Capítulo 13: La vida de
Charlie Dickens.
Papá mecía a Alice en
su regazo. La enana estaba explotando al máximo su puchero de niña triste y
arrepentida. Yo sabía que sólo estaba
mimosa, pero no estaba seguro de que papá también lo supiera. Tal vez él pensara
que Alice se sentía realmente mal por las cuatro palmaditas que la había dado.
Pequeña cosa adorable y manipuladora…
En mi cerebro bullían
las preguntas. ¿Papá habría ido a ver a
Michael o todo eran imaginaciones mías? ¿Habría hablado con él? ¿Qué le había
dicho? ¿Cómo estaba Michael? ¿Cómo era? ¡No podía dejarme así, tenía que
decirme algo! Conté hasta veinte mentalmente, y luego resoplé:
-
Papá, por
Dios, dime algo, lo que sea…
Él me miró un tanto
sorprendido. Me dedicó una media sonrisa triste.
-
Algo –
respondió. ¿Qué quería, hacerse el gracioso? Imaginé que podía taladrarle el
cerebro con los ojos, y casi creo que en parte lo hice. – Ahora no, Ted –
respondió, finalmente, mirando significativamente al resto. En ese momento me
arrepentí de haberle pedido que trajera a mis hermanos. Con ellos delante, papá
no me diría nada.
Volví a resoplar, y
me levanté de la cama.
-
¿A dónde
vas? – preguntó Aidan.
-
¿Tú que
crees? – respondí, quizás con más acritud de la debida. Iba a ver a Michael,
por supuesto. Preguntaría en recepción en qué habitación estaba.
-
Ted, aún
no – dijo papá, adivinando mis intenciones. Me miró serio, pero sin soltar a
Alice. Por eso me atreví a caminar hasta la puerta, ignorándole. – Ted, he
dicho que no.
-
Tú has
ido primero. Yo he cumplido con mi
parte. – dije, intentando mantener la ambigüedad para no desvelar nada a mis
hermanos.
-
Espera un
poco más, hijo. – me pidió.
-
No.
Ya no iba a esperar
más. Era mi hermano. Mío, y no suyo. Estaba en el hospital. A sólo unos metros
de distancia, un piso o dos como mucho.
¿Qué me impedía ir a verlo?
… Supongo que un
padre con la habilidad de pasar de oso amoroso con Alice a oso agresivo
conmigo. Me agarró del brazo. No supe en qué momento había dejado a la enana en
el suelo.
-
He dicho
que aún no, Ted. – susurró, con mucha calma, pero una calma falsa. Yo sabía lo
que esa voz quería decir: “un paso más, y me dará igual que tus hermanos estén
mirando”.
-
¿Qué es
lo que ocurre, papá? – preguntó Alejandro. Todos nos miraban, conscientes de la
repentina tensión.
-
Que tu
hermano se ha olvidado de cuáles son las reglas del juego – respondió papá. En
ese punto, me enervé. Di un tirón y me solté de su agarre.
-
No, las
recuerdo perfectamente. Hay que hacer lo que tu digas aunque no sea lo más
lógico, lo más normal o lo más justo. Tengo que hacer de niñera no remunerada a
tiempo completo incluso cuando estoy ingresado en un hospital, y si algún día
quiero algo, como no sé, conocer a mi hermano perdido, entonces se me niega. Y
si se me ocurre rebelarme contra ese hecho lo más probable es que me lleve una
zurra. –repliqué, y abrí la puerta de la
habitación, la traspasé, y luego la cerré con demasiada fuerza.
Me quedé al otro
lado, convencido de que después de mi pequeño estallido Aidan saldría tras de
mí para
“recordarme
amablemente” cuales eran los límites. Y con “amablemente” quería decir que tal
vez no me bajara el pantalón. Luego
recordé que como llevaba la bata de hospital no tenía pantalones. Genial.
Efectivamente, cuando
yo aún seguía ahí pasmado, pensando en el portazo que había dado, papá abrió la
puerta. Me miró con seriedad, pero no parecía enfadado. En realidad no.
-
Aclaremos
un par de cosas – me dijo, y decidí no
interrumpirle y quedarme ahí para escucharle. No era suicida. – Las puertas no
se golpean así. Ellas no tienen la culpa de que tu viejo sea idiota.
No sé que me
sorprendió más de aquella frase: que no pareciera enfadado, que la dijera medio
sonriendo, que insinuara que la culpa era suya, que se autollamara viejo, o que
dijera idiota. Tal vez lo que menos me sorprendió fue la palabrota. A mis
hermanos les podría engañar, pero yo sabía que Aidan era muy palabrotero.
Intentaba contenerse delante de nosotros, pero era un mal hablado. Por eso le
molestaba que nosotros también lo fuéramos, y trataba de impedirlo.
En cualquier caso, no
sólo parecía que no me la había cargado, sino que papá me estaba…¿dando la
razón?
-
Siento…
haber perdido los nervios – susurré.
-
Lo raro
es que no los perdieras antes, Ted. Sé que te exijo demasiado, y no debería
aprovecharme de que me dejes hacerlo. En cuanto a lo de ir a ver Michael… No lo
hago por maldad, hijo. Realmente quiero tener una conversación CIVILIZADA con
él antes de que le conozcas, para asegurarme que… no te hará daño.
-
No tienes
que protegerme, papá.
-
Ni lo
intentes, Ted. Lo haré siempre que pueda hacerlo, así tengas cincuenta u
ochenta años. ¡Y no me mires así, que para entonces aún pienso seguir vivo!
Contra mi voluntad,
sonreí un poco.
-
Pero… es
mi hermano. – protesté, débilmente.
-
Lo sé. Y
por eso entiendo que hayas reaccionado así ahí dentro, pero realmente necesito
que aguantes un poquito más.
Fui lo bastante listo
como para entender que ya había tenido mucha suerte porque no se hubiera
enfadado por mi exceso de temperamento. No debía presionar. Seguiría confiando
en él, y mordiéndome la impaciencia. Pero, al menos, podía intentar satisfacer
mi curiosidad un poco.
-
¿Qué
querías decir con eso de conversación civilizada? – pregunté. Papá suspiró,
aliviado porque yo no siguiera insistiendo.
-
Imagínate
a Alejandro en un día en el que su equipo pierde un partido, no recuerda dónde
puso el dinero del almuerzo y se ha llevado una bronca por una gran cagada.
Imagínate el humor del que estaría y aún así te quedas corto.
-
¿Estaba
enfadado? – pregunté, considerando un poco gratuita la comparación con
Alejandro, que me hizo pensar que papá había visto similitudes entre él y
Michael.
-
Estaba
insoportable. Lo siento, hijo, pero es así.
-
Pero… si
apenas estuviste fuera. No tuvo tiempo de hacer nada… - dije, inconscientemente
con la necesidad de defender a Michael. Qué pronto empezaba a interceder por
él…
-
En
realidad, me pareció más triste que otra cosa – me reconoció – Está aquí en
contra de su voluntad. Creo que yo también estaría enfadado si todo me sale
mal, mi vida tiene pocos alicientes, y un grupo de policías se empeñan en
intentar ayudarme mientras paradójicamente planean meterme de nuevo en prisión.
Además el oficial me dijo que… que te estaba esperando. Y estaba enfadado,
porque no ibas.
-
¿Lo ves?
– dije, sin poderlo evitar. Me sentí pletórico porque él quisiera conocerme. -
¡Tengo que verle!
-
Lo harás,
Ted. Te lo prometo. Hoy mismo.
Bufé. Supuse que esa
era la mejor respuesta que iba a conseguir. Regresamos dentro con los demás, y
todos nos miraban. Hannah tenía los brazos cruzados y su mirada denotaba mucho
enfado.
-
¿Qué
pasa, princesa? – preguntó papá. Ella giró la cabeza y respiró muy fuerte, en
un gesto de “estoy molesta y no te voy a responder”. La verdad es que era más
gracioso que otra cosa, y papá hizo esfuerzos por no sonreír. - ¿No me hablas?
Ella negó con la
cabeza.
-
¿Por qué?
- ¡Le has pegado a
Ted! – protestó - ¡Malo!
Me sentí genial
porque me defendiera. Esa niña como que me quería ¿no? Sólo deseaba que no se
metiera en un lío por mi culpa.
- ¿Con que soy malo?
– preguntó papá, y vi ese brillo divertido en sus ojos, de justo antes de que
se convirtiera en uno más de ellos - ¿De verdad?
Se acercó a Hannah, y
la alzó por encima de él, como si volara. Luego la bajó, la sostuvo con un
brazo y con el otro la hizo cosquillas.
-
¡Ai!
Jajaj No jajaja ¡para, para!
-
No hasta
que digas que no soy malo.
-
¡Si tú me
prometes que no habrá más castigos!
Vaya, era una buena
negociante para ser tan pequeña. ¿O quizá debería decir buena chantajista? Papá
pareció algo sorprendido, y luego se rió.
-
Si tú me
prometes no portarte mal y obedecerme en todo. Y obedecer a tus profesores, y a
Ted, y comerte las verduras…
-
¡Eso son
muchas promesas! – protestó Hannah.
-
¡Entonces
no hay trato! – dijo papá, y siguió haciéndole cosquillas.
-
Jajajaja
¡Vale, vale! ¡Lo prometo, lo prometo!
-
¿Y qué
más? – insistió Aidan.
-
¡Y no
eres malo!
-
Eso está
mejor – respondió papá. La dejó tranquila y la dio un beso, aguantándose la
risa por la mirada acusadora que le echó ella.
-
Pero le
pegaste a Ted – insistió. Puso un puchero adorable (sin duda, Alice había
aprendido de ella).
-
No lo
hice. – aclaró papá.
-
Ted ya es
mayor para que le hagan pampam – intervino Alice.
“Yo te apoyo, enana”
prensé, intentando contener una risa irónica que pujaba por salir de mí. Tuve
un breve intercambio visual con Aidan. A veces creo que nos podemos leer el
pensamiento. Yo vine a decirle algo así como “Ahí Alice tiene un buen punto” y
él me respondió lo que claramente era un “Sigue soñando”, sólo que no lo llegó
a verbalizar.
-
¿A qué se
refería con lo de conocer a su hermano perdido? – dijo Alejandro, para
reconducir la conversación. Mi salida teatral había puesto fin al secretismo…
Ahora todos mis hermanos sabían que algo estaba pasando. Papá y yo suspiramos a
la vez.
-
Michael
está aquí. – dijo papá.
-
¿Qué?
-
¿ Y lo
dices ahora?
-
¿Dónde
está?
-
¿Está
bien?
Todos hablaron a la
vez, pero la idea general era la misma. Estaban sorprendidos, y algo
incrédulos. Yo también estaba un poco sorprendido porque supieran de la
existencia de Michael, pero debí de haberlo imaginado. Aquello ya nos salpicaba a todos, así que
papá debió considerar que todos debían saberlo…
-
Quiero
conocerle – dijeron Zach y Harry a la vez. Luego se miraron, conscientes de que
habían hablado al mismo tiempo y Zach hizo una mueca de desagrado.
-
Todo a su
tiempo – respondió papá. – Hay algo más que debéis saber…
Aidan me miró unos
segundos, como preguntándome si estaba de acuerdo con decírselo. Supuse que no
quedaba otra, y que tarde o temprano lo sabrían. Me aclaré la garganta, y
decidí hablar yo, preguntándome qué es lo que sabían exactamente sobre mi
hermano. Deduje que no les había contado nada sobre sus…mmm… malas costumbres.
-
Michael
es… él está detenido. La policía le tiene custodiado, y cuando se encuentre
mejor le llevarán a la cárcel.
-
¿Es que
es malo? – preguntó Alice. La asociación “cárcel” y “malo” era lógica para
ella, y para casi todos, en realidad. Yo no sabía qué responder a eso, porque
aunque mi hermanita lo hubiera expresado de forma infantil, yo también me lo
preguntaba. ¿Michael era malo?
-
Ha hecho
cosas malas, princesita, pero yo creo que es bueno – respondió papá, pero
mirándome a mí. Por alguna razón esas palabras me aliviaron mucho. Quise creerlas
con todas mis fuerzas.
-
¿Por qué
está ingresado en el hospital? – preguntó Madie.
-
Tiene
diabetes, y no se ha tomado su medicación. – explicó papá. Me gustó mucho que
no les mintiera. Decía la verdad en todo, incluso con los pequeños delante. Eso
demostraba que confiaba en nosotros, y que nos creía capaces de entender las
cosas difíciles. - Se pondrá bien.
-
Entonces…¿no
le podremos ver? – preguntó Cole - ¿Hasta que salga de la cárcel?
-
Bueno,
podremos ir a visitarle. – dijo papá. Había tomado él la palabra, pero yo no me
opuse porque se explicaba mejor que yo. – Y de todas formas, tal vez podamos
hacer algo para que pase muy poco tiempo en prisión. Tal vez sólo esté allí un
mes.
-
¿En
serio? – preguntó Alejandro, con incredulidad.
-
¡Tenemos
que hacerlo! – dijo Cole.
-
¡Es el
hermanito de Ted! – apuntó Kurt. Me le comería enterito, lo juro.
-
Me alegra
de que penséis eso, porque yo también quiero ayudarle. – dijo papá.
-
¿Qué es
lo que se supone que podemos hacer? – preguntó Barie, seguramente pensando en
que uno no suele poder elegir cuándo salen los delincuentes de la cárcel.
Papá reflexionó un
segundo, como buscando las palabras adecuadas para que todos pudieran
entenderlo, desde los cuatro años a los quince.
-
La
persona que tiene que decidir cuándo sale de la cárcel, necesita saber que
Michael va a portarse bien cuando esté fuera, y que no se va a ir a ningún
sitio. Piensa que si tiene una familia se portará mejor y que ellos harán que
no se vaya. Nosotros podemos ser esa familia.
A Alice, Kurt, y Hannah
se les iluminaron los ojos. Dylan parecía bastante indiferente a todo esto, y
los demás no se habían tragado ni una palabra. Lo vi en sus miradas.
-
¡Claro
que sí! – dijo Kurt. – Si es el hermano de Ted, es mi hermano ¿verdad, papá?
-
Sí,
cariño. Así es – dijo papá, y suspiró, aliviado y complacido a partes iguales
por la deducción de mi hermanito.
-
¿Qué
quiere decir que “nosotros podemos ser su familia”? – preguntó Alejandro, con
desconfianza. A él, y a los más mayores, no les valía con esa respuesta. No se
tragaban la simplificación que mi padre había hecho, pensando en los
pequeños. Ahora venía lo realmente
difícil.
-
Que
nosotros podríamos adoptarle.
-
Aidan´s POV –
Cri cri. Cri cri.
Sobrevino un silencio poco tranquilizador. Había intentado contarlo de la mejor
manera posible, pero finalmente había llegado a la conclusión de que no había
una forma suave de decirlo. Esperé y esperé una respuesta durante segundos,
pero creo que pasó más de un minuto hasta que alguien habló. Alejandro se había
llevado las manos a la cabeza y se frotaba el pelo.
-
¿Qué
rayos significa eso? – escupió al final, y parece que eso animó a hablar al
resto de mis hijos.
-
¿Adoptarle?
¿En qué sentido? Pensé que ya habíamos dicho que a lo mejor vivía con nosotros…
- dijo Madie.
-
¿Adoptarle
“adoptarle”? ¿Con apellido y todo eso? – preguntó Zach.
-
¡Querrás
decir que tú vas a adoptarle! – gritó Alejandro, seguramente sin poder
contenerse más. - ¡VAS A ADOPTAR A UN COMPLETO DESCONOCIDO, FUGITIVO, PARA MÁS
SEÑAS, Y LO VAS A TRAER A CASA!
Había tanta ira en su voz que me quedé momentáneamente mudo. Habló con
una voz medio ronca, y sus ojos me miraban de una forma que me dio algo de
miedo. Pocas veces he visto a Alejandro tan enfadado.
-
No es… ya
no es un fugitivo – balbuceé. Fue lo único que pude decir. Lo único que se le
ocurrió a mi cerebro.
-
¿Y ESO ME
TIENE QUE HACER SENTIR MEJOR? ¡OH, YA NO ESTÁ HUYENDO, AHORA SÓLO VAN A METERLO
EN LA CÁRCEL! ¡Y NO SÓLO QUIERES EVITAR ESO, SINO QUE PRETENDES QUE LE DE UN
ABRAZO, LE DEJE MIS VIDEOJUEGOS Y LE LLAME HERMANO! ¿O DEBERÍA DECIR SOBRINO? –
siguió gritando Alejandro.
En éste punto tengo que decir que, aunque sus formas dejaban bastante
que desear, una parte de mí le entendía y hasta estaba de acuerdo con su rabia.
Otra estaba totalmente en contra. Simplemente era demasiado complicado y
decidiera lo que decidiera al final, tendría sus cosas buenas y sus cosas
malas. Esa era una de esas situaciones en las que no hay una “buena” solución….
Pero había claramente una donde sufría menos gente. O eso esperaba.
-
Es el
hermano de Ted… - seguí defendiéndome. Por primera vez me sentía achantado por
mi hijo, como si Alejandro me estuviera comiendo el terreno.
-
El suyo.
No el mío. Lo siento, Ted, sé que es importante para ti, y estaba dispuesto a
jugar a la familia feliz pero…
-
¿Pero qué
Alejandro? – le corté - ¿Qué ha cambiado? Ya os lo presenté como vuestro
hermano. ¿Cuál es la diferencia entre llamarle
hijo mío y que lo ponga en un papel? ¿Qué importa?
-
¡IMPORTA
MUCHO! – gritó, pero ya no parecía enfadado. Parecía dolido. – Es la diferencia
entre hacerlo por Ted o hacerlo por ti. Es la diferencia entre ayudar a un
chico o ayudarte a ti mismo. Es la diferencia entre acogerle a él… o que yo me
sienta acogido. Si le adoptas formalmente, él siempre será tu hijo mientras que
yo siempre seré tu hermano. Ante la frase “llamaremos a tu padre”, yo siempre
tendré que responder “no es mi padre, es mi tutor”.
Le había hecho tanto daño…. Sus miedos eran los mismos que los que
había tenido Ted, pero Alejandro lo expuso de una manera que me hizo sentir un
miserable. Una mala persona. Ni siquiera sabía por dónde empezar a disculparme,
pero no tuve ocasión, porque entró una enfermera cabreada:
-
¡Esto es
un hospital, no una verbena!
Su intervención hizo que todos respiráramos hondo y nos calmáramos.
Cuando ella se fue, los ojos de Alejandro parecían más tranquilos.
-
Ven aquí
– le pedí. Alejandro dejó escapar el aire y me miró con obstinación. – Ven.
Todos. Venid.
Mis hijos se acercaron poco a poco. Miré a Dylan con curiosidad. ¿Por
qué los gritos de Alejandro no le habían alterado? Cuando les tuve lo bastante
cerca, les abracé. No solía hacer mucho eso. Era agobiante. Intentad que os
abracen once personas a la vez, y luego me contáis. Me hacía sentir… enjaulado.
-
Yo tengo
once hijos – les dije – Y si Dios lo quiere tendré doce. Realmente espero que
Michael forme parte de ésta familia, pero de momento sólo quiero evitar que
vaya a la cárcel. No será mi hijo ni vuestro hermano por lo que ponga en un
papel, sino porque nosotros querremos que lo sea. Sé lo que esto os hace
sentir, pero vosotros elegisteis llamarme papá, y es una decisión sin vuelta
atrás. Seréis mis hijos, y lo seréis para siempre. Al igual que un papel no
hará que Michael sea mi hijo, un papel no hace que vosotros no lo seáis. Os
diré lo que haremos: yo iré a hablar con Michael en cuanto se despierte. Luego
irá Ted, y después le preguntaré al policía si vosotros podéis pasar. No
tomaremos ninguna decisión hasta entonces.
-
¿Tomaremos?
– preguntó Alejandro, más aplacado. Sentí que mis palabras de alguna forma les
habían llegado. - ¿Es que vamos a elegir entre todos?
-
Tal como
os he dicho, todo se puede quedar en un papel que le sirva para pasar menos
tiempo en prisión. No os voy a forzar a que sea vuestro hermano. Pero tenéis
que entender que yo ya he decidido adoptarle. Aunque antes tendré que hablarlo
con él, claro.
-
Alejandro´s POV –
Había veces en las que tenía ganas de
insultar a papá, y a la vez de abrazarle. Eso solía pasar cuando me
castigaba, pero aquél día lo sentí también cuando por fin nos dijo el secreto
que se escondía alrededor de Michael. Conque un delincuente…y él, cómo no,
pretendía que formara parte de nuestra familia. Quiero decir que, algunas
personas (y no todo el mundo) pueden llegar a perdonar a sus seres queridos
cuando cometen un error de los que les
llevan a la cárcel. Pero ¿cómo narices perdonas a un desconocido? ¿Quién
en su sano juicio dejaría que una
persona así entrara a formar parte de su familia?
Pronto quedó claro que papá no estaba en su sano juicio. Sin embargo,
debo reconocer que lo que nos dijo fue muy bonito. Quizás tuviera razón: un
papel no cambiaba nada. Si al final formaba parte de nosotros, si se convertía
en un hermano más, sería porque nosotros lo
sentiríamos así…. Lo cual, supongo, era el plan inicial. Al fin y al
cabo, era el hermano de Ted.
Joder, pero es que… si papá le adoptaba sería mi sobrino. Mi hermano
era mi padre, otro hermano era mi sobrino… y al ritmo al que iba Ted se
convertiría en mi madre. ¿Quién iba a pagarme después el psicólogo para tanto
trauma?
Papá era un experto en cambiar de tema, y una vez dejó claras algunas
cosas, intentó distraernos con conversaciones superfluas y monerías a los
peques. Creo que el que más necesitaba distraerse era Ted. Mientras papá
contaba algunas cosas graciosas, yo me senté en el sofá con Ted y le miré.
-
¿Cómo es
que te has librado de la de antes? – le preguntó - Si llego a ser yo el que le
lleva la contraria y da un portazo…
-
Tú haces
eso casi a diario, y además añades algún taco. Supongo que papá tiene en cuenta
las reincidencias a la hora de condenarnos…
-
Hablando
de condenas…
-
No,
Alejandro – me cortó – Estoy intentando no pensar en eso.
-
¿En qué?
-
En que
aun no sé el delito por el cual mi hermano está detenido. Sé que es un ladrón,
pero no sé las circunstancias, ni por qué lo hizo…
-
¿Importa?
– pregunté.
-
Quiero
creer que sí. Es decir, no todo el que roba es necesariamente mala gente. Mira
a Harry.
-
Creo que
en el caso de Michael estamos hablando de algo más que noventa y cinco euros
sisados a su padre…
-
Ya sabes
lo que quiero decir. Quiero creer que no es un mal tipo. Papá piensa que no lo
es.
-
Papá
pensaría que es el mismo Jesucristo con tal de justificar la adopción – le dije
yo. - ¿Por qué tiene tanto interés en sacarle de la cárcel?
-
Porque es
mi hermano, joder.
-
Vale,
vale. No es eso lo que quería decir – me defendí – Me refería a… ¿por qué tanto
interés en…en…ya sabes, incluirle en la familia? Podría limitarse a firmar los papeles, y ya.
Cada uno con su vida. Tú le ves de vez en cuando si quieres, y por lo demás
nada que ver…
Ted se quedó pensativo.
-
Supongo
que tiene miedo de que llegado el caso yo decidiera irme con Michael. Al
tenerle con nosotros, se asegura de que yo también me quedo.
-
¿Te irías?
– le pregunté, más preocupado de lo que estaba dispuesto a admitir.
-
No. Pero
nada de lo que yo diga convencerá a papá de que no tiene nada por lo que tener
miedo. Michael puede ser un hermano o una amenaza, y papá ha elegido lo
primero.
Ted y yo continuamos hablando por un rato, intentando averiguar
mediante deducciones y no sin cierta imaginación el mayor número de cosas
posibles sobre Michael. En ello estábamos cuando papá dijo que se iba a ver si
Michael ya había despertado. Se hizo el silencio en la habitación, sabiendo que
de aquél encuentro dependía la anexión de un nuevo miembro a la familia.
-
Aidan´s POV –
Mientras caminaba hacia la habitación de Michael me preguntaba qué me
iba a encontrar. ¿Más gritos? ¿Rechazo hacia mi persona o lo que iba a
decirle?
Por lo pronto, cuando me acerqué me encontré de nuevo con los guardias
de su puerta. ¿Tan peligroso era que necesitaba custodia policial constante?
Supuse que era el protocolo oficial cuando ingresaban a un recluso. Me fijé,
pero no vi al oficial Greyson por ningún lado.
-
¿Se ha
despertado? - le pregunté a un agente,
el que estaba dentro la primera vez que fui. Se encogió de hombros, denotando
cierta indiferencia, o tal vez cierta tranquilidad porque siguiera dormido.
Suspiré. – Supongo que de estar
despierto se le oiría ¿no? Estaría dedicando otra retahíla de insultos.
-
Oh, no,
señor Whitemore. El chico suele ser bastante correcto.
Alcé una ceja.
-
¿Estamos
hablando del mismo crío maleducado que le insultó a usted por querer que se
inyectara?
-
No le
gusta que le contradigan, ni que le prometan cosas que no se cumplen como la
visita de su hermano, pero Michael sabe ser encantador cuando tiene que serlo.
Es esencial para su…profesión.
-
¿La buena
educación es un requisito para ser un ladrón? – pregunté, con cierto sarcasmo.
-
Para ser
un ladrón de guante blanco. Un estafador. Ese chico puede convencerte de que es
un estudiante modelo que cuida todos los días de su abuelita. Es mentiroso,
manipulador, y ciertamente bastante hábil. Qué se mostrara así de rudo antes
era sólo un signo de que no se encontraba demasiado bien. Ese es el “verdadero
Michael”, supongo, pero no es la cara que suele mostrar.
Parpadeé un par de veces, y consideré que ese era el momento adecuado
para hacer algunas preguntas sobre el joven criminal al que pensaba adoptar. Se
había dicho varias veces que era un ladrón, pero el oficial había hablado de un
delito de agresión…
-
¿Usted
puede decirme algunas cosas sobre su… historial?
-
¿Se
refiere a sus antecedentes? – dijo el policía, y me observó con atención. – Ha
tardado usted bastante en preguntarlo. Lo normal cuando uno descubre que está
emparentado con un criminal es preguntar qué es exactamente lo que ha hecho.
-
Discúlpeme
por no saber el protocolo a seguir en éstos casos – repliqué con cierto
sarcasmo. Creo que pasaba demasiado tiempo con Alejandro, y empezaba a hablar
como él. – Me preocupaba más el paradero del chico, y el hecho de que estuviera
enfermo. Además no está emparentado conmigo, sino con Ted.
El policía me dedicó una mirada curiosa.
-
¿Puedo yo
hacerle una pregunta?
-
Aún no ha
respondido a la mía.
-
Seguramente
su respuesta será más breve. – me dijo.
-
Adelante.
-
El
oficial dice que usted trata a sus hermanos como si fueran sus hijos.
-
Así es.
-
¿Qué
lugar ocuparía entonces Michael si usted… si se hace cargo de él?
-
El que él
quiera, aunque legalmente le adoptaré.
-
¿Es
consciente de que tendría usted doce hijos, entre ellos un delincuente?
-
Que sean
doce no me preocupa. Es lo segundo lo que me tiene intranquilo, y la razón de
que no haya permitido aún que Ted le conozca. Necesito saber qué es exactamente
lo que ha hecho Michael para asegurarme de que no es un peligro para mi
familia. Lo que me lleva de nuevo a
insistirle acerca de su… historial delictivo.
-
Entiendo.
Pues…para ser más exactos y hablar con seguridad tendría que consultar su
expediente, pero hasta donde yo sé Michael entró al correccional con doce años,
por bandalismo y hurto. Pretendía ser más bien una lección, no iba a estar ahí
dentro ni dos meses, pero si me pide mi opinión meterle ahí fue un gran error
por parte del juez. Cuando salió su padre había sido detenido. Hacía seis años
que Michael vivía en casas de acogida, pero hasta donde sabemos seguía
manteniendo contacto con su padre.
Cuando le trasladaron a una prisión de máxima seguridad en Texas, el
niño no pudo verle, no pudo hablar con él…. Y si me lo pregunta, creo que dejó
de creer en el sistema. A partir de ahí sus delitos crecieron en número… y en
complejidad. Michael Donahow, alías Charlie Dickens, alias Alan Poe, alias
Oscar Wilde, empezó a robar a lo grande. Estamos hablando de millones de
dólares, señor Whitemore.
-
¿Nombres
de escritores? – pregunté, alzando una ceja, pero con cierto sentimiento de
identificación. Me parecía curioso que eligiera a algunos de mis ídolos como su
nombre falso.
-
El crío
tiene mucho sentido del humor, porque se dedicó a robar códices y manuscritos.
Supongo que elegir esos alias fue una especie de guiño. Cuando empezábamos a
investigarle, creíamos estar tras la
pista de un consumado ladrón, de un hombre adulto con muchos contactos en el
mundo del crimen… pero perseguíamos a un crío de catorce años, que nos la jugó
varias veces. Nos lo encontramos cara a cara varias veces, pero nunca
sospechamos de él. Una vez, incluso, fue interrogado como testigo de uno de los
robos…¡cuando había sido el ejecutor!
-
Si tan
bueno era, ¿por qué le pillaron?
-
Se escapó
de su casa de acogida. La policía le buscaba por otros motivos, para devolverle
a la familia con la que vivía, y cuando mis compañeros le encontraron hallaron
también algunas evidencias de los delitos que había cometido. Para entonces
tenía dieciséis años, y se le dio lo que llamamos una “sentencia combinada”. Es
decir, se le juzgó como menor, y como adulto a la vez. Cuando cumpliera la
mayoría de edad pasaría del centro de menores al de adultos. Sin embargo, la
sentencia no llegó a cumplirse porque su abogado presentó un recurso. Salió del
correccional a la espera de saber si debía ingresar en prisión, pero a la semana
de salir participó en una pelea, y eso le hizo perder el recurso y que siguiera
adelante el plan inicial. A su condena principal se sumó el delito de agresión,
y nadie saber qué cable se le cruzó, porque no es violento en absoluto… Pasar
del correccional al centro penitenciario fue duro para él. Tuvo problemas con
algunos reclusos. Se enfrentó con verdaderos criminales, y dejó de lado a los
niños que no han recibido una buena educación. Si hubiera devuelto el
dinero…pero no lo hizo. Siempre negó haber cometido el delito por el cual le
encerraron en primer lugar, hasta hace unos días. Eso hizo que su condena fuera
más dura, porque hablamos de una cantidad considerable de dinero, y seguramente
es responsable aún de mucho más. Tiene que entender que le pillaron por un
robo, pero cometió muchos más, así que dentro de lo que cabe tuvo suerte. Sé lo
que pensará… que es toda una joya, que su ingreso en la cárcel fue más que
justo… y quizá tenga razón, pero era sólo un crío… Nadie quería que pasara allí
dentro más tiempo… No era lugar para él, ¿entiende?
-
Supongo
que ahí entra en juego el abogado pidiendo el tercer grado…
-
Pues sí.
Nadie se podía imaginar que Michael reaccionaría mal ante éste hecho. Querer
salir de prisión es algo natural…
-
Pero no
lo es si no tienes ningún sitio al que volver. – reflexioné, en voz alta. –
Gracias, agente. Creo que ya sé todo lo que quería saber. ¿Puedo entrar a
verle?
El policía se apartó para dejarme pasar, y yo inspiré hondo antes de
entrar en el cuarto. Entonces sucedió algo que sólo puedo calificar como
especial, mágico, asombroso… Al ver a Michael durmiendo, contorsionado, con
medio cuerpo ladeado EXACTAMENTE igual a como dormía Ted, sentí que él también
era hijo mío. Sentí lo mismo que cuando observaba dormir a mis hijos: sentí que
era mi niño. Creo que eso fue lo que acabó con todas las dudas que yo pudiera
tener acerca de lo que iba a hacer.
Le observé durante varios minutos. En realidad no tenía cara de niño.
De hombre joven, eso sí, pero de niño no. El rastrojo de barba que le cubría la
barbilla, y su mandíbula definida sin formas infantiles denotaban que ya había
dejado atrás su infancia… pero no fue hasta que abrió los ojos cuando me di
cuenta de que hacía mucho tiempo que ese chico no era un niño. La suya era la
mirada de alguien que había sufrido mucho y nunca se permitía hablar de ello.
Era fácil reconocer esa mirada, porque se parecía a la mía.
-
Hola –
saludé.
-
Hola –
respondió, con cautela. - ¿Estuvo aquí mientras dormía?
¿Estuvo? ¿Es que iba a empezar a llamarme de usted, cuando antes me
había tuteado y menospreciado?
-
No –
respondí, decidiendo ser sincero. – Fui a ver a mi… a Ted. No sé si sabes que
él también está ingresado.
-
Sí, me lo
han dicho. Pero me dijeron que se encontraba bien, y que estaban por darle el
alta. ¿Es que no es así? ¿Le ha pasado algo y por eso no viene a verme? – me
preguntó. Sonó tan desesperado… Como si quisiera encontrar una excusa para que
Ted no estuviera allí…. Cualquier cosa que no le hiciera pensar que simplemente
él no quería verle. Qué penita.
-
No, Ted
está bien. Y quiere verte. Pero yo le he dicho que espere un poco.
-
¿Por qué?
– se quejó, y ese fue exactamente el mismo tono de Kurt. – Esos tipos de
uniforme no me dejan salir de aquí, así que no puedo pasear por el hospital, pero
él sí….¿por qué no le deja?
-
Me
parecía demasiado pronto. Primero hay algunas cosas que quiero hablar contigo…
-
Ah, ya
entiendo – respondió, y suspiró – Quiere asegurarse de que no soy una mala
influencia para él.
-
No es
eso… Michael, nosotros no sabíamos de tu existencia hasta hace cinco días.
Tienes que entender que esto nos ha sorprendido un poco.
-
Pero me
darán el alta pasado mañana, y después volveré a la cárcel, y ya no podré
verle. – protestó, en tono lastimero.
-
¿No te
dejan recibir visitas?
-
¿Iríais a
verme? – preguntó, con incredulidad.
-
Claro que
sí.
-
Nadie ha
ido a verme nunca.
Joder. ¿Pretendía darme pena o era algo natural?
-
Nosotros
iremos. Ted es tu hermano.
-
Medio
hermano.
-
Medio hermano – accedí – Pero eso no supone
ninguna diferencia. Es medio hermano mío también, y le quiero como a un hijo. A
él y… a los otros diez.
-
¿Otros
diez?
-
Tengo
once hijos. Once hermanos. Pero todo ellos comparten una misma historia. – le
dije, y Michael me miró intentando averiguar si le estaba tomando el pelo.
Saqué mi cartera, y empecé a sacar fotos. – Alice, cuatro años. Kurt y Hannah,
seis. Dylan, ocho. Cole, diez. Madelaine y Bárbara, doce. Harry y Zach, trece.
Alejandro, quince. Y… Ted.
Antes de poder impedírselo, me arrebató la foto de Ted y la miró con
atención.
-
No es
como le imaginaba – me dijo.
-
¿Cómo le
imaginabas? – pregunté.
-
Así no.
Supongo que es normal cuando pasas mucho tiempo tratando de imaginar cómo es
una persona: terminas creándote una
imagen en tu cabeza.
-
¿Cuánto
hace que sabes que Ted es tu hermano?
-
Lo he
sabido siempre. Mi padre me lo dijo.
-
¿Por qué
nunca le has buscado? – pregunté, sabiendo que eso en especial le escocía mucho
a Ted.
-
Lo hice.
Le investigué por un tiempo y así es cómo averigüé que fue de él cuando mamá
murió. Mi padre no sabía decirme nada, y yo averigüé que estaba contigo. Cuando
supe eso dejé de investigar. Él ya tenía una familia, y le iba bien. Para
entonces yo ya tenía… algunos problemas legales, y ni tenía muchos medios de
dar con él, ni creía que fuera bueno que lo hiciera.
-
Y ahora
quieres verle, porque… - empecé, instándole a continuar, pero él no dijo nada.
- ¿Qué es lo que ha cambiado? ¿Por qué quieres verle de pronto?
-
Si a
usted le dijeran que su hermano está ingresado en el mismo hospital, ¿no querría
verle? – me dijo, y con eso respondió a mi pregunta. – Ahora él también sabe
que existo. Depende de él decidir si quiere conocerme. Y depende de usted dejar
que lo haga.
-
No vas a
caerme mejor por llamarme de usted ¿vale? No tienes que tratar de impresionarme.
En ese sentido me gustó nuestro primer encuentro. Fuiste muy natural.
-
Fui un
maleducado.
-
Sí, eso
también – reconocí, algo asombrado porque lo admitiera. – Pero el caso es que
dada la… situación… es raro que no me tutees.
-
¿Y cuál
es la situación exactamente? – me preguntó, y si no fuera porque estaba tumbado
sobre esa cama, habría sonado como un hombre de negocios. Suspiré, y me senté.
Aquello no era fácil de decir.
-
Verás
Michael, el oficial Greyson me ha informado de tu futuro más inmediato, y
estarás de acuerdo conmigo de que no es muy alentador.
-
No sé qué
decirte. Casi le he cogido cariño a esa celda – me respondió.
-
Vamos. No
puedes estar diciéndome en serio que te gusta la idea de estar en prisión.
-
No, claro
que no me gusta, pero en cuanto salga volveré a delinquir, y me volverán a
encerrar, así que es un círculo vicioso…
-
Lo dices
como si no pudieras hacer algo diferente. Algo que no implique robar de nuevo.
-
Seguro
que un negro expresidario de dieciocho años sin ninguna experiencia laboral y
que no terminó la secundaria no tiene ningún problema para encontrar trabajo en
una época de crisis – me dijo con
sarcasmo. – Sólo hay una cosa que haga bien y lamentablemente la ley no lo
permite.
-
No digo
que vaya a ser fácil encontrar trabajo, pero…
-
Pero de
algo tendré que vivir ¿no? Mire, señor Whitemore, siendo realistas, salir de la
cárcel implicaría para mí una vida en las calles. Y en éstos días he comprobado
que eso se reduce a las drogas, la prostitución o la mendicidad. Y no son tres
futuros que me gusten demasiado.
-
Hay
programas para la reinserción de presos que….
-
¿Por qué
diablos le importa tanto que salga de la cárcel? – me preguntó, frustrado. Yo
también me frustré porque siguiera llamándome de usted.
-
¡Porque
eres mi familia!
-
No soy
nada suyo. Ni siquiera soy nada de Ted. Sólo compartimos sangre.
-
Con eso a
mi me vale, chico. Y a ti tendrá que valerte también porque no voy a dejar que
vuelvas a la cárcel.
-
¿Ah, no?
¿Y cómo va a impedirlo? Estoy abierto a sugerencias, la verdad.
Volví a suspirar. Cogí fuerzas.
-
El agente
Greyson opina que te concederían la condicional si tienen la garantía de que no
vas a huir del estado ni a reincidir de nuevo.
-
¿Cómo van
a tener esa garantía si mi única vinculación familiar está cumpliendo cadena
perpetua en otro estado, y ya he salido no sólo del estado sino del país con
anterioridad? No seré muy culto, pero por la cuenta que me trae he estudiado
algo de leyes, y sé que soy un factor de riesgo en lo que a huir se refiere.
Esa declaración generó en mi cabeza muchas preguntas. ¿Había salido del
país? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Y qué quería decir exactamente que no era muy culto?
Decía que no se había sacado el secundario, y yo había notado algún defecto al
pronunciar determinadas palabras difíciles, pero tampoco parecía ningún
analfabeto. En cualquier caso, ya habría tiempo de ocuparse de eso.
-
Por eso
mismo, si tuvieras alguna familia que te vinculara aquí, las cosas serían muy
diferentes para ti.
-
Pero no
la tengo.
-
Podrías
tenerla. – respondí, mirándole fijamente. Sus ojos eran bastante hipnóticos.
-
Teodhore
no cuenta, ya estudié esa posibilidad. Es menor de edad y por eso y otros
factores como la falta de contacto total hasta el momento, no supone una
vinculación real, a efectos legales.
-
Me refiero
a algo diferente. Yo… podría adoptarte – solté por fin, y luego seguí hablando
con nerviosismo - Eso sí sería
vinculante, a efectos legales y espero que a otros efectos. Los dos tendríamos
que firmar un papel, en donde tú consentirías con al adopción y así Ted no
tendría que verte únicamente a través de una mampara.
Se hizo el silencio. Michael parpadeó un par de veces, con aspecto
ausente y yo me pregunté si había ido demasiado lejos con mi proposición.
Apenas me conocía.
-
Ya no es
a través de una mampara. Eso es sólo en las películas. – fue lo único que dijo,
al final.
-
¿Qué
decides?
-
¿Tú lo
has pensado bien? ¿Sabes lo que estás haciendo?
-
Eres tú
quien tiene que pensarlo, Michael, pero confío en que tomes la decisión más
inteligente.
Volvió a sumirse en el silencio. Esperé, y esperé, pero nada. Parecía
una estatua. Entonces se movió un poco y cogió un papel. Abrí la boca para
decir algo, pero él levantó la mano, pidiéndome que guardara silencio y le
dejara pensar. Empezó a escribir.
-
Estás son
mis condiciones – dijo al final, y me dio el papel.
-
¿Condiciones?
– pregunté, con ironía. Cogí el papel y reconocí su letra caótica.
1. SE TRATA DE UN MERO ACUERDO LEGAL. LA ADOPCIÓN
NO SERÁ NADA MÁS QUE UNA FORMALIDAD PARA QUE ME DEN LA CONDICIONAL.
2. UNA VEZ ME DEN LA CONDICIONAL CADA UNO POR SU
LADO.
-
No puedo
estar de acuerdo con ninguna de estas condiciones – le dije, y fue mi turno de
levantar la mano para evitar que me interrumpiera – Has dicho que salir de la
cárcel implicaría una vida en las calles. No voy a dejar que te suceda eso.
Tengo una casa, y si voy a adoptarte lo más normal sería que vivieras en ella.
Y debo aclararte que para mí ningún hermano de mi hijo es un “mero acuerdo
legal”. Lo cierto es, Michael, que siendo justos mereces saber toda la verdad.
No planeo desentenderme de ti después de firmar esos papeles. Quiero cuidar de
ti y pienso tratarte como a uno de mis hijos. Era algo que tenía en mente antes
de conocerte, y ahora, tras haberlo hecho, pienso que lo único que necesitas es
exactamente eso. Una familia.
Esas palabras eran totalmente ciertas. Sería un ladrón, un estafador y
un delincuente, pero el único problema de ese chico es que le habían separado
de su padre cuando aún era un crío. Se había educado en correcionales
-
Ya tengo
una familia. Tengo un padre.
-
Me
dijeron que perdió tu custodia.
-
No pienso
llamarte papá. – dijo, como si fuera algo absurdo. Y supe que tenía que ir más
allá. A la mierda las distancias. A la mierda la prudencia. Tenía que convencer
a ese chico, y sobretodo convencerme a mí, de que era mi hijo.
-
Supongo
que los primeros días puedes llamarme Aidan. –respondí, aparentando una
seguridad que no sentía.
-
¡YA TENGO
UN PADRE! – reclamó, gritando un poco.
-
¿Le echas
de menos? – me atreví a preguntar. Entendía que para él era una situación
delicada. Que yo me preocupara por él no me convertía en su padre, cuando ya
tenía uno.
-
No –
reconoció, y su mirada se nubló de ¿rencor? ¿dolor? ¿ira? Era difícil decirlo.
Luego, suspiró. – Nuevas condiciones, entonces, y estas son irrevocables: no
pienso ir a un instituto.
-
Claro que
no, irás a un colegio. Al mismo colegio que el resto, hasta que termines la
educación básica. – repliqué - Después, hablaremos de los cursos superiores y
de la universidad.
-
Y una
mierda.
-
Está bien,
si no quieres ir a clase con gente de quince años, lo entiendo. Te apuntaré a
uno de esos institutos para adultos.
-
¡Que no,
joder! No puedes tomar esa decisión por mí. Soy mayor de edad. No sé quién coño
te has creído que eres, pero no puedes hacer eso – bramó, con indignación. Ya
estaba de vuelta el Michael que había conocido. El que, según la policía,
surgía cuando le llevabas la contraria.
-
Por lo
pronto, si no quieren pensar en mí como en tu padre, hazlo como tu hermano
mayor. Un hermano mayor al que no le gustan las palabras malsonantes, así que
ten cuidado con lo que dices.
-
¿Hermano
mayor? – preguntó, en tono de burla - ¡Eres más blanco que la leche! ¡Nadie te
tomará nunca por mi hermano mayor!
-
Espero
que no te suponga ningún problema el ser adoptado por un blanco – repliqué, con
sarcasmo. – Ya que hemos aclarado lo del instituto aclaremos también, aunque no
creo que haga falta, que se acabó la vida de delincuente para ti.
-
¿Has
perdido la chaveta? ¿Quién te crees que eres para hablarme así?
-
Mm. Esa
pregunta es difícil de responder. ¿Técnicamente? El hermano de tu hermano.
¿Legalmente? Un tipo que quiere ayudarte. ¿Sinceramente? El que va a ponerte un
montón de normas que no te van a gustar.
¿Emocionalmente? Alguien que al mirarte ve a su nuevo hijo. – respondí,
y me sentí muy a gusto al decirle aquello, que no era más que la verdad.
Y la verdad era que Michael Donahow ….mmm…¿qué tal le iría el
Whitemore? Empecé a probar. Michael Whitemore. Michael Donahow Whitemore. No
sonaba mal. En fin, la verdad era que Michael Donahow Whitemore ya no iba a
estar sólo por más tiempo. Los hermanos de Ted no sólo eran mis hermanos: los
hermanos de mis hijos, eran mis hijos.
Esperé a ver cómo reaccionaba ante mis palabras. Al menos, no había
estallado a gritos, lo cual conociendo su carácter era una posibilidad. Pareció
masticar cada una de mis frases, como buscando un significado oculto.
-
¿En
serio? – preguntó al final.
-
Se me
suele notar cuando estoy de broma – le dije – Y ahora no lo estoy.
-
¿Por qué?
– preguntó, desconcertado.
-
¿Por qué
qué?
-
¿Por qué
quieres ayudarme? ¿Por qué… me ves como a un hijo?
-
No creo
que sea algo que pueda explicarse, Michael. He pasado por esto once veces,
aunque suelo tratar con bebés y no con tipos que ya se afeitan, y sigo sin
saber qué es lo que hace que un bebé sea “mi” bebé, teniendo en cuenta que yo
no he engendrado a ninguno de ellos. Supongo que lo siento así, y ya.
-
Yo no te
necesito – respondió, con orgullo. Podría haberle rebatido eso, sin embargo no
me parecía la mejor técnica a aplicar con él.
-
Pero yo a
ti sí. Si me desentendiera de ti no podría vivir tranquilo el resto de mi vida.
Siempre me preguntaría dónde estás, qué haces, cómo estás…
-
Eso son
preguntas de madre angustiada. – se burló.
-
Precisamente.
Y es desde el momento en el que empiezo a preguntarme eso cuando sé que alguien
ha pasado a formar parte de mi familia.
-
¡No
puedes decirme esas cosas, joder! ¡No está bien! ¡No me conoces, mierda! ¡Se
supone que no debo importarte!
-
No
chilles. Y ya te he dicho que cuides la forma en la que hablas – regañé,
suavemente, aunque disfrutando un poco de la cara de fastidio que ponía ante el
hecho de que le hablara como un… como un padre - ¿Te enfadas porque me
importas? ¿No crees que eso es un poco absurdo?
-
¡Tú eres
el absurdo! ¡Me hablas de familia, de padres y hermanos! No sé si debo pensar
que estás loco o…¡o que eres un maniático que planea cosas raras!
-
¿Cosas
raras? ¿Qué entiendes por cosas raras?
-
Secuestrarme,
o algo así…
-
¿Esa
impresión te he dado? – pregunté, con algo de diversión.
-
No, más
bien me quedo con la opción de que estás loco. ¡Has perdido la jodida cabeza, y
si crees que voy a ir contigo y dejar que me trates como si fueras mi puto
padre es que no…!
PLAS
Fue muy rápido. No le dejé terminar. Le agarré del brazo, le ladeé un
poco, y le di un azote. Se calló de inmediato, más sorprendido que otra cosa.
-
Te he
advertido ya dos veces sobre tu forma de hablar. Evita sobretodo las palabras
con “p”, por favor. Ya te explicaré por qué, en mi familia somos algo sensibles
con el tema de la prostitución.
Una vez supero la sorpresa, Michael pasó a la indignación, y de ahí al
enfado supremo. Juraría que su oscura piel se oscureció aún más, como si
adquiriera un matiz morado.
-
¡Pedazo
de cabrón! ¡Estás grillado! ¿Acabas de pegarme, mamonazo? ¿Se te ha ido la
pinza? Estoy rodeado de policías, imbécil. ¡Te voy a poner una denuncia que vas
a hacerme compañía en la trena!
Me tapé la cara con la mano derecha, pensando que ese chico no tenía
remedio. Para ser un genio del crimen, era muy tonto.
-
Veo que
no lo has pillado. Lo que tienes que hacer es hablar mejor, no seguir diciendo
tacos. – expliqué, con calma, como si hubiera habido alguna clase de
malentendido y le agarré del brazo de nuevo. Intenté girarle y él se resistió.
Levanté una ceja e hice más fuerza, notando que era fuerte, pero que estaba
débil. Seguramente llevara días sin comer, sin contar con la falta de insulina.
En ese momento tenía una vía de suero en el brazo. Tuve cuidado con eso y
decidí proceder de otra manera, y me senté en una esquina de su cama para
maniobrarle más fácilmente. Le ladeé sobre la cama y di cuatro palmadas
rápidas.
PLAS PLAS PLAS PLAS
-
Aún
tienes mucho que asimilar y te estás recuperando, así que voy a dejarlo ahí.
Considéralo una advertencia.
-
¡Estás
loco! – gritó, y se llevó la mano a la muñeca para arrancarse la vía de suero.
Observé cómo lo hacía, impotente. - ¡Me largo de aquí, no quiero volver a verte
en la vida!
Casi se cae al levantarse bruscamente. Creo que se mareó un poco. Le
sujeté, y le miré el brazo. Al arrancarse la vía de esa forma tan basta, se
había hecho una pequeña herida que sangraba. Me enfurecí. Me senté en su cama y
le puse encima de mí, con medio cuerpo sobre la cama y medio cuerpo fuera de
ella.
PLAS PLAS PLAS PLAS
-
No
vuelvas a hacer algo como eso en tu vida. No te preocupas nada de tu salud. Lo
de huir sin suficientes dosis de insulina ya fue una estupidez, y esto la
remata.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
¡Ay!
Me sorprendió que gritara. No le estaba dando muy fuerte porque me
sabía mal castigarle cuando estaba enfermo, o al menos convaleciente.
PLAS PLAS PLAS PLAS
-
¡Ya vale!
– exigió Michael. Tal como le tenía agarrado, le era imposible interponer las
manos.
En ese momento uno de los policías abrió la puerta, seguramente
preguntándose qué estaba pasando, y yo de hecho me extrañé de que no entrara
antes. Al ver la particular escena se quedó bastante asombrado, pero no dijo
nada. Se quedó en la puerta, como
congelado. Michael se dio cuenta también, y en ese momento se puso a llorar. Le
levanté y le puse de pie frente a mí, apretándole en un abrazo. El policía
salió, silenciosamente.
Michael no parecía consciente de que le estaba abrazando. Al tenerle
así, mientras lloraba, me di cuenta por primera vez de lo alto que era. Apenas
le sacaría cinco centímetros, y dado que medía uno noventa y cinco, él debía
rondar el metro noventa.
-
Sssh,
tranquilo. No pasa nada. ¿Por qué lloras exactamente, Michael?
-
Te odio –
me dijo, su voz sonando ahogada por las lágrimas, y porque pronunció las
palabras con la cara escondida en mi pecho. No dejaba de ser irónico que dijera
eso abrazado a mí de aquella forma. Irónico y falso.
-
Bueno. ¿Y
lloras por eso? – le pregunté, con voz dulce, acariciándole la espalda.
-
¡No estoy
llorando!
-
Claro que
no.
Rodé los ojos. ¿En qué momento había pasado a tener a Harry entre mis
brazos, en vez de a Michael?
-
¿Te ha
dolido? – pregunté, y no me respondió. – Eso es lo que va a pasar si me
desobedeces, si te pones en peligro, si me faltas al respeto y en alguna otra
ocasión más. Son pocas, pero seguramente te empeñarás en romper esas normas una
y otra vez, como hacen mis hijos. Así que a lo mejor nos vemos en ésta
situación más veces.
-
¡En tus
sueños! ¡No voy a dejar que vuelvas a ponerme la mano encima! ¡No voy a
quedarme sentado mientras me maltratas!
-
¿Te he
maltratado, Michael? ¿De verdad? ¿Consideras que te he agredido, abusando de mi
fuerza para causarte un daño permanente e injustificado? ¿Te he golpeado con
algo? ¿Te he dado en sitios vitales, como en la cabeza o algún órgano? ¿Te he
causado heridas? ¿Lo que he hecho va a marcarte psicológicamente para el resto
de tu vida, en un sentido de impedir tu desarrollo como persona? Porque si te
marca, espero que sea para bien, para que aprendas lo que puedes y no puedes
hacer. ¿Acaso te he insultado? Me parece
que eso último lo has hecho tú. No. Te he dado un total de veinte palmadas,
bastante flojas como quizás compruebes algún día, porque te has quitado la vía
que te han puesto los médicos atentando contra tu propia salud y me has faltado reiteradamente al respeto.
En realidad he sido muy suave contigo, para enseñarte qué puedes esperar de mí.
Entiendo que todo esto es difícil para ti y lo he tenido en cuenta. Si vuelves
a hacer algo como esto te irá peor y espero que tú tengas eso en cuenta, para
no volver a hacerlo.
Michael no dijo nada, pero intentó soltarme. No le dejé, y tampoco se
resistió mucho. Creo que de haberse resistido habría podido conmigo. Eso me
intrigaba: Michael se estaba quejando, pero no había reaccionado físicamente
contra mí. Lo tomé como una buena señal. Noté que dejaba de llorar, seguramente
pensando que no era para tanto y temiendo quedar como alguien débil.
-
Creo que
lo que te pasa es más bien que te da vergüenza que nos haya visto el policía,
al igual que te da vergüenza lo que he hecho. Seguramente nadie lo ha hecho
antes, o al menos nadie lo ha hecho en mucho tiempo porque ya nadie debería
tener que corregirte, pero es evidente que aún necesitas aprender un par de
cosas y no te ha gustado que yo te demuestre eso. Además, no te gusta que te
lleven la contraria ni que te digan lo que no puedes hacer. Y seguramente te dé
miedo escuchar que alguien está dispuesto a hacerse cargo de ti, y por eso te has
puesto a la defensiva. ¿He acertado?
Tardó en responder, dejando que le acariciara. Rápidamente aprendí lo
que le gustaba y lo que no: se tensaba si le acariciaba la cabeza, aunque a mí
me gustaba el tacto de su corto y rizado pelo afroamericano. En cambio parecía
relajarse mucho cuando subía y bajaba la mano por su columna vertebral.
Finalmente le separé un poco, buscando que me respondiera.
-
No. No
has acertado para nada. Mi único problema es que eres un psicópata maltratador.
-
¿En
serio? Tal vez debamos preguntarle al policía, a ver que opina él. ¿No ibas a
denunciarme? Pidamos su opinión, a ver si él también cree que te he maltratado.
Eso era arriesgado, porque el hecho cierto era que ese chico y yo
éramos prácticamente dos desconocidos. El policía podía considerar que yo había
agredido al preso al cual él tenía que vigilar y en cualquier caso ni Michael
tenía edad para que le castigaran (en teoría, al menos) ni yo tenía por qué ser
quién para hacerlo. Aparte de que aquél hombre podía ver con malos ojos ese
tipo de castigos. Es decir, que había muchas posibilidades de que el policía se
pusiera en mi contra. Pero yo me mostré seguro, y abrí la puerta de la
habitación. Entonces, Michael me agarró del brazo, como para impedirme decir
nada. Yo sonreí un poco.
-
Agente,
Michael se ha arrancado la vía. ¿Podría avisar a una enfermera para que se la
vuelva a poner? – le pedí.
-
Cla-claro - respondió el hombre. Le hizo una seña a su
compañero e hizo ademán de irse, pero llamé su atención de nuevo.
-
Creo que Michael
quería decirle algo.
El hombre se giró, y le miró con atención. Si uno se fijaba, podía ver
cómo los ojos claros de Michael estaban ligeramente enrojecidos. Michael me
apretó el brazo con enfado, se mordió el labio, y cuando ya no aguantó más la mirada
inquisitiva del policía, estalló:
-
¿Por qué
no has impedido que me pegue? ¡No sólo estás aquí para que no me escape! –
espetó, con enfado. El policía le siguió mirando a él, y a mí prácticamente me
ignoró.
-
¿Te ha
hecho daño?
-
¡Mucho! –
respondió Michael, y la forma en la que lo dijo evidenció que no era cierto.
-
Me
alegro. Si vuelves a quitarte una vía, a rechazar el tratamiento de insulina, o
a descuidar tu propia salud de alguna otra manera me quitaré la gorra y la
placa y haré lo mismo. Y ahora entra ahí y espera a la enfermera sin dar
problemas.
Michael abrió y cerró la boca como un pez, totalmente indignado.
Sonreí, porque ese gesto era propio de Zach.
-
¡Thony! –
protestó, y ahí me di cuenta de que debían conocerse desde hacía tiempo, y
había cierta familiaridad entre ellos.
-
Es agente
Anthony para ti, y te he dado una orden. Aún estoy a tiempo de esposarte a la
cama. Quizá es lo que tendría que haber hecho desde un principio. La ley me
ampara para hacerlo, que lo sepas.
Entonces Michael entró corriendo a la habitación, casi desapareciendo.
El policía me miró.
-
Odia que
le esposen – me explicó. – Es obligatorio para los juicios y cosas así, y lo
pasa realmente mal.
Yo aún estaba algo sorprendido, por la forma en la que todos los
policías se preocupaban de él, cuidándole más que custodiándole. Intentando
evitarle aquellas cosas que le hacían sufrir, como las esposas.
-
¿Le
conoce desde hace mucho? – pregunté.
-
Dos
meses. Pero tengo un chico de su edad y
su comportamiento me es repateadamente familiar.
-
Me alegro
de que haya entendido que yo… lo que ha visto…
-
No
apruebo lo que hizo, señor Whitemore, pero por alguna razón él si lo aprueba.
Así que es entre usted y él.
-
¿Qué él
lo aprueba? – pregunté, sin entender del todo y con cierta incredulidad.
-
¿Michael
le ha mordido? ¿Empujado? ¿Pateado? ¿Golpeado?
-
¡No!
-
Eso
quiere decir que lo aprueba. La primera vez que un agente le dijo que “no” a
algo, reaccionó de tal forma que se pasó una semana en una celda de
aislamiento. Eso le destrozó bastante, y cuando me tocó sacarle de ahí me
escupió a la cara. Debería haberle encerrado otra vez, pero creo que al no
hacerlo me gané su simpatía. Lo que quiero decirle es que usted le ha dicho que
“no” y él se ha limitado a quejarse como un crío. Yo lo veo como un progreso.
-
Caray.
¿No ha dicho que no era violento?
-
He dicho
que no es violento, no que no tenga rabietas – respondió el policía, y se rió
un poco. – Voy a por la enfermera. Cuide de ese chico, señor Whitemore. No
puede echarse atrás. No puede rendirse con él, o le destruirá por completo.
-
La
palabra “rendirse” no está en mi vocabulario – repliqué, y entré a la
habitación con Michael de nuevo. - ¿Ya te has calmado? – le pregunté.
Me dio la espalda, y no respondió.
-
Oh,
¿ahora no vas a hablarme?
Más silencio.
-
Necesito
saber qué has decidido. Si vas a acceder a la adopción tengo que decírselo al
oficial Greyson, para tramitar tu condicional cuanto antes.
Michael se giró y me miró atentamente.
-
¿Aún
sigues con eso de la adopción?
-
Es por lo
que estoy aquí, principalmente.
-
¿Harás…eso…
otra vez?
-
¿El qué?
¿Darte unos azotes? Depende. ¿Te comportarás de una forma no acorde con tu edad
otra vez?
Respiró con fuerza por la nariz, bufando.
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Métete la
adopción por donde te quepa.
-
¿Cómo es
esto? ¿Si te digo que no te voy a dejar hacer lo que quieras, entonces no
quieres que te adopte?
-
Exacto.
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Pues eso
no puede ser.
-
No
necesito un padre. Ya soy adulto.
-
¿Y acaso
crees que hay una edad a la que uno no necesite un padre? Qué equivocado estás.
-
¡Pero no
necesito que me digan lo que puedo o no puedo hacer!
-
Por lo
visto, sí que necesitas alguien que te diga que no puedes arrancarte una vía –
comenté, y me echó una mirada envenenada. – Lo siento, Michael, pero si te
equivocas te lo diré. No voy a reírte las gracias para que vuelvas a terminar
en la cárcel. Voy a enseñarte a ser una…”persona de bien”.
-
¿Ese es
el precio a pagar por que me ayudes a salir de la cárcel?
-
Si
quieres verlo así… Pero no va a ser algo malo. Yo… voy a comprarte cualquier
cosa que necesites, y voy a ayudarte en lo que pueda y…te voy a querer.
“Ya lo hago” añadí, para mí. Él resopló.
-
Supongo
que tendré que aceptar ¿verdad?
Le sonreí.
-
Esa es la
decisión correcta.
A juzgar por su cara, no parecía estar de acuerdo conmigo. Yo tenía
ganas de sonreír para siempre, y él en cambio estaba serio y hasta triste.
Busqué la forma de que se animara…
-
Escucha,
¿quieres que le diga a Ted que venga?
-
¡Sí! ¡Sí,
sí!
-
Vale,
vale. ¿Voy ahora o quieres que me quede mientras…te vuelven a pinchar la vía?
-
Ahora.
-
¿Seguro?
Puedo quedarme.
-
No
necesito que nadie esté conmigo ¿vale? Además, estoy acostumbrado a que me
pinchen. Diabetes ¿recuerdas?
-
Como
quieras. Vuelvo enseguida.
Salí de allí sintiéndome diferente a cuando había entrado, quizá porque
me iba con un hijo más. Volví con los demás, sabiendo que Ted estaría
subiéndose por las paredes, casi literalmente.
- Ted´s POV -
¿Papá lo hacía aposta? En serio. ¿Se había propuesto matarme de
impaciencia? Porque estaba cerca de conseguirlo. Cuando ya me estaba costando
seguir la conversación de mis hermanos, Aidan tuvo a bien aparecer.
-
Hay
alguien que quiere conocerte – me dijo, y casi salté de la cama. – Eh,
despacio, caramba, que no hace ni una semana que te operaron.
A pesar de todo tuve que contenerme para no correr por los pasillos.
Ayudaba bastante el hecho de que tenía que seguir a papá, porque yo no sabía
cuál era la habitación de Michael. No tardamos mucho en llegar a una habitación
con dos policías en la puerta, y deduje que era esa. Miré a papá con miedo e
inseguridad, y él me sonrió, para darme ánimos.
-
¿Puedo
entrar sólo? – le pregunté.
-
No le
hables mal de mí – bromeó, dándome carta blanca. Su encuentro debía de haber
ido bastante bien, si estaba tan animado.
Se me hizo difícil ignorar a los dos guardias, y tragué saliva cuando
pasé a su lado para traspasar la puerta. Dejé mi mano en el pomo, incapaz de
abrir. Tenía miedo, ansiedad, preocupación, impaciencia… Todo ello a la vez.
Respiré hondo, cerré los ojos, y entré.
jeje que maravilla me encanta Michael realmente me encanta, ese padre hermano que ahora sera padre y sus polluelos celocillos por no ser ellos los que gocen el estar en ese papel de hijo legal y no solo hijo del alma
ResponderBorrarTe felicito DreamGirl,esto se pone cada vez mas emocionante.
ResponderBorrarLa historia esta increíble.Me ha encantado este capítulo y ver mas de Michael.Me agradó mucho como Aidan manejó la situación,y ahora ansío saber como va ha resultar todo con Ted y luego con los otros peques.
Gracias por compartir esto y ya me he quedado loca por la próxima actualización .espero y no se demore mucho!!
Saluditos Marti.
Sin palabras me has dejado es excelente que Michael este aceptando todo eso de tener a un nuevo padre y todo lo que implica tener uno pero le cortas en la mejor parte que pasara cuando Ted lo conozca que se dirán el uno al otro y las reacción en el rostro de ambos haaa no tardes con el próximo porfa
ResponderBorrarFanny
Y que paso con formando una familia aun lo seguirás
Bello el capitulo...como siempre lo he leido 2 veces jajjaa...primero desde el celu...y ahora desde el lapto.
ResponderBorrarme encata Michel espero que en casa se lleve muy bien con todos
ResponderBorrarese michael me encanto, jajajjaj como sera con ted y los demás jajjajajaj, ya vi que aidan lo manejo muy bien jajajajaj, me facino....
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