La semana pasó volando
para Cristina y Pedro, aquello fueron unas vacaciones de maravillosas. No solo
porque París, es la ciudad del amor, sino porque hasta entonces ni Pedro ni
Cristina habían podido disfrutar el uno del otro sin intromisiones o sin tener
que estar pendientes del reloj. Eran ellos dos solos y la ciudad de Paris.
Cristina no quería regresar, aquello era como un cuento de fantasías, Pedro era
el príncipe azul y ella era la preciosa princesa. A diferencia de Cristina
Pedro estaba deseando regresar, porque su regreso era el inicio de su vida en
pareja. Cristina y los niños se irían a vivir a su apartamento y a partir de
entonces se acabarían las escapaditas furtivas, se tendrían él uno al otro en todo
momento.
-
Hola
princesita ¿qué tal fue el vuelo? (le dijo el
señor Ricardo des de la misma puerta después de darle uno de sus míticos
abrazos quebrantahuesos y un par de besos y haciendo pasar rápidamente al resto
sin casi ni saludar) Pedro, Miguel (el
señor Ricardo no les hizo ni pizca de caso, solo dijo sus nombres y alzó la
mirada).
-
Genial,
ya sabes que me encanta volar en avión.
-
Tu
hija iba para azafata, sino fuera que no
da la talla jajaja
-
¡Miguel!
No digas eso de tu hermana, Cristina da la talla para todo, como si quiere ser
presidenta de los Estados Unidos (dijo la señora
Eugenia ofendida porque dijera que su princesita no era lo suficientemente
buena).
-
Claro,
mamá, si dejamos de un lado el pequeño detalle que no es americana y que…
-
¡Miguel!
(le cortó el señor Ricardo, regañándolo como cuando
era un niño). Debería darte vergüenza,
Cristina es tu hermanita, tu única hermana, deberías de tratarla mejor
-
Lo
siento, papá (dijo bajando la cabeza como cuando era
un niño. Cristina le sacó la lengua y se rio como cuando era pequeña. Miguel le
echó una mirada de odio como hacía de pequeño y después los dos se rieron).
-
Niños
dejarlo ya, que ya sois un poco mayorcitos para eso (dijo
la señora Eugenia).
-
Me
siento como si hubiéramos viajado en el pasado (Pedro
le dijo flojito a Miguel).
-
Jajaja
te apuesto lo que quieras a que mamá nos ofrece unos batidos de chocolate.
-
Jajajaja
hace siglos que no tomo uno de esos
-
¿A
ver si adivino? ¿Desde qué Óscar se fue a vivir con Elena?
-
Jajajaja
(rieron los dos)
-
De
que os reis ahí detrás (dijo la señora Eugenia
que se hacía una idea de que esos dos estaría de broma).
-
De
nada señora Eugenia, Miguel me comentaba que llevaba desde la mañana sin beber
nada (dijo con malicia Pedro, Miguel le costó
horrores no morirse de la risa).
-
De
verdad, Miguel, eres peor ahora que cundo eras chico, ¿quieres pillar una
lipotimia, o qué? ¿podrías desmayarte y golpearte la cabeza, o quizás caer a la
carretera y que te atropellara un coche ¡Ahora eres padre! ¡Deberías tener más
cabeza!
-
Mamá,
estoy bien, no pasa nada porque no beba un día.
-
Ricardo,
habla tú con tu hijo a mi me desespera! Me voy a la cocina a preparo algo de
beber ¿queréis unos batidos de chocolate?
-
Jajajaja
(Miguel y Pedro empezaron a reír como locos, no
podían parar, les dolía y todo de tanto reír. Cristina los miró como si estuvieran
locos).
-
¿Se
puede saber que eso tan divertido? Yo también me quiero reír (dijo
la señora Eugenia poniendo las manos en las caderas y echándoles una miradita
de reproche).
-
Jajajaja
(pero ninguno de los dos podía ni hablar de la risa)
-
Buufff
(la señora Eugenia dio un bufido y se metió en la
cocina farfullando que ni cuando esos dos eran más payasos ahora que cuando
eran niños).
-
Migueeeeel
(le advirtió su padre. Miguel solo pudo levantar un
dedo de la mano para pedirle que le diera un minuto. El señor Ricardo respiró
hondo y negó con al cabeza. Pero le encantaba oír risas en su casa, ahora que
eran ellos dos solos apenas se oían, solo cuando venían sus nietos de visita.
Pero antes, antes aquella casa era una autentica jaula de grillos). ¿Y
dime princesa fuiste a aquella cafetería que te dije?
-
Sí,
pero ya no está, la cerraron, ahora hay un supermercado.
-
Vaya (dijo apenado), cuando me escapé de casa y me fui a Paris
a vivir, el dueño de la cafetería me regalaba cada mañana un cuscurro de pan
con queso con el café. A veces eso era lo único que me llevaba a la boca ¿Qué habría
sido de el señor René.
-
Papá
tienes 70 años ya, y aquel señor debía tener ya entonces ¿Qué? ¿40? ¿45?. El monsieur
René hace años que debe estar criando malvas.
-
¡Cristina!
-
¿Qué?
Es verdad (el señor Ricardo la miró y dio un
resoplo).
-
Seguramente
tienes razón, pero esa no es forma de hablar, monsieur René le salvó la
vida a tu padre, y si no fuera por él, ahora
ninguno de vosotros estaríais haciendo bromitas a su costa.
-
Yo
no hice ninguna bromita papá, solo constaté un hecho. Ese señor ahora tendrá
unos 110 o 115 años quizás más, ¡está muerto!
-
Dejémoslo
ya, antes que me enfade (Cristina negó con la
cabeza y dio un bufido de cansancio).
-
¿Y
Mark? (preguntó Cristina para cambiar de tema,
porque no le gustaba que la riñesen como si aún fuera una niña pequeña) No ha salido no ha recibirme ¿Aún está
enfadado porque me fuera?
-
Mark
ha bajado a hacerle un recado a tu madre (se
miró el reloj) llegará en 20 minutos ¿o
así?
-
¿20
minutos? ¿Qué lo ha mandado a las montañas a por leche?
-
Jajaja
que graciosilla está mi princesita. No, princesa, le ha mandado a Casa de la
señora Felipa (de repente Pedro y Óscar dejaron
de reír en el acto y se giraron para mirar al señor Ricardo, Cristina abrió mucho
los ojos y se relamió los labios).
-
¡Pastel
de tres chocolates! (gritaron los tres,
Miguel, pedro y Cristina, exactamente como cuando eran niños, “la Casa de la
señora Felipa” no era una casa era como se llamaba una de las pastelerías más
antiguas de la ciudad, y también de las más caras y renombradas. El señor
Ricardo tenía la costumbre de comprar allí los pasteles de aniversario, cada
año el mismo, el pastel de tres chocolates, ya que en su primera cita con su
esposa, al llevó a la pastelería y se sentaron durante más de 6 horas con tan
solo dos vasos de agua y una porción de
pastel de tres chocolates para compartir. El camarero, que había en aquella
época, no paraba de pasar por su lado y barrer bajo sus pies para ahuyentarlos,
pero los dos estaban tan ensimismados con la conversación que ni le dieron
importancia. Al principio, antes de que vinieran los hijos, el señor Ricardo
volvía a llevar a su esposa a la Casa de la señora Felipa y repetían la jugada,
dos vasos de agua y una porción de pastel para compartir y se estaban horas
hablando alargando el pastel hasta el final. Pero con los niños, las ocasiones
de salir solos y estar horas fuera de casa desaparecieron por completo, así que
pasó por ahorra un poquito y comprar todo un pastel y comerlo todos juntos en
familia. Y aquello también era a su manera bonito, único y especial).
-
¡Pero
si no es vuestro Aniversario! ¿no lo es, verdad? (dijo
Cristina mirando a su hermano en búsqueda de respuesta y Miguel negó con la
cabeza)
-
Entonces
¿tú no vas a querer, no? Jajajaja (le
tomó el pelo su padre)
-
Que
te lo comas todo tú, es lo que no voy a querer jajaja (le
contestó lo mismo que le contestaba siempre que su padre le decía eso).
-
Papá,
esa pastelería es carísima ¿a qué viene el derroche? (dijo
riendo Miguel)
-
¡Mira,
niño! llevo trabajando desde los 12 años, tu madre desde los 15, y ahora que no
tenemos 5 mocosos que parecen que solo abren la boca para pedir, podemos
permitirnos esos caprichitos.
-
Papá
no te pongas así, solo es curiosidad, tienes pastelerías muy buenas y más
baratas en el barrio.
-
Ya,
pero me apetecía el pastel de tres chocolates, además tu sobrino aún no lo
había probado nunca. ¡Y eso me parece inconcebible! ¡Que un nieto mio no haya
probado ese manjar de dioses! Lo siento, princesita, pero tenía que poner
remedio a tal despropósito
-
Jajaja
papá jajaja claro que sí, pero ahora te las apañas tú con Bea, porque estate
seguro que Mark lo primero que va hacer al llegar a casa y ver a su hermana es
decirle que ha comido el mítico pastel de tres chocolates (el
señor Ricardo se quedó parado, no había pensado en eso, aquellos días había
estado tan feliz por tener a Mark en casa que ni había pensado en la pequeñina,
un horrible sentimiento de culpa le sobrevino y le transformó la cara). Papá era broma, ya la llevaremos nosotros
a comer pastel a la Casa de la señora Felipa.
-
Ni
se te ocurra, te lo prohíbo tajantemente, Cristina (dijo
dando un golpe en el reposabrazos del sillón donde estaba sentado). Voy a llamar a Juan, le diré que se la traiga,
que traiga a Beatriz y a las niñas, vamos a merendar todos juntos. También
llamaré a Óscar a ver si lo pillo en casa.
-
Papá,
mejor lo dejas para otra ocasión, no creo que sea buena idea mezclar a Juan y a
Mark con la cubertería de por medio (Cristina
fulminó a su hermano) ¿Qué? ¡No me mires
así! Papá ya lo sabe.
-
Sois
los dos unos putos bocazas (refiriéndose a Juan y
a Miguel).
-
¡Cristina
habla bien, haz el favor! (le riñó su padre).
-
Lo
siento, papá (se disculpó rápidamente y sin ni dar
importancia). Pero es que me tienen
frita, siempre igual, os quejáis que no os cuento nada, pero es que no me da tiempo, cuando quiero contaros algo
uno de esos dos ya os lo ha contado. ¿Por qué no perdéis tanto el culo para
contarles vuestras vidas, eh? (se encaró con su hermana)
-
Cristinaaa
(esta vez fue Pedro que quería poner paz entre los
hermanos. Cristina tenía la costumbre des de muy pequeña de enfrentarse a sus
hermano por el más mínimo detalle. No por rebelde, sino porque sabía que sus
padres siempre estaban de sus lado. Pedro recordaba que cuando eran
adolescentes, Óscar lo definía como la pequeña dictadura de la princesita).
-
No,
Pedro, es que me tienen hasta el coño de sus marujeos, es que una no puede
tener ni algo de privacidad en su vida.
-
¡Cristina!
Ya está bien de ese vocabulario! (dijo esta vez
más molesto) Te recuerdo que en casa no
os consiento esas palabras (se enfadó el señor Ricardo, aquello sirvió para
que Cristina se calmara algo, pero seguía con las uñas afiladas). Y somos tus padres, no creo que haya nada
que nos debas ocultar ¿no? Y mucho menos si se refiere a nuestros nietos. Y para tu información, princesita, no fueron
ni tu hermano Miguel ni tu hermano Juan los que
me vinieron con el chisme. Así que ya le estás pidiendo disculpas a tu
hermano.
-
¿Quién
fue? (ignorando todo el resto de
conversación)
-
Cristina
(el señor Ricardo levantó una ceja. Pedro no paraba
de mirar a Cris, aún a sus treinta y pico años, a veces, sobre todo con sus
hermanos, era completamente una bravucona de cuidado. Se podía quejar de Mark,
pero ella también había que dejarla correr. Quizás no fuera tan exagerada como
Mark, pero estaba ahí esa semillita. Como si le hubiera leído el pensamiento
salto el señor Ricardo). Pretendes que tu
hijo se comporte y tenga buenos modales, pero ya me dirás cómo ¿si el que es
ahora su único ejemplo se comporta como una pequeña matona de tres al cuarto?
(Cristina se calló, se cruzó de brazos y puso morros, pedro se tuvo que morder
la boca para no reírse, aquello le parecía tan gracioso y tierno a la vez).
-
Papá,
da igual (dijo Miguel al ver a su hermana de
morros, se quejaban del favoritismo que sus padres sentían Por Cristina, pero
en aquella casa Cristina decía “¡Ay!” y todos corrían a su rescate), Cris tiene un poco de razón, soy muy
bocazas, soy incapaz de guardarme nada, siempre he sido así, culpable de todos
los cargos ¿Qué se le va a hacer? Salí a mi padre.
-
Eeeeeeeeeeeeeeey
(dijo el señor Ricardo ofendido pero sabía que su
hijo llevaba toda la razón, de sus 5 hijos Miguel era el que más se le parecía)
¿Cómo te atreves, maldito mocoso?
(dijo fingiendo estar muy ofendido, en ese momento entró la señora Eugenia con
tres batidos de chocolate y dos cafés con hielo).
-
Shhhh
Ricardo, el niño lleva razón, vosotros dos sois como dos gotitas de agua, sois
incapaces de mantener un secreto ni tres minutos. Anda niños, tomad el batido
antes que se baje la espuma (y les alargó un
batido a cada uno).
-
Mamá,
a mí también me gusta el café (dijo Cristina rodando
los ojos).
-
Pues tu misma, ya sabes dónde está la cafetera (Y Cristina dio
bufido y se tomó su batido, que le encantaba, pero le hacía sentir como si sus
padres aún la vieran como aquella niña de largas trenzas).
-
¿Y
cómo se ha portado mi hijo? (preguntó al cabo de un
rato de silencio).
-
Se
ha portado muy bien, ha ayudado a su abuelo y ha hecho compañía a su abuela (dijo
la señora Eugenia, Cristina alzó una ceja y miró incrédula a su madre. Después
miró a su padre).
-
¿papá?
-
Ya
has oído a tu madre, se ha portado muy bien. No hay ningún problema porque nos
lo dejéis siempre que queráis, no es ninguna molestia tenerlo con nosotros.
¡Eso sí! (Cristina respiró aliviada, sabía que
habría un pero, su hijo era incapaz de comportarse más de dos días seguidos) la próxima vez nos traéis a Beatriz
también, que no quiero que piense que sus abuelos solo quieren a su hermano y a
ella no la quieren.
-
Sé
que me estáis ocultando algo, conozco a mi hijo, lo he parido, no me creo que
se haya portado “muy bien”. Como mucho se habrá encerrado en la habitación y no
habrás salido más que para comer e ir al baño.
-
Las
habitaciones son para dormir o estudiar, Cristina (le recordó su padre).
-
Si,
por eso Adri era un maldito cerebrito (dijo
Miguel entre dientes mientras se reía).
-
¿Miguel,
hijo, decías algo? Sabes que nos hacemos mayores y ya sordeamos “de vez en
cuando” (le dijo la señora Eugenia arqueando
una ceja).
-
No
nada, que cuánto tarda este chico (se apresuró a
decir y le regaló una sonrisa de no haber roto un plato en su vida).
-
¿no
le habrá pasado nada? (Y Cristina se
apresuró a sacar el teléfono)
-
Cris
¿Qué haces? (la miró fijamente Pedro)
-
Voy
a llamarlo, para saber dónde anda.
-
Buena
suerte, te recuerdo que su teléfono está aún en tu maleta (tuvo
que aguantarse la risa, a Cristina se le había olvidado que antes de irse lo
había castigado sin “sus juguetitos” como los llamaba ella por la expulsión. No
le había zurrado como le prometió que haría si volvían a expulsar de un
colegio. Pero le había castigado por no acudir al maestro y solucionar el
problema a puñetazo limpio).
-
Cuando
vosotros erais pequeños no habían esos chismes, y creo que vivíamos todos
mejor. De verdad, pobres chicos, los asfixias con tanto control.
-
¿papá?
(fue Miguel quien se quedó alucinando. Aquel no era
su padre el que hablaba, se lo habían cambiado por el tipo aquel que hacía de
padre en la serie de la pequeña casa de la pradera)
-
No
me vengas con papá, yo solo os pedía que me dijerais donde ibais, con quien.
Todos sabíais que en casa antes de las diez sino queríais estar en problemas. Y
siempre estuvisteis en casa antes de la diez
(Miguel miró a su hermana y ella no se quiso dar por aludida). Ahora es control que queréis tener sobre
los niños es casi enfermizo, no confiase para nada en vuestros hijos, no les
dais responsabilidades algunas. Os habéis convertido en sirvientes de vuestros
hijos. ¡Y después os vendréis a quejar que no se toman nada en serio y que no
se responsabilizan de nada!
-
A
mí que me cuentas Richie solo tiene un año (dijo
Miguel que sabía que eso iba más por Juan y por Óscar, incluso por Cristina que
por él). Su madre y yo hemos decidido
que esperaremos a que tenga dos años y medio para comprarle el teléfono jajaja.
-
Que
graciosillo eres, de verdad hijo (le dijo su
madre, y en ese momento se escuchó como abrían la puerta).
-
¿Tiene
llaves? (le preguntó Cristina bajito a su padre
)
-
Claro
¿No la tenéis todos? (dicho así parecía
lógico) Por cierto me debes 9 euros de
las copias (Cris lo miró alucinada, pero después vio como su padre se reía
y ella también se rió) Tacañoooo (dijo
entre dientes como hacía cuando le pedía dinero y su padre se hacía el remolón).
-
Si,
si, tacaño. Pregúntale a tu sobrina Laura, lo tacaño que es su abuelito.
-
¿Le
has hecho un regalo de comunión? ¿Al final ha caído en las sórdidas manos de la
Iglesia Católica jajaja?
-
Oye,
que tu madre y yo somos católicos, pero a nuestra manera.
-
Ya
me sé yo vuestra manera. Des del bautizo de Grace que no habéis vuelto a pisar
una Iglesia ¿verdad? Jajaja (rieron todos)
-
Hi
mom (dijo Mark al pasar al salón y ver a
todos)
-
Hi
my lilttle baby, Did you miss me? (Hola mi niñito,
¿me echaste de menos?)
-
No,
no really (no, lo cierto es que no)
-
Ejem
ejem (tosió su abuelo) aquí hay gente que no habla inglés sabéis ¡par de maleducados! jajaja
¿te dieron el pastel? ¿te alcanzó con lo que te di?
-
Si,
opa, tuve suficiente (Cris sonrió al oír a su hijo llamarle “opa” de nuevo.
Mark se sacó del bolsillo un billete de 20 euros y unas monedillas y se las fue
a dar a su abuelo).
-
Quédatelas,
considéralo tus honorarios por “gastos de envío” (Miguel
se rió porque hasta que llegara Cristina todos hacían todos los recados sin
rechistar, pero ella impuso lo de “gastos de envíos” que consistía en quedarse
el cambio de todo aquello que le mandasen ir a comprar).
-
Mark,
dale a tu abuelo el cambio (le dijo muy será
Cristina)
-
Princesa,
si quiero darle a mi nieto 23 euros con 15 céntimos, se los doy (Mark
se sorprendió que supiera la cantidad exacta de cambio que le habían dado). Como te estaba diciendo cuando llegó tu
hijo, si me voy a gastar una pequeña fortuna en Laura, eso (refiriéndose al
cambio) no es nada.
-
¿una
pequeña fortuna?
-
Si,
la fanática esa de su abuela le dijo que no la llevaría a Eurodisney a menos que hiciera la comunión
como su hermana ¿no? Pues aquí tu abuela y yo la vamos a llevar a Eurodisney
como premio por NO hacer la comunión como su hermana.
-
Jajaja
(se rieron Cristina y Miguel. Pedro y Mark no entendían nada)
-
Vais
a meter en un lio a Juan
(dijo Miguel aun riendo).
-
No,
que va, por una vez tu hermano a sabido plantarle cara a su suegra.
-
¿Yolanda
estaba de acuerdo, verdad? (dijo Cristina
arqueando una ceja)
-
Si
(bajo la cabeza y confesó el señor Ricardo)
-
Jajajaj
lo sabía jajaja este Juanillo no cambiará nunca. Muy serio él, muy recto y
formal, pero cuando se trata de la suegra o de Yoli, se vuelve pequeñito,
pequeñito (Miguel decía casi llorando de la risa).
-
¡Jo!
Miguel ¿no lo harías tú con una suegra como esa? (le
dijo su hermana)
-
Si,
la madre de Silvia fuera tan horrible como la de Yoli, ni me hubiera acercado a
Silvia. Juan debió hacer como yo, debió de buscarse una chica mucho más joven y de otra
ciudad jajaja Las suegras cuanto más lejos mejor jajaja ¿verdad Pedro?
-
¡Miguel!
(Pedro estaba rojo de vergüenza)
-
¿Qué?
¡Me refería a tu ex, idiota! (pero todos habían
pensado que se refería a la señora Eugenia)
¡Mi madre es una santa!, ¡Pero si hasta te te hace batidos de chocolate! jajaja
(se rieron Cristina, Pedro y Miguel, mientras los demás los miraban como si
estuvieran locos).
El
resto de la tarde estuvieron todos bromeando, bueno menos Mark, que aunque se
mantuvo como siempre al margen de toda conversación, no parecía tan beligerante
como siempre. Pedro se preguntaba qué habría pasado en esos días entre Mark y
sus abuelos para que el chico pareciera más relajado. Se le cruzaron varias
posibilidades, la mayoría tenían que ver con la dura, callosa y enorme mano del
señor Ricardo. Cuando era pequeño esa mano siempre le hizo ponerse nervioso. En
un par de ocasiones había tenido “el honor” de sentir en sus propias carnes los
efectos de tan portentosa mano. Una vez en la playa porque ninguno de ellos
quería regresar a casa y otra que los pilló a Adrián, a Óscar y a él borrachos
como cubas en unas fiestas del barrio. Adrián solo tenía 12 años y se suponía
que ellos debían de cuidar de él. Miguel y Juan ya eran muy mayores, era cuando
Juan empezó a tontear con Yoli y Miguel se había quedado en casa por alguna
razón que ya no recordaba. Así que cuando Pedro picó a la puerta de casa de los
Martinez para pasar a recoger a Óscar, en una maniobra rápida e irrevocable, la
señora Eugenia les encasquetó a Adrián porque quería que saliera un poco a
divertirse a las fiestas del barrio. Las fiestas eran la única ocasión que los
niños podían salir solos e ir a sus anchas. Todo el mundo se conocía en el
barrio y nada malo podía pasarles a los niños, así que los niños corrían de
arriba abajo mientras los padres se sentaban en una de las mesas y charlaban,
comían y bebían tranquilamente. El paraíso terrenal por una semana. Aquella
semana no había toque de queda ni hora de ir a la cama, no había que salir de punta
en blanco de casa y si volvías echo un marranillo, no pasaba nada, incluso te
sonreían y te decían algún comentario cariñoso. Todos los críos adoraban esa
semana. Todos menso Adri, que ya de pequeño prefería quedarse tranquilo en casa
leyendo un libro que salir a hacer el cabra a la calle con sus amigos. La
señora Eugenia, tenía un pánico horrible que Adri, se pareciera a ella más de
lo que debiera y que acabara siendo un niño depresivo y maniático, así que
siempre que podía lo forzaba a salir con sus hermanos a hacer las cosas típicas
de los críos. Y Adrián, salía se lo pasaba bien, pero no tenía ningún problema
por quedarse en casa disfrutando de un buen libro o de una buena película. Las
fiestas del barrio de aquel año habían sido colosales, es más el barrio vecino
también estaba en fiestas y los críos de ambos barrios iban y venían
alegremente. Era como hacer turismo en versión cutre e infantil, pero a ellos
les encantó. Sobre todo cuando Óscar descubrió un casal que se había abierto
para las fiestas donde habían máquina expendedoras, una de ellas de cervezas.
El casal solo servía para guardar, sillas, mesas, guirnaldas, micrófonos,
tablones,…por lo que estaba prácticamente vacío todo el día, y de noche era
solo para ellos. Óscar y Pedro por aquella época ya fumaban, a escondidas, por
supuesto, pero fumaban, así que se iban allí a fumar y a beber con el resto de
la pandilla. La tarde en que Adri fue con ellos no fue diferente. Adri a
diferencia de Miguel y Juan, era un chico discreto, contarle un secreto a él
era como guardarlo en la caja fuerte de mayor
seguridad del mundo. Y con 12 años, tenía ya muy claro quién era Óscar y
sus amigos por lo que estaba más que curado de espanto.
Adri,
aunque hubiera preferido quedarse tranquilo en casa, no tenía problemas para
relacionarse y unirse a la fiesta, así que en un par de horas estaba fumando y
bebiendo como uno más del grupo. Claro que él tenía 12, no 14 o 15, como el
resto. Y él no estaba acostumbrado a beber, ninguno de ellos para ser sinceros,
pero al menos los otros chicos ya habían bebido cerveza en alguna ocasión
anterior, él no. Sobre las 10 de la noche, Óscar decidió que era hora de ir a
tomar un poco el fresco para que se les pasara un poco la tontería que llevaban
todos encima. Así que Pedro, Adri y él se fueron para donde estaba la feria
montada y se sentaron en las gradas a tomar al aire mientras tomaban un
granizado y hablaban de chicas, series y de comics. Aquella era una noche
preciosa de Agosto y el señor Ricardo y la señora Eugenia decidieron dar un
paseo y ver como habían engalanado las calles ese año. Cristina había estado
incordiando toda la tarde con que la bajaran a las fiestas porque todos sus
amiguitos estaba allí menos ella. Además era la noche del baile, y al señor
Ricardo le encantaba bailar, y aquella era la única vez que su esposa accedía a
ir a bailar con él. Así que vestidos con sus mejores galas los tres fueron a
dar una vuelta por el barrio. No tardaron mucho en encontrarse a los tres
“elementos” aún un poco achispados por el efecto del alcohol y haciendo el
cafre sobre las gradas de la feria.
Pedro
recordaba lo que pasó a continuación como si fuera ahora mismo, el señor
Ricardo les mandó bajar furiosísimo, y no esperó a llegar a casa allí mismo
empezó a zurrar a Óscar, Pedro perdió la noción del tiempo, el señor Ricardo
parecía no cansarse de zurrarlo. Y cuando ya se hubo bien desahogado con Óscar,
tomó por la oreja a Adrián y le dio una pequeña muestra de mano dura paterna.
Aunque no había recibido ni una quita parte de lo que había recibido Óscar,
Adri lloraba sin parar, de los 4 hijos varones era el más tranquilo y por lo
tanto no estaba tan acostumbrado a que su padre tuviera que disciplinarlo de
esa manera, y mucho menos en medio de la calle, con media barriada mirándoles. Cuando
el señor Ricardo tomó de la oreja a Adrián para castigarlo, Pedro ya hacía el
amago de irse, al verlo, el señor Ricardo le rugió que ni se le ocurriera mover
un pie. Pedro obedeció, en casa le habían enseñado a respetar a sus mayores y
los Martínez eran como unos tíos para él. Se
quedó inmóvil viendo los plass plass del señor Ricardo y los ay ay de
sus amigos con unas ganas terribles de echar a correr, pero sus piernas no
respondían. Después de unas 20 palmadas bien duras, el señor Ricardo soltó a
Adrián, que se lo devolvió a su madre, que empezó a consolarlo, cosa que no
había hecho con Óscar, que seguía sorbiéndose los mocos justo en el mismo sitio
que su padre lo había dejado. Entonces fue su turno, lo sabía, lo sabía desde
el mismo momento que había visto al señor Ricardo y había visto esa mirada de
pura furia. El señor Ricardo le agarró del bíceps tiró fuerte de él y se lo
llevó bajo el brazo colocándolo como si fuera una alfombra enrollada, y sin más
descargó una docena de duras palmadas. Pedro abrió mucho los ojos, su padre le
había castigado en más de una ocasión pero su padre debía de usar la alpargata
para lograr el mismo dolor que infligía el señor Ricardo con solo su mano.
Fiestas del barrio Agosto
de 1988
-
¡ÓSCAR, ADRIÁN! BAJAD DE AHÍ AHORA MISMO! (rugió el señor Ricardo al ver como sus
hijos y el amiguito de sus hijos estaban haciendo malabarismo en la última fila
de las gradas, como para caerse y romperse el cuello!).
-
¿Papá? (dijo Óscar y se puso pálido como el papel)
-
¡HE DICHO QUE ABAJO! (y señalo furioso justo en el suelo aun
paso de donde estaba él. Cristina se asustó y se escondió abrazada tras su
madre. Los tres chicos obedecieron y bajaron las gradas y fueron hasta donde el
señor Ricardo había apuntado). ¿Se puede
saber que narices estabais haciendo allí arriba? Un traspiés y os rompéis el
cuello ¡Tontainas! (y le dio un collejón a Óscar que solo cerró los ojos
para evitar que los sesos le salieran por los ojos).
-
Papá, no pasó nada, solo estábamos… (pero al oler el hedor de alcohol del
aliento de su hijo el señor Ricardo no le dejó acabar de explicarse).
-
¿Has bebido, Óscar? (El señor Ricardo agarró a su hijo del
brazo y se lo acercó aún más y le olfateó como si fuera un perro de presa.
Aquello era una pregunta retórica de las de manual, vaya que Óscar sabía
perfectamente que su padre sabía la respuesta).
-
Un poco, señor (Óscar solo llamaba a su padre señor,
cuando temía por su cuello, en este caso por su trasero).
-
¿Y tú? (le preguntó a Adri escaneándolo con la mirada. A Adri
ni se le pasó por la cabeza mentirle a su padre).
-
Si, papi (Adri bajó la cabeza y se le escaparon los lagrimones,
estaba muy asustado, su padre se veía realmente enfadado. Adrián era el único
de sus chicos que seguía llamándolo papi, aun y cuando estaba en problemas, y
aquello le hacía feliz, porque el resto de sus hijos, incluida Cristina,
dejaron de llamarlo así en cuanto empezaron la escuela, pero Adri no. Y eso que
el chico no era nada afectuoso, pero para Adri sus padres seguían siendo papi y
mami. Aunque sus hermanos hicieran mofa de él).
-
¡HAS DEJADO QUE TU HERMANO DE 12 AÑOS BEBA!
(agarró
de nuevo del brazo a Óscar y lo zarandó)
-
Lo siento (fue lo único que se le ocurrió decir)
-
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, Oh y tanto que
lo vas a sentir (y
el señor Ricardo le dio la vuelta como si se tratase de una peonza y empezó a
descargar con furia su mano sobre el trasero de Óscar) PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, y mucho, y cuando lleguemos
a casa te voy a arreglar yo, se te van a quitar las ganas de emborracharte o
emborrachar a tu hermano de golpe PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS.
Hemos dejado a tu hermano a tu cargo y vas y lo emborrachas PLASS, PLASS,
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS,
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS ¿Eso es lo que entiendes tú por
cuidar de tu hermanito?
-
Noooooooooooooooooo Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaau
nooooooo señor, por favor para, no lo haré más, lo juro Aaaaaaaaaaaaaaaaaau
-
¿No lo vas a hacer más? ¡No lo debiste
hacer nunca y punto! PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, Óscar
de todas las tonterías que te he visto hacer en tu vida, está se lleva la
palma. Y encima os encuentro ahí arriba haciendo el majadero. ¿pensaste que
hubiera podido pasar si alguno de vosotros hubiera perdido el equilibrio y
hubiera caído, lo pensaste?
-
Sniff sniff noooo (dijo sorbiéndose los mocos y sintiéndose
fatal no solo por ser castigado de esa forma a sus 14 años ante media barriada,
sino también porque su padre llevaba razón. Si algo malo le hubiera pasado a
Adri no hubiera podido vivir con ese sentimiento de culpa)
-
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS,
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS,
PLASS, Claro que no, el señor “ya soy mayor”, no piensa nunca, solo es bueno
para las bufonadas y las tonterías.
-
Lo siento snif snif
-
Hijo tienes ya 14 años, cuando vas a empezar a madurar y a comportarte como un
hombre ¿eh? PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS,
PLASS, PLASS, PLASS PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS,
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS,
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS,
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS.
-
Quédate ahí, no he acabado aún contigo (dijo aún muy enfadado el señor Ricardo.
Óscar se quedó quieto intentando clamarse y dejar de llorar, en ese momento
hubiera querido que la tierra se le tragase. El señor Ricardo no dijo nada y
agarró por la oreja a su hijo Adrián y empezó a zurrarle) PLASS, PLASS, PLASS ¿Y tú? ¿qué pasa? ¿no sabes que beber está mal? No
sabes que los niños no beben? ¿ACASO TU MADRE O YO TE HEMOS DADO PERMISO PARA
BEBER ALCOHOL ALGUNA VEZ? PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS
-
Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaau
noooo Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaay ay ay ay no papi, noooooo
-
PLASS, PLASS, PLASS ¿qué pasa? ¿Si los
demás se tiran por un acantilado, reza porque sea bien bajo?. Adrián de todos
mis hijos siempre he pensado que tú serias él único que no tendría que
preocuparme por que cayera bajo la influencia de sus amigotes, pero ya veo que
andaba bien equivocado. Debiste decirles que no querías beber, y si te hubieran
dicho algo, ese sería su problema no el tuyo. Ahora, jovencito, el problema es
todo tuyo PLASS, PLASS, PLASS, PLASS. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH
-
Y Adrián, te digo lo mismo que a tu
hermano, no te creas que esto se ha acabado, ya hablaremos tú y yo cuando
lleguemos a casa (el
señor Ricardo soltó con cuidado a su hijo y dejó que se fuera a los brazos de
su madre que en cuanto estuvo entre sus brazos Cristina y ella empezaron a
consolarlo)
-
¡Ricardo! (le gritó su esposa que pensaba que había
castigado suficiente a su pequeño).
-
No, Eugenia. No quiero tener esta mismo
discusión o una muy parecida dentro de un par de años, cuando éste esté (se refería a Adrián) en plena adolescencia. esta noche les dejo bien claro a estos dos
cagones mi opinión sobre el alcohol y los menores. Y tú, jovencito, no des ni
un paso que no me olvidé de ti (le dijo a Pedro y lo agarró del bíceps tiró
fuerte de él y se lo llevó bajo el brazo colocándolo como si fuera una alfombra
enrollada, y sin más descargó una docena de duras palmadas).
-
PLASS,
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, Pedro Martín Castaño, estoy muy decepcionado
contigo (continuó zurrándolo) PLASS,
PLASS, PLASS, PLASS, del cafre de mi
hijo Óscar me lo podía esperar, ¿pero de ti? Muchacho, creí que tenías un poco
más de cabeza PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS.
-
Aaaaaaaaaaaaaaaaau lo siento, lo siento
mucho señor Ricardo.
-
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS Ninguno de los
tres tiene edad para beber, y creo que tus padres tampoco están de acuerdo con
que bebas ¿no?
-
No, señor aaaaaaaaaaaaaaarghhhhh
-
¡Claro que no! PLASS, PLASS, PLASS, PLASS,
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, Pero si eso ya no es suficientemente
malo, habéis dejado que Adri bebiese también, ¡solo tiene 12 años, diantre!
PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS. Se suponía que debías
cuidar de él, no que él debía de cuidarse mucho de ir con vosotros PLASS,
PLASS, PLASS, PLASS.
-
Aaaaaaaaaaaaaaaaargh lo siento, perdón
aaaaaaaaaaaaaaau
-
Se acabaron las fiestas para vosotros tres.
Y ahora tendré yo unas palabritas con
tus padres (y
lo volvió a colocar de píe ante él).
-
Noooooooooooooooo,
se lo suplico, noooo mi padre me matará (comenzó a llorar Pedro).
-
¡Haberlo pensado antes de emborrachar a un
niño! (le
fulminó con la mirada y agarró a Óscar y a Pedro por la manos, por si quedaba
algo de dignidad que salvar, y se los llevó así todo el camino hasta casa de Pedro.
La señora Eugenia les seguía el paso atrás con Adri y Cris que también lloraba
por ver como sus hermanos lloraban).
Al llegar a casa de
Pedro, el señor Ricardo le contó lo sucedido al padre de Pedro, que tras
disculparse por el comportamiento de su hijo, se quitó en cinturón y lo mandó a
su habitación. Pedro sabía lo que le esperaba, solo agradecía que su padre a
diferencia del señor Ricardo, había esperado que no hubiera nadie para
castigarlo. Su padre le dio una buena zurra con el cinturón y lo castigó
durante un mes entero sin paga y con todas las tareas de la casa, incluida la
colada, cosa que detestaba con todas sus fuerzas. Pero a raíz de aquel día su
relación con el señor Ricardo cambio, el señor Ricardo siguió tratándolo igual
que siempre, pero él ya no podía verlo igual, aquel tipo tenía una mano
temible.
Pedro miró de
reojo a Mark, y sintió algo de simpatía por él, hasta que pocos segundos
después Mark le miró con el mayor de los desprecios y le preguntó que narices
estaba mirando. En ese momento se acabó toda simpatía y deseó ponerlo sobre sus
rodillas y darle un poco de la medicina que su abuelo le había dado a él mismo
aquella noche en aquella feria.
-
Tío
Miguel, te equivocas, la salida para casa es la que te acabas de pasar (Mark
le dijo al ver que se acababa de pasar la salida del túnel que llevaba a su
barrio).
-
Mark,
no vamos a vuestra casa (le dijo Miguel sin apartar
la vista de la carretera).
-
Si
te refieres a la casa de ése (refiriéndose con
desprecio a Pedro) también hay que tomar
esa salida.
-
Gracias,
don GPS, pero vamos a casa de tu tío Juan, tenemos que recoger primero a tu
hermana. Después ya os llevaré a casa de “ESE” (dijo
con una mueca de disgusto).
-
¿Sabe
Bea que nos mudamos con el profesorcillo?
(dijo poniendo una mueca de asco profundo).
-
Aún
no le he dicho nada, no quería decírselo por teléfono
(dijo Cristina).
-
Jajaja
(empezó a reírse malévolamente Mark) Esto
va a ser interesante.
-
Maaaark
(le advirtieron a la vez Pedro y Miguel)
-
Jajaj
¿Qué? Lo va a ser. Todos os creéis que Bea es un angelito, pues lo vais a
flipar jajaja
-
¡Mark! (esta vez fue su madre quien
lo amonestó)
Sé muy bien cómo se lo va a tomar tu hermana, así que te pediría el favor que
no pongas las cosas más difíciles con tus comentarios sarcástico.
-
Don’t
worry mom, I won’t say a word jajajaja It’s gonna be fun (tranquila
mama, no voy a decir ni pio, jajaja esto va a ser divertido)
-
¡Mark,
para ya!
-
¿qué?
(dijo indignado pero sin dejar de reír)
No está Bea delante.
-
Me
da igual, estoy yo, y a mí tampoco me hace gracia (dijo
su madre muy seria).
-
JAJAJA
Don’t go mad! Chill out, mom! (le dijo a su madre
que “no se enfadase, que se calmase” de forma
muy condescendiente. Miguel apartó la mirada de la carretera un segundo
y le echó una mirada fulminante a Mark).
Mom, if you wanna move in with the
Little Macho and fucking like bunnies
all night, it’s ok for me. Good for you mommy! It’s not with me that you are
gonna get into troubles for this (Mama, si te quieres ir a vivir con el
pequeño macho y follar toda la noche como conejos, por mi genial. ¡Bien por ti,
mami! No es conmigo que vas a meterte en líos por eso” Mark se refería a que
Bea no iba a reaccionar nada bien a la noticia).
-
¡Miguel
para el coche! (dijo Pedro muy enojado con Mark
por como acababa de hablar a su madre. Poco le había durado la paz)
-
¿Qué
pasa? (dijo Miguel que se le había escapado lo
que acababa de pasar, pero había oído la palabra “fucking” claramente).
-
No
te puedes enfadar conmigo por avisar (dijo girándose
hacía el asiento de atrás donde estaban Pedro y Cristina sentados). Como decís vosotros “el que avisa no es
traidor”.
-
No
me enfado por eso, me enfado por cómo le acabas de hablar a tu madre, es no es
forma de hablarle a tu madre y ya te lo hemos dicho un millón de veces
(dijo subiendo el volumen).
-
EY,
ey, ey, calma, profesorcillo, que ahora mi madre vaya a vivir contigo, no
significa que seas mi padre, así que tomate una tila y tranquilízate ¿eh? (Mark
también elevó la voz, en unos segundos se organizó una pelea en el coche de
Miguel, que no sabía si seguir hasta casa de Juan o parar).
-
¡Oh
No!, no soy tu padre, de eso estoy muy seguro, Mark. Un hijo mío jamás hablaría
así a su madre.
-
Bufff
(dio soplido y volvió a sentarse bien en el asiento
del copiloto. Pedro apretó mucho los puños y tensó toda la musculatura de su
cuerpo). Dick! (añadió finalmente
flojito pero aún perfectamente audible)
-
Eso
lo he entendido (dijo Miguel y con la mano del
cambio de marchas le dio un guantazo en todos los morros. Aquello pilló por sorpresa
a los tres). Mi coche, mis reglas
(dijo Miguel sin perder el buen humor).
Si vuelvo a oírte hablar así, pararé el coche, pero no será Pedro el que te
zurre, seré yo, y te tengo ganas sobrinito, no te creas que me gusta cómo me he
enterado que te portas con mi hermanita.
-
Miguel,
déjalo vale, ya me ocuparé yo de mi hijo cuando lleguemos a casa.
-
Cris,
como le he dicho a tu hijo. Mi coche. Mis Reglas (Miguel
no perdía esa pose de estar siempre de broma, ni siquiera después de haberle
dado ese manotazo a Mark, que se había llevado ambas manos a la boca y estaba
gimoteando en silencio).
-
Grrrrr
(gruñó enfadada Cristina, no por el manotazo bien
merecido que le había dado a Mark, sino por esa costumbre de Miguel de
comportarse como si fuera él el “padre” de todos, ahora también de Mark).
-
Princesa
no me gruñas.
-
Grrrr
(gruñó de nuevo a Pedro le costaba mantenerse serio. Le parecía tan gracioso
que una mujer inteligente y fuerte como Cristina pasara a convertirse en una
princesita mimada en cuanto estaba con sus hermanos o sus padres. Pero las
ganas de reír se le quitaron de golpe que manotazo que le arreó Cris en el
brazo)
-
Auuu
¿A cuento de que vino eso? (se quejó Pedro
frotándose de forma muy dramática el brazo)
-
Tú
sabes muy bien a cuento de que vino eso
(dijo cruzándose de brazos y poniéndole morros).
-
Niños,
¿He de ponerme serio e ir allá atrás a poner
orden? (dijo riéndose Miguel)
-
No,
papá jajaja (dijo riendo Pedro que le seguía la
broma a Miguel)
-
Pedrito,
Pedrito, Pedrito no tientes tu suerte jajajaj (Miguel
dijo bromeando pero era muy capaz de darle una paliza a Pedro, pero no por eso,
claro).
-
Jajaja
ok, Miguel, me portaré bien, seré bueno jajaja.
-
Eso
está mejor. A ver si en los 15 minutos que faltan, podemos tener un trayecto
tranquilo. ¡Dios, y yo que pensaba que Richie era agotador! jajaja
excelente relato ansió los demás....
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