Daniel POV
―Hermana, ¿nos puede
acompañar hoy a comprar las camas? Porque no conocemos todavía el lugar.
―Claro que sí mí
hermano.
Estábamos comiendo un
sencillo pero sabroso desayuno, consistente en tlacoyos rellenos de frijoles,
cubiertos con crema, salsa verde picante y un poco de queso barato.
―También necesitamos
comprar mosquitero para las ventanas, y un aire acondicionado o mínimo un
ventilador, ya no aguanto ni un día más los moscos y el calor. ―dijo mi hermano
sacudiéndose la playera azul cielo marca Lacoste en un afán por ventilarse. Se
la había puesto a duras penas, pues el quería andar solamente en short de
bermuda, pero mi mamá lo obligó a ponerse una playera para el desayuno.
―Esto no es nada
comparado con lo que muchos misioneros han tenido que soportar para predicar la
palabra, además debemos estar agradecidos con lo que tenemos y que se nos
ofrece con tanto esfuerzo. ―Respondió mi papá
―Sí lo estoy, está
comida está deliciosa. ―dijo sinceramente mi hermano―pero eso no quita que un
aire acondicionado nos vendría bien a todos. ―lo último con un tono suplicante
más que retador. Seguramente sin intenciones de repetir la paliza del día
anterior.
Un rato después el
pastor pasó a recogerme.
―No sabes qué
orgulloso me siento de que hayas decidido aceptar. ―me dijo mi padre.
—Ten cuidado hijo,
pórtate bien. —Me dijo mi madre con lágrimas en los ojos y tratando de
controlar su desconcierto de que su primogénito se fuera a vivir con alguien
más.
Mi hermano y yo
todavía no habíamos desempacado, y por ello yo solamente tuve que meter mi
maleta a la cajuela de la camioneta, que le habíamos regalado al pastor, y nos
dirigimos a la casa del hermano con el que el pastor se estaba quedando.
Cuando llegamos, me
sorprendí bastante; ya sabía que el Señor Miguel era rico pues era dueño de
varias hectáreas de café, además de un hotel y dos restaurantes de la zona,
pero no me esperaba tanto lujo. Era una enorme casa de estilo mediterráneo, con
muchos cuartos, todos con aire acondicionado y baño con tina. Era literalmente
como un hotel de 5 estrellas, y trabajaban como 5 empleados para la limpieza y
mantenimiento de la mansión, además de un cocinero y un chófer.
El señor Pedro era
viudo, pero tenía 4 hijos, que me presentó:
—Hijos el es Daniel,
es hijo de unos hermanos importantes de la iglesia de la ciudad de México y va
a estar viviendo con él pastor aquí. —dijo presentándome a mi primero.
—El es Pedro—dijo
después señalando a un chico de unos 17 años, vestido con un short de bermuda
beige y una camisa de cuadros azul con blanco, y el logo de Ralph Lauren
bordado en café. El chico asintió sacudiendo sus lentes rectangulares.
—Él es Miguel —ahora
señalando a uno de unos 15 años, que nos miraba con bastante curiosidad,
vestido en un short deportivo Adidas y una playera de algodón con rayas blancas
y azules sobre un fondo rojo, de marca Tommy Hilfiger.
—El es Pablo, pero
más como Saul— dijo bromeando con relación al nombre del apóstol Pablo antes de
su conversión—el más traviesos de todos mis hijos. —El referido tenía unos 12
años, y llevaba un short deportivo negro y una camiseta blanca sin mangas. Su
sonrisa traviesa confirmaba las palabras de su padre.
—Y finalmente—puso su
mano sobre el hombro de un niño de unos 10 años, en un short azul y una playera
de algodón verde claro con estampados en inglés. —Jeremías, el pequeñín. —a lo
cual el niño de pelo negro se quejó con la mirada, sonrojándose.
En cuanto su papá me
los presentó, saludaron respetuosamente al pastor, me dieron la mano y se
retiraron tan rápidamente como habían aparecido, por el corredor que conectaba
varios cuartos a la estancia.
—Miguel—enséñale a
Daniel su cuarto—le indicó su papá antes de que el desapareciera también.
—Prefiero que se
quede en el mismo cuarto que mi hijo John— dijo el pastor y Miguel asintió.
A mi no me agradó la
idea de perder la privacidad de un cuarto propio, sobre todo porque había
varios cuartos disponibles, pero decidí que no era buena idea comenzar
peleándome con el pastor y seguí a Miguel hasta el cuarto del pequeño John para
dejar mi maleta.
Cuando terminé de
acomodar el equipaje, nos quedamos un momento en silencio, hasta que Miguel me
ofreció en tono neutral
—¿Quieres venir a
jugar con nosotros? Vamos a empezar una partida de Risk.
Yo acepté, y nos
dirigimos a una espaciosa sala de juegos, con mesas de billar, de hockey y una
para juegos de mesa, en la que ya estaban los demás, contando los soldaditos
sobre el tablero extendido.
—Él también va a
jugar—Anunció Miguel y los demás asintieron, aunque me miraron con un poco de
recelo. Supuse que tenía que ver con el hecho de que yo viniera con el pastor,
pues su actitud era más reservada cuando estaban frente al pastor,
probablemente porque su papá les exigía comportarse perfectamente bien en
frente de él, igual que mis papás a mí.
Pero una vez que nos
metimos al juego la tensión se deshizo y nos divertimos mucho.
Después de un rato
John, el hijo de 9 años del pastor, entró a la sala de juegos.
—Que ya está la
comida que ya vengan. —dijo observando con interés el tablero lleno de
soldaditos de plástico.
—Ahorita vamos—dijo
Pablo continuando el ataque a mi territorio con sus dados.
Seguimos el juego
hasta que el señor Pedro y el pastor entraron.
—Hijos, los mandé
llamar para la comida. —les dijo a sus hijos con un tono de ligero
reproche.
—Sí papá, perdón
—dijo Miguel
—Ya vamos —dijo Pablo
reordenando sus tropas.
—No hijo, ya es ya.
Luego terminan.
—¡No es justo! Nunca
podemos acabar una partida de Risk. —exclamó Pablo lanzando los dados sobre el
tablero, arrastrando las tropas a su paso.
Todos nos quedamos
mudos, y en seguida Pablo se dio cuenta de lo que había hecho.
—Vayan y empiecen a
comer por favor, hermano. —le dijo Pedro al pastor agarrando a su hijo del
brazo y metiéndolo a un cuarto que había en frente del área de juegos.
Estos chicos eran de
los más libres que había conocido en el grupo, permitiéndose incluso decir algunas
malas palabras cuando no estaba el pastor cerca y otras travesuras de
adolescentes normales, pero incluso el blando “hermano” Pedro no podía pasarle
a uno de sus hijos un acto de rebeldía y falta de respeto en frente del pastor.
Así que mientras nos dirigíamos a la cocina escuché tras la puerta
—Bájate el short si
no quieres andar todo el día con las marcas en las piernas. —y momentos
después
Zas… zas… zas…
Los primeros
cinturonazos no produjeron ninguna respuesta audible, pero para el cuarto y el
quinto sí se escucharon los quejidos de Pablo.
Nos sentamos a comer
y el pastor hizo una oración de gratitud por los alimentos.
Comenzamos a comer
los platos que nos sirvieron las empleadas de la casa, y acto seguido Pablo y
su papá entraron al comedor. Por su cara, deduje que el castigo había sido leve
y que Pablo no había llorado, aunque al sentarse hizo una mueca tratando de encontrar
una postura confortable.
La comida estaba
deliciosa, el plato principal consistía en ceviche de camarones, acompañado con
tostadas y limonada fresca.
En esta casa había
todo aquello a lo que estaba acostumbrado: empleados domésticos, aire acondicionado
y comida de primera, por lo que había sido una excelente decisión aceptar la
propuesta del pastor, o al menos eso pensaba.
Después de la comida
y de una corta sobremesa todos nos levantamos para irnos a nuestros cuartos a
arreglarnos para la reunión de la tarde, que iba a inaugurar el
seminario.
John y yo entramos al
cuarto, él sacó del closet un pantalón beige y una camisa blanca ya planchados,
y se metió al baño a cambiarse, mientras yo sacaba unos jeans y una camisa azul
cielo de mi maleta y trataba de plancharlos con las manos. Me estaba cambiando
cuando tocaron la puerta.
—¿Quién es? Me estoy
cambiando. —respondí
—Avísame cuando
termines. —escuché la voz del pastor detrás de la puerta.
Yo me apuré a ponerme
la ropa y abrí la puerta, pero me sorprendí mucho cuando el pastor entró con
una vara en la mano, pues hasta donde sabía John no había hecho nada
malo.
En ese momento John
salió del baño con su ropa elegante, pero se paro petrificado cuando vio la
vara.
—¿Qué hice, Papá?
—dijo tembloroso
—Nada hijo, no es
para ti. ¿Puedes ir con tu mamá un momento? —John asintió y salió rápidamente
del cuarto cerrando la puerta.
Me tomó una fracción
de segundo deducir que sí la vara no era para John, entonces era para mí. Pero
me negaba a aceptarlo, pues según yo no había hecho nada malo.
—Daniel, una de las
condiciones para que te vinieras conmigo es que tu instrucción y disciplina iba
a estar a mi cargo, como si fueras mi hijo, y pienso hacer mi labor como tal.
—hizo una pausa. —Sin importar qué hagan los demás, se espera obediencia
inmediata de un hijo. Cuando los llamamos para comer, sé que los demás se
quedaron jugando, pero tú tampoco obedeciste y te quedaste ahí con ellos. Por
lo tanto te tengo que corregir, aunque estoy consciente de que todavía no te lo
había aclarado, por lo que el castigo será leve.
Yo no sabía cómo
reaccionar. Cuando acepté la propuesta de vivir con él pastor ya me esperaba
llevarme una que otra paliza, pero nunca pensé que tan pronto y por algo tan
trivial. Finalmente decidí que si iba a ser leve no valía la pena
discutir.
—OK, lo entiendo, y
perdón por no obedecer a la primera.
—Bien Daniel, que
bueno que reconozcas tus faltas. Ahora, por favor, bájate los pantalones e
inclínate en la cama.
Yo desabroché mi
cinturón y me bajé los jeans hasta las rodillas, quedando en un bóxer negro y
la camisa azul claro.
—También el bóxer.
—me dijo el pastor
—¿Qué? Pero ¿por qué?
Dijiste que iba a ser leve. —dije intranquilo.
—Sí va a ser más
leve, en cantidad y fuerza, si me haces caso; pero yo todos los castigos los
doy directamente sobre la piel, sin excepción, para evitar que la ropa estorbe
el castigo o distorsione la intensidad estimada, y así no tengo que estarme
preocupando por ajustar la fuerza para cada tipo de ropa diferente que
traigan.
Hacía algo de sentido
lo que decía, pero yo no me animaba, así que de pronto sin avisarme él bajó
expertamente de un tirón mi bóxer, dejándolos enredados con mis jeans hasta los
tobillos. Yo iba a voltearme para reclamarle, pero caí en la cuenta de que
estaba desnudo y no quise mostrarme por delante, de cualquier forma no tuve
mucho tiempo, porque él me empujó levemente hacia la cama, y yo me tumbé
resignado sin oponer resistencia.
Juas
—Ouch! —exclamé
inmediatamente que sentí el ardor de la vara morderme la piel
Juas
Al segundo traté de
controlarme, pero con el tercero
Juas —Ayyy
Otra vez exclamé de
dolor
Juas
Mggggghr
Juas
—Ouch Ya por favor!
—rogué, y para mi sorpresa el pastor se detuvo. Así que había cumplido su
palabra de un castigo leve.
Me subí la ropa
interior y los jeans y entonces me volteé para verlo.
—Ya sabes hijo, la
próxima vez me obedeces a la primera. —dijo agarrando la vara. —Te veo en la
camioneta, nos vamos en cinco minutos. —y salió del cuarto.
Yo me dirigí al baño,
no había llorado, pero tenía la garganta un poco reseca y los ojos un poco
rojizos. Me lavé la cara, me acomodé la ropa y salí al patio hacia el área en
la que estacionaban las camionetas. El pastor y su esposa ya estaban en el
asiento del conductor y el del copiloto respectivamente, con el aire
acondicionado al máximo; yo me subí a la parte trasera de la camioneta que les
habíamos regalado, y me senté con cuidado, pues me dolían los varazos que me
habían dado. El pequeño John me dirigió una mirada de simpatía, y aunque fue
muy vergonzoso sabía que él lo hacía con sinceridad. Justo en ese momento el
pastor arrancó para seguir a la Navigator del hermano Pedro, hacia el hotel en
donde iban a ser las reuniones.
Llegamos al hotel, que
ya se estaba llenando de personas que iban al seminario también. Todos se
saludaban con “Hola hermano,” “Que bendición, hermano” y frases así. El señor
Pedro nos señaló que lo siguiéramos hasta una amplia sala de conferencias, que
afortunadamente tenía aire acondicionado.
La reunión empezó con
unos cantos que todos intentaban corear, seguido de una oración, después de lo
cual el pastor empezó a predicar.
—Hoy es un gran día.
Pues comienza el entrenamiento de los soldados cristianos, que expandirán el reino
de los cielos entre los mortales. De aquí saldrán los líderes que guiarán a los
elegidos, muchos de los cuales todavía ni siquiera han escuchado de nosotros, a
través de los últimos tiempos. —escuché mientras me acomodaba en la silla
plegable que afortunadamente estaba acolchada.
—Pero antes de
comenzar, debemos asegurarnos de estar en un mismo espíritu y purificar
nuestras almas. —continuo.
Y así predicó por más
o menos una hora, acerca del llamado que teníamos de predicar a toda la demás
gente para evitar que se fueran al infierno, y de que nosotros mismos teníamos
que permanecer alejados del pecado.
Yo me estaba
aburriendo muchísimo, y miraba mi reloj tratando de no dormirme
—Este es un momento
de reconciliación. Si alguno de ustedes ha cometido algún pecado es momento de
que se lo confiesen a Dios en su corazón, y le pidan misericordia. Y si eres de
aquellos que están aquí porque tus padres te traen, o simulas ser cristiano,
pero no tienes un compromiso real con Dios, es momento de que eso cambia.
Arrepiéntete de tus pecados y ponte a cuentas con Dios, para poder empezar esta
eternamente trascendental etapa del lado correcto.
Mi nivel de alerta
regresó cuando comencé a ver movimiento a mi alrededor. La gente se incaba en
sus sillas y comenzaba a orar, algunos incluso llorando. Entendí que este era
un momento ideal para simular mi conversión a “los elegidos”.
Así que los imité y
me arrodillé como los demás en mi silla. Sentí un pellizco de la conciencia en
mi mente: ¿estaba bien lo que yo estaba haciendo? ¿Y si tenían razón en eso del
infierno? ¿A dónde iría cuando me muriera? Traté de ignorarlos, pero el entorno
me impedía distraerme de estos pensamientos, pues todos oraban en voz baja y la
música suave que tocaba uno de los hermanos con una guitarra creaba un ambiente
reflexivo. ¿Yo era malo? Seguro que de vez en cuando hacía cosas malas.
La lucha en mi cabeza
crecía a cada instante, así que decidí terminarla de una vez por todas.
—Perdóname Dios, si
esto que estoy haciendo esta mal. Perdóname por engañar al pastor y a los
demás, pero si me estas escuchando tú sabes que no puedo creer en una iglesia
que daña tanto a las personas y a las familias. Y, si puedes, perdóname por
todo lo malo que haya hecho en mi vida y que vaya a hacer. —recé en voz baja.
Nunca había sido muy religioso, ni siquiera cuando éramos católicos, pero
siempre había creído que Dios existía, aunque nunca lo había considerado
cercano a las personas. De cualquier forma, me sentí mejor después de haber
rezado con tanta sinceridad. Además, con algo de suerte, al haberme
“convertido” al cristianismo de los elegidos tal vez se acababan los castigos
con la vara por parte del pastor y de mis padres. Estaba tan enfrascado en mis
pensamientos que me tardé unos momentos en darme cuenta de que la reunión había
terminado, y entonces me incorporé. Enseguida tenía una fila de personas de
todas las edades a un lado, cada una de las cuales me abrazo y me dio la
bienvenida a “la familia de Dios”. Yo los acepté con una sonrisa y una pizca de
culpabilidad. Al final estaban mis padres, que no podían contener su emoción,
mi mamá me abrazó con lágrimas en los ojos y con un cariño como no había yo
sentido desde que había pasado a la adolescencia, y la cara de orgullo de mi
papá irradiaba más que el día en que lo habían hecho socio de la
compañía.
Unas horas
después.
Después de una
deliciosa cena en casa del Señor Pedro, los chicos nos levantamos a continuar
el juego de Risk. Una hora después solamente quedábamos Miguel, Pablo y yo en
el mapa, pues nuestros ejércitos habían arrasado a los de Pablo, de Pedro y de
Jeremías. En ese momento el pastor apareció en el corredor.
—Daniel ya te tienes
que ir a dormir, porque mañana el seminario empieza temprano.
—Ya casi terminamos,
por favor. —rogué yo—además apenas son las 9:30pm—dije mirando mi reloj.
Yo ya no estaba
acostumbrado a tener un horario establecido por mis padres. Pero el pastor me
lanzó una mirada de advertencia que me hizo ceder.
—Le dejó mi ejército
a Pablo—dije y me despedí de mis anfitriones chocando los puños.
—Buenas noches. —les
dijo el pastor mientras nos retirábamos.
Cuando entré al
cuarto el pastor me siguió, pero solamente para revisar que su hijo ya
estuviera en pijama y se hubiera lavado los dientes.
—Creo que está de más
decirlo, pero para no dar lugar a dudas te recuerdo que tienes que dormir en
pijama, no puedes dormir sin camisa y mucho menos en calzones. —me dijo el
pastor.
Yo asentí.
Afortunadamente el cuarto tenía aire acondicionado, si no hubiera sido una
pesadilla tener que dormir en el calorón con tanta ropa.
—Qué bueno que me
hiciste caso en venir a la primera, no me gustaría tener que haber estrenado
esa—dijo señalando la vara que descansaba sobre uno de los closets.
El pastor se dio
cuenta de mi cara y me dijo:
—¿Pensaste que al ser
miembro de los elegidos te ibas a salvar de la corrección? —me dijo con una
sonrisa—Pues no, sigues siendo un niño ante la ley y mientras tanto estás
sujeto a la instrucción y disciplina de tus padres, o en este caso de mi. —hizo
una pausa.
—Pero créeme, es
mejor que la disciplina que la iglesia impone a los adultos. Los miembros
menores de edad reciben la vara de la corrección, pero los adultos son
expulsados y excomulgados, y si tienen familia dentro de la iglesia tienen que
separarse. —Yo no pude evitar estremecerme ante tal declaración.
—Buenas noches. —nos
dijo y salió del cuarto.
Silenciosamente
busqué mi short de pijama y una playera y me metí al baño a cambiarme. Mientras
me lavaba los dientes pensaba en los días que vendrían, que seguramente no
serían fáciles, pero que valdrían la pena si lograba terminar de una vez por
todas con esta secta.
Salí del baño y me
acosté en mi cama, ajustando el aire acondicionado con el control. John estaba
ya cubierto con una sábana y hacía una oración en voz baja. Mire su cara
angelical, él no tenía la culpa de haber nacido en esta familia, pero si seguía
los pasos de su padre en algún momento sería responsable de la continuación del
daño.
—Buenas noches,
John—le dije y apagué la luz.
En serio me preocupa Daniel y todo lo que está tramando!!
ResponderBorrarOjalá si logre terminar con todo eso!!
Que decisión tan fuerte esa de vivir con una persona que odias!!