El
nenito suspiraba de puro aburrimiento. Estaba jugando al escondite pero ya
llevaba allí dos horas y nadie le había encontrado. Sí que tenía que haberse
escondido bien… En realidad, no llevaba ni media hora pero para un niño de tres
años el tiempo no se mide igual.
-
Teeeed. Teeeeed. Sal
ya, hijo. Me ganaste ¿bueno? Terminó el juego, campeón.
¡Ah,
no, no iba a caer en ese truco! El niñito estaba seguro de que si se dejaba ver
papá empezaría a perseguirle para hacerle cosquillas diciendo que había ganado.
Le había costado un poco, pero Ted por fin entendía las reglas de aquél juego:
se terminaba cuando te encontraban y a él aún no le habían encontrado. Así que
tenía que seguir ahí, bien escondidito y sin dejarse engatusar.
Aidan
se dio cuenta de que su bebé no iba a salir, porque habían jugado muchas veces
y él había “hecho trampas” engañándole para que saliera. Ted debía pensar que
aquél era un truco más, pero en esa ocasión Aidan empezaba a preocuparse en
serio. Normalmente le encontraba mucho antes. Se mudaban cada poco tiempo,
viviendo siempre en pisos más bien pequeños que eran los que Aidan se podía
permitir: no había mucho sitio en el que esconderse. Además, por regla general
asomaban sus piececitos, o su cabeza… y él siempre fingía no verle cuando se
hacía evidente dónde estaba escondido.
Por
suerte, todo padre tiene un truco infalible para encontrar a su renacuajo de
tres años:
-
Vaya….y yo que había
guardado un trocito de pastel… pero se hace tarde, y si no encuentro a Ted
habrá que dejarlo para otro día….o mejor me lo como yo…- dijo, en voz muy alta
y sobreactuada.
-
¡Ño, ño, ño! – protestó
Ted. Sacó la cabeza, dispuesto a reclamar su pastel, y así Aidan pudo verle…
encima del armario. Pero…¡¡¿¿cómo había llegado hasta ahí!!?? – ¡Quero pastel,
mallo! – reclamó, sin reparar en la horrible cara de susto que tenía su papá.
Aidan tardó unos segundos en asimilarlo,
y luego todo lo que pudo pensar es que su bebé tenía medio cuerpo en el aire,
elevado dos metros sobre el suelo y en cualquier momento se podía caer.
-
¡Ted! – se acercó al
mueble y estiró los brazos, dando gracias al cielo por su altura. Cogió a su
bebé y le abrazó tan fuerte que por poco lo salva de romperse un hueso para
casi romperle las costillas. - ¿Qué hacías ahí arriba?
-
Bebé escondido :3
El
niño parecía ajeno al peligro que había corrido. Sin soltar su preciada carga, Aidan se acercó
a una silla y se sentó. Luego despegó los bracitos de su bebé para tumbarle
encima de sus rodillas. Con infantil
inteligencia, el nene reconoció los gestos y se espantó. Se tapó el con las
manitas lo mejor que supo.
-
Ño, papi malo… He sido
beno….buh….¡he sido beno!
Aidan
suspiró, y levantó un momento a su pequeño para mirarle a los ojos.
-
Te tengo dicho que a
los muebles no se sube. Ayer te hice pampam por subirte a la mesa ¿mm?
-
Ño mesa…- protestó Ted.
-
No, ahora no te has
subido a la mesa…Te has subido al armario, que es peor. Está muy alto y es muy
muy peligroso. Podías haberte caído. Madre mía, ¿pero cómo llegaste hasta ahí?
Ted señaló las cortinas, y tras pensarlo
un momento Aidan entendió que debió de usar la tela para trepar al armario, que
estaba cerca. Nota mental: cambiar el mueble de sitio.
-
Chubí to solito ^^ - anunció el bebé, contento de su proeza.
-
Muy mal, Ted, eso no se
hace.
Ted puso un puchero, y el labio empezó a
temblarle mientras los ojitos negros se le llenaban de lágrimas. Aidan era
incapaz de enfadarse con esa cosita. Pero incapaz del todo… Le dio un beso.
-
Eres un monito
escalador muy habilidoso, pero eso no lo puedes hacer, ¿vale campeón?
El nene asintió y se restregó un poco
los ojos. Aidan respiró hondo y volvió a tumbarle despacito. Rápidamente, para no dar tiempo a que el niño
protestara, subió la mano y la bajó tres veces sobre el pantalón corto del pequeño.
PLAS
PLAS PLAS
-
Aiii…..bwaaaa –
lloriqueó, cada vez con más fuerza en el llanto. Aidan rodó los ojos por la
exageración de su bebé, porque sabía que no le había dado tan fuerte, pero de
todos modos no aguantó ese sonido y le tuvo entre sus brazos enseguida,
empezando a acariciarle y a darle besos.
-
Sshhhh, shhh. Ya,
campeón, ya. Sin llorar ¿bueno? ¿Cómo puedes llorar con lo mucho que te quiero
y con el pastel tan grande que vas a merendar?
Ted se calmó un poco y separó la
cabecita para mirarle con los ojos brillantes no sólo por las lágrimas sino
también con una chispa de inteligencia.
-
¿De verdad?
-
Sí, bebé, hay un
pedacito de pastel esperándote, ya te lo dije.
-
Ño. ¿De verdad me
queres?
De
nuevo, Aidan le espachurró como olvidándose de lo delicada que era la personita
que tenía en sus brazos.
-
Claro que sí, cosita. Y
más que eso. Un día de estos te comeré a
ti en lugar del pastel, de lo mucho que te quiero.
Lamentablemente para él, no siempre
podía proteger a Ted de las alturas, ni de los peligros, ni de las malas
personas. Y algunas cosas estaba visto
que dejaban huella para siempre. Aidan se preguntó si algún día conseguiría que
su niño dejara de dudar de su afecto, o de tener pesadillas…. O simplemente de
recordar.
Beeeeeeeeeeeeello ese cortito de lo mas tierno Ted bebe... para comérselo.
ResponderBorrarDream Girl, no hay cosita más tierna y dulce que ese pequeñito adorable! Quiero más, por fis, por fis! Yo también me lo como =P jajaja... Aidan, como siempre, es un sol de papá...
ResponderBorrarGracias por escribir cosas tan bellas! :D
Camila
Aww Dream :3
ResponderBorrarCada que leo esta historia me dan ganas de estar en el lugar de Holie :D y es que Aidan es tan <3 quiero un novio así
Ted bebe es una cosita hermosa quee encanta :3
Quedó genial nena
Saludos
JEjeejej Ted es un ángel en todas las formas y tamaños lo adoro...
ResponderBorrar