se me hubiera olvidado.
-
¡Ey! ¿Qué
pasa, campeón? No me llores… - pidió papá, y me besó en la frente.
-
¿Se han
acabado ya los azotes? – le pregunté. Papá se ruborizó un poco. ¡Ah, si le daba
vergüenza oír la palabra, entonces no debería hacerlo, hum!
-
¿Ya no
harás más tonterías? – quiso saber. Negué con la cabeza. – Está bien, enano.
Pero la próxima vez que le hables a quien sea como le hablaste a tu director,
te enjabonaré la boca. Si piensas que mis castigos son anticuados, espera a ver
cómo se siente que te laven la boca como en el siglo XVIII…
-
Yo no
dije que fuera anticuado, dije que eres malo – le acusé.
-
¿Ah, sí?
¿Malo, eh? ¿Y si te hago cosquillas?
-
¡No
tengo!
-
¿Qué no?
Me levanté y salí corriendo antes de que lo probara, porque sí tenía, y
muchas.
-
Aidan´s POV –
Zach era una curiosa mezcla de tierno y caradura que definitivamente
rompía todos mis esquemas. De alguna forma todas sus travesuras tenían un toque
infantil, y por grandes que fueran sus meteduras de pata, no me podía enfadar
con él… Era un problema, de verdad, porque alguien tenía que enseñarle modales
al chico, pero yo simplemente era incapaz. Hice un poco de teatro y esperé que
eso fuera suficiente, porque secretamente yo tampoco soportaba a ese profesor,
y un globo de agua enharinado me parecía una venganza justa para la forma
despectiva con la que trataba a sus alumnos en clase. Ese hombre también había
sido profesor de Alejandro, y más de una vez tuve encontronazos con él…. Deseé
que Zach nunca me hubiera oído decir nada en su contra, o si no yo sería
parcialmente culpable de su emboscada.
Dejé que se fuera, aunque tuve ganas de perseguirle y demostrar como sí
tenía cosquillas. Me quedé pensando en lo que me preguntó sobre su amigo. Pensé
que me iba a tocar enfrentarme a una charla del tipo “No es justo, a mis amigos
no les castigan así”, pero Zach se había sentido más curioso que molesto.
Con la mayoría de mis hijos mayores jugando a la consola en el piso de
abajo, las habitaciones estaban bastante silenciosas, así que fui a ver qué
hacían los peques. Dylan estaba contando sus canicas. Desde que se las había
quitado, las contaba dos veces al día, como si tuviera miedo de que al
devolvérselas me hubiera quedado con alguna. Me hacía sentir mal, como si me
creyera capaz de hacer algo así, para lastimarle. Esperaba que todo aquello
hubiera servido de algo, y que nunca volviera a autolesionarse para evitar que
regañara a alguno de sus hermanos.
Me senté con él en su alfombra.
-
Hola
campeón. ¿Están todas? – pregunté. Él asintió. – Yo creo que no hace falta
contarlas más, ¿mm?
-
¿Y si
alguien las c-coge?
-
Nadie las
va a coger. Todos saben que son tus canicas y que son muy importantes para ti.
-
Son las
canicas de Dylan.
-
Eso es.
Las canicas de Dylan – afirmé, e hice además de coger una para guardarla en la
caja, pero él me dio un manotazo. Suspiré. –
Ya hemos hablado de esto, Dylan: no se pega. Si no quieres que las coja,
me lo dices. Con palabras.
Dylan miró al suelo y se frotó las manos.
-
Malo,
Dylan… malo. – dijo, poniendo algo muy parecido a un puchero. Mi niño. Me lo
comía enterito. Le levanté un poco para sentarle encima de mí.
-
No, Dy,
no eres malo. – traté de darle un beso y no me esquivó. Quise gritar de alegría, pero intenté
contener el entusiasmo. - ¿Qué has estado haciendo, peque? ¿Has estado con las
canicas todo el rato?
Negó con la cabeza, y señaló el despertador de Barie. Se había caído al
suelo el otro día, y había dejado funcionar, pero Dylan parecía haberlo
arreglado.
-
Mírate,
qué listo eres, campeón. Muchas gracias por arreglarlo. Ten, en pago por tus
servicios – bromeé y rebusqué en mi bolsillo en busca de un caramelo. Se lo di
y él lo apartó a un lado.
-
Ese no me
gusta. Q-quiero a-amarillo.
No es que quisiera un caramelo de limón, era solo otra de sus manías:
solo comía caramelos que vinieran envueltos en papel amarillo. A veces se me
olvidaba.
-
Mmm. Es
que de esos ya no me quedan. Pero este
está bueno igual.
Dylan no parecía muy conforme. Dejó el caramelo al lado y no supe si se
lo iba a comer o no.
-
¿Me das
un beso? – le pedí.
-
Mm. Es
que de esos ya no me q-quedan – me respondió, y cogió el caramelo, para
desenvolverlo – Pero esto está bueno i-igual – añadió, y me metió el caramelo
en la boca.
Había hecho una broma. ¡Mi pequeño había hecho una broma! Me reí como
hacía tiempo que no me reía, porque no estaba acostumbrado a tener una
conversación tan normal con él.
-
¿Me dejas
sin besito porque no tengo el caramelo que te gusta? Qué duro – protesté.
En ese momento entró Alice al cuarto, haciendo pucheritos y con los
ojos húmedos.
-
¡Papito!
– me llamó, y se tiró a por mí. En seguida me puse alerta. Temía que aquello
fuera una reacción a la visita de Andrew… - ¡Se me ha acabado el chocolate!
Sonreí un poco y me relajé. No era nada serio. Solo mi bebé, poniéndose
triste por cosas de bebé. La cogí en brazos y la senté encima junto a Dylan.
-
Pobre bebé.
Con lo bueno que está el chocolate.
-
Quiero
maaaash – gimoteó.
-
Pero si
comes más luego te dolerá la tripita. Además, ¿cómo puedes tener hambre si hace
poquito que hemos comido? ¿Cómo te cabe tanto ahí dentro, ehm? - pregunté, y la apreté el estómago suavemente,
haciéndola reír.
-
Jijijiji….
:o ¿Estas comiendo un “amelo”? ¡Yo también “quielo”!
Sopesé por unos segundos si debía darle uno, cuando ya había comido
chocolate. Decidí que sí. Tal vez fuera la opción equivocada, pero la verdad es
que les dejaba comer bastantes chucherías. Por algo eran niños…
-
Ten. ¿A
ti no te importa que no sea amarillo?
Negó con la cabeza y abrió la boca para que se lo diera. Desenvolví uno
y se lo di. Parecía feliz como si hubiera ganado la lotería.
- HOLLY´s POV -
Lo más parecido a una misión imposible es cambiar el pañal a tres bebés
de menos de dos años que no aguantan quietos ni un segundo. Siempre les tumbaba
a los tres sobre mi cama, pero cuando estaba con Tyler, Avery se levantaba y se
bajaba del colchón a explorar el mundo. Y si no tenía cuidado, Dante rodaba y
se caía de la cama. Aunque era estresante, lo cierto es que había como un
puntito divertido en ver a mis lombricitas tan inquietas. Era como jugar al
pilla pilla y ver quién era más rápido: si ellos o yo.
Ocasionalmente, sin embargo, Avery conseguía escapárseme y se iba de
paseo por la casa. Alguno de mis hijos más mayores solía atraparle y venía a
devolvérmelo. En esa ocasión fue Sean, que le trajo en brazos y le dejó sobre
la cama, sin siquiera dedicarme una mirada ni dirigirme la palabra. Suspiré.
Estaba enfadado porque no había cumplido mi palabra de traer a Aidan para que
lo conociera. No conseguía hacerle entender que conocer a una persona llevaba
su tiempo, y no podía apresurar las cosas. Además, me daba algo de miedo
invitarle, la verdad… Bien sabía yo que no iban a recibirle con los brazos
abiertos. Cada vez que me llamaba por teléfono, me tenía que esconder.
¿Qué tenía con Aidan, de todas formas? ¿Era amistad? ¿Era algo más? Nos
habíamos besado… Y más que eso: habíamos hablado de lo que ambos queríamos. Me
daba algo de miedo lo genial que él parecía: la vida me había enseñado que
nadie es perfecto, y me asustaba la posibilidad de descubrir que bajo aquella
sonrisa Aidan era un monstruo, o algo así.
Todo lo que sabía de él por el momento me gustaba. Aunque me parecía
algo impaciente y sobre exigente con sus hijos. Les había regañado varias veces
estando yo en su casa, y a mí no me habían parecido ni de lejos tan terribles.
Se había enfadado mucho con Alejandro y Harry, y eso me hizo pensar en que sus
hijos realmente no debían de darle grandes problemas. Qué suerte la suya u.u
Me había aprendido los nombres de sus chicos. Eso me sorprendía
bastante, porque tenía la cabeza llena de fechas, y listas, y muchas otras
cosas, pero de alguna manera lo había conseguido… Su familia me parecía tan
adorable. Especialmente los chiquitines. Oh, a Kurt me lo iba a comer.
Avery llamó mi atención al intentar bajarse de nuevo.
-
¿Me
ayudas con tu hermano? – le pedí a Sean.
-
Que te
ayude el escritor.
-
¡Sean!
¿Aún sigues con eso?
-
Dijiste
que si seguías viéndole nos lo ibas a presentar. Ya ha pasado una semana y os
llamáis por teléfono todos los días. Es evidente que vas a seguir con esta
estupidez, pero aún no le conocemos.
-
Os lo voy
a presentar, cariño. Solo es difícil cuadrar nuestros horarios, los dos estamos
muy ocupados. Y tengo que ver un buen momento para traerle aquí, cuando estéis
todos y…
-
Excusas –
ladró, y se marchó del cuarto.
Suspiré. En parte sí eran excusas. La familia de Aidan era tan perfecta
que me daba miedo que conociera la mía. No es que avergonzara de mis hijos:
eran lo mejor de mi vida. Pero me daba miedo que Aidan me juzgara, y me llamara
mala madre, cuando yo ya sabía que lo era.
Pero no todo eran excusas. Realmente no quería acelerar aquello. Quería
ir despacio, tanteando el terreno, para que ni Aidan, ni yo, ni sus hijos ni
los míos salieran lastimados. Me gustaba la forma en la que él me hacía sentir,
como si hubiera… esperanza… y no quería arruinar ese sentimiento. Pero no podía
postergarlo para siempre… Cuando terminé con el cambio de pañales, decidí que
tenía que ser valiente. Después de todo yo ya había conocido a su familia. Era
el momento de que conociera la mía.
Cogí el móvil y marqué su número. Lo cogió al tercer toque.
-
¿Dígame?
-
¿Aidan?
Hola, soy Holly.
-
¡Holly!
Qué alegría oírte. Estaba por llamarte, pero ufff…. Hoy ha sido un día de
locos. Tengo tanto que contarte, que no sé por dónde empezar. ¿Tienes tiempo?
-
Mm… sí.
Pero tengo que decirte algo, y quiero hablar primero, o si no, no lo diré.
-
Oh.
Claro. Dispara.
-
¿Te
gustaría conocer a mis chicos? Podrías venir aquí, y… ellos quieres conocerte,
más o menos. En cualquier caso, creo que deben hacerlo, si es que… vamos a seguir
viéndonos. Y yo ya conozco a los tuyos.
Hubo unos instantes de silencio que me alarmaron un poco.
-
Me
preguntaba cuando me lo dirías. Me muero de ganas, Holls. Sólo dime un día.
“Holls”. Nadie me había llamado nunca así, salvo de niña. Sonreí,
inconscientemente, y solté el aire que había estado reteniendo. En verdad, ya
había esperado que él dijera que sí, pero había tenido miedo de que fuera un
“sí” forzado. Aquello pareció un “sí” verdadero.
Genial! Gracias por subir otro capítulo Dream. Me cae tan bien Zachary, sensible pero curioso, como muy diplomático.
ResponderBorrarRespecto a Holly ¿No había descubierto algo raro Michael? Saludos y continúa pronto please!
No sé si es porque diario espero con ansias que publiques o porque en realidad este es el capitulo más corto que has escrito! Me he quedado con muchísimas ganas de más :D Espero que pronto la continúes! Adoro tu historia! Mando un abrazo gigante de oso!
ResponderBorrarPor cierto, extrañe mucho a mi Alejandrito :P A ver si en el sig cap interviene más!
Mmm. Ya estaba esperando este encuentro, se me hace que va a ser mucho más "entretenido que cuando Holly conoció a los hijos de aidan. Que bueno volver a leerte.
ResponderBorrarSigue sin caerme bien Holly... ejeje... Pero bien, es tu historia, sólo tú sabes por dónde va a ir! =D Lindo capítulo, aunque al leerlo es como que sentí que Aidan sólo espera lo mejor de Ted y al resto se las deja un poquitín más fácil! No sé por qué, pero me dio esa impresión.
ResponderBorrarExcelente capi Dream!!..
ResponderBorrarQue bueno que Aidan y Ted ya se vuelvan a llevar bien!!
Y si tampoco estuve de acuerdo con que Michael se saliera sin castigo!!!