XI.
Un Verdadero Padre
La navidad anterior la había pasado
absolutamente solo. No había celebrado las fiestas en ninguno de sus sentidos.
Estas estaban siendo totalmente diferentes.
Las dos semanas que quedaban para las fiestas
pasaron volando. Lautaro se miraba más feliz, y parecía que él y Daniel se
peleaban por quien me llamaba papá o papi más veces.
Cada vez que escuchaba la palabra salir de sus
boquitas se me llenaba el corazón de ilusión y el pecho de orgullo. Talvez fue
por eso que fui ciego en ver como ese título parecía llenar a Logan de dolor y
amargura.
El niño empezó a volverse un poco más arisco y
tosco, aunque era muy sutil. Simplemente me rehuía cuando intentaba hacerle una
caricia o darles un abrazo frente a sus hermanos o los demás. Aunque cuando
solos, se acurrucaba como un gatito buscando mimos con su ronroneo.
Decidí que las dos semanas de vacaciones
escolares de los niños las pasaríamos donde Melissa y su familia. Los niños
nunca habían ido a la ciudad, y yo llevaba ya un año lejos del que había sido
mi hogar.
“Señorita Honey, po’que no puede venir con
nosotros?” Le pregunto Daniel a Paula por enésima vez, quien simplemente le
sonrió y le dio un toque de nariz.
“Porque no.” Le dijo divertida, “Tengo el
restaurante, y trabajo, y mi familia.”
“Pero…nos vamos dos viernes…y los viernes
comemos contigo.” Razono el niño, a lo que no pude evitar sonreír.
Si bien solo habían sido tres viernes, se
sentían como algo cotidiano de muchos meses sino es que de años.
Paula llegaba y entre los dos
cocinábamos…bueno, yo le servía de ayudante y ella de maestra, mostrándome como
preparar platos sencillos y nutritivos para los niños. Cuando los niños
llegaban a la casa la llenaban de gritos de alegría, alguna que otra peleíta, y
muchas risas. Cenábamos y luego hacíamos otra actividad, ya sea ver una
película o algún juego de mesa hasta que Paula se marchaba a casa.
Los cuatro esperábamos con ansias la llegada
del viernes, y por una parte me atemorizaba esto. Poco a poco dejaba de pensar
menos en Mary y por alguna razón esto me llenaba de terror. Esa era una de las
razones principales por las cuales había decidido lo mejor sería regresar
a la ciudad por estas semanas. Regresar al pasado que había dejado olvidado.
Los niños me daban la fuerza para afrontar
aquello de lo que tanto había huido, y por alguna razón que todavía no podía
entender, Paula también lo hacía. No podía definir como me sentía cada vez que
Paula se iba a su casa.
Me dolía darme cuenta que a veces no pensaba
en Mary hasta que llegaba la noche, o me encontraba sonriendo al tener un
recuerdo de ella. Me aterraba darme cuenta que cada día que pasaba me resignaba
a no tener más a Mary a mi lado.
Darme cuenta de esa realidad no solo me
aterraba, pero me hacía sentir un traidor miserable, y más al darme cuenta que
al estar cerca de Paula se me olvidaba por completo que alguna vez había
prometido Mary seria la mujer de mi vida.
Por alguna razón me sentía mejor saber que me
alejaría de ella por las siguientes dos semanas, aunque mis niños no parecían
sentir lo mismo. Extrañarían los viernes con su Señorita Honey, con Daniel
acurrucándose a su lado en todo momento posible.
Era en esos momentos que me daba cuenta cuanto
necesitaban a una madre, incluso Logan que, aunque quería mantenerse estoico,
parecía derretirse ante una caricia de Paula y la miraba con ojitos de
borreguito al hablar.
Me consternaba la actitud de mi muchachito
mayor, pero cometí el error de achacarlo a la adolescencia - después
de todo, en menos de dos meses cumpliría los catorce años.
Ese sábado emprendí el viaje de vuelta a la
ciudad. Salimos temprano por la mañana, casi de madrugada. Ese día me di cuenta
de porque muchos padres se quejaban de sacar a sus niños de la cama.
Nunca había tenido tanto problema en hacer eso,
mis niños eran muy madrugadores. Ese sábado dije empezaría por el más fácil de
despertar, por Logan. Fue en vano, Logan solo se dio la vuelta y pidió cinco
minutos más. Después de todo eran las cuatro de la mañana.
Al ver que Logan no despertaba me dirigí al
más pequeño de los tres, bien sabía que Lautaro sería el más difícil de
despertar.
“Daniel, mi amor,” empecé, sobando su espalda
suavemente.
El niño se removió, soltando un leve quejido
mientras apretaba su osito a su pecho, mientras abría un poco más sus ojitos,
“Nooo….paaappiiii!” Se quejó con un puchero en sus labios.
“Pero ya tenemos que despertar.” Le dije con
una sonrisa, muriéndome de ternura. El niño simplemente negó con su cabecita,
poniendo su dedito en su boca. “Vamos.” Le dije, tomándolo en mis brazos y
depositando un besito en su cabecita.
Le lleve al baño para asearlo y limpiarlo, y
parecía que en vez de un niño tenía a un muñequito de trapo. Parpadeaba con
ojos pesados, manteniendo sus ojos más cerrados que abiertos y cabeceando constantemente.
Mi muchachito estaba tan cansado que ni podía
tener su dedito en su boca. Le cambié y decidí dejarle dormir en mi cama,
rodeado por mis almohadas. Ya se había caído de mi cama en varias ocasiones, y
aun del sofá. Había hecho bien en comprar una cama con barrotes para él.
Una vez dejé al niño listo, me dirigí por el
siguiente en la fila. Si despertar a Daniel fue imposible, despertar a Lautaro
fue aun peor. El niño ni abrió los ojos, simplemente se movió para darme la
espalda y seguir durmiendo.
No pude sino sonreír. Aparentemente, esa
madrugada me querían matar de la ternura. “Vamos, mi amor, ya es hora de
despertar.” Le susurre, dándole un besito cerca de su oreja.
No recibí ninguna respuesta. El niño
simplemente siguió durmiendo como si nadie estuviera a su lado despertándole.
Por un par de minutos más intente despertarlo pero fue fútil. Negando con mi
cabeza, le di otro beso y le saqué de la cama.
Se me dificulto aún más que con Daniel, no
solo era más grande pero más pesado. Logre sacarle de la cama para llevarle al
baño. Daniel había abierto los ojos de vez en vez, Lautaro no. El niño
permaneció profundamente dormido durante todo momento.
No podía evitar sonreír constantemente, al ver
como dormía plácidamente. Apenas abrió los ojos cuando le lave la carita, y se
despertó un poco más cuando le quite su pijama para cambiarlo.
Pero apenas le puse su jean, se volvió a
quedar dormido. Una vez listo le deje dormido nuevamente junto a su hermanito
menor. Suspirando, me llene de agallas rogando porque despertar a Logan fuera
más fácil…y lo fue.
Abrió sus ojitos y los restregó con sus puños
cerrados. No pude evitar sonreír cuando, al moverse, noté el osito de peluche
bajo su frazada. Por lo visto, había estado durmiendo abrazado a él.
“Que paso?” Pregunto, frotando sus ojos y
bostezando.
“Es hora de levantarse.” Le dije, sobando su
pelito y sonriéndole. Estos niños poco a poco me están matando de ternura y
amor.
“Pero esta obscuro.” Medio gimió, tratando de
esconder su carita en su almohada y abrazando su osito de peluche. Parecía
mucho menor de lo que realmente era. Sus ojitos medio abiertos mientras
ronroneaba como un gatito.
“Si, porque son pasadas las cuatro y media de
la mañana.” Le conteste divertido.
“Vamos, que se nos hace tarde.” El niño negó
con la cabeza, bostezando.
“Tengo mucho sueño.” Me dijo solamente,
parpadeando por el sueño pesado que le agobiaba.
“Vamos, pequeño,” Le susurre, y al igual que
con sus hermanos le tome por las axilas y le alce en brazos, aunque esta vez no
pude evitar el pequeño gruñido que salió de mi boca. Logan era pequeño para su
edad, pero pude sentir el dolor en mi pierna al tener el peso extra en brazos.
“’Toy muy grande…” Me dijo adormilado, aunque
envolvió sus piernas alrededor de mi cintura y paso uno de sus brazos alrededor
de mi cuello, mientras que el otro todavía sostenía su osito.
“Creo que este chiquitín puede quedarse aquí.”
Le dije divertido, viendo un lado nuevo de Logan completamente, quien solo
asintió y dejo ir al oso, sus ojos cerrados nuevamente mientras podía escuchar
suaves ronquidos salir de sus labios.
Dejando al oso sobre su cama, le lleve al baño
para repetir por tercera vez esa mañana el proceso, aunque al empezar a lavar
su rostro termino despertando y con un muy mal humor.
Paso de ser un pequeño terrón de azúcar a un
grano en …de sal, un grano de sal.
“Bajaaameee!” Grito, sorprendiéndome ante tal
grito.
“Bueno, pero calma.” Le dije, dándole una
palmadita sobre su traserito antes de soltarlo.
“No hagas eso!” Me ordeno de mala gana,
tapando su retaguardia con su manito, mientras que yo levante una ceja,
poniéndome serio de golpe.
“Eh, eh, eh, bajando el tonito, muchachito.”
Le regañe, tomando una toalla para ayudar a secar su carita.
“Deeejaaa!” Me dijo, tomando mi mano en las
suyas para detener mis intenciones de ayudarle.
Suspire, retirando mi mano y viéndole
firmemente. “Voy a ir a terminar de empacar, tienes 10 minutos para alistarte,
¿hmm?” Le ordene, “Deje tu ropa sobre la cama de Daniel.”
Con eso salí a terminar los últimos menesteres
antes de salir de viaje. Baje a la cocina a desconectar cualquier
electrodoméstico con excepción del refrigerador, y a empacar una pequeña
hielera con unos juguitos y otra merienda por si los niños tenían hambre en el
camino.
Habiendo empacado todo lo que necesitaba,
incluyendo los tres peluches de los niños y asegurándome que tenía todas las
ventanas bien cerradas volví a subir para ver si Daniel y Lautaro al fin habían
despertado y si Logan ya estaba listo.
Como me imaginaba, Lautaro y Daniel seguían
profundamente dormidos, pero me lleve gran sorpresa al encontrar a Logan
profundamente dormido en cama de Daniel.
Se había aseado, eso era notorio, pero no pude
evitar sonreír al verlo solo vistiendo su calzoncillo de carritos, escondiendo
su carita en la almohada de su hermano menor.
“Logan, hijo,” Llame nuevamente, sobando su
espalda, “Vamos, campeón, ya deberías de estar vestido.”
Logan solo se removió en la cama, y me
pregunte si así seria siempre. Para la escuela usualmente se despertaban solos,
y no me tomaba más que sobar sus espaldas para que levantaran llenos de
energía…aunque usualmente se despertaban pasadas las seis de la mañana.
Viendo que me pasaría más tiempo despertándole
que vistiéndole, alcance los calcetines y empecé por ponerlos, no pudiendo
evitar hacerle cosquillas en la planta de sus pies, haciendo que soltara una
risita y volteara a verme. “Buenos días, mi vida.” Le dije divertido, aunque el
solo puso un puchero.
“Tengo mucho sueño.” Me dijo, frotando sus
ojos con puño cerrado y volviendo a esconder su rostro.
“Nada de eso, jovencito,” Le dije riéndome, y
soltándole una leve palmada en su respingado traserito y tomando el pantalón de
mezclilla que le había sacado. “Vamos, que no quiero se nos haga más tarde.”
“Puedo sentarme enfrente?” Pregunto,
nuevamente tallando sus ojitos con los puñitos cerrados.
Aunque no me sentía muy cómodo con la idea, la
verdad era que ya tenía la edad, aunque de tamaño estaba en la parte pequeña.
Deposite un beso en su frente, “Claro, si eso
es lo que quieres.”
“¿Porque tenemos que ir tan temprano?” Se
quejó, dejando que le empezara a vestir sin siquiera inmutarse.
“Porque le prometí a tu Tía Melissa que
llegaríamos para el desayuno.” Mi tono era divertido, sentándole para poder
ponerle su camisa.
Fue allí que nuevamente volvió el adolescente,
aparto mis manos bruscamente y se terminó de poner aquella prenda. “Pues no le
hubieras dado hora!” Me espeto, gruñendo y viéndome mal.
“Ya estuvo bueno, Logan.” Mi paciencia tenía un
límite y ya la había agotado. “Sé que tienes sueño, lo entiendo, y en cuanto
nos subamos al auto puedes dormirte de vuelta, pero por ahora basta ya de
quejas y a apurarnos antes de que se nos haga más tarde.”
Logan me fulmino con la mirada, pero decidí
dejarlo así por la paz mental y terminar de una vez con lo poco que faltaba por
hacer. Cinco minutos más tarde encontré a Logan dormido nuevamente, pero esta
vez junto a sus hermanos.
Tenía todo empacado y listo, solo me faltaban
los tres bellos durmientes. Decidí empezar por el mas chiquito de todos,
tomándole en brazos y depositando un beso en su sien.
Dejándolo en el auto, corrí a traer a Lautaro,
tomándole en brazos igual que como había hecho con su hermano menor y
finalmente regrese por Logan, quien ni se inmuto.
Los niños durmieron casi todo el camino, y
aunque me hubiera gustado tener sus risas y escuchar sus voces, tenerlos tan
pacíficos a mi lado me daba paz.
Al llegar los niños tenían sobre dos horas de
haber despertado. Se notaba estaban inquietos por llegar, a pesar de que
habíamos hecho dos paradas en el camino para que estiraran sus piernas y fueran
al baño.
Al aparcar frente la casa de mi hermana me
asaltaron un sinfín de emociones. No podía nombrar mis sentimientos, eran
tantos que por un momento sentí me asfixiaba.
Sentía que había vuelto a casa después de un
largo y tortuoso viaje, y al mismo tiempo sentía ese era un lugar extraño para
mí. Por supuesto, no tuve tiempo para meditar en mis sentimientos, pensamientos
o cualquier cosa.
“¿Es aquí, papi?”
“¡Claro que es aquí, tonto! De lo contrario,
papá no se parquearía.”
“Pues…si es aquí, ¿porque no nos bajamos aun,
Gabriel?”
“Tranquilos, aquí es.” Dije, tratando de no
pensar mucho mientras miles de recuerdos llegaban a mi mente, especialmente
aquellos donde Mary estaba involucrada.
“Guuuuaaaaaauuuu!” Exclamaron Daniel y Lautaro
al mismo tiempo. “¡Es enorme!” comento el menor, asombrado.
“¡Es mucho más grande que la nuestra!”
“Es bonita.” Finalmente, comento Logan, “Y la
verdad, si aquí es yo ya me bajo.”
Antes de que Logan cumpliera con su palabra,
mi sobrinita salió gritando de emoción de la casa, seguida por Melissa que
venía con gran sonrisa.
“Creo que Logan tiene razón, vamos.” Les dije
con una sonrisa. Apenas había abierto la puerta cuando la pequeña llego a mí.
Aunque no era ya tan pequeña, había crecido mucho en el último año.
“¡Tío Gabo!” Grito a todo pulmón, tirándose a
mis brazos apenas había salido del auto.
“¡Ey, chiquitina!” Salude, abrazándola con
fuerzas y besando su cabecita. “¿Como esta mi niña?”
“Ya era hora de que llegaran! ¡Los hemos
estado esperando!” Saludo Melissa, envolviéndome en un gran abrazo con la niña
aun en brazos.
“¡Mamiiii que aprietas!” Rio la niña,
haciéndome tirar una carcajada como la que no había lanzado en mucho tiempo.
“Si, hermanita, ¡suelta que nos ahogas!”
“¡Que ahogo que ni que ocho cuartos!” Exclamo,
poniendo sus manos en mis cachetes y apretando mi rostro. “¡Hay, mi niño bello!
¡Pero te ves mucho mejor que la última vez!” Me dijo con gran entusiasmo y
orgullo.
“Si, bueno, tengo tres razones para cuidarme
mejor.” Le dije, indicando con mi cabeza a mis tres mucositos parados atrás
mío.
“¡Pero claro que sí!” Dijo, finalmente
soltándome y caminando hacia ellos. “¡Pero vengan a darme un fuerte abrazo!” No
fue necesario los niños fueran donde ella, ya que apenas habían salido las
palabras de su boca ya estaba junto a ellos, apretando a los tres en un fuerte
abrazo, mientras les decía cuanto los había extrañado, cuanta falta le habían hecho
y le daba besos a cada uno.
Era un poco divertido y extraño ver la
reacción de cada uno. Daniel parecía una esponjita absorbiendo todo el cariño y
amor que se le daba, abrazando a Melissa con el mismo entusiasmo y dándole
besitos al mismo tiempo.
Lautaro, sin embargo, parecía un cachorro al
cual le daban elogios. Poco le faltaba por mover el rabo como a uno, dando
brinquitos de felicidad y mirando a todos lados como comprobando que era a
ellos que les daban tan cálido recibimiento.
El más particular, sin embargo, fue Logan,
quien parecía querer molestarse por tanto beso y abrazo, pero al mismo tiempo
parecía querer aferrarse a ese cariño, haciendo mala cara a un sonoro beso
particular en su mejilla mientras se pegaba más a mi hermana, como pidiendo
otro de esos.
“¿Ellos son mis nuevos primos?” Pregunto la
dulce vocecita en mis brazos, recordándome que no estábamos solos.
Dándole otro beso, puse a la niña en el suelo.
Ella tomo mi mano por inercia, y así caminamos donde estaba mi hermana con mis niños.
Al verme tomado de la mano de una niña, Daniel frunció su ceño y se soltó del
agarre de mi hermana.
Corrió a mí, levantando sus brazos, “¡Papi!
¡Papi! ¡Arriba!” Insistió, jalando de mi camisa y tratando de escalarme como si
fuera un árbol. Tuve que soltar la mano de Mayita para poder tomarlo en
brazos, y esto pareció contentarlo, abrazándose a mí con brazos y piernas.
“Los niños se ven más saludables.” Me dijo
Melissa, con su brazo alrededor de los hombros de Lautaro mientras caminábamos
a la casa.
“Si, hemos estado comiendo bien y haciendo
ejercicio,” Bromee, acomodando a Daniel en mis brazos mientras el niño se
aferraba a mi como un bebe koala.
“Donde están Marcos y Michael?” Pregunte,
sobando la espalda del más pequeño de mi tropa.
Antes de que Melissa pudiera contestarme,
Daniel puso sus manitos en mis cachetes y volteo mi rostro hacia el de el con
un grito un tanto desesperado, “¡Paaaapiiiiii!”
“Daniel, hijo, calma.” Le dije, dándole una
suave palmadita en su muslo donde tenía una de mis manos.
“¿Es él bebe?” Pregunto mi sobrina, parándose
en puntillas para poder verle mejor.
“¡No soy un bebe, tonta!” Le grito Daniel,
sacándole la lengua.
“¡Eh, eh, eh!” Regañe, dándole una palmada un
poquito fuerte sobre su muslo, “¿Qué son esos malos tratos?” Regañe, a lo que
Daniel soltó un llanto triste y agudo, escondiendo su rostro en mi hombro como
si le hubiera matado.
“No le gusta que le digan bebe.” Defendió
Logan a su hermanito, viendo de mala forma a su nueva prima.
“¡Pero es un bebe!” Defendió la niña,
arrugando su carita en protesta.
“Maia, suficiente, hija.” Le dijo Melissa,
viendo de donde venía esto. “No deberías de decirle eso a tu primito.” Le
regaño suavecito, sobando la espalda de Daniel. “A ti no te gusta que te digan
pequeña, ¿o sí?” Eso era nuevo para mí.
“Es que ya estoy grande.” Argumento Maia,
poniendo sus brazos en jarra. “¡Ya tengo diez años! ¡Esos son dos dígitos!”
“Pues Daniel tiene ya cuatro, ¡no es un bebe!”
Defendió Lautaro, que hasta ahora se había mantenido al margen, mientras yo
trataba de calmar a mi niño, dándole besitos en su cabecita y haciendo
circulitos en su nuca, algo había descubierto le gustaba mucho.
Su llanto paso de ser fuerte a unos cuantos
hipidos y esnifadas, aunque todavía escondía su rostro en mi pecho sus dedos
ahora jugaban con el cabello de mi nuca y tuve que aguantarme por no encogerme.
Odiaba me tocaran allí, era muy sensible y me daba mucha cosquilla.
“Danielito,” Dijo Maia, después de escuchar el
regaño de su madre, el típico trata a los demás como te gusta te traten a ti,
viéndose algo abatida y arrepentida se dirigió al más pequeño del grupo,
“Perdón…no te diré así…es que me gustan mucho los bebes.”
Ante sus palabras, Daniel finalmente la vio,
finalmente dejando mi cuello para poner su pulgar en su boca.
“Eshta ben,” Dijo, sus ojos húmedos del
llanto, “peidon po’ decilte tonta.”
“¿Amigos?” Pregunto Mayita, tan dulce como
solo ella podía serlo.
Daniel sonrió y asintió, viendo a la niña con
sus grandes ojitos azules brillosos.
“Bueno, ¡pasando esta crisis entremos que el
desayuno se enfría y nosotros también!” Hablo Melissa en su usual tono alegre.
Al ver lo mucho que había crecido Maia en un
año me sorprendí, pero ver a Marcos fue diferente. La última vez que lo había
visto acababa de cumplir los 16, todavía tenía carita de niño, y apenas
alcanzaba mi altura. Ahora, a los 17, se miraba como todo un hombrecito. Era
evidente ya se rasuraba, aunque ahora se había dejado una barba de chivo, con
su cabello castaño largo.
Seguía siendo el mismo chico alegre, pero era
evidente dejaba su niñez del todo atrás y por alguna razón, esto me dolió.
Hasta la muerte de Mary, había estado involucrado activamente en la vida de mis
sobrinos, y aunque amaba a Maia en sobremanera, Marcos era mi favorito.
Si, talvez no debería tener favoritos, pero la
realidad era que siempre me había llevado muy bien con Marcos. Cuando el niño
nació me sentí como todo un adulto, a los 16 años me convertí en tío y le
dediqué todas aquellas vacaciones de verano a ayudar a mi hermana con mi
sobrino.
Parado frente a mí, con unos pocos centímetros
más alto que yo, podía ver el resultado de que tanto había dejado atrás desde
la muerte de Mary.
Deje a Daniel en el suelo y nos fundimos en un
fuerte abrazo, como dos viejos amigos que no se han visto en décadas. Y es que
esa era la realidad, a diferencia de Maia, Marcos era mi amigo.
“¡Bienvenido!” Me dijo con una gran sonrisa,
“Ya era hora de que regresaras.” Me chincho codeándome, sacándome una sonrisa a
pesar del nudo empezaba a formarse en mi garganta.
“Si, bueno, sé que no puedes sobrevivir sin
mí.” Le dije, dándole un fuerte abrazo a su padre que había saludado a mis
niños mientras tanto.
“¿Seguro no tienes problemas mentales?” Bufo,
levantando una ceja, “El que no sobrevive sin mi eres tú.”
“¡Serás!” Le devolví, no pudiendo aguantar la
risa, oficialmente perdiendo nuestra típica pelea de palabras.
“¿Y quién es este
campeón?” Pregunto, agachándose en cuclillas frente a Daniel, quien se mantenía
aferrado a mi pierna.
Al escuchar la pregunta Daniel sonrió, pero
metió su dedito a su boca rápidamente, “Daniel.” Dijo simplemente.
“¡Yo soy Lautaro!” Grito de repente mi niño,
sorprendiéndome de lo rápido que agarraba confianza, “¡Y él es Logan!”
“Vaya!” Dijo Marcos, fingiendo asombro,
poniéndose de pie, “¡Así que ustedes son los hijos del tío!”
“No somos sus hijos,” Aclaro Logan, aunque
esta aclaración me dolió, solo sonreí.
“¡Yo sí!” Refuto Daniel, tomándome de la mano
y viendo algo molesto a Logan.
Pude ver la pelea venir, pero antes de que
empezara, Marcos la corto. “Oye…¿te gustan los video juegos?”
Y de esta forma, empezó una plática con Logan
acerca de video juegos, haciendo planes con él para vencerme en los juegos en
cuanto les fuera posible.
Al sentarnos a la mesa no pude dejar de
sonreír. Melissa tenia mil y un preguntas no solo del viaje, pero de los planes
a corto y largo planes que tenía y mil cosas más.
Al parecer, Maia, y Daniel habían entablado
una relación en base a los cientos de peluches que la niña tenía. Mientras que
Lautaro estaba más que contento de ver todas las delicias que su tía había
preparado para él.
Talvez ya no pudiéramos tener una cena
familiar semanal, pero me propuse la meta de tener a mi familia más cerca…mis
niños lo necesitaban.
Los siguientes días fueron una locura, pero
una locura que con gusto repetiría. Daniel, Lautaro y Maia habían encontrado un
lazo que solo los primos logran entender…o eso me decían ya que Melissa y yo
nunca los tuvimos.
Los días siguientes pasaron en un santiamén.
Era increíble ver la felicidad y entusiasmo con el que los niños hacían cosas
que otros tomaban por sentado. Nunca habían tenido la oportunidad de decorar un
árbol de navidad, y me admire en ver el entusiasmo con el que lo hacían.
Me enternecía ver la admiración que Logan
rápidamente le había tomado a Marcos. La palabra del mayor era ley para el
menor, y me encontré tratando de no reír al ver cómo le imitaba en algunos
modismos.
“Sabes, Marcos hacia lo mismo contigo.” Me
dijo una noche Michael, mientras les observábamos jugar a la Play Station.
“¿Cómo dices?” Había interrumpido mis
pensamientos y no sabía de lo que hablaba.
“Marcos.” Me dijo simplemente, señalando a su
primogénito, “Solía ponerme celoso en un principio. Era mi príncipe, mi
pequeño, y quería que me imitara a mí, pero él jugaba a ser bombero y tú eras
su héroe.” Me dijo con una sonrisa.
Me sorprendió, ya que esto no me lo esperaba.
“Eso no lo sabía.” Le dije, sentando a Daniel en mi regazo que había entrado a
la habitación. Por la forma en que sus puños fregaban sus ojos sabía que pronto
se dormiría. “¿Porque nunca me lo dijiste?”
“Porque no era necesario.” Me dijo Michael,
sobando el pelo del pequeño que empezaba a acurrucarse contra mí. “Sabía que
era ridículo tener celos de tu relación con mi hijo, después de todo, tú eras
su tío, canijo.” Me dijo divertido, despeinando mi propio cabello como hacia
cuando era niño.
Rodé los ojos ante esto, y nuevamente me
pregunté si alguna vez me dejarían de verme como un niño tanto el cómo Melissa. “¿Y
porque me lo dices ahora?”
“Porque veo la admiración con la que Logan ve
a Marcos, Gabriel. Para esos niños tú te has convertido en más que un padre, y
no quiero que vayas a pensar jamás que porque uno de ellos admira a alguien tú
no eres vital en sus vidas.” Me aconsejo, poniendo su mano en mi hombro, “Sé
que…sé que lo que paso es difícil de superar. Melissa y mis hijos son mi mundo,
niño, y tú lo sabes. Pero tú también eres parte de ese mundo y cuando te
fuiste…dejaste un vacío. Pero ahora que te veo con estos pequeños…pocos hombres
hacen lo que tú estás haciendo, es admirable. Mary estaría tan o más orgullosa
de lo que Melissa y yo lo estamos.”
Sentí como mis ojos se humedecían, tragando
grueso ante las palabras de quien era en todo sentido mi hermano mayor. Iba a
decir algo más, pero en eso se acercó Maia, buscando el cariño de su padre. Se
sentó junto a Michael, quien la tomo y la sentó sobre sus piernas, haciéndole
cariño y besando su cabello.
Admiraba lo dulce que Michael siempre había
sido con sus hijos…incluso conmigo. Mi padre, aunque sabía nos amaba, siempre
había sido de porte frio y poco amoroso. Los abrazos y caricias siempre las
dejaba para después de un castigo.
Cuando Melissa llevo a Michael a casa por
primera vez, me sentí celoso. ¡Quería robarse a mi hermana mayor! Mamá estaba
feliz, preparando los mejores bocadillos y lo que ella llamaba su mejor
platillo el cual nunca me gusto.
Papá lo sentó en mi puesto del salón y
platicaban como si fueran amigos de toda la vida mientras yo estaba enfurruñado
de brazos cruzados. Michael trataba de hablarme, pero yo le ignoraba. Podía ver
la mirada disgustada de mi padre, pero decidí ignorarlo también.
Incomodo por mi actitud, papá se levantó y fue
a la cocina, tirándome una mirada fulminante al pasar cerca mío, pero yo solo
pude ver a Michael, que ignoraba el regaño de mi padre y se concentraba en su
té.
Una vez papá desapareció por la puerta de la
cocina, me dedico una sonrisa.
“Estas en mi puesto.” Le dije, muy molesto y
enfurruñado.
“ah, ¿sí?” Me pregunto en lo que ahora se fue
falso asombro, pero en ese momento me pareció real. “Perdona, campeón.”
Inmediatamente se levantó y señalo el lugar.
No perdí el tiempo, me levanté y fui a
sentarme allí, incluso moviéndome para acomodarme mejor y haciendo un gran show
de ello.
“Y te gustan los deportes?” Me pregunto,
sentándose donde yo había estado antes.
“Si.” Le dije sin más, para después ver hacia
otro lugar. Quería ignorarlo, a decir verdad.
“Sabes…mañana hay un partido de basquetbol,”
me dijo en un susurro, “Meli no quiere ir, pero…talvez tu sí.”
Volví a verlo con asombro. Sabia de lo que
hablaba, y había querido ir a ese juego, pero papá no tenía dinero para ir.
Ese día acepte que talvez Michael no era tan
malo. Ese día el interés por un juego me abrió las puertas para aceptar a
Michael.
Y así, poco a poco, a través de los años,
Michael se convirtió en un amigo, en un hermano, y a veces, inclusive, en una
figura paterna que necesitaba.
En ese momento supe que, aunque amaba a mi
padre y le extrañaba, a quien quería emular como padre era la figura de
Michael. Y mientras la tenía a su pequeña en brazos, abrazándola y besándola y
haciéndole mimos, no pude sino abrazar al pequeño en mis brazos y dar gracias
al cielo por la oportunidad de darle a estos niños lo que Michael y mi padre me
habían dado.
Y nuevamente tome la decisión de no solo ser
el protector de esos niños, pero el mejor padre que pudiera.
Excelente!!!!!!
ResponderBorrarCathBlueRed
Me encantó esta historia muy linda, estare esperando el Proximo capitulo ��
ResponderBorrarOi li a história e amei, essa família é incrível. Por favor continue o mais rápido agradeço imensamente se meu pedido for atendido.
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