9.
Célia estaba escondida en el despacho de su padre, había roto uno de los
muñequitos de Rui y no quería que se enterara. Porque siempre estaban
diciéndole que no le dejaban las cosas porque no era nada cuidadosa y las
rompías. Y porque no se lo había “dejado” precisamente. Además hacía dos días
Rui echó a faltar su muñeco del capitán américa y fue directo a ella a
acusarla. Y ella se puso a llorar diciendo que no había sido y que Rui era
malo. Y su padre había reñido a Rui por ser tan tosco con su hermanita. Así que
Célia tenía muchos motivos para no querer que nadie se enterara que el muñeco
estaba roto.
Celia, al igual que todos los chicos tenían prohibidísimo entrar en el
despacho de su padre cuando él no estaba. Y Celia no era como Rui en que en lo
prohibido veía el placer. Ella no hubiera entrado sino fuera porque su padre
guardaba allí el pegamento especial ese que lo pegaba todo. Ya había intentado
arreglarlo con la barra de pegamento de la escuela, pero esa apenas pegaba el papel a la cartulina y mucho
menos el escudo del capitán américa que era de plástico.
Célia de repente escuchó la puerta de casa, y a su tía saludar a su padre,
no había manera de salir del despacho sin ser vista. Célia entró en pánico, así
que se escondió detrás de las pesadas cortinas que daban a los ventanales de
daban acceso al jardín. A los pocos segundos su padre y su tía entraban en el
despacho.
-
¿qué era eso
tan urgente que no podía esperar a qué llegara a casa? (dijo Francisco)
-
Es Sergio, le
han ofrecido un trabajo en el sur y ha aceptado.
-
Bufff (resopló
Francisco) mal asunto. ¿Sabes que él tiene la custodia de Juan y no teien
ninguna obligación contigo, no?
-
¡No me jodas,
Francisco! ¿En serio? Y yo que estaba histérica porque esta noche hay
votaciones en la casa del gran hermano (dijo con rabia Carolina).
-
Carolina, no
creo que podamos hacer mucho, Juan vive con su padre, la jueza, visto tus
antecedentes, pensó que era lo mejor
para él (Francisco sabía que Sergio era un gran padre pero no por eso iba a
dejar que se llevara a Juan a la otra punta del país. Ahora Carolina podía ver
a su hijo algún fin de semana y cuando Sergio necesitaba salir de viaje, pero
si se iba al Norte Carolina no podría ver a Juan más que en vacaciones)
-
¿has hablado
con Sergio?
-
Si (dijo
sentándose en el sillón), no puede negarse, es una gran oportunidad y pagan
realmente bien (dijo destrozada). No es justo cuando Juan nació yo ya estaba
limpia, ya me había reformado. No puedo pagar de por vida por las gilipolleces
que hice cuando era uan cría.
-
Lo siento,
Carolina, pero si pidieras al juez una revisión del régimen, no creo que fuera
a cambiar nada.
-
Tengo un
trabajo fijo, no me meto en líos, soy una madre responsable!
-
El trabajo es
en el bufet de tu padre (dijo levantando una ceja) y la tutela de Nico aún la
tenemos (Francisco corrigió con dolor) aún la tengo yo. Carolina te lo dije cuando os divorciasteis,
nunca le darán la custodia a una madre que ya le han quitado la custodia de un
hijo. Por mucho que entonces fueras una niña y ya no seas aquella cría alocada
e irresponsable.
-
Tenía 15 años
cuando nació Nico, no estaba preparada, cometí muchos errores, lo sé. Y
entiendo que me quitaran la custodia de Nico. Pero con Juan es distinto, nadie
puede decirme que he sido una mala madre para él.
-
Lo sé Carolina,
no tienes que convencerme, lo sé, he visto con mis propios ojos como has
cambiado. Pero Sergio tiene un currículo impoluto, fue un chico de matricula,
fue voluntario en una residencia para ancianos durante la adolescencia, En la
facultad trabajan y estudiaba, a pesar de no necesitarlo para nada. Es
responsable y un buen padre. No digo que tú no lo seas, pero tú pasado pesa
demasiado. Tú has estado en la cárcel por tráfico de drogas, vale tenías 18
años, ha llovido mucho des de entonces, pero (como decirle a Carolina que
ningún juez en el mundo le daría jamás la custodia a una ex drogadicta que
había pasado 2 años en la cárcel por hacer de mula, y solo fueron 2 porque
llegó a un acuerdo con el fiscal), ¿Sabes? Estoy seguro que en el bufet nadie te pondrá inconvenientes porque te
tomes algún viernes libre para bajar a ver a Juan y pasar más tiempo con él
(sobretodo porque el bufet fue fundado por su abuelo y su padre y él mismo eran
socios) . Y Sergio es un tío razonable, te lo ha demostrado muchas veces.
Seguro que no pondrá problemas porque vayas a verlo, peque (dijo acercándose a
su cuñadita y pasándole el brazo por encima para darle un chaconcito de cariño).
-
No es lo mismo
Francisco (dijo con lágrimas en los ojos).
-
Lo siento,
peque, de verdad. No te mereces esto, te has esforzado tanto (dijo quitándole
las lágrimas con la yema del dedo gordo como si fuera una niñita).
Francisco estuvieron aún rato más
hablando hasta que sonó el teléfono de Carolina y salió para hablar en privado.
Francisco dejó un par de dosieres encima de su mesa para consultarlos después y
se fue a poner algo más cómodo. En cuanto su padre salió del despacho, Célia
salió de su escondite, estaba alucinada, por lo que había oído, y no
precisamente por la parte en que Sergio se iba a llevar a su primo Juan muy
lejos. En casa no era un secreto que Carolina había sido una bala perdida de
adolescente, ¡Tuvo un hijo con 15 años y sus padres la echaron de casa! Pero lo
de las drogas y la cárcel era la bomba, ahora entendía Célia porque su padre
seguía enfadado con Armando por que lo arrestaran.
Celia, salió del despacho y
corrió a la habitación de Rui y Nico, para contarles lo que acababa de
escuchar. Ser interesante siendo la pequeña y la única niña en una cas llena de
chicos era difícil y Célia no iba a malgastar la oportunidad.
-
Sé una cosa que
vosotros no (entró presumiendo en la habitación que compartían Rui y Nico)..
-
Ceeeeeeeeeeeeeeelia,
te he dicho que llames antes de entrar (se enfadó Rui).
-
Pero es que sé
una cosa muy fuerte (dijo abriendo mucho los ojos).
-
¿Qué el
ratoncito Pérez no existe? (dijo Nico riéndose de su prima)
-
¡Eso lo sé des
de los ocho, idiota! No es algo superfuerte sobre la tía Carolina.
-
¿Sobre mamá?
(preguntó Nico extrañado).
-
Sí, la tía
Carolina estuvo en la cárcel (soltó como una bomba).
-
Sí, claro, y
huyó haciendo un túnel con una cucharilla. Anda lárgate a jugar con tus
barbies, renacuaja (Rui empezó a empujar a su hermana hacia la puerta, mientras
se reía de ella. Pero Nico no reía, él sabía que lo que decía su prima era
cierto. Pero su tío le había dicho que era un secreto y que por ninguna
circunstancias debía contárselo a nadie).
-
Nooooo! (dijo
dándose la vuelta y empujando a su hermano) es verdad! No miento, se lo oí
decir a papá y a la tía en el despacho.
-
¿Y qué hacías
tú en el despacho de papá? (Y entonces Rui se percató de lo que le asomaba por
el bolsillo del pantalón a su hermanita, era su capitán américa. Rui se enfadó
muchísimo, llevaba días buscándolo. Y el enfado pasó a ser un cabreo de
magnitudes astronómicas cuando al quitárselo se dio cuenta que el escudo estaba
roto) eres niña muerta, Célia (y fue agarrarla pero Célia le mordió haciendo
que Rui aullara y no era para menos Celia le había hecho sangre y todo)
aaaaaaaaaaaaaau (Célia aprovechó para salir corriendo. Rui la empezó a
perseguir por toda la casa agrito de yo te matoooooó).
Francisco salió de inmediato de
su cuarto al oír el escandalo, Celia y Rui estaban corriendo por toda la casa,
mientras se gritaban todo tipo de amenazas y de insultos. Armando había
intentado detener a Rui pero el mocoso era escurridizo como una anguila. Célia
viendo que iba acabar por alcanzarla en algún momento, se escondió tras su
padre a grito de “papi ayuda, me quiere matar”. Rui se detuvo, no era idiota,
no iba enfrentarse a su padre, pero le echó una mirada a su hermana de espera a
que papá se vaya de casa y nos quedemos a solas.
-
Rui, no quiero
que os persigáis de esa manera ni esos insultos ¿Qué ha pasado ahora? (dijo
molesto, entre esos dos siempre pasaba algo) ¡Rui! Estás sangrando (dijo al ver
la mano ensangrentada de su hijo)
-
Esa perra
rabiosa me mordió (y fue decir eso y llevarse 4 palmadas durísimas en el
trasero. Rui sabía perfectamente que a una chica no se le podía llamar perra,
pero no lo había dicho en ese sentido, lo había dicho porque le había mordido
como hacen los perros) PLASS PLASS PLASS PLASS
-
AAAAAAAAAU no
quería decir eso (dijo llevándose la mano buena al trasero).
-
Vamos a poner
algo en esa herida para que deje de sangrar y no se infecte (dijo aún enfadado.
Y se giró hacía su hija) Y tú, señorita, te quiero con la nariz plantada en esa
esquina (señalando una de las esquinas del pasillo) hasta que te diga otra cosa.
-
De verdad que
no quise decir eso (dijo Rui con lágrimas en los ojos porque pensaba que su
padre le estaba llevando al baño para lavarle la boca con jabón. Y Rui odiaba
el jabón con todas sus fuerzas). Bueno sí, pero no, en ese sentido.
-
Rui, quieto, sé
que no lo dijiste en ese sentido (dijo más sereno Francisco y haciéndolo sentar
en el borde de la bañera y colocando la mano bajo el grifo) ¿te has lelvado un
buen mordisco, eh?
-
Si. Esa no se
lava los dientes se los afila ayyyyyy (se quejó al sentir el escozor del
antiséptico sobre la herida) sopla papá sopla (dijo sin darse cuenta de que
podía sonar muy infantil para un chico de 12 años. Francisco sopló sobre la
herida, sabía que no hacía nada, pero los niños siempre habían sentido una
especie de alivio cuando él o su madre les soplaban).
-
Vamos a poner
una venda en esa mano ¿vale?
-
Moooola (dijo
feliz Rui).
-
Si, mola mucho
(repitió Francisco rodando los ojos. ¿Que tenían los niños con las vendas y las
tiritas que les fascinaban tanto?) A ver, Rui, ¿A qué venía todo ese alboroto?
-
¿Te acuerdas
que el otro día no encontraba a mi capitán américa? (Francisco asintió con la
cabeza mientras buscaba las vendas en el botiquín ¿cómo olvidarlo? el niño
estuvo de lo más pesadito con lo de si alguien lo había visto, hasta ofreció
una recompensa) Pues lo tenía ella, todo el rato, y no solo eso, sino que lo ha
roto.
-
Lo siento, hijo.
El sábado te llevaré al centro comercial y compraremos otro
-
Noooo (dijo
enfadado pero enseguida se dio cuenta que le había gritado a su padre)
-
¿no? (preguntó
sorprendido y Rui bajaba la cabeza)
-
¿Qué pasa hijo?
(dijo levantándole la barbilla para que le mirara a los ojos) a ti te encanta
comprar juguetes nuevos.
-
Papá tengo 12
años, ya no juego con…con juguetes (dijo pero triste)
-
¿Entonces a que
viene tanto revuelo¿
-
Es que…(Rui no
sabía si hablar, porque no sabía como reaccionaría su padre) es que, ese fue el
último regalo de mamá (Francisco se quedó blanco. Por eso el niño se había
pasado los últimos días buscando por toda la casa y dando la paliza con el
muñeco, a pesar que cómo había dicho Rui hacía tiempo que no jugaba con
muñecos).
-
¿está muy roto?
-
El escudo (dijo
flojito y poniendo morros)
-
Seguro que lo
podemos arreglar (dijo con una sonrisa tierna).
-
Pero estará
roto (dijo con una mueca de pena).
-
No creo que
Celia lo hiciera a propósito. Sabes que ella solo quiere todo lo que tienes
porque piensa que su hermano Rui es el más guay del mundo ¿verdad?
-
Papá, eso ya no
cuela, no tengo 5 años. Siempre está entrando en nuestra habitación y agarrando
mis cosas sin permiso. Por ser la peque siempre hace lo que le viene en gana y
no pasa nada. Ha roto el capitán américa y no pasa nada, “se puede pegar y ya
esta” (dijo imitando a su padre).
-
Hablaré con
ella.
-
Yaaaa (dijo sin
creerle. Su padre siempre hablaba con Célia pero Célia siempre hacía lo que le
salía de las narices, porque su padre le reía todas las gracias. Y entonces
recordó lo que le había dicho antes su hermana, y para vengarse por lo de su
Capitán América, decidió algo que todos sus hermanos dirían que es de
sabandijas, se chivó de ella)
-
Tienes mi
palabra que tendré una charla muy seria con tu hermana y que no entrará más en
vuestro cuarto, si vuestro permiso. A mi me hará caso, soy el papá aquí jajaja
(dijo para animarle)
-
Ya, como “no”
entra en tu despacho sin tu permiso.
-
¿Qué? (dijo
parando lo que estaba haciendo) ¿Qué quieres decir, Rui? Habla (le ordenó muy
serio. Francisco les tenía prohibidísimos entrar en su despacho sin su permiso
y era una de esas cosas que Francisco no transigía, ese era su lugar de trabajo
y los niños no tenían nada que hacer allí dentro)
-
Pregúntaselo tú
mismo, a la señorita embustes (dijo con
rabia) Yo NO soy un chivato (dijo haciéndose el buen hermano pero era muy
consciente que ya había lanzado la bomba).
-
Te lo estoy
preguntando a tí, Rui. ¿Cuándo ha entrado tu hermana en mi despacho? (dijo muy
serio, Rui no estaba dispuesto a que su padre se cabreara más con él por culpa
de la mocosa destructora de capitanes américa)
-
Antes
-
¿antes? Cuando?
-
No sé, cuando
llegaste y tú y la tía estuvisteis hablando (dijo encogiéndose de brazos). En
cuanto te metiste en tu habitación nos vino con una trola sobe la tía, esa
mocosa tiene mucha fantasía, debería escribir novelas policiacas (dijo con
sarcasmo Rui).
-
¿Y qué es lo
que ha dicho tu hermana?
-
Pues que la tía
es una ex presidaria, la tía Carolina, jajajaja ¿Te la imaginas con mono naranja?
Jajajaja (Rui se ría como si fuera la idea más ridícula del mundo).
-
Tu hermana
escuchó una conversación privada entre tu tía y yo, no debió estar allí y mucho
menos después ir con chismes por ahí (dijo blanco Francisco)
-
¿es verdad?
(dijo alucinando Rui).
-
Sí, fue hace
mucho tiempo, cuando tú tía aún era una cría. .
-
Wooooooala
mooooola ¿lo sabe Nico? Quiero decir ¿Sabe que es verdad?
-
Si, se enteró
durante el divorcio (dijo con una meuca de disgusto. vuestra tía jamás ha
querido ocultárselo. Fue cosa mía). Vosotros eráis muy pequeños, os dijimos que
la tía estaba en el extranjero haciendo posgrado.
-
Sí, ahora que
lo dices, no se puede hacer un posgrado si no tienes una carrera ¿no? (se
sintió muy idiota)
-
No. Como he
dicho erais pequeños y no entendíais. Fue cuando tu madre y yo obtuvimos la
custodia de tu primo Nico.
-
¡y porque la
metieron?
-
Eso no importa
ahora, lo que importa es que tu tía cambió y ahora es la mejor tía que jamás
podríais tener y que os quiere mucho.
-
Lo sé, papáaaaa
(dijo rodando los ojos) ¿pero qué hizo? (Francisco lo pensó y decidió que ya
era lo suficiente mayor para saberlo. Y quizás así aprendiera que las drogas no
traían nada bueno)
-
Tuvo problemas
con las drogas y acabó en la cárcel.
-
¿La Tía
Carolina? (abriendo mucho los ojos, no se lo podía creer) ¡Pero si ni toma
aspirinas!
-
Bueno ahora que
sabes la verdad, confío que seas discreto, no es algo para ir diciendo a bombo
y platillo.
-
¿Cómo hizo
Célia? (dijo con malicia y Francisco se hundió de hombros y asintió) ¿se la va
a cargar está vez, verdad?
-
No deberías
alégrate que tus hermanos estén en problemas, Rui (le riñó).
-
Ella se alegra
cuando soy yo. Además siempre soy yo, por una vez que no lo soy, déjame
disfrutarlo (Francisco le habría dado la razón pero últimamente Armando estaba
haciendo números para quitarle el puesto).
-
Ruiiiiii (le
advirtió en un tono muy intimidante).
-
Ok ¿Estoy en
líos yo? (dijo tímidamente)
-
¿por intentar
pegar a tu hermana y insultarla)
-
¡Ella me
mordió! (enseñándole la mano ya completamente vendada).
-
Y por eso esta
vez te libras con esto (y lo levantó y le dio 15 palmadas no muy fuerte pero ni
de lejos eran caricias eso se lo podía asegurar Rui) PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS
PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS.
-
AUUUUUUUUUUUUUUUU
QUE ESTOY HERIDO (se quejó Rui pero ni siquiera lloró, si que habían dolido
pero ni de lejos había sido la peor zurra que había recibido por pelearse con
su hermana)
-
Anda mi pequeño
tullidito, para la cocina que ya va siendo hora de la merienda. Llama a tu
primo ya Armando, que ese sino le pones la comida en la boca no merienda (dijo
removiéndole el pelo. Y lo echó del baño de una palmada, esta vez, de las
fuertes para que no rechistara más).
Definitivamente me encanta esta familia.
ResponderBorrarCreo que por lo que dijiste de Armando es de los mios jajajaja yo tampoco como si no es quebo tengo la comida enfrente!!!!!
ResponderBorrarPero que hisoria la de la tía Carolina!!!!!
MI PADRASTRO ME DICE COMO TE ATREVES AGREDIR A TU HERMANASTRA MENOR ME PONE DE RODILLAS YO LE DIGO NO PADRASTRO NO ME PEGUES EL ME AGARRA A BOFETADAS CON TODAS SUS FUERZAS PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFPLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFPLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFPLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFPLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFPLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFPLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFPLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFPLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFPLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF PLAFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF
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