Capítulo 11: Noticias
agradables y desagradables
Michael era claramente mi hermano. Había visto su foto solo seis
segundos, pero en mi cabeza saqué un montón de parecidos (la mayoría de ellos
probablemente inventados, fruto de mi deseo de encontrar mis rasgos en los
suyos). Lo más evidente era el color de piel: él también era mulato. Además, en
mi opinión teníamos la misma nariz, las mismas orejas, el mismo pelo…. Y al
final iba a resultar que Andrew no había
puesto nada en mi genética.
Siendo sinceros, no éramos tan parecidos. De hecho, había algo que nos
diferenciaba claramente. ¿POR QUÉ NARICES TENÍA LOS OJOS AZULES? Por dentro, morí de envidia. Era tan raro ver
una piel morena con unos ojos claros… Los habría sacado de su padre. Andrew
también los tenía azules, pero yo tenía los ojos marrones de mi madre y de mi
raza. Nunca me había importado mucho, porque Aidan también los tenía marrones y
me gustaba parecerme a él aunque sólo fuera en eso, ya que nada en nuestros
físicos indicaba que estuviéramos emparentados. Pero siempre he tenido esa idea
de que los ojos azules son más bonitos, y la foto de Michael era la prueba.
Desde luego – y no pude evitar sentirme un poco idiota al pensar esto - seguro que le hacían tener éxito entre las
chicas. Yo no me consideraba feo, más bien creía que estaba dentro de la media.
Pero por ello mismo no destacaba, como Michael. Me pareció la versión mejorada
de mí.
Dediqué tantos esfuerzos en recordar esa foto de Michael y en
envidiarle porque la otra opción era pensar en sus extraños mensajes. ¿Qué
clase de criminal antisistema tenía por hermano? La verdad, de todo lo que
sabía de él hasta entonces lo menos inquietante era su aspecto, así que seguí
pensando en eso. Al tener un rostro,
pude imaginarme miles de escenas que nunca sucedieron. Imaginé una
versión más joven del chico cuya foto había visto e inventé una serie de
recuerdos que nunca tuvieron lugar. Imaginé los sitios a los que habríamos ido,
los lugares que hubiéramos visitado, los momentos que hubiéramos compartido…
… cada uno de los recuerdos que fui creando terminaban siempre de la
misma forma: algo nos separaba y nunca más volvíamos a vernos. Eso sólo era un
reflejo de la pregunta que llevaba alojada en mi cerebro casi desde que supe de
su existencia. ¿Por qué Michael no me había buscado nunca?
-
Aidan´s POV –
Diez pares de ojos me observaban. Unos con mayor atención, otros sólo
con curiosidad. En el sofá grande, de cuatro plazas, estaban Alejandro, Harry,
Zach y Cole. En las piernas de Alejandro estaba Alice. En el sofá pequeño, de
dos plazas, estaban Marie y Barie. Los demás estaban diseminados por el suelo.
Dylan estaba sentado sobre un cojín y Kurt sobre un puf. Hannah estaba sentada
directamente sobre la alfombra. Y todos ellos aguardaban, impacientes, a que yo
empezara a hablar.
Pero los segundos pasaban, y pasaban, y yo no decía nada, porque no
sabía bien qué decir. Me aclaré la garganta unas tres veces, aunque en verdad
no lo necesitaba, y cuando ya no pude prolongarlo más, suspiré.
-
Tengo
algo que contaros.
-
¡No me
digas! Caray, no me había dado cuenta – dijo Alejandro, con infinito sarcasmo.
Si las miradas matasen, la mía en ese momento hubiera acabado con su vida.
-
No es…
fácil – proseguí.
Eché un vistazo a los rostros de
mis hermanos. Los que más llamaron mi atención fueron los de Zach y Harry,
ambos hundidos sobre el sofá. Curiosamente, Harry parecía nervioso, y dediqué
unos segundos a preguntarme por qué sería. Zach en cambio estaba preocupado y…
resignado. Como yo no continuaba, fue Zach el primero en hablar:
-
Tenemos
otro hermano ¿no? Dilo de una vez. No me extraña que ésta vez ya no estés tan
contento. ¡Otro más! ¿Es que Andrew no sabe hacer otra cosa? ¡Ya tiene
cincuenta y nueve años, por Dios!
Hasta el final de su alegato, yo me estaba preguntando si mi hijo era
brujo. Luego entendí que mi cara de “ha pasado algo importante” le recordó a
otras situaciones similares. Casi siempre que había una reunión familiar al
completo, era para anunciar la llegada de uno más. Zach ya lo había vivido
varias veces, aunque seguramente sólo recordara cinco. Pero aquella vez Andrew
no tenía nada que ver.
-
En primer
lugar, sí que estoy contento. – dije, y en ese momento me di cuenta de que
tenía que preocuparme menos y alegrarme más. – Que una familia se haga más
grande siempre es motivo de alegría. Lo malo es que se haga más pequeña –
sentencié, y entonces provoqué el caos. Se levantó una serie de protestas, cada
una más airada que la anterior, cuando mis hermanos tomaron mis palabras como
la confirmación de la hipótesis de Zach. Hablaron todos a la vez y sin ningún
orden, moviendo enfáticamente las manos como si su enfado no quedara patente
por su tono.
-
¿Otro
hermano?
-
Pero, ¿es
que no sabe usar un condón?
-
Si, alegrarnos, claro, pero yo eso ya lo he
vivido y….
-
¡Somos
una familia de conejos!
-
¿Es chico
o chica?
-
¿Tendré
que prestarle mis muñecas?
-
¡Andrew
es idiota!
Era imposible saber quién decía qué, pero eso último sonó alto y claro,
desde los labios de Dylan. Abrí mucho
los ojos y traté de hacerme oír, pero era imposible. Mi voz era sólo un ruido
de fondo más en todo aquél follón. Me metí dos dedos en la boca, y silbé, para
llamar su atención. Barie y Madie se taparon los oídos.
-
¡Ay,
papá! ¡Que estamos aquí mismo! – protestaron.
-
Y yo
también, aunque os esforcéis por ignorarme. – repliqué – No entiendo vuestra
reacción. ¿Acaso no hemos aprendido ya que un hermano es siempre una bendición?
Y Dylan, no puedes decir esa palabra, lo que le has llamado a Andrew.
-
¿Porque
es mi papá? – preguntó él, y me dio rabia, porque aunque fuera lo natural, no
me gustaba escuchar “Andrew” y “papá” en la misma frase.
-
No.
Porque es una palabrota y un insulto.
Entonces Dylan empezó a repetir, bajito, “idiota, idiota, idiota” en
uno de sus bucles. Kurt soltó una risita y yo suspiré. A veces me daba la
sensación de que Dylan era demasiado listo y se aprovechaba de su enfermedad.
-
Justo
eliges esa palabra para repetirla ¿verdad? – pregunté, con fastidio.
-
Idiota,
idiota, idiota – respondió, con voz impersonal, como si fuera una grabación.
-
Dylan, no
– le dije, serio. Esas dos palabras solían bastar para que me hiciera caso, y
aquella vez no fue menos. Cerró la boca y me miró con ojitos de carnero
degollado, como para ver si estaba enfadado. Le miré dulcemente, para
demostrarle que no. – No repitas esa palabra, cariño. – indiqué, sabiendo que
no volvería a hacerlo. Pasábamos por eso con cada palabrota. Yo al principio no sabía entenderle y me
enfadaba. Con el tiempo me di cuenta de que no lo hacía con mala intención,
sino sólo por curiosidad ante una palabra que intuía como “prohibida”. Quería
ver qué pasaba cuando la decía. En algunos sentidos Dylan era como un eterno
niño pequeño: a veces más infantil que Kurt e incluso que Alice; a veces más
inteligente que yo.
-
Bien,
como iba diciendo, un hermano es una bend…
-
Papá,
será toda la bendición que quieras – me interrumpió Alejandro – Pero lo cierto
es que no tienes por qué quedarte con todos los errores de Andrew.
El silencio que siguió fue más que tenso. Todos parecieron querer salir
corriendo, como temiendo la explosión de una bomba nuclear. Y la bomba explotó.
-¿¡ERRORES!? ¿¡ERRORES, ALEJANDRO!? MIS HIJOS NO SON ERRORES
¿ENTIENDES? – bramé. Aquello era culpa de Ted. Debía de haberle contagiado sus
tonterías a Alejandro. Ted ya no decía esas cosas en voz alta, pero a veces yo
creía que lo seguía pensando y por lo visto no me equivocaba. – NINGUNA PERSONA ES UN ERROR, LA VIDA NO ES
UN ERROR, Y MIS HIJOS MENOS. ¿QUE NO TENGO QUE QUEDARME CON TODOS? ¿Y A QUIÉN
RENUNCIO, EH? ¿A TI? ¿A HARRY? ¿A ALICE? – argumenté, buscando que entendiera
que estábamos hablando de personas. Nombré a la pequeñina porque eso pretendía
ser un golpe bajo a su sensibilidad. Uno tiende a sentir más ternura al
imaginar a un niño pequeño sin padres, aunque todo el mundo, grande o pequeño,
los necesita. - NO SOIS COSAS. NO SOIS
ALGO CON LO QUE PUEDA QUEDARME O DEJAR EN LA TIENDA. ¡SOIS MIS HIJOS, JODER!
¡MIS HERMANOS! NO SOIS UN PUTO ERROR. SOIS LO QUE DA SENTIDO A MI VIDA, Y NO ME
HE ARREPENTIDO NI UNA SÓLA VEZ DE TENEROS CONMIGO – grité, y me detuve para
respirar. Inspiré hondo y me calmé un poco – No vuelvas a decir algo como eso
en tu vida. Cuidaré de todos mis hermanos, sean los que sean.
Porque la otra opción era… era tan horrible que no quería ni pensarla.
Ellos no sabían…. Realmente no lo sabían…. Detuve mis pensamientos y encarcelé
mis lágrimas, y así reparé en que alguien más tenía ganas de llorar y de hecho lo estaba haciendo. Alice me
miraba muy asustada y sus mejillas estaban llenas de lágrimas. Hannah también
parecía muy impresionada y a Kurt le brillaban los ojos y tenía un puchero.
Dylan se sujetaba la cabeza con ambas manos y se balanceaba hacia delante y
hacia atrás. Y yo era idiota por asustarles así.
Me acerqué a Alice, y la saqué de encima de Alejandro para cogerla en
brazos.
-
No
llores, princesa. No pasa nada. Ya, pitufa, ya. Perdona, cielo. No quería
asustarte.
Alice lloró con la cabeza apoyada en mi hombro y yo me mecí con ella.
Sin soltarla, estiré un brazo y acaricié a Hannah y a Kurt.
-
Chicos,
vamos. No ha pasado nada. Papá no está enfadado.
Alice sorbió por la nariz y me miró con un puchero.
-
Has dicho
una palabra fea – me acusó Hannah.
-
Dos. Has
dicho dos palabrotas – apuntó Kurt.
Sonreí un poquito.
-
Tenéis
razón. Eso ha estado muy mal.
-
Papá,
estás castigado – intervino Zach, bromeando con una sonrisa, y tomando a Alice
en brazos con ciertas dificultades porque la enana empezaba a pesar demasiado
para él. - ¿Qué decís, enanos? ¿Le
dejamos sin postre?
-
¡No! ¡Ese
es un castigo muy feo! – dijo Hannah, con horror.
-
Mmm.
Tienes razón, Hannah. Nadie merece quedarse sin postre – dijo Zach, haciéndola
un mimo. – Salvo los que no se comen toda la verdura. – apuntó, mirando
alternativamente a Kurt y a Hannah, que se hicieron los distraídos para no
darse por enterados. Le agradecí con la mirada que relajara un poco el
ambiente, y me fui a calmar a Dylan. Me acerqué a él despacito, para que no me
rechazara por haber gritado. Se resistió
un poco, pero luego me abrazó. Aún agarrado a él, miré a Alejandro.
-
No lo
vuelvas a decir – enfaticé, y él
asintió, mudo, seguramente bastante impresionado por mi estallido. Yo me sentía
muy liberado, tal como se siente uno al gritar y descargarse. Le di un beso a
Dylan, o lo intenté, porque él se apartó.
Debió de pensar que ya era bastante contacto físico por un rato. Me erguí, y les miré a todos. – Es cierto que
hay uno más en la familia, pero habéis sacado conclusiones precipitadas. Andrew
no ha tenido otro hijo.
De nuevo, mis palabras ocasionaron murmullos. Esa vez, esperé con paciencia, sin intentar hacerme oír al
saber que era imposible.
-
¿Entonces?
-
¿No es de
Andrew?
-
¿Cómo va
a ser nuestro hermano sino?
-
¡Papá!
¡No será tuyo! – exclamó Alejandro, y eso hizo que finalmente interviniera. Todos
me miraban estupefactos, algunos hasta
con algo de preocupación, mientras esperaban mi respuesta..
-
No. No,
claro que no. – respondí, pero no debieron escucharme, o tal vez no me
creyeron.
-
Ahora que
tienes un hijo de verdad ya no querrás…. – empezó Alejandro, pero no le dejé
continuar.
-
No te
atrevas a terminar esa frase –
amenacé. - ¿Es que no he dejado
lo suficientemente claro que sois mis hijos? Pensé que lo había escuchado hasta
el vecino. Ya tengo un hijo de verdad. En concreto, tengo once. Y, tal vez
dentro de poco, doce.
-
¿Tal vez?
– preguntó Harry, extrañado por ese elemento de duda. A lo mejor por fin podía
soltarlo, si es que me dejaban.
-
Veréis…
esto es complicado. Ni es hijo mío, ni de Andrew.
-
¿Entonces?
– preguntó Barie - ¿Vas a adoptar? ¿Es que te parecemos pocos?
De verdad, cómo eran. Resoplé.
-
¡No! ¡Ni
es mío, ni de Andrew, ni lo voy a adoptar, ni es el hijo de algún amigo, ni
ninguna otra variante!
-
¡Pues
entonces no vamos a tener otro hermano! – dijo Madie.
-
¡Aclárate!
– exigió Barie.
-
¿Me
dejáis hablar? – pedí yo, y continué antes de que me interrumpieran de
nuevo. – Es hermano de Ted.
-
¿Ted
tiene un hermano? – preguntó Cole - ¿Uno que no seamos nosotros?
-
Por lo
visto sí. Por parte de madre. El nombre que Dylan vio en el hospital…es él.
Michael Donahow.
-
¿Qué edad
tiene? ¿Quién es? ¿Dónde está? – interrogó Cole.
-
18, no lo
sé, y no lo sé – respondí – Aún sabemos poco sobre él…
-
Sabes
algo más – adivinó Alejandro – Algo que te estás callando.
-
Ha
cometido… algunos errores. Pero ya habrá tiempo de hablar de eso. Para Ted,
esto es muy importante y… doloroso. Ese chico es familia nuestra, porque es
familia suya, y así se lo haremos saber a Ted, ¿de acuerdo?
Lentamente, como sopesándolo, fueron asintiendo. Y yo sonreí, relajado.
-
¿Dónde va
a dormir? ¡En nuestro cuarto no cabe! – dijo Cole.
-
¡Eh,
aguarda un momento! Aún no sabemos si va a vivir aquí… Cruzaremos ese puente
cuando lleguemos a él.
-
¡No
pienso dejarle mis juguetes! – dictaminó Kurt. - ¡No quiero otro hermano! ¡Y
menos otro hermano mayor!
-
No es
algo que uno pueda elegir, enano – dijo Alejandro – Tres hermanos más, y
empezarás a entenderlo. Yo ya me he resignado.
Caramba. Qué buena había acogida había tenido la noticia. Nótese el
sarcasmo….
-
Si tiene
dieciocho años ya es adulto ¿no? – intervino Zach.
- ¿Y? ¿Por eso es menos familia nuestra? Además, uno no se hace mayor
cuando lo pone en su carnet, Zach. Ser adulto es más que cruzar un umbral de
años… - traté de explicar, pero sabía que no me iba a entender. Se pasaría toda
su adolescencia reivindicando que ya era mayor…. Y lo sería justo cuando dejara
de necesitar decirlo.
-
Vaya
gracia – fue todo lo que dijo Madie, evidentemente molesta, pero también
resignada.
-
Está
bien. Todos tenemos que pensar sobre esto. En cuanto sepa algo más os lo diré.
Ahora todo el mundo a jugar.
-
Papá, no
soy un niño. Yo no juego – protestó Alejandro.
-
Se lo
diré a la Play Station - repliqué – Tal
vez, si ya no la quieres, se la regale a algún vecino.
-
¡No!
-
Ya decía
yo. – respondí, sonriendo. Qué fácil era
chincharle.
Poco a poco se fueron dispersando, pero Zach se quedó en la habitación.
Su postura, medio encogida y algo avergonzada, me hicieron pensar que quería
pedirme o preguntarme algo.
-
Papá…ummm….
Podría… esto…. ¿podría salir?
-
¿Salir? –
pregunté yo., porque había esperado que más bien quisiera hablar sobre lo que
les había dicho. - ¿A la calle?
-
Sí.
Generalmente, es a donde uno sale… - respondió él, sin poder contener su lengua
respondona. – Unos amigos han quedado y… como parece que hoy no vamos a hacer
nada más “en familia” pues…tal vez….
Los sábados en los que no había plan familiar, o cuando éste terminaba
pronto, los más mayores aprovechaban para salir por ahí, porque por lo visto
con los viernes no les bastaba. Si Zach
me lo preguntaba con tanta inseguridad era seguramente porque estaba
acordándose de que su comportamiento los últimos días no había sido de los
mejores. Pero yo no le había castigado
sin salir.
-
Sí, Zach,
puedes ir. Aunque ya sabes que no te voy a dar dinero.
Generalmente a Marie, Barie,
Zach y Harry les daba quince euros de paga cada dos semanas (treinta al mes)
pero a veces les daba algo más cuando salían. El dinero de su paga en realidad
era un extra, para chucherías o caprichos, como más ropa y eso. Yo les compraba
todo lo que necesitaban. Pero les había
dicho a los gemelos que no tendrían paga por tres semanas, es decir, por lo que
restaba de mes, por haber comprado petardos sin permiso.
-
Lo sé. Yo
tengo cinco dólares ahorrados – me respondió. – Creo que Zach también quería
salir.
-
¿Con tu
grupo? – pregunté. A veces salían juntos, y a veces no.
-
Nop.
-
Bueno, en
casa antes de las nueve, ya lo sabes. –
le recordé. Alejandro y Ted tenían un horario más amplio, pero ellos aún eran
pequeños. - ¿Necesitas que te acerque a algún sitio?
-
No, no es
muy lejos. Entonces, ¿puedo?
-
Ya te he
dicho que sí – respondí, y luego sonreí, al ver lo ilusionado que parecía. No
perdió más tiempo, y salió corriendo, a por Harry, y en menos de dos minutos
los dos estaban saliendo por la puerta.
Era raro ver como seguían con sus cosas, aparentemente sin estar
afectados por la noticia que les había dado.
No sé lo que había esperado. Tal vez un poco más de emoción. Emoción
positiva, porque casi todo habían sido caras de fastidio ante la noticia de que
Michael existía.
Sin embargo, a lo largo de aquella tarde, mis hijos parecieron ir
cambiando de opinión.
-
Madelaine´s POV –
Otro hermano. Y encima crecidito. Quiero decir que… es fácil
encariñarse con un bebé. Pero, ¿un tipo de dieciocho años? No veía la forma de
que encajara en nuestras vidas. Por más que quisiéramos intentarlo, nunca
formaría parte de nuestra familia. Papá era demasiado optimista. O tal vez
demasiado bueno. Tanta bondad iba a perderle, algún día.
Harry y Zach habían quedado, y se fueron. Intenté que Barbie fuera
conmigo al centro comercial, pero no la apetecía. Me entretuve unos minutos con
el móvil, viendo algunos videos y chateando con amigas, pero al final me cansé
de eso. Hannah también debía de estar aburrida, porque vino a mi cuarto con esa
cara que ponía cuando quería que jugaras con ella.
-
Ey,
peque. ¿No juegas con Kurt?
-
Está
pintando.
-
Pues
pinta tú también.
-
No quiero
– protestó, y se sentó en mi cama, balanceando los pies. - ¿Cómo crees que será
Michael?
-
No le
conozco.
-
Ni yo.
Pero me gusta su nombre. Y es hermano de Ted.
-
En ese
caso, supongo que se parecerá a él ¿no? – repuse, sin darle mucha importancia.
Hasta el momento ese desconocido para mí sólo era una posible molestia.
-
Entonces
será bueno. Y cuidará de nosotros. Y también habrá perdido una mamá. –
respondió Hannah, y yo la miré fijamente, reparando en que tenía razón. Si era hermano de Ted entonces era al menos
huérfano de madre.
En mi familia, había muchas diferencias. Unos eran rubios, otros
morenos. Unos negros, otros blancos.
Unos tímidos, otros abiertos. Chicos, y chicas. Niños, y no tan niños. Y
sin embargo, había dos cosas que nos unían, sin importar todo lo demás: éramos
hijos del mismo padre… y no teníamos madre. Ese chico, Michael, compartía al
menos una de esas cosas. Y teniendo en cuenta que Andrew era un padre de mierda
que de hecho no se podía considerar
nuestro padre, en realidad no era algo que nos uniera demasiado. Lo importante
ahí era que nuestras madres…habían renunciado a nosotros… pero Aidan no.
¿Cómo no me había dado cuenta antes de que eso es justo lo que quería
hacer con Michael? Aidan era la segunda oportunidad de todos nosotros. ¿Por qué
negarle a Michael ese derecho? Si tenía
familia, Ted merecía conocerla. Y si no la tenía, entonces podía ser uno de
nosotros, porque aunque no tuviera nuestro apellido tenía algo más importante:
a una persona dispuesta a ser su padre, aunque biológicamente no le
corresponda. Hacía unos minutos había pensado que Michael nunca formaría parte
de nuestra familia. Entonces me di cuenta de que ya formaba parte, y de que por
eso papá nos lo había contado.
Me levanté de la cama de forma repentina, asustando un poco a Hannah en
el proceso.
-
¿A dónde
vas?
-
A hablar
con papá.
-
Te
acompaño.
Bajamos las escaleras y encontramos a papá sentado en el sofá, cosiendo
algo. Hannah se acercó a él a brinquitos.
-
¿Qué
haces, papi? – le preguntó.
-
Arreglo
esto para tu hermano. Tiene un roto en las rodillas, ¿lo ves? – explicó papá y
metió un dedo por el agujerito que había en uno de los pantalones de Kurt. Hannah miró con mucha atención, y se fijó
también en la aguja.
-
¿Me
enseñas? – preguntó.
-
¿Quieres
aprender? Ven aquí – pidió, y la puso delante de él, abrazándola con un brazo,
colocando los pantalones delante de los dos. – Se pasa la aguja por aquí ¿lo
ves? Y se junta con éste otro lado.
-
¿Tú sabes
coser, Madie? – me preguntó. Yo negué con la cabeza.
-
Tal vez
me puedas enseñar a mí también.
-
Claro. –
dijo papá. A mí me dio una aguja. Creo que a Hannah no, por ser pequeña y tener
riesgo de pincharse. Me dio un retal de tela inservible, y me sugirió que
intentara coserlo, a ver que salía. Yo lo único que sabía era enhebrar la
aguja, así que lo hice y me puse a ello. Relajaba.
-
Estaba pensando…
- empecé, cuando estuvimos un rato cada uno a lo suyo, con Hannah haciendo
preguntas de vez en cuando. - ,,,,¿Vamos a conocer a Michael?
Papá me miró fijamente, creo que intentando tantear si yo le preguntaba
porque la idea me agradaba o porque me desagradaba.
-
Pues
espero que sí. No depende de mí, cariño. No sabemos dónde está.
Eso me recordó que papá había insinuado que había algo más respecto a
Michael. Algo que no nos contaba.
-
¿Cómo
sabes…? ¿Por qué sabes que es hermano de Ted?
-
Nos lo ha
dicho la policía – dijo papá, tras permanecer un rato en silencio. – Cuando
ellos le encuentren, podremos conocerle.
Me pregunté por qué le buscaba la policía. Tal vez le había pasado algo
malo, o estaba desaparecido o…. Intuí que papá no me lo iba a decir.
-
Pues
tendremos que hacer espacio. Esta casa se empezó a quedar pequeña cuando fuimos
ocho. – dije yo, y papá, poco a poco me sonrió, al interpretar eso como un “por
mí está bien si viene”. – Y tendrá que respetar la jerarquía. Vale que
técnicamente será el mayor, pero vino después que Alice, así que estará por
debajo de ella.
-
Aquí no
hay jerarquías – dijo papá, frunciendo el ceño.
-
Si las
hay, ¿verdad, enana?
Hannah negó con la cabeza. Vale, no las había. En realidad aquello se
resumía en “está papá, está Ted, y luego los demás”. Ted era como el…segundo al
mando. Aunque creo que eso tenía más pegas que cosas buenas para él. Seguí
cosiendo, o intentando coser, hasta que papá terminó de arreglar el pantalón de
Kurt.
-
¿Me
ayudáis a buscar una cosa? – preguntó.
-
¿El qué?
– curioseó Hannah.
-
Dinero.
Alejandro no sabe dónde ha puesto lo que sobró del almuerzo.
-
¿Has
considerado seriamente llevarle a que le traten su mala memoria? – pregunté yo.
Alejandro lo perdía todo. Hacía tiempo que no, pero no era raro oírle
decir “no sé dónde he puesto el móvil” “¿dónde están mis llaves?” y “madre mía,
¡pero si lo tenía en la mano justo ahora!” Por eso no me extrañó escuchar que
había perdido el dinero. Pero buscamos con papá por toda la cocina, por todo el
salón, por todos lados y nada… Creo que la primera en empezar a sospechar, fui
yo. Creo que papá no quería pensar mal de nosotros. Pero para mí empezó a ser
evidente que, dado que el dinero no tenía patas, alguien lo había cogido. Uno
de nosotros.
-
Zachary´s POV –
Los recreativos eran uno de los mejores lugares del mundo. Había una
bolera, máquinas, pistas de tenis de mesa… Hacía mucho que no me lo pasaba tan
bien. No todo eran videojuegos, después de todo. Creo que pasaba mucho tiempo
al lado de la play… y total, ¿para qué?
Para que mi hermana destrozara mi récord en segundos. No. Aquello me gustaba
más. Había juegos de todo tipo. Lamenté que no estuviera Harry, porque creo que
a él también le habría encantado. Y lo mejor de todo era que, cuando ganabas en
determinados juegos, te daban tickes que podías canjear por otra cosa, como una
especie de premio. Estaba con Sam, Jacob y Will, tres amigos míos que me
descubrieron aquél mundo maravilloso. Yo jamás había estado en un sitio como
aquél, pero por aquello que llaman “la suerte del principiante”, gané en los
dos únicos juegos que mi escaso presupuesto me permitía.
Acumulé diez tickes, cinco por
cada juego, y me acerqué al mostrador para ver por qué podía canjearlo.
Realmente por poca cosa, porque casi todo valía más de treinta tickes. Me daba
rabia, pero yo no podía jugar a más,
porque sólo tenía cinco dólares. Tres semanas sin dinero… no llevaba ni una y
ya me estaba costando. Pero supuse que yo me lo había buscado. Además, por mal
que me sentara no podía hacer nada por cambiarlo, excepto tal vez ponerle
ojitos a papá para que me perdonara una semana. Tal vez lo intentara al llegar
a casa.
Sam me vio mirar los premios del mostrador, y me dio los veinte tickes
que había ganado él.
-
Toma – me
dijo – Yo tengo mil cosas de estas.
-
¿En
serio? – pregunté - ¿Me los das?
-
Sí. Te
aconsejo que no escojas el yoyó. Se rompen enseguida.
Miré a mi amigo con incredulidad un poco más, y luego sonreí.
-
Muchas
gracias. Mmm ¿Qué podría coger?
-
No sé,
¿qué quieres?
-
Pues…. es
que depende de si es para mí, o para alguno de mis hermanos. Esa muñeca de ahí
le gustaría mucho a mi hermana más pequeña. Y esa especie de set de
maquillaje con brillantes le encantaría
a mi hermana Madie - reflexioné en voz
alta, pensando que sería una buena forma de disculparme por nuestra pelea tonta
con el videojuego.
-
Ni hablar
tío. No te he dado eso para que elijas cosas de chicas. – protestó Sam. Miré el
escaparate un poco más. Mmm. A papá le gustaban los llaveros. Llevaba como seis
en su manojo de llaves, y ahí había uno bastante chulo, que costaba treinta
tickes porque tenía muchos adornos y parecía muy elaborado. Era un cocodrilo
que asemejaba ser de una piedra preciosa, aunque probablemente fuera imitación.
Igual, a papá le gustaría.
-
Ese
llavero – dije al final, y a Sam pareció gustarle. Se lo dije al dependiente, y
le entregué los tickes a cambio del cocodrilo. El tacto era suave, y realmente
parecía como de… ¿cómo se llama esa piedra verde? ¿Esmeralda? En fin, algo de
eso. Algo chulo y muy muy caro. Pensé que estaría bien como broma hacerle
pensar a papá que era de verdad una piedra preciosa. – Gracias otra vez – le
dije a Sam.
-
No hay de
qué. ¿Qué quieres hacer ahora?
-
Debería
ir volviendo a casa. Tengo que estar antes de las nueve…- musité, sabiendo que
él podía volver un poco más tarde. Cada padre tiene sus horarios, supongo,
aunque el mío ya podía ser un poco más estirado -.-
-
Will
también. Nos vamos, entonces.
Así que cada mochuelo se fue a su olivo, como se suele decir, y yo pensé
que tenía que volver a ese lugar, y tal vez llevar a mis hermanos. Sería un
buen lugar para los “sábados en familia” de papá. Entré a casa con el
llavero-cocodrilo escondido en la mano.
-
¡Hola! –
saludé. Papá estaba en el salón. Algunos de mis hermanos estaban allí también,
y todos parecían estar buscando algo. Al entrar en casa recordé algo de lo que
me había olvidado durante toda la tarde: el nuevo hermano. Tal vez hubieran
seguido hablando de aquello, y por eso papá parecía tan serio. – Tengo algo para ti, papá. – anuncié. – Es
algo digno de un rey, que lo sepas. Muy muy caro –dije, conteniendo una
sonrisa, y le enseñé el cocodrilo. Papá se acercó a mí y miró el llavero
fijamente. Pensé que sonreiría,
entendiendo de inmediato que era falso porque yo no me podía permitir algo así
en buena calidad. Pero en vez de eso, frunció el ceño.
-
¿De dónde
has sacado eso, Zach? – me preguntó.
-
¡Aaah!
¡Adivínalo! – le reté, pero ya empezaba a darme cuenta de que algo no iba bien.
La atmósfera general estaba muy lejos de corresponderse con mi eufórica
alegría.
-
Zach,
respóndeme – exigió papá. ¿Por qué sonaba enfadado? Tal vez, después de todo,
no le había gustado que saliera, pero yo le había preguntado… y había vuelto
antes de mi hora…
En ese momento llegó Harry, volviendo de su propia salida, y él también
recibió una mirada seria de papá.
-
Papá,
¿qué pasa? – pregunté.
-
Ya he
preguntado a todos vuestros hermanos. Faltan noventa y cinco euros, y habiendo
descartado el que se hayan perdido, caído, o cambiado de sitio, sólo me queda
pensar que alguien los ha cogido. Si habéis sido vosotros, no pasa nada ¿de
acuerdo? – dijo papá, pero en un tono que indicaba que sí que pasaba – A lo
mejor lo cogisteis pensando en que se podía caer y luego se os olvido dármelo.
No importa. Pero es mucho dinero. Así que, ¿dónde está?
-
Papá, yo
no lo he cogido – le aseguré. Harry no dijo nada. Miré fugazmente a Alejandro,
que presenciaba la escena en la distancia. Ese era el dinero que los dos
habíamos buscado más temprano, sin éxito. ¿Había sido él? No. Alejandro no
parecía nervioso, ni asustado, sino más bien apenado por mí. Él también creía
que había sido yo.
-
Zach,
hijo, sólo no se ha ido. Pensé que aparecería, pero lo cierto es que no. Y tu
vuelves a casa con esa especie de joya, que tiene que costar una fortuna. ¿Te
lo has gastado?
Me quedé mudo. ¿Me estaba acusando de coger el dinero? ¡Eso dolía!
¡Dolía mucho!
-
¡No!
¡Joder, claro que no!
-
Zachary,
estoy intentando resolver esto de la mejor manera posible, pero si no te
quieres enterar, te lo digo a las claras: yo no os he enseñado a robar ni
pienso permitir que lo hagáis. Esto es algo serio, hijo. No puedes coger el
dinero que no es tuyo y gastártelo en…en…eso. – dijo, señalando el cocodrilo.
-
¡Esto era
un regalo para ti! – grité. ¿Por qué razón los ojos se me estaban inundando de
lágrimas?
-
Papá, yo
sé dónde está el dinero – intervino Harry. Yo pensé que, si no había sido yo,
tenía que haber sido él, dado que por lo visto éramos los dos únicos
sospechosos que quedaban. Las miradas
se volvieron hacia él. Harry caminó hasta la vitrina y sacó una cajita, donde
yo guardaba mis cromos, de la época que me dio por coleccionarlos. Estaba
pensando en regalárselos a Cole, o tal vez a Kurt. Me pregunté por qué Harry
cogía mi caja, hasta que la abrió… y sacó de ella el dinero. No me he sentido
tan traicionado en mi vida, pero nada me ha dolido jamás tanto como las miradas
que todos me echaron en ese momento. “Ladrón” parecían decir.
– Vi que
Zach lo guardaba aquí – dijo Harry, rompiendo el silencio que se había formado.
– Pero no quería meterle en líos…
- Se ha metido él sólo, Harry. – dijo papá. Había tanta…decepción… en
su voz. Me miró de una forma que… que…
-
¡YO NO HE SIDO! ¡NO HE SIDO YO! – grité, y las
lágrimas se me escaparon. – No he sido, no he sido. Esto es falso, sólo es un
llavero que conseguí en los recreativos. Costó treinta tickets. Yo tenía diez y
Sam me regaló veinte. ¡YO NO COGÍ EL DINERO! ¡NO LO HICE!
Sin poderlo evitar,
empecé a llorar, porque el dinero había aparecido en mi caja, lo que
significaba dos cosas: primero que mi hermano, mi gemelo, me había jugado una
mala pasada, y segundo que todo apuntaba hacia mí, así que yo estaba frito. Me
tapé la cara con las manos sintiendo cómo se clavaban en mí esas miradas
acusadoras…. Me estremecí en sollozos fuertes, que crecían por una angustia que
yo nunca había experimentado. Entonces papá me agarró las manos, y me destapó
la cara.
-
Zach,
hijo, levanta la cabeza – me pidió. No le hice caso. – Vamos, Zach, levántala y
mírame.
Lo hice, con más lágrimas al toparme con sus ojos… pero de pronto él
suspiró.
-
No has
sido tú – dijo – No me estás mintiendo.
Respiré aliviado. Papá pasó sus pulgares por mi cara, limpiando mis
lágrimas, y me dio un beso en la frente.
-
Perdóname.
No he debido precipitarme al acusarte. Lo siento mucho. Lo siento tanto… -
murmuró, y me dio otro beso. – Es sólo que para mí fue difícil plantearme la
posibilidad de que alguno de vosotros me hubiera robado. Yo nunca os niego
nada…. Pero Harry y tú estáis sin paga, así que ya teníais una motivación para
hacerlo, y tras hablar con todos vuestros hermanos pensé que tenía que haber
sido uno de vosotros. Llegaste con ese llavero y… pues pensé….
-
Era un
regalo para ti – sollocé – Es falso, mira – dije, y se lo di. Papá ni lo miró. Me abrazó con fuerza y me
acarició la nuca.
-
Zach,
perdóname. No llores. – me pidió – No llores, que me haces sentir muy mal. Lo
siento mucho.
Respiré hondo, y me calmé, pero aún no quería soltarle.
-
¿Lo
compraste para mí? – preguntó, seguramente buscando distraerme.
-
No lo
compré. Lo gané en los recreativos.
-
Muchas
gracias, hijo. Es precioso. Me gusta el color verde.
-
Lo sé. Sé
que prefieres el azul, pero no había en ese color. Además… así parecía una
joya…- dije, y los ojos volvieron a inundárseme.
-
Pero si
ya tengo una joya – respondió, sujetándome la cara con cariño.
-
¡Papá! –
protesté avergonzado por esa cursilada. Él ignoró mi protesta y se agachó para
darme otro beso en la frente.
-
¿Te lo
has pasado bien?
-
Mucho. A
partir de ahora quedaré ahí siempre. Y tenemos que ir todos algún sábado.
-
Hecho –
me respondió, y me dedicó una media sonrisa. Luego, suspiró. Habíamos estado
los dos en una burbuja, mientras él se disculpaba e intentaba reconfortarme,
pero ese suspiro nos devolvió a la vida
real. Papá se separó un poco de mí, y miró a Harry. O más bien debo decir que
le taladró con la mirada. – Explícate –
exigió.
Harry estaba pálido. Más que eso: blanco. Parecía un cadáver. Tragó
saliva, y no dijo nada.
-
Es
evidente que no le viste meter ahí el dinero. ¿Por qué me has mentido? – siguió
papá, pero no obtuvo más respuesta que el silencio. - ¿Fuiste tú? ¿Cogiste el
dinero?
No sé por qué se lo preguntaba, si ya era evidente. Pero supongo que no
quería volver a cometer el mismo error de acusar a un inocente. Para Harry era
una oportunidad magnífica de ser sincero
y tratar de explicarse, pero no lo hizo.
-
Harry.
¿Fuiste tú? – exigió papá, y finalmente, dolorosamente, Harry asintió. Algunos
de mis hermanos resoplaron, pero papá no, porque ya se lo esperaba. Sólo había
querido que él lo admitiera. - ¿Por qué,
hijo?
-
¡Porque
necesitaba el dinero!
-
¿Para
qué? – preguntó papá, y pareció enfadarse mucho - ¿Qué era tan importante como
para robarle a tu padre?
Yo esperaba que Harry respondiera algo así como “no lo digas así, suena
muy fuerte…. No uses la palabra robar”. Pero en lugar de eso, mi gemelo
respondió con rabia.
-
¡No
tenías derecho a quitarme la paga! – le gritó.
Sobrevino el silencio previo a un tiroteo. Ese en el que sabes que uno
de los participantes no va a salir bien parado….
-
Aidan´s POV –
Mil escenarios pasaron por mi cabeza. Quise cruzarle la cara a Harry, y
si no lo hice fue porque aún tenía una mano sobre el hombro de Zach, y su
presencia me recordaba que debía controlar mis impulsos.
-
¿Qué no
tenía derecho? – susurré. - ¿¡QUÉ NO TENÍA DERECHO!? ¡No quieras saber a qué
tengo derecho, porque no te gustará! Toda la tarde preocupado, pensando que
estaba acusando a mis hijos de algo horrible, sintiéndome como una mierda por
dudar de cualquiera de vosotros, y resulta que tú cogiste el dinero porque
yo NO TENÍA DERECHO A QUITARTE LA PAGA.
¡Entérate de una vez que nada me obliga a darte ese dinero! Te lo quité por no
saber hacer buen uso de él pero Ted a tu edad no tenía paga. Realmente no la necesitáis porque yo OS PAGO
TODO. Os doy dinero para todo lo necesario y para todos los caprichos que me
puedo permitir. ¿Qué te has creído tú? ¿Tan mal lo he hecho que piensas que si
decido no darte dinero me lo puedes robar? ¿Y que puedes acusar a tu hermano de
hacerlo? ¿Sabes lo bajo que has caído haciendo eso? ¿Sabes en qué lugar te deja
como persona?
Pensé que al usar palabras tan duras lograría aunque sólo fuera una
mirada arrepentida, pero lejos de eso Harry me miraba con furia. Yo me sentía
tan mal… Había tardado en querer admitir que si Alejandro había dejado el
dinero en la repisa y ya no estaba era porque alguien lo había cogido. Deseé
que fuera alguno de los pequeños, que los estuviera usando para jugar sin
malicia alguna. Una vez descarté eso,
tras preguntar a los enanos, hablé uno por uno con el resto de mis hermanos, y
sus respuestas me parecieron sinceras cuando dijeron no saber nada. Sin
embargo, había dos que no estaban en casa. Dos, cuyos “suministros” yo había
cortado. Tal vez vieron el dinero, y fue mucha tentación… Quise quitar de mi
cabeza la idea pero el resto también
parecieron pensar que o Zach o Harry habían cogido el dinero. Yo era un hombre de mucho carácter, e intenté
no enfadarme, pero no había podido evitar acusar a Zach nada más verle, y
resultó que me había equivocado. Había sido Harry, que no sólo había cogido el
dinero, sino que había tratado de inculpar a su hermano. Las lágrimas de Zach
me dolieron tanto… Quería culpar a Harry de todo, pero lo cierto es que en
parte había sido cosa mía. Yo había creído a Harry sin reservas, haciendo daño
a Zach con ello. Todo eso se juntaba
dentro de mí, haciéndome sentir muy….
…La palabra era herido. Pensé que, cuando descubriera al culpable,
estaría enfadado. Pero no. Sólo me sentía… traicionado. Nunca me imaginé que
uno de mis hijos me pudiera robar. Ni siquiera lo pensé. Jamás lo contemplé
como posibilidad.
Seguí mirando a Harry, aún esperando esa pizquita de remordimiento que
me hiciera ver que el niño de buen corazón que yo conocía seguía ahí, en alguna
parte. Pero, si ese niño aún estaba ahí, estaba muy bien escondido debajo de
una ira ciega. Respiré hondo varias veces.
-
Sube a tu
cuarto y espérame sin pantalones, que no los vas a necesitar – ordené. Harry me
miró con los ojos muy abiertos – Sí, he dicho sin pantalones. A ver si así
sientes algo de vergüenza ya que por lo visto no te da vergüenza robarle a tu
padre. – le espeté, y una vez lo dije una voz en mi cabeza me recomendó que
manejara aquello de una forma diferente, pero no quise escucharla.
Harry pareció pensárselo por unos segundos, pero al final se fue.
Inspiré con los ojos cerrados. Apreté los puños, y noté que tenía algo en la
mano. El llavero de Zach. Saqué mis llaves y lo acoplé en la arandela.
-
Papá, no
subas así a hablar con él – me dijo Alejandro.
-
No voy a
hablar precisamente.
-
Por
eso. Cálmate un poco…
-
Nunca le
haría daño, Alejandro – respondí, pero me gustó que interpretara el papel de
intercesor. Era algo que solía hacer Ted.
Mis hermanos comenzaron a dispersarse. Yo decidí esperar un poco antes
de subir a hablar con Harry, porque aunque le había dicho la verdad a Alejandro
y jamás le haría daño, había muchas
formas de dañar a una persona, y si le hablaba con demasiada dureza luego me arrepentiría.
Ya me arrepentía un poco de las cosas que le había dicho, delante de todos los
demás.
Intenté ver aquello desde otra perspectiva. En mi cabeza, intenté
cambiar la palabra. Intenté decirme algo como “en realidad lo que ha hecho no
es robar”. Pero no estabamos hablando de
quedarse las vueltas de un recado… Harry sabía que ese dinero no era suyo y lo
había cogido… lo había escondido, y había intentado culpar a su hermano.
Luego, extrañamente, pensé que cuando diéramos con Michael tal vez tuviera
que lidiar con cosas como esa. Quizá fuera mejor que cogiera práctica.
- Harry´s POV -
Que yo recordara, había cabreado a papá muchas veces. Recientemente con
lo de los petardos, antes de eso al decirle alguna mentira, casi siempre con
las notas… Pero creo que nunca se había puesto así. Una vez más me pareció un
exagerado que lo sacaba todo de quicio. ¡Había sido él quien me había dejado
sin paga! Su problema es que para él
siempre seríamos niños. ¿En serio pensaba que yo podía arreglármelas tres semanas
sin dinero? ¡Yo no era Kurt! Tenía… mis gastos. Aunque en ese momento no
pudiera recordar ninguno tan urgente, pero los tenía. Y si Alejandro se hubiera
gastado todo el dinero en la comida, pues no hubiera habido nada que devolver.
¡No era para tanto!
… Claro que yo sabía que aquello no era por el dinero, sino por el acto
en sí. Efectivamente, si no hubiera sobrado nada de dinero no habría pasado
nada. Pero sobró. Y yo lo cogí. Ese dinero no era mío. Ni de Alejandro. Ese
dinero era de papá…
Pensé que estando papá tan enfadado era mejor hacerle caso, pero
realmente no me sentía capaz de esperarle sin pantalones. Decidí ir paso por
paso y primeramente me senté en la cama para quitarme las zapatillas. Dudé un
momento. ¿De verdad iba a aceptar tan fácil el hecho de que fuera a darme una
paliza? ¿Me iba a limitar a obedecerle, y a esperar a que subiera a pegarme?
Busqué alternativas, pero no se me ocurría nada que yo pudiera hacer
para evitarlo. Es decir, sólo había que mirarme. Pesaba cuarenta kilos, y papá
debía de estar en los ochenta y muchos. Era más rápido que yo, más fuerte que
yo e iba con frecuencia al gimnasio. Ya había intentado forcejear en otras
ocasiones y hacía tiempo había entendido que no servía más que para hacerme
daño si tiraba con demasiada fuerza. Tampoco podría convencerle a base de
razonar, porque estaba demasiado enfadado.
En realidad yo sabía que una vez papá anunciaba que me iba a castigar,
eso era precisamente lo que iba a suceder, con mi colaboración o sin ella.
Además, en ese momento estaba falto de ideas porque en lo único en lo que podía
pensar era en la que se me venía encima. Rabioso, me quité la zapatilla
izquierda de un tirón y cuando estaba con la derecha Zach entró en la
habitación. Al verle, me puse en guardia de inmediato.
Si bien no estaba dispuesto a reconocer que no debía haber cogido el
dinero, había algo de lo que me arrepentía mucho: no tenía que haber culpado a
Zach. No se envía a los hermanos al paredón, y mucho menos si son inocentes.
Había guardado el dinero en su caja porque él ya no la usaba, y nadie iba a
mirar ahí. En cambio, en mi hucha podían llegar a mirar en cuanto alguien
sospechara. Cuando vi que papá le echaba la culpa a él, lo vi como mi
oportunidad de salir indemne…Pero papá supo de alguna manera que él le decía la
verdad, y que yo mentía.
Jamás tendría que haber hecho eso. A Zach parecía haberle dolido mucho
que todos le acusaran.
-
¡Eres una
rata traidora! – me espetó – Siempre me
lo llamas a mí, pero el único traidor aquí eres tú. No eres más que un cobarde,
sucio, y rastrero.
-
No
pretendía acusarte…. No lo pensé bien…
-
¿No lo
pensaste bien? ¿Y tampoco pensaste bien lo de coger el dinero? – preguntó, con
ironía - ¿Cómo has podido, Harry? ¿Cómo le haces eso a papá?
-
¡Él nos
dejó sin paga! Al principio no me importó, pero luego caí en la cuenta de que
no tendría dinero para salir con mis amigos.
Aunque pensándolo bien
seguramente ese era el objetivo del castigo: que cada vez que quisiera salir
por ahí recordara que no tenía dinero y pensara en el por qué.
-
¡Pues
sales sin dinero! ¡O no sales, me da igual! Yo estoy igual que tú ¿sabes? Y no
es que me guste, pero intentaré mil cosas antes que robarle. ¡Ni siquiera se me
ocurriría!
Me enfureció la comparación. ¿Se creía mejor que yo? ¿Superior
moralmente o algo de eso?
-
El niñito
de papá jamás le llevaría la contraria – le dije - ¡Algún día aprenderás que él
también se equivoca!
-
¡Ya sé
que se equivoca! Es a mí a quien ha acusado en primer lugar. Pero me ha pedido
disculpas. Y, al parecer, contigo no se ha equivocado. Has caído muy bajo.
Cómo odiaba que parafraseara a papá. Además, esas palabras escocían.
Rabioso, le lancé la zapatilla, con tan mala suerte de que no sólo le di en la
cara, sino de que papá entró justo a tiempo para ver cómo se la tiraba. Zach se quejó por el golpe y papá le levantó
la cabeza, para ver si le sangraba la nariz. Una vez se cercioró de que no,
cogió la zapatilla y me miró de una forma que me hizo desear desaparecer. Se
acercó a mí y me puso de pie con una facilidad humillante, tirando de mi mano
como si yo no pesara nada.
-
¡Deberías
de estar pidiéndole perdón, y no agrediéndole! – me gritó, y me zarandeó un
poco. Entonces, me dio la vuelta, y sentí dos golpes bastante dolorosos en los
muslos. Supe que me había pegado con la zapatilla, porque eso no se había
sentido ni sonado como su mano. - ¡Y si te digo que me esperes sin pantalones,
me esperas sin pantalones!
Me escocieron los ojos. Esos dos golpes habían dolido de verdad. Papá
me soltó bruscamente y salió de allí. Me senté en la cama, más impresionado por
esa brusca retirada que por la pequeña bronca. Zach se fue también, dejándome
sólo con mis pensamientos.
Me replanteé mi situación. Estaba bien muerto. Había infravalorado el
enfado de papá. Me había dejado engañar
por el hecho de que me había enviado a mi cuarto, y no al suyo. Nunca me había
pegado, ni a mis hermanos que yo supiera, con otra cosa que no fuera su mano.
Ya podía pensar en algo, porque de esa no había quién me salvara.
Papá daba mucha importancia a las disculpas. A veces perdonaba un
castigo a los enanos si se disculpaban. Tal vez si yo lo hacía pudiera
ablandarle un poco… Pero tendría que ser sincero o solo le haría enfadar más.
Busqué en mi interior, hasta encontrar el arrepentimiento. No me costó
demasiado, porque aunque papá me pareciera un exagerado, en el fondo yo no
estaba orgulloso de lo que había hecho. Sabía que estaba mal… No quería pensar
mucho en eso, como si al no pensarlo fuera a ser menos malo… pero yo no en el
fondo lo sabía…Y en el fondo sabía también que me merecía el castigo.
¿Me seguiría castigando con la zapatilla o había sido cosa de una vez y
ya? Conseguir conmoverle se volvió una necesidad aún más apremiante…
… pero lo era mucho más conseguir que me perdonara. ¿Sería capaz de
perdonarme aquella vez, o había cruzado una especie de línea?
Vale, comenzaba a sentirme realmente mal. Podría haberme ganado el desprecio eterno de
mi padre y de mis hermanos.
- Aidan´s POV -
Me arrepentí de
haberle dado con la zapatilla. Me había dejado llevar por el enfado y eso no
estaba bien. Sabía que no le había hecho ningún daño permanente, pero no se
trataba de eso. No había sido algo planeado. Yo no había sido del todo dueño de
mí mismo al castigarle, y no quería permitirme eso. Salí de la habitación antes de tener algo más
que lamentar.
Encima le había castigado delante de su hermano. Usé esos segundos para
reflexionar sobre cómo estaba haciendo las cosas últimamente. Creo que desde
que no estaba Ted yo estaba un poco más alterado… como con menos paciencia….
Llevaba una racha en la que les castigaba con demasiada frecuencia. No quería
que se volviera algo inefectivo ni que
se convirtiera en el único medio de conseguir que me obedecieran. Tampoco
quería que me tuvieran miedo. Me cortaría una mano antes de eso. Pero realmente dudaba que todo dependiera de
mí… ¡Robar! ¡Estábamos hablando de robar!
“Si la adolescencia de Harry va a ser así, yo voy a terminar muriendo
joven” pensé, con un suspiro de cansancio.
Cuando me consideré lo suficientemente calmado, volví a entrar. Harry
estaba quieto, sentado sobre su cama.
-
Veo que
no entendiste lo de “sin pantalones” – le dije. Quizás mi tono fue un poco
agrio, pero no más del que había empleado antes…y sin embargo esa vez se echó a
llorar. Esa reacción me sorprendió un
poco, pero me asombré mucho más cuando se levantó y me ahogó en un abrazo.
-
Papa, lo
siento de verdad. Sé que lo que hice no tiene disculpa. Robar es algo horrible…
y robarte a ti es aún peor…. Porque es lo que hice, no tiene otro nombre, no
sirve poner excusas ni pensar que no fue para tanto. Lo único que puedo decir
es que lo siento.
Ahí estaba, por fin, esa pizca de remordimientos que yo esperaba ver.
Le acaricié la espalda mientras le escuchaba. En la historia de las disculpas,
esa fue bastante buena.
-
Sé que me
merezco cualquier cosa que decidas…y no protestaré, aunque me des con la
zapatilla. Sé que lloraré pero yo… sólo quiero que me perdones. Que me perdonen
todos.
Esas palabras me pusieron aún más difícil la tarea de castigarle,
aunque estaba decidido a hacerlo.
-
No va a
ser con la zapatilla, Harry. Y en realidad no espero que no protestes, porque
no te va a gustar.
Harry gimió. Creo que esa respuesta fue un poco fría de mi parte,
teniendo en cuenta que él me estaba hablando con el corazón en la mano.
-
Como
sea…yo… lo siento mucho. – repitió, controlando bastante bien sus sollozos.
Iba a decirle que aceptaba sus disculpas y que me hubiera gustado que
hubiera sido capaz de pensar en eso antes de vernos en aquella situación, pero
no tuve ocasión porque él no había terminado.
-
Yo
jamás habría hecho algo como esto, pero
tú me dejaste sin dinero y realmente no tuve opción.
Suspiré.
-
Ibas
bien. De verdad que ibas muy bien, hijo, pero acabas de meter la pata hasta el
fondo. ¿Cómo puedes decir que no tuviste
opción?
-
¡No! Yo…
no quería decir eso…
-
Pero lo
piensas ¿verdad? En serio crees que el que yo te haya dejado sin dinero excusa
lo que hiciste.
-
Yo… no
estoy seguro de lo que creo.
-
Eso,
hijo, es lo más sincero que me has dicho en toda la tarde. Ha sido un buen
intento de ablandarme, pero te conozco demasiado bien.
-
Lo siento
de verdad…
-
Lo sé.
Pero también sé que de no sentirlo también me lo dirías con tal de evitar que
te castigue. Anda, ven aquí. Te diré lo que voy a hacer.
-
Vas a
pegarme ¿no? – preguntó confundido, mientras se dejaba guiar hasta su cama.
-
Sí –
aclaré yo – Pero son dos las cosas que hiciste mal, Harry. Cogiste el dinero
y culpaste a tu hermano. Por lo primero
te daré unos azotes y por lo segundo dependerá de ti.
-
¿De mí?
-
De tu
actitud. Y de tus respuestas. Ahora quítate los pantalones. – le pedí. Harry se
llevó las manos al botón del vaquero y se lo desabrochó, pero luego dejó las
manos quietas.
-
No puedo,
papá, no puedo.
-
¿Por qué
te da tanta vergüenza? – le pregunté, mientras se los bajaba yo. – Te he visto
en calzoncillos muchas veces, y en bañador, que a veces te tapa menos.
-
No es…
vergüenza. No vergüenza de que me veas, al menos. Es que…al hacerlo yo… me
siento inferior…
Le levanté la barbilla y le obligué a mirarme.
-
Busco tu
obediencia y tu madurez a la hora de enfrentar un castigo, no tu sumisión. No
lo hago por humillarte ni para que sientas que soy superior a ti.
-
¿Entonces
por qué lo haces? – me preguntó.
-
Porque
sin pantalón te duele un poquito más – respondí, en tono casual. “Y así no
tengo que pegarte tanto” añadí en mi mente.
-
Cuánto
amor – dijo con sarcasmo.
-
Ey, que
yo te quiero mucho. Fuiste tú el que preguntó. A veces es mejor no preguntar,
hijo, y menos a mí, que siempre te diré la verdad aunque no te guste.
Harry dio un paso para desenredar el pantalón de sus piernas, y lo
pateó para apartarlo. Levanté una ceja y él se agachó para doblarlo y dejarlo
en la silla de forma más ordenada. Luego
se acercó a mí, aunque no demasiado.
-
¿Preparado?
– le pregunté. Él resopló.
-
Haces que
parezca tan natural… Como si fuera lo más normal del mundo acercarme
tranquilamente para que me castigues. Y me preguntas si estoy listo como si
fuéramos a montarnos en una atracción. Da escalofríos.
-
A mí lo
que me da escalofríos es que estés tan hablador en un momento como éste. Anda,
cierra el pico antes de que te metas en más problemas. – le recomendé, y cuando
le tuve cerca le agarré de la mano, para ayudarle a tumbarse encima de mí. Esperé a que se colocara bien, y froté su
espalda con ademán tranquilizador. - ¿Estás bien? – pregunté.
-
Perfectamente
– respondió, con infinito sarcasmo. – Aquí, tomando el sol…
Le di una palmada de advertencia. No era momento para que se hiciera el
gracioso.
-
Me
refiero a si estás cómodo. Vamos a estar así por un buen rato.
- Estoy bien – respondió, sin sonar ya tan irónico. Se agarró a mi
pierna, una costumbre que había cogido hacía poco, pero yo le solté los dedos y
le di mi mano izquierda para que la agarrara. Lo prefería a que me aprisionara
la pierna. No me gustaba sentirme… atrapado… en ninguna de sus modalidades. Él
no hizo comentarios y tomó mi mano, con la fuerte necesidad de agarrarse a
algo. Me pareció un gesto muy tierno.
-
Voy a
comenzar – anuncié, y levanté alto la mano derecha, antes de dejarla caer sobre
sus calzoncillos. Fue fuerte, y Harry apretó un poquito la mano que me tenía
agarrada, por reflejo.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Le noté estremecerse, pero no lloró. Cuando se enfrentaba a un castigo
largo, Harry sabía cómo respirar para evitar los sollozos, y en ese momento lo
puso en práctica.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Me apretó la mano con fuerza, e inhaló fuertemente. Me di cuenta de que estaba llorando en
silencio, porque sentí la humedad de sus
lágrimas en el dorso de la mano que me agarraba.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS Gmsf PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Amsf
PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS Arr PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Bffff PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Harry resopló con fuerza y creo que no se daba cuenta de que me estaba
literalmente aplastando la mano. En fin. Esperaba recuperar la movilidad de los
dedos en cuanto la sangre volviera a circular por mi asfixiada mano. Decidí
darle un descanso a él, y también a mí, y creo que reparó en lo fuerte que me
estaba agarrando, porque aflojó un poquito. Todo su cuerpo vibró con un sollozo
y soltó aún dos más antes de calmarse un poco. Suspiré, y retomé el castigo,
extendiéndome a toda la zona de sus muslos. Creo que a esas alturas el
calzoncillo no le era de ninguna protección.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Argf PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS Ooww PLAS PLAS PLAS PLAS Aaah PLAS PLAS PLAS Ayyy PLAS
PLAS PLAS Auuu PLAS PLAS PLAS
Pá… PLAS PLAS Papá… PLAS PLAS
PLAS
PLAS Papá, no más. PLAS PLAS PLAS ¡Au! PLAS PLAS PLAS PLAS Ya… ya
entendí, de verdad, papá. PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS Aaah PLAS PLAS PLAS Auuuu PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS Aw PLAS PLAS PLAS PLAS Bffff PLAS PLAS
PLAS PLAS Ya, papi PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Ya no más. PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS Auh PLAS PLAS PLAS Papá… por favor… PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS Ya, papi PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Ya no más. PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS Auh PLAS PLAS PLAS Papá… por favor… PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
En ese punto me detuve. Harry lloraba muy fuerte. La mano derecha, con la que le había pegado, me ardía un poco.
La mano izquierda estaba en fase de muerte agónica por aplastamiento. Él tendría que sentir un dolor considerable.
Yo quería echarme a llorar justo como estaba haciendo él. Y aún quedaba lo
peor… o lo mejor. Dependía de él. Tocaban las preguntas.
-
Te he
dado ciento cincuenta. Tu castigo más grande, y él más grande que le he dado a
nadie. ¿Por qué crees que he sido tan duro contigo, Harry? - pregunté.
“Por favor que responda” me dije. “Que no me haga continuar. Que
responda, por favor”
Por suerte, lo hizo.
-
Porque…
snif… porque ese dinero no era mío. Y…snif… no debía cogerlo. Y…snif … porque
además te lo cogí a ti que eres mi padre. Y…snif… si hago cosas como esa ya no
podrás confiar en mí. Y….snif porque robar está mal y yo me empeñaba
en….snif…decir que no había tenido opción, pero si la tuve. Y porque me
quitaste la paga por un castigo. Y porque si vuelvo a hacerlo ni los demás ni
tú vas a aguantarme más…Y…porque….
-
Eh, ya
has dicho suficientes motivos – le corté – Y algunos de ellos son erróneos. Los
demás y yo, no sólo te aguantamos sino que te queremos. Eso no ha cambiado y
tampoco va a cambiar. ¿Entendido?
-
Sí…
-
Bien.
Siguiente pregunta. ¿Cómo podías haber evitado estar en esa situación?
Harry resopló como diciendo “ah,
¿es que podía haberlo evitado?” pero
creo que luego entendió lo que le quise decir.
-
Para
empezar, no cogiendo el dinero. Y… supongo que me habría ido mejor si no te
hubiera gritado en el salón… ni echado balones fuera hacia ti y Zach.
-
Supones
no: te habría ido mejor. De haber tenido
otra actitud, yo también la habría tenido.
Vamos con otra. Esta no es fácil, Harry, así que quiero que lo pienses.
¿Por qué crees que te pegué con la zapatilla?
Harry me hizo caso, y lo pensó. Formuló su respuesta en forma de
pregunta.
-
¿Porque
yo le lancé eso a Zach?
-
No, hijo.
Porque estaba enfadado y cometí un error. Esto es un castigo, no una venganza.
Si tú lanzas una cacerola eso no me da derecho a pegarte con ella. Te castigué
por agredir a tu hermano y por no esperarme como te había mandado, pero no lo
hice de la forma correcta y te pido perdón por eso.
Creo que Harry se sorprendió un poco por mis palabras. Se iba calmando poco a poco, y ya apenas
lloraba.
-
Última
pregunta, Harry, y esto es de lo que te hablaba antes sobre que lo que haga
ahora depende de ti. Podemos terminar aquí… o no. ¿Qué crees que te mereces por
inculpar a tu hermano, y por qué lo hiciste?
-
Lo… lo
hice porque en cuanto te dieras cuenta de que faltaba el dinero sospecharías de
uno de los dos, ya que nos habías dejado sin paga. No quería que… no quería que
me pillaras así que escondí el dinero en la caja de Zach porque sabía que nadie
miraría ahí… y que eso le inculparía a él. Cuando he visto… cuando he visto
cómo te enfadabas con él me dio miedo como te pusieras conmigo… así que te
mentí. Fue rastrero, injusto y mezquino, porque Zach no soporta pensar que te
sientes decepcionado de él. Casi fue peor que robarte porque fui cobarde al no
admitir lo que había hecho. Me merezco que Zach me odie, y estoy seguro de que
ya lo hace. Y tú… como es poco probable que seas tan inteligente como para
odiarme, supongo que me vas a castigar otra vez.
-
Eh, ¿ me
estás llamando tonto? – pregunté, en tono de falso enfado, y como ofendido –
Tienes razón: no soy tan inteligente como para odiarte porque soy tan listo
como para quererte. Y Zach tampoco te odia. Lo que sí te mereces es un castigo,
pero has dado la respuesta correcta así que hemos acabado aquí. Quiero que
pienses en algo bueno, algo bueno y gordo que hacer por tu hermano, para
compensarle. Ese será tu castigo, y quiero que te lo tomes en serio. – le dije,
y tiré un poco de él para que se incorporara. Aún lloraba algo y creo que le
seguía doliendo un poco, porque se llevó las manos atrás, como si quisiera
frotarse pero le diera vergüenza hacerlo.
Metí la mano en el bolsillo,
saqué un paquete de kleenex, y le
ofrecí uno, porque sabía que el siguiente paso era que se pasara la manga por
la cara para limpiarse la nariz. - ¿Tenemos un trato?
-
Sí –
respondió, con voz lastimera.
-
En ese
caso, habrá que sellarlo – le dije, y le hice un hueco entre mis brazos. – Ni
sueñes con que voy a soltarte antes de mañana – susurré.
-
Ni sueñes
con que voy a dejarte que me sueltes. – replicó. Me gustó que no quisiera huir
y que no me rechazara.
Le sostuve pegado a mí, hasta que sentí que su respiración era
completamente normal, e incluso que empezaba a ser demasiado lenta. Le separé
un poquito, y señalé sus pantalones con la cabeza. Él los miró, pero no hizo
por ponérselos.
-
¿Para
qué, si ahora me voy a duchar?
-
No me
seas vago. Venga, vístete. – le pedí, y contra mi pesar me levanté, para dejar
que lo hiciera con tranquilidad. Sin embargo él me frenó.
-
Papá… él
sábado aún no ha terminado.
-
No –
coincidí, sin saber a dónde quería llegar.
-
¿Podemos
ver una peli? Y hacer palomitas.
Leí entre líneas: no quería estar sólo, y además quería asegurarse de
que sus hermanos no le odiaban.
-
Claro. Mientras os ducháis haré las palomitas.
-
¡De
caramelo! – pidió, y sus ojos brillaron por un segundo como los de Kurt.
Yo asentí, aguantándome la risa. Salí de su cuarto, y me froté la mano
un segundo. ¡Caray que ese chico tenía fuerza! Un poco más y la hace
mantequilla…
-
Alejandro´s POV –
Me sentí orgulloso
de poder declarar oficialmente que ya no era el más problemático de aquella
casa. El puesto le correspondía a Harry por mérito propio, aunque yo empezaba a
dudar de que estuviera vivo para ostentarlo por mucho tiempo. Algunos de mis
hermanos estaban molestos por lo que Harry había hecho, pero yo sólo podía
sentir compasión de él. Me puse los cascos para no oír ni tan siquiera por
casualidad como papá y él “conversaban”.
La tercera vez que miré a Cole y me le encontré con el ceño fruncido,
me quité los cascos un segundo. Le miré como diciendo “¿y bien?” y él resopló:
-
Lo que
Harry ha hecho es…es…
-
No debió
coger ese dinero – coincidí.
-
¡No me
refiero a eso! ¡Digo lo de acusar a Zach! ¿Qué clase de hermano es?
-
Uno que
está de mierda hasta las pelotas, Cole,
así que no le juzgues. Nadie se merece que sigan enfadado con él después de una
paliza como la que se habrá llevado. Cuando le veas tienes que ser amable y
tratar de comprenderle.
-
¿Por qué?
Tras pensarlo un segundo encontré una respuesta que valdría para
convencerle:
-
Porque es
lo que haría Ted. – le dije. El enano haría lo que fuera para emular a su
ídolo. Me extrañaba que aún no se hubiera teñido la piel para ser como él en
todo. Cole respiró hondo, y levantó amabas menos en gesto de “está bien, lo que
tú digas”.
En ese momento entró papá. Le miré con algo de ansiedad. No sé que
esperaba a encontrar (ni que viniera de descuartizar un cadáver…) pero no vi en
él nada alarmante. A decir verdad parecía bastante tranquilo.
-
Hora de
ducharse – anunció. – Cole, vas en el
primer turno.
Cole cogió sus chanclas y se fue a la ducha. Y yo me quedé mirando a
papá fijamente.
-
No ha
habido muertos, por si es lo que quieres preguntar – me dijo – Después de la
ducha vamos a ver una peli, palomitas incluidas. Pero no creas que me olvidé de
que tengo que preguntarte los temas de hoy.
Suspiré. Nada, que no había forma de que se le olvidara. Ni en un día
como ese, con robos incluidos. Papá siempre estaba en todo.
-
Castígame
y ya, porque no me lo sé – le dije.
-
¿No
estudiaste?
-
No lo
entiendo. Y Ted no está para ayudarme.
-
Pero
estoy yo – me dijo. – Que sea de letras no quita que aún sepa algo de
matemáticas. Vamos, déjame ver. ¿Qué es lo que no entiendes?
Saqué el libro y lo abrí por una
página que…ejem… estaba llena de dibujos y garabatos que hacía cuando me
aburría en clase. Me acordé demasiado tarde y miré a papá algo temeroso de su
reacción.
-
Bueno,
creo que la clase de arte la entiendes bastante bien – comentó – Una decoración
curiosa. Permíteme decirte que dibujas tan mal como yo. Aunque éste pene de
aquí está bastante logrado.
Me ruboricé mucho y cerré el libro de golpe. Justo tenía que haber
visto “ese” dibujo. Papá se rió, y creo que se reía de mí. Me revolvió el pelo,
como hacía cuando era más pequeño.
-
La
próxima vez dibuja a lápiz, que éste libro le podría valer a alguno de tus
hermanos – me dijo, y lo volvió abrir. – Veamos… ¿esto es lo que te cuesta?
¿Calcular el límite de una función? – me preguntó, y yo asentí, aliviado porque
no se hubiera molestado. Cogió un lápiz y un trozo de papel de mi escritorio, y
empezó a explicarme un ejercicio, tras leerse un par de veces la página porque
no se acordaba demasiado bien de cómo era. Tras unos segundos, empezó a
escribir como un loco, como si llevara toda su vida calculando límites.
-
¿Cómo
eres tan bueno en mates? – le pregunté.
-
A tu edad
era una especie de empollón - me dijo. –
Me refugiaba en los libros – añadió, como quitándole importancia, y siguió a lo
suyo.
Me le quedé mirando, con la curiosidad a flor de piel. Al final, se lo pregunté.
-
¿De qué
te refugiabas, papá? ¿Qué es eso tan malo que nunca nos cuentas? Soy tu hijo.
Tengo derecho a saberlo… - exigí, y al ver su expresión rectifiqué - … si tú
quieres….
Papá suspiró.
-
Me
encanta oírte decir eso de “soy tu hijo”, y mucho más cuando lo dices sin
pensar – comentó. – Me consuela ser el
destinatario de esas palabras, y que Andrew no lo sea. Me refugiaba de él,
Alejandro, y es todo lo que debes saber, por el momento. Es mi vida, hijo y… no
me apetece hablar de eso.
Me frustré. ¡Qué cabezota era! ¡No era sólo su vida, también era la
nuestra! Al final, me resigné, y devolví mi atención al ejercicio.
-
Ted´s POV –
No sabía si papá o Alejandro iban a ir esa noche, y la verdad es que
por una vez casi prefería estar sólo, para poder pensar y reorganizar mi vida y
mis emociones. La existencia de Michael hacía que todo se tambaleara. Cambiaba
la imagen mental que yo me había hecho de mi padre. Ella tenía otro hijo…
¿significaba eso que era compañera de la profesión de la madre de mis hermanos?
¿O tenía una familia y le había sido infiel al marido? ¿Tal vez Michael y yo
fuimos hijos de una soltera? ¡Eran tantas las preguntas, y tan pocas las
respuestas…!
Vino el médico, y me dio esperanzas de salir de allí el Domingo o el
Lunes. Pensar que me quedaban sólo uno o dos días me alegró la tarde-noche, y
ver que la puerta se abría me la terminó de alegrar. Como quien desenvuelve un
regalo esperando ver qué hay en el paquete, me sentí ansioso esperando a ver
quién me visitaba.
En mi puerta no estaban ni Alejandro, ni Aidan, ni ningún otro de mis
hermanos, ni Fred, ni Mike. En mi puerta estaba Michael.
Era casi tan alto como Aidan, lo que significaba que rondaba el metro noventa, y llevaba una cazadora
vaquera, como en la foto que me había enseñado el policía. Parecía algo
desaliñado, pero lucía una sonrisa socarrona, de dientes blancos parecidos a
los de un tiburón.
-
Hola,
Teddy – me saludó, y se empezó a reír. Y esos dientes de tiburón se hicieron
más, y más grandes. Y todo se llenó de sombras tétricas….
… y en ese punto, desperté. Mi habitación estaba vacía, pero el eco de
mi respiración agitada estaba impregnado aún de esa imagen terrorífica de mi
hermano perdido. Los latidos frenéticos de mi corazón fueron la prueba de una
certeza: si no tenía noticias de Michael en los próximos días, iba a terminar
por volverme loco.
HAyyyy...pobre Zach, tan ilusionado que venia a enseñar el llavero, y le salen con esa...ufff.. Harry me cayo muy gordo...debera hacer algo muy bueno para contentar a su gemelo
ResponderBorrarme creí el sueño jajajaj, muero por saber como sera el encuentro con michael, me sentí triste con harry, eso de culpar a los hermanos no estuvo nada bien, es como alta traición jajajajja, aparte quiero saber mas de andrew y su relación con aidan :D
ResponderBorrarme encanto jeje :) lo volví a leer
ResponderBorraro.o que significará lo queTed soñó?!
Mery
Hola Dream.
ResponderBorrarDebo decirte que es la primera vez que me animo a escribir un comentario, pero es la segunda vez que me releo ésta historia entera y siento que tenía que decirlo. En primer lugar, escribes realmente bien. No leo estas historias buscando calidad, pero contigo la encuentro.
Aparte de eso, captas muy bien las emociones. No estoy segura de que alguna de éstas situaciones pueda darse en la vida real, aunque tampoco es descabellado como otras escenas más fantasiosas de otros autores (e igualmente buenas, sólo que simplemente irreales). En cualquier caso, lo que quiero decir es que la forma en que lo cuentas hace que parezca posible... realmente llegas a entender a cada uno de los personajes.
Entrando en éste capítulo, creo que Aidan fue demasiado blando. Quizás parezca un número muy alto de azotes y a simple vista impacta, y no estoy diciendo que el niño se haya ido de rositas, pero esta es una de esas ocasiones en las que si se quita el cinturón, se le aplaude. De todas formas veo que Aidan no es exactamente del tipo duro, y que ese rollo no le va, y a su modo es parte de su encanto. Me gusta la relación que tiene con sus chicos, con bromas pero llevando él siempre el control.
Con el hermano perdido me tienes intrigada... ¿piensas sacar a Michael alguna vez o sólo vas a dilatarlo hasta que ya no aguantemos más? ¬¬
Iba a decir que mi personaje favorito es Kurt, y es cierto que el niño es una monada, pero creo que me quedo con Aidan, porque intuyo que su historia esconde algo gordo detrás. Algo que va a hacer que le admire aún más.
Sigue así y continúa.
Querida Dream...
ResponderBorrarAcabo de leer o mejor dicho devorar tu relato, lohe disfrtutado como siempre, me dio mucho pena que Harry haya hecho aquella jugada travesura o que se yo que le paso por su linda cabecina, niño al fin yla tristeza del hermano, pero creo que con dos cinturonazos dejabas mas claro el mensaje, solo que tu personaje no va en ese estilo y lleva de otra manera a los chicos quizas paorque en algun momento pueden gritarle que no es el papá, y aun que asuma ese rol, la verdad pues es que no lo es....
un besote, haaaaaa me olvidaba, espero que el chocolante con leche de Michel aparezca prontito que tengo ganas que Ted tenga algo de su madre, porque al fin y al cabo, un hermano es eso, un aparte de tu padre y de tu madre y el necesita tanto saber que pertence o pertenecio a un mujer
un abrazo y por favor, no te olvidesde mis diablitos, ajjajajaja