jueves, 4 de noviembre de 2021

CAPÍTULO 142

 

Cuando el peluche de Kurt se rasgó, Olie se cayó hacia atrás y quedó sentado en las escaleras, agarrando solamente un fragmento de la cola del canguro. Parecía más sorprendido que otra cosa, pero al segundo siguiente comenzó a llorar. Sin embargo, nadie le prestó atención en un principio, porque Kurt había caído en sentido contrario, y había rodado sobre tres o cuatro escalones. Todos nos asustamos, sin saber si mi hermanito se había hecho un daño serio, y papá prácticamente voló para levantarle del suelo. Si ya tenía una tendencia natural a la sobreprotección, desde que sabía que Kurt tenía que operarse era particularmente sensible con el tema de la salud y la seguridad. Puede que mi propia experiencia con los hospitales hubiera contribuido a ello.

-         Cariño, ¿estás bien? ¿Te has hecho daño? – le preguntó, sin dejar de examinarle con los ojos y las manos, buscando heridas o lesiones más serias.

Kurt lloriqueó con un llanto débil, señal de que no tenía nada roto, solo un poco de molestia. O quizá ni siquiera lloraba por la caída, sino únicamente por su peluche.

Mientras papá seguía con su inspección, y procedía a comerse a Kurt a besos, yo me acerqué a Olie y le cogí en brazos, comprobando que estaba perfectamente. Si acaso parecía un poco enrabietado por haber perdido aquel enfrentamiento. No sé si a él le importaba que el peluche se hubiera roto, pero estaba claro que el pedazo más grande se lo había quedado Kurt. Su expresión de decepción me resultó cómica y familiar. Me vino a la memoria una anécdota de hacía un par de días, durante el recreo, de una situación que guardaba un cierto parecido con aquella. Mi amigo Mike le estaba retando a Fred a ver si tenía suficiente fuerza como para levantarle del banco contra su voluntad. Me pareció un completo abuso, porque Mike era claramente más fuerte, pero Fred asintió y tiró de él, y, cuando ambos estaban haciendo el máximo de su fuerza, Fred le soltó de repente, haciendo que Mike se cayera hacia atrás, lo cual había sido su objetivo, para darle una pequeña lección.

“Si dos personas tiran de una cuerda en la misma dirección y sentido opuesto, la fuerza resultante se calcula restando los módulos de ambas fuerzas. Pero si una de las fuerzas se detiene de repente, la fuerza resultante aumenta drásticamente, puesto que ya no hay resistencia” se jactó Fred, citando a nuestro profesor de Física con una imitación bastante aceptable, demostrando que a veces más vale maña que fuerza. Mike se indignó y durante el resto del día estuvo de morros, herido por su derrota, y con una expresión semejante a la que Olie tenía en aquel momento.

Una vez convencido de que ninguno de los niños se había lastimado, papá cambió su cara de preocupación por su cara de “voy a regañarte”. Dejó a Kurt de pie frente a él y a mí me miró con seriedad, de forma que entendí que debía hacer lo mismo con Olie.

-         Mirad lo que ha pasado – empezó.

 

-         Snif…. Cangu se ha roto – lloriqueó Kurt. Eso era lo único que parecía importarle.

 

-         Y tú podías haberte roto un hueso – replicó papá, fieramente. En ese punto comprendí que estaba de veras molesto y no estaba haciendo el típico teatro para los enanos. Se había asustado mucho, y un Aidan asustado solía preceder a un Aidan furioso.  – O podrías haberte dado en la cabeza, y tu primo también.

 

-         ¡Fue su culpa, cogió a Cangu! – protestó Kurt.

 

-         Sí, Olie no debió hacer eso sin pedirte permiso. Pero no puedes abalanzarte así sobre él y menos en las escaleras.

 

-         Snif…

Papá suspiró y se pasó la mano por la cara. Respiró hondo para tranquilizarse y le debió funcionar, al menos en apariencia.

-         Cangu irá al médico para ponerse bien. Pero primero vosotros dos tenéis que hacer las paces y daros un abrazo – les instruyó.

Papá había calculado mal el nivel de enfado de mi hermano. Cuando su tono dejó de ser el de un regaño, Kurt abandonó su actitud sumisa y soltó un gruñido rabioso justo antes de saltar sobre Olie para pegarle un manotazo. En otro momento me habría cuestionado por qué le golpeó con la mano abierta en lugar de con el puño, pero en ese instante no había tiempo. Kurt estaba fuera de sí y Olie se veía realmente indefenso. Papá se dio prisa en separarles y sujetó a Kurt en el aire mientras él se revolvía y pataleaba.

-         ¡Cálmate! – exigió papá.

 

-         ¡SUÉLTAME, SUÉLTAME, HA ROTO A CANGU!

 

-         Ha sido un accidente, peque – intervine yo. – Los dos tirasteis y se rompió…

 

-         ¡SUÉLTAME! – siguió chillando y revolviéndose, luchando contra los brazos de papá.

 

En el proceso, Aidan se llevó varias patadas de un mocoso de seis años que no era consciente de su propia fuerza y llegó un punto en que tuvo suficiente.  Le sujetó con una mano y le dio una palmada con la otra.

 

PLAS

 

-         ¡Basta ya! Caramba contigo. Ya fue suficiente berrinche. Siento que se haya roto tu peluche, pero no puedes ponerte así. Oliver es más pequeño que tú. Te vas a ir a esa esquina y después vamos a hablar tú y yo sobre lo que ha pasado – le ordenó y le dejó de pie mirando a la pared.

El llanto estridente de mi hermano se volvió más fuerte, pero papá le ignoró para centrarse en Olie. El enano se había agarrado de mi pierna, buscando consuelo, y yo trataba de confortarlo como podía. Me chocaba que no hubiera intentado defenderse de Kurt y deduje que se había quedado paralizado por el susto. Cosita.

-         Papi – lloriqueó, cuando Aidan se agachó junto a él. Se apartó un poquito incluso, como diciendo “tú no, quiero a papi”.

 

-         Papá viene ahora, chiquitín – le dio un beso en la mejilla, que estaba roja por el golpe de Kurt. Le alzó en brazos y se lo apoyó en la cadera, dándole botecitos para que se calmara. – Ya pasó, cariño.

 

-         Snif… Nene malo – protestó.

 

-         No, el nene no es malo, lo que pasa es que ese peluche es muy especial para él y tú lo cogiste sin preguntarle, ¿mm? Y no se lo querías devolver. Eso no se hace, Olie.

Al enano no le gustó nada que le regañara y agrandó su puchero.

-         Me hizo pupa – acusó.

 

-          Lo sé, cariño. Después te pedirá perdón por eso.

 

-         Snif… No quería que se rompa… - murmuró Olie, observando el pedazo de tela de Cangu que todavía conservaba. - ¿Le duele?

Ay, no. No estaba preguntando en serio si al peluche le dolía. ¿Por qué tenía que ser tan mono? Así no me podía enfadar con él por meter a Kurt en problemas.

-         Tranquilo, pequeño. Tú papá es médico de personas y yo soy médico de juguetes. Lo dejaré como nuevo – prometió.

Deseé que eso fuera cierto, porque de otra manera Kurt quedaría destrozado. Observé a mi hermanito, que lloraba a la esquina y después a papá, para ver si se conmovía y lo sacaba pronto. Kurt se había quedado con el peluche, y lo abrazaba totalmente desamparado.

 

-         AIDAN’S POV –

Las peleas entre niños pequeños a veces son inevitables, especialmente entre niños con tendencia a los berrinches como lo era Kurt y también Olie, por lo que le iba conociendo. Estaba algo frustrado con mi hijo porque se podía haber hecho mucho daño y después le podía haber hecho mucho daño a su primito. Tenía que ser capaz de enseñarle autocontrol, pero no sabía cómo. Estaba muy triste y arrepentido en la esquina, pero es que solo reaccionaba a mis regaños. Solo se había calmado después de que le pusiera ahí.

Era consciente de que el conflicto lo había ocasionado Oliver, pero no sabía hasta qué punto un niño tan pequeño puede entender que si le dejan durmiendo en una habitación no puede coger los peluches que haya allí. Sí que debería entender cuando le decían que lo devolviera, sin embargo, pero el niño parecía acostumbrado a apropiarse de lo que quería cuando quería. Y eso no estaba bien, pero iba a llevar un tiempo enseñárselo.

Más allá de su temperamento caprichoso, Olie tenía un gran corazón. Me recordaba a Kurt, en realidad. A una versión un poco más salvaje y consentida de él. El niño estaba genuinamente preocupado porque el cangurito de peluche pudiera sentir dolor. Tal vez el trabajo de su padre le había sensibilizado con el tema de las heridas y los golpes. Seguramente jugaban a los médicos, utilizando alguno de sus instrumentos de pasar consulta.

Oliver empezó a removerse en mis brazos, algo agitado, y estirando la cabeza, buscando a algo. O a alguien.

-         Papi – gimoteó, llamándole por segunda vez.

 

-         Enseguida viene.

 

-         Snif… se ha ido.

 

 

-         Está aquí fuera, ven, vamos a ver.

 

-         Snif… BWAAAA… ¡Se ha ido, se ha ido!

De la nada, el crío empezó a llorar con fuerza y angustia, sintiéndose abandonado. Me puse en su piel: despertando solo en un lugar desconocido, en otro país, con personas que recién habían entrado en su vida. Tal vez creía que su padre le había dejado allí con nosotros y no iba a volver. No por falta de confianza en Sebastian, sino por no comprender la situación, igual que cuando les dejas por primera vez en el colegio o en la guardería y lo sienten como la mayor traición del mundo, hasta que se acostumbran al nuevo espacio.

-         Tranquilo, bebé. Papá no se ha ido – intenté llevarle hasta la ventana, para que le pudiera ver, pero empezó a revolverse tanto que tuve que dejarle en el suelo, por si se caía. – Ya bebé, no pasa nada.

Olie se sentó, desconsolado, y llamó a su padre como un cachorro de lobo en medio del bosque aullando en busca de su madre.

-         ¡BWAAA! ¡Papiiiii!

Me conmoví al verle tan triste y me disponía a salir en busca de Sebastian cuando me fijé en que Kurt se había dado la vuelta, y caminaba hacia nosotros lentamente. Lo último que necesitaba era otra pelea.

-         Kurt, vuelve a la esquina – le dije. – Papá te dirá cuándo puedes salir.

Mi enano apretó su peluche y sincronizó su llanto con el de Olie, haciendo que mi corazón terminara de estrujarse. Cuando estaba buscando la forma de dividirme, la puerta de mi casa se abrió, dando paso a un preocupado Sebastian, que quizá había escuchado a su hijo desde fuera. Entonces, sin que pudiera preverlo, Kurt salió corriendo por el hueco que Sebastian había dejado hacia la calle. Él trató de sujetarle, pero no pudo. Salí corriendo tras mi hijo, pero me detuve cuando le vi abrazarse a Dean, que le recibió con sorpresa y sin saber muy bien qué hacer. Parecía encontrarse mejor. Al menos, no le rechazó y, después de unos segundos, rodeó a mi hijo con sus brazos y le frotó la espalda.

 

-         KURT’S POV -

Cangu estaba roto y todo era culpa de Olie y papá encima le defendía y me regañaba a mí. Me había dado en el culito y me había puesto en la esquina mientras que a él le mimaba y no era justo. Estaba muy enfadado, pero después de un rato ya solo estaba triste.

Entonces escuché que Olie le preguntaba a papá si Cangu tenía pupa y me puse más triste todavía. El relleno se le estaba saliendo por la colita y no sabía si papá le iba a poder curar aquella vez. Recordé la forma en la que se había rasgado. Si no hubiera tirado para quitárselo a Olie no se habría roto. Era mi culpa, yo le había hecho pupa a Cangu y también a Olie y papá estaba enfadado conmigo. Sabía que era mayor que Oliver y que por eso le tenía que cuidar y tener paciencia y ser buenito con él como Cole lo era conmigo.

-         Snif… Papi… lo siento… - murmuré, pero creo que no me escuchó, porque Olie estaba llorando mucho. Estaba llamando a su papá. Me giré y caminé hacia ellos, en busca de un abrazo. – Snif… lo siento… ¿me perdonas?

 

-         Kurt, vuelve a la esquina. Papá te dirá cuándo puedes salir.

“Está muy enfadado. Me hizo pampam y ni siquiera me dio un besito y ahora no me quiere dar un abrazo”.

-          BWAAAAAAAA

Olie me había robado a mi papá. No quería quedarme a ver cómo me quitaba al resto de mi familia. Era más pequeño que yo, más guapo que yo y no tenía gafas. Todos le iban a querer más que a mí.

La puerta de casa se abrió en ese momento y yo salí corriendo. Si papá me quería vendría detrás de mí. Como estaba llorando, no veía por dónde iba y me choqué con algo, o más bien con alguien. Era Dean, que también era hijo de Andrew y a él también le había dejado solito, pero era demasiado mayor para que papá fuera su papá y había venido a conocernos y se había asustado al vernos a todos porque a lo mejor éramos muchos y le dábamos miedo, o quizá no le habíamos caído bien.

Me apreté contra él y me sentí mejor cuando me acarició la espalda.

-         Eh, eh. ¿Qué pasa enano? ¿Por qué lloras?

 

-         Snif… snif… mi papá se enfadó conmigo.

 

-         ¿Tú papá? ¿Aidan? – preguntó, como si no estuviera seguro.

Asentí y levanté la cara para mirarle. Tenía los ojos muy azules, como yo, pero más grandes, y el pelo muy negro, como papá.

-         ¿Y por qué se enfadó? – me preguntó, pero no me dio tiempo a responderle.

 

-         ¡Kurt! – le oí decir a papá. – Cariño, ven aquí. ¿Qué pasó? ¿Por qué corrías?

 

-         Snif…

Había venido. Me froté los ojos y estiré los brazos y papá me levantó e inmediatamente me sentí mejor. Me dio varios besos en la mejilla y me apretó fuerte.

-         ¿Por qué hiciste eso, mm? Papá se asustó – me regañó, flojito, y me dio un golpecito en el pantalón, pero no me dolió, porque fue como cuando lo hacía de cariño.

 

-         Snif… estabas enfadado…

Papá me miró y pasó sus dedos pulgares por debajo de mis ojos.

-         Kurt, ya deberías saber que yo no me puedo enfadar contigo – susurró. Me volvió a apretar y me apoyó sobre su cadera, para sostenerme mejor. – Hola. Perdón por la escena. ¿Cómo estás? – le preguntó a Dean.

 

-         Intento procesarlo todo.

 

-         Sé que ha sido muy repentino – le oí decir a papá. Como estaba muy cerca, su voz resonaba en mis oídos y me provocaba cosquillitas agradables.

 

-         Pensé que estaba preparado, pero os he visto y de pronto todo ha sido demasiado… real.

 

-         Te entiendo. Gracias por venir hasta aquí. Me hubiera sido imposible viajar con… todos. ¿Quieres pasar?

 

Dean asintió y papá le guio dentro de casa. Todos nos observaron cuando pasamos y me dio algo de vergüenza así que escondí la cara en la camisa de papá.

 

 

-         AIDAN’S POV –

 

Le indiqué a Dean que se sentara en el sofá. No sabía de qué habían hablado él y Sebastian, pero parecía haber funcionado, porque se le notaba más tranquilo. Se quitó la chaqueta de cuero, enseñando una camiseta de manga corta muy ajustada, que marcaba todos y cada uno de sus muy desarrollados músculos.

 

“Tienes que ir al gimnasio, Aidan” me recordé.

 

En ese momento, sin embargo, tenía cosas más importantes en las que pensar que en mis complejos de cuarentón. Kurt había salido corriendo y aún no entendía del todo por qué, y Olie seguía llorando a pesar de que su padre ya estaba con él y trataba de confortarle.

 

Por otro lado, mis hijos esperaban ansiosos para conocer a Dean, pero no se acercaban mucho para no asustarle de nuevo.

 

Carraspeé, incómodo.

 

-         Sé que somos demasiados para conocernos a todos de golpe – comencé.

 

-         ¿Qué le pasa al peque? – me interrumpió Dean, señalando a Kurt, que seguía enroscado de mi cuello.

 

-         Nada, se peleó con Olie y le regañé un poquito. Pero ya está todo bien, campeón. No más caritas tristes, ¿vale?

Kurt me apretó y no dijo nada. Froté su espalda, algo desconcertado por ese estado vulnerable.

-         Lo siento – susurró, tan bajito que apenas pude oírle.

 

-         Estás perdonado, cariño – le di un beso.

 

-         ¿Tengo que volver a la esquina? – puchereó.

 

-         No, campeón. Pero no puedes salir corriendo así, ¿bueno?

 

-         Viniste por mí – me dijo, con repentina alegría.

 

-         Claro que fui a por ti. ¿Cómo no iba a hacerlo, si eres lo que más quiero en este mundo?

 

-         ¿Lo que más quieres? – preguntó, sonriendo.

 

-         Junto a tus hermanos.

 

-         ¿Y Olie? – aventuró.

 

-         Sí, a él también le quiero – acepté. Acababa de conocerle, pero era familia y solo por eso era importante para mí. Además, era un enano adorable. – Pero tú eres mi bebé, ¿mm?

Eso terminó de hacerle feliz. Cosita tierna y celosita.

-         Y tú mi papá :3

 

-         Eso – le sonreí y volví a centrarme en Dean. – Disculpa…

 

-         Nada, nada. Seguid. Ya después iré a ver si me dio diabetes – bromeó, pero sus ojos nos miraban con calidez y (supe reconocerlo) con cierta envidia. Entendía esa mirada, porque había sido la mía durante muchos años, cuando presenciaba escenas en las que se veía claramente a padres amando a sus hijos. Dean había crecido sin una familia.

 

-         ¿Tú también te tienes que pinchar, como Michael? – preguntó Kurt, sin entender el sentido de las palabras de Dean.

 

-         Uy, no. Le tengo pánico a las agujas – le confesó.

 

-         Yo también – dijo Kurt. – Pero mi hermano me presta su superpoder y ya no me dan miedo :3

 

Dean se rio, y la suya era una risa amable y desenfadada.

 

-         Eres demasiado mono, renacuajo.

La ternura de Kurt estaba facilitando mucho las cosas, pero en ese momento Sebastian caminó hacia nosotros con Olie gimoteando en sus brazos y me preparé para escuchar un reclamo, del tipo “tu hijo le ha pegado al mío”. Sin embargo, no hubo nada de eso.

-         Olie me ha contado que se ha roto el peluche de Kurt. Lo siento mucho… le compro otro, si quieres.

 

-         Te lo agradezco, pero no hace falta. Voy a intentar arreglarlo, ya lo hice una vez. Además, se trata de un peluche especial, no valdría cualquier otro. Ni siquiera estoy muy seguro de cómo llegó aquí, en realidad.

Simplemente apareció en Navidad como por arte de magia. Estaba casi convencido de que era uno de los regalos de Andrew, que por alguna razón le había hecho dos a Kurt.

-         Entonces yo lo coseré – se ofreció Sebastian. – Por lo que entendí, fue culpa de mi hijo que se haya roto…

 

-         Fue más bien un trabajo en colaboración – le resté importancia.

 

-         Papi, deja que él lo haga, es médico – me pidió Kurt. – Seguro que le puede curar.

Sonreí. Por lo que Sebastian me había contado, era pediatra, no cirujano y mucho menos cirujano de peluches, pero eso poco importaba para un niño de seis años.

-         Está bien.

Pusimos el peluche encima de la mesa y Ted se me adelantó para ir a buscar la caja de costura. Casi sin darnos cuenta, todos nos pusimos alrededor de la mesa de operaciones, es decir, de la mesa del comedor, como si de un paciente real se tratase. Al final íbamos a terminar todos desquiciados.

Dean también se aproximó y atendió a los movimientos de Sebastian. Era una tarea complicada porque la tela estaba algo dañada por el punto de rotura, por eso había querido hacerlo yo: por si acaso no había solución y tenía que explicárselo a mi pequeño. Por suerte, Sebastian consiguió unir ambas partes con una costura que parecía bastante estable.

-         El paciente debe guardar reposo, pero se recuperará por completo – informó.

Kurt dio un saltito, Olie aplaudió con entusiasmo y yo me relajé.

-         Muchas gracias. Kurt, ¿qué se dice, cariño?

 

-         Gracias, tito :3

Sebastian abrió un poco los ojos y luego sonrió. Le acarició el pelo.

-         De nada.

Mi niño abrazó su peluche y respiró hondo, como si el contacto con la felpa le calmara. Después, lo miró con algo de indecisión y se acercó a Olie.

-         Te lo presto si quieres, pero tienes que cuidarlo mucho – le pidió.

Me hinché de orgullo paterno y me dispuse a comérmelo enterito.

-         Qué niño tan bueno – le alabó Dean. Se le notaba embelesado con mi enano y si hubiéramos tenido más confianza le habría dicho que se pusiera a la cola o que se buscase su propio bebé robacorazones.

 

-         Ashas – respondió Olie, tomando el canguro entre sus pequeñas manitas. – Yo tengo un “pedito” en casa. Oto día te lo dejo :3

El crío no tenía en cuenta pequeños detalles como los miles de kilómetros que separaban su casa de la nuestra. Eso me hizo darme cuenta de que en su pequeña cabecita podríamos vernos en cualquier momento.

“Dios, cuando se vayan me voy a morir de pena” pensé, pero me obligué a posponer cualquier pensamiento triste. Aún faltaban días para eso.

-         Me gustan los perritos – intervino Hannah, con ganas de participar en la conversación.

 

-         Fue un regalo de mi mamá – explicó el pequeño. - ¿Y Cangu? ¿También te lo dio tu mamá?

Ay…

Kurt negó con la cabeza.

-         No tengo.

 

-         Oh. Papi, su mamá también está en el cielo – le informó Olie, con naturalidad, acostumbrado a ese triste hecho.

 

-         No – respondió Kurt. - Tú mama está en el cielo, la mía no me quiere. Pero no importa, porque ahora voy a tener otra mamá y muchos hermanitos nuevos.

Me azoré, como siempre que afirmaban con tanta seguridad mi futuro con Holly. Ya no me parecía un futuro tan incierto, pero había un par de conversaciones que quería tener con ella antes de… bueno, antes de pedirle que se casara conmigo.

 

-         BÁRBARA’ POV –

Después de que la crisis del peluche quedara solucionada, intenté acercarme a Dean, mientras los demás pensaban en qué podíamos hacer hasta la hora de la comida.

-         Hola – saludé, muerta de vergüenza. Los mofletes me ardían, y cuando eso pasaba nunca sabía si se veían tan rojos como a mí me parecía. – Y-yo soy Barie…

 

-         Hola – me sonrió. Sus dientes eran demasiado blancos para ser reales.  

 

-         Te he buscado por internet.

 

-         ¿Ah, sí? ¿Y qué has encontrado? – preguntó, divertido.

 

-         Algunas de tus esculturas. Son bonitas.

 

Su sonrisa se ensanchó.

 

-         Gracias.

Noté que me miraba fijamente y me puse algo nerviosa, sin saber qué estaba buscando exactamente en mi rostro. Tal vez se estaba buscando a sí mismo, rastreando cualquier parecido entre nuestras facciones.

Me coloqué el pelo detrás de la oreja, sin saber de qué hablar con él, pero con ganas de conocerle más.

-         ¿Cómo es vivir en Los Ángeles? ¿Conoces a algún famoso?

 

-         Bueno, he trabajado con alguno, en sesiones de fotos.

 

Claro. ¿Cómo olvidar que también era modelo? Si era la imagen misma de la belleza…

Iba a decir algo más, pero noté que su atención se desviaba hacia algún punto en el suelo a nuestra derecha. Leo paseaba sigilosamente, molesto porque su rincón favorito de la casa, el sofá del salón, estaba atestado de gente.

-         ¿Tenéis un gato? – preguntó, entusiasmado, y fue acariciarle. Leo se encogió, reticente al principio, pero no salió huyendo y enseguida se hizo evidente de que estaba disfrutando del contacto.

 

-         Se llama Leo. Se lo regalamos a mi padre por su cumpleaños.

 

-         Cuando dices “mi padre” te refieres a Aidan, ¿verdad?

 

-         Sí. Es el único padre que merece la pena nombrar. Aunque Andrew parece haber recordado que existimos recientemente… - le expliqué.

 

-         Al menos, que existís vosotros – murmuró. – Me gustaría ir a verle.

 

Abrí la boca y después la cerré. No estaba segura de que ese deseo fuera correspondido y, además, acababa de reparar en que no tenía ni idea de dónde vivía Andrew. En la misma ciudad, claro, pero no sabía en qué zona.

 

-         Si averiguo dónde vive, ¿me llevarías contigo? – le propuse.

 

Tenía muchas cosas que decirle y cierto instinto me empujaba a pensar que papá no me dejaría verle a solas.

 


1 comentario:

  1. Kurt e Dylan são uns fofos. Michael poderia participar mais ele é o garoto mais rebelde da casa, mas tem uma história de vida interessante e apesar de achar que essa vida sofrida Aidan não pode trata lo de forma diferente quando precisar puni lo. E quanto a Aidan e holly acho difícil eles morarem na mesma casa cada um na sua casa é o ideal. Por favor não demora tanto.

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