domingo, 8 de septiembre de 2019

BUENOS AMIGOS




BUENOS AMIGOS

- TED'S POV  -


¡Por fin era la hora del almuerzo! Me moría de hambre. Mi tripita estaba sonando tan fuerte que no sé cómo la profe pudo seguir dando clase. Mike y yo fuimos corriendo al comedor. Saqué mi sandwhichera y cogí el zumo de naranja y el sándwhich de atún que me había preparado papá. También me había dejado una de sus notas.

Espero que estés teniendo un gran día, campeón. Cómete la fruta también. Te quiero mucho”.

Sonreí y cogí la manzana. Papá me la había partido en trozos. Yo ya había aprendido a partírmela solito, pero tardaba mucho. Y a papá no le gustaba que manejara los cuchillos, ¡pero ya no era un bebé! ¡Tenía ocho años!

… Bueno, tal vez papá lo partía mejor. Yo hacía un poquito de estropicio.

Jugueteé con el sándwhich mientras Mike iba a por su comida. Él pagaba la del comedor, porque su familia era rica. Tenía ganas de empezar a comer, pero decidí esperarle. Papá decía que eso era de buena educación.

Giré la cabeza para buscar a Harry y a Zach. Ellos llevaban muy poco tiempo en el cole, pero ya había muchos niños a su alrededor, tenían muchos amiguitos. Les saludé con la mano y ellos me devolvieron el gesto. Barie y Madie ya habían comido, los de primer año comían antes. Solo me faltaba Alejandro, pero no le veía por ningún sitio. Busqué a sus compañeros de clase y fue entonces cuando le vi dándole su sándwhich a otro niño. Iba a ir con él para decirle que eso no estaba bien, pero entonces me di cuenta de que al otro niño se le había caido su comida al suelo.

Me sentí muy orgulloso de mi hermanito. Me levanté de mi mesa y fui hasta él, para darle la mitad de mi sándwhich. Luego regresé con Mike, que ya había cogido su comida. Tenía una ensalada y nuggets de pollo con patatas. Se fijó en mi medio sándwhich y no dijo nada, simplemente puso la mitad de sus nuggets en mi sándwhichera. Sonreí. Tenía el mejor amigo del mundo.

Terminamos de comer y yo sentía que tenía mi pancita llena, pero Mike quiso comprarse unas chuches. También las compartió conmigo, pero me dio algo de vergüenza. Siempre me estaba prestando o regalando sus cosas.

- Tú me prestas a tu padre – me susurró.

Detuve mi mano a dos centímetros de mi boca, a punto de meterme una gominola.

- Si quieres puedes ser mi hermanito también. Ya tengo muchos, y papá dice que dentro de poco va a venir otro bebé.

Mike me sonrió y chocamos las manos, para sellar nuestra nueva adquirida hermandad.

Después de comer las clases pasaron muy rápido y a la salida eché a correr para llegar donde estaba papá.

- Hola, peque – me saludó y me dio un abrazo. Estaba agachado en el suelo para llegar mejor. - ¿Qué tal en el cole?

- Bien.

- Uy, qué respuesta tan cortita. ¿No me cuentas nada?

- Ale le dio su sándwhich a un amigo suyo, porque su comida se cayó. Yo le di a él la mitad del mío y Mike compartió sus nuggets – le conté. Era lo más interesante que me había pasado ese día.

- Eso fue muy bonito, por parte de los tres, cariño. ¿Le diste las gracias a Mike?

Asentí y observé a mi amigo desde la distancia. Ese día había ido a recogerle su madre, uno de los pocos, porque muchas veces se venía con nosotros.  

- También me dio de sus chuches.

- ¿Chuches? ¿Cuándo? - me peguntó papá.

- Después de comer – respondí y nada más decirlo recordé que se suponía que yo no podía comer chuches por dos días. Estaba castigado sin postre y sin chuches porque papá me había visto echar mis verduras en el plato de Alejandro...y no era la primera vez. Pero es que a él le gustaban el pimiento y las acelgas y a mí no.

Miré a papá y me tembló el labio.

- No me acordé, papi, fue sin querer – le dije y era verdad. No había querido desobedecerle, es que se me olvidó. Escondí la cara en su camiseta porque no quería ver que se enfadaba conmigo. Desde ahí notaba su respiración y por eso le escuché suspirar.

- No pasa nada, Teddy.

Me asomé un poquito, solo un poquito para ver su expresión, y en verdad no parecía muy enfadado, pero no las tenía todas conmigo. Me tapé el pantalón por si acaso.

- No te voy a castigar, peque – me dijo, y me sacó la mano. Me cogió en brazos sin mucho esfuerzo, porque era super fuerte. Me daba algo de vergüenza, pero también me gustaba estar ahí arriba, así que pasé los brazos por su cuello. - Qué bueno que Mike compartiera contigo y tú con Jandro. Y Jandro con ese niño. Ahora en cuanto salgan tus hermanitos nos vamos un ratito al parque, ¿quieres?

- ¡Sííí! - exclamé. - ¿Puedo enterrar a Ale en la arena?

- Ya veremos, renacuajo. A lo mejor te entierro yo a ti.

Me hizo muchas cosquillas en el costado.

- Jiji. ¡Ah, papi! Mike es mi hermanito ahora – le informé. Papá me miró extrañado por unos segundos, pero luego me sonrió.

- Tomo nota, campeón.

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