Capítulo 1: Beber
cerveza causa dolor, dolor… y más dolor!!!!
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Con pasos cansados, Don Eduardo caminó el corto trecho desde su
vehículo hasta el umbral de su casa. Apenas era medio día y él estaba exhausto.
Había tenido una mañana difícil en tribunales con uno de sus juicios y sólo esperaba
llegar a su hogar para descansar un buen rato y ver a su hermosa familia, antes
de tener que regresar a la oficina en la tarde.
Desde el nacimiento de su
segundo hijo, el trabajo se había puesto más pesado entre los horarios de la
oficina y las andadas obligadas por los alborotados pasillos de tribunales. Sin
embargo, Eduardo nunca dejó que su profesión se interpusiera entre él y su
familia, y siempre procuró estar el mayor tiempo que le fuera posible cerca de
sus hijos, viéndolos crecer, reír, escuchando de sus travesuras y sus días en
la escuela y disfrutando enormemente de
la compañía de su linda mujercita que, en días tan pesados como éstos, le hacía
masajitos en los hombros para relajarlo. Sí, él adoraba estar en casa, y mucho
más adoraba a su familia!!
-//Qué
bien se siente estar en casa!!// Pensó,
cuando llegó a la entrada. Dando un laaaargo suspiro, se dispuso a abrir la
puerta. Pero cuando puso la llave en la cerradura, sintió una aguda punzada en
su estómago… una punzada que pareció presagiar que esa no iba a ser una tarde
cualquiera, sino una para el recuerdo de
la Familia Robles!!!
-Ya llegué, mis amoreees…!!!! –Gritó desde la puerta. Pero la
nada misma fue su respuesta.
-Hey… hey, tranquilos, chicos!! No se peleen por saludar a papá!!!-
Dijo Eduardo, ingresando a la sala un tanto desanimado. Él adoraba llegar a
casa y encontrarse a sus amores esperándolo con una gran sonrisa en sus bellos
rostros. Si bien Leandro, el mayor, ya casi nunca estaba para recibirlo, tanto
su amada esposa Elisa, como su adorable hijito, Benicio, de 13 años, apenas sentían que la puerta se
abría, corrían como dos mocosos a arrojarse a los brazos abiertos de papá!! Pero
hoy… tristemente, esa escena no se repitió. Al contrario, sólo el horrible y
apabullante silencio saludó al exitoso
abogado, en lugar de las divertidas risas y cariñosos abrazos de su familia.
- Holaaa?!!! Ya lleguéee!!- Repitió, estirando el cuello para ver
más allá de la sala en busca de sus tesoros, pero no vio a nadie.
-Qué raro? Dónde se habrán metido estos chicos?!- Se dijo para
sí mismo, mientras dejaba sus llaves en la mesita, al costado de la entrada. - Les habrá pasado algo malo?!!- De nuevo
ese aguijón se clavaba en su estómago.- Oh,
Dios mío!!!... No, no. Tranquilo, Eduardo… Tanto trabajo te ha puesto
paranoico!!! Calma, hombre, que si algo malo hubiera sucedido ya te habrías
enterado!!! – Eduardo sacudía la cabeza para alejar esos miedos y
luego, dando un suspiro cansado, agregó
en voz alta -Ahhhhhhhhhh…. Ni modo!!... Supongo que tendrás que comer solo Edú!! Pero
antes… te quitas éste traje que ya no lo soporto!!
Y así, nuestro galante abogado, empezó la caminata hasta las
escaleras que lo llevarían a su habitación para dejar su saco y cambiarse en
algo cómodo. Almorzar y dormir una corta siesta, seguían en la lista de
prioridades. Pero antes de que su mano alcanzara la perilla de la puerta,
escuchó unos sollozos tan angustiantes, que el miedo le entró al cuerpo; era su
bebé, su Benicio, que lloraba desconsoladamente en su habitación, al final del
pasillo.
Sin pensarlo dos veces, Edú arrojó su portafolios y su saco a un costado del camino y se echó a
correr al encuentro de su niño. Apenas llegó,
abrió de par en par la puerta de aquella juvenil recámara y lo que vio le
desarmó el corazón. Eduardo contempló a su hijo, recostado boca abajo en medio
de la cama, con los bracitos cruzados bajo
su cabeza y la carita apoyada en ellos,
llorando a mares una pena que él desconocía.
Ben estaba sollozando ruidosamente, haciendo que sus pequeños
hombros se movieran al son de sus suspiros entrecortados, mientras se quejaba
como si algo le doliera.
Tan sumido en su sufrimiento estaba el travieso adolescente que ni
siquiera notó la presencia de su papá que lo miraba desde el marco de la
puerta, con una cara de amargura total que denotaba el grado de preocupación e
impotencia que estaba sintiendo el hombre en esos momentos. Sólo cuando Edú se
acercó y se sentó a su lado en la cama y empezó a tocarle la cabecita fue que Benicio
se percató de la reciente llegada de su papito.
-Papiiiiii!!!- Lloró el
mocoso, echándose a los brazos de su
padre.
-Hey, campeón, por qué lloras mi vida?!! Qué pasó?!! Dónde está
mamá, eh?- Preguntó impacientemente
el abogado a un niño que se ahogaba en su llanto.
-Por qué lloras, cielito?!!- Dijo Eduardo, acurrucando
protectoramente en sus brazos a Benicio- Cuéntame qué pasó?!- Insistió papá,
para luego quedarse con la boca abierta con la respuesta de su hijo.
-M- m-me… me pegóooooo!!!
Buaaaaa….- Contestó el chico sin poder dar más detalles.
-Qu-qué?!!-
Parecía que la lengua se le había atorado al pobre abogado- Que te pegaron?!! –Se
respondió a sí mismo- Quién te pegó?!! Estás herido?!! Te duele algo, mi bebé?!!... A
ver?!! Déjame verte, mi niño!!! Dónde te pegaron…?!!- Eduardo sujetaba
la carita de Benicio, mientras inspeccionaba
sus mejillas y su cuerpito con la vista, buscándole alguna marca, corte
o golpe que requiriera atención, pero nada!! Le miró los bracitos y tampoco
encontró nada raro.
-Quién te pegó, mi amor?!! Habla hijito!! Cuéntame qué pasó, por
favor!! Quién fue?!– Volvió a interrogar, pero con más calma, bajando una y otra vez
su mano por la espaldita, con dulzura, intentando tranquilizarlo.
-Ma-mamáaaaa…- Contestó
el adolescente, con un sollozo desgarrador- Mamaá m-m-me pe-pegóoooo!!!- Volvió a decir, hundiendo el rostro en
el ancho pecho de su papito.
-Tu mamá???!!!- Eso verdaderamente lo había tomado por sorpresa…
Elisa le había pegado?!! Pero… por qué??!!
-Por qué te pegó mamá, Benicio?!!- Edú alejó de su pecho la
carita de su pequeño para poder mirarlo a los ojos. Se conmovió al ver cómo las
lágrimas se balanceaban en aquellos enormes
luceros de su hijo, a punto de caer.
-Papito…!!!- Y las
lágrimas fluyeron con más ganas- Yo… yo
no hice nada, papi!!! Te lo juro… Snif… snif… Mamá fue m-muy in-justa conmigo…
buaaaa!!!
-Cuéntame por qué te pegó mamá, mi cielo?!!- Preguntó el hombre,
observando cómo su nene estiraba la manito para sobarse la colita.
-Porque
siiii… porque mamá es mala, papito!!- Benicio al parecer se había olvidado que tenía 13 años y no
tres!!- Yo… sniff… sniff… yo sólo estaba
conversando con mis amigos y… snif… y… ella m-me vio y m- me agarró de una
orejita, papi. Ves?!! –Le contestó a su papá, limpiándose las lágrimas que
caían a chorro de su bellos ojos celestes, enseñándole la orejita, todavía colorada, víctima del enojo de su madre.
-Pero qué salvaje…!!- Susurró Eduardo sin darse cuenta de lo que decía.- Y qué
más hizo??- Cuestionó a su chiquillo, acomodándolo en sus brazos. Él
sabía que Elisa debía tener una buena razón para castigar a su hijo, pero verlo
tan acongojado e indefenso lo hacían perder la neutralidad y nuestro querido
abogado había decidido que su chiquitín era una pobre víctima de su mamá!!!
Benicio ubicó la cabecita en el hombro de su padre y procedió con
el relato de los hechos.
-Me trajo a casa y…
derechito hasta acá y… -Un gimoteo empezó a ganar terreno en su voz- y… y m-m-me pegó con el cinto aquíiii!!!- Terminó
diciendo con un sollozo, a la vez que señalaba con su dedito la zona
“brutalmente” atacada a cintarazos por su mamá: sus agónicas asentaderas.
Eduardo, estaba que alucinaba…Elisa le había pegado a SU hijito!!
Y con un CINTO!!!! Eso era el colmo!!!
Como Ben tenía puesto el pantalón deportivo, ya que ese día había
tenido Educación Física en el colegio, papá aprovechó su distracción para
espiar el daño infringido y con su mano libre, muy lentamente, empezó a bajar
el pantaloncito verde oscuro que llevaba su niño. Escasamente pudo distinguir
unas cuantas líneas rosadas que cubrían las nalgas superiores porque Beni
apenas sintió la brisa sobre su pielcita castigada, apartó la mano de papá.
-Nooooo, papá!!! No
mireees!!!- Le habló ofendido- Dueleee…!!!-
Agregó entre sus lloriqueos.
-Yaaa, campeón!!! Shhh!!! Voy a
hablar ahora mismo con tu madre!!- Eduardo apretó sus brazos alrededor
de su muchachito y le dio un beso en la frente. –Sabes en dónde está??
-En el
estudio, papi.
-Muy bien, bebé!! Espérame quietito aquí, que yo ahora iré a hablar con
mamá. –Dijo Eduardo con seriedad, ayudando a Benicio a acostarse en la cama
sobre su pancita, regalándole otro beso
antes de salir de ahí con pasos decididos hasta el estudio de la planta baja.
Don Eduardo salió hecho una furia de la habitación del menor de
sus hijos.
Él estaba indignado, disgustado, enfadado, exasperado… y todo con
“ADO” que se le pudiera ocurrir!!! Cómo era posible que la dulce Elisa, la
esposa amorosa, la madre consentidora, la mujer que él amaba con la mitad de su
corazón (Porque la otra mitad pertenecía a sus dos retoños!!) desde el primer
momento en que la vio en la universidad… tan linda y llena de vida y sueños,
haya sido capaz de calcarle esas horrendas franjas rojas en las nalguitas de su
pequeño?!!
Sería posible que aún después de tanto tiempo él realmente no
conocía a la mujer con quien se había casado?!! Cómo pudo haber vivido engañado
durante todos estos años?!! Qué buen papel
había jugado Elisa!!
Y aunque su cerebro le decía que no estaba viendo la situación tal
y como era y le pedía a gritos que pensara razonablemente, en esos momentos, él sólo tenía oídos para su corazón, para ese
corazón de padre que no hacía más que decirle, más que demandarle que
defendiera a su cachorro, aún cuando todos sus instintos de abogado le
advertían que se estaba equivocando.
La lucha entre el corazón y la razón llegó a un alto, cuando el
hombre se topó con la puerta del despacho.
No se molestó en tocar antes de entrar, ésta también era su casa,
se dijo. Abrió la puerta y ahí estaba su mujer.
-Elisa, tú y yo tenemos que hablar seriamente…!!!- Dijo, sin siquiera saludarla.
-Cariño,
qué sucede?!!- Preguntó Eli, levantando de
inmediato la vista para fijarla en los ojos de su amor. Eduardo se oía muy molesto.
//Seguramente pasó algo grave en el
trabajo// Pensó.
-Me quieres decir por qué demonios golpeaste a MI hijo?!!!- Recriminó, estrellando su mano contra
el escritorio, lo que hizo que Elisa saltara del susto.
-Un momento, Eduardo. A mí
no me hables en ese tono y menos me vengas con semejante acusación!! Qué te has
creído tú?!! Qué yo soy una salvaje?!! Eh?!! Respóndeme, hombre!!!- Contestó
la mujer, poniéndose de pie y usando el
mismo tono de voz que había empleado su marido. –Y por si se te olvidó, ese niño que está arriba en su habitación…-
Se apresuró a decir Eli, sin saber que cierto muchachito de ojos celestes había
seguido a su papá hasta el estudio, para asegurarse que su abogado favorito lo
estuviera defendiendo.- …es también hijo MÍO!!!-
-No me cambies la conversación, Elisa…
-No, señor!! Ahora me vas a
oír!!! Tú fuiste el que vino aquí, todo grosero, a cuestionarme por qué
“discipliné” a mi niño, a ese chico que te recuerdo también es hijo mío, así
que ahora me vas a escuchar… -Si Eduardo como abogado penalista daba miedo,
en esos momentos, Elisa enojada como estaba, asustaba aún más!!!
-Mira Eli… -Dijo Eduardo tomándola gentilmente por los antebrazos, no
soportaba ver alterada a su mujercita linda- yo sólo quiero saber por qué golpeaste a
Benicio…- Le dijo en un tono algo más civilizado.
-Que no
lo golpeé… lo castigué que es diferente!!!- Respondió firme ella,
todavía algo disgustado con su esposo.
-Qué?!!!- Otra
vez el experimentado abogado parecía quedarse sin palabras- Por
qué?!! Nuestro Beni es un buen chico…!! Qué pudo haber hecho para que lo
castigaras a cintarazos?!!- Interrogó una vez que recuperó su voz-
-Já!!!
Acaso no te lo dijo?!!- En ese
momento, la puerta se movió y el eco de unos piecitos descalzos rebotaron en el
piso de parquet. Ambos clavaron la vista en el dueño de esos pies.
-Alto ahí, jovencito….- Tronó la voz de papá haciendo que Beni quedara con un piecito en
el aire como debatiéndose si quedarse ahí o echarse a correr- No te
atrevas a dar un paso más Benicio!!!- Eduardo salió del despacho y obligó a su muchacho a dar media vuelta y
volver al estudio adonde estaba su mamá-
-Muy bien, hijo mío... creo que hoy no has sido muy sincero
conmigo, verdad?!!- Le
dijo Eduardo a su pequeño viéndolo cómo se mordía el labio inferior para evitar
hacer un pucherito.
-Aún piensas que mamá te castigó injustamente?!! Sigues pensando
que es mala y que tú no hiciste nada indebido como para hacerla enojar?!!- Silencio mortal!!!
Benicio agachó la cabecita, sin saber qué decir. Él no había contado con ésta situación. Al
contrario, Ben pensó que su papito le diría a mamá que estuvo muy mal por
golpearlo tan salvajemente, que no se lo iba a permitir y que él era un buen
niño que no merecía que lo trataran así. Lo que no previó fue que su madre se
defendiera y le dijera el por qué de su reprimenda.
-Bueno hijito, te voy a dar una nueva oportunidad y espero que
ésta vez aceptes tu error y me digas la verdad…- Anunció Edú, haciendo una pausa prudente-… por qué te castigó tu madre?!!-
Pero Benicio permaneció calladito por varios segundos.
-Estoy esperando una respuesta, Benicio!! Por qué te castigó mamá?!!- Volvió a preguntar, cansado del silencio de su chiquillo.
-Benicio… hijo, tu padre te
está dando la oportunidad de ser honesto con él y de contarle por qué te
castigué… no la desperdicies, amor... O prefieres que yo se lo diga?!!- Habló
Elisa, poniendo una mano bajo el mentón de su niño para obligarlo a levantar la
mirada.
-Mamita, por favor, noooo!!!-
Rogó el niño, derramando una lágrima.
Mamá lo miró con ternura y le limpió la lagrimita de su cachete. -
Anda cariño. Todo estará bien!!-
Ben suspiró hondamente para darse valor. Y luego, mirando por un momento a su padre,
susurró bajito pero lo suficientemente fuerte para que su padre lo oyera- Mamá me castigó porque me encontró tomando
cerveza…
-Cerveza?!!- Exclamó Eduardo, sin poder ocultar su enfado- Pero
cómo es posible?!! En qué estabas pensando Benicio?!! Sabes el daño que le hace
el alcohol a tu salud?! A tu cerebro?!!- Y sin esperar una respuesta
del adolescente, Eduardo tomó el bracito
de su hijo y jaló de él para llevarlo al sillón que había a un costado de la
oficina. –Tú eres un chico inteligente y sabes muy bien que eso es dañino para ti,
pero si lo dudabas, ahora yo me voy a
encargar de que te quede bien claro que cualquier bebida alcohólica está fuera
de tus posibilidades... al menos hasta que seas mayor!!.
-No
papiii!!!- Suplicó el chiquito,
adivinando las intenciones de su padre. –No
lo vuelvo a hacer papito, te lo juroooo!!!
-Eduardo,
yo ya lo castigué- Dijo
apurada Elisa.
-No importa, amor, yo lo voy a castigar por mentir y por tomar
alcohol. Eso, hijo mío, está terminantemente prohibido para ti hasta después
que hayas cumplido 18!!. –Con
ello, el padre inclinó a su niño sobre su regazo, sujetándolo por la cintura
para inmovilizarlo en el lugar.
-Papito,
por favoooor!!! Mamá ya me castigooooó!!!- Intentó conmover a su papá. Pero Eduardo hizo oídos sordos al
llanto de su niño, y elevó alto la mano para entregar una potente nalgada.
Plaff!!!! -
Resonó la primer palmada que aunque fue amortiguada por la ropita
deportiva que llevaba puesta, le arrancó un fuerte grito a Benicio.
-Aaauuuuuu!!!!!
No papito, noooo!!! No lo volveré a
hacer, lo prometo!!! Lo prometooo…!!- Benicio no sabía qué más prometerle a su padre para evitar más
palmadas. Esa primera muestra había dolido mucho y él sabía que su papá no se
conformaría con sólo un azote. Media docena de nalgadas después y Benicio era
una catarata de lágrimas y súplicas.
-Plaff!!!! Plaff!!!! Plaff!!!! Plaff!!!!
Plaff!!!! Plaff!!!!
-Auuu…
ayayayayyyy… nooo, no más!!! No más, papitoooo!!! Buaaaaa…!!
Pero Eduardo sabía que debía ser firme y no ceder ante las
lágrimas de su retoño para que la lección quedara grabada en el muchacho, ya
que por nada en el mundo quería volver a repetir ésta tunda. Si bien él casi
nunca había recurrido al castigo físico, cuando debía hacerlo, era una agonía
tanto para sus hijos como para él. Por lo tanto, se iba a asegurar que Ben
nunca más cometiera el mismo error.
-Por qué te ganaste éstas palmadas, Benicio?!!- Preguntó papá, bajándole
el pantaloncito junto con sus calzoncillos hasta dejarlos por debajo de las
nalgas.
Aún podían distinguirse las franjas rojitas producto de los cuatro
o cinco azotes que le dio Eli mucho más temprano.
-PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!!
PLAFF!!!! PLAFF!!!!
-No,
no, no, noooo!!! Auuuuchh… Así noooo!!! No papá, per- perdónameeee!!!!
Buaaaaaaaa auauauauuuu!!!!- Pidió
desesperado el niño, intentando subirse la ropa.
-PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!!
PLAFF!!!! PLAFF!!!!
-Responde Ben, por qué te estoy castigando!!!- Añadió Eduardo, entregando golpes alternantes en las nalguitas
coloradas de su pequeño.
-Po-poor… auuuu… auuuughhh…
por beber cer- cervezaaaaa!!!! Bastaaa, papiiiiii!!! Bastaaaaa!!!!
-Cariño, por favor, ya fue
suficiente. –La voz temblorosa de Elisa se hizo escuchar entre los chirlos
y los quejidos. Eduardo no necesitaba levantar la vista para darse cuenta de
que su esposa estaba llorando.
-Que no me entere yo que vuelves a tomar una gota de cerveza… o
cualquier otra bebida con alcohol, hijo, porque la paliza que te habrás ganado
será mucho peor que ésta, está claro?!!- Dijo Eduardo, agregando más
potencia en esas últimas palmadas.
-PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!!
-PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!!
-Yaaaaa….
Yaaa, papiiiii!!! Lo pro-… te lo promeetoooo!!! Lo juro papitooo, nunca
más… Pero papi, yaaaaaa!!!! Buaaaaaaaaaaaaaaaa…
-Y ahora mismo le pedirás disculpas a tu madre por haberla llamado
injusta, has oído?!!-
Terminó papá, con éstos 4 duros chirlos entregados en los muslos de su
chiquito.
-PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!! PLAFF!!!!
-Buaaaaaa…. Mamitaaaa, lo sientooo!!!
Pe-perdooooón… mamita per… perdónameeee!!! Te- te quiero, mamiiii!!! Lo
sientoooo!! AUUUU… Pa- papiiiii, ya nooo, ya noooo!!! Buaaaaaa…- Decía Ben con desconsuelo, sin darse cuenta que la paliza ya había
culminado.
-Ssshhh… sshhh!!! Ya está cariño, ya se terminó!!- Susurró
Eduardo, dibujando círculos en la espalda de Ben- Ssshhhh… cálmate mi niño, papi está aquí!!
Sshh!!!- Con cuidado, Edú subió la ropita a su angelito y lo ayudó a
cambiar de posición.
-sniff…
sniff… l-lo s-si-en-n-toooo!!!-
Balbuceó Benicio, acurrucándose en el regazo de su padre.
-Ssshh, Bebé!! Lo sé, bonito, lo sé!! Y te perdono, mi cielo!!...-
Le contestó Eduardo,
abrazándolo con fuerza y llenándole la frente de besos- …Pero no quiero saber que andas
bebiendo por ahí, hijo, eso es peligroso para ti… y además, si llega a haber
una próxima vez, tendré que ser más severo contigo, amor!! Y no te van a gustar
las consecuencias!!! Y nada de volver a decir injusta a tu mamita, porque sabes
que ella te ama y te corrige por TÚ bien, mi rey!!- Papá le habló con
ternura a su nenito lloroso, explicándole por qué su madre tuvo que
disciplinarlo, pero sin dejar de advertirle de las posibles consecuencias si
volvía a consumir alcohol.
-Noo,
papi, no lo haré, de veras!!!-
Benicio se hizo pequeñito entre los brazos de su padre.
-Te creo, mi niño. Sé que aprendiste la lección y que mami te
perdona también… pero… de dónde sacaste esa cerveza, cariño. –Ahora que estaba más tranquilo, había llegado el momento de
tomar cartas en el asunto. Ben tenía sólo 13 años por lo que nadie se la
hubiera vendido. Salvo que fuera un negocio clandestino… y si era así, algo
había que hacer al respecto.
-Beniciooo?!!!
De dónde sacaste esa lata, cariño? Es importante que papá lo sepa, cielito.- Le dijo mamá, acercándose hacia su hijito y su esposo.
Benicio apartó el rostro, escondiéndose en el hombro de su padre,
pero desde ahí se animó a contestar.
-Maxi
llevó unas cuantas para que brindáramos por el cumple de su novia Andrea.
-Con que esas tenemos, eh? Y de dónde sacó esas latas tu amigo Maxi?- Cuestionó
el abogado, teniendo la leve sospecha de que Máximo, el hijo de su amigo
Roberto, le habría sacado las bebidas a su padre o a su hermano mayor. Y no se
equivocó.
-Eran
de su hermano, papito, él se las sacó… pero no le digas al tío Roby, por
favor!!! Papiii, no le digas!!-
Suplicó Ben sabiendo que su padre no tardaría en poner en conocimiento a su
colega de las fechorías de su hijo, que además era el mejor amigo de Benicio.
-Tranquilo, cariño. No pienses ya en eso, si?!! Sshhh!!! Shhhhh, shhh!!!
– Eduardo mecía suavemente al niño hasta que vio que se empezaba a
dormir.
-Crees que puedas
cargarlo?!! –Preguntó Eli, viendo cómo su marido mimaba a su muñequito, que
yacía dormidito seguro en los brazos de papá.
-Claro que sí!!- Contestó
con una sonrisa. – Cariño, yo… fui un estúpido al pensar eso de ti… podrás perdonarme
alguna vez…?!!
-Por
supuesto que sí, mi amor!! Ya te he perdonado… Entiendo por qué lo hiciste.
Creo que yo también hubiera reaccionado así. Beni es nuestro bebé!!
-Qué te parece si lo llevo a su cuarto y luego… tú y yo… hacemos las paces en nuestra habitación?!!- Papá susurró con
picardía a Elisa, que lo miraba con la misma idea en la cabeza.
-Pero
apresúrate, Cielo, que Leandro no tarda en llegar… y no queremos testigos,
verdad?!!
&&&&&&
Así
Eduardo y Elisa pasaron un buen rato haciendo “las paces” hasta que el estómago
de Edú se hizo escuchar. Después de todo, habían pasado casi 5 horas desde que
el pobre abogado probó su último bocado!!!
Esa tarde, Benicio durmió como un angelito por varias horas hasta
que sus padres, fueron a despertarlo con una gran porción de torta.
…..FIN
DEL PRIMER CAPÍTULO!!!!
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