Luis
POV
—¡No padre, para, detente!, te diré la verdad, pero detente,
por favor! —exclamó Jonathan.
Sin embargo su padre en vez de
detenerse, lo levantó bruscamente de la silla, jalándolo del brazo.
Jonathan era un chico fuerte, pero su
papá lo era el doble o el triple, mientras él trataba inútilmente de detener
con su única mano libre el cinturón que su padre mantenía en alto, y balbuceaba
de manera casi inentendible que habíamos comprado la tabla de surf con el
dinero de nuestros paseos turísticos, y que yo había completado de mis ahorros
lo que había faltado, este aparto rápidamente el brazo de su hijo y dejó caer
otro fuerte cinturonazo en su trasero y muslo derecho, que resonó en los muros
del pequeño comedor y sala.
Jonathan exclamó de dolor, dejándose
caer al suelo hincado, frotándose desesperadamente donde el cinturón había
alcanzado, en un fútil intento por disminuir el profundo dolor. Yo no pude
evitar estremecerme, pero al mismo tiempo sentí que se lo merecía por traidor,
en poco tiempo sería yo el que estaría llorando bajo los golpes de la vara de
mi padre, y todo por su culpa.
Su padre volvió a jalarlo del brazo,
suspendiéndolo un instante en el aire, en lo que Jonathan, llorando, recuperaba
el equilibrio. Mi amigo le rogaba a su padre, pero el lo ignoró, sin embargo,
cuando se disponía a dejar caer un nuevo cinturonazo, mi padre apareció,
deteniéndole el brazo.
El padre de Jonathan se giró molesto,
pero cuando vio que era mi padre, se detuvo por un momento, sin saber qué
hacer.
—Hermano, hermano, escúchame, así no.
Recuerda lo que nos ha dicho el pastor. Debemos corregir a nuestros hijos, sí,
pero con la vara, y sin furia. Es un castigo justo, no una venganza.
El papá de Jonathan tardó unos
instantes en procesar las palabras de mi padre. Y finalmente asintió.
—Tiene razón, hermano, pero es que me
molesta mucho que mi hijo me engañe. Y este cinturón siempre me ha funcionado,
por eso nunca he usado la vara para castigarlo,
—No lo dudo, hermano. Pero, ¿quién
sabe más, nosotros o el pastor Enrique?
—Sin duda el pastor— dijo meditativo
—debemos hacerle caso. Pero yo no sé bien cómo. ¿Me ayuda hermano?
—Claro que sí.
Mi padre se inclinó donde Jonathan
permanecía hincado, llorando, y lo tomó de la mano, ayudándolo a levantarse.
—Gracias. —le dijo mi amigo
—No me agradezcas, Jonathan, todavía
no termina tu castigo— le aclaró mi padre.
Después se dirigió a la cocina, y
regreso de nuevo con las dos varas que había cortado hace un rato.
—Vengan —nos indicó a Jonathan y a
mi, caminando hacia la sala, que estaba compuesta por dos sillones viejos, al
lado del comedor, sin ninguna separación.
Nosotros caminamos lentamente hacia
allá, cabizbajos. El papá de Jonathan nos seguía detrás, con el cinturón de
cocodrilo todavía en sus manos.
—Luis, ¿sacaste dinero de tus ahorros
sin pagar el diezmo?—me preguntó seriamente mi padre —y no te atrevas a
mentirme que por si no lo recuerdas eres menor de edad y yo todavía tengo
acceso a tus estados de cuenta.
Yo no me atrevía a admitir mi culpa,
estaba demasiado asustado, “robarle a Dios” había dicho el pastor que era no
pagar el diezmo, y no quería imaginarme el castigo que eso me traería, pero al
mismo tiempo no me atrevía a mentir, dado que era cierto lo que decía mi padre.
Así que me quedé en silencio.
Después de un incómodo minuto mi
padre habló
—Supongo que puedo tomar tu silencio
como un sí—dijo mi padre —Luis, no lo puedo creer. ¿En serio no puedes apartar
10% de tu dinero en agradecimiento por todo lo que el cielo te ha dado?—su voz
sonaba decepcionada.
Como no respondí, el siguió:
—Además del castigo, vas a tener que
pagar el 20% en vez del 10 de todo lo que hayas sacado.
—Pero no es justo —protesté, y me
callé inmediatamente, mi padre estaba muy molesto, y no convenía hacer enojar
más a la persona que estaba a punto de castigarme a golpes.
Mi padre se paró al lado, frente al
sillón.
—Luis, vas tu primero, tu vas a
recibir dos castigos, uno por mentir y otro por no haber pagado el diezmo. Ya
sabes qué hacer, bájate el short e inclínate en el sillón.
Por supuesto que yo no quería
hacerlo, pero no tenía opción. La última vez que me había negado a colaborar
con el castigo, todo había terminado de una forma más humillante y dolorosa.
Así que, temblando un poquito de vergüenza y miedo, me bajé el short y me
incliné en el sillón como me había enseñado.
Yo me estaba mentalizando para
recibir el primer golpe de la vara, cuando sentí algo diferente, eran las manos
de mi padre bajándome el bóxer. Lo hizo rápidamente, dejando totalmente
expuesto mis pompas a la vara y a las miradas de mi papá, de Jonathan y de su
padre. Me sentí más avergonzado todavía, aunque ellos ya me habían visto así en
un castigo ¡vaya consolación!
JUAS
Ese varazo me sacó de mis
pensamientos, siempre me sorprendía lo mucho que dolía la vara. No pude evitar
dar un respingo de dolor. Pero lo peor todavía estaba por llegar,
JUAS JUAS,
pues el dolor se iba acumulando.
JUAS JUAS
El escozor iba en aumento, sin contar
el ardor instantáneo que sentía cuando caía cada varazo. Mi papá estaba aplicando
bastante fuerza.
JUAS
No aguanté más el dolor y me llevé
las manos atrás para protegerme y tratar de sobarme
JUAS
Auuuuuch! Exclamé de dolor cuando la
vara alcanzó mis manos. Por increíble que parezca dolía más incluso que los
azotes en el trasero.
Mi padre se detuvo un momento
mientras yo trataba de aliviar un poco la molestia frotándome desesperadamente
las nalgas, pero el alivio me duró poco, pues mi padre tomó firmemente mis
manos.
—Todavía no terminamos Luis, por
favor déjate corregir.
—Pero es que duele mucho—le dije con
voz de ruego, a punto de soltarme a llorar.
—Lo sé, hijo, pero ojalá esto te
ayude a pensar mejor la próxima vez que se te ocurra robarle a la iglesia. —e
inmediatamente después, dirigiéndose al papá de Jonathan —hermano ayúdame a
sujetar sus brazos.
Él dudo un momento, sin embargo, casi
inmediatamente soltó el cinturón de cocodrilo y acerándose al sillón por
detrás, tomó mis brazos que le ofrecía mi padre, extendiendo mis brazos sobre
el respaldo y sujetando mis muñecas me mantuvo en la posición.
JUAS JUAS
Dos nuevos azotes cayeron fuertemente
en mis descubiertas nalgas, y yo traté desesperadamente de soltarme, pero los
fuertes brazos del padre de Jonathan me mantuvieron en posición
JUAS JUAS
Lancé una exclamación de dolor, y, al
no poder soltar mis brazos, no pude evitar comenzar a patalear, pues el ardor
era cada vez más insoportable. Así mismo, de manera inconsciente las lágrimas
de desesperación comenzaron a salir, sin que pudiera, ni intentará
controlarlas.
Sentí como mi padre atrapó mis
piernas para evitar el pataleo y continuó el castigo.
JUAS
JUAS
Esos dos solamente intensificaron mi
llanto, mientras yo rogaba que parara
JUAS JUAS
Estos dos últimos mis muslos, la zona
más sensible a los azotes, lo que me hizo gritar un poquito.
Mi padre se detuvo y me soltaron, y
yo me llevé desesperadamente las manos atrás para frotarme y hacer todo lo
posibles por aminorar el ardor y dolor, mientras me dejaba caer hincado en el
suelo. Afortunadamente, esta vez nadie me detuvo.
Pasaron varios segundos en lo que el
dolor disminuía un poco y al mismo tiempo mi mente volvía a funcionar bien y
mis sentidos regresaban al 100%.
Recordé avergonzado que estaba
desnudo frente a mi padre, mi amigo Jonathan y su padre.
Yo había perdido mi ropa en el
forcejeo, y sin levantarme tomé mi bóxer del suelo y me lo puse, ignorando el
roce de este con la piel sensible. Pero nadie estaba mirando, pues era el turno
del castigo de Jonathan.
—Hermano, ¿Me ayudas a disciplinar a
mi hijo? Siento que el pastor te ha enseñado muy bien y aunque sé que debo
aprender, creo que tú puedes aplicarle mejor la corrección esta vez. —Le
comentó el padre de Jonathan a mi papá.
—Claro, hermano, yo me encargo, pero
apóyame por si no se deja corregir y además así aprendes un poco más acerca de
la corrección adecuada.—Y ahora dirigiéndose a Jonathan —Hijo, por favor,
bájate los pantalones e inclínate en el sillón como lo hizo Luis.
Jonathan dudó un momento, pero
después de una rápida mirada a su padre que lo observaba furioso, se bajó el
short y se inclinó en el sillón, mientras mi padre tomaba la otra vara.
Mi padre se detuvo unos instantes,
dudando, antes de tomar sus calzoncillos grises por el elástico estampado con
“Fruit of the loom” y bajándoselos de un tirón.
Mi amigo se revolvió un poco
incómodo, pero no dijo nada, ni intentó recuperar su ropa interior. Desde mi
posición, hincado en el suelo a menos de dos metros de distancia, podía ver,
parcialmente oculto por su piel morena, un moretón que atravesaba su nalga
izquierda y alcanzaba hasta su muslo derecho, producto de los cinturonazos.
Aunque no me dio lástima, pues se lo merecía por haberme provocado el dolor que
yo sentía en mi propio trasero y apenas estaba disminuyendo.
JUAS
Sonó el primer azote y apenas y
pareció que Jonathan lo sintió
JUAS
JUAS
Al tercer azote Jonathan tensó sus
nalgas.
JUAS
Hasta el momento había recibido su
castigo con un estoicismo notable, pero al cuarto, comenzó a hacer algún tipo
de sonido que notaba incomodidad.
JUAS
JUAS
Ya para el sexto comenzaba a
revolverse un poco, pero seguía manteniendo la posición.
JUAS
JUAS
De repente se levantó, y rogó
—¡Por favor, ya no más, señor Patricio!
–Todavía no termina tu castigo, hijo,
vuelve a ponerte– insistió mi padre con firmeza.
Pero Jonathan estaba tratando de
aliviar el escozor, sobándose y frotándose como yo lo había hecho unos momentos
antes.
ZAS
Sonó el cinturón de cocodrilo al
estrellarse con la piel, seguido de un gritito de mi amigo, que se tiró al
suelo, abrazando su pierna desesperadamente del dolor. AAAAAAUUUUUCH!
–¿Qué estás sordo? ¿No escuchas al
hermano Patricio?
–Voy,! Voy!– dijo mi amigo en cuanto
pudo componerse un poco, seguido de lo cuál se levantó llorando y se inclinó de
nuevo en el sillón.
–Gracias, hermano, pero por favor, ya
no le pegues más a tu hijo con ese cinturón, no es necesario, mejor ayúdame a
detenerlo como a Luis.–Le dijo mi padre al suyo.
Y así fue como, después de que
detuvieron sus manos, el castigo continuó.
JUAS
JUAS
Jonathan no tardó mucho en volver a
revolverse un poco, solo que esta vez su padre detenía sus brazos
JUAS
JUAS
Mi amigo estaba haciendo un esfuerzo
enorme por no ponerse a forcejear e intentar levantarse, y era visible como
tensaba y destensaba sus nalgas en un fútil intento por disminuir el escozor
del castigo
JUAS JUAS
—YAAAA —exclamó soltándose a llorar —
por favor paré
JUAS
— AAAAuuu
Mi padre dejó la vara y señaló a su
padre para que lo soltara. Inmediatamente después Jonathan se levantó,
frotándose desesperadamente el trasero y dando un espectáculo algo vergonzoso,
que yo también había presentado unos momentos antes.
Un minuto después, tomó sus
calzoncillos del suelo, poniéndoselos con una mueca de dolor cuando rozaron las
recientes marcas de los azotes.
Después de tomarse un par de minutos
para descansar, mi padre me volvió a llamar.
—Ven aquí Jonathan, que tú te ganaste
dos castigos.
—No papi, por favor, ya no aguanto —
le dije olvidándome de mi orgullo y soltándome de nuevo a llorar. De verdad no
creía posible que aguantara el segundo castigo. Recordé que entre los chicos de
los elegidos corrían algunas terroríficas historias, que nadie sabía con
certeza si eran o no verdaderas, de castigos durísimos que habían sufrido
algunos desafortunados chicos por cometer algún pecado grave.
Como yo no me movía, mi padre me
guío, tomándome de los hombros, hasta el sillón. Después de lo cual se sentó,
y, bajándome el bóxer, me inclinó sobre sus rodillas como solían colocar para
el castigo a los niños pequeños de los elegidos. Pero a estas alturas no me
importaba, lo que quería era terminar o huir, que de una u otra forma se
acabara el tormento.
Mi padre tomó la vara y yo,
sollozando un poco me preparé para el primer varazo de la segunda ronda, pero
este nunca llegó.
Mi padre, después de observar unos
momentos mi trasero desnudo, me levantó y me subió de nuevo el bóxer. Mientras
yo lo contemplaba atónito.
—No te quiero lastimar, no se trata
de eso la corrección. Tienes las marcas del castigo de hace rato y supongo que
no habrá ningún problema de que tu segundo castigo espere hasta mañana. — Vaya
generosidad que me mostraba ¿cierto? Pero para mi era el mejor obsequio en ese
momento.
—Gracias Papi — le dije, sorbiéndome
los mocos y sobándome inconscientemente.
—Te amo, hijo — me dijo, dándome un
abrazo, mismo que no rechacé, pues estaba algo vulnerable. ¿Cómo podía esto
parecerse tanto al cariño, si apenas unos minutos atrás este hombre me golpeaba
despiadadamente con una vara? Lo peor es que, cuando mi padre abrazó a Jonathan
para consolarlo un momento este no solamente correspondió el abrazo sino que de
hecho le agradeció a mi padre.
—Muchas gracias, hermano, por haberme
salvado del cinturón de cocodrilo.
—No me agradezcas, hijo, es nuestra
responsabilidad cuidarlos y respetarlos, incluso en algo desagradable como lo
puede ser la corrección.— dijo esto haciéndole señas al padre de Jonathan para
que se acercara y también abrazara a su hijo. A lo que este, después de vacilar
un momento, accedió.
—No olviden hacer su confesión de
arrepentimiento esta noche antes de irse a acostar — mencionó mi padre, tomando
las varas para dejarlas sobre el refrigerador, y saliendo de la estancia.
Jonathan y yo recogimos las prendas
que estaban en el suelo y nos dirigimos al cuarto que compartíamos.
—Creo que sí es un poco mejor la vara
que el cinturón de cocodrilo, aunque después de cierto número de varazos el
ardor se vuelve insoportable, hasta peor que el de los cinturonazos. — me dijo
mientras yo cerraba la puerta. Yo asentí con la cabeza pero no le respondí ni
le dirigí la mirada, pues todavía no quería hablar con él por la traición que
me había hecho. De hecho no tenía ganas de perdonarlo ni en mil años, y además
a mi mañana me esperaba la segunda parte del castigo.
Viendo que no le respondía, no
insistió, así que nos acostamos, cada uno en nuestra cama. Como hacía mucho
calor y además yo estaba todavía adolorido del castigo, me quité toda la ropa y
me quedé dormido en pocos minutos, soñando pesadillas una y otra vez del
castigo que me esperaba al día siguiente.
Daniel
POV
Thomas, a quién yo veía como “la nueva víctima del pastor
Enrique”, y su familia llevaban varios domingos asistiendo a las reuniones. El
pastor me había encargado encarecidamente cuidar a Taylor, el latoso e
hiperactivo retoño del señor Thomas. Afortunadamente yo sabía hablar inglés, ya
que el chamaco (que al final resultó tener 9 años), se negaba rotundamente a
hablar español, y actuaba como si no lo entendiera. Sin embargo, yo estaba casi
seguro de que lo entendía perfectamente, porque sus reacciones a las
conversaciones de los demás denotaban comprensión, no confusión, pero si le
hablabas directamente en español simplemente te ignoraba.
El pastor había sido muy claro en
indicarme que no podía castigar a este niño con los métodos usuales de los
elegidos, al menos hasta que sus padres estuvieran más integrados a la
comunidad. Y mi propio sentido común no me hubiera permitido hacerlo, pues no
estaba dispuesto a enfrentar una demanda de unos extranjeros por maltratar a su
hijo, amén de que yo ni siquiera estaba de acuerdo con estos métodos.
Sin embargo, en la clase dominical de
hoy, había estado a punto de soltarle una nalgada, más por instinto que
conscientemente.
Yo estaba dándole clase a los niños
de 8 y 9 años, explicándoles la historia de la Torre de Babel. Cuando la leí en
los documentos de estudio del pastor Enrique se me hizo una de las historias
más interesantes y extrañas.
Aunque muchos artistas religiosos
pintaban la Torre de Babel en forma circular, según las notas del pastor no
había evidencia bíblica ni documental que ese fuera el caso. Y de hecho había
añadido a sus notas imágenes de distintas pirámides y centros ceremoniales a lo
largo del mundo, varios de los cuales reconocí, como las pirámides de Egipto y
la pirámide del Sol en Teotihuacán, México. Además, aunque algunas enseñanzas
bíblicas se me hacían razonables (como no matar), otras como esta me resultaba
difícil de comprender. ¿Por qué no querría Dios que los hombres estuvieran
juntos y tuvieran una sola lengua? ¿Por qué no les permitió a los hombres
seguir los fútiles intentos de construir una torre que llegara hasta el cielo,
si al final, incluso si después de cientos de años hubieran logrado construir
algo más grande que los rascacielos actuales, la falta de oxígeno hubiera
imposibilitado de manera natural su continuación?
Cuando le pregunté al pastor Enrique,
me dijo que era uno de los muchos misterios que no tenían una respuesta
perfecta, pero que una posible respuesta se debía a la esclavitud y eventual
muerte de miles de humanos que dicho proyecto implicaría.
—Mira toda la miseria que la
construcción de las pirámides de Egipto implicó. ¿Te imaginas la construcción
de una torre “cuya cúspide llegara hasta el cielo”? Además era una declaración
de guerra a Dios, como decirle que no lo necesitaban para irse al cielo. —Me
había explicado el pastor.
Así que les había pedido a los niños
que intentaran crear la Torre de Babel con plastilina, de la forma que
quisieran, y que la torre más alta (que lograra permanecer más de 10 segundos
en pie) se llevaría un premio, en específico una paleta helada de vainilla
cubierta de chocolate.
Yo había dividido la plastilina en
pedazos relativamente homogéneos, y cada quien estaba construyendo su torre
como mejor le parecía. Pero el incidente sucedió cuando a Taylor se le cayó un
pedacito de plastilina, que rodó hasta donde otro niño estaba construyendo su
torre. Este, nada tonto, la incorporó casualmente a su masa de plastilina.
Taylor, gritando furioso, destruyó de
un manotazo la torre del niño que se había robado parte de su plastilina.
—Fuck you!
Yo lo levanté de un tirón y levanté
la mano para dejarle caer una fuerte nalgada, pero su expresión desconcertada
me recordó que este chico no estaba todavía acostumbrado a estos castigos. Y,
es que, por más que yo tratara de evitar castigar a estos niños más de la
cuenta, gritarle un insulto tan vulgar a otro niño no era algo que pudiera
permitir un pastor de los elegidos, y, en circunstancias normales, no corregir
al culpable me hubiera vuelto a mi acreedor a una corrección. Pero no en este
caso, así que me contuve y lo solté.
—You can’t say that to the other
kids.
—But he stole my clay.
—Yes, I know, and he deserves a
punishment for that. But that’s my duty, not yours. You can’t say such mean
things to anyone, not even when they harm you.
Él solo me observó poniendo un
puchero de molestia, sin responder, y yo me dirigí después al otro niño.
—Devuélvele la plastilina a Taylor.
Él asintió y, cortando un poco de la
base de su torre le entregó a Taylor una cantidad ínfima con respecto a la
pieza que originalmente se había quedado.
—No te pases, Isaías. ¿Quieres un
castigo, verdad? —Yo había decidido no castigarlo, pues no se me hacía justo
castigarlo a él, si tampoco lo había hecho con Taylor, pero este niño se estaba
pasando de la raya.
Con esa amenaza él inmediatamente
cambió su actitud y manteniendo una expresión preocupada le devolvió un buen
pedazo de plastilina a Taylor.
—Perdón.
Al notar el cambió me sentí mal.
Aunque no voluntariamente, yo estaba participando en la programación, basada en
el miedo, que el pastor y la iglesia esperaba de estos niños. Y en el caso de
Isaías, a sus tiernos ocho años ya se percibía.
Unas horas después
—Te cambio dos ovejas por heno —Era
una tarde agradable y habíamos puesto una mesa en la terraza que daba a la
playa para jugar Catán. La brisa nos refrescaba un poco y yo estaba saboreando
una naranjada con más hielos que agua, que nos había traído alguien del
servicio de la casa del señor Pedro. Yo observé divertido como Miguel trataba
de negociar con sus hermanos desesperadamente un poco de heno, en puntos iba
casi empatado con su hermano Pedro, pero este, que era el único con suficientes
reservas de heno, no estaba dispuesto a intercambiar.
—5 ovejas por uno de heno —se burló
—Sabes que no tengo, y además me
convendría cambiar con el banco en ese caso.
Observé que el pastor, quien había
estado una media hora en una llamada, caminando en la playa, entró a la
terraza.
Sin embargo, en vez de dirigirse a la
casa, se dirigió hacia nosotros.
—Daniel, necesito que me apoyes en
una cosa.
—¿Ahorita? —pregunté, tratando que mi
tono de voz no sonara irrespetuoso.
—Sí Daniel, ahorita necesito que me
ayudes. —Y después dirigiéndose a los hijos del hermano Pedro, para disculparse
por sacarme del juego — Lo siento chicos. —Ellos asintieron y guardaron mis
cartas y fichas mientras yo me levantaba.
Tampoco es que me importara demasiado
dejar de jugar, pues iba perdiendo, pero el pastor Enrique era bastante
estricto cuando me pedía cosas relacionadas con la iglesia, y aunque no solía
castigarme mucho, siempre estaba la amenaza de que si no hacía algo bien lo
considerara desobediencia y yo acabara recibiendo una paliza.
Cuando me retiraba escuché a Pablo
decir:
—Te has vuelto muy aburrido.
—Me acordaré de eso la próxima vez
que te tenga que castigar — le dije en broma, pues él mismo sabía que yo
evitaba al máximo tener que hacerlo.
Cuando entré al estudio el pastor
estaba desempacando cuatro Biblias, tres de las cuales eran normales y la
última era infantil ilustrada. Pero se detuvo y se sentó en el sofá de piel que
estaba a unos metros del escritorio, para conversaciones más informales. Yo
tomé asiento frente a él, al interpretar que quería decirme algo.
—¿Sabes por qué a la mayoría de las
niñas les hacen la perforación en la oreja cuando nacen, si no van a usar
aretes durante los primeros años de su infancia?
—¿Para que no les duela tanto?
El pastor se rió
—Exacto, o al menos eso dicen. De
cualquier forma, sea que les duele menos o que simplemente es menos aparatoso y
que los bebés de todas formas lloran todo el tiempo, me sirve de ejemplo para
explicarte esto. —hizo una pausa
— Cuando una persona se convierte a
los elegidos entra en un estado de euforia, tiene una alegría inmensa, quiere
compartirlo con todos. Estoy seguro que es algo que tu ya experimentaste. —yo
asentí nervioso pensando en lo difícil que había sido fingir esa alegría en mi
supuesta conversión algún tiempo atrás. —Por primera vez en la vida te sientes
completo, tienes fe de que el futuro será mejor, y te libras de todas tus
culpas.
—Ahora bien, como tu sabes, la vida
de los elegidos no es sencilla. Debemos seguir una serie de reglas para
mantener nuestra perfección. La mayoría de estas reglas las van adoptando
paulatinamente los nuevos miembros y sus familias. Pero siempre hay una o dos
reglas que son muy difíciles de adoptar, debido a las circunstancias específicas
de la persona. Esa es la principal arma del enemigo, y nosotros como pastores
debemos estar preparados para proteger a nuestras ovejas de esos embates que
pueden ser mortales. — Yo normalmente aparentaba interés en lo que el pastor me
decía y trataba de aprender para usarlo en mi plan de quitarle el poder sobre
todas estas personas, pero esta vez el pastor había captado mi atención de
manera genuina.
—Un ejemplo es un alcohólico, en ese
caso la regla que más le costará evidentemente será no tomar, lo mismo aplica
para un fumador. Pero otras veces no es tan evidente, la tentación más fuerte
puede ser el dinero para alguna persona rica, o la pornografía para un
adolescente. Puede ser la depravación para un homosexual, o la soberbia en el
caso de algún político.
Es importantísimo que el pastor
identifique cuál es la principal vulnerabilidad de su oveja al momento que esta
se incorpora al redil, y abordar ese problema mientras la euforia del momento
sigue en pie. De esa manera será mucho menos probable que la persona se
resista. En cambio, si dejas pasar días, o semanas, cuando intentes cambiar eso
probablemente la persona será incapaz de enmendar su camino. —Ahora entendía
porque el pastor me había quitado mis audífonos cuando me vine a vivir a casa
del señor Pedro, después de mi “conversión”. Seguramente mis padres le habrían
dicho que mi principal vicio era la música “mundana”, como el pastor le
llamaba, y realmente era lo que más trabajo me había costado, al grado que
había mantenido escondidos unos audífonos viejos de Miguel, que el me había
prestado, a cambió de que no le dijera a su padre una vez que lo vi fumando un
cigarro.
—Este domingo el señor Thomas y su esposa
tomaron la decisión de convertirse y formar parte de los elegidos. Y en su caso
el problema no será ni el alcohol, ni la avaricia. Estoy seguro de que
aportaran con gusto el diezmo y las ofrendas, pues su estilo de vida ya es
frugal y han sacrificado algunas comodidades con tal de respetar la naturaleza.
Pero hay algo que definitivamente me preocupa, y en lo que creo que
definitivamente podemos encontrar resistencia. —hizo una pausa suspirando
—La corrección de los hijos. Como tu
sabes los ecologistas suelen ser bastante liberales y pacifistas, y no creen en
el castigo físico de los hijos. —Ahora estaba realmente intrigado. El pastor
tenía razón, no me imaginaba a la señora Jane, ya no digamos dándole una
nalgada a su hijo, ni siquiera levantándole la voz para regañarlo. Iba a ser
muy interesante la reacción de esta familia a los estrictos métodos de crianza
de los elegidos.
—Por eso necesito que me ayudes.
Tengo un plan, alguna vez alguien me enseñó unos videos de animales
disciplinando a sus cachorros con algo de fuerza física. Necesito que busques
esos videos y hagas una lista con ellos —Me dijo pasándome un IPad. — Se que
eres bueno en la tecnología, confío en que para cuando lleguemos hayas
encontrado varios videos que me sirvan para convencerlos de que, en la
naturaleza, el castigo físico es lo normal. Nos vamos en media hora.
Yo me fui a poner un jeans y una
camisa de manga cortan pues traía un short y una playera deportiva. Y después
esperé al pastor en la sala, buscando en el IPad los videos. Encontré videos
principalmente de osos, changos, leones, leopardos, elefantes y gatos usando
fuerza, en mayor o menor medida, para lo que evidentemente parecía como un
regaño o disciplina a sus cachorros.
En casa de los Hudson
Al llegar el señor Thomas y su esposa
Jane nos recibieron con una gran sonrisa, haciéndonos pasar y ofreciéndonos una
deliciosa agua de maracuyá. Sus dos hijos estaban en el pequeño huerto frente a
la casa, Hellen descansando en una hamaca con audífonos puestos, viendo su
tablet, y Taylor tratando de derribar un coco de una palmera con una balón de
básquetbol.
Una vez sentados en el comedor el
pastor comenzó sacando las cuatro Biblias que había preparado.
—Un regalo de parte de la Iglesia.
Recuerden que ahora somos su familia y lo seremos por el resto de la eternidad.
— Les dijo levantándose para darles un abrazo a ambos, que irradiaban alegría,
como si se hubieran ganado la lotería.
El pastor continuó un par de minutos
halagándolos y dándoles la bienvenida y las felicitaciones por ser ahora
miembros de los elegidos, los favoritos de Dios. También habló de los
privilegios que ahora tendrían, que podrían participar de las reuniones
exclusivas para miembros, y que sus hijos podrían convivir y aprender junto con
su hijo John y los demás hijos de los elegidos.
—Hay también algunas reglas que deben
seguir los elegidos, pero todas han sido establecidas por Dios para nuestro
bien, para respetarlo a Èl, a la naturaleza a nosotros mismos y a las demás
personas. Los elegidos no tomamos alcohol, porque eso daña nuestro cuerpo, al
igual que al medio ambiente, pues como ustedes saben, una sola botella de vino
requiere más de 500 litros para su producción. ¿Por qué gastar tanta agua en
algo tan pernicioso si podemos simplemente disfrutar esta deliciosa agua de
maracuyá por menos de la centésima parte de agua? — Continuó
—Así mismo, los ciudadanos del cielo
deben contribuir a la iglesia, a través del diezmo, que es el 10% de los
ingresos que Dios nos da, y otras ofrendas voluntarias que sirven para el
funcionamiento de la Iglesia, misiones para salvar otras almas pérdidas, y
finalmente el mantenimiento de los pastores. —Yo no estaba seguro que las
finanzas de los elegidos funcionaran en ese orden de prioridad, pero no era el
momento de externarlo. —Estoy seguro de que irán aprendiendo esas reglas con el
tiempo y con ayuda de la comunidad.
Observé al pastor hacer una pausa.
Los dos lo miraban atentamente, asintiendo enérgicamente a todo lo que decía y
sus sonrisas seguían tan brillantes como cuando habíamos llegado.
—Dios también nos dejó en la Biblia
instrucciones para criar a los hijos en el camino correcto, para salvarlos de
la perdición eterna. — Comentó sin perder la compostura, pero pude notar que
estaba un poco nervioso. Esta iba a ser la verdadera prueba de fuego.
El pastor abrió la Biblia y comenzó a
leer algunos versículos:
“Instruye al niño en su camino, y aun
cuando fuere viejo no se apartará de él.” Prov 22:6
“Corrige a tu hijo, y te dará
descanso, y dará alegría a tu alma.” Prov 29:17
“El que detiene el castigo, a su hijo
aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.” Prov 13:24
“La necedad está ligada en el corazón
del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él.” Prov 22:15
Yo noté como la expresión del señor
Thomas y su esposa se tensaba y la alegría comenzaba a disminuir un poco,
restándole brillo a su eterna sonrisa de euforia.
—Quiero que vean esto — les dijo
encendiendo el IPad y poniendo la lista de videos que yo había recopilado —
Todos observamos en silencio las diversas escenas de disciplina en el reino
animal.
Finalmente el pastor apago la tablet
y rompió el silencio.
—¿Se equivoca acaso el creador? ¿No
hemos sido nosotros, los hombres engañados por el diablo, los que hemos
destruido el mundo con nuestra envidia, avaricia y desobediencia? El hombre es
malo, y hace maldades, en cambio los animales conservan todavía la pureza de la
creación inocente. No fueron los animales los que desobedecieron comiendo del
árbol de la ciencia del bien y del mal en el jardín del Edén, sino los hombres.
¿Qué observamos en la naturaleza? Los animales les ponen límites a sus
cachorros, por su bien, y los disciplinan cuando estos no obedecen, de la mejor
manera que entienden los cachorros, físicamente. Así los elegidos hemos
decidido obedecer al creador y disciplinar a nuestros hijos como dice la
Biblia. ¿Acaso ama menos esta leona a sus cachorros por disciplinarlos? No,
sino que al contrario, está tratando de enseñarles límites que pueden salvarles
la vida en el cruel mundo de allá afuera. Así lo hacemos los elegidos con
nuestros hijos. ¿Han visto alguna vez la desesperación de un padre cuando su
hijo muere en un accidente por in alcoholizado, o cuando acaba en una prisión
sentenciado por cometer un crimen? ¿Es eso acaso lo que queremos para nuestros
hijos? ¿No sería mejor enseñarles algunos límites desde chicos? ¿Qué les va a
doler más, una pequeña corrección con una ramita, que por cierto es algo
totalmente natural, o un balazo por andar en compañía de quién no deben? ¿Una
nalgada o un enfisema pulmonar?—Aunque las palabras del pastor hacían sentido,
yo sabía que los estaba manipulando. No era la única manera de establecer
límites, y los castigos de los elegidos no eran una nalgada, eran más bien
castigos brutales que se estaban (y muchas veces cruzaban) la línea del
maltrato. Sin embargo, el pastor había logrado volver a hipnotizar a los
Hudson, que ahora asentían sin el más mínimo atisbo de duda. No pude evitar
preguntarme qué les habría dicho a mis padres en esa primera reunión donde tocó
el tema de la corrección.
—Al principio no es agradable, de
hecho nunca es agradable, pero después incluso nuestros hijos aprenden a
aceptarla por que realmente lo hacemos por su propio bien y porque los amamos y
queremos protegerlos: —continuó citando otro versículo:
“Es verdad que ninguna disciplina al
presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto
apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.” Hebr 12:11
Después de un incómodo silencio el
pastor habló
—Mi sugerencia es que hablen con sus
hijos pronto, cuanto antes mejor, para que estén preparados para los cambios
que vendrán a sus vidas. Y cualquier duda que tengan por favor llámenos, que
para eso estamos los pastores. — Dijo levantándose y yo hice lo mismo. Pero
después mencionó casualmente:
—Taylor se peleó con otro niño hoy en
su clase, destruyendo su torre y gritándole. —Realmente sonó casual pero yo
estaba seguro que el pastor tenía perfectamente planeado dejar caer esa
información para ponerlos a prueba. Seguramente se había enterado del pleito
por medio de su hijo John.
Por un momento volvió su cara de
consternación cuando comprendieron lo que indirectamente les estaba pidiendo el
pastor, pues no se sentían preparados.
—No, no, no se vaya, por favor,
pastor, necesito que me ayude, yo nunca haber castigado a mis hijos así.
Necesito que me diga que hacer y como hacerlo.
El pastor dudó por un momento,
seguramente no era lo que esperaba, pero tenía que tomar una decisión.
—Está bien hermano, me quedaré para
guiarlo durante la corrección de su hijo, pero debe usted primero hablar con sus
hijos. Y deben hacerlo solos, pues ellos deben comprender que es una decisión
de ustedes, y que no vayan a pensar que nosotros los estamos presionando.
Daniel y yo los esperaremos en el jardín.
—Me puede prestar los videos de los
cachorros por favor —pidió Hellen mientras salíamos
—Por supuesto — dijo el pastor,
desbloqueando la tableta y entregándosela.
Ellos llamaron a los dos niños
adentro y nosotros caminamos un rato en el huerto. A diferencia de la casa, que
era relativamente pequeña, el jardín era grande, rodeado de varios árboles
frutales. La sección que daba hacia la calle estaba sembrada con palmeras que,
aunque todavía no estaban en su máximo esplendor, ya tenían cierta altura. El
centro era principalmente pasto sembrado, y en uno de los laterales estaba el
huerto, que aunque le restaba estética a la propiedad, era parte de su estilo
de vida de comer comida orgánica y así. El pastor se detuvo un momento frente a
uno de los árboles frutales y se inclinó para cortar una vara, pero después de
dudar por un momento se levantó y volvió a escudriñar el arbolito. Finalmente
seleccionó una rama más pequeña, y ligera. Yo, debido a la involuntaria
experiencia que había adquirido, tanto recibiendo como administrando las
correcciones, sabía que esa vara no era una buena elección. No tenía el tamaño
y la firmeza suficiente para ser efectiva, pero entendí perfectamente la
motivación del pastor, este sería el primer castigo de Taylor, quien además
tenía solo nueve años.
Después de aproximadamente media
hora, en la que se escucharon algunos gritos, principalmente de parte de
Hellen, que me hicieron recordar esa primera conversación con mis padres, el
señor Thomas salió y nos llamó.
Cuando entramos Jane estaba sentada
en la mesa con lágrimas en los ojos, Hellen nos miraba furiosa desde el sillón,
con una mirada de profundo odio, y Taylor estaba aterrado.
—What’s that for? — gritó Hellen al
ver la vara del pastor.
—It’s for your brother, he fought
with a kid today at the church
—Are you fucking serious? — gritó
levantándose del sillón
—Where are you going? — gritó su
padre —Stop shouting unless you want a punishment too
—What? You are crazy if you think you
can hit me with that. And, where am I going? TO MY ROOM! I can’t watch you
torture my brother. — siguió gritando y corrió a su cuarto azotando la puerta.
—Siempre es más difícil al principio
con los adolescentes, pero la mayoría termina aceptándolo también. —trató de
consolarlos el pastor, entregándole la varita al señor Thomas
—What happened today? — le preguntó
el señor Thomas a su hijo
—Another kid stole my clay, so I told
him to fuck himself. —dijo enojado, pero luego miró con horror a la vara otra
vez y se puso a llorar.—Don’t hit me with that, please, please
—And you understand that what you did
was wrong, right? — Taylor asintió y continuó sollozando
—Hermano tienes que ser fuerte —
insistió el pastor Enrique — siéntate en el sillón y acomoda a tu hijo sobre tu
regazo.
El señor Thomas tomó asiento en el
sofá y recostó a su hijo en su regazo.
—Debes bajarle su pantalón — indicó
el pastor Enrique — si quieres nos retiramos, pero es necesario para que el
castigo sea efectivo, además así tienes control de la intensidad del castigo.
El señor Thomas se detuvo un momento
a pensar y luego miró con consternación la vara.
—No puedo, pastor, no puedo. — Y se
soltó a llorar. —Quiero formar parte de los elegidos, pero de verdad siento que
no puedo pegarle a mi hijo.
El pastor estaba perdiendo la
paciencia, este era un escenario malo, los padres no podían rehusarse.
—Tengo una idea —dijo después de pensar
por un momento — que el castigo se lo dé Daniel, el es el pastor de niños en
nuestra iglesia, y ha corregido a varios hijos de los elegidos, incluyendo a mi
propio hijo John que es un año más pequeño que Taylor. —Yo lo miré horrorizado,
deseando que el señor Thomas rehusara la oferta del pastor Enrique
—¿De verdad pastor? ¿Me ayudarán?
—Por supuesto, ¿para eso estamos los
pastores, no? Estoy seguro que el cielo te dará la fuerza para hacerlo cuando
se requiera, pero esta vez te da la salida a través de Daniel.
Esto definitivamente no estaba en mis
planes, pero no tenía opción. El pastor no perdonaría nunca desobedecerlo en
frente de estos extranjeros, que tanto se había esforzado en reclutar.
El señor Thomas se levantó y encaminó
a su lloroso hijo hacía mi. Yo no tuve opción, y lo coloqué sobre mi regazo.
—I’m really sorry I have to punish
you —le dije en tono ligero, tratando de calmarlo — It’s going to be quick,
don’t worry, it’s just like a quick jab and we are done. — Ojalá fuera cierto
lo que le estaba diciendo, pero al menos esta primera vez así sería.
Yo tomé su short y se lo bajé,
dejando expuesto su trasero, cubierto solamente por un delgado calzoncillo
blanco. No sabía si bajárselo también y le dirigí una mirada rápida al pastor,
pero vi que el tampoco estaba seguro así que decidí no arriesgarme y se lo dejé
puesto,
juas
Deje caer el primer varazo, con una
fuerza bastante moderada, pero aun así el grito de Taylor no tardó.
juas
—Ouuuuuch! —Taylor comenzó a
revolverse y a patalear, pero yo atrapé sus piernas con las mías para
restringir sus movimientos. Miré por un momento a sus padres. Thomas estaba en
shock, y Jane parecía apunto de saltar sobre mí como una osa lista para
defender a sus cachorros.
juas
Dejé caer uno más e inmediatamente
solté la vara y levanté a Taylor con cuidado, acariciando sus hombros
consolarlo un poco. Realmente a estas alturas no me importaba lo que el pastor
Enrique pensara, no pensaba arriesgarme más.
—I’m sorry, I’m really sorry, It’s
over. — le dije y lo abracé, como lo habría hecho con cualquier otro niño de
los elegidos que hubiera tenido que castigar, genuinamente intentado
consolarlo, pero me rechazó el abrazó y yo lo solté. Su gesto me dolió mucho,
pero no podía esperar algo distinto de un niño que acababa de recibir este
castigo por primera vez. Su padre intentó abrazarlo pero tampoco lo aceptó,
sino que en cuanto vio que su hermana observaba desde las escaleras de la casa
corrió hacia ella, y Hellen lo abrazó fuertemente.
Finalmente el pastor me pidió que
sacara la camioneta del garage, dándome las llaves, mientras el hacía una
oración con la familia para despedirse. Yo salí al patio y saqué la camioneta,
pero cuando me bajé para cambiarme al asiento del copiloto, me sorprendió ver a
Hellen ahí.
Yo sonreí estúpidamente, pues Hellen
realmente me agradaba. No sabía si era debido al aislamiento que implicaba ser
parte de los elegidos, o a que realmente me gustaba, pero nunca antes en mi
vida había sentido tanta atracción hacia una chica. Ella me devolvió la sonrisa
pero inmediatamente me di cuenta que algo no estaba bien, pues no era una
sonrisa natural, y momentos después la cambió por esa expresión de odio que nos
había dirigido antes:
—Yeah, smile, you fucking trash.
Pervert! Be careful, because next time that you lay a hand on my brother I will
post your picture in everyone social media platform to ruin your life and, if I
can, send you to jail.
Yo la miré horrorizado, sin saber que
decir por un momento. Y, en medio de la desesperación de perder para siempre a
quien cada segundo estaba seguro que era el amor de mi vida, y el miedo de que
cumpliera su amenaza y arruinara mi vida, decidí decirle la verdad.
—Do you really think I enjoyed
hitting your brother? Do you think I enjoy making this kids suffer? What do you
think they’ll do to me if I refuse to do it? —ella tardó unos momentos en
procesar lo último que le dije
—NO WAY — dijo finalmente — I don’t
believe you. Are you telling me that..., no, no. How old are you?
—Sixteen, and I’m not lying. — Le
dije, y , sin pensarlo demasiado, me bajé un poco la ropa, solo para mostrarle
un pequeño moretón en la parte superior de mi nalga izquierda, que todavía era
visible del último castigo que había recibido del pastor Enrique, pues era la
única forma de que me creyera.
Ella me miró en shock.
—Oh my God, No no, please tell me
this is not true. Are they going to hit me too?
—I suppose Enrique is trying to avoid
it all cost, because I’ve received whippings for saying a lot less than what
you told your parents back in that room. I suppose that being a girl helps,
plus Enrique knows the Canadian law about spankings and you are beyond the
maximum age, and he probably doesn’t want any trouble with Canadian authorities
because he is trying to set a mission there. So my recommendation is, stay away
from drugs and stuff like that and your rear should be fine.
—Hey! — me dijo algo molesta,
sonrojándose de vergüenza.
—Well, I’m just saying, plus I should
be the one embarrassed.
—I’m really sorry about what I told
you before, but I really didn’t knew. —Me dijo sinceramente
—Don’t worry I forgive you. —le dije
—Gotta go inside to check on my
brother, poor thing, he was so scared. —Me dijo, y, de sorpresa, me dio un beso
en la mejilla, antes de correr hacia la casa. No sé cuantos minutos más estuve
esperando al pastor Enrique, mirando embobado hacia la puerta donde había
desaparecido, pero cuando salió, me miró divertido.
—¿Estás bien? —Me preguntó. —Eso
estuvo cerca de terminar en desastre, ¿no?
Noté que estaba de buenas. Así que
aproveche su buen humor para tratar de disimular mi estado de shock.
—Sí. Qué bueno que te acompañé. —Pero
ni siquiera me respondió, pues estaba pensativo.
—¿Te gustaría manejar un Tesla?
—¿Qué? —pregunté sorprendido, sin
comprender su pregunta.
—Eso, ¿que si te gustaría manejar un
Tesla?
Creo que Daniel se nos cambiará de lado y seguirá los pasos del pastor
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