REMORDIMIENTOS…
-Snif snif... Yaaa, bebé..
Shhh... Ya princesa, no llores más, por favor.. sniff... -Consolaba un afligido jovencito, paseando de un
lado a otro a su pequeño bultito rosa, acurrucado en sus brazos.
Buaaaaaaaaaaaa....
Buaaaaaa... Buaaaaaaaa....-
Pero el llanto de Jazmín se hacía cada vez más poderoso, desesperando al joven
papá que no sabía qué hacer para tranquilizarla, y había empezado a gimotear.
Se sentía tan inútil y miserable.
-Sniff, por
favor, Jazmín de mi corazón. Deja de llorar, hijita... snif snif... -
Susurraba, tratando de recostar la cabecita de su niña contra su hombro. Ya
estaba cansado y hasta mareado de caminar sin sentido de un lado a otro de la
habitación. Pero tampoco quería sentarse... En realidad, no podía hacerlo... no
al menos sin emitir quejas. Hacía tan sólo unas pocas horas su papá le había
dado la paliza de su vida por llegar tarde a la casa, sabiendo que ese día a su
hija le tocaba revisión con el pediatra, y su trasero aún parecía estar en
llamas.
Cerró fuertemente los ojos. Tenía tantas ganas de
llorar. Por qué nada le salía bien? Por qué no podían tenerle un poco de
paciencia? Por qué su papá era tan estricto con él?..... Por qué había sido tan
estúpido de dejar embarazada a esa maldita mujer?? Por qué no pudo usar un puto
condón?!!.... Si se hubiera cuidado, ahora mismo su vida sería otra y no
tendría que estar pensando en mamaderas, pañales y pediatras, podría disfrutar
de sus vacaciones como el resto de sus amigos y....
Pero cuando ese último pensamiento dejó de ser una
especie de rabieta y su mente absorbió su significado, un sentimiento de
tristeza se apoderó de él y se enfureció consigo mismo. Miró en sus brazos a su
bebita llorar y la conciencia le remordió. Cómo podía pensar eso? Jazmín era su
vida, era su todo, no imaginaba el mañana sin ella... Por qué había renegado de
ella entonces?!! Su papá tenía toda la razón de castigarlo como lo hizo. No era
más que un crío mimado y egoísta. Pero ni todas las palizas que su papá pudiera
darle serían suficiente para sacarle ese remordimiento que ahora mismo había en
su corazón. Era un cretino.
Pensando que sólo escondería ese dolor provocando otro
más intenso, golpeó su cabeza contra la pared de su habitación, provocando un
ruido demasiado fuerte y seguramente una lesión en su cabecita. Una sensación
de mareo y náusea lo invadió y, por un instante, la vista se le nubló. Dándose
cuenta que aún tenía a Jazmín alzada en brazos, la apretó más segura entre
ellos, maldiciéndose porque además de cretino se sintió estúpido e
irresponsable, hasta que escuchó la puerta de su habitación abrirse y la vista
se le terminó de aclarar.
Eduardo, que todas las noches salía de la cama para ir
a ver a su niño dormir, se sorprendió al escuchar el sonido del golpe y al
abrir la puerta, vio a su hijo tocándose la cabeza.
Ante la presencia de su padre, Benicio comenzó a
sollozar más fuerte. -Papito, lo
siento. Soy un tonto.. snif snif... -Dijo llorando a mares. Se sentía
miserable y la mirada dura en el rostro de su padre acrecentó más todos los
dolores de su alma.
Eduardo no dijo nada. Había entendido perfectamente lo
que había hecho su hijo y estaba furioso por eso. Benicio se podía haber hecho
mucho daño. Y encima estaba con la niña en brazos, por Dios!
En silencio, caminó hasta su hijo y le revisó la
cabeza con mucho cuidado, pero no encontró lastimaduras visibles ni tampoco
chichones. Benicio se dejó hacer, sin atreverse a apartar la mano de su padre,
aguantándose unos cuantos quejidos. Más tranquilo porque no hubieran presente lesiones
serias, Eduardo tomó a su pequeña nieta de los brazos temblorosos de su hijo,
que apenas y puso un poco de resistencia y la llevó a su habitación para
dejarla con su esposa, regresando al dormitorio de su hijo menor con algo
aterrador en la mano.
Benicio apenas vio lo que su papá traía en la mano, y
a pesar de todos sus pensamientos de hace unos momentos, el adolescente en
él... más niño que adolescente, salió a relucir.
-Papito, por
favor. Deja que te explique.. deja que te explique, papiiii... POR FAVOOOR!!!
No quiero que me pegues con eeesooo.. snif snif.. dueleee..- Le decía a su
padre, poniendo unos pucheros adorables en su boquita colorada. Pero su papá no
estaba para escuchar excusas tontas ni para nada. Para el hombre no había
argumento que justificara lo que su hijo acababa de hacer. Eduardo no
permitiría jamás que su niño se hiciera daño a sí mismo. Menos que pudiera
lesionarse la cabeza. Ahora mismo se debatía entre darle una soberana paliza o
llevarlo inmediatamente al dr para que le hicieran los chequeos
correspondientes. Pero decidiendo que podía hacer ambas cosas, empezó a jalar a
su hizo hacia su lado para inclinarlo contra su cuerpo y dejar la cola hacia
adelante, bien a la vista y al alcance de su mano.
-ZASS ZASS ZASS ZASS ZASS ZASS ZASS ZASS ZASS ZASS...
-Eduardo descargó potentemente los cintarazos a lo largo del trasero de su hijo
menor, provocando gritos desgarradores y un llanto descomunal, dejando marcas seguramente bajo el pantalón
del pijama.
-Auauauaauauuuuuu....
Ayayaayayyyyy... Papito, noooo... Perdóooonnn... PERDOOOOÓNNN!!!
BUAAAAAA...BUAAAAA...-
Esos cintarazos habían hecho ver estrellitas a Benicio. El niño tenía la
cola todavía muy sensible de la tunda de la tarde. Y su papá acababa de pegarle
con toda la fuerza de su brazo.
-Por qué lo hiciste,
hijo? - Preguntó
de repente Edú, incorporando a su muchacho sollozante sobre sus pies en el
piso.
Benicio se mordía el labio inferior, tratando de
contener sus lamentos. El color de sus ojos celestes apenas se notaban entre el
manantial de lágrimas que sostenía en ellos. Tenía tantas ganas de abrazarse a
su papá para llorar todas sus penas protegido en sus brazos, pero tenía miedo
de la reacción que tuviera cuando le contara lo que pensó respecto a su hija.
El hombre respiró profundamente. Entre medio de su
enojo y preocupación, había logrado ver el miedo plasmado en el rostro de su
niño adorado y se maldijo por su intolerancia.
-Hijo, te pudiste hacer un
gran daño. Cómo es que no pensaste? Tenías a tu hija en brazos...- Dijo Eduardo, tratando de iniciar una conversación con
su hijo y hacerlo recapacitar.
Pero Beni apenas escuchó ese reproche -porque así lo
entendió él, como un reproche de su papá- se puso a llorar más fuerte.- Buaaaa... Papá, lo sientooo... no
pensé... sólo. snif snif.. sólo quería olvidarme de todooo.. buaaaa... Soy un
imbécil, papito... Cómo pude pensar eso? Cómo pude pensar que sería feliz sin
mi hija... buaaaaa...
Edú no entendía casi nada de lo que le decía su niño.
Sólo podía captar el dolor que Benicio irradiaba, y lo atrajo lo más rápido que
pudo hacia su pecho, rodeándolo con sus brazos.
Por un momento se sintió impotente de no poder
confortarlo y lo apretó más contra su cuerpo, dándole besos y mimos. No había
nada más que hacer que esperar a que Benicio se tranquilizara.
-No me odies... no me odies,
papito.. Buaaaaa... Perdóname, por favor!! Buaaaa....-Lloraba el muchachito, aferrándose con fuerzas
en el abrazo de su papá.
-Shhhh... Ya está, mi bebé.
Ya está. shshsshhhh... Calma, mi rey... shshshshhhhh....Te tengo, mi tesoro...
shhhhh...Jamás podría odiarte, Benicio. Nunca podría hacerlo porque te amo más
que a mi vida. -Consolaba
Eduardo, acariciando tiernamente la espalda de su bebé, dejándolo que se
desahogara contra la camisa de su piyama. Cuando llevó la mano a la cabeza,
pudo sentir el chichón formado en el lugar del golpe y pensó que ahora sí debía
llevarlo al Dr. Pero primero debía saber a qué se refería su hijo. -Dime una cosa, Benicio- Dijo su papá
cuando el niño logró calmar su llanto y recuperar la respiración. -A qué vino todo esto, mi niño? En qué
estuviste pensando para golpearte así la cabecita?
Benicio bajó la cabeza, tratando de ocultarse de la
mirada llena de amor de su papá, pero Edú le levantó la carita poniendo una
mano debajo de su mentón. -Confía en mí,
hijo.
Beni suspiró. Apoyó su frente contra el pecho de
Eduardo y empezó a hablar. -Estaba
cansado, papi.. snif snif... Jaz no se quería dormir y.. snif.. y yo ya tenía
sueño.. entonces quise.. sentarme..- Murmuró algo avergonzado- pero me dolía... y empecé a pensar
que.. que nada.. snif snif... que esto no pasaría si me hubiera cuidado y Eve
no se hubiera embarazado.. snif snif.. Papito, yo no quería renegar de mi bebé.
Yo la amo... Por qué pensé eso?!! snif snif... Me odié tanto por pensar esas
cosas que quise castigarme...-Benicio perdió el control de su voz y sus
sollozos regresaron con más empeño.
-Shhhhh, bebé.. shhh...
Hijito, calma, mi amor... shhhh... Benicio Hijo, escúchame por
favor...Escúchame, cielo, todo estará bien. No tienes que odiarte, mi vida. Tú
sabes que eso no es cierto y eso es lo único que importa. Que la amas y que
siempre estarás para ella. Shhhh, mi niño hermoso, no llores... shhhhh... Tú la
amas y eso es lo que siempre importará... shshshshhhhh....
Benicio escuchó las palabras de su padre y se sintió
aliviado al saber que no lo odiaba ni que pensaba mal de él por su conducta. Su
papá lo amaba, así como él amaba a su princesa.
Con paciencia, Eduardo lo arrulló hasta que ya sólo
quedaron sorbos del llanto tan sentido de su niñito amado. - Cariño, tengo que llevarte al dr.
-Nooo, papiii.. Por
favooor!!! - Suplicó
el muñequito.
-Bebito, tengo
que hacerlo. Te golpeaste la cabeza y tienes un chichón.
-Pero no quiero ir, papito,
por fa... Por qué no le llamas y le dices qué puedo tomar que haya en casa...
la cabeza no me duele...- Dijo
sobándose la colita para indicar qué era lo que realmente le dolía.
Eduardo le sonrió. -Bueno, mi muñeco. Vamos a llamarlo entonces... Pero si dice que te
lleve al Hospital, iremos sí o sí.-Dijo firmemente. Y Benicio no pudo
alegar nada al respecto.
El abogado marcó el número de celular de su amigo y le
contó del golpe que su hijo había sufrido. Le explicó que le había salido un
chichón pero que su hijo no parecía quejarse. El médico le recomendó darle un
analgésico y que lo despertaran cada dos horas durante esa noche para controlar
que no hubieran daños, pero que si veían que su hijo mostraba otro síntoma, que
lo llamaran cuanto antes.
Elisa apareció minutos después con la pequeña
muñequita de la casa que aún lloraba. La bebé apenas vio a su papito, le estiró
sus bracitos para que la sostuviera. Ben la agarró con cuidado y la acomodó a
su lado.
-Le duelen las piernitas por
los pinchazos- Dijo
Elisa. Y Benicio al fin pareció entender a su pequeña. Le miró las piernitas y
tenía colorado en los lugares que le habían puesto las vacunas. Le dio un
besito en cada una de sus piernitas regordetas y la bebé dejó de
sollozar.
Padre e hija se acomodaron a dormir y en cuestión de
segundos ambos ya estaban roncando. Eduardo agarró una manta liviana y los
cubrió, le contó lo sucedido a su esposa y le dijo que se fuera a dormir, que
él cuidaría a su bebé esa noche.
Edú se acomodó en el sillón que había en el cuarto de
su hijo, poniéndolo lo más cerca de la cama para tenerlo al alcance. Se tapó y
dejó que sus ojos se clavaran en el dulce rostro de su principito, mientras su
mente divagaba. Pensó cientos de veces cómo sería la vida de su angelito si esa
tierna pequeñita no hubiera existido... Llegó a la conclusión que ahora la
muñequita ya estaba aquí, y su hijo no podía amar a nadie más que a ella.
Observó cómo, en un acto reflejo, Benicio abrazó a Jazmín y la acercó más hacia
él. Hasta en sueños la protegía, pensó sonriendo... Igual que él lo hacía con
sus niños. Porque, después de todo, así es el amor de padre... incondicional,
eterno, invencible e incomparable...
Por Dios morí con esta historia me encantó.
ResponderBorrarMe encanto esta lleno de ternura.
ResponderBorrarMuchas gracias por sus comentarios, chicas!! Besos!
ResponderBorrarWaoo que dul Ariane excelente, para comerse a ese chico.
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