domingo, 25 de febrero de 2024

DANNY EN LA Capítulo 4

 

Capítulo 4

La noche fue en efecto tormentosa… Daniel no había dormido tan mal desde la cárcel y la simple comparación era realmente perturbadora. No debería serlo, por las características de la situación bien podría tratarse de un berrinche, pero algo no lo dejaba sacarse de la cabeza la idea de que esas eran las primeras lágrimas reales que le veía al niño.

Y bien, tal vez eso tampoco era cien por ciento correcto, Daniel recordaba una que otra ocasión en cumpleaños o así cuando él chiquillo era aún más pequeño y había llorado por algo, y quizás habían sido lágrimas de verdad, pero no podría saberlo porque – por más vergonzoso que fuera admitirlo – Daniel no le había prestado atención, y no realmente por alguna razón en particular, simplemente no lo había hecho… Sonaba horrible, pero sencillamente no le había importado. 

 

Y es que el hombre no podía creer aquellos pensamientos que por primera vez se dignaba a reconocer, pero se había pasado la noche dándole vueltas al asunto y todas esas ocasiones en las que había visitado a su hijo – porque eso era el niño, su hijo – lo había hecho más que nada por compromiso… Porque se sentía como una obligación y prácticamente estaba forzado a aparecerse en Nueva York al menos dos veces al año, pero se había encargado de dejar muy claro que no quería estar ahí. Lo había hecho más que obvio, y lo peor es que de algún modo sí lo resentía. Se había permitido a sí mismo sentir recelo contra el chiquillo por él verse obligado a cumplir una de sus muchísimas obligaciones, en la forma más básica y mediocre posible…


Daniel sabía por otras personas que el niño era capaz de ser agradable, más no recordaba alguna vez haber recibido esa actitud. Claro, no es tampoco como que pusiera mucha atención, y probablemente cuando comenzó a hacerlo fue porque de algún modo la presencia del pequeño comenzó a volverse más molesta que ignorable. Y la verdad es que no debería sorprenderse si Danny, como lo llamaban sus tías, había llegado también a resentir tanto su pobre desempeño paterno como para asegurarse de ser lo suficientemente grosero al punto de que Daniel no tuviera la opción de ignorarlo cuando se vieran. En todas esas ocasiones, Daniel había visto gestos, escuchado gritos y soportado groserías, pero no había presenciado ni una lágrima… o al menos hasta la noche anterior. 


Y vaya que había provocado un impacto. Daniel no había podido cerrar los ojos en toda la noche. 

 

La extraña y horrenda sensación había iniciado como un profundo fastidio, como algo más con lo que tenía que lidiar por culpa del niño, e incluso consideró simplemente ignorar por completo el asunto, pero cada vez que se lo proponía su mente lo llevaba de nuevo a la imagen mental de su… hijo mirándolo con un desprecio tan profundo como el Gran Cañón, y con una mezcla de rabia y precaución escondida en la parte más oscura de sus ojos. 

 

A lo largo de la noche Daniel había maldecido más de 10 veces. En anteriores ocasiones y bajo muy distintas circunstancias podría haber intentado mostrar completa indiferencia y retirarse antes del par de horas que tuviera que estar en el mismo espacio físico con el niño y seguramente el asunto estaría olvidado antes del final del día. Sin embargo, justo en ese momento y con las condiciones actuales, Daniel no podía imaginarse presenciar nuevamente la escena de la noche anterior y quedarse con la imagen mental sabiendo bien que tendría que volver a ver al crío en cuestión de horas. Simplemente no podía. La mera idea era perturbadora y le traía memorias y recuerdos que hasta el momento había evadido por años y con los que no podía lidiar. Era demasiado desencadenante… y no es tampoco como que pudiera simplemente devolver al chiquillo incluso si sus hermanas estuvieran dispuestas, no con CPS comenzando una investigación. Con los antecedentes de Daniel, ellos seguramente lo verían como negligencia… 


Vaya que esto de lidiar con niños no le agradaba en lo absoluto, pero tampoco es como que fuera a dejar que su propia sangre terminara en una foster home bajo el cuidado de sólo Dios sabe qué depravado. Simplemente no podía. 

 

El tiempo había pasado tan lento desde la noche anterior y había sido tan mentalmente desgastante que Daniel ni siquiera había ido a correr. Había salido de la cama y llegado a la barra del desayunador, pero no había pasado de ahí, ni siquiera había bebido el jugo de naranja que sirvió en un fútil esfuerzo de llevar el día lo más normal posible. 


Daniel se quedó ahí al menos una hora hasta que escuchó abrirse una puerta al fondo del pasillo. Se sostuvo la cabeza con ambas manos y exhaló pesadamente algo parecido a un gruñido de exasperación e incertidumbre, pero no hizo ningún esfuerzo por moverse hasta que finalmente escuchó al niño entrar a la cocina y, sorpresivamente, detenerse casi en seco al verlo. 

 

Daniel levantó la mirada tratando de no lucir intimidado, y por lo visto estaba haciendo un mejor trabajo que la otra versión de sí mismo parada frente a él. Mientras que… Danny, y vaya que pensar en él por su nombre no ayudaba para nada a sentirse menos personalmente involucrado, no parecía exactamente intimidado, claramente tampoco tenía idea de qué hacer. Era obvio que había estado más atento de lo que Daniel se había dado cuenta, porque claramente estaba sorprendido de verlo ahí a esa hora. Aparentemente sabía a la perfección que Daniel solía estar fuera durante la mañana antes del desayuno y había intentado aprovechar la oportunidad. De lo contrario se notaría. Si el muchacho fuera indiferente con su presencia, no se habría detenido al percatarse de él; y si no supiera acerca de sus salidas a correr pero tampoco quisiera verlo, se hubiera movido por la casa de manera mucho más sigilosa y precavida para no topárselo.


Aparentemente mientras que Daniel había temido ese momento desde la noche anterior y pensado una y otra vez en el millón de posibilidades, Danny no había llegado a ese punto.


-...Siéntate.- Daniel finalmente habló, después de respirar profundamente. Fue imposible no notar cómo el niño se estremeció al escucharlo hablar, y su padre no pudo evitar sentirse como un idiota. Sabía que las palmadas no habían sido tampoco la gran paliza, pero también era lo más probable que ningún adulto nunca antes le hubiera tocado un pelo. Y para rematar, Daniel iba y prácticamente le dejaba claro que lo iba a volver a hacer cuando le viniera en gana… 

 

No era ninguna sorpresa que Danny lo estuviera mirando como si fuera el mismísimo Hitler. 


-Estoy bien así.- Para crédito del niño, no sonaba tan nervioso como se veía. 


¿Cuántas veces Daniel no había dicho lo mismo exactamente en el mismo tono cuando él tenía esa edad? Y esque no importa lo que Marcela o Malú quisieran recordar, su infancia incluso antes de la muerte de sus padres no había sido siempre tan buena… Más seguido que no, sus ‘adultos’ los habían ignorado y pasado de largo, y ahora él había estado haciendo lo mismo. 

 

Mientras que él también lo había dicho con mucha seguridad, no, Daniel no había estado ‘bien’, y seguramente Danny no lo estaba tampoco. 

 

-No. Ni empieces. Nada, absolutamente nada está bien aquí.- ¿Para qué se hacían tontos?- Siéntate, Daniel.-

 

-...Me tengo que cambiar para la escuela.- Ahora resulta que sí quería ir…


-Bueno, eso sí es cierto.- Daniel tuvo que ceder; era un buen punto, más faltas a la escuela iban a lucir terrible si a CPS se le ocurría revisar.- Apúrate entonces, aquí hago algo para que comas en el carro.- 

 

-¿Cuál carro?- porque Danny no se tenía que preguntar acerca del desayuno… seguramente cereal. Sin embargo, eso del ‘carro’ sí era algo nuevo. Las pocas veces que había ido a la escuela, siempre tomaba el bus. 

 

-Mi carro. Yo te voy a llevar.- 


-¿Por?- 

Daniel se quedó mirando al niño, porque qué clase de pregunta era esa, pero al mismo tiempo no lo podía culpar. Según recordaba, no lo había llevado a la escuela más que el primer día y de ahí en adelante lo había mandado a tomar el bus. En su caso, la pregunta era válida.

 

-Porque tenemos una plática pendiente. Apúrate.- Daniel trató de pretender que la manera en la que el preadolescente desapareció de ahí hubiera sido peor si se tratara de huir del diablo. Probablemente ante los ojos del niño, era exactamente lo mismo.

 

 

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