jueves, 24 de agosto de 2017

De traqueto a niñera



Hola holaaaa :)
Espero estén muy bien! Hace mucho que no escribía aquí, pero espero no haber perdido práctica
Ojala les guste ;) por favor comenten!
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En esta historia, Catalina nunca “murió” y más bien se quedó viviendo en casa de su mamá. Ella estaba embarazada del Titi cuando se lo llevaron a la cárcel y su mamá la ayudó a cuidar a su hijo, por lo que se fueron poco a poco reconciliando…
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El hombre observó desde su camioneta el barrio en el que había crecido y pasado los años más tranquilos de su vida mientras se distraía con los recuerdos. Cuantas más casas pasaba, más rostros se le venían a la mente, pero había uno en especial que aún después de tanto no había podido ni querido olvidar.
La camioneta se estacionó abruptamente, justo frente a la casa de la mujer en la que no había dejado de pensar desde su extradición… Justamente la misma que era la madre de su hijo… Hijo que ni siquiera conocía pero del que vaya que había escuchado. Él todavía tenía oídos en cada esquina de esa ciudad.
-Señor, los demás ya revisaron y todo está despejado- le avisó uno de sus escoltas, a lo cual el hombre sólo asintió. No es que tuviera de qué preocuparse, la DEA tenía un trato con él y la policía de su país jamás había osado ponerle un dedo encima en el pasado.
Aurelio observó ahora atentamente cómo los escoltas se bajaban del vehículo e iban directamente a tocar la puerta de la casa sin siquiera molestarse en disimular mucho sus armas. Estaba bien, Catalina estaba acostumbrada a los detalles de ese mundo.
No obstante, la única que salió de la casa y que al verlo se acercó decididamente fue doña Hilda, la abuela de su hijo. Lástima que no lucía la mejor expresión del mundo por verlo nuevamente.
-Titi, ¿qué se le ofrece?- le preguntó un poco más hostil de lo que probablemente debería y sin siquiera molestarse en subir al vehículo.
-Buenas, doña Hilda- trató de forzar una sonrisa encantadora de esas que tan bien le salían en un día común y corriente- ¿Está Cata?-
-¿Qué no estaba usted en la cárcel?-
Vieja metiche.
-Estaba. ¿Y Cata?-
-Mire, Titi, la última vez que se nos acercó nos desgració la vida a todos y usted está muy mal si piensa que no voy a llamar a la policía para…-
-Quiero a mi hijo conmigo, doña Hila, y lo quiero ya- levantó la voz, logrando callar a esa mujer tan irritante- Si sabe lo que le conviene a usted, a su noviecito y hasta a sus hijas- porque había escuchado que ahora eran dos- No va a llamar a nadie y más bien me dice ahora mismo donde está Catalina, que quiero hablar con ella-
Antes de que Doña Hilda pudiera responder y por ende hacer un escándalo más grande, la mujer en cuestión apareció a la vuelta de la esquina con una bolsa de mandado en una mano y con la otra sostenía el brazo de un niño con la expresión más fastidiada del mundo, mientras que dicho niño no hacía más que jalonearse.
-Es ella, los quiero a los dos- dio la instrucción a sus demás escoltas mientras que los que estaban con Doña Hilda se encargaban de meterla de nuevo a la casa lo más discreta y silenciosamente posible.  
Aurelio esperó a que los escoltas regresaran a su “suegra” a la casa mientras observaba como Catalina intentaba regañar al niño, tan sólo para que éste se jaloneara más fuerte.
-Oye niño- alcanzó a gritar por la ventana del auto, logrando que Catalina le dirigiera la mirada más estupefacta posible- Hazle caso a tu madre-
-¿Y a usted quién le habló?- alcanzó a leer los labios del niño, cosa que no le agradó mucho porque #1 tanto desdén significaba que el peladito no lo conocía ni en foto y #2 porque no le agradaba esa actitud e iba a hacer las cosas más difíciles.
-¿Titi?- Catalina al parecer estaba más centrada… en shock pero centrada- ¿Pero qué hace aquí tan campante? ¿Qué usted no estaba en la cárcel con los gringos?- la chica estaba tan incrédula que ni siquiera había reaccionado del todo.
-Estaba, mi Cata, estaba- repitió antes de que uno de los escoltas pudiera tomar la bolsa de mandado para dejarla en la casa.
Dio una señal a los guardias y, en cuestión de nada, éstos ya tenían bien sostenidos a la mujer y al niño, quien al instante comenzó a jalonearse y forcejear aún más que con su madre, si es que eso era posible, mientras gritaba y gruñía. Sin embargo, Catalina instintivamente se dejó subir… de pronto se sentía de nuevo como una niña de 15 años en busca de joyas y billete. Y esque simplemente no se creía lo que estaba viendo, con el Titi ahí frente a ella sentía como si los últimos seis años no hubieran pasado.
-¡Mamá! ¡¿Quién demonios es este?!- Catalina al fin volvió su atención a su hijo, quien seguía forcejeando con el guarura.
-Gabriel- lo tomó del brazo para que se tranquilizara, al fin captando su atención- ¿Te acuerdas que un día te conté de tu papá?-
Fue cuando el niño volteó a verlo como entendiendo y el Titi no pudo evitar sonreír. El pequeño era el niño más apuesto que hubiera visto; tenía los ojos grandes y el cabello lacio y obscuro de Cata…
-¿Gabriel? ¿Pero qué clase de nombre es ese?- le preguntó a Catalina.
-Uno mejor que Aurelio- repuso el niñito frunciendo el ceño.
El Titi ahora sí no aguantó la risa. Pero vaya que tenía carácter el peladito…
Sí, definitivamente había sido la mejor decisión de su vida…
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Había sido la peor decisión de su vida.
Solamente llevaba un mes de que se había llevado a su “familia” con él y ya no aguantaba al mocoso insoportable que se suponía era suyo. Y Catalina… Catalina le estaba costando más dinero que antes, si es que eso era posible.
No había pasado un día sin que su “mujer” se fuera de compras y asimismo no había pasado un día tampoco sin que el mocoso ese se aventara un show mundial.
-Ya llegué- Titi se levantó del sofá molesto.
-Pues ya era hora-
Catalina hizo una mueca de falso pesar ante el reclamo.
-Ay, ¿y ese tono?-
-¿Y ese tono?- repitió él estupefacto- Yo puedo poner el tono que se me antoje, y más después de estar aguantando tanto griterío estúpido todo el día-
-No sé de qué hablas- comenzó a revisar sus compras.  
-Ah, ¿no sabes?-
-No, ni idea-
-Te explico- fue y le quitó la bolsa que traía en la mano- El mocoso ese es un malcriado y un salvaje-
-¿Usted hablando de salvajes, Titi?- ahora sí se rió burlona- Esto sí que es único-
-¿De qué te ríes?- él no estaba de humor para bromas ni para estarse riendo de la nada- ¿No ves lo insoportable que es este mocoso?-
-Bueno, ¿y yo qué hago?- lo miró ahora más seria.
-Pues no sé, a lo mejor dejar de irte de compras y darle un jalón de orejas a ese chiquillo-
-Ay, no. ¿Enserio me sacaste de casa de mi mamá para tenerme encerrada cuidando niños?-
-Pues… no, pero-
-Pero nada, Titi. Tú te la has pasando de lo lindo estos años, porque de seguro siendo el traqueto que eres no has tenido problema aunque estés en la cárcel, pero yo me la he pasado de pobre y limpiando mocos. Voy a descansar porque ya me toca, y punto- tomó de nuevo su bolsa de compras.
El hombre se le quedó viendo incrédulo. Nunca, ni en sus momentos más frívolos Catalina había sonado tan fría.
-Ah, pero mira. Que fácil, ¿no? ¿Y ese niño qué? Se la pasa haciendo ruido, tirando todo… A mí ya me tiene harto, a mí…-
-A mí no me importa- lo interrumpió ella- Y que pereza que me estés reclamando como señora amargada, Titi. Nosotros nos la estamos pasando bien, no lo arruine… Si no le gusta cómo se porta el niño, pues dígale algo usted-
-Ah, y que la nana sea yo, ¿no?-
-Pues no estaría mal, para variar. Porque usted no se le ha parado enfrente desde que nos trajo, ¿o sí?-
Y Titi la odió en ese momento, porque era verdad. Al principio había quedado encantado con la actitud tan directa del niño, pero después había resultado- Y Titi se moría de vergüenza de admitirlo- intimidante. ¿Por qué no podía tener un hijo normal como los otros que sentían admiración por sus padres y ya? Este niño… era diferente. Titi podía sentir el rechazo, el desafío, todo… ese niño era demasiado dado a la confrontación.
-Pues yo tampoco- continuó Cata- Y no planeo hacerlo, Titi, que pereza. Una también se cansa, y yo estoy cansada de ese niño-
Titi se le quedó viendo estupefacto… Tan cínica!
-Pues a ver cómo le hace- sentenció una vez que recobró la compostura- Pero mañana quiero a ese niño metido en cintura. Y me hace el favor y no me lo deja solo… Sirve que le enseña a respetar, que buena falta le hace-
Catalina no le respondió pero le dirigió una mirada al hombre fulminante mientras abandonaba la habitación
¿Volver a estar pegada al mocoso el día entero? Ni en un millón de años…

2 comentarios:

  1. me gusta tu capitulo!!

    escuche hablar de la novela, pero la verdad es que nunca la vi.

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  2. jajajaja que divertido fue leer del Titi y ahora en rol de papá jajaja mm creo que va a tener que ser él quien meta en cintura a ese hijo suyo...
    Aunque mm tiene 6 años el niño??
    La Cata bien cínica como la recordaba jajaja
    Uuuff si que me hiciste recordar el pasado con esta historia!!
    Ojalá sigas escribiendo más!!

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