Capítulo
veintiocho
Después
de la paz… viene la tormenta.
Steve llevaba tres semanas en el
colegio, lo que no había sido tan malo como creía, de hecho era mucho mejor que
en su anterior colegio. Las clases estaban bien, y aunque no le contaran las notas,
siempre debía ser el mejor. Los deportes, genial sentir esa adrenalina
corriendo por su cuerpo, su corazón acelerado, los músculos agarrotados por el
dolor de la pérdida de la actividad, estaba agotado. Tres semanas como las de
antes. Sí, como las de antes.
No pensó mucho en nada, ni nadie,
por fin volvía a ser el mismo. Por eso no lo afectó tanto cuando la Kathya le
informó que se iba un mes de vacaciones con sus padres, como una familia le
dijo. Se alegraba que por fin encontraran el rumbo, lo que no se dio cuenta era
cómo lo miraba su hermanito cambiaba, él ya no era el juguete nuevo, sino
alguien que competía por la atención de sus padres, bueno no solo por la
atención de sus padres sino la de sus profesores y seguidores. Steve, iba de
inocente por el mundo siendo, como siempre había sido y Evan, con un nudo en el
estómago queriendo darle un solo puñetazo a su puñetero hermano y Steve ni se
percataba de eso, pues esas cosas de competir por la atención de la gente no
eran algo que a él se le pasara por su cabecita ya que en su mente siempre
tenía toda la atención.
Así, pasó otra semana. Steve
siendo el rey del mundo y Evan queriendo partirle la cara. En casa de los Hyuga,
una cosa estaba clara, ninguno de los dos mocosos sabía compartir. Pero la aparente
paz llegó a su fin el día que nombraron a Steve capitán del equipo de
baloncesto puesto que este ignoraba que ese puesto era deseado su hermano.
Evan lo miró con rabia, dejó el
enteramiento y partió a casa, Steve lo encontró lo más normal del mundo. Habrá
tenido que hacer la tarea, pensó.
Pero al llegar a casa, vio a Evan
feliz siendo abrazado y felicitado por sus padres, no entendía nada. Luego vio
la boleta de calificaciones, así que él sacó la suya, que tenía tres o cuatro
notas y no valían de nada, pero para variar un poco eran todas 7.
“A mí también me entregaron mis
notas” les sonrió entregándoselas a su papá “y me nombraron capitán del equipo
de básquet y el entrenador de Futbol me dijo que mañana me nombraba capitán del
equipo” le dijo feliz.
Eso fue el colmo para Evan. Ese
intruso pretendía robarle todo. Ya le había robado bastante. Sintió que ese
puño que lo ahogaba por días salía de su garganta para irse a su mano, hacerla
un puño y estrellarlo contra la quijada de su hermano dejándolo tumbado el
suelo ya que lo pilló totalmente desprevenido, mirando a su padre le gritó.
“llévate a tu entrometido hijo de
vuelta a Japón, no lo quiero más aquí”
“Evan” Gritaron a coro los padres.
“Llévatelo o me voy yo” sentenció.
“A la única parte que irás, jovencito,
será a tu cuarto y pasa por el cepillo” ordenó Ángela.
Steve estaba en shock, Evan no se
movía, Sean se debatía entre agarrar a nalgadas a uno o recoger al otro del
suelo. Ángela caminó a hacía Evan, le dio un par de palmadas para que se moviera
pero este salió corriendo y Ángela fue tras él, mientras Sean recogió a Steve
le puso hielo en la boca.
“Ve por Evan papá” le sonrió
haciéndole creer que estaba todo bien, Sean no tenía muchas opciones así que
creyó en su hijo.
Steve aprovechó que estaba solo, fue al despacho, abrió la
caja fuerte y sacó su pasaporte, dejó una nota para su padre.
“me prometiste que nada cambiaría,
que no volvería a estar solo, te creí, les creí, y me relajé y dejé de ser
perfecto, me dejé llevar y perdí a mi hermano, un hermano que no sabía que
tenía y le hice daño, porque eso es lo que hago, dañar a quienes me rodean. Evan
tiene razón pero no necesitas llevarme a ningún lado. No me busques ya no te
creo”
Dejó todo, no quería nada que le
recordara que había tenido una familia y salió sin mirar atrás. Una vez en la
calle y para su vergüenza dio rienda suelta a sus lágrimas, esa sensación de
caminar herido, ese dolor en la panza que con suerte te deja avanzar porque las
piernas se te doblan a cada instante, y sabes que si flaqueas caerás derrumbado
al suelo y no te levantarás hasta que la herida en el corazón se adormezca de
tanto dolor, así camino, cuadras y cuadras, porque no podía tomar un taxi, pero
tenía que llegar al departamento de Kathya. Se maldijo por haber dejado su auto
ahí, pero sabía que tampoco estaba en condiciones de manejar. Por fin llegó, se
arrastró a la cama que había compartido con su mujer y lloró, como el crio
herido que era, esta vez no era una pataleta de niño, era dolor, era traición, era
engaño y pérdida, así agarrado a la manta que lo había cobijado en más
aventuras, el olor a la única persona que jamás lo había dañado, mil
tentaciones de llamarla para que estuviera a su lado, pero sabía que no era
justo, ya la buscaría al cabo del mes, se durmió agotado por el llanto. Sabía
que nadie buscaría ahí, a quién engañaba. Nadie lo buscaría. Si había que
elegir entre Evan y él, estaba claro que el hijo de ambos era la opción. ¿Además
a quién engañaban? Esos tres llevaban años jugando a la familia feliz, por algo
se lo habían ocultado.
Evan por su parte corrió sin
control, no era un experto en fuga, solo corría más rápido que sus padres, corrió
en línea recta, con sus padres a su espalda, lo sabía y sentía una cierta
satisfacción en ser el elegido, si, los dos hermanos pensaban igual. Él no
pararía, Steve se merecía el puñetazo, ¿quién se creía para robarle todo?, ¿no
podía ser del montón? ¡NO! Tenía que llegar a quitarle todo lo que con tanto
esfuerzo había construido, bueno no es que le haya quitado la capitanía, ¿pero
acaso él no era la elección lógica? ¿Acaso no había trabajado por años por eso?
Por qué no podían negar que él había estado entrenando desde que entró al
colegio, éste sería su año, ¡y no quedó! Todo por haber faltado una semana, y
perdido los entrenamientos, pero Steve venía recién llegando y no solo eso, su
boleta de calificaciones por primera vez no era perfecta, ¡pero no era su
culpa! ¿Cómo iba a saber que harían una prueba sorpresa? ¿Y por qué el engreído
de su hermano las había mostrado también si ni siquiera le contaban? Ya tenía
el curso aprobado ¿no era injusto acaso? ¿No era competencia desleal? ¿No era
suficiente con prestarle a sus padres? ¡No! El acaparador lo quería todo, pues
bien que se lo quede todo. Ya no lo quería. Claro, es fácil así, cuando tienes
la certeza que tus padres van por ti, que te eligieron a ti. No sabe cuánto
corrió La suerte de vivir al lado del malecón que le permitía correr kilómetros
y kilómetros sin interrupción, corrió hasta quedar sin aliento y lloró porque
el momento en que quedó sin aliento fue al recordar la cara herida de su
hermano, dolor, traición, rendición había dañado a su hermano, al que tanto
rogó al cielo poder conocer y ahora todo se había acabado
En ese instante, se desató una
tormenta y sus lágrimas se fundieron con los goterones que se estrellaban en su
cara
malavada cruel esto es un plop de condorito como se te ocurre dajeme asi sin aliento he corrido tanto con ese mocoso y ahora la lluvai noe s justo y el otro crio yendose, eso me suena a queambos tendran una larga charla con papa y mama jajajaja
ResponderBorraracatualiza mñana mismo es una orden jajajaja
Lady que te puedo decir que estos críos me hacen dar gracias por no haber tenido hermanos pero que peleadores son unos egocéntricos, yo también lo soy pero como soy única no se nota jejeje
ResponderBorrarGloria
uhmm ... Pobre de los padres este par no les dejan un solo día tranquilo ... Porfa actualiza pronto no me dejes al muchacho tanto rato bajo el agua si. Andrea
ResponderBorrarjejejejeje... a mí me pareció muy normal la escena!! Peeeeeerooo, no me gustó para nada que Evancito golpee a mi querido Steve!!! Maloooo, jejej
ResponderBorrarTe quedó liiindooo!!! Me encanta!!
Camila