viernes, 12 de noviembre de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 45

 

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 45

 

Hoy aprovecho que es el último día de vacaciones, y que ya se terminó el castigo por romper las papeleras, para remolonear en la cama y levantarme tarde. Después de ducharme voy al comedor, me encuentro con María y Natalia que están muy ajetreadas en la cocina.

Adrián: Buenos días.

María: Buenos días Adrián, ¿qué quieres desayunar?

Adrián: Leche con cereales.

María: Ahora te los traigo.

Adrián: Gracias María.

Natalia: Buenos días peque, ¿aprovechando para levantarte tarde el último día de vacaciones?

Le sonrío y la abrazo, ella me da un beso.

Adrián: ¿Qué estáis haciendo?

Natalia: Tenemos un montón de invitados a comer, ¿lo recuerdas? Yo estoy preparando unos canapés y María está haciendo calamares rellenos.

Adrián: Calamares, ¡qué bien! ¡Me encantan! ¿Y dónde está mi padre?

Natalia: Ha ido a la bodega a buscar unas botellas de vino. ¿Me ayudarás con los canapés cuando termines el desayuno?

Mi padre vuelve con las botellas de vino y yo termino el desayuno. Ayudamos con los canapés y paramos la mesa, entre los cuatro terminamos rápido y lo dejamos todo preparado antes de que lleguen los invitados.

Los primeros en llegar son mis tíos y mis primos, queremos ir ya a la piscina pero nos dicen que esperemos a que lleguen los sobrinos de Natalia. Después llegan Ana y Juan, ambos me dan un efusivo abrazo.

Ana: Hola tesoro, ¿cómo estás?

Adrián: Bien, gracias. ¿Y usted?

Ana: Te dije que me tutearas. Todo bien, me apetecía volver a verte.

Finalmente llegan Amelia, Enrique y sus hijos. Enrique está tan serio como siempre, Amelia en cambio sonríe y bromea. Nos saludamos y presento a Bruno y a Marcos a mis primos.

Adrián: ¿Habéis traído el bañador? ¿Queréis ir a la piscina?

Bruno: Sí, claro.

Nos piden que estemos pendientes de los pequeños, y nos vamos a la piscina.

Bruno: ¡Qué guay Adrián! Tu casa es gigante y la piscina es muy chula. Cómo me gustaría tener una piscina en casa.

Pasamos un buen rato nadando y jugando. Parece que a Paula le ha caído muy bien Marcos y está todo el rato jugando con él, aunque él al principio se muestra un poco tímido y se pega a su hermano. Bruno se siente más a gusto con Pablo, con Víctor y conmigo, aunque es más pequeño que nosotros y tenemos que controlar nuestra fuerza cuando jugamos en el agua.

Nos avisan para que salgamos de la piscina, nos secamos, nos cambiamos y vamos al salón, donde están los adultos. Natalia nos hace pasar al comedor.

Nos sentamos y empezamos a comer los canapés. En un extremo se sientan los adultos y en el otro nos sentamos nosotros, yo estoy entre Víctor y Bruno, quien escucha a Pablo, que le está contando cómo es vivir en París. A su lado Paula y Marcos se están riendo, al final han congeniado y han estado juntos gran parte de la mañana. Todos están hablando muy animadamente, oigo como Natalia se ríe, parece que Juan está contando chistes, mi tía está charlando animadamente con Amelia, y mi padre con mi tío y con Enrique, que sigue con la misma cara seria. Parece que todos se lo están pasando muy bien, hace sólo unas pocas horas que se conocen pero es como si fueran grandes amigos o incluso pertenecieran a una misma familia. Pero lo cierto es que no estarían aquí juntos si mi madre siguiera viva. Me doy cuenta de que de ella aquí no queda nada, está la familia de mi padre y la de Natalia, pero ningún familiar de mi madre, ¿soy yo el único que me siento unido a ella? ¿Ya no la recuerdan? ¿No se supone que mi tía era su mejor amiga? ¿Y no me dijo mi padre que no iba a olvidarla jamás? Víctor me está hablando, pero hace un rato que no le escucho.

Víctor: Adrián, ¿y tú qué piensas?

Oigo como mi corazón late, cada vez más rápido, se está acelerando.

Víctor: Ei primo, ¿qué te pasa? ¿Me estás escuchando?

Siento un pequeño dolor en el pecho, que va aumentando al mismo tiempo que noto como se comprime y me falta el aire, no puedo respirar.

Víctor: ¡Adrián! ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?

Intento hablar pero no puedo, no me sale la voz.

Víctor: Me estás asustando. ¡Tío, Adrián está mal! No sé qué le pasa.

Noto como las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas, me aprieto el pecho, me duele mucho. Noto una mano en mi hombro.

Carlos: Adrián, ¿qué te pasa? ¿Te duele el pecho?

Asiento con la cabeza, no puedo hablar, estoy muy asustado, me duele mucho y no puedo respirar. Ya no oigo hablar a nadie, parece que todos se han callado y me están mirando.

Ana: Carlos, acompáñalo al salón, parece una crisis de ansiedad.

Mi padre me ayuda a levantarme, me pasa un brazo por detrás de los hombros y me lleva al salón. Me sienta en un sofá, se sienta a mi lado y me abraza.

Carlos: Dime, ¿qué te pasa cariño?

Lo miro, parece muy asustado. Intento hablar pero no puedo, si hablo me ahogaré.

Ana: Tranquilo tesoro, no tengas miedo, es una crisis de ansiedad, voy a ayudarte, ¿vale?

Ana me habla muy suavemente, la miro y asiento con la cabeza.

Ana: Carlos, suéltalo, cógele la mano si quieres y puedes acariciarle el brazo y la espalda, pero déjale espacio.

Mi padre hace lo que Ana le dice, me suelta, me coge la mano y me acaricia la espalda. Ana me coge la otra mano.

Ana: Adrián, mírame. Sé que te parece que te estás ahogando pero no es así, estás hiperventilando. Tienes que regular tu respiración. Ahora coge aire poco a poco mientras yo cuento hasta cuatro.

Intento hacer lo que me dice, me cuesta pero consigo coger aire mientras ella cuenta.

Ana: Bien tesoro, ahora aguantalo un momento. Bien, y ahora suéltalo poco a poco mientras de nuevo cuento hasta cuatro.

Hago lo que me dice y me lo hace repetir unas cuantas veces. Me voy sintiendo un poco mejor, puedo volver a respirar y parece que mi corazón va latiendo más despacio. El dolor del pecho va pasando pero sigo notando presión.

Juan: ¿Te sientes mejor?

Adrián: Sí, estoy mejor, pero aún me duele un poco el pecho.

Juan: Súbete la camiseta, te voy a auscultar.

Mi padre me levanta la camiseta y Juan me pone un estetoscopio encima del pecho, está frío. Me pide que siga respirando como Ana me ha dicho. Después me pide que me gire y me lo pone en la espalda. Me baja la camiseta y me sonríe.

Juan: Está todo bien, tranquilo.

Después se dirige a mi padre.

Juan: Ha tenido una crisis de ansiedad, ¿le había pasado antes?

Carlos: No, nunca.

Juan: Tranquilo Carlos, no es nada serio, pero me gustaría hacerle un electrocardiograma para asegurarnos.

Carlos: Claro, vamos al hospital.

Juan: No, llamaré a la clínica donde trabajábamos Ana y yo, nos atenderán enseguida.

Carlos: Gracias.

Ana: Ahora ya está mejor, puedes abrazarlo.

Mi padre me abraza, me da besos y me acaricia. Empiezo a llorar, me he asustado mucho cuando he notado que no podía respirar, y aún ha sido peor cuando he visto la cara de terror de mi padre.

Adrián: Lo siento papá, snif, no quería asustarte, snif.

Carlos: Shh, lo sé cariño, tranquilo, shh, no pasa nada. Todo está bien, ¿vale?

Entra Natalia en el salón, le dice a mi padre que ha avisado a Rafa para que nos lleve a la clínica y se sienta a mi lado.

Natalia: Adrián, ¿puedo abrazarte?

Asiento con la cabeza, me separo de mi padre y abrazo a Natalia.

Natalia: Ya está peque, no pasa nada. Mis padres te acompañarán a la clínica para poder examinarte mejor y asegurarse de que todo está bien.

Adrián: ¿A la clínica? Pero yo no quiero inyecciones.

Ana: Tranquilo, no habrá ninguna, te lo prometo.

Juan vuelve a entrar.

Juan: Ya podemos ir, he hablado con un colega, él lo atenderá.

Natalia me suelta, mi padre me ayuda a levantarme y me coge por los hombros en un medio abrazo. Salimos fuera, ya está Rafa esperándonos. Subimos al coche, Juan entra delante y mi padre y Ana suben detrás conmigo.

Llegamos a la clínica y me hacen pasar a un box, mi padre no se despega de mí, pero la verdad es que se lo agradezco, aún estoy asustado. Entra Juan con un médico que me sonríe y me tranquiliza.

Médico: Hola, ¿cómo te encuentras?

Adrián: Ahora bien.

Médico: Explícame qué te ha pasado.

Se lo cuento, mientras lo hago se me vuelven a salir las lágrimas.

Médico: Tranquilo Adrián, no pasa nada, parece una crisis de ansiedad. Es normal que te hayas asustado pero ya está. Ahora te revisaré y después pediré que te hagan una placa del pecho y un electrocardiograma.

Me revisa y me vuelve a auscultar. Después entra una enfermera que me acompaña a hacerme una radiografía y vuelvo al box. Me dice que me quite la camiseta y que me tumbe en la camilla. Acerca un aparato, me pone una especie de parches en el pecho que conecta con cables a la máquina y me pide que me esté quieto, que no hable y que respire tranquilo, ella volverá en un momento. Mi padre me coge la mano y me sonríe. Me siento más tranquilo. Vuelve la enfermera, revisa la máquina y me dice que ya está, me quita los parches y me tapa con una sábana. Sale del box.

Carlos: ¿Cómo estás?

Adrián: Mejor papá, me he asustado mucho.

Carlos: Lo sé cariño, yo también me he asustado. Cuando te he visto respirar de esa forma tan rara no sabía qué hacer, suerte que Ana se ha puesto al mando, yo pensaba llevarte corriendo al hospital.

Un rato más tarde vuelve el médico. Me explica que todo está bien y lo que tengo que hacer si me vuelve a suceder, aunque no tiene porque volver a pasar. Después habla con mi padre fuera del box. Ana entra y me abraza.

Ana: ¿Cómo estás tesoro? ¿Te han tratado bien?

Adrián: Estoy bien, gracias Ana.

Volvemos a casa, en cuanto entro Natalia me atrapa en un fuerte abrazo y me besa.

Natalia: Adrián, ¿cómo estás?

Adrián: Bien Natalia, gracias. Siento haberos asustado, y haber estropeado el almuerzo.

Natalia: Más te has asustado tú, peque. Lo importante es que estés bien, por el almuerzo no te preocupes, hemos terminado de comer y ya se han ido. Pero vosotros no habéis comido nada, vamos pasad todos al comedor.

Ya está todo recogido, Natalia y Ana paran la mesa, y mi padre trae los calamares y me pone algunos con salsa en un plato. Me siento e intento comer pero no tengo mucho apetito.

Ana: Vamos tesoro, tienes que comer, todo está bien ahora.

Me como todo lo que me ha puesto mi padre, los calamares rellenos que hace María están buenísimos, es uno de mis guisos favoritos. Cuando terminamos de comer Juan y Ana se despiden de nosotros, le dicen a mi padre que para cualquier cosa que necesitemos los llame, cuando sea, y se van.

Nos quedamos solos mi padre, Natalia y yo. Vamos al salón y nos sentamos, mi padre se sienta a mi lado y me acerca a él, me acurruco a su lado.

Carlos: El doctor me ha dicho que has tenido una crisis de ansiedad, no es nada grave y no tiene porque volver a pasar. Pero también me ha dicho que estaría bien saber qué la ha provocado, porque normalmente hay un detonante. ¿Te sientes con fuerzas para hablar?

Me encojo de hombros.

Adrián: Supongo que sí, el doctor me ha dicho qué tengo que hacer si me vuelve a pasar.

Carlos: No estás sólo cariño, estamos contigo, ¿vale? Tranquilo. ¿Tú sabes por qué te ha pasado?

Niego con la cabeza.

Natalia: Víctor me ha dicho que estábais hablando de la vuelta al colegio pero no creo que sea eso, tú nunca has tenido problemas en el colegio.

Hago una mueca.

Adrián: El curso pasado la lié bastante.

Natalia me sonríe.

Natalia: Lo sé peque, pero eso no te impedía ir al colegio, nunca dijiste que no quisieras ir. Y creo que en el colegio te lo pasas bien. Hiciste muchas tonterías, es cierto, pero te gusta ir, ¿me equivoco?

Niego con la cabeza.

Carlos: ¿Es por qué había mucha gente en el comedor? ¿Te has agobiado? Nunca has tenido problemas con eso.

Vuelvo a negar. No, no es eso, yo sí sé lo que me ha pasado, pero no me apetece contarlo, no sé si les gustará que les diga en qué estaba pensando, y me da miedo volver a tener una crisis.

Carlos: ¿Tiene algo que ver con tu madre?

Se me llenan los ojos de lágrimas.

Carlos: Veo que he acertado. Vamos, cuéntamelo, por favor.

No puedo, noto como el pecho se me comprime de nuevo. Mi padre me abraza.

Carlos: Tranquilo, respira poco a poco como te ha enseñado Ana, ¿vale? No pasa nada.

Empiezo a respirar poco a poco, contando hasta cuatro y consigo calmarme.

Carlos: Vamos cariño, te hará bien contarlo.

Adrián: Es que papá, snif, estábamos todos en el comedor y nos lo estábamos pasando bien sin ella, snif, y no quedaba nada suyo, snif. Estaba tu familia y la de Natalia, pero nada que recordara a mamá, snif. Se supone que la tía era su mejor amiga, snif, y tú dijiste que no la olvidarías, snif, pero estabais charlando tranquilamente, snif.

Mi padre me mira y me seca las lágrimas que se acumulan en mis ojos. Me sonríe y me vuelve a abrazar.

Carlos: Y no la he olvidado, pienso en ella cada día. Pero eso no quiere decir que tenga que estar triste, a tu madre eso no le gustaría, estoy seguro de que ella quiere que nuestras vidas sigan adelante y que seamos felices.

Adrián: Yo también quiero que seas feliz, y desde que estás con Natalia vuelves a reír, y eso me gusta. Pero no quiero olvidar a mamá.

Carlos: Y no la vamos a olvidar campeón, nunca, te lo prometo. Además, sí había algo suyo, en realidad lo más importante de su vida, tú.

Las lágrimas vuelven a resbalar por mis mejillas, pero ya no noto presión en el pecho. Sigo un rato abrazado a mi padre, él me da besos y me acaricia. Me voy tranquilizando y me separo de él. Miro a Natalia.

Adrián: No te lo tomes mal Natalia, no es que no quiera que nos lo pasemos bien con tu familia, no sé que me ha pasado.

Natalia: Claro que no me lo tomo mal. Es una situación abrumadora para ti, tienes que ir asimilando todo y quizás hemos ido demasiado rápido.

Carlos: Adrián, ¿quieres volver a ir al psicólogo? Nos ayudó mucho cuando ocurrió el accidente, quizás te vaya bien hablar de todos los cambios que estás viviendo ahora.

Adrián: No papá, estoy bien, de verdad.

Carlos: Como quieras, si crees que lo necesitas dímelo, ¿vale?

Adrián: Sí papá.

Carlos: Pero si hay más crisis de ansiedad entonces no te preguntaré, me limitaré a pedirte hora.

Me mira y me sonríe, asiento y le devuelvo la sonrisa. Sé que mi padre se ha asustado mucho hoy, quizás tanto como yo. Y creo que ha sentido mucha impotencia al no saber cómo ayudarme, pero lo ha hecho estando a mi lado todo el tiempo, eso me ha reconfortado bastante.

Pasamos la tarde viendo la tele y charlando. Después de cenar Natalia dice que hoy no se quedará a dormir, quiere dejarnos espacio a mi padre y a mí para nosotros solos. Yo estoy bastante cansado, mañana empieza el colegio y toca madrugar, le digo a mi padre que me voy a dormir.

Carlos: Bien, pero hoy te vienes a mi cama, ¿vale?

Adrián: ¿Qué? ¡Papá!, que ya soy mayor.

Carlos: Lo sé, pero quiero asegurarme de que pasas una buena noche, sin crisis ni pesadillas. Sólo por hoy, ¿de acuerdo?

Adrián: Vale papá.

Voy a mi habitación, acabo de preparar la mochila para mañana y me pongo el pijama. Voy a la habitación de mi padre, él ya está. Me meto en su cama, y él se mete después, me acaricia hasta que me duermo.

 

 

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