lunes, 10 de mayo de 2021

Ansias de Libertad Capítulo 21

 

Luis POV

—¡No padre, para, detente!, te diré la verdad, pero detente, por favor! —exclamó Jonathan.

Sin embargo su padre en vez de detenerse, lo levantó bruscamente de la silla, jalándolo del brazo.

Jonathan era un chico fuerte, pero su papá lo era el doble o el triple, mientras él trataba inútilmente de detener con su única mano libre el cinturón que su padre mantenía en alto, y balbuceaba de manera casi inentendible que habíamos comprado la tabla de surf con el dinero de nuestros paseos turísticos, y que yo había completado de mis ahorros lo que había faltado, este aparto rápidamente el brazo de su hijo y dejó caer otro fuerte cinturonazo en su trasero y muslo derecho, que resonó en los muros del pequeño comedor y sala.

Jonathan exclamó de dolor, dejándose caer al suelo hincado, frotándose desesperadamente donde el cinturón había alcanzado, en un fútil intento por disminuir el profundo dolor. Yo no pude evitar estremecerme, pero al mismo tiempo sentí que se lo merecía por traidor, en poco tiempo sería yo el que estaría llorando bajo los golpes de la vara de mi padre, y todo por su culpa.

Su padre volvió a jalarlo del brazo, suspendiéndolo un instante en el aire, en lo que Jonathan, llorando, recuperaba el equilibrio. Mi amigo le rogaba a su padre, pero el lo ignoró, sin embargo, cuando se disponía a dejar caer un nuevo cinturonazo, mi padre apareció, deteniéndole el brazo.

El padre de Jonathan se giró molesto, pero cuando vio que era mi padre, se detuvo por un momento, sin saber qué hacer.

—Hermano, hermano, escúchame, así no. Recuerda lo que nos ha dicho el pastor. Debemos corregir a nuestros hijos, sí, pero con la vara, y sin furia. Es un castigo justo, no una venganza.

El papá de Jonathan tardó unos instantes en procesar las palabras de mi padre. Y finalmente asintió.

—Tiene razón, hermano, pero es que me molesta mucho que mi hijo me engañe. Y este cinturón siempre me ha funcionado, por eso nunca he usado la vara para castigarlo,

—No lo dudo, hermano. Pero, ¿quién sabe más, nosotros o el pastor Enrique?

—Sin duda el pastor— dijo meditativo —debemos hacerle caso. Pero yo no sé bien cómo. ¿Me ayuda hermano?

—Claro que sí.

Mi padre se inclinó donde Jonathan permanecía hincado, llorando, y lo tomó de la mano, ayudándolo a levantarse.

—Gracias. —le dijo mi amigo

—No me agradezcas, Jonathan, todavía no termina tu castigo— le aclaró mi padre.

Después se dirigió a la cocina, y regreso de nuevo con las dos varas que había cortado hace un rato.

—Vengan —nos indicó a Jonathan y a mi, caminando hacia la sala, que estaba compuesta por dos sillones viejos, al lado del comedor, sin ninguna separación.

Nosotros caminamos lentamente hacia allá, cabizbajos. El papá de Jonathan nos seguía detrás, con el cinturón de cocodrilo todavía en sus manos.

—Luis, ¿sacaste dinero de tus ahorros sin pagar el diezmo?—me preguntó seriamente mi padre —y no te atrevas a mentirme que por si no lo recuerdas eres menor de edad y yo todavía tengo acceso a tus estados de cuenta.

Yo no me atrevía a admitir mi culpa, estaba demasiado asustado, “robarle a Dios” había dicho el pastor que era no pagar el diezmo, y no quería imaginarme el castigo que eso me traería, pero al mismo tiempo no me atrevía a mentir, dado que era cierto lo que decía mi padre. Así que me quedé en silencio.

Después de un incómodo minuto mi padre habló

—Supongo que puedo tomar tu silencio como un sí—dijo mi padre —Luis, no lo puedo creer. ¿En serio no puedes apartar 10% de tu dinero en agradecimiento por todo lo que el cielo te ha dado?—su voz sonaba decepcionada.

Como no respondí, el siguió:

—Además del castigo, vas a tener que pagar el 20% en vez del 10 de todo lo que hayas sacado.

—Pero no es justo —protesté, y me callé inmediatamente, mi padre estaba muy molesto, y no convenía hacer enojar más a la persona que estaba a punto de castigarme a golpes.

Mi padre se paró al lado, frente al sillón.

—Luis, vas tu primero, tu vas a recibir dos castigos, uno por mentir y otro por no haber pagado el diezmo. Ya sabes qué hacer, bájate el short e inclínate en el sillón.

Por supuesto que yo no quería hacerlo, pero no tenía opción. La última vez que me había negado a colaborar con el castigo, todo había terminado de una forma más humillante y dolorosa. Así que, temblando un poquito de vergüenza y miedo, me bajé el short y me incliné en el sillón como me había enseñado.

Yo me estaba mentalizando para recibir el primer golpe de la vara, cuando sentí algo diferente, eran las manos de mi padre bajándome el bóxer. Lo hizo rápidamente, dejando totalmente expuesto mis pompas a la vara y a las miradas de mi papá, de Jonathan y de su padre. Me sentí más avergonzado todavía, aunque ellos ya me habían visto así en un castigo ¡vaya consolación!

JUAS

Ese varazo me sacó de mis pensamientos, siempre me sorprendía lo mucho que dolía la vara. No pude evitar dar un respingo de dolor. Pero lo peor todavía estaba por llegar,

JUAS JUAS,

pues el dolor se iba acumulando.

JUAS JUAS

El escozor iba en aumento, sin contar el ardor instantáneo que sentía cuando caía cada varazo. Mi papá estaba aplicando bastante fuerza.

JUAS

No aguanté más el dolor y me llevé las manos atrás para protegerme y tratar de sobarme

 JUAS

Auuuuuch! Exclamé de dolor cuando la vara alcanzó mis manos. Por increíble que parezca dolía más incluso que los azotes en el trasero.

Mi padre se detuvo un momento mientras yo trataba de aliviar un poco la molestia frotándome desesperadamente las nalgas, pero el alivio me duró poco, pues mi padre tomó firmemente mis manos.

—Todavía no terminamos Luis, por favor déjate corregir.

—Pero es que duele mucho—le dije con voz de ruego, a punto de soltarme a llorar.

—Lo sé, hijo, pero ojalá esto te ayude a pensar mejor la próxima vez que se te ocurra robarle a la iglesia. —e inmediatamente después, dirigiéndose al papá de Jonathan —hermano ayúdame a sujetar sus brazos.

Él dudo un momento, sin embargo, casi inmediatamente soltó el cinturón de cocodrilo y acerándose al sillón por detrás, tomó mis brazos que le ofrecía mi padre, extendiendo mis brazos sobre el respaldo y sujetando mis muñecas me mantuvo en la posición.

JUAS JUAS

Dos nuevos azotes cayeron fuertemente en mis descubiertas nalgas, y yo traté desesperadamente de soltarme, pero los fuertes brazos del padre de Jonathan me mantuvieron en posición

JUAS JUAS

Lancé una exclamación de dolor, y, al no poder soltar mis brazos, no pude evitar comenzar a patalear, pues el ardor era cada vez más insoportable. Así mismo, de manera inconsciente las lágrimas de desesperación comenzaron a salir, sin que pudiera, ni intentará controlarlas.

Sentí como mi padre atrapó mis piernas para evitar el pataleo y continuó el castigo.

JUAS

JUAS

Esos dos solamente intensificaron mi llanto, mientras yo rogaba que parara

JUAS JUAS

Estos dos últimos mis muslos, la zona más sensible a los azotes, lo que me hizo gritar un poquito.

Mi padre se detuvo y me soltaron, y yo me llevé desesperadamente las manos atrás para frotarme y hacer todo lo posibles por aminorar el ardor y dolor, mientras me dejaba caer hincado en el suelo. Afortunadamente, esta vez nadie me detuvo.

Pasaron varios segundos en lo que el dolor disminuía un poco y al mismo tiempo mi mente volvía a funcionar bien y mis sentidos regresaban al 100%.

Recordé avergonzado que estaba desnudo frente a mi padre, mi amigo Jonathan y su padre.

Yo había perdido mi ropa en el forcejeo, y sin levantarme tomé mi bóxer del suelo y me lo puse, ignorando el roce de este con la piel sensible. Pero nadie estaba mirando, pues era el turno del castigo de Jonathan.

—Hermano, ¿Me ayudas a disciplinar a mi hijo? Siento que el pastor te ha enseñado muy bien y aunque sé que debo aprender, creo que tú puedes aplicarle mejor la corrección esta vez. —Le comentó el padre de Jonathan a mi papá.

—Claro, hermano, yo me encargo, pero apóyame por si no se deja corregir y además así aprendes un poco más acerca de la corrección adecuada.—Y ahora dirigiéndose a Jonathan —Hijo, por favor, bájate los pantalones e inclínate en el sillón como lo hizo Luis.

Jonathan dudó un momento, pero después de una rápida mirada a su padre que lo observaba furioso, se bajó el short y se inclinó en el sillón, mientras mi padre tomaba la otra vara.

Mi padre se detuvo unos instantes, dudando, antes de tomar sus calzoncillos grises por el elástico estampado con “Fruit of the loom” y bajándoselos de un tirón.

Mi amigo se revolvió un poco incómodo, pero no dijo nada, ni intentó recuperar su ropa interior. Desde mi posición, hincado en el suelo a menos de dos metros de distancia, podía ver, parcialmente oculto por su piel morena, un moretón que atravesaba su nalga izquierda y alcanzaba hasta su muslo derecho, producto de los cinturonazos. Aunque no me dio lástima, pues se lo merecía por haberme provocado el dolor que yo sentía en mi propio trasero y apenas estaba disminuyendo.

JUAS

Sonó el primer azote y apenas y pareció que Jonathan lo sintió

JUAS

JUAS

Al tercer azote Jonathan tensó sus nalgas.

JUAS

Hasta el momento había recibido su castigo con un estoicismo notable, pero al cuarto, comenzó a hacer algún tipo de sonido que notaba incomodidad.

JUAS

JUAS

Ya para el sexto comenzaba a revolverse un poco, pero seguía manteniendo la posición.

JUAS

JUAS

De repente se levantó, y rogó

—¡Por favor, ya no más, señor Patricio!

–Todavía no termina tu castigo, hijo, vuelve a ponerte– insistió mi padre con firmeza.

Pero Jonathan estaba tratando de aliviar el escozor, sobándose y frotándose como yo lo había hecho unos momentos antes.

ZAS

Sonó el cinturón de cocodrilo al estrellarse con la piel, seguido de un gritito de mi amigo, que se tiró al suelo, abrazando su pierna desesperadamente del dolor. AAAAAAUUUUUCH!

–¿Qué estás sordo? ¿No escuchas al hermano Patricio?

–Voy,! Voy!– dijo mi amigo en cuanto pudo componerse un poco, seguido de lo cuál se levantó llorando y se inclinó de nuevo en el sillón.

–Gracias, hermano, pero por favor, ya no le pegues más a tu hijo con ese cinturón, no es necesario, mejor ayúdame a detenerlo como a Luis.–Le dijo mi padre al suyo.

Y así fue como, después de que detuvieron sus manos, el castigo continuó.

JUAS

JUAS

Jonathan no tardó mucho en volver a revolverse un poco, solo que esta vez su padre detenía sus brazos

JUAS

JUAS

Mi amigo estaba haciendo un esfuerzo enorme por no ponerse a forcejear e intentar levantarse, y era visible como tensaba y destensaba sus nalgas en un fútil intento por disminuir el escozor del castigo

JUAS JUAS

—YAAAA —exclamó soltándose a llorar — por favor paré

JUAS

— AAAAuuu

Mi padre dejó la vara y señaló a su padre para que lo soltara. Inmediatamente después Jonathan se levantó, frotándose desesperadamente el trasero y dando un espectáculo algo vergonzoso, que yo también había presentado unos momentos antes.

Un minuto después, tomó sus calzoncillos del suelo, poniéndoselos con una mueca de dolor cuando rozaron las recientes marcas de los azotes.

Después de tomarse un par de minutos para descansar, mi padre me volvió a llamar.

—Ven aquí Jonathan, que tú te ganaste dos castigos.

—No papi, por favor, ya no aguanto — le dije olvidándome de mi orgullo y soltándome de nuevo a llorar. De verdad no creía posible que aguantara el segundo castigo. Recordé que entre los chicos de los elegidos corrían algunas terroríficas historias, que nadie sabía con certeza si eran o no verdaderas, de castigos durísimos que habían sufrido algunos desafortunados chicos por cometer algún pecado grave.

Como yo no me movía, mi padre me guío, tomándome de los hombros, hasta el sillón. Después de lo cual se sentó, y, bajándome el bóxer, me inclinó sobre sus rodillas como solían colocar para el castigo a los niños pequeños de los elegidos. Pero a estas alturas no me importaba, lo que quería era terminar o huir, que de una u otra forma se acabara el tormento.

Mi padre tomó la vara y yo, sollozando un poco me preparé para el primer varazo de la segunda ronda, pero este nunca llegó.

Mi padre, después de observar unos momentos mi trasero desnudo, me levantó y me subió de nuevo el bóxer. Mientras yo lo contemplaba atónito.

—No te quiero lastimar, no se trata de eso la corrección. Tienes las marcas del castigo de hace rato y supongo que no habrá ningún problema de que tu segundo castigo espere hasta mañana. — Vaya generosidad que me mostraba ¿cierto? Pero para mi era el mejor obsequio en ese momento.

—Gracias Papi — le dije, sorbiéndome los mocos y sobándome inconscientemente.

—Te amo, hijo — me dijo, dándome un abrazo, mismo que no rechacé, pues estaba algo vulnerable. ¿Cómo podía esto parecerse tanto al cariño, si apenas unos minutos atrás este hombre me golpeaba despiadadamente con una vara? Lo peor es que, cuando mi padre abrazó a Jonathan para consolarlo un momento este no solamente correspondió el abrazo sino que de hecho le agradeció a mi padre.

—Muchas gracias, hermano, por haberme salvado del cinturón de cocodrilo.

—No me agradezcas, hijo, es nuestra responsabilidad cuidarlos y respetarlos, incluso en algo desagradable como lo puede ser la corrección.— dijo esto haciéndole señas al padre de Jonathan para que se acercara y también abrazara a su hijo. A lo que este, después de vacilar un momento, accedió.

—No olviden hacer su confesión de arrepentimiento esta noche antes de irse a acostar — mencionó mi padre, tomando las varas para dejarlas sobre el refrigerador, y saliendo de la estancia.

Jonathan y yo recogimos las prendas que estaban en el suelo y nos dirigimos al cuarto que compartíamos.

—Creo que sí es un poco mejor la vara que el cinturón de cocodrilo, aunque después de cierto número de varazos el ardor se vuelve insoportable, hasta peor que el de los cinturonazos. — me dijo mientras yo cerraba la puerta. Yo asentí con la cabeza pero no le respondí ni le dirigí la mirada, pues todavía no quería hablar con él por la traición que me había hecho. De hecho no tenía ganas de perdonarlo ni en mil años, y además a mi mañana me esperaba la segunda parte del castigo.

Viendo que no le respondía, no insistió, así que nos acostamos, cada uno en nuestra cama. Como hacía mucho calor y además yo estaba todavía adolorido del castigo, me quité toda la ropa y me quedé dormido en pocos minutos, soñando pesadillas una y otra vez del castigo que me esperaba al día siguiente.

Daniel POV

Thomas, a quién yo veía como “la nueva víctima del pastor Enrique”, y su familia llevaban varios domingos asistiendo a las reuniones. El pastor me había encargado encarecidamente cuidar a Taylor, el latoso e hiperactivo retoño del señor Thomas. Afortunadamente yo sabía hablar inglés, ya que el chamaco (que al final resultó tener 9 años), se negaba rotundamente a hablar español, y actuaba como si no lo entendiera. Sin embargo, yo estaba casi seguro de que lo entendía perfectamente, porque sus reacciones a las conversaciones de los demás denotaban comprensión, no confusión, pero si le hablabas directamente en español simplemente te ignoraba.

El pastor había sido muy claro en indicarme que no podía castigar a este niño con los métodos usuales de los elegidos, al menos hasta que sus padres estuvieran más integrados a la comunidad. Y mi propio sentido común no me hubiera permitido hacerlo, pues no estaba dispuesto a enfrentar una demanda de unos extranjeros por maltratar a su hijo, amén de que yo ni siquiera estaba de acuerdo con estos métodos.

Sin embargo, en la clase dominical de hoy, había estado a punto de soltarle una nalgada, más por instinto que conscientemente.

Yo estaba dándole clase a los niños de 8 y 9 años, explicándoles la historia de la Torre de Babel. Cuando la leí en los documentos de estudio del pastor Enrique se me hizo una de las historias más interesantes y extrañas.

Aunque muchos artistas religiosos pintaban la Torre de Babel en forma circular, según las notas del pastor no había evidencia bíblica ni documental que ese fuera el caso. Y de hecho había añadido a sus notas imágenes de distintas pirámides y centros ceremoniales a lo largo del mundo, varios de los cuales reconocí, como las pirámides de Egipto y la pirámide del Sol en Teotihuacán, México. Además, aunque algunas enseñanzas bíblicas se me hacían razonables (como no matar), otras como esta me resultaba difícil de comprender. ¿Por qué no querría Dios que los hombres estuvieran juntos y tuvieran una sola lengua? ¿Por qué no les permitió a los hombres seguir los fútiles intentos de construir una torre que llegara hasta el cielo, si al final, incluso si después de cientos de años hubieran logrado construir algo más grande que los rascacielos actuales, la falta de oxígeno hubiera imposibilitado de manera natural su continuación?

Cuando le pregunté al pastor Enrique, me dijo que era uno de los muchos misterios que no tenían una respuesta perfecta, pero que una posible respuesta se debía a la esclavitud y eventual muerte de miles de humanos que dicho proyecto implicaría.

—Mira toda la miseria que la construcción de las pirámides de Egipto implicó. ¿Te imaginas la construcción de una torre “cuya cúspide llegara hasta el cielo”? Además era una declaración de guerra a Dios, como decirle que no lo necesitaban para irse al cielo. —Me había explicado el pastor.

Así que les había pedido a los niños que intentaran crear la Torre de Babel con plastilina, de la forma que quisieran, y que la torre más alta (que lograra permanecer más de 10 segundos en pie) se llevaría un premio, en específico una paleta helada de vainilla cubierta de chocolate.

Yo había dividido la plastilina en pedazos relativamente homogéneos, y cada quien estaba construyendo su torre como mejor le parecía. Pero el incidente sucedió cuando a Taylor se le cayó un pedacito de plastilina, que rodó hasta donde otro niño estaba construyendo su torre. Este, nada tonto, la incorporó casualmente a su masa de plastilina.

Taylor, gritando furioso, destruyó de un manotazo la torre del niño que se había robado parte de su plastilina.

—Fuck you!

Yo lo levanté de un tirón y levanté la mano para dejarle caer una fuerte nalgada, pero su expresión desconcertada me recordó que este chico no estaba todavía acostumbrado a estos castigos. Y, es que, por más que yo tratara de evitar castigar a estos niños más de la cuenta, gritarle un insulto tan vulgar a otro niño no era algo que pudiera permitir un pastor de los elegidos, y, en circunstancias normales, no corregir al culpable me hubiera vuelto a mi acreedor a una corrección. Pero no en este caso, así que me contuve y lo solté.

—You can’t say that to the other kids.

—But he stole my clay.

—Yes, I know, and he deserves a punishment for that. But that’s my duty, not yours. You can’t say such mean things to anyone, not even when they harm you.

Él solo me observó poniendo un puchero de molestia, sin responder, y yo me dirigí después al otro niño.

—Devuélvele la plastilina a Taylor.

Él asintió y, cortando un poco de la base de su torre le entregó a Taylor una cantidad ínfima con respecto a la pieza que originalmente se había quedado.

—No te pases, Isaías. ¿Quieres un castigo, verdad? —Yo había decidido no castigarlo, pues no se me hacía justo castigarlo a él, si tampoco lo había hecho con Taylor, pero este niño se estaba pasando de la raya.

Con esa amenaza él inmediatamente cambió su actitud y manteniendo una expresión preocupada le devolvió un buen pedazo de plastilina a Taylor.

—Perdón.

Al notar el cambió me sentí mal. Aunque no voluntariamente, yo estaba participando en la programación, basada en el miedo, que el pastor y la iglesia esperaba de estos niños. Y en el caso de Isaías, a sus tiernos ocho años ya se percibía.

Unas horas después

—Te cambio dos ovejas por heno —Era una tarde agradable y habíamos puesto una mesa en la terraza que daba a la playa para jugar Catán. La brisa nos refrescaba un poco y yo estaba saboreando una naranjada con más hielos que agua, que nos había traído alguien del servicio de la casa del señor Pedro. Yo observé divertido como Miguel trataba de negociar con sus hermanos desesperadamente un poco de heno, en puntos iba casi empatado con su hermano Pedro, pero este, que era el único con suficientes reservas de heno, no estaba dispuesto a intercambiar.

—5 ovejas por uno de heno —se burló

—Sabes que no tengo, y además me convendría cambiar con el banco en ese caso.

Observé que el pastor, quien había estado una media hora en una llamada, caminando en la playa, entró a la terraza.

Sin embargo, en vez de dirigirse a la casa, se dirigió hacia nosotros.

—Daniel, necesito que me apoyes en una cosa.

—¿Ahorita? —pregunté, tratando que mi tono de voz no sonara irrespetuoso.

—Sí Daniel, ahorita necesito que me ayudes. —Y después dirigiéndose a los hijos del hermano Pedro, para disculparse por sacarme del juego — Lo siento chicos. —Ellos asintieron y guardaron mis cartas y fichas mientras yo me levantaba.

Tampoco es que me importara demasiado dejar de jugar, pues iba perdiendo, pero el pastor Enrique era bastante estricto cuando me pedía cosas relacionadas con la iglesia, y aunque no solía castigarme mucho, siempre estaba la amenaza de que si no hacía algo bien lo considerara desobediencia y yo acabara recibiendo una paliza.

Cuando me retiraba escuché a Pablo decir:

—Te has vuelto muy aburrido.

—Me acordaré de eso la próxima vez que te tenga que castigar — le dije en broma, pues él mismo sabía que yo evitaba al máximo tener que hacerlo.

Cuando entré al estudio el pastor estaba desempacando cuatro Biblias, tres de las cuales eran normales y la última era infantil ilustrada. Pero se detuvo y se sentó en el sofá de piel que estaba a unos metros del escritorio, para conversaciones más informales. Yo tomé asiento frente a él, al interpretar que quería decirme algo.

—¿Sabes por qué a la mayoría de las niñas les hacen la perforación en la oreja cuando nacen, si no van a usar aretes durante los primeros años de su infancia?

—¿Para que no les duela tanto?

El pastor se rió

—Exacto, o al menos eso dicen. De cualquier forma, sea que les duele menos o que simplemente es menos aparatoso y que los bebés de todas formas lloran todo el tiempo, me sirve de ejemplo para explicarte esto. —hizo una pausa

— Cuando una persona se convierte a los elegidos entra en un estado de euforia, tiene una alegría inmensa, quiere compartirlo con todos. Estoy seguro que es algo que tu ya experimentaste. —yo asentí nervioso pensando en lo difícil que había sido fingir esa alegría en mi supuesta conversión algún tiempo atrás. —Por primera vez en la vida te sientes completo, tienes fe de que el futuro será mejor, y te libras de todas tus culpas.

—Ahora bien, como tu sabes, la vida de los elegidos no es sencilla. Debemos seguir una serie de reglas para mantener nuestra perfección. La mayoría de estas reglas las van adoptando paulatinamente los nuevos miembros y sus familias. Pero siempre hay una o dos reglas que son muy difíciles de adoptar, debido a las circunstancias específicas de la persona. Esa es la principal arma del enemigo, y nosotros como pastores debemos estar preparados para proteger a nuestras ovejas de esos embates que pueden ser mortales. — Yo normalmente aparentaba interés en lo que el pastor me decía y trataba de aprender para usarlo en mi plan de quitarle el poder sobre todas estas personas, pero esta vez el pastor había captado mi atención de manera genuina.

—Un ejemplo es un alcohólico, en ese caso la regla que más le costará evidentemente será no tomar, lo mismo aplica para un fumador. Pero otras veces no es tan evidente, la tentación más fuerte puede ser el dinero para alguna persona rica, o la pornografía para un adolescente. Puede ser la depravación para un homosexual, o la soberbia en el caso de algún político.

Es importantísimo que el pastor identifique cuál es la principal vulnerabilidad de su oveja al momento que esta se incorpora al redil, y abordar ese problema mientras la euforia del momento sigue en pie. De esa manera será mucho menos probable que la persona se resista. En cambio, si dejas pasar días, o semanas, cuando intentes cambiar eso probablemente la persona será incapaz de enmendar su camino. —Ahora entendía porque el pastor me había quitado mis audífonos cuando me vine a vivir a casa del señor Pedro, después de mi “conversión”. Seguramente mis padres le habrían dicho que mi principal vicio era la música “mundana”, como el pastor le llamaba, y realmente era lo que más trabajo me había costado, al grado que había mantenido escondidos unos audífonos viejos de Miguel, que el me había prestado, a cambió de que no le dijera a su padre una vez que lo vi fumando un cigarro.

 —Este domingo el señor Thomas y su esposa tomaron la decisión de convertirse y formar parte de los elegidos. Y en su caso el problema no será ni el alcohol, ni la avaricia. Estoy seguro de que aportaran con gusto el diezmo y las ofrendas, pues su estilo de vida ya es frugal y han sacrificado algunas comodidades con tal de respetar la naturaleza. Pero hay algo que definitivamente me preocupa, y en lo que creo que definitivamente podemos encontrar resistencia. —hizo una pausa suspirando

—La corrección de los hijos. Como tu sabes los ecologistas suelen ser bastante liberales y pacifistas, y no creen en el castigo físico de los hijos. —Ahora estaba realmente intrigado. El pastor tenía razón, no me imaginaba a la señora Jane, ya no digamos dándole una nalgada a su hijo, ni siquiera levantándole la voz para regañarlo. Iba a ser muy interesante la reacción de esta familia a los estrictos métodos de crianza de los elegidos.

—Por eso necesito que me ayudes. Tengo un plan, alguna vez alguien me enseñó unos videos de animales disciplinando a sus cachorros con algo de fuerza física. Necesito que busques esos videos y hagas una lista con ellos —Me dijo pasándome un IPad. — Se que eres bueno en la tecnología, confío en que para cuando lleguemos hayas encontrado varios videos que me sirvan para convencerlos de que, en la naturaleza, el castigo físico es lo normal. Nos vamos en media hora.

Yo me fui a poner un jeans y una camisa de manga cortan pues traía un short y una playera deportiva. Y después esperé al pastor en la sala, buscando en el IPad los videos. Encontré videos principalmente de osos, changos, leones, leopardos, elefantes y gatos usando fuerza, en mayor o menor medida, para lo que evidentemente parecía como un regaño o disciplina a sus cachorros.

En casa de los Hudson

Al llegar el señor Thomas y su esposa Jane nos recibieron con una gran sonrisa, haciéndonos pasar y ofreciéndonos una deliciosa agua de maracuyá. Sus dos hijos estaban en el pequeño huerto frente a la casa, Hellen descansando en una hamaca con audífonos puestos, viendo su tablet, y Taylor tratando de derribar un coco de una palmera con una balón de básquetbol.

Una vez sentados en el comedor el pastor comenzó sacando las cuatro Biblias que había preparado.

—Un regalo de parte de la Iglesia. Recuerden que ahora somos su familia y lo seremos por el resto de la eternidad. — Les dijo levantándose para darles un abrazo a ambos, que irradiaban alegría, como si se hubieran ganado la lotería.

El pastor continuó un par de minutos halagándolos y dándoles la bienvenida y las felicitaciones por ser ahora miembros de los elegidos, los favoritos de Dios. También habló de los privilegios que ahora tendrían, que podrían participar de las reuniones exclusivas para miembros, y que sus hijos podrían convivir y aprender junto con su hijo John y los demás hijos de los elegidos.

—Hay también algunas reglas que deben seguir los elegidos, pero todas han sido establecidas por Dios para nuestro bien, para respetarlo a Èl, a la naturaleza a nosotros mismos y a las demás personas. Los elegidos no tomamos alcohol, porque eso daña nuestro cuerpo, al igual que al medio ambiente, pues como ustedes saben, una sola botella de vino requiere más de 500 litros para su producción. ¿Por qué gastar tanta agua en algo tan pernicioso si podemos simplemente disfrutar esta deliciosa agua de maracuyá por menos de la centésima parte de agua? — Continuó

—Así mismo, los ciudadanos del cielo deben contribuir a la iglesia, a través del diezmo, que es el 10% de los ingresos que Dios nos da, y otras ofrendas voluntarias que sirven para el funcionamiento de la Iglesia, misiones para salvar otras almas pérdidas, y finalmente el mantenimiento de los pastores. —Yo no estaba seguro que las finanzas de los elegidos funcionaran en ese orden de prioridad, pero no era el momento de externarlo. —Estoy seguro de que irán aprendiendo esas reglas con el tiempo y con ayuda de la comunidad.

Observé al pastor hacer una pausa. Los dos lo miraban atentamente, asintiendo enérgicamente a todo lo que decía y sus sonrisas seguían tan brillantes como cuando habíamos llegado.

—Dios también nos dejó en la Biblia instrucciones para criar a los hijos en el camino correcto, para salvarlos de la perdición eterna. — Comentó sin perder la compostura, pero pude notar que estaba un poco nervioso. Esta iba a ser la verdadera prueba de fuego.

El pastor abrió la Biblia y comenzó a leer algunos versículos:

“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” Prov 22:6

“Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.” Prov 29:17

“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.” Prov 13:24

“La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él.” Prov 22:15

Yo noté como la expresión del señor Thomas y su esposa se tensaba y la alegría comenzaba a disminuir un poco, restándole brillo a su eterna sonrisa de euforia.

—Quiero que vean esto — les dijo encendiendo el IPad y poniendo la lista de videos que yo había recopilado — Todos observamos en silencio las diversas escenas de disciplina en el reino animal.

Finalmente el pastor apago la tablet y rompió el silencio.

—¿Se equivoca acaso el creador? ¿No hemos sido nosotros, los hombres engañados por el diablo, los que hemos destruido el mundo con nuestra envidia, avaricia y desobediencia? El hombre es malo, y hace maldades, en cambio los animales conservan todavía la pureza de la creación inocente. No fueron los animales los que desobedecieron comiendo del árbol de la ciencia del bien y del mal en el jardín del Edén, sino los hombres. ¿Qué observamos en la naturaleza? Los animales les ponen límites a sus cachorros, por su bien, y los disciplinan cuando estos no obedecen, de la mejor manera que entienden los cachorros, físicamente. Así los elegidos hemos decidido obedecer al creador y disciplinar a nuestros hijos como dice la Biblia. ¿Acaso ama menos esta leona a sus cachorros por disciplinarlos? No, sino que al contrario, está tratando de enseñarles límites que pueden salvarles la vida en el cruel mundo de allá afuera. Así lo hacemos los elegidos con nuestros hijos. ¿Han visto alguna vez la desesperación de un padre cuando su hijo muere en un accidente por in alcoholizado, o cuando acaba en una prisión sentenciado por cometer un crimen? ¿Es eso acaso lo que queremos para nuestros hijos? ¿No sería mejor enseñarles algunos límites desde chicos? ¿Qué les va a doler más, una pequeña corrección con una ramita, que por cierto es algo totalmente natural, o un balazo por andar en compañía de quién no deben? ¿Una nalgada o un enfisema pulmonar?—Aunque las palabras del pastor hacían sentido, yo sabía que los estaba manipulando. No era la única manera de establecer límites, y los castigos de los elegidos no eran una nalgada, eran más bien castigos brutales que se estaban (y muchas veces cruzaban) la línea del maltrato. Sin embargo, el pastor había logrado volver a hipnotizar a los Hudson, que ahora asentían sin el más mínimo atisbo de duda. No pude evitar preguntarme qué les habría dicho a mis padres en esa primera reunión donde tocó el tema de la corrección.

—Al principio no es agradable, de hecho nunca es agradable, pero después incluso nuestros hijos aprenden a aceptarla por que realmente lo hacemos por su propio bien y porque los amamos y queremos protegerlos: —continuó citando otro versículo:

“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.” Hebr 12:11

Después de un incómodo silencio el pastor habló

—Mi sugerencia es que hablen con sus hijos pronto, cuanto antes mejor, para que estén preparados para los cambios que vendrán a sus vidas. Y cualquier duda que tengan por favor llámenos, que para eso estamos los pastores. — Dijo levantándose y yo hice lo mismo. Pero después mencionó casualmente:

—Taylor se peleó con otro niño hoy en su clase, destruyendo su torre y gritándole. —Realmente sonó casual pero yo estaba seguro que el pastor tenía perfectamente planeado dejar caer esa información para ponerlos a prueba. Seguramente se había enterado del pleito por medio de su hijo John.

Por un momento volvió su cara de consternación cuando comprendieron lo que indirectamente les estaba pidiendo el pastor, pues no se sentían preparados.

—No, no, no se vaya, por favor, pastor, necesito que me ayude, yo nunca haber castigado a mis hijos así. Necesito que me diga que hacer y como hacerlo.

El pastor dudó por un momento, seguramente no era lo que esperaba, pero tenía que tomar una decisión.

—Está bien hermano, me quedaré para guiarlo durante la corrección de su hijo, pero debe usted primero hablar con sus hijos. Y deben hacerlo solos, pues ellos deben comprender que es una decisión de ustedes, y que no vayan a pensar que nosotros los estamos presionando. Daniel y yo los esperaremos en el jardín.

—Me puede prestar los videos de los cachorros por favor —pidió Hellen mientras salíamos

—Por supuesto — dijo el pastor, desbloqueando la tableta y entregándosela.

Ellos llamaron a los dos niños adentro y nosotros caminamos un rato en el huerto. A diferencia de la casa, que era relativamente pequeña, el jardín era grande, rodeado de varios árboles frutales. La sección que daba hacia la calle estaba sembrada con palmeras que, aunque todavía no estaban en su máximo esplendor, ya tenían cierta altura. El centro era principalmente pasto sembrado, y en uno de los laterales estaba el huerto, que aunque le restaba estética a la propiedad, era parte de su estilo de vida de comer comida orgánica y así. El pastor se detuvo un momento frente a uno de los árboles frutales y se inclinó para cortar una vara, pero después de dudar por un momento se levantó y volvió a escudriñar el arbolito. Finalmente seleccionó una rama más pequeña, y ligera. Yo, debido a la involuntaria experiencia que había adquirido, tanto recibiendo como administrando las correcciones, sabía que esa vara no era una buena elección. No tenía el tamaño y la firmeza suficiente para ser efectiva, pero entendí perfectamente la motivación del pastor, este sería el primer castigo de Taylor, quien además tenía solo nueve años.

Después de aproximadamente media hora, en la que se escucharon algunos gritos, principalmente de parte de Hellen, que me hicieron recordar esa primera conversación con mis padres, el señor Thomas salió y nos llamó.

Cuando entramos Jane estaba sentada en la mesa con lágrimas en los ojos, Hellen nos miraba furiosa desde el sillón, con una mirada de profundo odio, y Taylor estaba aterrado.

—What’s that for? — gritó Hellen al ver la vara del pastor.

—It’s for your brother, he fought with a kid today at the church

—Are you fucking serious? — gritó levantándose del sillón

—Where are you going? — gritó su padre —Stop shouting unless you want a punishment too

—What? You are crazy if you think you can hit me with that. And, where am I going? TO MY ROOM! I can’t watch you torture my brother. — siguió gritando y corrió a su cuarto azotando la puerta.

—Siempre es más difícil al principio con los adolescentes, pero la mayoría termina aceptándolo también. —trató de consolarlos el pastor, entregándole la varita al señor Thomas

—What happened today? — le preguntó el señor Thomas a su hijo

—Another kid stole my clay, so I told him to fuck himself. —dijo enojado, pero luego miró con horror a la vara otra vez y se puso a llorar.—Don’t hit me with that, please, please

—And you understand that what you did was wrong, right? — Taylor asintió y continuó sollozando

—Hermano tienes que ser fuerte — insistió el pastor Enrique — siéntate en el sillón y acomoda a tu hijo sobre tu regazo.

El señor Thomas tomó asiento en el sofá y recostó a su hijo en su regazo.

—Debes bajarle su pantalón — indicó el pastor Enrique — si quieres nos retiramos, pero es necesario para que el castigo sea efectivo, además así tienes control de la intensidad del castigo.

El señor Thomas se detuvo un momento a pensar y luego miró con consternación la vara.

—No puedo, pastor, no puedo. — Y se soltó a llorar. —Quiero formar parte de los elegidos, pero de verdad siento que no puedo pegarle a mi hijo.

El pastor estaba perdiendo la paciencia, este era un escenario malo, los padres no podían rehusarse.

—Tengo una idea —dijo después de pensar por un momento — que el castigo se lo dé Daniel, el es el pastor de niños en nuestra iglesia, y ha corregido a varios hijos de los elegidos, incluyendo a mi propio hijo John que es un año más pequeño que Taylor. —Yo lo miré horrorizado, deseando que el señor Thomas rehusara la oferta del pastor Enrique

—¿De verdad pastor? ¿Me ayudarán?

—Por supuesto, ¿para eso estamos los pastores, no? Estoy seguro que el cielo te dará la fuerza para hacerlo cuando se requiera, pero esta vez te da la salida a través de Daniel.

Esto definitivamente no estaba en mis planes, pero no tenía opción. El pastor no perdonaría nunca desobedecerlo en frente de estos extranjeros, que tanto se había esforzado en reclutar.

El señor Thomas se levantó y encaminó a su lloroso hijo hacía mi. Yo no tuve opción, y lo coloqué sobre mi regazo.

—I’m really sorry I have to punish you —le dije en tono ligero, tratando de calmarlo — It’s going to be quick, don’t worry, it’s just like a quick jab and we are done. — Ojalá fuera cierto lo que le estaba diciendo, pero al menos esta primera vez así sería.

Yo tomé su short y se lo bajé, dejando expuesto su trasero, cubierto solamente por un delgado calzoncillo blanco. No sabía si bajárselo también y le dirigí una mirada rápida al pastor, pero vi que el tampoco estaba seguro así que decidí no arriesgarme y se lo dejé puesto,

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Deje caer el primer varazo, con una fuerza bastante moderada, pero aun así el grito de Taylor no tardó.

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—Ouuuuuch! —Taylor comenzó a revolverse y a patalear, pero yo atrapé sus piernas con las mías para restringir sus movimientos. Miré por un momento a sus padres. Thomas estaba en shock, y Jane parecía apunto de saltar sobre mí como una osa lista para defender a sus cachorros.

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Dejé caer uno más e inmediatamente solté la vara y levanté a Taylor con cuidado, acariciando sus hombros consolarlo un poco. Realmente a estas alturas no me importaba lo que el pastor Enrique pensara, no pensaba arriesgarme más.

—I’m sorry, I’m really sorry, It’s over. — le dije y lo abracé, como lo habría hecho con cualquier otro niño de los elegidos que hubiera tenido que castigar, genuinamente intentado consolarlo, pero me rechazó el abrazó y yo lo solté. Su gesto me dolió mucho, pero no podía esperar algo distinto de un niño que acababa de recibir este castigo por primera vez. Su padre intentó abrazarlo pero tampoco lo aceptó, sino que en cuanto vio que su hermana observaba desde las escaleras de la casa corrió hacia ella, y Hellen lo abrazó fuertemente.

Finalmente el pastor me pidió que sacara la camioneta del garage, dándome las llaves, mientras el hacía una oración con la familia para despedirse. Yo salí al patio y saqué la camioneta, pero cuando me bajé para cambiarme al asiento del copiloto, me sorprendió ver a Hellen ahí.

Yo sonreí estúpidamente, pues Hellen realmente me agradaba. No sabía si era debido al aislamiento que implicaba ser parte de los elegidos, o a que realmente me gustaba, pero nunca antes en mi vida había sentido tanta atracción hacia una chica. Ella me devolvió la sonrisa pero inmediatamente me di cuenta que algo no estaba bien, pues no era una sonrisa natural, y momentos después la cambió por esa expresión de odio que nos había dirigido antes:

—Yeah, smile, you fucking trash. Pervert! Be careful, because next time that you lay a hand on my brother I will post your picture in everyone social media platform to ruin your life and, if I can, send you to jail.

Yo la miré horrorizado, sin saber que decir por un momento. Y, en medio de la desesperación de perder para siempre a quien cada segundo estaba seguro que era el amor de mi vida, y el miedo de que cumpliera su amenaza y arruinara mi vida, decidí decirle la verdad.

—Do you really think I enjoyed hitting your brother? Do you think I enjoy making this kids suffer? What do you think they’ll do to me if I refuse to do it? —ella tardó unos momentos en procesar lo último que le dije

—NO WAY — dijo finalmente — I don’t believe you. Are you telling me that..., no, no. How old are you?

—Sixteen, and I’m not lying. — Le dije, y , sin pensarlo demasiado, me bajé un poco la ropa, solo para mostrarle un pequeño moretón en la parte superior de mi nalga izquierda, que todavía era visible del último castigo que había recibido del pastor Enrique, pues era la única forma de que me creyera.

Ella me miró en shock.

—Oh my God, No no, please tell me this is not true. Are they going to hit me too?

—I suppose Enrique is trying to avoid it all cost, because I’ve received whippings for saying a lot less than what you told your parents back in that room. I suppose that being a girl helps, plus Enrique knows the Canadian law about spankings and you are beyond the maximum age, and he probably doesn’t want any trouble with Canadian authorities because he is trying to set a mission there. So my recommendation is, stay away from drugs and stuff like that and your rear should be fine.

—Hey! — me dijo algo molesta, sonrojándose de vergüenza.

—Well, I’m just saying, plus I should be the one embarrassed.

—I’m really sorry about what I told you before, but I really didn’t knew. —Me dijo sinceramente

—Don’t worry I forgive you. —le dije

—Gotta go inside to check on my brother, poor thing, he was so scared. —Me dijo, y, de sorpresa, me dio un beso en la mejilla, antes de correr hacia la casa. No sé cuantos minutos más estuve esperando al pastor Enrique, mirando embobado hacia la puerta donde había desaparecido, pero cuando salió, me miró divertido.

—¿Estás bien? —Me preguntó. —Eso estuvo cerca de terminar en desastre, ¿no?

Noté que estaba de buenas. Así que aproveche su buen humor para tratar de disimular mi estado de shock.

—Sí. Qué bueno que te acompañé. —Pero ni siquiera me respondió, pues estaba pensativo.

—¿Te gustaría manejar un Tesla?

—¿Qué? —pregunté sorprendido, sin comprender su pregunta.

—Eso, ¿que si te gustaría manejar un Tesla?

1 comentario:

  1. Creo que Daniel se nos cambiará de lado y seguirá los pasos del pastor

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