Nuevas reglas, nuevos castigos
Capítulo 29
A partir del lunes, por las mañanas voy tres horas al club. Cada día
dedicaremos la primera hora al deporte elegido, en mi caso el tenis, el
entrenador nos explica que han hecho un grupo con los seis chicos que iremos en
agosto al campeonato para hacer un entrenamiento intensivo para prepararnos.
Después del entrenamiento tendremos tiempo para ducharnos y descansar un rato y
la última hora y media nos separarán por edades para las actividades comunes,
así que estaré con Nico y Víctor aunque no hayamos elegido el mismo deporte,
eso me alegra mucho. Por las tardes voy a clase de piano una hora y media los
martes y los jueves, el resto del tiempo lo tengo libre. Mi padre me ha dicho
que cuando no tenga actividades puedo quedar con mis amigos para ir a la playa o
a dar una vuelta, lo que quiera, pero que debo decir dónde estaré, estar
localizable con el móvil y respetar la hora de llegada a casa.
Saliendo del club tengo una hora de margen hasta la hora que me ha dado
mi padre, así que el martes voy con Nico y Víctor a la tienda de videojuegos
del centro comercial. Les han llegado unos juegos nuevos y nos ofrecen
probarlos, aceptamos encantados. Estamos tan emocionados jugando que me olvido
de la hora y, cuando me doy cuenta, me he pasado cuarenta minutos. Me despido y
me voy a casa, cojo el móvil para llamar a Natalia y veo que no tengo batería,
llego casi una hora tarde.
Natalia me está esperando, cuando me ve llegar me doy cuenta de que
respira aliviada, ha estado intentado localizarme con el móvil y no ha podido.
Adrián: Lo siento Natalia, he ido
al centro comercial con Nico y Víctor y se me ha pasado la hora. Cuando me he
dado cuenta he querido llamarte pero me he quedado sin batería.
Natalia: Está bien, pon a cargar
el móvil y pasa al comedor que en una hora tienes la clase de piano. Voy a
llamar a tu padre para decirle que ya estás en casa.
Adrián: ¿Qué? ¿Has avisado a mi
padre? ¿Por qué?
Natalia: He esperado media hora
pero al ver que no llegabas y no podía localizarte me he preocupado y lo he
llamado por si él sabía dónde estabas.
Adrián: ¡Ya te vale! Ahora mi
padre estará enfadado conmigo, ¡no tenías que haberlo llamado!
Me voy enfadado a mi habitación y enchufo el móvil. Después entro en el
comedor, me siento y María me trae la comida.
María: ¿Y esa cara? ¿Qué te pasa?
Adrián: Natalia le ha dicho a mi
padre que no he llegado a la hora y seguro que se enfada conmigo. No sé por qué
se lo ha dicho, es una chivata.
María: Natalia estaba preocupada
porque no llegabas.
No quiero discutir con María, empiezo a comer. Entra Natalia con el
teléfono en la mano y me lo pasa.
Natalia: Es tu padre, quiere
hablar contigo.
Le ruedo los ojos con cara de fastidio pero cojo el teléfono y contesto.
Carlos: Adrián, ¿qué te dije sobre
la hora de llegada y sobre estar localizable con el móvil?
Adrián: Lo siento papá, ha sido
sin querer.
Carlos: Lo hablamos hace una
semana, te lo recordé el domingo, y lo has vuelto a hacer. Hoy saliendo de la
clase de piano quiero que vayas directamente a casa, cuando llegue tenemos que
hablar.
Adrián: No papá, después de la
clase de piano he quedado con Martina.
Carlos: Pues ya lo puedes anular,
estás castigado.
Me cuelga el teléfono, me lo aparto de la oreja y lo miro unos segundos
como un tonto, después se lo doy a Natalia. ¿Me ha castigado esta tarde? No
puede ser, he quedado con Martina para celebrar que llevamos un mes juntos, no
puedo y no quiero anularlo. No lo haré, me saltaré el castigo aunque eso
implique que mi padre me de unas nalgadas … no, unos reglazos, la última vez
que me salté un castigo me dijo que si lo volvía a hacer serían veinte con la
mano y veinte con la regla, ¡uf!
Acabo de comer y me voy a mi habitación, tengo que pensar algo, no se me
ocurre ninguna manera de salir con Martina y librarme del castigo a la vez.
Quizás puedo explicarle a Natalia por qué he quedado con ella y me levante el
castigo, pero no, no lo hará, siempre cumple al pie de la letra lo que dice mi
padre. Entonces tengo dos opciones, bueno una, anular la cita no es una opción,
por lo que no me queda más remedio que aceptar que mi padre me va a castigar
duramente y aguantar el castigo.
Es hora de irme a la clase de piano, no está lejos y andando tardo cinco
minutos, cojo el móvil y busco a Natalia.
Adrián: Natalia, voy a la clase de
piano.
Natalia: ¿Le digo a Rafa que te
lleve?
Adrián: No es necesario, voy y
volveré a pie, está cerca.
Natalia: Como quieras, pero
recuerda que debes volver directamente, tu padre te ha castigado.
Adrián: Sí, lo sé, gracias a ti.
Natalia suspira en un intento de no perder los nervios.
Natalia: ¿Has cargado el móvil?
¿Lo has cogido?
Adrián: Sí, lo tengo y la batería
está cargada. Hasta luego.
Después de la clase de piano me dirijo hacia el paseo marítimo. Le envío
un mensaje a Natalia para decirle que me voy a saltar el castigo, no quiero que
se preocupe, y apago el móvil. Me encuentro con Martina, nos abrazamos y nos
besamos.
Nos cogemos de la mano y paseamos hacia la heladería. En el paseo ya han
abierto las paradas del mercadillo que ponen cada verano. Vemos una en la que
tienen unas pulseras con forma de un infinito y un corazón entrelazados, a
Martina le gustan mucho y nos las compramos, la mía con el cordón negro y la
suya con el cordón rosa.
En la heladería compartimos una copa enorme de helado. Después bajamos a
la playa y nos acercamos a la orilla, nos sentamos en la arena y charlamos, nos
acariciamos y nos besamos. Estamos un buen rato. La tarde pasa muy rápido y
Martina me dice que tiene que irse, es casi la hora que le han dado sus padres.
Nos despedimos con otro beso y también me voy a casa.
Cuando llego respiro hondo antes de abrir la puerta, sé lo que me espera
en cuanto entre. Voy al encuentro de mi padre, se nota que está muy enfadado.
Intento que mi voz suene fuerte y firme, no quiero que me tiemble, lo miro
directamente a los ojos.
Adrián: Hola papá, me he saltado
el castigo y recuerdo perfectamente lo que me dijiste que pasaría si lo volvía
a hacer. Puedes ir a por la regla, estoy en mi habitación.
Mi padre me mira fijamente pero no dice nada. Paso por su lado y me voy
a mi habitación. Me siento en la cama, estoy algo nervioso pero me he propuesto
ser valiente y no llorar, como mínimo antes del castigo.
La puerta no tarda mucho en abrirse, mi padre trae la regla. Viene hacia
la cama y se sienta a mi lado.
Carlos: ¿Por qué te has saltado el
castigo?
Adrián: No papá, castígame primero
y hablamos después.
Si hablamos antes de que me castigue empezaré a llorar y me costará más
aguantar.
Me levanto, me bajo los pantalones y me tumbo sobre sus rodillas. Mi
padre me acaricia la espalda.
Carlos: ¿Por qué te voy a
castigar?
Adrián: Por saltarme un castigo.
Carlos: Serán 40, veinte con la
mano y veinte con la regla.
Asiento. Cojo la almohada, la aprieto fuerte con las manos y entierro en
ella la cabeza. Mi padre deja de acariciarme, me baja el bóxer y me sujeta.
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS,
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, au,
PLAS, PLAS, PLAS, au, PLAS,
PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, au.
Para un momento, va a coger la regla.
PLACK, PLACK, ¡ai!, PLACK, PLACK, au, PLACK, PLACK, snif,
PLACK, PLACK, ai, snif, PLACK, PLACK, snif.
No aguanto más, las lágrimas se acumulan en mis ojos y empiezan a salir,
cuando me pega con la regla duele un montón.
PLACK, ai, PLACK, au, snif,
PLACK, ai, PLACK, ai, buaaa,
PLACK, PLACK, buaaa, PLACK, PLACK, buaaa, PLACK, PLACK, buaaa, buaaa, buaaa.
Mi padre deja la regla a un lado y me acaricia, me habla en voz baja.
Intento tranquilizarme, aunque me duele mucho el trasero.
Carlos: Shh, ya está campeón. Shh,
has sido muy valiente, shh.
Me sube el bóxer y me ayuda a levantarme, me froto el trasero en un
intento de calmar el dolor. Mi padre me abraza y se lo devuelvo.
Carlos: Shh, ya está, shh, ¿estás
mejor? ¿Ahora podemos hablar?
Me separa y me seca las lágrimas. Me pongo bien los pantalones y lo miro
a los ojos.
Carlos: Explícame por qué te has
saltado el castigo, debe de ser algo importante porque lo has hecho con toda la
intención, sabías perfectamente lo que pasaría y no creo que te guste.
Adrián: Cuando he decidido salir
esta tarde también he aceptado que me ibas a castigar, y no, no me gusta, no
soy masoca. Pero es que había quedado con Martina para celebrar que hace un mes
que estamos saliendo, no podía anular la cita y tampoco quería hacerlo. Pero le
he mandado un mensaje a Natalia para que no se preocupara.
Carlos: Vaya, ¿un mes ya? ¿Te lo
has pasado bien?
Adrián: Sí papá, muy bien. Mira
qué nos hemos comprado.
Le enseño la pulsera, mi padre me sonríe.
Adrián: Bueno, en realidad las ha
comprado Martina, ha insistido mucho en que quería regalármela. Y yo la he
invitado a una copa de helado.
Carlos: Es muy bonita. Me ha
gustado que por lo menos avisaras a Natalia, aunque después has apagado el
móvil. He intentado llamarte, ya lo verás cuando lo enciendas.
Adrián: Lo siento papá, ya me
imaginaba que intentarías llamarme y no quería que estuviera sonando todo el
rato.
Carlos: ¿Y cómo es que teniendo
una cita tan importante has llegado tarde a la hora del almuerzo? Y tenías el
móvil sin batería.
¡Ups! Es verdad, de eso quería hablar mi padre en cuanto llegara, y
estoy seguro de que también pensaba castigarme, ¿lo hará ahora? ¿Me castigará
más?
Adrián: Lo siento papá, eso fue
sin querer. Con Nico y Víctor hemos ido a la tienda de videojuegos y se nos ha
pasado la hora. Y ayer se me olvidó poner a cargar el móvil. ¿Me vas a
castigar?
Carlos: Sí, pero no más nalgadas,
creo que ya tienes el trasero bastante rojo. Te quedas sin consola lo que queda
de semana, ¿vale?
¡Uf! Me he librado, menos mal. Cinco días sin consola tampoco es tan
grave, lo puedo aguantar perfectamente.
Lo vuelvo a abrazar. Mi padre me da un beso y me acaricia la espalda.
Carlos: Pero no quiero que se
repita, recuerda que cuando sales debes decir a dónde vas, tener el móvil
encendido y volver a la hora acordada. Y, sobre saltarte un castigo, no hagas
que tenga que recordártelo otra vez, ¿vale?
Adrián: Sí papá, no volverá a
pasar, de verdad.
Carlos: Me gustaría creerte pero
hay ni una sola norma que no te hayas saltado más de una vez.
Adrián: No he vuelto a probar el
alcohol.
Carlos: Y no se te ocurra hacerlo.
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