Nuevas reglas, nuevos castigos
Capítulo 26
Estamos en clase de lengua, justo antes del segundo
descanso, se me está haciendo muy larga y pesada, qué lento pasa el tiempo. Por
enésima vez miro la hora en el móvil, ¡uf!, aún quedan veinte minutos para que
termine.
Profesora: Adrián,
¿qué haces?
Adrián: ¿Qué? ¿Yo?
Estoy leyendo el texto que nos has dicho.
Profesora: ¿Tienes
el móvil debajo de la mesa?
Veo que se acerca, intento esconder el móvil y se me cae
al suelo. Me mira muy seria.
Profesora: Adrián,
dame el móvil.
Adrián: No, no
estaba haciendo nada, sólo he mirado la hora.
Profesora: Lo has
mirado varias veces durante la clase, ¿necesitas mirar la hora cada cinco
minutos? No me lo creo. Dámelo, después me acompañarás al despacho del
director.
Empiezo a enfadarme, ¿por
qué nunca me creen? Sé que el móvil tiene que estar apagado pero no hacía nada
malo, sólo miraba la hora.
Adrián (gritando): ¡No!
¡No pienso dártelo! De verdad que no estaba haciendo nada.
Martina se gira, pone su mano sobre la mía y me habla en
voz baja, muy suavemente.
Martina: Amor,
cálmate y haz lo que te pide, no lo empeores con una falta de respeto. Después
lo hablas tranquilamente con ella, ¿vale?
La miro a los ojos, su mirada me tranquiliza bastante.
Respiro hondo, cuento hasta diez, me levanto y le doy el móvil a la profesora.
Martina se vuelve a girar y me sonríe.
Martina: Bien
hecho, es mejor así. Cuando te enfadas siempre acabas con una falta de
disciplina y eso puedes evitarlo.
Termina la clase y todos salen, yo me quedo en clase,
sentado en mi sitio. Tengo que evitar enfadarme, cuando Hugo me tiró la bola de
papel durante el examen de historia conseguí que me escucharan y que me
creyeran, tengo que conseguirlo hoy también.
Profesora: Adrián,
¿estabas chateando?
Adrián: No, de
verdad que sólo miraba la hora. He escuchado durante la explicación y estaba
haciendo la tarea que nos has mandado. Puedes mirar el móvil y comprobar que no
hay ningún mensaje reciente, ni me he metido en internet, ni nada.
Profesora: Y
entonces, ¿por qué me has dicho que no tenías el móvil y has intentado
esconderlo?
Adrián: Porque la
normativa dice que el móvil tiene que estar apagado y en la mochila, y es
evidente que me la he saltado.
Profesora: ¿Y por
qué lo has hecho?
La profesora suspira y niega con la cabeza.
Profesora: No lo
entiendo Adrián, ¿tanta necesidad tenías de estar pendiente de la hora? Veo que
conoces la normativa y eres consciente de que te la estabas saltando, supongo
que también sabrás qué pasará ahora.
Hago una mueca, sé perfectamente lo que dice la
normativa.
Adrián: Sí, se lo
darás al director y mi padre tendrá que venir a buscarlo. Pero no me pongas una
falta de disciplina, por favor, no lo estaba utilizando como móvil sino como
reloj.
Profesora: No te
pondré la falta, pero como tú mismo has dicho te quedarás sin móvil hasta que
venga tu padre a buscarlo. El director lo llamará para decírselo.
Adrián: Gracias
profe, ¿puedo salir al patio?
Salgo y busco a Martina, no tardo en encontrarla.
Adrián: Gracias
Martina, me has salvado de una falta de disciplina.
Martina: Me alegro.
¿Y el móvil?
Adrián: Me quedo
sin móvil hasta que mi padre venga a buscarlo, y eso no sé cuándo será. Por
cierto, ¿antes me has llamado amor?
Le echo una mirada pícara, le sonrío y Martina se
sonroja.
Martina: Sí, es un
mote cariñoso, ¿no te gusta?
Adrián: Al contrario,
¡me encanta! Tendré que buscar un mote para ti.
Le guiño el ojo y nos abrazamos, un abrazo rápido pues
estamos en el recinto escolar.
El día pasa lento, sé que mi padre estará enfadado. Por
suerte es martes y tengo clase de tenis. Después de la clase el chofer me lleva
a casa, Natalia ya me está esperando con la merienda preparada.
Natalia: Pasa al
comedor y come. Cuando termines ve a tu habitación a hacer los deberes.
Adrián: ¿Ya ha
llamado el director?
Natalia: Sí, y ya
he ido a buscar tu móvil, pero tu padre me ha pedido que no te lo dé, antes
quiere hablar contigo.
Natalia: Contento
no está pero no lo he visto tan enfadado como otras veces.
Doy un suspiro y hago lo que me dice. Mi padre llega y
viene a verme.
Adrián: Hola papá,
lo siento. ¿Estás muy enfadado?
Carlos: Hola
cariño. ¿Me das un abrazo primero y hablamos luego?
Me levanto y lo abrazo, me lo devuelve y me da un beso.
Me coge por los hombros en un medio abrazo y me dirige a la cama.
Carlos: ¿Me
explicas qué ha pasado?
Le cuento lo sucedido, también que Martina me ha ayudado
a tranquilizarme, he podido hablar con la profesora sin faltarle al respeto y,
al final, me ha creído.
Carlos: Sí. Ya
sabes que le he pedido a Natalia que fuera a buscar el móvil, pero me lo voy a
quedar hasta el domingo por la noche, y sin móvil no hay salidas, ¿de acuerdo?
Lo miro confundido, ¿eso quiere decir que volvemos a los
castigos antiguos?
Adrián: ¿Y no me
darás nalgadas?
Carlos: No, no me
parece una falta tan grave. Pero estás castigado, y no quiero tonterías
¿entendido?
Adrián: Sí papá,
pero ¿hasta el domingo por la noche? Es casi una semana, acabas de decir que no
es tan grave.
Carlos: No tientes
a la suerte, Adrián, ¿vas a cumplirlo o prefieres otro tipo de castigo?
Adrián: No papá,
voy a cumplirlo.
Carlos: Aprovecha
estos días para estudiar, la próxima semana empiezan los finales. Esta vez los
parciales te fueron bien, espero que mantengas las notas o las subas.
¡Uf! ¡Qué pesado papá! Hago una mueca de fastidio, pero
pongo una barrera a mis pensamientos y no dejo que salgan por mi boca.
Lo peor del castigo es no
poder salir, tengo la tablet asociada a mi número de móvil por lo que me puedo
seguir comunicando con mis amigos. He intentado convencer a mi padre para que
me de permiso un par de horas el fin de semana, me he pasado cuatro tardes
enteras estudiando para ver si conseguía ablandarlo, pero no lo he logrado, su
respuesta ha sido corta y clara: NO, sin posibilidad de discusión.
Estoy en mi habitación, tumbado en la cama, aburrido,
cojo la tablet para comunicarme con Nico y me dice que está con los chicos en
el parque. ¡Uf! Bajo al salón y enciendo la tele, estoy cinco minutos y la
apago. Mi padre y Natalia están trabajando en su despacho, como cada sábado, y
no saldrán hasta la hora del almuerzo para la cual faltan casi tres horas. Cojo
la cartera y las llaves y salgo por la puerta trasera del jardín. El parque
está a menos de diez minutos, me encuentro con mis amigos que están jugando con
un balón de fútbol.
Me pasa el balón, doy unos toques y se lo paso a Héctor.
Nico me mira y me rueda los ojos.
Nico: Te has
escapado, ¿verdad?
Adrián: Sí, estaba
aburrido. Con la suerte que tengo últimamente lo más probable es que mi padre
me pille pero no podía seguir encerrado en casa.
Paso un par de horas con ellos, jugando y charlando, y me
vuelvo a casa. Estoy contento, he podido distraerme un rato, necesitaba salir.
Vuelvo a entrar por la puerta trasera del jardín y me voy a mi habitación, miro
la tele hasta la hora del almuerzo.
Voy al comedor y me encuentro con mi padre, almorzamos y
hablamos un rato. Me pregunta como llevo la preparación de los exámenes, esta
vez los llevo muy bien, me siento preparado. Me dice que yo sigo castigado sin
salir pero que si quiero puedo invitar mañana a Martina o a algunos amigos a la
piscina, sonrío y le digo que sí. ¡Bien! No se ha enterado de mi fuga.
Pasamos un rato mirando la tele en el salón y después me
voy a mi habitación para hablar con Martina y preguntarle si quiere venir
mañana. Estoy en una videollamada con ella cuando mi padre entra en mi
habitación, sin llamar a la puerta.
Frunce el ceño y me echa una mirada que me indica que
está enfadado. Me despido de Martina y cuelgo. Mi padre se acerca y me da, ¿mi
cartera?
Adrián: Papá, ¿cómo
es que tienes mi cartera?
Carlos: ¿Ni
siquiera te habías dado cuenta de que no la tenías? La acaba de traer un
policía.
Carlos: Parece ser
que una chica la ha encontrado en el parque y la ha llevado a la comisaría.
Dentro está tu documento de identidad con la dirección y por eso el policía ha
sabido dónde traerla. ¿Se puede saber cómo ha ido a parar tu cartera al parque?
Bajo la mirada y me muerdo el labio, ¡mierda! ¿Cómo es
posible? ¿Me ha caído y no me he dado cuenta? No digo nada.
Carlos: ¿Me lo
piensas explicar?
Carlos: Adrián,
¿has ido al parque? ¿Te has saltado el castigo? ¡Contesta!
Doy un respingo, me ha gritado, noto como se me humedecen
los ojos. Hago una respiración profunda y lenta en un intento de calmarme,
levanto la cabeza y lo miro a los ojos.
Adrián: Sí papá,
estaba aburrido, lo siento, snif.
Carlos: ¿Esa es tu
excusa? ¿Que estabas aburrido? Pensé que lo que pasó en el colegio no era tan
grave y aproveché para darte la oportunidad de que me demostraras que eres
responsable, pero veo que me equivoqué, ¡no puedo confiar en ti!
Las lágrimas empiezan a caer, la he fastidiado mucho,
esta vez mi padre no fue nada duro y en lugar de aprovecharlo y demostrarle que
soy responsable he logrado lo contrario.
Carlos: Hasta
mañana te quedas sin salir de tu habitación, o sea que ya puedes decirle a
Martina que se anula la piscina.
Se sienta en mi cama y se palmea las rodillas, entiendo
perfectamente qué quiere que haga, pero no quiero.
Adrián: No papá,
snif, ya me has castigado sin salir de la habitación y sin piscina, y no es
justo, snif, entre el martes y ayer no salí, ya cumplí cuatro días de castigo,
snif.
Carlos: Sí,
cumpliste cuatro días, pero el castigo finaliza mañana y te lo has saltado. Y
ahora te voy a castigar por ello, ¿miramos en el cartel si apuntamos esta
regla? Y además has salido sin permiso y sin el móvil.
Adrián: Pero papá,
el móvil lo tienes tú, snif, no me lo podía llevar.
Carlos: Mejor deja
de discutir y ven, no te conviene empeorarlo. ¿O sumamos desobediencia y voy a
por la regla?
Adrián: No papá,
por favor, buaaa.
Mi padre se levanta, se acerca a mí y me abraza.
Carlos: Ya Adrián,
shh, deja de llorar. Sabes que este castigo te lo has ganado a pulso.
Adrián: Estás muy
enfadado, buaaa, ¿me perdonas?
Carlos: Claro que
te perdono cariño, ya lo he hecho. Y me he enfadado pero ya no lo estoy. Te quiero
mucho, muchísimo, pero ya sabes lo que pasa cuando te saltas las normas, y la
de no saltarte un castigo no es la primera vez que la incumples, incluso ya te
había castigado por ello.
Es verdad, ya me castigó por saltarme un castigo cuando
me escapé para ir a patinar. Se separa y me dirige a la cama, se sienta, me
baja el pantalón y me tumba en su regazo. Yo sigo llorando, me empieza a
acariciar. Intento calmarme aunque me cuesta mucho.
Carlos: Serán 40,
como la otra vez. Pero ten en cuenta que si te vuelves a saltar un castigo la
mitad serán con la mano y la otra mitad con la regla, ¿entendido?
Adrián: Sí papá,
snif, pero no volverá a pasar, de verdad, snif.
Carlos: Dime por
qué te voy a castigar.
Adrián: Snif, por
saltarme un castigo, snif.
Para de acariciarme y me sujeta, cae la primera nalgada
sobre mi trasero.
PLAS, snif, PLAS, ai, PLAS,
PLAS, au, snif, PLAS, snif, PLAS,
PLAS, duele papá, PLAS, PLAS, snif, PLAS, au,
PLAS, snif, PLAS, PLAS, au papá,
PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, ai duele, PLAS, PLAS, snif, PLAS.
Para un momento para
bajarme el bóxer y continua.
PLAS, PLAS, no más, PLAS, PLAS, snif, PLAS, PLAS, papá,
PLAS, snif, basta, PLAS, PLAS, PLAS, buaaa,
PLAS, PLAS, buaaa
duele, PLAS, PLAS, PLAS, buaaa,
PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, PLAS, buaaa, buaaa, buaaa.
Acaba el castigo y me acaricia la espalda, yo sigo
llorando sin moverme, me duele el trasero y me siento fatal.
Carlos: Shhh, ya
está cariño, ya pasó, shhh. ¿Me das un abrazo?
Me calmo un poco, me pongo bien la ropa y lo abrazo. Él
me acaricia la espalda y me hace mimos, estamos así un buen rato.
Me separo de mi padre y me limpia los ojos.
Asiento con la cabeza. Mi padre sale de la habitación,
llamo a Martina, se ha preocupado porque ha oído a mi padre y le ha parecido
que estaba enfadado. Le cuento lo ocurrido, ella también me regaña por haber
salido estando castigado, y me dice que he salido bien librado, claro que ella
no sabe que mi padre me ha castigado con unas nalgadas.
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