CAPÍTULO 105: La competición (parte
3) - Rescate
Fue el ruido lo que me hizo reaccionar. El sonido de
un plástico en semitensión siendo golpeado por dos cuerpos precipitados con
violencia. Sean y la chica cayeron sobre la lona y casi al mismo tiempo
comenzaron a hundirse, pues la lona no podía soportar su peso y las fijaciones
se soltaron, provocando que se plegara.
No me quedé a ver lo que sucedía después, porque ya lo
sabía: el plástico se enredaría alrededor de sus cuerpos, dificultándoles la
ascensión para tomar aire. Se pondrían nerviosos, agitarían los brazos y las
piernas y así solo empeorarían su trampa, ya que el plástico mojado les sería
muy difícil de retirar. Todo ello sin contar con que deberían luchar también
contra la fuerza de la succión. Con suerte, el plástico se interpondría entre
ellos y el orificio.
Corrí hacia la piscina, pisé mi deportiva izquierda
con la derecha y viceversa para descalzarme y me lancé al agua. La lona ya
había comenzado a arrugarse y a envolverles como un papel a un caramelo.
Era peor de lo que había imaginado: Sean y Danielle
seguían forcejeando. Ella había puesto una mano sobre la cara de su adversario,
como para apartarle. Él intentaba quitarle un móvil que seguramente no tuviera
ya ningún valor. Igual que el mío, mierda. No me lo había sacado antes
de tirarme, pero eso carecía de importancia en aquel momento.
Fue Danielle, por su entrenamiento en natación, la
primera en darse cuenta de que estaban en peligro. Soltó a Sean y comenzó a
emplear sus fuerzas en intentar liberarse de la lona. Sean se interponía en su
camino, pero no a propósito, sino porque se estaba quedando sin aire. Ninguno de
los dos había estado preparado para sumergirse, así que no habían llenado sus
pulmones.
Logré acercarme a ellos y tiré de Sean para sacarle de
su prisión de PVC. Me aseguré de que su cabeza quedara totalmente fuera del
agua para que pudiera respirar bien, pero aún tenía que llevarle hasta el
bordillo. En seguida me di cuenta de que no solo no sabía nadar, sino que
estaba aterrado, como si le tuviera pánico al agua.
“¿Y no podías haber pensado en eso
antes de hacer una embestida kamikaze?” pensé, para mí, pero no era el
momento para los reproches. Su madre ya se encargaría de eso.
-
Tranquilo, Sean. Cálmate, ya te tengo, pero necesito que
estés quieto.
Es muy diferente arrastrar un cuerpo inerte que un
amasijo de manotazos histéricos.
Sentí que alguien más se zambullía en el agua a mi
derecha. Aaron se había lanzado a por la chica, Danielle, que estaba ya casi
atrapada en el plástico por completo.
-
¡Sácale de aquí! – me pidió.
“Eso intento”
Me hubiera molestado que me diera una orden tan obvia
de no ser por la enorme preocupación que destilaba su expresión. Aaron quería
dejar a la chica y venir a ayudarme con Sean, pero eso no era lo correcto y su
sentido de la moralidad entraba en conflicto con sus ganas de proteger a su
sobrino.
Le vi desenredar a Danielle y me concentré en tirar de
Sean, que no me lo estaba poniendo fácil. Ya casi habíamos llegado al bordillo,
estaba más cerca que las escaleras. Le empujé para ayudarle a subir y solo
entonces respiré hondo, repentinamente agotado por el esfuerzo. Escuché un
burbujeo extraño detrás de mí. La succión era de pronto mucho más fuerte,
formando un amplio remolino, como si aquello fuera un váter y alguien acabara
de tirar de la cadena.
-
¡Aaron! – avisé, porque no sabía si se había percatado.
-
¡Sal del agua! – me gritó.
Me agarré al bordillo, pero miré
hacia atrás. ¿Podrían salir ellos?
Entonces, algo se enredó en mi pie.
Una de las cuerdas con las que la lona había estado enganchada a las endebles
fijaciones rodeó mi tobillo y por más que pataleé no conseguí librarme de ella.
Tomé una bocanada de aire, consciente de que si no me
soltaba el plástico me arrastraría. Así, estuve preparado cuando una fuerza
mayor que yo me obligó a sumergirme. Me contorsioné para agarrar la cuerda.
¿Por qué rayos era tan difícil separarla de mi pie?
“Porque estás nervioso. Cálmate.
Concéntrate”
me exigí.
El agua era mi lugar seguro. No estaba dispuesto a
dejar que nada malo me pasase dentro de ella.
Podía oír voces que me llamaban a lo lejos.
“Ya voy” quise decirles.
Cuanto más me movía, más se me hincaba la cuerda en la
carne.
De pronto noté una presión bajo mis axilas y un cuerpo
que se pegaba al mío. Me sacaron a la superficie, donde pude volver a tomar
aire.
-
¿Estás bien? – susurró Aaron, a mi espalda.
-
SÍ… Mi pie… Está enredado - le expliqué. Busqué a Danielle
con la mirada y vi que ya estaba sentada en el bordillo.
Buceó para tirar de la cuerda. Sus dedos se
interpusieron entre ella y mi tobillo, aliviando un poco la presión. Consiguió
rasgarla ligeramente, pero no romperla del todo. Aún así, la estiró lo bastante
como para poder liberarme.
-
Gracias – murmuré.
-
¿Has tragado agua? – preguntó.
-
No.
-
¿Seguro?
Asentí, y traté de nadar hasta el
borde, pero él no me soltó y me llevó mientras se impulsaba con un solo brazo.
Solo en ese momento pude ver lo que estaba sucediendo fuera. Papá intentaba
venir hasta mí, pero Sam y Holly le sujetaban, intentando convencerle de que
Aaron me tenía.
Sam debía de tener mucha fuerza, o
quizá es que Aidan no les quería hacer daño, porque lograban retenerle.
-
¡Ted!
-
Estoy bien, papá – le aseguré.
Le dejaron libre para que me diera la
mano y me ayudara a salir. Apenas me permitió erguirme y me asfixió en un
abrazo, sin importarle que le empapara.
-
Madre mía, Ted… Qué susto me has dado… ¿Cómo te lanzas así, caramba?
-
La lona les iba a atrapar…
-
¡Te atrapó a ti! – me reprochó y pasó a examinarme, como si
quisiera comprobar que le había dicho la verdad con respecto a mi estado. Vi en
sus ojos que quería continuar con el regaño, pero en lugar de eso volvió a
abrazarme, cuando concluyó que estaba entero y respirando.
Aaron rechazó la mano de Sam y salió
solo. Su pelo rizado, aplastado por el agua, goteaba furiosamente. Su mirada
era tan fiera que podría matar a alguien, probablemente a Sean, pero entonces
papá me soltó y le abrazó a él, descolocándole por completo.
-
Siempre estaré en deuda contigo – le susurró.
Aaron no se resistió al abrazo, pero
tampoco se puede decir que lo recibiera. Más bien lo soportó con manifiesta
incredulidad. Miró a Holly como pidiéndole ayuda. “Socorro, tu novio se ha
vuelto loco” parecía decir.
-
AIDAN’S POV –
Pensar que me asusté cuando Ted se lanzó a la piscina
detrás de Sean y de la chica es quedarse corto. Prácticamente entré en pánico,
pero sabía que no podía bloquearme: aquellos segundos eran muy valiosos. Le
llamé y él ni siquiera me escuchó. Me preparé para seguirle, pero una mano me
lo impidió, agarrándome del hombro.
-
Voy yo – dijo Aaron.
-
Deja que vaya – me pidió Holly, antes de que le pudiera
mandar a la porra. – Es un nadador semiprofesional.
Aaron echó a correr sin esperar mi respuesta y yo no
supe qué hacer. Sabía nadar, pero lo básico, y con aquel enorme trozo de
plástico y demasiadas personas en el agua podía ser un estorbo más que una
ayuda. Me dije que mi niño estaría bien. Ted estaba en su elemento. Ya casi
había sacado a Sean…
-
Aaron es campeón estatal. Él enseñó a nadar a Blaine – me
dijo Holly, buscando tranquilizarme. Me apretó el brazo y supe que estaba tan
preocupada como yo.
Ted sacó a Sean y Holly corrió hacia su hijo, para ver
si estaba bien. Yo quería ir con ella, pero no podía apartar la mirada de Ted.
¿Por qué no salía?
Aaron estaba rescatando a la muchacha e intentaba
esquivar el remolino que se había formado.
-
¡Ted! – gritó Cole, acercándose peligrosamente. Le sujeté.
-
Ni se te ocurra – le advertí, leyendo sus intenciones, que no
eran muy diferentes a las mías. - ¡Michael, quédate con él! – exclamé. Ted me
necesitaba.
Mi hijo se había enredado a la lona y
no podía salir del agua. Busqué algo que pudiera servir para cortar la cuerda,
pero allí no había nada. Daba igual, le arrastraría con el plástico incluido.
Una mano me aferró por la muñeca.
-
¡Suéltame! – exigí, girándome para descubrir que se trataba
de Sam.
-
Espera a que salga – dijo solamente. – Aaron va a por él.
Me fijé en que ya había sacado a la
chica y entonces iba a por mi hijo. Le sostuvo y después buceó y soltó sus
ataduras. No sé si yo hubiera pido contener el aire tanto tiempo.
-
¡Ted! – llamé, como si escuchar su nombre fuera a servir de
algo.
Sam y Holly me sujetaron para que no hiciera ninguna
tontería. Aaron le tenía. Mi niño iba a estar bien…
Los
escasos segundos hasta que alcanzó el bordillo se me hicieron eternos. Solo
cuando le tuve entre mis brazos sentí que podía respirar de nuevo. Mocosito
imprudente y heroico…
¿Cómo me las iba a apañar para seguir detestando a
Aaron cuando le debía la vida de mi hijo? No le quería cerca, le consideraba
una persona oscura y muy agresiva. Sin embargo, le abracé a él también, porque
el agradecimiento era demasiado grande. Al hacerlo, le sentí pequeño entre mis
brazos. Más allá del sentido literal (yo medía casi dos metros y él era más
bien bajito), había algo más. La forma en la que se tensó ante el contacto era
la misma en la que yo me tensaba cuando me abrazaban personas con las que no
tenía la suficiente confianza. Sus brazos rígidos junto a su cuerpo eran los
míos durante mi adolescencia, como si necesitara protección.
Holly
ocupó mi lugar con movimientos sutiles, apartándome sin que apenas me diera
cuenta para estrechar a su hermano. Aaron pareció más cómodo entonces, y al
mismo tiempo adoptó una actitud más segura.
-
No ha pasado nada – susurró él, a modo de consuelo. Aprendía
muchas cosas de su relación viéndolos interactuar. – Todos estamos bien.
Casi
parecía una súplica. “Por favor, no entres en pánico, no hay motivos”. Holly me
había dicho alguna vez que vivía esperando la siguiente desgracia, por eso a
veces no estaba convencida de que pudiéramos tener una relación sin
complicaciones. Y complicaciones era seguro que íbamos a tener, pero merecían
la pena.
Me
las arreglé para frotar la espalda de Ted y de Sean a la vez.
-
Vais a coger una pulmonía… - murmuré.
-
¡Grr! Tu hermano es un animal, Pickman – protestó la chica
culpable de todo el conflicto, apretándose los brazos porque también estaba
empapada y debía tener frío.
-
Te sugiero que te calles – le espetó Ted, en un tono áspero y
rudo que no era habitual en él. – Ya has causado suficientes problemas.
-
Debería hacer que me pagaras el móvil – refunfuñó Blaine.
Tenía en la mano el aparato, que Aaron había sacado junto con Danielle, pero ya
no servía de nada, totalmente estropeado por la inmersión.
Sorpresivamente,
la chica dio muestras de culpabilidad entonces. El reproche de Blaine le
importaba más que el de cualquier otro.
-
No pretendía que se cayera al agua… Fue tu hermano…
-
Sean, me parece que le debes una disculpa – intervino Aaron,
apretando los dientes como si se estuviera conteniendo para no explotar.
-
… Siento haberla tirado, pero se lo merecía. Le quitó la ropa
a Blaine en el vestuario y le cogió el móvil. Un remojón es lo mínimo que
merece y aún así fue involuntario. No pensé que nos fuéramos a caer, solo
quería quitarle el teléfono.
Para
tratarse de Sean, aquello me pareció una respuesta bastante razonable. No
estaba del todo arrepentido, pero tenía su punto de razón. Era necesario que
comprendiera que aquellas no eran las formas, pero estaba manteniendo una
conversación calmada y madura. Holly me había dicho que no solía tener buenas
reacciones a los regaños, especialmente cuando se producían cerca del evento
reprensible en cuestión. Se mostró entre aliviada y sorprendida y abrió la boca
para decirle algo, pero Aaron se le adelantó:
-
¿ES QUE NO ENTIENDES QUE PODÍA HABEROS PASADO ALGO SERIO? ¡A
TI, A LA NIÑA Y A TED, QUE SE LANZÓ PARA SALVARTE EL CULO! ¿TODO LO QUE SABES
HACER ES LIARTE A PUÑETAZOS Y A EMPUJONES CON LA GENTE? ¡Y NO SE ME OLVIDA LO
QUE LA LLAMASTE! Estás acumulando tantas cosas que si yo fuera tú no tendría
prisa por volver a casa.
El
breve sentimiento de conexión que había experimentado hacia Aaron se esfumó de
golpe. Sus bramidos incontrolados resonaban en el pabellón semivacío, haciendo
que Sean se fuera encogiendo, como el ratón que busca desaparecer en presencia
de un gato cuando le tiene acorralado contra la pared. Aaron se había ido
acercando a él y Sean intentaba retroceder, pero yo le tenía agarrado de la
cintura. Acabó por esconder la cara en mi brazo, como si así su tío fuera a
desaparecer.
Esa
cohibición no duró mucho, sin embargo. Juntar a Sean y a Aaron era como tener
la leña y soltar una chispa. El fuego era inmediato.
-
¡SI POR MÍ FUERA NO VOLVERÍA! ¡NO TENGO NINGÚN INTERÉS EN
VIVIR CONTIGO, GILIPOLLAS! – le chilló de vuelta.
Como ya había hecho anteriormente en una ocasión,
sujeté la mano de Aaron en el aire justo a tiempo para impedir que le diera un
tortazo.
-
La rabia no es el sentimiento adecuado para hablar con tu
sobrino – le gruñí. Casi todas las veces que Aaron se enfadaba tenía motivos
para hacerlo, casi todas sus llamadas de atención estaban fundamentadas en
malos comportamientos por parte de sus sobrinos, pero siempre lo llevaba
demasiado lejos, empezando por sus expresiones faciales y continuando por sus
palabras, a menudo crueles y desafortunadas.
-
¿Qué está pasando aquí? – nos interrumpió un hombre desde la
puerta. Era el entrenador de Blaine, creo, regresando en ese momento de donde
sea que hubiera ido. Tal vez, a dar parte del problema con la piscina o a
despedir a los padres.
-
¡Entrenador Collins! – saludó Blaine. – Mi… mi hermano se
cayó al agua…
-
¿Es usted su entrenador? – preguntó Michael, a pesar de que
era evidente. Fue una pregunta retórica para introducir sus siguientes
palabras. Me sorprendió su intervención, pero él dio un paso al frente con
rostro de determinación. – Esa chica robó la ropa y el móvil de Blaine de los
vestuarios. Pudimos recuperar su ropa, pero no el teléfono. Ella lo utilizó
para invadir su privacidad y Sean, al intentar recuperarlo, hizo que ambos
cayeran la agua.
El entrenador miró hacia la piscina y
luego hacia los que estaban mojados, deteniéndose en Ted, supongo que porque no
le conocía ni siquiera de vista.
-
¿Es cierto eso, Pickman? – le preguntó a Blaine.
-
Sí, señor.
El
hombre asintió y frunció el ceño.
-
¿Weber? – inquirió, mirando a la chica. Weber debía de ser su
apellido.
-
No lo robé… Solo era una broma – se defendió.
-
Si un chico coge la ropa de una mujer sería expulsión directa
– repuso Leah. Había permanecido hasta entonces mirando su propio teléfono con
una actitud indiferente, como si el hecho de que su hermano casi se ahogue
fuera algo que sucediera todos los días. Sin embargo, había estado más presente
de lo que parecía.
-
Y hasta igual le acusan de algún delito sexual, teniendo en
cuenta que le quitó también la ropa interior – apoyó Michael. Blaine se
ruborizó.
-
¡No me pueden expulsar! – exclamó Danielle, asustada, y
tembló un poco, aunque eso último era seguramente por la pequeña corriente de
aire que se había formado. Ted también se estremeció, y froté su brazo
intentando hacerle entrar en calor.
-
¿Tiene alguna toalla que pueda prestarnos? - pregunté.
-
Mejor que eso: tengo ropa seca en el armario. El colegio
dispone de algunos uniformes deportivos para familias necesitadas – explicó.
Miró de reojo a Holly y supe que la suya era una de esas familias. – Pueden
devolverlos el lunes. Me gustaría concertar una cita para hablar de lo
sucedido.
-
Por supuesto – accedió Holly. – Muchas gracias.
El entrenador nos guio hacia un viejo armario metálico
que abrió con una llave. Sacó cuatro sudaderas y cuatro pantalones idénticos y
los fue repartiendo entre Danielle, Sean, Aaron y Ted. Antes de entregarle el
suyo a mi hijo, decidió saciar su curiosidad:
-
¿Y tú quién eres, chico?
-
Ehm… pues yo… soy… esto… vengo con Blaine – respondió Ted,
con dificultades para describir su relación.
-
Es el hijo del novio de mi madre – replicó el aludido, con
naturalidad.
Recogimos la ropa y ellos se fueron a cambiar.
Danielle terminó la primera y salió del vestuario femenino arrastrando los
pies.
-
Mis padres me estarán buscando – murmuró.
-
El lunes les espero a primera hora, señorita Weber – dijo el
entrenador, en tono de advertencia y de despedida a mismo tiempo.
La chica prácticamente huyó corriendo de allí.
El hombre intercambió un par de palabras corteses con
Holly y después se marchó también, con la promesa de que lo que le había pasado
a Blaine no quedaría impune.
Sean, Aaron y Ted salieron del vestuario poco después.
La ropa no le quedaba del todo bien a ninguno, pues a Sean le estaba muy
grande, a Ted muy pequeña y en el caso de Aaron, aunque era de su talla,
desentonaba; tal vez porque no tenía pinta de vestir nunca de ese estilo tan
informal.
- ¡Mi móvil está vivo! - anunció Ted, con una sonrisa. Andrew
le había regalado un Iphone resistente al agua.
-
Tengo los calzoncillos empapados, no veáis qué sensación tan
extraña – murmuró Sean, cuando llegó junto a nosotros. Varios de sus hermanos y
de mis hijos se rieron, pero Aaron le dio una colleja. Al menos no fue fuerte, aunque
a mí me pareció totalmente innecesaria.
-
¡Au!
-
Finge que tienes modales. Hay mujeres delante.
-
Sabemos lo que es un calzoncillo, gracias – replicó Leah.
Aaron le lanzó una mirada de advertencia, pero no dijo
nada.
-
Necesitamos una bolsa para la ropa mojada – dijo Ted. –
Blaine, ¿nos prestas tu mochila?
-
Claro, a ver si cabe todo. Vamos.
Iban a regresar a los vestuarios
cargando con la bolsa de baño de Blaine, pero Holly retuvo a Ted suavemente. Le
abrazó, pillando a mi hijo completamente desprevenido.
-
Gracias por ayudar a Sean – susurró. – Se me olvidó decírtelo
antes.
Ted sonrió con algo de vergüenza.
-
No ha sido nada.
-
Si ha sido, tío. Salvaste a mi hermano – le recordó Blaine y
le ofreció su puño para que lo chocara. Después, se giró para mirarme a mí. –
Ni se te ocurra regañarle, ¿eh?
Alcé una ceja, divertido por su tono
recriminatorio.
-
Fue imprudente y temerario – respondí.
Ted fijó en mí sus ojos castaños y
sentí que le podía leer el pensamiento: “¿estás enfadado conmigo?”, me estaba
diciendo. Como si alguien pudiera enfadarse con él, alguna vez, bajo alguna
circunstancia.
-
Fue una buena acción – insistió Blaine. - Y lo que hice yo
antes al tirarme a por Danielle también, mamá. Está claro que esa chica hoy
tenía una cita con el peligro, ¡si han sido dos las veces que hemos tenido que
rescatarla!
Noté como Holly se mordía los labios
para no sonreír. Le revolvió el pelo, totalmente embelesada por ese chiquillo
descarado y encantador.
-
Al menos no te tiraste esta segunda vez – le felicitó.
-
Ted se me adelantó y luego vi al tío Aaron y sabía que
estarían bien.
Me extrañó que, pese a todo, le
tuviera tanta confianza a su tío, como si su presencia fuera garantía de
seguridad. Como si ninguna piscina ni ninguna otra amenaza en el mundo pudieran
hacerle frente. Era una percepción infantil, propia de los niños con sus
padres, al pensar que son superhéroes invencibles.
-
Yo arriesgo el pellejo por tu móvil y tú no te preocupas de
que no me ahogue – gruñó Sean, repentinamente molesto con su hermano.
-
No es eso, ¡claro que me preocupé! – protestó Blaine. – Y te
agradezco que me defendieras, aunque no tenías que hacerlo así. Al final no ha
servido de nada, me he quedado sin teléfono.
-
¡Oh, pobrecito! – replicó Sean, con sarcasmo. - ¡Y yo me voy
a quedar sin culo!
Sin poderlo evitar, Ted soltó una risita.
En cierto modo, la situación era cómica, aunque creo que fue más bien una
reacción nerviosa, porque intuía que la expresión que había utilizado Sean era
más literal que metafórica.
-
TED’S POV –
Supe que reírme había sido un error en cuanto sentí
dos ojos como ascuas intentando desintegrarme. No había sido a propósito, es
que no me podía creer que lo hubiera soltado así, sin tapujos. Esa clase de
comentarios las reservaba para mis hermanos y en realidad ni eso.
-
¿Y tú de qué te ríes, gilipollas? – me acusó Sean.
-
No... no me río… Perdona.
-
¡Eh, no la pagues con él! – me defendió Blaine. – Si te la
vas a cargar no es culpa de nadie, si acaso de Danielle.
-
No creo que estés en líos – traté de animarle y miré a Holly,
buscando convencerla. Me sentía de pronto como si estuviera abogando por Zach o
Harry o incluso por Hannah y Kurt después de alguna de sus travesuras mal
ejecutadas. – Si acaso en uno pequeñito, pero solo querías proteger a tu
hermano.
-
Nadie te preguntó, negro de mierda – me espetó.
Abrí la boca y luego la cerré. Me
estaba bien empleado por meterme donde no me llamaban.
-
¡Sean! – le regañó Holly. – Discúlpate ahora mismo. ¿Has oído
lo que acabas de decir? Deberías estar dándole las gracias, no insultándole.
Sean guardó silencio y dio un pisotón en el suelo. Si
en vez de catorce años me hubieran dicho que tenía nueve y que por alguna razón
era extraordinariamente alto para su edad, me lo habría creído.
Le observé respirar hondo varias veces seguidas.
-
Esto es lo que consigues “a tu manera”, Holly - bufó Aaron. –
Es un niñato malcriado y ahora encima racista.
-
Bueno, ya basta – declaró Sam. Estaba agachado, jugando con
los trillizos y con Alice, pero en ese momento se puso de pie cuan alto era, y
era más alto que yo y casi tanto como papá. – Si tu método funcionara, Aaron, a
estas alturas Sean tendría que ser un santo. Pero los trapos sucios se lavan en
casa, porque si abrimos el cajón de mierda no lo cerramos – añadió y luego se
giró hacia mí. - Disculpa a mi hermano, por favor. La cosa no es contigo. Te
aseguro que no tienen ningún problema con tu color de piel.
-
Eh… vale – respondí, un tanto incómodo, sin saber bien qué
decir. No solo por la escena en sí, sino por la tranquilidad y el aplomo con el
que hablaba Sam, como si se tratara de un monje budista.
-
No entiendo por qué te has puesto así, hijo. ¿Estás enfadado
porque Blaine no se metiera en la piscina a por ti? – planteó Holly, su tono
revelando lo absurdo que le parecía.
-
¡Se metió a por la imbécil esa! ¡Una idiota narcisista le
importa más que su propio hermano! – chilló Sean, profundamente dolido. Había algo
de tierno en sus arrebatos, como los de un gatito que se enfada porque alejas
un manojo de lana de sus patitas y entonces decide arañarte a ti.
-
No se me ocurre por qué alguien podría no preferirte a ti… -
bufó Alejandro, rodando los ojos. Estaba sentado en el banquito con Kurt sobre
sus piernas.
Sean se lanzó a por él de forma
similar a cómo lo había hecho con Danielle. No había piscinas cerca de
Alejandro, pero tampoco quería que se llevara un placaje, especialmente con el
enano encima. Por puro instinto, cogí a Sean del brazo.
-
Tú le importas a Blaine más que esa chica – le aseguré.
Hizo un movimiento brusco para
liberarse. No puedo decir si voluntariamente o por accidente, me dio un codazo
en la nariz. Lo que sí puedo decir es que enseguida empecé a notar un líquido
caliente cayendo por mi boca y mis manos, ya que las llevé ahí en un intento
infructuoso de aliviar el dolor. Un sabor metálico tocó mi lengua y el olor de
la sangre me impresionó todavía más que el intenso color escarlata de mis dedos
manchados.
Papá estuvo a mi lado en cuestión de segundos. Me hizo
echar la cabeza hacia atrás y acabó por tumbarme en el suelo. Se me antojó una
medida un tanto exagerada, pero me dejé hacer porque mi mente estaba en blanco.
-
No parece que esté rota – me tranquilizó papá. - ¿Estás
mareado? ¿Te duele la cabeza?
Ahí entendí un poco mejor por qué me había tumbado
como si acabaran de dispararme: los golpes en la cara le hacían temer por un
nuevo hematoma subdural. Los médicos nos habían advertido de la posibilidad de
que volviera a salirme uno. Aún tenía que seguir tomando algunas medicinas como
prevención y me habían repetido varias veces lo afortunado que había sido por
salir relativamente indemne del primero.
-
Solo me duele la nariz – le aclaré.
Papá me limpió con mucho cuidado, con un pañuelo
sacado de no sé dónde. Intenté centrarme solo en él, pero a nuestro alrededor
había mucho ruido y fue imposible no escuchar el enfrentamiento que se produjo
a escasos metros de dónde estaba.
-
¡No, Aaron, suéltale! – chilló Holly.
-
¡UN GUANTAZO LE VOY A SOLTAR! ¿Has visto lo que ha hecho?
-
¡Créeme que voy a hablar muy seriamente con él, pero no aquí
y no así!
Oí un golpe seco y casi al mismo tiempo un gritito
seguido de un llanto débil. Aunque desde mi posición no podía verlo, intuía que
Aaron había cumplido su amenaza y le había pegado una torta. Después, sentí
pasos que se alejaban corriendo, mientras Holly le llamaba:
-
¡Sean! ¡Sean, vuelve aquí, cariño, espera! ¡AARON QUÉ RAYOS
PASA CONTIGO! ¿CUÁNDO TE HE TRATADO YO ASÍ? ¿POR QUÉ HAS OLVIDADO TODO LO QUE
TE ENSEÑÉ?
Me encogí y me giré sobre el costado.
Llevé mis manos a las orejas para aislarme de los sonidos. Se me habían erizado
los escasos pelos que tenía en el cuerpo y me odié a mí mismo por ello. Me
había sentido útil al rescatar a Sean de la piscina. Por un segundo, me había
sentido valiente. Pero nada quedaba ya de ese sentimiento. Quería desaparecer
de aquel escenario tenso y violento.
El viernes habían sido cuatro contra
mí. ¿Cuál era mi excusa en ese momento, si nadie me estaba atacando? Pensé que
con el tiempo iría superando esas crisis de terror injustificado, pero no iban
a mejor sino a peor.
Papá consiguió destapar mis oídos y
me miró con preocupación, pero también con comprensión y cariño.
-
Tranquilo, Teddy. Todo está bien. Estás bien. Vamos al baño a
que te limpies la cara.
Asentí y accedí a incorporarme, sumándole la vergüenza
a mi cóctel de emociones. Todos habían presenciado el numerito.
Sorprendentemente, no vi ninguna cara de burla, pero no me quedé a comprobarlo.
Agaché la cabeza y seguí a papá hasta los baños.
-
AIDAN’s POV –
Cuando
tienes el brazo roto todos los golpes parecen ir ahí y cuando te has recuperado
de un hematoma subdural potencialmente mortal, también. Quizá las lesiones
tengan un secreto y maligno poder de atracción.
El
rostro de mi hijo se llenó de sangre tras el codazo de Sean y yo me llené de una
ira que a duras penas pude contener, porque atender a Ted era lo principal. Le
examiné el golpe y le tumbé en el suelo, intentando evaluar cómo de fuerte
había sido. ¿Era un loco paranoico si le llevaba al hospital? No parecía
mareado ni desorientado…
Entonces
Aaron la tomó con Sean y por una fracción de segundo decidí que no era mi
problema y que el chico se había buscado cualquier cosa que se le viniera
encima. Eso fue hasta que vi que le agarraba del cuello de la sudadera y
recordé que se trataba de un mocoso de catorce años.
Holly
se enfrentó a su hermano, pero aún así Aaron le dio una bofetada al niño, que
se echó a llorar llevándose la mano a la mejilla y después salió corriendo,
escurriéndose un par de veces por el camino.
-
¡Sean! ¡Sean, vuelve aquí, cariño, espera! – gritó Holly. Se
debatió entre seguirle o asesinar a su hermano. - ¡AARON QUÉ RAYOS PASA
CONTIGO! ¿CUÁNDO TE HE TRATADO YO ASÍ? ¿POR QUÉ HAS OLVIDADO TODO LO QUE TE
ENSEÑÉ?
-
¡Tú me enseñaste a tratar bien a la gente! – replicó Aaron. -
¡Eso que tienes no es un hijo, es un monstruo!
Creo que Holly sintió dolor físico ante aquellas
palabras, y quise participar para apoyarla, pero Ted se había encogido sobre sí
mismo, tapándose los oídos, y yo me centré en tratar de que se calmara. Seguí
escuchando su discusión, sin embargo, y por eso pude ver como Sam se ponía
junto a su madre en el papel que yo quería adoptar.
-
El único monstruo que hay aquí eres tú, Aaron, y te vas a
quedar completamente solo, porque ni siquiera una madre puede perdonar el que
unos hijos sufran a manos de otro – le dijo.
Solo en ese momento lo entendí, aunque hacía tiempo
que lo sabía: Holly veía a Aaron como a su hijo, puesto que ella le había
cuidado desde los doce años y tal vez desde antes. Detestarle a él es como si yo
detestara a Michael o a Ted. Era algo que simplemente no iba a pasar nunca. Si
por alguna razón empezaran a lastimar a sus hermanos, mi corazón se rompería en
mil pedazos mientras yo observaba los cachitos cayéndose lentamente, incapaz de
efectuar una elección permanente que dejara fuera de mi vida a alguno de ellos.
Siempre tendría la esperanza de que podría hacerles cambiar. Jamás me rendiría
con ellos, de la misma manera en la que Holly no podía rendirse con Aaron.
-
No les hago sufrir, les pongo límites – respondió mi cuñado,
ante las acusaciones de Sam.
-
Deberías ser su refugio. Su lugar de calma hasta que vuelvan
a sentir que el mundo es un lugar seguro, si es que alguna vez vuelven a
sentirlo así. Y sé que no tienes fuerzas para ser el refugio de nadie, pero
entonces deja que nosotros seamos el tuyo – continuó Sam.
Me impresionaba su madurez, su profundidad filosófica.
Los papeles en aquella familia no estaban tan claros. Era difícil saber quién
cuidaba de quién y la conclusión a la que uno podía llegar era que todos
necesitaban ser cuidados.
Aquello me dio mucho en qué pensar, pero debía
ocuparme de mi niño primero. Estaba muy asustado y todavía manchado de sangre.
Luché contra sus manos para separarlas de su cabeza.
-
Tranquilo, Teddy. Todo está bien. Estás bien. Vamos al baño a
que te limpies la cara – le dije.
Logré que se levantara y vino conmigo al cuarto de
baño. Tuve que contenerme para no llevarle de la mano. Le pedí a Michael con un
gesto que vigilara a los pequeños.
Holly nos siguió porque esa era la dirección en la que
se había ido Sean. Cuando entramos a los servicios, se hizo evidente que el
chico estaba ahí, porque se le escuchaba llorar. Holly y yo suspiramos al
unísono.
Como no quedaba nadie ya, ella entró al baño masculino
y abrazó a su hijo, que estaba sentado en un rinconcito del suelo. Ted y yo
fuimos a uno de los lavabos y él se limpió la cara. Su nariz ya había dejado de
sangrar.
-
¿Estás bien, pollito? – escuché decir a Holly. Sean enterró
el rostro en el hombro de su madre.
-
¿Del uno al diez, cómo de jodido estoy? – susurró él.
-
Mmm. Yo diría que en torno al cinco, pero puede cambiar si te
disculpas y convertirse en un cuatro – respondió Holly. – Hablaremos en casa de
todo lo que ha pasado, cariño, pero necesito que entiendas que no puedes perder
así los papeles solo porque escuches algo que no te guste. Lo que le has hecho
a Ted es lo que más me molesta de todo – prosiguió y su tono se fue volviendo
más duro. - Que sea la última vez que le llamas “negro de mierda”, ¿me has
escuchado? No vas a referirte así a ninguna persona y menos a un chico que solo
ha intentado ayudarte en el día de hoy. Y tienes que dejar de empujar y golpear
a los demás, no importa lo enfadado que te sientas. Hemos estado trabajando en
esto.
-
Lo siento… - murmuró.
-
No es conmigo con quien te tienes que disculpar – le recordó
Holly. Le ayudó a levantarse y le impulsó hacia nosotros con una palmadita.
PLAS
-
¡Ay!
-
Ni te dolió, teatrero.
-
Mami, que están delante – protestó.
-
Pero si tú le pediste a Aidan que te castigara.
Sean abrió mucho los ojos y se escondió detrás de
Holly.
-
¿Y lo va a hacer? – preguntó.
-
No, porque aún tenemos que ir a comer y quiero pasar un buen
día, lo que queda de él – replicó ella, ahorrándome el buscar la respuesta
adecuada. – Ahora vamos, a disculparse.
Sean
se asomó y dio un paso vacilante hacia nosotros. Tomó mucho aire y habló de
corrido, haciendo que fuera muy difícil entenderle:
-
Siento haberte insultado y haberte golpeado en la nariz,
aunque eso fue un accidente porque me agarraste, nunca me agarres del brazo,
ah, y-gracias-por-sacarme-de-la-piscina – concluyó, juntando las palabras.
Instantes después se marchó, rápido como el viento y bastante ruborizado.
-
Por favor, Ted, discúlpale – pidió Holly. Tomó la mano de mi
hijo entre las suyas. – No quiero justificarle, pero Sean lo ha pasado
realmente mal. Ese que has visto ahora, tierno y aniñado, es como es en
realidad. Lo demás son mecanismos de defensa que escapan a su control.
-
No estoy enfadado – respondió mi hijo. – Pero definitivamente
me gusta más cuando está en plan tierno y aniñado.
Holly sonrió y le acarició el brazo. Ted nos miró
alternativamente a uno y a otro y luego asintió, como para sí mismo.
-
Voy a haber si cabe toda la ropa en la mochila de Blaine. Luego
podemos ir yendo al restaurante, me muero de hambre. Estoy bien, papá, no te
preocupes – barbotó y, antes de que pudiera contestarle, salió casi tan rápido
como Sean.
-
Parece que nos han dejado solos - murmuró Holly -. Creo que
querías hablar de Aaron.
-
Sí, pero dudo que todo lo que quiero saber lo puedas
responder en un par de minutos. Solo dime una cosa… ¿el permiso para regañar a
tus hijos se extiende a tu hermano? Porque no sabes las ganas que tengo…
Holly
parpadeó impactada durante un par de segundos, hasta que comprendió que la
última parte la había dicho en broma y entonces se rio. La risa no le duró
mucho, sin embargo.
-
Coge en una botella todo lo que un ser humano puede soportar,
añádele dos litros más, y tendrás un vistazo a lo que ha sido la vida de Aaron
– me dijo y suspiró. Sacudió la cabeza, como para librarse de alguna imagen
triste. - Me preocupa que Blaine se ha
encariñado contigo… y no solo él, Sean también está empezando, se le nota… Y
tus hijos conmigo…
-
Pues a mí no me preocupa – declaré. – A mí me llena de
alegría. Están a salvo conmigo, Holls. Nunca voy a lastimarles. Ya se han
robado un pedacito de mí y no voy a tener más remedio que quedarme cerca para
recuperarlo.
Qué historia!!! Por Díos que escribes súper profesionalmente!!! Es muy profundo y caótico por momentos lo que pasa por la mente de los personajes y lo sabes transmitir clarito. Esta familia, la de Holly ya es nuestra, hasta Aaron también. Por favor síguela en seguida. Haa y no vendría mal un Aidan estrenando su rol de papá con Sean o Blaine.
ResponderBorrarGrace