En casa de herrero… mano de hierro!!!
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El Zorro había llegado justo a tiempo para salvar a Salvio y su hijo de
las peligrosas garras de aquellos malvados que pretendían robar la recaudación
de los impuestos para las misiones.
Valerosamente, padre e hijo lucharon a la par del
héroe enmascarado, logrando reducir rápidamente a los bandidos.
-Señor Zorro, mi hijo!!- Dijo Salvio mostrando angustia en su voz al no divisar a su muchacho
en la intemperie.
-Aquí estoy, Padre!!- Contestó el jovencito, arrastrando a Mónica hasta donde estaban sus
secuaces.-Vaya con sus amigos, Señorita.- Le dijo a la mujer,
empujándola con poco tacto. El muchacho estaba resentido con la
"dama" aquella pues lo había utilizado para tramar sus artimañas, y
casi hace que se peleara con su padre por ello. Qué idiota y qué ciego había
sido al dejarse engatusar!!
El Zorro los miró con complicidad- Bien,
creo que ya no me necesitan...- Añadió. Era bueno ver que padre e hijo
habían superado juntos las dificultades.
-No señor. Cuidaremos a los bandidos
y devolveremos el dinero!- Habló entusiasmadamente el más
joven de los tres, caminando hacia su padre.
-Así es... -Contestó Salvio, con una sonrisita, abrazando a su hijo por los
hombros-... Padre e hijo trabajando pueden hacer muchas cosas... -El
Zorro les sonrió y, luego, con movimientos ágiles, se subió a su caballo negro
y se fue del lugar, saludándolos con una mano desde la distancia.
-Adiós amigos- Dijo nuestro héroe y se marchó.
-Adiós!- Dijeron, ambos abrazados.
Salvio y Eugenio lo saludaron fervorosamente, observando
cómo se alejaba del camino. Luego, el mayor de los hombres miró a su hijo con
la cara seria.
-Tú y yo tenemos mucho de qué hablar,
hijo mío. -Le dijo, sujetándole la cara
con una mano para verlo a los ojos. Su voz era firme y un tanto severa y su
hijo pudo ver la determinación que reflejaba la mirada de su padre.
-Padre, yo... lo lamento mucho! Debí
escucharte cuando me decías que ésta...mujer -Susurró con desprecio, mirando de reojo a la muchacha arrodillada a la
par de sus cómplices- sólo estaba engañándome....Lo siento, papá!!!
Salvio lo observó orgulloso. Con una sonrisa en sus
labios... pero aquello en nada interfería con la decisión que había tomado- Sé
que lo sientes... -Le dijo acariciando su mejilla- Ya
hablaremos más en casa- Agregó para el desconcierto de su hijo.
Salvio sabía que el arrepentimiento de su hijo era
sincero. Comprendía que Eugenio era muy joven aún y se había dejado llevar por
los encantos de aquella mala mujer. Había cometido un error de juicio, sí. Pero
había recapacitado y eso lo hacía sentir muy feliz, pues su niño era noble
igual que él.
Por un segundo, cerró los ojos, recordando su
propia juventud. Cuando él tenía la misma edad de su muchacho, tuvo sus propias
aventuras con chicas mayores que él. Sin embargo, jamás había desafiado a su
padre por ninguna de ellas. Por supuesto, no había sentido amor por alguna de
ellas, en cambio Eugenio había tenido la mala suerte de caer en las redes
seductoras de la viuda negra enamorándose de ella, y por eso Salvio intentaba
entender a su niño. Pero viendo la situación del lado en que estaba ahora... el
lado de padre...sabía que lo que pasó no podía quedar así, él debía hacer
algo.
Su hijo necesitaba entender que sus acciones tenían
consecuencias. Le guste o no, por su necedad, su vida había corrido peligro.
Esa noche, si no fuera por el Zorro, ambos hubieran muerto.
Sí. En cuanto estuvieran en casa, tendría unas
cuantas palabras con su muchacho, que seguro no le iban a agradar!
Una vez que la Guardia se hizo presente para
encargarse de los ladrones y poner nuevamente en la ruta el dinero, ambos -el
herrero y su hijo- se marcharon a casa, contentos de haber servido a la
justicia.
-Entra a la casa, hijo. -Dijo el mayor
de los hombres, abriendo la puerta y dejando un espacio para que su muchacho
ingresara- Por qué no te higienizas y vas a la cama?! Mañana tendremos
mucho de que hablar!-
Eugenio no sabía qué responder, y sólo movió
suavemente la cabeza en modo afirmativo-
-Con tu permiso, padre- Añadió, dirigiéndose a hacer lo que su padre le ordenó. Algo le decía
que no le iba a gustar esa charla y no quería que llegara la mañana. Pero muy a
su pesar, el sol salió más pronto de lo que hubiese querido, iluminando los
rincones de su humilde vivienda.
-Buenos días, hijo! Levántate a
desayunar...- Le dijo Salvio, mirándolo desde el
quicio de la puerta. Su hijo había estado durmiendo plácidamente mientras él lo
observaba sigiloso. Hubiera querido dejarlo dormir un poco más, pero había
mucho de que hablar ese día, y era mejor aprovechar al máximo el fresco de la
mañana.
Gruñonamente, Eugenio se puso de pie y se fue a
lavar la cara y las manos.
Cuando ambos terminaron con el desayuno, Eugenio
levantó los platos y los puso para asear, pero su padre lo detuvo poniendo una
mano en su hombro.- Eso puede esperar, hijo. Ven. Vamos a tu
habitación. Es preciso que hablemos.- Y con ello, ambos marcharon
rumbo a la alcoba del jovencito.
-Papá, yo...
-Espera, muchacho. Primero voy yo...- Eugenio se quedó en silencio, esperando a que su papá diera inicio a
la tan "temida" charla.
-Hijo, primero quiero decirte que eres un
muchacho muy valiente! A pesar de todas las amenazas que te hicieron esos
sujetos, tú te mantuviste firme...estoy orgulloso de ti, querido.- Eugenio
le regaló una sonrisa a su padre que Salvio no tuvo inconvenientes en devolver,
junto con una caricia a su mejilla.- Pero también debemos hablar sobre todo
tu comportamiento, hijo. Durante éste tiempo, has estado enfrentándome y
desafiándome por un capricho que no valía la pena. - Eugenio inclinó
la cabeza, arrepentido- Fuiste grosero, desobediente... Te saliste de
la casa aprovechando un descuido mío. No mostraste ningún sentido común, hijo.
Qué hubiera sido de ti, hmm?!- Casi gritó, pero luego dio un suspiro,
buscando calmarse- Si me hubieras escuchado desde un primer momento,
nada de eso hubiese sucedido. Te pusiste en peligro, muchacho... un peligro tan
grande que te pudo costar la vida.
-Padre... lo sie...
-Aún no, jovencito- Interrumpió papá, poniendo una mano en la boca de su niño- Además
de todo eso, mentiste, hijo mío. Me mentiste para salir a verte con ella...Eso,
muchacho, no lo voy a permitir.- Salvio habló fuerte, determinado, con un
tono severo para que su mocoso entendiera que aquello iba muy en serio. Las
mentiras y los engaños no los toleraría por nada.
-Perdón, papá! Yo lo lamento mucho! Si hubiera
algo que pudiera hacer para que me perdones... Por favor!!- Suplicó el
muchacho, con los ojos mojados, dejando escapar una lágrima.
-Aclaremos una cosa hijo. No estoy
defraudado de ti, sino de tu comportamiento. Me dices que eres grande, pero tus
acciones fueron las de un niño caprichoso. Me has mentido, me has engañado, te
pusiste en PELIGRO!!!- Iba enumerando con los dedos las faltas de su hijo- Y
por todo eso, te voy a castigar-
Eugenio abrió los ojos, temiendo que su papá se
refiriera a lo que él no quería que se refiriera. Eso sería tan vergonzoso. Sin
contar la humillación. Y él no lo permitiría.
-Te voy a dar una paliza- Sentenció,
mirando fijamente a su niño a los ojos, consiente de lo que estaría pasando por
su cabeza.
Aquello debía ser una broma -de muy mal gusto, pero
broma al fin!!- .Sí. Se había comportado como un niño encaprichado. Es cierto.
Pero ya era un adulto! Por Dios Santo! Su padre no podía hablar en serio!
-No puedes estar hablando en serio, padre! Yo ya
soy un hombre...!!!- Dio inicio a una perorata que le duró muy poco
ante la firmeza que demostraba el herrero.
-Eres sólo un muchacho...-
-Nooo... soy un hombre, papá!! Y no
te voy a permitir que quieras tratarme como a un crío!! Yo me voy de aquí!- Concluyó, abriéndose paso hasta la puerta, empujando a su padre en
el proceso.
Pero antes que alcanzara a poner un pie fuera del
lugar, su padre lo tomó del antebrazo y comenzó a tirar de él para llevarlo
hasta la cama.
-Qué haces, padre?! Suéltame.... No
voy a dejar que me golpees!- Exclamó con indignación.- No
tienes derecho!!!
-No te voy a golpear, hijo. Voy a
corregirte!!! Y lo haré porque soy TU padre y tengo todo el derecho!! Has
cometido un error y mi obligación es ayudarte a superarlo y que aprendas la
lección!- Dijo, usando toda su fuerza para
doblegar la voluntad de su niño y ponerlo sobre su regazo.
-NOOOO... noo, papáaaaa!!! Por favor..
suéltame!!
Zass... Zass... Zass... Zass... Zass...- Dejó caer
su mano pesada y áspera sobre el trasero del muchacho, que soportó callado los
primeros azotes.
Zass... Zass... Zass... Zass... Zass...- Salvio iba
aumentando la fuerza en las palmadas, provocando pequeños gruñidos de dolor en
su hijo.
Zass... Zass... Zass... Zass... Zass...Zass...
Zass... Zass... Zass... Zass...- Una lluvia de chirlos llovió por todo el
trasero cubierto por la ropa que traía puesta Eugenio.
-Auuuuu...- Se quejó el muchacho. Aún
con la tela protegiendo sus carnes, la mano de su padre parecía tan dura y
pesada como el hierro que trabajaba.
-Papá, por favooor.... no más!! Esto
es una locuraaaa... Tengo 18 años!!! Déjame... por favor!- Exclamó, empezando a lloriquear.
Pero Salvio no dejaría el asunto pasar tan
fácilmente. Así que, aprisionando la cintura de su hijo, procedió a desprender
y bajar los pantalones que protegían las nalgas del muchacho.
Eugenio sintió sus mejillas enrojecer de la
vergüenza que lo invadió al encontrarse en esa precaria situación: boca abajo,
recibiendo palmadas en la cola por haber sido desobediente. Y dejó correr sus
lágrimas libres por sus mejillas, dando rienda suelta a sus gritos y sollozos.
-Plaff ´Plaff Plaff Plaff Plaff Plaff
Plaff Plaff- Salvio continuó el castigo,
aterrizando golpes más duros en los glúteos del jovencito, que pronto pasaron a
de un color rosa claro a rojo furioso.
-Buaaaaaaaa... yaaaaaaaaaa... ya
papáaaa... l-lo si-sientoooo!!! Waaaaaaaaaaaaa...
-Plaff Plaff Plaff Plaff Plaff Plaff
Plaff Plaff- Descendía implacable el brazo
de su padre, poniendo en fuego el trasero de si vástago.
-Ayyyyy.... yaaaaaa... buaaaaaaaaa!!
Papiiitooo!!! Buaaaaaaa...-Sollozaba desesperadamente, moviéndose todo el
tiempo para salir del regazo de su padre.
-Plaff Plaff Plaff Plaff Plaff Plaff
Plaff Plaff- Y con eso, Eugenio se dedicó a
sollozar amargamente, rogando a su padre que se detuviera, prometiendo ser el
mejor hijo de toda California para que su papá detuviera la ráfaga de palmadas.
Luego de unos minutos de duros azotes, Salvio
detuvo su mano, contemplando el trasero rojo y ardiente de su muchacho. Había
sido muy duro con el castigo y lo sentía con todo su corazón, pero su niño
había cometido muchas faltas ésta vez.
Con mucho cariño, empezó a dar suaves masajes en
los hombros que se convulsionaban por el llanto sentido de su bebé.
-Shhh, ya pasó, cariño! Shhhhhh... shhh...
shhhh... Todo acabó, hijo mío!- Le susurraba, dándolo vuelta en su
regazo y acomodándolo de tal manera que la cabeza de su hijo reposaba contra su
pecho, y comenzó a mecerlo, hasta que Eugenio fue calmando sus sollozos.
Lentamente, Eugenio fue calmando sus sollozos y los
hipos, hasta que sólo quedaron sorbos ocasionales. -Lo si... lo siento,
pap- papá!! -Dijo cuando pudo controlar su respiración.
-Shhh, mi niño! Sé que lo sientes!
Pero no quiero que olvides la lección, cariño... Tu vida es lo más preciado que
tengo, y la arriesgaste por un capricho!- Lo retó un poquito más, pero se detuvo al ver a su niño hacer un
puchero.
-Pero sé que usarás la cabeza y no habrá próxima
vez, verdad, hijito?!- Le acariciaba la mejilla con ternura.
-Sí, papi! Lo prometo!- Aseguró, acurrucándose más en los brazos de su papá.
Ahora sí que no le importaba ser un niño y dormir
seguro entre los brazos de su padre!
Ariane excelenteeeee
ResponderBorrarMuy interesante....me gusto mucho.
ResponderBorrarMe encanto y si vi el cap solo para prepararme para maravilloso capitulo
ResponderBorrarGracias por sus comentarios, chicas!! =D los aprecio mucho!!
ResponderBorrarBesitos!