Había sido solo un
vistazo desde lejos así que John no podía estar seguro, pero le pareció que los
bandidos que atacaron al señor y a la señora Olsen llevaban pañuelos de color
azul. Ese era el distintivo de una conocida banda de criminales, y más que eso,
era el mismo objeto que llevaban quienes acabaron con las vidas de su mujer y
de sus hijas. Durante los primeros meses después de que los Olsen decidieran
acogerle, ese detalle obsesionaba a John hasta el punto de quitarle el sueño
por la noche, porque sabía que era su única pista. Esos pañuelos tapaban el
rostro de las personas que le habían arrebatado lo que más quería, por eso
jamás iba a ser capaz de olvidarlos. Pero no pensó que fuera a verlos de nuevo
hasta el día en el que lograra llevar a aquellos asesinos a la horca.
En algún momento,
sin pensarlo demasiado, llegó a la conclusión de que no podía ser casualidad el
hecho de que él hubiera estado presente en dos asesinatos perpetrados por la
misma banda. Siempre se había preguntado por qué habían atacado a las niñas y a
su mujer, si no llevaban nada de valor, y tampoco tenía sentido que atacaran a
los Olsen. A menos que al que estuvieran buscando fuera a él.
Así se lo hizo
saber a James, porque de forma instintiva había decidido ser totalmente sincero
con él. John siempre había sido una persona franca, tal vez en exceso.
-
Pero ¿qué
es lo que buscan de ti? – preguntó James, en cuanto John terminó de explicar lo
que había deducido.
Era una pregunta
muy lógica, pero no tenía una respuesta sencilla. John no quería hablar de eso
cuando aún no habían llegado a la posada. Nunca se sabe qué oídos te están
escuchando en un pueblo pequeño como aquél.
-
Se hace
tarde. – dijo solamente, para cortar la conversación.
Pensó que el
muchacho insistiría, pero James se limitó a caminar a su lado, respetando su
silencio. Siempre le había tenido por un chico con buenos modales, pero hubiera
sido normal que, tratándose de sus padres, se hubiera molestado por esa forma
brusca de dejar el tema. John acababa de confesarle que podía ser el culpable
de la muerte de sus padres, y el chico ni siquiera parecía enfadado. Tampoco
parecía asustado de vivir con él, aunque fuera el objetivo de unos peligrosos
criminales. Quizás confiaba en que con él estaría seguro. Y en eso tenía razón,
porque John no pensaba dejar que hicieran daño a nadie más.
Llegaron a la
posada y John se quedó mirando al niño mientras este se quitaba el sombrero y
las botas. Debía de tener más o menos su edad cuando su madre le confesó que su
padre había sido un famoso ladrón, perseguido en varios territorios. Aquellos
actos delictivos supusieron una mancha para su familia, como un estigma, y John
tuvo que aprender a vivir bajo miradas sospechosas, como si la gente se
esperara que él se convirtiera en un criminal como su padre. Mucho tiempo
después, cuando ya era un adulto y tenía su propia familia, alguien fue a
visitarle solicitando su ayuda para atracar un banco. John se negó y dijo que
él no era ningún ladrón, pero consideró aquello como la señal para buscar otro
lugar en el que asentarse. Un sitio que le permitiera prosperar económicamente,
donde hubiera caras y emociones nuevas, y donde nadie supiera quién fue su
padre.
Por alguna razón,
el rostro de aquél hombre que le invitaba a iniciar una vida criminal nunca se
había ido de su cabeza. John sabía que algunas personas no aceptaban un “no”
por respuesta, y a veces se planteaba si todas las desgracias que le habían
acontecido después no eran una venganza de ese individuo por no haber querido
participar en aquél robo. O, mejor dicho, por haber informado al ayudante del
sheriff al respecto de que un atraco se estaba planeando. Nunca llegó a
enterarse de si cogieron a aquél hombre o no, puesto que él y su familia
emprendieron el viaje al poco tiempo.
John no quería
compartir esa información con el muchacho porque no quería que nadie en el
pueblo se enterara de que su padre fue un criminal. Eso no le traería nada más
que problemas, y tal vez fuera motivo suficiente para que no le dejaran cuidar
del niño. De hecho, si alguien descubría que los asesinos de los Olsen eran
también los asesinos de su familia, pensarían que no era sensato que James se
quedara con él.
-
Sobre… lo
que te he contado… No hables de eso con nadie por el momento – le recomendó –
Hablaré con el sheriff de la ciudad más cercana y comprobaremos si tengo razón.
Pero no ayudará en nada extender rumores por la zona, que puedan alertar a los
bandidos.
James le miró con
curiosidad, como adivinando que ese no era el único motivo de aquella petición,
pero no dijo nada. Se concentró en limpiar su bota, que se había manchado de
tierra.
John bajó a
arreglar cuentas con la dueña de la posada, y pagó por quedarse allí unos días
más, mientras decidía dónde establecerse. Después entró de nuevo a la habitación
que compartía con el niño y le preguntó si quería ir con él a su antigua casa
para recoger sus cosas, o prefería esperarle. Tal como imaginó, el chico no
quería volver allí porque le resultaba demasiado doloroso.
-
Está
bien. No tardaré mucho. No salgas de la posada hasta que regrese.
John volvió a la
casa donde había pasado los últimos meses y tuvo una sensación de vacío. Aquél
lugar parecía triste y abandonado, a pesar de que hacía solo un par de días que
nadie lo habitaba.
Los cuerpos de los
Olsen ya no estaban allí, aunque si quedaban manchas de sangre en el suelo.
Alguien había intentado limpiarlo, pero el líquido ya estaba impregnado en la
madera. John subió directamente al desván donde había dormido James y se las
ingenió para bajar un baúl con sus pertenencias por las escaleras verticales.
Luego cogió algunas de sus propias cosas, aunque pensó que lo mejor sería
volver otro día con un caballo para llevarse su carreta.
Se colocó el baúl
en el hombro y, agarrándolo fuertemente con el brazo, emprendió el regreso
hacia la posada. La distancia no era mucha, pero el terreno de los Olsen no
estaba situado en el pueblo en sí, sino a las afueras, como el resto de granjas
o terrenos de labranza. No se le hizo pesado, pero sí tardó un tiempo considerable
entre la ida y la vuelta.
Cuando llegó a la
posada y subió a la habitación, la encontró vacía. John dejó el baúl y se rascó
la cabeza, pensando que tal vez el chico estuviera en alguna otra de las
dependencias del lugar, o incluso en el salón anexionado. Recorrió la posada de
arriba abajo, pero no había señal de James por ningún sitio. Se frustró
enormemente, y salió a buscarle.
Durante unos
segundos, revivió el horrible pánico que sintió cuando escuchó gritar a su
mujer y a su hija más pequeña. La mayor no tuvo tiempo de emitir sonido, porque
murió la primera. En esos instantes John supo que no iba a llegar a tiempo, y
jamás había sentido nada tan doloroso como aquello. No podía evitar pensar que
iba a pasar de nuevo, y que algo le sucedería a James sin que él pudiera
evitarlo.
Había sido un
estúpido al querer que el chico se quedara junto a él. Si sus suposiciones eran
ciertas, los bandidos le buscaban a él, y tener al chico a su lado suponía
ponerle en un grave peligro. Era absurdo pretender que iba a poder protegerle
mejor si le tenía cerca. ¿Acaso había podido proteger a su propia familia?
Se forzó a
tranquilizarse, y se dijo que no tenía que ponerse en lo peor. No había visto
signos de violencia en el cuarto, así que al chico no le habían sacado por la
fuerza. Si estaba solo por la calle, él tenía las mismas posibilidades de
encontrarle que los asesinos. Y se encargaría de llegar primero.
Le encontró al poco
rato. Respiró hondo, experimentando un profundo alivio, y se dedicó a
observarle. Era evidente que el chico se dirigía a algún sitio, y lo primero
que hizo John, aparentando tranquilidad, fue preguntarle al respecto.
-
¿Ibas a
alguna parte? – inquirió, sorprendiendo al muchacho, y haciendo que se girara
para verle. Al menos tuvo la decencia de poner una ligera expresión de susto.
-
J-J….señor
Duncan – balbuceó.
-
Creo que
te dije que no salieras de la posada. ¿A dónde ibas?
James se mordió el
labio y no dijo nada, pero John decidió que en realidad no importaba a donde
quisiera ir: tendría que haberle esperado. Ya no pudo fingir más, y dejó de
lado su falsa tranquilidad. Le agarró fuertemente del brazo.
-
¿Es que
quieres ponérselo fácil a esos tipos?
¿Quieres reunirte con tus padres tan pronto? – preguntó, con aspereza.
No era momento de ser delicado, porque el chico tenía que comprender que había
puesto en peligro su vida.
-
No…n-no,
señor…
-
Vuelve a
la habitación – le ordenó. Dejó que se adelantara un poco, pero le siguió de
cerca.
Una vez a solas en
la habitación, John notó la forma en la que el chico le miraba. Estaba
nervioso, algo atemorizado, y sobretodo, intentaba adivinar qué se esperaba de
él. No sabía si debía sentarse para escuchar una reprimenda, o si tenía que
quedarse de pie. Seguramente tampoco sabía si debía esperar un castigo y parecía
tener miedo de preguntarlo. John decidió poner fin a sus dudas, le agarró del
hombro y le giró con facilidad, como si fuera una pluma en vez de un niño.
Llevó su mano a la parte trasera de sus pantalones y la dejó caer con fuerza.
PLAS PLAS
-
¡No tienes
ni idea de lo mucho que me preocupaste! – le recriminó.
James se puso muy
rígido y se quedó absolutamente quieto, incluso después de que John retirara la
mano de su hombro. John se puso frente a él para mirarle, y notó que el chico
no reaccionaba, bastante impactado. Pensó que no estaba acostumbrado a ser
reprendido de esa forma, ya que su padre solía ser más duro con él.
Poco a poco James
pareció reaccionar, y John vio como sus mejillas se teñían de un rojo bastante
intenso, como si hubiera estado corriendo durante un rato.
-
Me… me ha
pegado… - susurró, como informando a John de alguna novedad.
-
Eso hice.
-
Pero…pero…usted
no es mi padre – protestó el chico. No era la primera vez que le castigaba un
hombre que no fuera su padre, pero sí era la primera vez que John tomaba ese
papel.
-
No. Pero
tu padre me encargó que te cuidara, y es lo que pienso hacer. Te dije algo y me
desobedeciste. Sé que tu padre también te castigaba cuando hacías eso.
James murmuró algo
en voz demasiado baja como para ser comprendido, pero John creyó entender algo
así como “Él no lo hacía así”. Efectivamente, en todo el tiempo que convivió
con ellos, John solo había visto al señor Olsen utilizando el cinturón.
Entendió que el
chico se sentía muy avergonzado, por haber sido reprendido por alguien que en
algunos sentidos era un extraño. Le dejó unos momentos para asimilarlo y se
echó sobre la cama, pensativo. Se alegraba tanto de que el niño estuviera bien…
-
Tal vez
no sea sensato tenerle conmigo… - reflexionó, en voz alta.
Escuchó como James
jadeaba.
-
No, no,
por favor. No volveré a darle problemas, se lo juro señor Duncan… No quiero
estar con nadie más, esa gente no me entiende, yo…
-
Tranquilo,
tranquilo, chico. No lo digo por eso. Es que no sé si es seguro que te quedes
conmigo.
-
No quiero
estar con nadie más.
John le miró con
curiosidad.
-
¿Por qué
no? Has vivido aquí toda tu vida. Les conoces desde que era un niño. Seguro que
tus padres tenían algún amigo entre estas personas…
-
Quiero
quedarme con usted… contigo.
John sonrió,
halagado y contento por el aprecio que parecía tenerle el niño. En un
movimiento impulsivo, tiró de él para acercársele. Le colocó bien la camisa y
le abrochó el botón del cuello, porque el niño siempre lo llevaba desabrochado.
-
Entonces
lo haremos así. – le aseguró, y le revolvió el pelo, aprovechando que ya estaba
despeinado.- No vuelvas a irte sin avisar. ¿Me dirás a donde fuiste?
-
Solo
quería… dar un paseo.
John le dedicó una
mirada seria.
-
Esa que
has dicho será la única mentira que te pasaré. Algo básico para mí es la
confianza.
James tragó saliva
fuertemente, notando un ligero cambio en aquél hombre que había vivido con él
por un tiempo. Siempre había sido un hombre afable, que le entretenía cuando
estaba aburrido y le enseñaba cosas divertidas, a veces a espaldas de su
madre. De pronto parecía más
autoritario, más preocupado y con algo en su expresión que le hacía acordarse,
no sabía por qué, a su difunto padre.
Me encanto continuala pronto por favor.
ResponderBorrarMe encanto Dream... Por fin actualizaste
ResponderBorrarEsta hermoso
No tardes por favor.
Adoro esta interacción
Marambra
Será un buen padre para el chico!!
ResponderBorrarQue no lo abandone que se quede con él!!
Tu historia es una aventura emocionante!!
Porfis Dream continua!!