PRESS
Muñeco de fieltro
Mi nombre es Miguel Ángel y vivo con mi padre
Edward y con mis dos hermanos menores Alexander y Tamara. Aunque lo que estoy punto
de contarles les parezca irreal, fue tan real para nosotros que aun siento
miedo al recordar los detalles en las noches más calmadas…
– Lo sabía te duele ¿verdad? – pregunto
Alex, que me observaba atentamente. Me molestaba su actitud vigilante, él era
el único que sabía que recibí el castigo, no porque me oyera sino porque él
sabía que mi padre no pasaba por alto todo lo relacionado al Colegio, y también
estaba el hecho de que sintiera culpa injustificada, pues no le había dicho que
nuestro padre me había visto vagar por la calle. Yo le dirigí una mirada de
odio que le hizo callar. No quería que Tamara se enterara.
– ¿qué…? Yo solo… - intentó
refutar pero se calló al ver a Tamara escuchar atentamente.
– Tami llorará si se entera – le
susurré al oído acercándome a él – además ya paso y no, no me duele en absoluto
– Alex de seguro dudaba de esa afirmación pero al ver mis ojos asesinos se
calló, porque bueno él sabía que le patearía el trasero si hacía que Tamara
llore.
– ¿entonces qué haremos hoy? – Pregunto
resignado pateando una piedra imaginaria y poniéndose de cuclillas.
– Miky esto no estaba aquí ayer – Dijo
Tamara señalando una caja enorme, sin enterarse de nada - ¿Quién la sacó?
– Creo que fui yo – Aclaré recordando
que ayer por la tarde la había encontrado estorbando el paso, en una de las
habitaciones a modo de tranca y de una patada la tire al piso de abajo
esperando no crear mucho ruido antes de que llegaran mis hermanos. Alex se puso
de pie de un brinco parecía realmente interesado pero yo no le encontraba mucha
diferencia con las demás cosas viejas de la casa.
– ¿Qué habrá dentro? – pregunto Alex,
ya sobre la caja, era interesante ver como un chico poco atleta era ágil cuando
la curiosidad le ganaba – Está muy bien conservada como todo en la casa, a
pesar de que rodo por las escaleras – dijo entornando los ojos concentrado – y
aquí hay una especie de cerrojo que no corresponde a una llave normal, tiene
una forma extraña solo nos queda usar fuerza bruta para abrirla ¿Ángel te
puedes encargar de ello? – Pregunto y yo puse los ojos en blanco. Al menos Alex
parecía tener razón, cuando examine el cerrojo tenía un extraño hueco que
parecía corresponder a una llave totalmente diferente a las que estábamos
acostumbrados, era circular, como un sello, quizás el sello de la familia que
ocupaba esta casa. Busque el escoplo de mi abuelo que nos servía para abrir las
puertas y cajas pero por más que puse todas mis fuerzas en abrirla no lo
conseguí.
– Esperen, creo que sé con qué
abrirla – dijo Tamara buscando en su mochila para luego sacar una
piedra pequeña y plana. No le hice caso, mi escoplo tenía más posibilidades y
por supuesto no me ganaría esa tonta caja. Pero después de varios intentos,
solo yo había sufrido daños por el esfuerzo que la dichosa caja.
– ¿Ahora si pueden escucharme? –
pregunto Tamara enfurruñada sosteniendo todavía esa piedra, pero Alex ya se la
quitaba. Ella protesto y luego se calló reprimiendo un berrinche, pues sabía
que solo Alex encontraría la forma de abrirla. Después de todo era el más
inteligente de los tres, bueno al menos más que yo.
Después
de un rato a la expectativa Tamara y yo decidimos ayudarle, pero Alex hizo
señales con las manos para que nos mantengámonos alejados – Tiene unas señas
talladas – dijo más para sí mismo, parecía sumido en sus pensamientos y de
pronto casi como autómata cogió la piedra, la miro por milésima vez y luego el
hueco, la introdujo como buscando la forma correcta de hacerlo luego presionó y
después giro primero a la izquierda luego a la derecha, se oyó un clic nos miró
nervioso, tragamos saliva y nuevamente presiono, otro clic y la caja se abrió.
Pero antes de que pudiéramos ver lo que había en su interior una luz inundo el
lugar, temeroso de lo que pudiera pasarles a mis hermanos inmediatamente les
cogí de los brazos y los atraje hacia mí, di la espalda a la caja y a toda esa
luz. Después de un momento o dos la luz se desvanecía y un estruendo me hizo
sostenerles con más fuerza. De pronto solo se escuchaba un ruido amortiguado,
en los pisos de arriba, podía escuchar nuestros corazones palpitando con
fuerza, un polvo fino se elevó por toda las casa tosimos con fuerza. Cuando el
polvo se iba disipando nos dejó ver el motivo del estruendo era como si todos
los muebles hubieran levitado y caído cuando la luz se disipo, algunos aún se
encontraban flotando, era un suceso paranormal que debía hacernos correr pero
ninguno nos movimos, nos limitamos a recuperarnos y a ver como los objetos
caían cuando de seguro pasaba su efecto flotante, el sonido continúo por lo que
pensé que lo mismo había ocurrido en toda la casa y los muebles se desplomaban
lentamente.
Después
de un rato decidí acercarme con cautela a la caja, Tamara me sujetó la mano con
tanta fuerza como si con eso calmara sus ansias, Alex en cambio me seguía
temeroso. Suspire pues sería vano pedirles que se quedaran quietos. Al ver la
caja y las cosas que había dentro, Tamara se emocionó y soltó mi mano tan
rápido como la sostuvo, entorne los ojos para ver que era de su interés, solo
había pergaminos y piedras de toda forma y color y encima como colocado a
propósito un muñeco feo y en mal estado. Tamara lo cogió antes de que pudiera
detenerle parecía un muñeco hecho de fieltro plomo oscuro con la boca cocida en
una sonrisa y a modo de ojos dos botones negros y para rematar un pulsador rojo
en medio con la palabra PRESS.
– No toquen nada, Tamara suelta ese
muñeco, puede ser peligroso – Ordené, pero Tamara no parecía escucharme, aunque
siempre era obediente, esta vez algo la hipnotizaba y no podía evitar pensar
que nada iba bien y el sonido de las cosas aun cayendo no me ayudaba. Alex por
otro lado había cogido unas especies de colgantes bastantes raros, eso ya era
suficiente.
– ¡Basta dejen esas cosas! - dije en
voz alta y lo más firme posible, yo mismo quería averiguar qué es lo que
sucedía pero mi instinto me decía lo contrario, lo primero era proteger a mis
hermanos y no es que era muy responsable, pero cuando se trataban de ellos las
cosas eran diferentes. Tamara y Alex dejaron el muñeco y los colgantes en su
lugar algo asustados por mi reacción y no pude evitar ruborizarme, pues tenía
la misma faz seria de mi padre – Esperen un poco, puede ser peligroso - Dije
acercándome a la caja - Esperen – repetí suavizando mi vos - ¿no
creen que pueda ser peligroso? algo extraño pasa aquí esa luz no es normal lo
vean como lo vean. Es mejor que regresemos a casa – Dije decidido
pese a la curiosidad que me invadía.
– Ángel por favor no pasa nada… -
insistió Alex obstinado - de lo contrario ya estaríamos muertos ¿no
crees?
– ¡He dicho que no, es mejor que nos
vayamos ya! – Alex me sostuvo la mirada un momento pero luego derrotado, salió
corriendo, no sin antes tomar al estúpido muñeco, era imposible decir que era
él mientras corría ágilmente esquivando el desorden de los muebles.
Efectivamente todo se había elevado y caído alrededor, la casa era un caos. Mi
furia se elevó y conseguí alcanzarle y sujetarle el brazo pero él se deshizo de
mi mano y salió por la ventana – Ya vera cuando le alcance pensé, entonces
sentí la mano fría de Tamara sujetarse a la mía, salte del susto. La atraje
hacia a mí y le dije que todo estaba bien mientras le ayudaba a salir, debíamos
alcanzar a Alex.
– ¿Te enfadaste con Alex? – pregunto
inquieta.
– No, es solo que debemos alcanzarlo
antes que haga una tontería– le dije pero realmente en ese momento quería
asesinar a mi hermano. Ya se las vería conmigo cuando le alcance.
– Bien – dijo Tamara y acelero sus
pasos tanto como pudo, me sonroje por segunda vez ese día, pero eso me
tranquilizo, ya no tenía tantos deseos de alcanzar a Alex. Después de todo solo
era un estúpido muñeco de fieltro ¿Verdad?
Llegamos a casa y Alex ya se había
encerrado en su cuarto, toque su puerta varias veces pero era inútil, él no
saldría por nada del mundo, no al menos hasta que llegue mi padre ¡Claro mi
padre!
– Si no sales en este momento tendré
que llamar a nuestro o padre y le confesare todo y no me importa las
consecuencias – dije con furia. Silencio, supuse que adivino que no cumpliría
con lo que dije, toque una vez más pero con menos fuerza – ¡Ultima oportunidad
Alex!
– De acuerdo saldré… pero prométeme que
no estás muy enfadado – Eso era imposible solo esas palabras reavivaron los
deseos de romper la puerta.
– ALEX - respire profundo – de acuerdo
pero sal de una vez por todas – como gato, alerta a los ruidos escuche que
quitaba el seguro, no espere ni un segundo y gire el pomo de la puerta.
– Yo… - apenas alcanzó a decir cuando
salte sobre él y me senté a horcajadas, inmovilizando su cuerpo.
– Lo siento Miguel Ángel, lo siento...
no lo volveré a hacer – Grito cuando le torcía el brazo pero no con empeño,
Tamara que se cambiaba el pijama salió corriendo de su cuarto al escuchar el
alboroto que jalábamos. Así que no tuve más remedio que soltarle, me senté en
el piso, frotaba mis sienes mientras Alex ofendido se alisaba la ropa y se
sacudía el polvo de la casa abandonada.
– No peleen – grito Tamara.
– No estamos peleando, tranquila – dije
con voz firme – Alex dame ese muñeco, no sabemos qué hace o si es peligroso,
debemos tener cuidado.
– No – dijo firme, yo le mire con
impaciencia y ceñí la frente amenazadoramente – ese muñeco no hace nada, ya
verifique que el botón es simplemente ornamental – Alex continuaba acicalándose
y su actitud seria y despreocupada cauterizo mi furia. Respire profundo.
– ¿Y bien? – pregunte extendiendo la
mano, quería que me entregará el muñeco. A veces yo mismo era tan terco.
– Aquí lo tienes – me lo entrego
furioso – mañana debemos regresar a la casa y registrar con más detenimiento el
contenido de la caja. Toda esa luz y los muebles levitando no forman parte de
lo que llamaríamos normal. Todo esto debe tener una explicación.
– De acuerdo, de acuerdo, yo tampoco
creo que sea normal, mañana regresaremos. Pero ahora es mejor que nos demos una
ducha estamos cubiertos de polvo, primero ustedes mientras yo preparo la cena –
dije resignado. Suspire algo preocupado por Alex, sin duda era más cabeza dura
que yo.
A
la mañana siguiente nos levantamos como de costumbre para ir a la escuela, era
una mañana silenciosa nada nos sacaba de la cabeza lo que había pasado en el
castillo. Ni siquiera el desayuno que nos preparó nuestro padre. Salchichas con
huevo frito, el favorito de los cuatro. Yo por ningún motivo permitiría que mis
hermanos lleguen hasta esa casa sin que yo la verifique antes así que me vestí
con ropa de deportes. Por suerte ese día tenía clases de educación física. Alex
parecía sospechar así que tuve que ingresar a la escuela con ellos. Pero antes
de que toque la campana logre salir insistiendo que me olvide de una carpeta
logre convencer al portero con una cara de pena y el relato que de si no
presentaba mis deberes me aplazarían y ese sería el fin de mi vida.
Corrí hasta el castillo de la colina,
entre por la ventana acostumbrada y en cuanto mis ojos se acostumbraron a la
oscuridad se me erizo la piel por completo, todo estaba en su lugar no era para
nada el desastre que dejamos ayer. Todos los muebles estaban en su lugar era
como si nada hubiera pasado. Camine despacio hasta el salón donde estaba el
baúl con las cosas que Alex quería examinar. Era lo único que se encontraba en
el lugar donde lo había visto por última vez y aún abierto.
Despacio comencé a llenar mi mochila
con el contenido del baúl: Unas piedras con tirantes, una de color purpura casi
plomiza que llamo mucho mi atención, me la puse, era muy ¡Guay! Luego cogi un
atado de hojas gruesas y muchas pequeñas piedras planas con figuras raras
talladas. Estaba claro que esto no se podía ver todos los días, incluso se me
antojo la idea de que había algo de magia en los objetos, hasta que oí con
claridad unos pasos fuera de la habitación, no estaba solo, quizás eran los
dueños que habían regresado, era imposible, simplemente quise creer en ello
pues la otra alternativa era más aterrorizante. Era hora de salir corriendo. Si
me encontraban con sus cosas y se lo decían a mi padre no pasaría de esta
noche.
Ya cuesta abajo, mire por sobre mi
hombro para ver si alguien me seguía y no había nadie, espere que solo haya
sido mi imaginación y la tensión del momento pero no podía engañar a mis
sentidos. Había escuchado pasos reales.
Una vez en mi casa vacié todo el
contenido de mi mochila en mi baúl al pie de mi cama que por suerte contaba con
una llave, que jure no entregar a nadie a menos que este al borde de mi muerte.
Quizás suceda pronto si los dueños de la casa me descubrieron. Aunque al salir
no vi ningún coche, pero también es probable que los dueños llegaran a pie al
castillo. Cogí al estúpido muñeco que le quite a Alex, y me senté en el sofá
quizás tenía algo que no había visto ayer. Más allá de su forma simple, tela de
fieltro, piernas y brazos sin articulaciones ni dedos, cabeza redonda con una
costura curveada a fin de labios, cuerpo ovalado y dos enormes botones negros
que parecían mirarte. Era espeluznante. Lo más vistoso del muñeco era el
pulsador que tenía en el ombligo con la palabra PRESS. Significa ¿Apretar?
¿Verdad? Era tentador y atemorizante a la vez, me palpitaba el corazón a mil
por hora, Alex me había dicho que lo presiono y no pasó nada y que espera me
bufé de él. Hice el ademan de presionar el botón sin la verdadera intención
claro, todo mi instinto de preservación luchaba contra con mi sentido común
acumulando gotas de sudor en mi frente, la tentación era enorme y de pronto
escuché girar el pomo de la puerta principal, traté de correr pero era
demasiado tarde, solo me quede quieto sosteniendo al muñeco.
– ¿Qué haces aquí? – preguntó mi padre.
– Yo… yo - tartamudeé… - me maldije por
dentro ya me había advertido que no volviera a faltar a mis clases, estaba
aterrado de lo que ahora me esperaba y sin pensarlo presioné el botón.
Mi collar brillo intensamente similar a
la luz que vi en el castillo, protegí mis ojos y cuando los abrí me encontré en
mi habitación sujetando la tapa de mi baúl antes de cerrarla, totalmente
desorientado recordé a mi padre y por instinto me escondí bajo la cama. Estaba
aterrado y confundido pero el miedo me obligo a concentrarme en lo que
sucedería a continuación. Agudice mis oídos, espere a que mi padre me llamara y
seria mi fin. Después de un momento infinito todo era silencio, mi brazo
comenzaba a entumecerse, asome mi cabeza y todo era silencio hasta que escuché
el pestillo de la puerta nuevamente, me acurruque hasta el fondo debajo de mi
cama y me di cuenta que aun sujetaba al estúpido muñeco. Pensaba en las mil
escusas que podía exponer ante mi padre y todo era vano. No me creería nunca,
sí acaso me escuchara. Cerré los ojos los rumores en la sala eran vagos y luego
nuevamente el pestillo de la puerta girando y el silencio inundo el lugar. Me
quede por unos minutos más asegurándome de que no había nadie en casa. Rodé
sobre mi brazo para apearme, camine con cautela hasta la sala, mi padre se
había ido.
Cogí mi mochila y corrí en dirección al
colegio, al menos alcanzaría a la última clase y fingir que estaba allí todo el
día. El portero me dejo entrar con otra escusa pésima que igual me creyó (le
dije que no había hecho la tarea y que acababa de terminarla y que mi vida
dependía de que la entregara hoy, era un buen hombre después de todo, y yo por
engañarle ardería en el infierno). Ya en la salida espere en el parque a mis
hermanos, Tamara al verme se acercó corriendo, en cambio Alex nos siguió
ignorándonos con sus amigos hasta la parada de buses.
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