lunes, 26 de febrero de 2018

RELACIONES NO CONVENCIONALES



¡Hola, gente! Me presento. Mi nombre es Eleanor y hace tiempo he seguido el blog, leyendo muchas de sus fantásticas historias. Hace tiempo quería leer algo de Star Wars bajo esta temática, y al ver que no hay muchas cosas en la red, me animé a hacer esta historia que, por ahora, consta de este único y largo capítulo. Quizá luego me anime a escribir algo más, pues me encanta el mundo de Star Wars y creo que hay mucha tela para cortar. Cuéntenme qué tal les pareció. ¡Les agradezco enormemente por leer!
Los dejo con la historia.



RELACIONES NO CONVENCIONALES

Anakin Skywalker nunca había sido un padawan fácil de instruir. Eso lo supo Obi Wan casi desde el instante en que había aceptado la tarea encomendada por su difunto maestro, de entrenar en los caminos de los Jedi al que niño que, según se creía, traería equilibrio a la Fuerza.
Aquella noche, como ya se estaba volviendo típico durante los últimos meses, el joven maestro Jedi se preguntaba si Qui Gon Jinn se había equivocado al confiarle tal responsabilidad a su aprendiz.
—Padawan —habló al fin Obi Wan, después varios minutos en que se dedicó a mirar en silencio y con evidente decepción a su díscolo aprendiz—, quiero que te vayas a tu cuarto hasta que el Consejo nos convoque y que no salgas de allí. Mientras tanto, tal vez quieras meditar sobre lo que hiciste.
Anakin mantuvo su mirada clavada en el suelo, lo que no dejó de sorprender a Obi Wan, pues estaba acostumbrado a su obstinado desafío. Pero lejos de dar alguna señal de vergüenza o arrepentimiento por sus acciones, le lanzó una mirada con ojos fríos y habló con voz tensa:
—Como ordene, maestro.
Se marchó por el pasillo que llevaba a su habitación y cerró rápidamente la puerta tras él. Obi Wan se dejó caer en el sillón con el rostro entre sus manos, consciente de que no podría siquiera dormitar hasta que recibiera la llamada del Consejo.

*-*-*

Horas antes...

De camino a su clase de Historia de la Antigua República, Anakin observó que un grupo de jóvenes se había agrupado frente a un droide. Cuando pasó junto a ellos, una conocida voz lo detuvo.
—¡Oye, Elegido! —lo llamó Truks Deel, un joven humano dos años mayor que él y al que Anakin no le dedicaba especialmente sus afectos—¿Entras, o qué?
Anakin lo miró hacia abajo. A sus catorce años se sentía a gusto de ser más alto que Truks y que la mayoría de humanos de su edad.
—¿De qué hablas, Deel? —respondió Anakin sin interés.
—Del torneo de esta temporada —explicó Deel, sin dejar de extender una sonrisa socarrona en su rostro.
Desde que Anakin había llegado al Templo Jedi hacía cinco años, había existido una animadversión mutua entre ambos, que Anakin atribuía a que, desde su llegada, Deel había tenido bien difícil superar al chico más joven en la mayoría de las clases, de las que anteriormente había sido considerado el alumno más destacado.

—¿Por qué te emociona la idea de que te derrote en la arena? —preguntó Anakin.
Truks soltó una risotada que hizo eco entre su pandilla, un grupo de cinco aprendices de diferentes especies que siempre vivían detrás suyo.
—No recuerdo que haya sido así en el último torneo —dijo con suspicacia.
—Sabes que solo ganaste porque los jueces quisieron regalarte el triunfo que legítimamente fue mío.
—No seas ridículo —repuso Deel—, jugaste sucio y lo sabes. No sé cómo te llaman el Elegido si no puedes controlarte ni en una batalla con sables de entrenamiento.
Anakin apretó sus puños con rabia contenida. En la ronda final de aquel torneo, el jurado lo había descalificado por supuesto uso indebido de sus habilidades contra su oponente. En su defensa, los duelos en la vida real no respetaban las estúpidas normas de protocolo que imponía la Orden para los torneos entre los aprendices e iniciados, pero eso no impidió que le quitaran el triunfo tras dejar a Deel derrotado y con el resto ensangrentado, ni tampoco que tuviera que soportar tres horas de un molesto regaño de su maestro Obi Wan por su "mal manejo de las emociones".
Tras años en la Orden Jedi, aún no se quitaba el estigma de no ser el aprendiz que los maestros del Consejo deseaban. Los aprendices de su edad parecían resentidos de que alguien que había llegado a tan avanzada edad a la Orden, desarrollara con natural facilidad sus tantas destrezas sin mayor esfuerzo. Pero, sobretodo, tanto sus compañeros como sus maestros lo señalaban de ser impulsivo y no comportarse del modo en que debía hacerlo un Jedi. Lo acusaban de no haber dejado los apegos de su anterior vida y de ser rápido para la ira.
—No tengo nada que demostrarte, Deel —dijo Anakin intentando controlar su temperamento—. Y que me ganes en un torneo tan solo demuestra lo fácil que te derrotaría en un combate real.
Se dispuso a continuar su camino, pero Truks le cerró en paso.
—No le tengo miedo al Elegido —rio sin gracia—. Si lo que quieres es un combate real, puedo dártelo. Pero déjame advertirte: tan solo te has enfrentado a mí en combate formal, con decenas de maestros que pueden defenderte.
Anakin lo miró con desafío.
—Lo mismo va para ti —respondió—. Dime cuándo y dónde.
La sonrisa de Deel se extendió aún más.
-Hoy, media noche, en los bajos de la estación Redstone.
Anakin sonrió con confianza y caminó con dirección a su clase de Historia, a la que estaba seguro de que llegaría tarde.

*-*-*

No era, ni de lejos, la primera noche que Anakin salía a hurtadillas del Templo. Caminó sin hacer ruido hacia la salida de los cuartos que compartía con su maestro. Lo escuchó dormir tranquilamente al otro lado de la puerta de su habitación y se apresuró a salir al pasillo.
Rápidamente alcanzó la plataforma de aterrizaje por la que solía hacer sus escapes nocturnos. Generalmente salía a las calles de Corusçant a caminar sin rumbo en los niveles más bajos de la ciudad. Le gustaba familiarizarse con las calles que a veces parecían tan lejanas, pero que se encontraban a tan solo metros del Templo.
Se dirigió a la estación Redstone y caminó entre la multitud de borrachos y vagabundos sin llamar la atención, hasta llegar al callejón en donde sabía que Deel y su pandilla de admiradores lo estarían esperando.
—Pensaba que no vendrías —dijo Deel a modo de saludo—. ¿Tu maestro sabe que te escapas en las noches?
Anakin sabía que los aprendices menores de dieciséis años no podían salir del Templo sin la expresa autorización de sus maestros, y estaba seguro que definitivamente Obi Wan no permitiría que caminara a tales horas de la noche en los peligrosos niveles inferiores de Corusçant, mucho menos para lanzarse a una pelea contra uno de sus compañeros.
—Terminemos con esto, ¿quieres? —fue todo lo que dijo Anakin antes de dejar caer su túnica y encender su sable de luz.
La hoja azul iluminó el desolado callejón, y rápidamente chocó contra la hoja verde de Truks Deel.
El muchacho mayor tenía un estilo de combate elegante y contundente, propio de un duelista experimentado que prefería el protocolo antes que las batallas sin decoro. Anakin, por otro lado, había adoptado un estilo agresivo y veloz, que suponía un desafío contra las defensas de sus oponentes.
El ruido de los sables al chocar era lo único que se escuchaba en la oscuridad del callejón, mientras los dos jóvenes aprendices Jedi se enfrentaban ante la mirada atenta de los amigos de Truks.
Anakin lanzó un par de golpes veloces que Truks desvió sin dificultad, mientras intentaba usar la fuerza del chico menor en su contra para devolver el ataque. Anakin era fuerte y veloz. Truks, cauteloso y ágil. Pero pronto fue evidente que la destreza de Anakin para el ataque superaba la habilidad de Truk para defenderse y contraatacar.
—Es difícil mantener el ritmo cuando no hay jueces que detengan el combate, ¿verdad? —habló Anakin al ver el notable esfuerzo que realizaba Truk para esquivar sus ataques.
Deel lo ignoró y decidió que era momento para emplear otros métodos. Con un estallido de la Fuerza, lanzó a su oponente contra la pared detrás de él.
Anakin cayó sobre unos cubos de basura, evidentemente sin haber esperado el truco. Se incorporó de un salto justo cuando Truks se había lanzado sobre él.
—Con que eso quieres —dijo recuperando la posición y desviando los ataques de Truks. Dio una voltereta en el aire, aterrizando a espaldas de su oponente, quien no tuvo tiempo de detener el golpe con la Fuerza que lo tiró contra el suelo.
Truks tuvo que girarse con rapidez para poder desviar los ataques que Anakin le envió desde arriba. Le lanzó una patada al abdomen que lo tiró hacia atrás, y aprovechó ese momento para ponerse de pie de un salto. Anakin recuperó el equilibrio antes de caer y de nuevo se encontraron en sus posiciones iniciales.
El combate prosiguió. Los jóvenes alternaron entre ataques con el sable y distintos trucos con la Fuerza para intentar tomar la delantera. Anakin tenía que admitir que Truks era un oponente más hábil de lo que había imaginado.
—¿Qué decías sobre aquello que no podría contiguo por fuera del Templo, en un combate real? —dijo Truks recuperando el aliento tras varios minutos de ardua batalla—. Acepta que no eres capaz de ganarme al estilo Jedi.
Anakin lo miró con el entrecejo fruncido, sin querer comprender lo que Truks insinuaba.
—¿A qué te refieres? —preguntó aún sabiendo la respuesta.
—Todo el mundo sabe que tienes más de Sith que de Jedi —dijo Truks con desprecio—, todos los maestros lo dicen cuando te ven pelear, piensanque jamás te convertirás en un Jedi, porque sigues siendo el mismo niño salvaje del Borde Exterior.
—Será mejor que te calles, Deel —amenazó Anakin con voz gélida.
—¿Ya te empezaste a enojar? —se burló Truks fingiendo terror—, porque ahí sí me debo preocupar. La ira de un Jedi Oscuro acaba con multitudes.
La pandilla de Truks, que había permanecido en absoluto silencio, empezó a lanzar pullas burlescas.
—Tal vez sí sea mejor que empieces a temerme —sentenció Anakin intentando ignorar las provocaciones.
—¡Ahí tienen al Elegido, chicos! —señaló Truks—. Acéptalo, Skywalker, no eres uno de nosotros. Solo eres un esclavo de tus emociones.
Fue todo lo que necesitó Anakin para lanzarse contra Truks con un grito envuelto en ira absoluta. Sus ataques fueron más feroces y contundentes, sin dejarle un solo respiro a su oponente. Sentía que sus oídos habían perdido la capacidad de escuchar, e inclusive su vista parecía nublarse. De lo contrario, habría podido ver el espanto en los ojos de Truks, que supo que había llegado demasiado lejos con sus provocaciones.
Con un poderoso empujón de la Fuerza, Anakin lanzó a Truks contra la pared. El cuerpo del muchacho mayor chocó duramente contra el concreto, una y otra vez, pues Anakin encontró conveniente lanzarlo de nuevo en cuanto volvía a recuperar el aliento.
No parecía consciente de que se trataba de un duelo improvisado contra uno de sus compañeros del Templo, ni de que los demás chicos empezaban a levantar sus sables para detenerlo, pero en cuanto se acercaron, fueron lanzados todos en conjunto contra una pila de contenedores.
Tampoco fue consciente de los gritos de Truks que pedía que se detuviera ni de la sangre que corría desde la cabeza del chico. Y mucho menos de los maestros Jedi que acaban de entrar al callejón. No hasta que uno de ellos lo detuvo con la Fuerza, haciéndolo flotar inmóvil varios centímetros sobre el suelo.
-¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ!?
Tan solo en ese instante Anakin fue consciente de la situación. Se encontró con que aquella voz era la de su maestro, que lo miraba aterrado manteniéndolo inmóvil. Obi Wan lo dejó descender tras unos segundos y luego se giró hacia el muchacho que yacía aturdido en el suelo.
Aún sin la Fuerza reteniéndolo, Anakin se quedó inmóvil. Se giró para ver a los demás chicos levantándose del suelo junto a los contenedores, mientras lo miraban atemorizados. Dos maestros más, Mace Windu y Ki Adi Mundi, lo observaban duramente.
—Explícate, Skywalker —dijo la voz fría de Mace Windu.
—Yo... yo... —intentó hablar Anakin, pero se encontró con que estaba sin palabras.
—¡Por poco lo mata, maestro Windu! —gritó la voz aterrada de una de las amigas de Truk, a la que pronto se unieron más acusaciones.
—¡Silencio! —Ordenó Mace Windu con una peligrosa mirada— Todos ustedes tienen mucho que explicar, en especial tú, Skywalker. ¡Al Templo todos, ahora!
Se dispusieron a regresar al Templo abordando los tres vehículos de transporte que habían piloteado cada uno de los tres maestros Jedi. Después de ayudar a poner de pie al joven Deel, Obi Wan se volvió a su aprendiz con la más dura mirada que Anakin le había visto desde que lo conoció.
—Maestro, yo... yo... ¡puedo explicarlo! —rogó con voz trémula mientras los demás aprendices y maestros abordaban. Uno de los vehículos había quedado vacío para él y Obi Wan.
—Ahora no, Anakin —cortó sin mirarlo. En su lugar, señaló el aerodeslizador para que se subiera sin discutir.
Anakin suspiró y tomó el asiento del copiloto, sabiendo que ahora sí había logrado meterse en un problema terrible.
El camino al Templo fue tan silencioso como Anakin esperaba. Su maestro, después de todo, siempre era un hombre estoico a pesar de las circunstancias. Secretamente agradeció que en lugar de Obi Wan, no hubiera tenido que viajar a solas con Mace Windu.
Al aterrizar en la plataforma justo detrás de los demás aerodeslizadores, tanto maestros como aprendices entraron rápidamente al Templo. El maestro Ki Adi Mundi se dispuso a llevar a Truks a la enfermería, mientras Mace Windu y Obi Wan Kenobi miraban a los jóvenes aprendices frente a ellos, sin tener muy claro que decir.
—Es muy tarde para discutir lo que sucedió —dijo el maestro Windu, mientras Obi Wan no despegaba su mirada de Anakin, que mantuvo, como los demás aprendices, sus ojos fijos en el suelo—. Sus maestros ya han sido informados y estarán esperándolos en sus cuartos, así que apresúrense. Los quiero a todos en cama hasta que sean convocados por el Consejo.
Los seis jóvenes se dirigieron a cada uno de sus cuartos. Anakin caminó por delante de su maestro, que no hizo más que mirarlo en cuando llegaron a su destino, para luego enviarlo a su habitación sin una palabra más.
Una vez allí, se sentó a un lado de su cama sin mirar a ningún lugar. Todo rastro de ira se había ido, para quedar lleno de un desconocido sentimiento que finalmente reconoció como miedo, mas no de lo que podría pasar con él después de lo que hizo, sino de lo que pudo haber hecho si nadie lo hubiera detenido.
¿Tenían razón sus maestros y compañeros al afirmar que no era apto para ser un Jedi?
De repente lo embriagó nuevamente el sentimiento de rabia. ¡Se había esforzado tanto por adaptarse! Siempre luchó por mantenerse por encima de todas sus clases, de estar a la altura de lo que tanto esperaban de él, de satisfacer todas las expectativas de su maestro, quien ahora parecía sentir tan solo decepción por él.
En los últimos meses todo había sido más difícil. Las miradas sobre él cada vez eran más tensionantes, todo el mundo parecía querer estar al tanto de lo que el infame Elegido hacía.
Supo que no lograría dormir el resto de la noche, ni mucho menos meditar como lo esperaba su maestro, así que se dedicó a ahogarse en la incertidumbre hasta que su maestro lo llevara ante el Consejo.

*-*-*

La llamada del Consejo no se hizo esperar. Aún no amanecía por completo cuando Obi Wan llamó a su aprendiz a la puerta.
—Anakin, sal ahora —ordenó con un dejo de enojo en su voz-— El Consejo nos espera.
El muchacho salió unos segundos después. Se había cambiado la ropa como Obi Wan esperaba y ahora lucía algo más presentable, excepto por los raspones que marcaban su rostro. Logró mantener su mirada firme y le ordenó seguirlo.
Al llegar al salón del Consejo, se encontró con varios maestros sentados en sus respectivas sillas, mientras seis más permanecían en el centro de la sala con cada uno de sus aprendices, a excepción del maestro Sho Too, cuyo padawan, Truks Deel, aún se recuperaba en la enfermería.
La sesión fue corta. Una padawan informó de los hechos rápidamente. Habló acerca de cómo Truks y Skywalker se retaron a un duelo que desarrollaron a media noche en el callejón en que fueron encontrados. Contó con lujo de detalles cómo Anakin perdió el control y sobrepasó la fuerza de sus ataques contra Truks, momento en el cual la joven decidió anunciar por el comunicador a una de sus compañeras en el Templo, quien rápidamente informó a varios maestros al interior del recinto.
El Consejo fue rápido en dictaminar su castigo. Fueron reprendidos por una amplia lista de infracciones contra las normas del Templo. Los que sirvieron de espectadores, recibieron tres semanas de desagradables tareas al interior del Templo. A Truks se le impuso un castigo de dos meses, mientras que Anakin permanecería castigado por dos meses más. Los demás actos disciplinarios quedarían a decisión de cada uno de los maestros de los siete aprendices. 
Tras la reprimenda, el maestro Yoda ordenó que cada uno se retirara, a excepción de Obi Wan y su padawan.
—Delicado tu comportamiento es, joven Skywalker —señaló el maestro Yoda después de un rato.
Anakin mantuvo la mirada fija en el suelo. No había pronunciado una sola palabra en toda la sesión, cosa que Obi Wan secretamente agradeció, pues no quería que a la lista de infracciones se añadiera el irrespeto contra los maestros del Consejo.
—Esta no es la primera vez que el padawan Skywalker es reprendido por su mal manejo de las emociones —señaló Mace Windu—. Sus lecciones hasta ahora claramente han sido insuficientes.
Obi Wan sintió el reproche contra sí en la voz de Mace Windu, quien abiertamente señalaba cada tanto que su trato con Anakin no era el apropiado.
—Les aseguro, maestros, que mi padawan y yo hemos y seguiremos trabajando en este asunto —dijo Obi Wan—. Les ruego consideración por las circunstancias en que mi padawan ha llegado al Templo. Estoy seguro de que con trabajo duro logrará superar estas dificultades.
—Retírate, joven Skywalker —pidió el maestro Yoda—. A solas con tu maestro debemos hablar.
Tras una rígida reverencia, Anakin dejó a los maestros a solas.
—Es claro que las lecciones que le has impartido hasta ahora no han funcionado —dijo el maestro Windu.
Obi Wan se incorporó intentando mantener a raya la tensión en su voz.
—He hecho lo posible por enseñarle control —aseguró cansinamente—, pero todos estarán de acuerdo en que Anakin no es un aprendiz común y corriente.
—No, no lo es —admitió el maestro Plo Koon—, pero es claro que los métodos que has utilizado hasta ahora con él no han funcionado. Por su bien y el de todos, tendrás que modificarlos.
—Al joven Skywalker una lección importante debes enseñar —dijo el maestro Yoda—. En tu criterio como su maestro, el Consejo confía.
—No es nuestro lugar indicarte como disciplinar a tu aprendiz, maestro Kenobi —reconoció Ki Adi Mundi—. Pero hoy ha lastimado seriamente a uno de sus compañeros, a pesar de que anteriormente había recibido una amonestación al respecto. No podemos esperar a que el día de mañana cause algo más que moretones, porque quizá debamos tomar decisiones más drásticas respecto al futuro de Anakin Skywalker en la Orden.
Obi Wan no pudo evitar estremecerse ante más implicaciones de los maestros del Consejo. Era bastante consciente de que algunos de ellos pensaban que Anakin estaría mejor de regreso a Tatooine. Pero él le había prometido a su maestro que entrenaría al Elegido, y no se rendiría tan fácilmente en su tarea.
Con una reverencia, se despidió de los demás maestros y se retiró de la sala. Su aprendiz lo esperaba afuera con la vista fija en los rascacielos de Corusçant.
—Anakin —lo llamó Obi Wan, y el joven se giró haciendo un esfuerzo por levantar la vista—. Quiero que vayas a tu habitación y me esperas allí hasta que regrese. Intentaré no tardar demasiado.
—Sí, maestro.
Mirándolo marchar a lo largo del pasillo, Obi Wan dio un largo y cansado suspiro. Se dirigía hacia el corredor contrario para meditar en las salas del Templo, cuando el maestro Mace Windu lo llamó.
—Maestro Kenobi, espere un minuto.
Obi Wan se detuvo.
—¿En qué puedo ayudarlo, maestro? —preguntó ocultando el cansancio en su voz. Había dado por hecho que los reproches de Windu cesarían por hoy. Tan solo quería llegar a las salas de meditación a tener algo de paz por unas horas.
—Solo quería decirle que lamento lo que sucedió con su padawan y los demás aprendices —dijo Windu sinceramente—. No dudo de que Skywalker es un joven capaz y que usted ha hecho lo posible por entrenarlo de la mejor manera.
—Agradezco sus palabras, maestro —ofreció Obi Wan ligeramente sorprendido. Mace Windu siempre había dado poco crédito a la capacidad de Obi Wan de entrenar a Anakin.
—Debo adivinar que irá a meditar lo que hará con su padawan —apuntó Windu.
—Así es —respondió incómodo.
—Y creo correcto suponer que el joven Anakin no ha recibido disciplina física de su parte.
Tales palabras tomaron a Obi Wan por sorpresa y fue claro que no pudo evitar su desconcierto.
—Me disculpo si es atrevido de mi parte —repuso Windu—, pero he seguido de cerca el entrenamiento del joven Skywalker y sé que la relación entre ustedes no ha sido convencional.
Obi Wan tenía que admitir que eran ciertas las palabras del maestro Windu. La relación entre maestros y aprendices de la mayoría en el Templo solía ser más impersonal y rígida. La suya, sin embargo, era casi como la de dos hermanos.
—Accedió a entrenar a Skywalker cuando usted aún era muy joven —prosiguió Windu—. Le ha dado la libertad a su aprendiz de verlo como un igual, como un hombre joven en sus mismas condiciones, más que como un maestro a quien seguir y obedecer. Skywalker ha crecido en arrogancia, con ningún respeto por su posición con su maestro, y mucho menos con respeto por sus compañeros.
Obi Wan reflexionó unos segundos. No era la primera vez que algún maestro insinuaba que había sido demasiado blando con Anakin. Ciertamente jamás había empleado con él métodos de disciplina más allá de largas sesiones de meditación y de mundanas tareas en el Templo. Sabía con claridad que muchos maestros de la Orden administraban disciplina física a sus más díscolos aprendices. Su propio maestro no fue la excepción, y podía recordar haber recibido en más de una ocasión el sabor amargo de la vara.
—Skywalker necesita dirección —terminó Mace Windu—. Por su bien y el de la Orden Jedi.
Tras las breves palabras del maestro Windu, Obi Wan requirió tal solo de una hora de meditación para decidir lo que haría con su aprendiz. Implorando a la Fuerza por algo de serenidad y fortaleza para enfrentar al muchacho, se dirigió hacia sus cuartos.
*-*-*
Para Anakin, la espera significó horas. Nunca había podido vanagloriarse de ser un padawan precisamente paciente. Se movía inquieto por su habitación aguardando la llegada de Obi Wan.
Ciertamente, ya se encontraba más tranquilo después de que el Consejo impartiera un castigo que, en su opinión, era mucho menos duro de lo que esperaba, pero no podía dejar de inquietarse por la clara decepción que encontró en la mirada de su maestro.
Anakin siempre había ejecutado grandes esfuerzos por complacer a Obi Wan, pero nunca parecían ser suficientes. Apreciaba al hombre por acogerlo en el Templo cuando parecía que su futuro allí no vería la luz. Era un maestro paciente y habilidoso, pero en ocasiones todo lo que podía leer en los ojos de Obi Wan era decepción y cansancio, lo cual no dejaba de irritar a Anakin. ¿Acaso no podía comprender que había motivos fuertes detrás de sus ataques de ira? Esperaba que, tras hablarle de las crueles palabras de Truks y su pandilla, Obi Wan entendiera sus acciones.
Después de lo que pareció una eternidad sintió la presencia de Obi Wan, que se acercaba por el pasillo que conducía a sus cuartos. Rápidamente se dirigió a la sala, donde lo esperó sobre el sofá con las manos en el regazo. Se puso de pie en cuanto el maestro ingresó a la sala y clavó la mirada al suelo en señal de respeto.
—Anakin —habló Obi Wan con el mismo tono que usaba cada que se avecinaba un regaño que se extendía por horas—. Espero que hayas reflexionado sobre tu comportamiento en las últimas horas.
—Sí, maestro —respondió con algo de rigidez—, y le ruego que acepte mis disculpas.
Podía sentir una actitud extraña en su maestro. Normalmente llegaría con una mirada cansada y discutirían hasta que Anakin se rindiera con una disculpa repetida. Ahora, sin embargo, había adoptado una postura que le recordaba a los más estrictos maestros del Templo.
—Creo que ya se ha dicho todo lo que podría decirse de lo que hiciste —continuó Obi Wan—. No sé si valga la pena repetirte lo decepcionado que me encuentro por tus acciones. No es como si haya funcionado alguna vez.
La frialdad de sus palabras lo tomó por sorpresa.
—Maestro, déjeme explicar lo que sucedió —dijo al fin—. Yo realmente no quise que esto sucediera, pero Deel...
—Pero nada, padawan —cortó Obi Wan—, siempre hay una explicación para todo lo que haces. Siempre hay alguien que te dice algo ofensivo, que te mira como no querías, que te trata como no debería. Siempre tienes una excusa, pero el resultado siempre es el mismo.
—Si tan solo me dejara explicar...
—No tienes nada que explicar —cortó de nuevo—, porque puedo adivinar perfectamente lo que sucedió. Dime si me equivoco al suponer que el joven Truks Deel te provocó por alguna infantil razón y tú, valiente como siempre, decidiste que no ibas a estar por debajo de nadie y aceptaste sus provocaciones, perdiste el control y lo dejaste en la enfermería. ¿Me equivoco, Anakin?
—Maestro, él me dijo...
—¡Responde, padawan!
Pocas veces Anakin escuchaba a su maestro levantar la voz. El enojo era palpable en el ambiente, y de repente la propia ira en su interior empezó a brotar.
—¡De acuerdo, perdí el control! —respondió con enojo—, ¡hice lo que siempre hago, decepcionarlos a todos y lastimar a las personas!
—No, Anakin —dijo Obi Wan señalándolo con el dedo—, no vas a adoptar tu numerito de autocompasión, porque esta vez no te servirá.
—¡Pues bien! —gruñó cruzando los brazos—, si no me va a escuchar, dígame cuál es mi castigo y terminemos con esto de una vez por todas.
Su maestro lo miró por unos segundos y luego asintió con decisión.
—Si así lo quieres —dijo irguiéndose en toda su estatura. Lo miró detenidamente y luego dijo—: Retírate la túnica.

*-*-*

Con la mirada confundida de su aprendiz, Obi Wan supo que no había marcha atrás.
—¿Maestro?
Era claro que Anakin no esperaba más que un habitual regaño seguido de varias semanas de fregar pisos. De camino a los cuartos, Obi Wan se estuvo preguntando cómo haría esto exactamente.
No tenía más que la experiencia de recibir los castigos de su propio maestro, pero la relación con él había sido muy diferente, como la de un padre con su hijo. Claramente no podía tratar a Anakin como a un hijo, y por las palabras de Mace Windu supo que quizá necesitaría algo un tanto más impersonal, que reafirmara su posición como maestro más que como amigo o hermano.
—Retírate la túnica —repitió con firmeza.
Mientras el joven padawan acomodaba el largo manto sobre el sofá sin comprender completamente sus intenciones, Obi Wan se dirigió al armario de su habitación, que antes había pertenecido a su maestro, y donde esperaba encontrar en el lugar de siempre el objeto de su búsqueda.
En un rincón del cajón superior, encontró una vara larga y delgada. Había considerado castigar a Anakin únicamente con su propia mano. La vara era, por supuesto, mucho más rígida y amenazante. Sabía por experiencia lo mucho que podía picar un buen golpe con la vara, pero no causaba daños significativos en la piel más que ronchas ligeras que desaparecían en poco tiempo.
Podía suponer que Anakin jamás había recibido este tipo de disciplina, y quizá resultaría más duro de lo que esperaba aplicar el castigo con tal implemento. Pero, nuevamente, necesitaba dejar mella en el joven aprendiz. Pensó que su mano habría sido un castigo muy blando y poco impersonal, tal vez más práctico para una futura ocasión.
Recuperó la vara con decisión y se dirigió a la sala. En cuanto Anakin vio el objeto que llevaba en su mano derecha, se congeló comprendiendo de qué se trataba. Antes de que pudiera decir cualquier cosa, Obi Wan habló con firmeza:
—Padawan, sabes que he tratado de instruirte de la mejor manera posible —dijo acercándose al asustado muchacho, sin dejar de notar que éste daba un paso hacia atrás—, pero creo que es hora de comprender que quizá he sido muy blando contigo.
Anakin permaneció en silencio en una posición rígida.
—No he querido tener una relación convencional contigo —continuó Obi Wan—. No quiero que veas en mí tan solo a un maestro que será pasajero en tu vida. Quiero que confíes en mí y que me puedas ver como tu amigo. Inclusive como tu hermano.
Obi Wan tragó saliva y puso su mano libre sobre el hombro del muchacho.
—Pero me temo que no puedo ser solo tu amigo —admitió finalmente—. Tienes que comprender que no puedes pasar por delante de mí, de tus compañeros y mucho menos del Código, ¿entiendes eso?
—Maestro, ¿no pensará... castigarme con eso? —preguntó con voz trémula señalando la vara con una mirada incrédula.
—Anakin, te hice una pregunta —suspiró cansado—. ¿Quieres hacer un repaso de todas las normas que rompiste?
—¡Pero ni siquiera me ha dejado explicar...!
 —Padawan, no hagas las cosas más difíciles —pidió Obi Wan—. Quiero que me digas todas las normas que has roto en las últimas horas y que comprendas por qué mereces este castigo.
Anakin se cruzó de brazos y desvió la mirada.
—Anakin, no te pongas en esta actitud infantil, responde.
 —¿Y para qué, si después de todo me va a golpear?
 Obi Wan se pasó la mano por la cara.
 —Te voy a disciplinar.
 —Disciplinar, golpear, como sea —dijo Anakin rodando los ojos—, si me va a golpear, hágalo de una buena vez y acabamos con esto, ¿dónde me quiere?
Era difícil mantener a raya su temperamento con la actitud obstinada de su aprendiz. Sabiendo que no podría sacarle más que reproches por ahora, decidió continuar con el castigo.
 —Dóblate sobre el reposabrazos del sofá.
 Vio a su aprendiz caminar enojado hacia el sofá, pero al verlo doblarse, comprendió que la tela de su pantalón era demasiado pesada, ideal para protegerse de diferentes adversidades durante una misión, pero no para recibir un merecido castigo.
 —Espera, Anakin —dijo, y el muchacho se levantó para verlo con una mirada malhumorada—. Baja tus pantalones.

*-*-*

Anakin apretó la mandíbula con irritación contenida. De todos los castigos que pudo haber imaginado, jamás pensó llegar a encontrarse en esta posición con su maestro. Sabía, por las historias que contaban sus compañeros en el Templo, que muchos de los jóvenes habían recibido alguna clase de castigo físico por parte de sus maestros. Pero era difícil imaginar a Obi Wan, el tranquilo y joven maestro Jedi, imponer esta clase de disciplina que parecía más propia del maestro Windu.
Ante todo, se sentía totalmente irritado de no ser por lo menos escuchado acerca de los motivos que lo llevaron a atacar a Deel. Le parecía una forma de disciplina infantil y humillante, no muy diferente a los ocasionales azotes que su madre le propinó a mano abierta en su parte trasera durante su infancia.
¿Qué clase de línea podría haber cruzado como para que el pasivo Obi Wan Kenobi se viera obligado a castigarlo con una vara?
Con el rostro totalmente rojo de vergüenza y de rabia, Anakin se llevó las manos a la cintura de sus pantalones y los deslizó hasta que cayeron alrededor de sus botas. Dio un suspiro tembloroso y se inclinó sobre el reposabrazos del sofá, apoyando los codos sobre un cojín blandoy confiando en que el castigo terminara cuanto antes.
Sintió que su maestro se ubicaba detrás de él y luego una mano sobre su espalda tiró hacia atrás la camisa y las estolas del traje, dejando al descubierto el asiento de su ropa interior. Respiró profundamente y se preparó para el primer golpe.
Un sonido silbante resonó en sus oídos y de inmediato una ardiente línea sobre su parte trasera le cortó el aliento. ¡Definitivamente no había esperado tal dolor! El fuego en su piel fue momentáneo, pero de inmediato otro golpe llegó y estuvo a punto de soltar un grito. En su lugar, apretó fuertemente la mandíbula y dobló sus dedos sobre el cojín.
Obi Wan era metódico al repartir los azotes. Marcó un camino descendente que llegaba hasta la parte superior de sus muslos, para luego retornar hacia arriba. Anakin encontró que era realmente difícil mantenerse quieto bajo los golpes que estaban construyendo una línea de fuego en su trasero. Le tomó cada aliento resistir la necesidad de protestar bajo el ataque.
El dolor no estaba haciendo nada más que llenarlo de rabia. No era justo que siempre llevara la peor parte de todo. Deel había sido quien inició con las provocaciones y, sin embargo, fue Anakin quien tenía que recibir los azotes de su maestro mientras él dormía tranquilamente en la enfermería, dichoso de saltarse sus clases.

*-*-*

Desde su posición, las cosas no iban mucho mejor. Obi Wan se esforzó por mantener la fuerza de los azotes. Al principio, no tenía idea de si estaba siendo demasiado duro o, por el contrario, demasiado blando con Anakin, pero al leer las reacciones de su aprendiz, supo que estaba usando la fuerza necesaria. De ningún modo buscaba lastimar con gravedad al muchacho, si bien debía dejar clara una lección que en adelante recordara.
En cuanto notó que el temperamento del chico empezaba a brotar, decidió empezar a hablar:
—No quería que llegáramos a esto, Anakin —dijo a la vez que asestaba un golpe en la parte superior de los muslos, que hizo retorcer a su padawan—, pero no me dejas otra alternativa. Tienes que aprender a controlarte, joven.
Escuchó el gruñido obstinado de Anakin y negó con hastío.
—¿Por qué estás recibiendo este castigo, Anakin?
—¡Pues bien que debería saberlo! —lo escuchó resoplar con la voz amortiguada por la tela del sofá—, ¡después de todo, es usted quien me está golpeando!
Le dio un golpe particularmente más fuerte para acentuar su reproche, con el que Anakin no pudo evitar gritar.
—Ésa no es la respuesta que espero, joven —regañó Obi Wan. Anakin se mantuvo en obstinado silencio, con el labio inferior entre sus dientes.

*-*-*

¿En serio Obi Wan esperaba que hablara mientras ejecutaba tal castigo? Anakin tan solo quería que se detuviera de una buena vez para correr a su habitación a aplicarse gel de bacta en las ronchas que sabía que habían empezado a formarse. Sabía que, si empezaba a hablar, muy pronto se encontraría llorando, porque el fuego en su parte trasera se estaba haciendo difícil de ignorar.
—Habla, padawan —dijo Obi Wan, respondiendo con dos golpes fuertes en sus muslos ante su silencio.
—¿Quiere saber por qué me está pegando? —respondió con voz trémula—, ¡pues me golpea porque intenté defenderme de unos matones!
—¿En serio, Anakin? ¿Ésa es tu excusa? —resopló Obi Wan— ¿Esperas que te crea que dejaste a un compañero en la enfermería porque te estaba intimidando?
—¡Me creería si por lo menos me hubiera dejado decirle lo que ellos me gritaron! —gruñó empezando a sentir el picor de las lágrimas en sus ojos. No quería reducirse al llanto por unos insignificantes azotes, pero la rabia y el dolor empezaban a romper sus defensas.
—Lo que sea que te hayan dicho, no es motivo para perder el control de tal manera. Lo sabes bien, joven.
Anakin resopló entre los cojines y sintió las primeras lágrimas escapar de sus ojos. Los apretó fuertemente contra la tela del sofá y se negó a seguir hablando.
—Déjame que te recuerde exactamente por qué te estoy castigando —dijo Obi Wan sin detener sus golpes—. Te dejaste llevar por las palabras de un chico mayor que tú, que claramente solo quería provocarte. Aceptaste un duelo por fuera del protocolo de la Orden, lo cual sabes muy bien que está terminantemente prohibido. Te escapaste en medio de la noche y te adentraste a los peligrosos callejones inferiores de la ciudad, y te lanzaste a una pelea callejera como un delincuente cualquiera, y no como el padawan Jedi que eres. Y, por si fuera poco, te dejaste llevar por la ira y por poco lastimas de gravedad a tus compañeros. ¡No quiero imaginar lo que habría sucedido si no te hubiera detenido! ¡¿Tienes acaso una mínima idea de lo que pudiste haber hecho?!
Anakin no se había dado cuenta de que las lágrimas ahora fluían sin detenerse y mojaban la tela del sofá. Los sollozos habían empezado a causar ligeros estremecimientos en sus hombros. La decepción en las palabras de su maestro y el miedo implícito que se leía en sus acusaciones por lo que pudo haber hecho con Deel, le hicieron encoger el corazón.
—¡No quise lastimarlo! —dijo entrecortadamente— ¡Solo estoy harto de que todos ustedes me traten como el esclavo que soy!

*-*-*

Obi Wan se congeló en su sitio. Su brazo quedó suspendido en el aire. No daba crédito a las palabras de su aprendiz. En cuanto recuperó el aliento, su brazo descendió con dureza seis veces seguidas sobre el asiento de la ropa interior del chico, haciéndolo retorcerse por la fuerza de los últimos golpes.
Tiró la vara a un lado y miró detenidamente al chico que sollozaba suavemente sobre el sofá. ¿De verdad su padawan pensaba que estaba siendo tratado como un esclavo? Sin pensarlo dos veces y olvidándose de las tonterías del protocolo entre maestro y aprendiz, levantó al chico por los hombros y lo envolvió en un abrazo.
—¡No quiero que vuelvas a decir eso una vez más! —reprendió estrechándolo firmemente, con una mano rodeando la cabeza del chico—. ¡No eres un esclavo, Anakin! ¡Eres un padawan increíble y te convertirás en un Jedi excepcional! ¿Entiendes?
La sinceridad del llanto de Anakin lo hizo estremecerse. Realmente no habría esperado esta angustia por parte de su joven aprendiz, que siempre se había mostrado tan seguro de sí mismo. Lo tomó por los hombros y lo obligó a levantar la mirada.
—¿Me entiendes, jovencito? —repitió sacudiéndole los hombros— ¡Jamás vuelvas a decir algo como eso!
—¡Pero es cierto! —protestó hipando por el llanto— ¡Es lo que todos piensan! ¡Solo me ven como el niño esclavo de Tatooine que no puede controlarse!
—Tú eres un joven brillante —repuso Obi Wan con firmeza, levantando el rostro del chico con un dedo bajo su barbilla hendida—. Llegaste en circunstancias muy diferentes a las de todos aquí, con claras desventajas por tu inexperiencia y por el apego con el que creciste tantos años, y aun así te has convertido en un padawan habilidoso, digno de la orden Jedi.
Supo que no podía limitarse a elogiar las habilidades del muchacho, así que lo obligó a mirarlo y habló firmemente.
—Pero tienes que entender que no solo debes limitarte a trabajar en tus habilidades —señaló—. Tienes que corregir tu impulsividad, debes aprender a controlarte. Ya has visto a lo que te lleva la falta de control. Que seas tan bueno no te hace estar por encima del Código, Anakin. Ni tampoco de tus maestros ni de tus compañeros. ¡Debes ser mejor que lo que algunos pocos insinúan de ti! Demuéstrales que, efectivamente, eres mucho más que un niño inexperto, pero, sobre todo, hazlo con humildad.
—Yo no quise lastimarlo, maestro —gimió por lo bajo—, ¡tiene que creerme!
—Te creo, Anakin, eres un buen chico —le aseguró abrazándolo nuevamente—. Sé que las cosas nunca serán normales para nosotros. No somos un equipo precisamente convencional, ¿verdad?
Anakin asintió con la cabeza.
—Pero tenemos que hacer que esto funcione —continuó Obi Wan—. Tengo que poder confiar en ti. Necesito que el Consejo confíe en que podemos lograrlo. Necesito que crean que juntos podemos lograr que te conviertas en el Jedi que mereces ser. Porque sé que puedes hacerlo. Así que dame la razón para no perder la confianza en ti, ¿de acuerdo?
—Sí, maestro —dijo Anakin sorbiendo—. Lamento profundamente haberlo decepcionado. Me esforzaré por mejorar.
—Sé que lo harás, mi joven aprendiz —sonrió Obi Wan—. Ahora ve a tu habitación y descansa. Ha sido una noche dura y tendrás que recuperarte para las tareas que te pondré.
Ante la mirada desolada del chico, que se acomodó la ropa y marchó a su habitación, Obi Wan no pudo más que sonreír con nostalgia, al recordarse en numerosas ocasiones en la posición de su aprendiz.
No le molestaba en lo absoluto lo poco convencional de su relación. Después de todo, Anakin era su padawan, su amigo y su hermano, y haría lo que fuera por él.


Anakin Skywalker nunca había sido un padawan fácil de instruir. Eso lo supo Obi Wan casi desde el instante en que había aceptado la tarea encomendada por su difunto maestro, de entrenar en los caminos de los Jedi al que niño que, según se creía, traería equilibrio a la Fuerza.
Aquella noche, como ya se estaba volviendo típico durante los últimos meses, el joven maestro Jedi se preguntaba si Qui Gon Jinn se había equivocado al confiarle tal responsabilidad a su aprendiz.
—Padawan —habló al fin Obi Wan, después varios minutos en que se dedicó a mirar en silencio y con evidente decepción a su díscolo aprendiz—, quiero que te vayas a tu cuarto hasta que el Consejo nos convoque y que no salgas de allí. Mientras tanto, tal vez quieras meditar sobre lo que hiciste.
Anakin mantuvo su mirada clavada en el suelo, lo que no dejó de sorprender a Obi Wan, pues estaba acostumbrado a su obstinado desafío. Pero lejos de dar alguna señal de vergüenza o arrepentimiento por sus acciones, le lanzó una mirada con ojos fríos y habló con voz tensa:
—Como ordene, maestro.
Se marchó por el pasillo que llevaba a su habitación y cerró rápidamente la puerta tras él. Obi Wan se dejó caer en el sillón con el rostro entre sus manos, consciente de que no podría siquiera dormitar hasta que recibiera la llamada del Consejo.

*-*-*

Horas antes...

De camino a su clase de Historia de la Antigua República, Anakin observó que un grupo de jóvenes se había agrupado frente a un droide. Cuando pasó junto a ellos, una conocida voz lo detuvo.
—¡Oye, Elegido! —lo llamó Truks Deel, un joven humano dos años mayor que él y al que Anakin no le dedicaba especialmente sus afectos—¿Entras, o qué?
Anakin lo miró hacia abajo. A sus catorce años se sentía a gusto de ser más alto que Truks y que la mayoría de humanos de su edad.
—¿De qué hablas, Deel? —respondió Anakin sin interés.
—Del torneo de esta temporada —explicó Deel, sin dejar de extender una sonrisa socarrona en su rostro.
Desde que Anakin había llegado al Templo Jedi hacía cinco años, había existido una animadversión mutua entre ambos, que Anakin atribuía a que, desde su llegada, Deel había tenido bien difícil superar al chico más joven en la mayoría de las clases, de las que anteriormente había sido considerado el alumno más destacado.

—¿Por qué te emociona la idea de que te derrote en la arena? —preguntó Anakin.
Truks soltó una risotada que hizo eco entre su pandilla, un grupo de cinco aprendices de diferentes especies que siempre vivían detrás suyo.
—No recuerdo que haya sido así en el último torneo —dijo con suspicacia.
—Sabes que solo ganaste porque los jueces quisieron regalarte el triunfo que legítimamente fue mío.
—No seas ridículo —repuso Deel—, jugaste sucio y lo sabes. No sé cómo te llaman el Elegido si no puedes controlarte ni en una batalla con sables de entrenamiento.
Anakin apretó sus puños con rabia contenida. En la ronda final de aquel torneo, el jurado lo había descalificado por supuesto uso indebido de sus habilidades contra su oponente. En su defensa, los duelos en la vida real no respetaban las estúpidas normas de protocolo que imponía la Orden para los torneos entre los aprendices e iniciados, pero eso no impidió que le quitaran el triunfo tras dejar a Deel derrotado y con el resto ensangrentado, ni tampoco que tuviera que soportar tres horas de un molesto regaño de su maestro Obi Wan por su "mal manejo de las emociones".
Tras años en la Orden Jedi, aún no se quitaba el estigma de no ser el aprendiz que los maestros del Consejo deseaban. Los aprendices de su edad parecían resentidos de que alguien que había llegado a tan avanzada edad a la Orden, desarrollara con natural facilidad sus tantas destrezas sin mayor esfuerzo. Pero, sobretodo, tanto sus compañeros como sus maestros lo señalaban de ser impulsivo y no comportarse del modo en que debía hacerlo un Jedi. Lo acusaban de no haber dejado los apegos de su anterior vida y de ser rápido para la ira.
—No tengo nada que demostrarte, Deel —dijo Anakin intentando controlar su temperamento—. Y que me ganes en un torneo tan solo demuestra lo fácil que te derrotaría en un combate real.
Se dispuso a continuar su camino, pero Truks le cerró en paso.
—No le tengo miedo al Elegido —rio sin gracia—. Si lo que quieres es un combate real, puedo dártelo. Pero déjame advertirte: tan solo te has enfrentado a mí en combate formal, con decenas de maestros que pueden defenderte.
Anakin lo miró con desafío.
—Lo mismo va para ti —respondió—. Dime cuándo y dónde.
La sonrisa de Deel se extendió aún más.
-Hoy, media noche, en los bajos de la estación Redstone.
Anakin sonrió con confianza y caminó con dirección a su clase de Historia, a la que estaba seguro de que llegaría tarde.

*-*-*

No era, ni de lejos, la primera noche que Anakin salía a hurtadillas del Templo. Caminó sin hacer ruido hacia la salida de los cuartos que compartía con su maestro. Lo escuchó dormir tranquilamente al otro lado de la puerta de su habitación y se apresuró a salir al pasillo.
Rápidamente alcanzó la plataforma de aterrizaje por la que solía hacer sus escapes nocturnos. Generalmente salía a las calles de Corusçant a caminar sin rumbo en los niveles más bajos de la ciudad. Le gustaba familiarizarse con las calles que a veces parecían tan lejanas, pero que se encontraban a tan solo metros del Templo.
Se dirigió a la estación Redstone y caminó entre la multitud de borrachos y vagabundos sin llamar la atención, hasta llegar al callejón en donde sabía que Deel y su pandilla de admiradores lo estarían esperando.
—Pensaba que no vendrías —dijo Deel a modo de saludo—. ¿Tu maestro sabe que te escapas en las noches?
Anakin sabía que los aprendices menores de dieciséis años no podían salir del Templo sin la expresa autorización de sus maestros, y estaba seguro que definitivamente Obi Wan no permitiría que caminara a tales horas de la noche en los peligrosos niveles inferiores de Corusçant, mucho menos para lanzarse a una pelea contra uno de sus compañeros.
—Terminemos con esto, ¿quieres? —fue todo lo que dijo Anakin antes de dejar caer su túnica y encender su sable de luz.
La hoja azul iluminó el desolado callejón, y rápidamente chocó contra la hoja verde de Truks Deel.
El muchacho mayor tenía un estilo de combate elegante y contundente, propio de un duelista experimentado que prefería el protocolo antes que las batallas sin decoro. Anakin, por otro lado, había adoptado un estilo agresivo y veloz, que suponía un desafío contra las defensas de sus oponentes.
El ruido de los sables al chocar era lo único que se escuchaba en la oscuridad del callejón, mientras los dos jóvenes aprendices Jedi se enfrentaban ante la mirada atenta de los amigos de Truks.
Anakin lanzó un par de golpes veloces que Truks desvió sin dificultad, mientras intentaba usar la fuerza del chico menor en su contra para devolver el ataque. Anakin era fuerte y veloz. Truks, cauteloso y ágil. Pero pronto fue evidente que la destreza de Anakin para el ataque superaba la habilidad de Truk para defenderse y contraatacar.
—Es difícil mantener el ritmo cuando no hay jueces que detengan el combate, ¿verdad? —habló Anakin al ver el notable esfuerzo que realizaba Truk para esquivar sus ataques.
Deel lo ignoró y decidió que era momento para emplear otros métodos. Con un estallido de la Fuerza, lanzó a su oponente contra la pared detrás de él.
Anakin cayó sobre unos cubos de basura, evidentemente sin haber esperado el truco. Se incorporó de un salto justo cuando Truks se había lanzado sobre él.
—Con que eso quieres —dijo recuperando la posición y desviando los ataques de Truks. Dio una voltereta en el aire, aterrizando a espaldas de su oponente, quien no tuvo tiempo de detener el golpe con la Fuerza que lo tiró contra el suelo.
Truks tuvo que girarse con rapidez para poder desviar los ataques que Anakin le envió desde arriba. Le lanzó una patada al abdomen que lo tiró hacia atrás, y aprovechó ese momento para ponerse de pie de un salto. Anakin recuperó el equilibrio antes de caer y de nuevo se encontraron en sus posiciones iniciales.
El combate prosiguió. Los jóvenes alternaron entre ataques con el sable y distintos trucos con la Fuerza para intentar tomar la delantera. Anakin tenía que admitir que Truks era un oponente más hábil de lo que había imaginado.
—¿Qué decías sobre aquello que no podría contiguo por fuera del Templo, en un combate real? —dijo Truks recuperando el aliento tras varios minutos de ardua batalla—. Acepta que no eres capaz de ganarme al estilo Jedi.
Anakin lo miró con el entrecejo fruncido, sin querer comprender lo que Truks insinuaba.
—¿A qué te refieres? —preguntó aún sabiendo la respuesta.
—Todo el mundo sabe que tienes más de Sith que de Jedi —dijo Truks con desprecio—, todos los maestros lo dicen cuando te ven pelear, piensanque jamás te convertirás en un Jedi, porque sigues siendo el mismo niño salvaje del Borde Exterior.
—Será mejor que te calles, Deel —amenazó Anakin con voz gélida.
—¿Ya te empezaste a enojar? —se burló Truks fingiendo terror—, porque ahí sí me debo preocupar. La ira de un Jedi Oscuro acaba con multitudes.
La pandilla de Truks, que había permanecido en absoluto silencio, empezó a lanzar pullas burlescas.
—Tal vez sí sea mejor que empieces a temerme —sentenció Anakin intentando ignorar las provocaciones.
—¡Ahí tienen al Elegido, chicos! —señaló Truks—. Acéptalo, Skywalker, no eres uno de nosotros. Solo eres un esclavo de tus emociones.
Fue todo lo que necesitó Anakin para lanzarse contra Truks con un grito envuelto en ira absoluta. Sus ataques fueron más feroces y contundentes, sin dejarle un solo respiro a su oponente. Sentía que sus oídos habían perdido la capacidad de escuchar, e inclusive su vista parecía nublarse. De lo contrario, habría podido ver el espanto en los ojos de Truks, que supo que había llegado demasiado lejos con sus provocaciones.
Con un poderoso empujón de la Fuerza, Anakin lanzó a Truks contra la pared. El cuerpo del muchacho mayor chocó duramente contra el concreto, una y otra vez, pues Anakin encontró conveniente lanzarlo de nuevo en cuanto volvía a recuperar el aliento.
No parecía consciente de que se trataba de un duelo improvisado contra uno de sus compañeros del Templo, ni de que los demás chicos empezaban a levantar sus sables para detenerlo, pero en cuanto se acercaron, fueron lanzados todos en conjunto contra una pila de contenedores.
Tampoco fue consciente de los gritos de Truks que pedía que se detuviera ni de la sangre que corría desde la cabeza del chico. Y mucho menos de los maestros Jedi que acaban de entrar al callejón. No hasta que uno de ellos lo detuvo con la Fuerza, haciéndolo flotar inmóvil varios centímetros sobre el suelo.
-¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ!?
Tan solo en ese instante Anakin fue consciente de la situación. Se encontró con que aquella voz era la de su maestro, que lo miraba aterrado manteniéndolo inmóvil. Obi Wan lo dejó descender tras unos segundos y luego se giró hacia el muchacho que yacía aturdido en el suelo.
Aún sin la Fuerza reteniéndolo, Anakin se quedó inmóvil. Se giró para ver a los demás chicos levantándose del suelo junto a los contenedores, mientras lo miraban atemorizados. Dos maestros más, Mace Windu y Ki Adi Mundi, lo observaban duramente.
—Explícate, Skywalker —dijo la voz fría de Mace Windu.
—Yo... yo... —intentó hablar Anakin, pero se encontró con que estaba sin palabras.
—¡Por poco lo mata, maestro Windu! —gritó la voz aterrada de una de las amigas de Truk, a la que pronto se unieron más acusaciones.
—¡Silencio! —Ordenó Mace Windu con una peligrosa mirada— Todos ustedes tienen mucho que explicar, en especial tú, Skywalker. ¡Al Templo todos, ahora!
Se dispusieron a regresar al Templo abordando los tres vehículos de transporte que habían piloteado cada uno de los tres maestros Jedi. Después de ayudar a poner de pie al joven Deel, Obi Wan se volvió a su aprendiz con la más dura mirada que Anakin le había visto desde que lo conoció.
—Maestro, yo... yo... ¡puedo explicarlo! —rogó con voz trémula mientras los demás aprendices y maestros abordaban. Uno de los vehículos había quedado vacío para él y Obi Wan.
—Ahora no, Anakin —cortó sin mirarlo. En su lugar, señaló el aerodeslizador para que se subiera sin discutir.
Anakin suspiró y tomó el asiento del copiloto, sabiendo que ahora sí había logrado meterse en un problema terrible.
El camino al Templo fue tan silencioso como Anakin esperaba. Su maestro, después de todo, siempre era un hombre estoico a pesar de las circunstancias. Secretamente agradeció que en lugar de Obi Wan, no hubiera tenido que viajar a solas con Mace Windu.
Al aterrizar en la plataforma justo detrás de los demás aerodeslizadores, tanto maestros como aprendices entraron rápidamente al Templo. El maestro Ki Adi Mundi se dispuso a llevar a Truks a la enfermería, mientras Mace Windu y Obi Wan Kenobi miraban a los jóvenes aprendices frente a ellos, sin tener muy claro que decir.
—Es muy tarde para discutir lo que sucedió —dijo el maestro Windu, mientras Obi Wan no despegaba su mirada de Anakin, que mantuvo, como los demás aprendices, sus ojos fijos en el suelo—. Sus maestros ya han sido informados y estarán esperándolos en sus cuartos, así que apresúrense. Los quiero a todos en cama hasta que sean convocados por el Consejo.
Los seis jóvenes se dirigieron a cada uno de sus cuartos. Anakin caminó por delante de su maestro, que no hizo más que mirarlo en cuando llegaron a su destino, para luego enviarlo a su habitación sin una palabra más.
Una vez allí, se sentó a un lado de su cama sin mirar a ningún lugar. Todo rastro de ira se había ido, para quedar lleno de un desconocido sentimiento que finalmente reconoció como miedo, mas no de lo que podría pasar con él después de lo que hizo, sino de lo que pudo haber hecho si nadie lo hubiera detenido.
¿Tenían razón sus maestros y compañeros al afirmar que no era apto para ser un Jedi?
De repente lo embriagó nuevamente el sentimiento de rabia. ¡Se había esforzado tanto por adaptarse! Siempre luchó por mantenerse por encima de todas sus clases, de estar a la altura de lo que tanto esperaban de él, de satisfacer todas las expectativas de su maestro, quien ahora parecía sentir tan solo decepción por él.
En los últimos meses todo había sido más difícil. Las miradas sobre él cada vez eran más tensionantes, todo el mundo parecía querer estar al tanto de lo que el infame Elegido hacía.
Supo que no lograría dormir el resto de la noche, ni mucho menos meditar como lo esperaba su maestro, así que se dedicó a ahogarse en la incertidumbre hasta que su maestro lo llevara ante el Consejo.

*-*-*

La llamada del Consejo no se hizo esperar. Aún no amanecía por completo cuando Obi Wan llamó a su aprendiz a la puerta.
—Anakin, sal ahora —ordenó con un dejo de enojo en su voz-— El Consejo nos espera.
El muchacho salió unos segundos después. Se había cambiado la ropa como Obi Wan esperaba y ahora lucía algo más presentable, excepto por los raspones que marcaban su rostro. Logró mantener su mirada firme y le ordenó seguirlo.
Al llegar al salón del Consejo, se encontró con varios maestros sentados en sus respectivas sillas, mientras seis más permanecían en el centro de la sala con cada uno de sus aprendices, a excepción del maestro Sho Too, cuyo padawan, Truks Deel, aún se recuperaba en la enfermería.
La sesión fue corta. Una padawan informó de los hechos rápidamente. Habló acerca de cómo Truks y Skywalker se retaron a un duelo que desarrollaron a media noche en el callejón en que fueron encontrados. Contó con lujo de detalles cómo Anakin perdió el control y sobrepasó la fuerza de sus ataques contra Truks, momento en el cual la joven decidió anunciar por el comunicador a una de sus compañeras en el Templo, quien rápidamente informó a varios maestros al interior del recinto.
El Consejo fue rápido en dictaminar su castigo. Fueron reprendidos por una amplia lista de infracciones contra las normas del Templo. Los que sirvieron de espectadores, recibieron tres semanas de desagradables tareas al interior del Templo. A Truks se le impuso un castigo de dos meses, mientras que Anakin permanecería castigado por dos meses más. Los demás actos disciplinarios quedarían a decisión de cada uno de los maestros de los siete aprendices. 
Tras la reprimenda, el maestro Yoda ordenó que cada uno se retirara, a excepción de Obi Wan y su padawan.
—Delicado tu comportamiento es, joven Skywalker —señaló el maestro Yoda después de un rato.
Anakin mantuvo la mirada fija en el suelo. No había pronunciado una sola palabra en toda la sesión, cosa que Obi Wan secretamente agradeció, pues no quería que a la lista de infracciones se añadiera el irrespeto contra los maestros del Consejo.
—Esta no es la primera vez que el padawan Skywalker es reprendido por su mal manejo de las emociones —señaló Mace Windu—. Sus lecciones hasta ahora claramente han sido insuficientes.
Obi Wan sintió el reproche contra sí en la voz de Mace Windu, quien abiertamente señalaba cada tanto que su trato con Anakin no era el apropiado.
—Les aseguro, maestros, que mi padawan y yo hemos y seguiremos trabajando en este asunto —dijo Obi Wan—. Les ruego consideración por las circunstancias en que mi padawan ha llegado al Templo. Estoy seguro de que con trabajo duro logrará superar estas dificultades.
—Retírate, joven Skywalker —pidió el maestro Yoda—. A solas con tu maestro debemos hablar.
Tras una rígida reverencia, Anakin dejó a los maestros a solas.
—Es claro que las lecciones que le has impartido hasta ahora no han funcionado —dijo el maestro Windu.
Obi Wan se incorporó intentando mantener a raya la tensión en su voz.
—He hecho lo posible por enseñarle control —aseguró cansinamente—, pero todos estarán de acuerdo en que Anakin no es un aprendiz común y corriente.
—No, no lo es —admitió el maestro Plo Koon—, pero es claro que los métodos que has utilizado hasta ahora con él no han funcionado. Por su bien y el de todos, tendrás que modificarlos.
—Al joven Skywalker una lección importante debes enseñar —dijo el maestro Yoda—. En tu criterio como su maestro, el Consejo confía.
—No es nuestro lugar indicarte como disciplinar a tu aprendiz, maestro Kenobi —reconoció Ki Adi Mundi—. Pero hoy ha lastimado seriamente a uno de sus compañeros, a pesar de que anteriormente había recibido una amonestación al respecto. No podemos esperar a que el día de mañana cause algo más que moretones, porque quizá debamos tomar decisiones más drásticas respecto al futuro de Anakin Skywalker en la Orden.
Obi Wan no pudo evitar estremecerse ante más implicaciones de los maestros del Consejo. Era bastante consciente de que algunos de ellos pensaban que Anakin estaría mejor de regreso a Tatooine. Pero él le había prometido a su maestro que entrenaría al Elegido, y no se rendiría tan fácilmente en su tarea.
Con una reverencia, se despidió de los demás maestros y se retiró de la sala. Su aprendiz lo esperaba afuera con la vista fija en los rascacielos de Corusçant.
—Anakin —lo llamó Obi Wan, y el joven se giró haciendo un esfuerzo por levantar la vista—. Quiero que vayas a tu habitación y me esperas allí hasta que regrese. Intentaré no tardar demasiado.
—Sí, maestro.
Mirándolo marchar a lo largo del pasillo, Obi Wan dio un largo y cansado suspiro. Se dirigía hacia el corredor contrario para meditar en las salas del Templo, cuando el maestro Mace Windu lo llamó.
—Maestro Kenobi, espere un minuto.
Obi Wan se detuvo.
—¿En qué puedo ayudarlo, maestro? —preguntó ocultando el cansancio en su voz. Había dado por hecho que los reproches de Windu cesarían por hoy. Tan solo quería llegar a las salas de meditación a tener algo de paz por unas horas.
—Solo quería decirle que lamento lo que sucedió con su padawan y los demás aprendices —dijo Windu sinceramente—. No dudo de que Skywalker es un joven capaz y que usted ha hecho lo posible por entrenarlo de la mejor manera.
—Agradezco sus palabras, maestro —ofreció Obi Wan ligeramente sorprendido. Mace Windu siempre había dado poco crédito a la capacidad de Obi Wan de entrenar a Anakin.
—Debo adivinar que irá a meditar lo que hará con su padawan —apuntó Windu.
—Así es —respondió incómodo.
—Y creo correcto suponer que el joven Anakin no ha recibido disciplina física de su parte.
Tales palabras tomaron a Obi Wan por sorpresa y fue claro que no pudo evitar su desconcierto.
—Me disculpo si es atrevido de mi parte —repuso Windu—, pero he seguido de cerca el entrenamiento del joven Skywalker y sé que la relación entre ustedes no ha sido convencional.
Obi Wan tenía que admitir que eran ciertas las palabras del maestro Windu. La relación entre maestros y aprendices de la mayoría en el Templo solía ser más impersonal y rígida. La suya, sin embargo, era casi como la de dos hermanos.
—Accedió a entrenar a Skywalker cuando usted aún era muy joven —prosiguió Windu—. Le ha dado la libertad a su aprendiz de verlo como un igual, como un hombre joven en sus mismas condiciones, más que como un maestro a quien seguir y obedecer. Skywalker ha crecido en arrogancia, con ningún respeto por su posición con su maestro, y mucho menos con respeto por sus compañeros.
Obi Wan reflexionó unos segundos. No era la primera vez que algún maestro insinuaba que había sido demasiado blando con Anakin. Ciertamente jamás había empleado con él métodos de disciplina más allá de largas sesiones de meditación y de mundanas tareas en el Templo. Sabía con claridad que muchos maestros de la Orden administraban disciplina física a sus más díscolos aprendices. Su propio maestro no fue la excepción, y podía recordar haber recibido en más de una ocasión el sabor amargo de la vara.
—Skywalker necesita dirección —terminó Mace Windu—. Por su bien y el de la Orden Jedi.
Tras las breves palabras del maestro Windu, Obi Wan requirió tal solo de una hora de meditación para decidir lo que haría con su aprendiz. Implorando a la Fuerza por algo de serenidad y fortaleza para enfrentar al muchacho, se dirigió hacia sus cuartos.
*-*-*
Para Anakin, la espera significó horas. Nunca había podido vanagloriarse de ser un padawan precisamente paciente. Se movía inquieto por su habitación aguardando la llegada de Obi Wan.
Ciertamente, ya se encontraba más tranquilo después de que el Consejo impartiera un castigo que, en su opinión, era mucho menos duro de lo que esperaba, pero no podía dejar de inquietarse por la clara decepción que encontró en la mirada de su maestro.
Anakin siempre había ejecutado grandes esfuerzos por complacer a Obi Wan, pero nunca parecían ser suficientes. Apreciaba al hombre por acogerlo en el Templo cuando parecía que su futuro allí no vería la luz. Era un maestro paciente y habilidoso, pero en ocasiones todo lo que podía leer en los ojos de Obi Wan era decepción y cansancio, lo cual no dejaba de irritar a Anakin. ¿Acaso no podía comprender que había motivos fuertes detrás de sus ataques de ira? Esperaba que, tras hablarle de las crueles palabras de Truks y su pandilla, Obi Wan entendiera sus acciones.
Después de lo que pareció una eternidad sintió la presencia de Obi Wan, que se acercaba por el pasillo que conducía a sus cuartos. Rápidamente se dirigió a la sala, donde lo esperó sobre el sofá con las manos en el regazo. Se puso de pie en cuanto el maestro ingresó a la sala y clavó la mirada al suelo en señal de respeto.
—Anakin —habló Obi Wan con el mismo tono que usaba cada que se avecinaba un regaño que se extendía por horas—. Espero que hayas reflexionado sobre tu comportamiento en las últimas horas.
—Sí, maestro —respondió con algo de rigidez—, y le ruego que acepte mis disculpas.
Podía sentir una actitud extraña en su maestro. Normalmente llegaría con una mirada cansada y discutirían hasta que Anakin se rindiera con una disculpa repetida. Ahora, sin embargo, había adoptado una postura que le recordaba a los más estrictos maestros del Templo.
—Creo que ya se ha dicho todo lo que podría decirse de lo que hiciste —continuó Obi Wan—. No sé si valga la pena repetirte lo decepcionado que me encuentro por tus acciones. No es como si haya funcionado alguna vez.
La frialdad de sus palabras lo tomó por sorpresa.
—Maestro, déjeme explicar lo que sucedió —dijo al fin—. Yo realmente no quise que esto sucediera, pero Deel...
—Pero nada, padawan —cortó Obi Wan—, siempre hay una explicación para todo lo que haces. Siempre hay alguien que te dice algo ofensivo, que te mira como no querías, que te trata como no debería. Siempre tienes una excusa, pero el resultado siempre es el mismo.
—Si tan solo me dejara explicar...
—No tienes nada que explicar —cortó de nuevo—, porque puedo adivinar perfectamente lo que sucedió. Dime si me equivoco al suponer que el joven Truks Deel te provocó por alguna infantil razón y tú, valiente como siempre, decidiste que no ibas a estar por debajo de nadie y aceptaste sus provocaciones, perdiste el control y lo dejaste en la enfermería. ¿Me equivoco, Anakin?
—Maestro, él me dijo...
—¡Responde, padawan!
Pocas veces Anakin escuchaba a su maestro levantar la voz. El enojo era palpable en el ambiente, y de repente la propia ira en su interior empezó a brotar.
—¡De acuerdo, perdí el control! —respondió con enojo—, ¡hice lo que siempre hago, decepcionarlos a todos y lastimar a las personas!
—No, Anakin —dijo Obi Wan señalándolo con el dedo—, no vas a adoptar tu numerito de autocompasión, porque esta vez no te servirá.
—¡Pues bien! —gruñó cruzando los brazos—, si no me va a escuchar, dígame cuál es mi castigo y terminemos con esto de una vez por todas.
Su maestro lo miró por unos segundos y luego asintió con decisión.
—Si así lo quieres —dijo irguiéndose en toda su estatura. Lo miró detenidamente y luego dijo—: Retírate la túnica.

*-*-*

Con la mirada confundida de su aprendiz, Obi Wan supo que no había marcha atrás.
—¿Maestro?
Era claro que Anakin no esperaba más que un habitual regaño seguido de varias semanas de fregar pisos. De camino a los cuartos, Obi Wan se estuvo preguntando cómo haría esto exactamente.
No tenía más que la experiencia de recibir los castigos de su propio maestro, pero la relación con él había sido muy diferente, como la de un padre con su hijo. Claramente no podía tratar a Anakin como a un hijo, y por las palabras de Mace Windu supo que quizá necesitaría algo un tanto más impersonal, que reafirmara su posición como maestro más que como amigo o hermano.
—Retírate la túnica —repitió con firmeza.
Mientras el joven padawan acomodaba el largo manto sobre el sofá sin comprender completamente sus intenciones, Obi Wan se dirigió al armario de su habitación, que antes había pertenecido a su maestro, y donde esperaba encontrar en el lugar de siempre el objeto de su búsqueda.
En un rincón del cajón superior, encontró una vara larga y delgada. Había considerado castigar a Anakin únicamente con su propia mano. La vara era, por supuesto, mucho más rígida y amenazante. Sabía por experiencia lo mucho que podía picar un buen golpe con la vara, pero no causaba daños significativos en la piel más que ronchas ligeras que desaparecían en poco tiempo.
Podía suponer que Anakin jamás había recibido este tipo de disciplina, y quizá resultaría más duro de lo que esperaba aplicar el castigo con tal implemento. Pero, nuevamente, necesitaba dejar mella en el joven aprendiz. Pensó que su mano habría sido un castigo muy blando y poco impersonal, tal vez más práctico para una futura ocasión.
Recuperó la vara con decisión y se dirigió a la sala. En cuanto Anakin vio el objeto que llevaba en su mano derecha, se congeló comprendiendo de qué se trataba. Antes de que pudiera decir cualquier cosa, Obi Wan habló con firmeza:
—Padawan, sabes que he tratado de instruirte de la mejor manera posible —dijo acercándose al asustado muchacho, sin dejar de notar que éste daba un paso hacia atrás—, pero creo que es hora de comprender que quizá he sido muy blando contigo.
Anakin permaneció en silencio en una posición rígida.
—No he querido tener una relación convencional contigo —continuó Obi Wan—. No quiero que veas en mí tan solo a un maestro que será pasajero en tu vida. Quiero que confíes en mí y que me puedas ver como tu amigo. Inclusive como tu hermano.
Obi Wan tragó saliva y puso su mano libre sobre el hombro del muchacho.
—Pero me temo que no puedo ser solo tu amigo —admitió finalmente—. Tienes que comprender que no puedes pasar por delante de mí, de tus compañeros y mucho menos del Código, ¿entiendes eso?
—Maestro, ¿no pensará... castigarme con eso? —preguntó con voz trémula señalando la vara con una mirada incrédula.
—Anakin, te hice una pregunta —suspiró cansado—. ¿Quieres hacer un repaso de todas las normas que rompiste?
—¡Pero ni siquiera me ha dejado explicar...!
 —Padawan, no hagas las cosas más difíciles —pidió Obi Wan—. Quiero que me digas todas las normas que has roto en las últimas horas y que comprendas por qué mereces este castigo.
Anakin se cruzó de brazos y desvió la mirada.
—Anakin, no te pongas en esta actitud infantil, responde.
 —¿Y para qué, si después de todo me va a golpear?
 Obi Wan se pasó la mano por la cara.
 —Te voy a disciplinar.
 —Disciplinar, golpear, como sea —dijo Anakin rodando los ojos—, si me va a golpear, hágalo de una buena vez y acabamos con esto, ¿dónde me quiere?
Era difícil mantener a raya su temperamento con la actitud obstinada de su aprendiz. Sabiendo que no podría sacarle más que reproches por ahora, decidió continuar con el castigo.
 —Dóblate sobre el reposabrazos del sofá.
 Vio a su aprendiz caminar enojado hacia el sofá, pero al verlo doblarse, comprendió que la tela de su pantalón era demasiado pesada, ideal para protegerse de diferentes adversidades durante una misión, pero no para recibir un merecido castigo.
 —Espera, Anakin —dijo, y el muchacho se levantó para verlo con una mirada malhumorada—. Baja tus pantalones.

*-*-*

Anakin apretó la mandíbula con irritación contenida. De todos los castigos que pudo haber imaginado, jamás pensó llegar a encontrarse en esta posición con su maestro. Sabía, por las historias que contaban sus compañeros en el Templo, que muchos de los jóvenes habían recibido alguna clase de castigo físico por parte de sus maestros. Pero era difícil imaginar a Obi Wan, el tranquilo y joven maestro Jedi, imponer esta clase de disciplina que parecía más propia del maestro Windu.
Ante todo, se sentía totalmente irritado de no ser por lo menos escuchado acerca de los motivos que lo llevaron a atacar a Deel. Le parecía una forma de disciplina infantil y humillante, no muy diferente a los ocasionales azotes que su madre le propinó a mano abierta en su parte trasera durante su infancia.
¿Qué clase de línea podría haber cruzado como para que el pasivo Obi Wan Kenobi se viera obligado a castigarlo con una vara?
Con el rostro totalmente rojo de vergüenza y de rabia, Anakin se llevó las manos a la cintura de sus pantalones y los deslizó hasta que cayeron alrededor de sus botas. Dio un suspiro tembloroso y se inclinó sobre el reposabrazos del sofá, apoyando los codos sobre un cojín blandoy confiando en que el castigo terminara cuanto antes.
Sintió que su maestro se ubicaba detrás de él y luego una mano sobre su espalda tiró hacia atrás la camisa y las estolas del traje, dejando al descubierto el asiento de su ropa interior. Respiró profundamente y se preparó para el primer golpe.
Un sonido silbante resonó en sus oídos y de inmediato una ardiente línea sobre su parte trasera le cortó el aliento. ¡Definitivamente no había esperado tal dolor! El fuego en su piel fue momentáneo, pero de inmediato otro golpe llegó y estuvo a punto de soltar un grito. En su lugar, apretó fuertemente la mandíbula y dobló sus dedos sobre el cojín.
Obi Wan era metódico al repartir los azotes. Marcó un camino descendente que llegaba hasta la parte superior de sus muslos, para luego retornar hacia arriba. Anakin encontró que era realmente difícil mantenerse quieto bajo los golpes que estaban construyendo una línea de fuego en su trasero. Le tomó cada aliento resistir la necesidad de protestar bajo el ataque.
El dolor no estaba haciendo nada más que llenarlo de rabia. No era justo que siempre llevara la peor parte de todo. Deel había sido quien inició con las provocaciones y, sin embargo, fue Anakin quien tenía que recibir los azotes de su maestro mientras él dormía tranquilamente en la enfermería, dichoso de saltarse sus clases.

*-*-*

Desde su posición, las cosas no iban mucho mejor. Obi Wan se esforzó por mantener la fuerza de los azotes. Al principio, no tenía idea de si estaba siendo demasiado duro o, por el contrario, demasiado blando con Anakin, pero al leer las reacciones de su aprendiz, supo que estaba usando la fuerza necesaria. De ningún modo buscaba lastimar con gravedad al muchacho, si bien debía dejar clara una lección que en adelante recordara.
En cuanto notó que el temperamento del chico empezaba a brotar, decidió empezar a hablar:
—No quería que llegáramos a esto, Anakin —dijo a la vez que asestaba un golpe en la parte superior de los muslos, que hizo retorcer a su padawan—, pero no me dejas otra alternativa. Tienes que aprender a controlarte, joven.
Escuchó el gruñido obstinado de Anakin y negó con hastío.
—¿Por qué estás recibiendo este castigo, Anakin?
—¡Pues bien que debería saberlo! —lo escuchó resoplar con la voz amortiguada por la tela del sofá—, ¡después de todo, es usted quien me está golpeando!
Le dio un golpe particularmente más fuerte para acentuar su reproche, con el que Anakin no pudo evitar gritar.
—Ésa no es la respuesta que espero, joven —regañó Obi Wan. Anakin se mantuvo en obstinado silencio, con el labio inferior entre sus dientes.

*-*-*

¿En serio Obi Wan esperaba que hablara mientras ejecutaba tal castigo? Anakin tan solo quería que se detuviera de una buena vez para correr a su habitación a aplicarse gel de bacta en las ronchas que sabía que habían empezado a formarse. Sabía que, si empezaba a hablar, muy pronto se encontraría llorando, porque el fuego en su parte trasera se estaba haciendo difícil de ignorar.
—Habla, padawan —dijo Obi Wan, respondiendo con dos golpes fuertes en sus muslos ante su silencio.
—¿Quiere saber por qué me está pegando? —respondió con voz trémula—, ¡pues me golpea porque intenté defenderme de unos matones!
—¿En serio, Anakin? ¿Ésa es tu excusa? —resopló Obi Wan— ¿Esperas que te crea que dejaste a un compañero en la enfermería porque te estaba intimidando?
—¡Me creería si por lo menos me hubiera dejado decirle lo que ellos me gritaron! —gruñó empezando a sentir el picor de las lágrimas en sus ojos. No quería reducirse al llanto por unos insignificantes azotes, pero la rabia y el dolor empezaban a romper sus defensas.
—Lo que sea que te hayan dicho, no es motivo para perder el control de tal manera. Lo sabes bien, joven.
Anakin resopló entre los cojines y sintió las primeras lágrimas escapar de sus ojos. Los apretó fuertemente contra la tela del sofá y se negó a seguir hablando.
—Déjame que te recuerde exactamente por qué te estoy castigando —dijo Obi Wan sin detener sus golpes—. Te dejaste llevar por las palabras de un chico mayor que tú, que claramente solo quería provocarte. Aceptaste un duelo por fuera del protocolo de la Orden, lo cual sabes muy bien que está terminantemente prohibido. Te escapaste en medio de la noche y te adentraste a los peligrosos callejones inferiores de la ciudad, y te lanzaste a una pelea callejera como un delincuente cualquiera, y no como el padawan Jedi que eres. Y, por si fuera poco, te dejaste llevar por la ira y por poco lastimas de gravedad a tus compañeros. ¡No quiero imaginar lo que habría sucedido si no te hubiera detenido! ¡¿Tienes acaso una mínima idea de lo que pudiste haber hecho?!
Anakin no se había dado cuenta de que las lágrimas ahora fluían sin detenerse y mojaban la tela del sofá. Los sollozos habían empezado a causar ligeros estremecimientos en sus hombros. La decepción en las palabras de su maestro y el miedo implícito que se leía en sus acusaciones por lo que pudo haber hecho con Deel, le hicieron encoger el corazón.
—¡No quise lastimarlo! —dijo entrecortadamente— ¡Solo estoy harto de que todos ustedes me traten como el esclavo que soy!

*-*-*

Obi Wan se congeló en su sitio. Su brazo quedó suspendido en el aire. No daba crédito a las palabras de su aprendiz. En cuanto recuperó el aliento, su brazo descendió con dureza seis veces seguidas sobre el asiento de la ropa interior del chico, haciéndolo retorcerse por la fuerza de los últimos golpes.
Tiró la vara a un lado y miró detenidamente al chico que sollozaba suavemente sobre el sofá. ¿De verdad su padawan pensaba que estaba siendo tratado como un esclavo? Sin pensarlo dos veces y olvidándose de las tonterías del protocolo entre maestro y aprendiz, levantó al chico por los hombros y lo envolvió en un abrazo.
—¡No quiero que vuelvas a decir eso una vez más! —reprendió estrechándolo firmemente, con una mano rodeando la cabeza del chico—. ¡No eres un esclavo, Anakin! ¡Eres un padawan increíble y te convertirás en un Jedi excepcional! ¿Entiendes?
La sinceridad del llanto de Anakin lo hizo estremecerse. Realmente no habría esperado esta angustia por parte de su joven aprendiz, que siempre se había mostrado tan seguro de sí mismo. Lo tomó por los hombros y lo obligó a levantar la mirada.
—¿Me entiendes, jovencito? —repitió sacudiéndole los hombros— ¡Jamás vuelvas a decir algo como eso!
—¡Pero es cierto! —protestó hipando por el llanto— ¡Es lo que todos piensan! ¡Solo me ven como el niño esclavo de Tatooine que no puede controlarse!
—Tú eres un joven brillante —repuso Obi Wan con firmeza, levantando el rostro del chico con un dedo bajo su barbilla hendida—. Llegaste en circunstancias muy diferentes a las de todos aquí, con claras desventajas por tu inexperiencia y por el apego con el que creciste tantos años, y aun así te has convertido en un padawan habilidoso, digno de la orden Jedi.
Supo que no podía limitarse a elogiar las habilidades del muchacho, así que lo obligó a mirarlo y habló firmemente.
—Pero tienes que entender que no solo debes limitarte a trabajar en tus habilidades —señaló—. Tienes que corregir tu impulsividad, debes aprender a controlarte. Ya has visto a lo que te lleva la falta de control. Que seas tan bueno no te hace estar por encima del Código, Anakin. Ni tampoco de tus maestros ni de tus compañeros. ¡Debes ser mejor que lo que algunos pocos insinúan de ti! Demuéstrales que, efectivamente, eres mucho más que un niño inexperto, pero, sobre todo, hazlo con humildad.
—Yo no quise lastimarlo, maestro —gimió por lo bajo—, ¡tiene que creerme!
—Te creo, Anakin, eres un buen chico —le aseguró abrazándolo nuevamente—. Sé que las cosas nunca serán normales para nosotros. No somos un equipo precisamente convencional, ¿verdad?
Anakin asintió con la cabeza.
—Pero tenemos que hacer que esto funcione —continuó Obi Wan—. Tengo que poder confiar en ti. Necesito que el Consejo confíe en que podemos lograrlo. Necesito que crean que juntos podemos lograr que te conviertas en el Jedi que mereces ser. Porque sé que puedes hacerlo. Así que dame la razón para no perder la confianza en ti, ¿de acuerdo?
—Sí, maestro —dijo Anakin sorbiendo—. Lamento profundamente haberlo decepcionado. Me esforzaré por mejorar.
—Sé que lo harás, mi joven aprendiz —sonrió Obi Wan—. Ahora ve a tu habitación y descansa. Ha sido una noche dura y tendrás que recuperarte para las tareas que te pondré.
Ante la mirada desolada del chico, que se acomodó la ropa y marchó a su habitación, Obi Wan no pudo más que sonreír con nostalgia, al recordarse en numerosas ocasiones en la posición de su aprendiz.
No le molestaba en lo absoluto lo poco convencional de su relación. Después de todo, Anakin era su padawan, su amigo y su hermano, y haría lo que fuera por él.


5 comentarios:

  1. Muy lindo Eleanor, te quedo fabuloso, felicitaciones

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  2. Felicitaciones Eleanor personalmente me encanta Star War excelente historia ojala te animes a continuarla ;)

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  3. Vaya! me encanto muchisimo, te quedo para pedir más!!!

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  4. Eleanor, más allá de la historia que contaste, que por cierto, está muy buena, tengo que felicitarte por la manera de contarla. Con una claridad de concepto literario, acentuación perfecta, que posibilita no caer en errores de interpretación, un vocabulario amplio y preciso, denota conocimiento de nuestra lengua escrita y sobre todo mucha lectura. Un relato excelente, más allá de la temática que puede gustar o no. Brillante!!!! y obvio, espero más de Anakin.
    Grace

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  5. Estuvo increíble lo que escribiste!!
    Ojalá te animes a continuar porque lo hiciste muy bien

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