miércoles, 3 de abril de 2013

Capitulo 4


Óscar estaba más que harto de su “sobrinito”, nunca se hubiera imaginado que Mark pudiera ser tan desconsiderado, sinvergüenza y mal educado. Se hacía cruces que fuera hijo de Fred y de su hermana. Fred era tan podidamente recto que parecía que llevara todo el día una escoba metida en el culo. Y Cris, bueno ella no era un compendio de virtudes, ninguno de ellos lo eran. Pero jamás se comportó de una forma tan atroz como se comportaba su propio hijo. Sino fuera porque Mark se parecía bastante a su madre hubiera dicho que ese pequeño vándalo no era hijo de su hermana.
Óscar estaba dispuesto a echarle una mano con Mark, para algo era su hermano mayor. Además se sentía con un deber moral con Mark, él era su sobrino mayor y todos esos años solo lo había visto un par de veces al año. Siempre le decía “tu puedes contar con tu tío para lo que sea” pero q cientos de kilómetros de que iba a servirle él. Todos esos años Mark y Bea solo habían tenido a la familia de Fred, que al ser hijo único se resumía en los abuelos paternos. Los chicos no sabían bien que era una familia. No en el sentido amplio de la suya. Eso no excusaba su comportamiento. Silvia, su cuñada, era hija única y era una mujer super dulce y considerada.
Aquella noche había estado hablando con Elena de lo que había pasado, y Elena le había dicho que lo mejor sería mantenerse al margen, y dejar que Cristina se las apañara sola. Al fin y al cabo eran sus hijos. Pero Óscar no podía simplemente mirar hacía otro lado, porque en cierto modo le afectaba demasiado. Y no porque se tratara de su dinero el que había robado Mark, sino porque Mark era de su familia. Y nadie de su familia iba a ser un pequeño delincuente.
Al llegar debajo de la tienda le dio una escoba y un recogedor.
- Barrer y después fregar. (Óscar ordenó como si Mark fuera un soldado) Lo quiero todo como una patena, que se pueda comer en él suelo. Cuando acabes me avisas que te daré un trapo para que limpies las estanterías.
- ¿No tienes una señora de la limpieza que te haga eso? (le dijo con sarcasmo)
- La tengo, pero le he dicho que no viniera, el dinero que me ahorro en ella es lo que pagará tu pequeño hurto.
- Yo no te robé esos 50 euros (dijo muy serio pero aun con desprecio).
- A parte de ladrón, también eres un mentiroso, realmente eres una joya, sobrinito (dijo con el mismo sarcasmo que segundos antes le había contestado su sobrino). Tienes 40 minutos, después te pondrás con los estantes (y Mark entró en el despachito y se puso a repasar los libros de cuentas).
- Te odio (fulminándolo con la mirada).
- Muy bien, puedes odiarme mientras limpias (y puso las noticias en la radio. Mark estuvo muy tentado de destrozarle la tienda a su tío, pero tras lo encontronazos con sus tíos de las últimas horas decidió que mejor sería acabar con aquello rápidamente y volver con su vida).
Mark obedeció y barrió, después fregó y cuando hubo acabado su tío le ayudo a limpiar el polvo de los estantes y de los aparatos que estaban de muestra. A las nueve cuando la tienda abrió todo estaba impoluto, Óscar no recordaba la tienda tan limpia en años, daba gusto entrar. Tras felicitarle por el trabajo, Óscar pasó a encargarle la siguiente tarea. Que era limpiar y ordenar el pequeño almacén donde guardaban toda la mercancía. De vez en cuando alguno de los dependientes entraba en el almacén y lo ayudaban un poco. Todos decían lo mismo “pero que no se entere tu tío” pero en realidad los enviaba el mismo Óscar. Porque sabía que aquella era una tarea realmente dura y que normalmente cuando decidían que ya era hora de poner orden en aquella locura lo solían hacer entre todos y ese día cerraban la tienda antes.
A media mañana Mark fue al bar de enfrente y pidió dos bocadillos de bacón, pimientos y queso y un par de refrescos para llevar. Sabía que el niño no había querido desayunar porque tenía demasiado orgullo y peor mal carácter. Pero eran las once y llevaba de las siete y media haciendo trabajo físico y quería castigar a su sobrino, no matarlo. Así que entró en el almacén sacó un par de taburetes y sobre una de las cajas de las lavadoras puso un mantelito y sacó los bocadillos y las latas.

- No sé si te gusta, a tu tío Miguel le encanta. Solo se pasa por la tienda para poder comerse uno d estos. El dice que es para verme, pero los martes que cierra y las tres semanas que cierra Bruno (el duelo del bar de enfrente) en Agosto a tu tío no se le ve el pelo (Mark no dijo nada solo tomó el bocadillo y le dio un gran mordisco, se moría de hambre), de nada hijo, de nada. Mark al menos mastica.
- Está buenísimo (dijo asombrado Mark, Óscar rodó los ojos)
- Ya veo que Bruno acaba de ganarse otro fiel cliente contigo jajaja. Tienes que probar el bocadillo que hace de pinchitos, es sublime.
- No, no, a mí me gusta éste.
-         Ya veo jajaja (casi se lo había cavado, Mark más que masticar engullía). Anda, bebe un poco y cómete el mío también (Mark se lo quedó mirando fijamente). Ya te he dicho que a mí me gusta más el de pinchitos, yo voy a por otro y acabamos de comer.
-         Tío Óscar (dijo Mark justo antes de que su tío saliese por la puerta, pero a continuación se quedó mudo).
-         ¿Si, Mark? (le miró intentando averiguar que erea lo que parecía costarle tanto preguntarle)
-         ¿podría probar también el de pinchitos?
-         ¡Quieres comerte tres bocadillos!
-         Mamá dice que tengo que comer mucho porque estoy creciendo.
-         Jajaja pero no creo que se refiera a bocadillos de bacón, pimientos y queso precisamente. Ok, pero si le dices algo a tu madre te mato ¡Y más vale que te comas tu palto al medio día!
-         Ningún problema, siempre que no sean coles de Bruselas o brócoli.
-         Tomo nota, la próxima vez que te pases de listo conmigo te estaré haciendo comer coles de Bruselas y brócoli durante una semana (dijo para chincharle).
-         Tío Óscaaaaaar (protestó de la misma forma que hacía su Pablo. Óscar no puedo más reírse).
-         Jajajaja voy a por esos bocadillos antes que te comas el mantel también jajaja.

Aunque Óscar le tuvo todo el día trabajando sin parar, no fue tan horrible como pensaba y cuando a las dos cerraron para comer, Óscar le preparó buen plato de macarrones con carne picada, salchichitas y costillitas que hizo relamerse los dedos a Mark. Óscar por su parte se dio cuenta que cuando Mark dejaba de comportarse como un grano en el culo podía llegar a ser un chico muy majo. Y que más valía hacerle un traje de encargo que invitarlo a comer, menudo pozo sin fondo estaba hecho Mark. Recordó cuando ellos tenían la edad de Mark y su madre siempre les decía que casi todo su sueldo se le iba en llenar la nevera. Pensó que si entonces ellos comían como Mark su madre no exageraba en nada.  Sobre las cuatro llegaron Cristina y Bea. Bea se veía llena de felicidad casi en éxtasis, cuando pillo por banda a Óscar importó bien poco que apenas hablara español, y mezclará el holandés, el inglés y el español, Bea le estuvo explicando la excursión con todo tipo de detalles. Cristina tuvo que decirle varias veces que dejara a su pobre tío tranquilo pero Óscar dijo que le encantaba oír a su sobrina. Cristina pensó que era por la novedad, porque no estaba acostumbrado a hablar con Bea. Desde que llegaran Bea apenas decía 4 o 5 palabras. Pero su Bea, su Bea de antes de que su marido se largara y tuvieran que regresar a España, esa Bea era una pequeña cotorrilla. Muchas veces a Cristina le venían terribles migrañas de tanto parloteo sin cesar. Y ahora echaba de menos tanto esa verborrea incesante. Cristina mandó a Bea a ducharse y a Mark a hacer los deberes, necesitaba hablar con su hermano para saber cómo se había portado Mark. Pero se quedó a cuadros cuando Óscar le dijo que el chico era un grano en el culo pero que se había portado bien y no había dado faena. Cristina se alegró aunque también una parte de ella dudaba si aquello que le decía su hermano era cierto o solo lo decía para tranquilizarla. Óscar que se dio cuenta que Cris desconfiaba un poco, le confirmó una vez más que Mark se había sabido comportar, que incluso hubo momentos en que se lo pasó bien con el chico. Aquello colmó de felicidad a Cristina, que temía que sus hermanos acabaran cogiéndole manía a su hijo.
La tarde fue muy tranquila, Bea acabó de hacer sus deberes, Mark parecía que también estaba haciendo los suyos, al menos las tres veces que entró Cristina para ver que hacía estaba con los libros encima del escritorio y él parecía estar haciendo unos ejercicios. No fue hasta eso de las nueve y media que las cosas se truncaron. Mark que decidió que su tío ya haría rato que habría llegado a su casa y lo más seguro es que estuviera con la tía tumbado en el sofá viendo algún partido de futbol. Así que decidió dejar de jugar al “niño bueno” y salió de la habitación vestido como para salir.
-         Salgo (dijo muy rápido ya en la puerta de la calle).
-         Ey, ey, ey (corrió Cristina, y se alegró que aquel apartamento fuera pequeño como una caja de cerillas) ¿Dónde crees que vas?
-         Fuera.
-         Mark, estás castigado y “fuera” no es una respuestas.
-         Voy a la calle, mamá (dijo hablándole como si Cristina fuera deficiente o algo peor).
-         Tú no vas ninguna parte que no sea a tu habitación. Mark estás castigado, eso significa que no puedes salir (ahora Cristina se rebajó al nivel de su hijo y le habló también como si fuera tontito. No siempre una puede ser la madre perfecta a veces los hijos sacan lo peor de ti).
-         Oh, come on, mom! (¡oh, venga ya, mama!) Tus hermanos ya no están aquí, ya no tienes que impresionar a nadie (dijo mostrándose muy condescendiente con su madre).
-         ¡Mark! (le riñó escandalizada)
-         ¡Que me olvides! (dijo abriendo la puerta, pero Cristina pudo llegar a poner la mano en la puerta y volver a cerrarla)
-        ¡Mark, ve a tu habitación ahora mismo! (rugió Cristina que jamás pensó que podría estar tan enfadada con su hijo).
-         No me da la gana (dijo forcejeando con la puerta) Move! (le gritó que se apartara y Cristina le dio una bofetada, lo que no se esperó es que Mark se la devolviera, des de que Mark dejara de ser un niñito pequeño que jamás se le había pasado por la cabeza levantarle al mano, es más ahora se sentía fatal, acababa de abofetear a su propia madre, él no quería, de verdad que no quería, fue ella que lo provocó. Mark se decía para sí mismo. la cara de Mark era de terror y la de Cristina de estupefacción. Fue en ese momento en que ambos se quedaron helados que Mark reaccionó y abrió finalmente la puerta de la calle salió corriendo de allí).
-         ¡MAAAAAAAAAAAAAAAAARK! (gritó Cristian pero su hijo era muy rápido y ya estaba en la calle).
 Mark corrió y corrió hasta que ya sus piernas no pudieron más, entonces se detuvo y se dio cuenta que era de noche y no tenía ni idea de donde narices estaba. Mark no se asustó, solo que se quedó un poco desorientado. Solo era cuestión de caminar un poco hasta que acabara encontrándose una para de autobuses. Aquella ciudad estaba llena, los españoles eran tan rematadamente gandules, que era difícil caminar más de 4 calles sin encontrarte una parada de autobús. Y así fue, al cabo de unos metros encontró una parada. Estuvo mirando el recorrido que hacían los autobuses que pasaban por allí y vio que uno llevaba justo a uno de los dos mega-centros comerciales que tenía la ciudad. Así que decidió esperar al autobús e irse a tomar algo y a ver una película al cine. No regresaría a casa hasta que le saliera de las pelotas, así su madre aprendería que a él nadie lo mangoneaba de esa manera.
Cristina estaba de los nervios, era de noche y Mark había salido solo, solo hacía unos meses que habían llegado y el niño no había hecho amigos donde irse a pasar la noche. Empezó a montarse todo tipo de historias horribles en la cabeza, y en todas Mark acababa en la morgue.
Cristina estaba desquiciada, necesitaba salir a por su niño, pero no podía dejar sola a Bea. Tampoco quería acudir a sus hermanos. No podía simplemente acudir a sus hermanos cada vez que tuviera problemas con Mark. Ese había sido su error, había delegado en Fred todo el peso de la educación de los niños. Si ella había elegido la escuela, los llevaba y recogía, era miembro de la asociación de padres y madres, los apuntaba a todo tipo de actividades, los llevaba al médico se ocupaba que no les faltara nada, pero lo que realmente era educar, eso de establecer los límites y las bases de una educación, todo eso lo había hecho mayormente Fred. Y ahora se arrepentía con todas sus fuerzas haber delegado todo en el padre de sus hijos, porque sus hijos ya no la veían como una figura autoritaria, sino más bien, como a un igual con carnet de conducir.
En ese momento se le encendió la bombilla, y sin importarle que eran ya casi las diez de la noche de un sábado y que la gente suele ten planes, agarró el teléfono y llamó a Pedro.

-         Hola, Pedro (dijo sin poder ocultar su angustia)
-         ¿Qué pasa Cris? ¿Está todo bien? (Aunque sabía que esa no era la voz de una mujer que estaba bien)
-         No, puedes hacerme un favor? ¿Puedes venir al apartamento y quedarte con Bea un ratito, yo ya voy a decirle que se acueste, pero no quiero dejarla sola en casa ¿entiendes?
-         Si, claro, estoy allí en un cuarto de hora. Pero dime al menos qué pasa.
-         Mark se ha ido, por favor, Pedro apúrate, quiero salir a buscarlo antes que sea realmente tarde.
Pedro se puso las zapatillas y agarró la cazadora, als llaves y la billetera y salió pitando hacía casa de Cristina, era obvio que la mujer estaba desesperada así que no era cuestión de perder el tiempo acicalándose. Pero que hacía él pensando en acicalarse para ir a ver a Cris, ¡si era Cris! Mini-óscar, la mascota del grupo. ¡qué estupideces de pensar, ese crio hace que todos perdamos al cabeza pensó Pedro desvaneciendo así sus pensamientos sobre acicalarse para Cristina. Al cabo de 15 minutos, como había dicho Pedro estaba en el apartamento de Cristina.
-         ¿Qué ha pasado exactamente?
-         Discutimos y se fue
-         ¿Y eso fue antes o después de marcarte la cara? (dijo rabioso Pedro, Cristina se fue a mirar al espejo, efectivamente tenía la mejilla un poco hinchada y bastante colorada y al pasarse la mano se dio cuenta que le dolía).
-         Tuvimos una discusión, yo también le abofetee.
-         ¡Lo que debiste hacer es molerlo a cuerazos! ¡Levantarte la mano! ¡Levantar la mano a una madre! ¡Habrase visto! (Pedro estaba montando el cólera) ¿Hay que ser un, un, un, (y pedro se trabó no quería decir un hijo de puta porque Cristina era su madre) un grandísimo cabrón (que no utilizara “hijo de puta” no significaba que iba  a suavizarlo).
-         ¡Pedro! (Cristina le chilló) no tengo tiempo para esto. Bea ya está acostada, si necesitas alguna cosa llevo el teléfono encima. Gracias, de verdad gracias, por venir, pero tengo que salir ya a por mi hijo.
-         Cris, estás muy alterada para conducir, déjame que lo busque yo y tú te quedas aquí por si decide regresar.
-         No, debo ir yo, tranquilo, creo que sé dónde encontrarle.
-         No tiene amigos en el instituto (e dijo Pedro que esperaba que Mark no se hubiera invitado algún que otro amiguito para tener contenta a su madre)
-         Lo sé (dijo impacientándose Cris). La última vez que se fue así, se fue al cine a ver una película.
-         ¿ya había hecho esto antes?
-         Dos veces (dijo muy seca) pero su padre lo encontró y lo trajo a casa.
-         De acuerdo, por aquí hay solo dos cines y después están las multisalas del centro comercial de las Aguas. Sino ya tendría que irse a la otra punta e irse a los cines Garcilaso.
-         Si, estuvimos hace tres semanas, los llevé a ver una película de esas de explosiones, tiros y persecuciones. Iré allí primero.
-         Llamaré a Óscar y le diré que vaya a los cines las Aguas y le busque así…
-         ¡NO! Pedro te prohíbo que llames a Óscar, son las 10 de la noche y tiene su familia, no puedo hacerlo salir de casa cada vez que mi hijo me la juegue.
-         Pero…
-         ¡No! ¡Solo necesito que alguien se quede con Bea! (pedro le echó una miradita que de no haber estado tan agitada le habría hecho mearse encima. Pero la adrenalina la cegaba y ella solo podía pensar en Mark) Pedro, si le llamas sin mi permiso te juro que te retiro la palabra (y agarró el bolso y salió de casa).

Mientras tanto Mark estaba en el centro comercial de las Aguas, mirando la cartelera a ver qué película podría ir a ver, ahora. La película que le interesaba empezaba en 30 minutos, así que decidió darse una vuelta por el centro. Las tiendas estaban ya todas cerradas solo quedaban abiertos los restaurantes, cafeterías y bares. Mark pensó que lo mejor sería tomarse un refresco y un Frankfurt antes de entrar al cine, des de la tarde que no comía nada y sus tripas ya rugían. Gracias a sus compañeros de escuela sabía que lo mejor era salir del centro y comprar algo a los vendedores ambulantes que solían estar por los alrededores, por cuatro céntimos podías cenar bien. Además no te pedían el carnet si les pedías cerveza para beber. Mark dio una vuelta y encontró un par de tipos vendiendo empanadas, otros bocadillos y un tipo que hacía comida china casi al momento. Lo hubiera apetecido chino para cebar, pero se le iba hacer tarde para entrar en el cine. Así que miró en sus bolsillos y fue a la opción más barata una bandeja con patas fritas y salchichas con mucha mostaza y kétchup y un pack de cervezas. Se bebería una con la cena y el resto las bebería mientras disfrutaba de la película. Fue cuando ya estaba pagando que un montón de sirenas empezaron a sonar y todo el mundo echó a correr. Mark iba a echar a correr pero el tipo que estaba en la cola justo detrás lo agarró del hombro y lo detuvo.

- Alto ahí chico, no corras somos policías (le dijo el agente mientras otros dos policías se llevaba al vendedor ambulante esposado al furgón policía).
- yo, yo, yo (tartamudeaba del miedo) Yo no he hecho nada malo, agente
- ¡Vaya, eres turista! (dijo el agente que al oír el acento de Mark pensó que se trataba de uno de esos chicos que van a España de viaje de fin de curso) ¿Y tú profesor? (Mark seguía mirándolo con pánico) ¿En qué hotel te estás? (PERO Mark seguía mudo del miedo) ¡Chico! ¿Hablas mi idioma? ¿Me entiendes? ¿Luís! (llamó el agente a un compañero) tengo aquí a un menor, es extranjero, llévalo a la central y que un traductor le pregunte por su profesor y el hotel donde se alojan (le gritaba a su compañero que estaba en la otra punta de la plaza junto a los otros coches de patrulla).
- nooooo (al fin salió del shock). A la cárcel no.
- vaya, parece que el niño, entendió. Jajaja tranquilo, chico, no vas a ir a la cárcel, pero tu tutor debe venir a por ti. Estabas comprando alcohol y la edad para comprar y consumir alcohol es los 18, debemos informar, pero no irás detenido.
- no, no, no puedo ir a la cárcel (dijo como en trance)
- chaval, que no vas a ir a la cárcel, solo a tu hotel cuando u profesor venga a buscarte, cálmate (y le puso la mano en el hombro para tranquilizarlo, pero Mark lo interpretó como que quería detenerlo. Y le dio un mordisco en la mano y salió corriendo).
Mark corría y corría como si la vida le fuera en ello, no paró hasta que se sintió a salvo. Entonces camino hasta una parada de autobús y se metió en el primero que pasó. Al llegar al centró tomó el autobús nocturno que paraba cerca de casa y aún temblando se decidió a regresar a casa. Miró su reloj, era las doce y cuarto, si, era suficiente para dejarle claro a su madre qué él podía entrar y salir cuando le viniese en gana que no pasaba nada. Aunque aquella noche había pasado más miedo que en toda su vida.
Mark se metió las manos en el bolsillo en búsqueda de las llaves para abrir la puerta de casa cuando la puerta se abrió y un Pedro enfurecido lo agarró fuerte del brazo y tiró de él para dentro de casa. Quizás Mark se había precipitado al pensar que en aquella plaza es donde había pasado más miedo en toda su vida y que todo había pasado pues ya estaba llegando a casa donde estaría sano y salvo.
-         ¿tú? (exclamó sorprendido Mark) What the fuck are you doing at home? (que cojones estás haciendo en casa?)
-         Cierra el pico y siéntate (dijo furioso, empujándolo al sofá. Mark cayó en el sofá y miró a Pedro como si Pedro se hubiera vuelto loco. Pedro sacó su teléfono y marcó el teléfono de Cristina que contestó al primer toque). Hola Cris. Ya está en casa.
-         ¿Mark? ¿está bien? (aún muy agitada)
-         Si está bien, por ahora (echándole una mirada asesina).
-         Ahora mismo voy para allí.
-         Cristina no corras, tu hijo no va a ir a ninguna parte, ya me encargo yo (volviendo a mirarlo de muy malas maneras).
-         Ok, pásamelo. (Pedro le alargó el teléfono a Mark que no lo cogió)
-         Es tu madre, quiere hablar contigo.
-         No tengo nada que decirle a esa (Pedro tensó todos los músculos de su cuerpo e hizo un verdadero acto de contención para no matar al chico en ese mismo instante).
-         ¡Ponte! (dijo muy regio pero sin alzar la voz porque no quería despertar ni a Bea ni a los vecinos)
-         ¡No! (imitando el tono y el gesto de Pedro).
-         ¡He dicho que te pongas! (con la vena del cuello a punto de estallarle. Mark se lo quedó mirando como si evaluara las posibilidades que tenía de ganar a Pedro en un cuerpo a cuerpo. Mark agarró el teléfono al fin, y Pedro respiró aliviado, pero acto seguido estrelló el teléfono contra la pared de enfrente)
-         ¡No! (le dijo levantándose del sofá y mirándolo cara a cara. Pedro se preguntó qué era lo que le pasaba por la cabeza a ese muchacho. ¿qué era lo que esperaría que pasase si le hacía añicos el teléfono y le plantaba cara? ¡Es que acaso había olvidado tan pronto el incidente del cuarto de baño? Mark tenía un problema grave de percepción porqué si esperaba que él se lo dejaría pasar estaba realmente alucinando pepinillos).
-         Se acabó, iba a esperarme a tu madre, pero esto ya fue la gota que colmó el vaso (dijo arremangándose las mangas. Mark como si de un acto reflejo se tratase, dio un pasito hacía atrás. Pero después volvió a alzar la barbilla y sacar pecho).
-         ¡Largo de mi casa!
-         ¿tú casa? Ahí te equivocas, niño. Ésta es la casa de tu tío Óscar, del mismo que has tenido las agallas de robarle y al mismo que llevas semanas despreciando. Tienes una forma muy retorcida de mostrar tu gratitud, Mark.
-         Yo no pedí venir aquí, estábamos bien en Holanda.
-         No tenéis nada en Holanda vuestro padre se llevó todo, solo dejó deudas. Tu madre tuvo que pedir dinero prestado para poder regresar. Te las das de muy maduro pero eres un mocoso egoísta y malcriado que no se da cuenta de lo que realmente pasa a su alrededor.
-         Shut up, bitch! You don’t know anything! You’re a such asshole, you make me wanna puke, you're a pathetic excuse for a human being, Look at you! Trying to get into my mother pants, you’re so shame (Mark estaba fuera de sí, estaba enfadado con todos y por todo, aquella furia hervía en sus venas y tenía que echarla fuera antes que reventara y llenara el comedor perdido de entrañas. Así que empezó a maldecir de mala manera. Le dijo que “se callase que no tenía ni idea de nada, que era un imbécil, que le hacía vomitar, que era una vergüenza para la humanidad, que era patético intentando meterse en las bragas de su madre, que sentía tanta lastima por él” y Mark hubiera continuado insultándolo pero se quedó sin aire y Pedro aprovecho para hablar)
-         Are you finished, kid-o? (dijo conteniendo la respiración)
-         Yeah (le dijo arrogante a la cara)
-         My turn (y tras ese “mi turno” de Pedro que se lo dijo en inglés para dejarle claro que él también podía ser muy chulo. Lo agarró del brazo y lo giró descargando la mano sobre su tarsero una y otra vez, una y otra vez) PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS
-         AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH (gritó Mark como un loco. Mandando a la mierda el descanso de los vecinos, aunque eso era lo último que le importaba Mark en esos instantes).
-         NO SÉ QUIÉN NARICES TE HAS CREÍDO QUE ERES, NIÑO. PERO ME IMPORTA UN CUERNO,  A MÍ ME HABLAS CON RESPETO. AUNQUE NO FUERA PROFESOR DE TU ESCUELA O AMIGO DE TU FAMILIA, SOY UN ADULTO Y ME DEBES UN RESPETO (y dejó caer 20 palmadas más) PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS.
-         AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH PARA PARA, LO SIENTO, PERDÓN, PERDÓN, NUNCA MÁS TE HABLARÉ ASÍ, LO JURO, PERO PARA, POR FAVOR (Pedro se detuvo y lo sentó de nuevo en el sofá, Mark dio un respingo al sentarse pero la mirada que le echó Pedro le hizo tragarse la queja. Mark fue a por el teléfono fijo y marcó el número de teléfono de Cristina, esta vez tardó un poco más porque iba conduciendo y tuvo que parar).
-         ¿Pedro qué ha pasado? ¡Se cortó!
-         No te preocupes, está vivo, ahora ya puede hablar contigo (y le alargó una vez más el teléfono mientras arqueaba la ceja).
-         ¿cielo? (dijo Cristina esperando oír al fin la voz de su hijo)
-         Mom, he hit me! (“mamá, él me golpeó” dijo Mark nada más abrir al boca mientras aún se sorbía los mocos, Pedro abrió los ojos mucho no se lo podía creer, lo primero que hizo fue acusarlo a su madre de que le había golpeado).
-         ¿qué? ¿quién?
-         Your damned boyfriend, who else! (tu maldito novio, quién sino!
-         Mark,¿ de qué hablas? Yo no tengo novio, ¿Quién te ha golpeado? (Cristina no entendía nada pero quería respuestas)
-         Pedro! He hit me! Mom, come back home right now, he’s crazy! (Mark sonaba muy estresado, le dijo a su madre que había sido Pedro, que él le golpeó. Y le dijo a su madre que regresara a casa ya, que Pedro estaba loco).
-         Mark pásame con Pedro (Mark sonriente como un triunfador le pasó el teléfono a Pedro)
-         Cristina, escúchame, deja que te explique (empezó a decir Pedro antes que Cristina le tirara a la caballería al completo encima).
-         ¿Has golpeado a mi hijo? (preguntó Cristina incrédula y Pedro lo interpretó como un reproche)
-         No, no le he golpeado, le he dado unos azotes, ni siquiera podría llamarse una zurra. Lo siento Cristina, pero no consiento que nadie me hable de esa manera. Si Mark hubiera sido un hombre y me hubiera dicho una sola de las cosas que me dijo hubiéramos salido a la calle y le habría partido la cara. Pero es un niño, un niño, (miró a Mark u con toda su maldad añadió) un niño que ha sido muy malo (volvió a centrarse en la conversación con Cris) y le di unos azotes por deslenguado. Pero si te enfadas conmigo por eso, quizás sea a ti a quién haya que darle esos azotes por terca. Este hijo tuyo necesita mano dura te lo hemos dicho todos.
-         Pedro, lo siento debes de pensar que soy una madre horrible snif snif (Pedro podía oír como lloraba Cristina al teléfono). Lo debo de ser. Tú has dejado los planes que fuera que tuvieses y has corrido a mi casa para ayudarnos. No tenía por qué y lo has hecho snif snif  y yo en vez de agradecértelo voy y dudo de tus buenas intenciones, snif snif, lo siento Pedro no sé qué hay de malo en mi pero cuando se refiere a los niños me vuelvo una auténtica cretina.
-         Yo no quise decir eso Cris (que se sentía un miserable por haberla hecho llorar), lo siento, es tarde, estamos alterados, ¿sabes qué?, regresa despacito a casa y cuando llegues ya lo hablamos todo con más tranquilidad. Yo acostaré a Mark, tú no corras.
-         Ok, y gracias, gracias por todo Fosforillo (le dijo muy tiernamente cristina y colgó. Pedro sonrió, hacía siglos que nadie le llamaba fosforillo, aquel era un apodo que la misma Cristina le puso cuando era aún muy pequeña, por que decía que era largo, delgado y cabezón como los fósforos. Lo que fue una simple ocurrencia de una niña pequeña acabó siendo su apodo en el barrio durante muchos, muchos años, hasta que dejó de ser un chico y ya tuvo más cuerpo de hombre).
-         A la cama (ordenó después de dejar el teléfono en su sitio)
-         ¿Qué? (Mark no entendía lo que había pasado).
-         Es tarde, mañana ya te disculparas con tu madre y ya hablaréis sobre todo tu comportamiento de esta noche. Ahora vete a la cama.
-         No tengo sueño (para el gusto de Pedro lo dijo con demasiada actitud).
-         ¿Ya estamos otra vez? ¡Pero qué diantre pasa contigo, Mark! ¿Tantas ganas tienes que te vuelva a zurrar? ¿tan pronto? ¿no has tenido suficiente antes?
-         Quiero esperarme a que llegue mamá.
-         Me parece bien. ¡Espérala en tu cama! (y señaló como un dictador al dormitorio del chico).
-         La esperaré aquí, gracias (dijo cruzándose de brazos y enfurruñándose)
-         Mark (Pedro se acercó hasta tener a Mark a unos milímetros. Mark podía sentir el calor de la respiración de Pedro y los dientes rechinar) Tienes exactamente  hasta 5 para irte a la cama (dijo sacándose la correa y dando le un cuerazo) Zwass
-         Auuuuuu (empezó a frotarse enérgicamente el muslo. Aquello era una especie de combinación de dolor punzante y escozor extrema, no sabía con que quedarse, pero hubiera preferido no quedarse con ninguna de las dos).
-         O si no te vas a quedar dormidito de la llorera que te voy a dar con ayuda de ésta, mi amiga la correa (Y levantó de nuevo el cinturón, pero Mark salió como un rayo hacia su habitación. Pedro se tuvo que tragar las ganas de reírse. Estaba seguro que el chico debía de haber marcado algún tipo de record de velocidad).
Pedro se sentó en el sofá y puso la tele muy flojita para no quedarse dormido mientras esperaba que llegase Cristina. Estaba agotado, aquel crio podía agotar hasta a uno de esos chicos que van de speed hasta las cejas y se pasan el fin de semana de discoteca en discoteca. De repente Pedro se sintió viejo ¿podía ser viejo una persona a los 39 años?.
A pesar de poner la televisión para no quedarse dormido, Pedro no tardó ni 10 minutos en caer dormido, afortunadamente para cuando Pedro se quedó dormido, Mark ya llevaba cinco largos minutos soñando con los angelitos (del infierno). Al llegar Cristina  a casa se sentía tan abrumada que solo le puso una manta por encima a Pedro y se fue a acostar ella también. Aquella había sido una noche horrible y solo quería que se acabara. Mañana ya afrontaría la realidad, pero ahora no, ya no le quedaban más fuerzas para luchar.
Aquella noche puede que por el cansancio o por la angustia o por los nervios o fuese por lo que fuese, pero aquella fue la primera noche en que Cristina se iba a la cama sin antes revisar si tenía mensajes de Fred en el correo y en el teléfono.

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