Nuevas reglas, nuevos
castigos
Capítulo 3
Es sábado, me levanto, me ducho y voy a desayunar. Me encuentro con mi
padre en el comedor, parece que ya ha terminado su desayuno y está leyendo el
diario. Los fines de semana mi padre suele trabajar en casa pero eso no
significa que le vea, normalmente se encierra en su despacho y pide que nadie
le moleste, como no hay grabaciones se dedica a visualizar lo que han grabado
durante la semana, los montajes o a leer guiones de futuras películas. Como
mucho algunos domingos me dedica un par de horas por la tarde, pero no es
normal que lo encuentre en el desayuno pues él siempre se levanta muy temprano
y yo aprovecho que no tengo clase para remolonear en la cama.
Carlos: Buenos días, Adrián.
Adrián: Buenos días, papá, ¿hoy no
trabajas?
No quiero hacerme ilusiones y espero que mi tono de voz le haya sonado
indiferente.
Carlos: Por desgracia tengo que
visualizar unos montajes y eso me llevará un tiempo, pero quería verte y hablar
contigo antes de encerrarme en el despacho.
Claro, demasiado bonito para ser verdad.
Adrián: ¿De qué quieres hablar?
Mi tono suena entre decepcionado y enfadado.
Carlos: Quiero recordarte que
sigues castigado sin salir por lo que no habrá permisos, no le pidas a Natalia
que te deje salir ni refunfuñes si lo haces y te dice que no. Aprovecha el
tiempo, que de todas formas pasarás en casa, para avanzar con el proyecto de
historia pues lo llevas atrasado, quiero que lo tengas terminado para el día
que te lo han pedido y que saques buena nota.
Me está regañando, aunque no he hecho nada, y recordando que tengo que
hacer las tareas y sacar buenas notas, para eso sí que está disponible.
Adrián: Vale papá.
Mi voz suena a “Ya lo sé. Déjame
en paz”, no puedo evitarlo.
Carlos: Cámbiame el tono Adrián.
También quería decirte que mañana no voy a trabajar y podemos hacer algo
juntos, lo que tú quieras, incluso salir a algún sitio si lo deseas, para
mañana puedo olvidarme de tu castigo. Espero disponer de al menos un par de
horas esta tarde que podemos dedicar a planear lo que te apetezca para mañana,
pero tú debes haber terminado todas tus tareas. ¿Te parece bien?
Abro los ojos, ¡sí, claro que me parece bien! Hace bastante tiempo que
no pasamos un día entero juntos.
Adrián: Sí papá, claro que me
parece bien, iré pensando qué quiero hacer mañana.
Carlos: Bien, te dejo, me voy a
trabajar, Natalia estará conmigo en el despacho, si necesitas algo la puedes
llamar. Ahora desayuna y cuando termines ve a tu habitación y ponte con las
tareas.
Adrián: Sí papá.
Desayuno y voy a mi habitación, no tengo demasiados deberes pero, mi
padre tiene razón, voy bastante atrasado con el proyecto de historia, así que
enciendo el ordenador y empiezo a leer la información de las páginas que estuve
buscando ayer. Es bastante aburrido, definitivamente no me gusta estudiar
historia, no me puedo concentrar en lo que estoy leyendo y sin darme cuenta mis
pensamientos se van a Martina … es tan guapa y dulce, cuando se pone nerviosa o
se sonroja se ve tan bella, también es alegre, casi siempre sonríe y fácilmente
consigo hacerla reír con mis payasadas, ¿qué estará haciendo ahora? Pues estará
preparando sus patines para ir al Palacio de Hielo con Shaila, Nico y algunos
compañeros más. Ayer quedaron para ir a patinar, yo les dije que tenía clase de
tenis, algunos sábados, cuando se acerca una competición, voy por la mañana al
club a entrenar, sólo Nico sabe que no puedo ir porque estoy castigado. Me
imagino a Martina patinando, ¿y yo aquí haciendo deberes de historia? ¡No!, voy
a ir. Le mando un mensaje a Nico y así me entero de que han quedado dentro de
veinte minutos delante de la pista, le pido que me esperen, yo también
voy.
No es la primera vez que me escapo estando castigado, cuando mi padre se
encierra en su estudio con Natalia a trabajar se olvidan de mí, sólo tengo que
vigilar que María no me vea, sé que ella no diría nada a mi padre pero
intentaría convencerme de que no saliera y seguramente lo conseguiría. Preparo
las cosas y salgo sigilosamente, no veo a María por ningún lado, salgo por la
puerta trasera del jardín, por aquí es muy difícil que alguien me vea.
En menos de veinte minutos estoy delante del Palacio de Hielo y me
encuentro con mis amigos.
Shaila: Adrián, ¿al final has
venido? ¿No tenías que ir a tenis?
Adrián: Me cancelaron la clase
esta mañana.
Vamos hacia la entrada, Nico se queda atrás conmigo.
Nico: ¿Tu padre te ha dado permiso
para venir? ¿O te has vuelto a escapar?
Adrián: ¿Tú qué crees? No es la
primera vez que lo hago y nunca me han pillado. Mi padre y Natalia están
trabajando en el estudio, antes de que noten que no estoy ya habré vuelto y
estaré en mi habitación estudiando.
Nico: ¡Estás loco! Algún día se te
acabará la buena suerte.
Me pongo los patines y entro a la pista, no se me da nada mal esto. Voy
dando vueltas y haciendo payasadas, sin alejarme mucho de Martina que
constantemente me mira y se ríe. Estoy tan absorto en ella que no veo que un
niño pequeño se me está cruzando, hasta que Nico me grita.
Nico: ¡Adrián! ¡Cuidado con el
niño!
Miro hacia delante y en una pequeña fracción de segundo me voy hacia un
lado y logro no arrollarlo, pero pierdo el equilibrio y caigo, pongo la mano
para parar la caída. Caigo de lado y todo mi peso se va sobre la mano
izquierda, que queda en mala posición, ¡ay! ¡me duele!
Enseguida estoy rodeado por mis amigos, lucho para que no se me salgan
las lágrimas que se están acumulando en mis ojos, Martina no puede verme
llorar.
Martina: Adrián, ¿estás bien? ¿Te
has hecho daño?
Adrián: Estoy bien, sólo me he
torcido la mano al caer, me duele un poco.
Pero la verdad es que estoy viendo las estrellas, estoy medio mareado
del dolor que siento y me veo incapaz de levantarme. Aparece a mi lado un trabajador
de la pista que me ayuda a levantarme, no sé en qué momento ha entrado, parece
un enfermero por cómo va vestido.
Enfermero: Ven muchacho,
acompáñame a la enfermería.
Me ayuda a salir de la pista y me guía a la enfermería, Nico también me
acompaña. Me sienta en una silla y me ofrece un vaso de agua. Mi corazón va a
mil por hora, me he llevado un buen susto, poco a poco me tranquilizo, la
sensación de mareo va pasando pero no el dolor.
Enfermero: ¿Cómo te encuentras
muchacho? ¿Dónde te has golpeado? Has tenido buenos reflejos esquivando al niño
que se te ha cruzado.
Adrián: Me duele la mano
izquierda, creo que me la he doblado al apoyarla y me he caído encima.
El enfermero me ayuda a quitarme el guante y la examina, no puedo evitar
soltar un pequeño grito de dolor que va acompañado de un par de lágrimas. Nico
me pone la mano sobre el hombro en un gesto que quiere ser reconfortante.
Enfermero: ¿Puedes mover la mano?
Lo intento, duele pero puedo moverla.
Enfermero: No está rota pero
parece que tienes un esguince, te duele bastante y se está inflamando. Es
necesario que vayas al hospital para que puedan examinarte mejor y hacerte una
radiografía. ¿Cómo te llamas? Necesito que me des el número de teléfono de tu
casa para avisar a tus padres.
¿Qué? ¡No! No puede avisar a mi padre, me he escapado, nadie sabe que
estoy en la pista de hielo y además se supone que estoy castigado.
Adrián: Estoy bien, ya me está
pasando el dolor, no es necesario que avise a nadie.
Nico: Adrián, te tiene que ver un
médico, se te está hinchando la mano.
El enfermero saca una bolsita azul de un armario, de esas que se
convierten en hielo inmediatamente, la envuelve en par de gasas y me la pone
sobre la muñeca.
Enfermero: Adrián, tengo que
llamar a tus padres, eres menor de edad y esa muñeca necesita tratamiento. El
hielo te calmará un poco el dolor pero eso no será suficiente.
No, ¿qué hago? Mi padre se va a enfadar, pero no puedo aguantar el
dolor. Me rindo y le doy mi nombre completo y el número de teléfono. Veo como
llama y, por lo que parece, Natalia no tarda demasiado en responder. No puedo
escuchar lo que está diciendo pero veo que me mira con un gesto de
interrogación en la cara.
Adrián: Nico, mi padre me mata,
como mínimo me encierra en casa hasta que cumpla los 18.
Nico: jajaja, no seas exagerado,
te has hecho daño, aprovéchalo, seguro que se ablanda, ya verás como no será
tan duro.
El enfermero cuelga el teléfono y se acerca a mí.
Enfermero: Me parece que tu padre
no está demasiado contento, ¿de verdad te has escapado para venir a patinar?
Vamos, te acompaño a los vestuarios para que te quites los patines y recojas
tus cosas, tu padre vendrá a recogerte enseguida.
Salgo de la enfermería, mis amigos me rodean, les digo que me encuentro
bien pero que tengo que ir al hospital para que me examinen la muñeca. Me voy
con el enfermero al vestuario a recoger mis cosas y cuando salgo ya está mi
padre esperándome en la puerta con el chofer. Me da un corto abrazo y un beso,
y me dice que suba al coche. El enfermero habla un momento con él y le da un
informe para que lo entregue en el hospital, ¿cuándo lo habrá escrito?
Carlos: ¿Cómo estás Adrián? ¿Te
duele mucho?
Adrián: No mucho … yo … papá lo
...
Mi padre me interrumpe.
Carlos: Ahora no Adrián,
hablaremos en casa. ¿Por qué no me cuentas lo que ha pasado?
Le cuento cómo me he caído. Enseguida llegamos al hospital y entramos
por urgencias. Mi padre entrega el informe en recepción y esperamos unos
minutos hasta que una enfermera me llama, nos lleva a un box y me dice que me
siente en la camilla, que pronto vendrá el médico para examinarme. No tarda
mucho, me pide que le explique qué ha pasado y me examina la muñeca, me sigue
doliendo y está bastante inflamada y roja, aunque puedo moverla. Me manda a
hacer unas radiografías y después vuelvo al box. Al rato el doctor vuelve,
tengo un esguince de grado I, nada serio, tengo que llevar una muñequera
elástica durante una semana, tomar unos antiinflamatorios mientras sienta
dolor, aplicar hielo y nada de deporte.
Doctor: Ahora vendrá una enfermera
para ponerte la muñequera y darte las instrucciones, y te pondrá una inyección
para calmar el dolor. Después puedes irte a casa, te veré el viernes.
Con la palabra inyección mi padre me echa una rápida mirada que entiendo
perfectamente, “nada de tonterías”,
él sabe que odio las inyecciones, la última vez que me pusieron una vacuna,
hará unos dos años, monté tal espectáculo que incluso logré enfadar a mi madre.
Pero hoy ya estoy en bastantes problemas como para empeorarlo, tendré que
aguantarme.
Carlos: Adrián, tienes 14 años,
compórtate.
Asiento con la cabeza pero soy incapaz de pronunciar una sola palabra.
Entra la enfermera y veo cómo prepara la inyección.
Enfermera: Túmbate boca abajo.
Adrián: ¿No me va a pinchar en el
brazo?
Enfermera: No, te inyectaré en la
nalga. No tengas miedo, no va a dolerte.
Mi padre me ayuda a tumbarme y me baja un poco el pantalón y el bóxer.
Me coge una mano y noto como con la otra me acaricia el cuello y la parte alta
de la espalda. Noto el algodón mojado en alcohol y me tenso.
Enfermera: Relájate cielo, es sólo
un pinchacito. Piensa en algún sitio que te guste e imagina que estás allí.
Mientras habla me inyecta, no puedo evitar un pequeño grito, duele, pero
no me muevo. Después me pone la muñequera y un cabestrillo para que descanse el
brazo. Cuando termina le da las recetas, las instrucciones de medicación y un
informe a mi padre, y nos vamos a casa.
Desde el coche mi padre llama a Natalia para decirle que ya estamos volviendo
a casa. Cuando llegamos está terminando de servir la comida, vamos directamente
al comedor para almorzar.
Natalia: ¿Cómo te encuentras
Adrián? ¿Te duele mucho?
Adrián: Estoy bien Natalia, ya
casi no me duele, gracias.
Mi padre y yo comemos en silencio, se nota la tensión en el ambiente. No
tengo hambre, tengo una conversación pendiente con mi padre y se me ha hecho un
nudo en el estómago. Aunque desde que me ha recogido en el Palacio de Hielo ha
estado amable y cariñoso conmigo, se nota que está enfadado, y no es para
menos, creo que esta vez he metido la pata hasta el fondo.
Carlos: Adrián, deja de marear el
plato y come.
Adrián: No tengo hambre. Papá,
siento haberme escapado.
Carlos: Hablaremos después, pero
ahora debes comer.
Hago un esfuerzo y termino mi comida. Mi padre me manda a mi habitación
y me dice que viene enseguida. Subo corriendo, voy al baño e intento
tranquilizarme, desde que el enfermero llamó a mi padre estoy de los nervios.
Oigo que alguien llama a la puerta y entra, debe de ser mi padre, salgo del
baño. Mi padre se sienta sobre mi cama.
Carlos: Ven, siéntate.
Me siento a su lado. Bajo la cabeza, no me atrevo a mirarle a la cara.
Carlos: Mírame, Adrián. Quiero que
me expliques por qué te has escapado, no lo entiendo, ¿recuerdas qué te dije
esta mañana?
Levanto la cara, y le miro directamente a los ojos. Hasta hace una
semana casi no le veía, ¿y ahora quiere controlar todos mis movimientos?
Adrián: Me dijiste que no le
pidiera a Natalia que me dejara salir, y no lo hice.
No sé muy bien por qué le he respondido así. Mi padre me mira con
incredulidad.
Carlos: Adrián, estabas castigado
sin salir, es la segunda vez esta semana que te lo saltas, y lo sabes
perfectamente. Además te pedí que adelantaras las tareas pendientes y está
claro que no lo hiciste ¿Vas a explicarme por qué o prefieres que pase
directamente al castigo?
Adrián: No es justo, no puedes
castigarme, si no me hubiera hecho daño ni siquiera te hubieras enterado de que
me había ido, para cuando salieras de tu despacho yo ya hubiera estado de
vuelta en mi habitación.
Carlos: No puedes saltarte las
normas cada vez que pienses que no te voy a pillar. Ahora, si no me vas a
explicar por qué lo hiciste, puedes ponerte en posición, ya sabes qué voy a
hacer.
Adrián: No papá, por favor, lo
siento, no volveré a saltarme ningún castigo. Puedes dejarme sin salir la
próxima semana, no me escaparé, de verdad.
Carlos: Eso no funciona así,
Adrián.
Me coge la mano derecha y me levanta, me baja el pantalón y con gran
facilidad me tumba sobre sus rodillas. Empiezo a llorar. Mi padre me acaricia
la espalda.
Carlos: Dime por qué te voy a
castigar.
Intento sobreponerme y hablar, aunque me cuesta bastante.
Adrián: Snif, snif. Por escaparme y salir estando castigado.
Siento que mi padre deja de acariciarme y me sujeta, eso significa que
comenzará con el castigo. Cojo la almohada y me abrazo fuertemente a ella.
PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, PLAS, duele papá, PLAS, PLAS, PLAS, au, ya basta,
PLAS, por favor, PLAS, PLAS, au papá, PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, ai duele, PLAS, PLAS, PLAS.
Para un momento para bajarme el bóxer, no intento impedirlo, no serviría
de nada. Continua con el castigo.
No papá, no más, PLAS, PLAS, buaaa, PLAS,
PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, PLAS, buaaa basta, PLAS, PLAS, PLAS, buaaa,
PLAS, PLAS, buaaa duele, PLAS,
PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, PLAS, buaaa, buaaa, buaaa.
Me acaricia la espalda y me habla con suavidad.
Carlos: Ya Adrián, shh, ya pasó
campeón.
Me voy calmando y me paso la mano por la cara en un intento de secarme
las lágrimas.
Carlos: Escúchame. Hasta mañana
estás castigado sin salir de tu habitación excepto para comer, quiero que
acabes todas tus tareas y el proyecto de historia, le diré a Natalia que te
ayude, yo tengo que terminar el trabajo que he dejado a medias. Ahora, por
favor, prométeme que intentarás comportarte y respetar las normas, no quiero
volver a castigarte.
Adrián: Snif, snif, pues no lo
hagas, snif, no me gusta que me castigues.
El trasero me duele, seguro que está rojo. Intento recomponerme, me
levanto y me subo la ropa. Me siento mal, aunque estoy enfadado con mi padre
por haberme pegado, se que no debía haber salido y que yo solo me he buscado
este castigo, y no he sido capaz de reconocérselo a mi padre cuando me ha
regañado. Por una vez él me ha preguntado, ha querido escucharme y entenderme,
y yo he dejado pasar la oportunidad de expresarle lo que sentía. Y de paso he
fastidiado el fin de semana que había planeado pasar conmigo.
Mi padre también se levanta, me lanzo sobre él en un fuerte abrazo y
escondo la cabeza en su pecho, estoy llorando otra vez.
Adrián: Papá, buaa, buaa, yo buaa,
lo siento mucho, buaa, de verdad que buaa lo he buaa intentado.
Me abraza, me da un beso en la cabeza y me acaricia la espalda.
Carlos: Cálmate, así no puedo
entender lo que estás diciendo.
Me calmo un poco pero no me separo de él.
Adrián: Snif, snif, que lo siento
mucho papá, de verdad que intenté avanzar el proyecto pero no me podía
concentrar y quería ver a Martina.
Carlos: ¿Martina? ¿Quién es
Martina?
Ups, ¿le acabo de nombrar a Martina a mi padre? Vaya, que hoy no estoy
pensando lo que digo, mi boca habla sola. Siento calor en las mejillas, seguro
que estoy sonrojado, ¡cómo odio ruborizarme! Noto que mi padre me está mirando
pero no dice nada, ¿qué hago? Ya he empezado, ¡qué más da! Le explico a mi
padre quién es Martina y le hablo de ella, ¡¿estoy hablando con mi padre de
chicas?! Mi padre se sienta de nuevo en la cama, me atrae hacia él en un medio
abrazo y me sienta a su lado, hago una mueca, el trasero aún me duele un poco,
apoyo mi cabeza sobre él. Me sonríe y le devuelvo la sonrisa, estoy bien así,
charlamos un rato. Los ojos se me están cerrando, tengo sueño.
Carlos: Túmbate y duerme un rato,
te hará bien, entre la caída y el castigo debes estar cansado.
Me despierto desorientado, pocas veces duermo durante el día. Estoy boca
abajo, me giro, un pequeño dolor me recuerda qué ha pasado. Cuando voy a
levantarme alguien llama a la puerta y entra.
Natalia: Veo que ya estás
despierto, ¿cómo te encuentras? ¿Te duele la muñeca?
Adrián: Estoy bien, no me duele.
Natalia: Traigo hielo, tienes que
ponértelo un rato.
Me ayuda a quitarme la muñequera y me aplica el hielo.
Natalia: Tu padre me ha pedido que
después te ayude a revisar y organizar las tareas del colegio y con el proyecto
de historia, quiere que lo termines este fin de semana, sin excusas.
¡No! Me molesta sobremanera que Natalia esté encima de mí.
Adrián: ¿Pretende que me ayudes o
que me vigiles? ¿Teme que vuelva a escapar? ¡¿Por qué no me dejas en paz?!
Eso no ha sido muy amable, lo sé.
Natalia: Adrián, sabes que no se
trata de eso, solo pretende que mejores tu rendimiento en el colegio,
últimamente no te ha ido demasiado bien.
No me grita, nunca lo hace. No entiendo cómo me aguanta, bueno, o sí,
será porque mi padre le paga.
Dedico lo que queda de la tarde del sábado a hacer los deberes y el
domingo por la mañana, con la ayuda de Natalia, termino el proyecto de
historia. Después de comer estoy tumbado en la cama, aburrido, no puedo salir
de la habitación y mi padre me quitó la consola. Alguien llama a la puerta, es
mi padre, no lo había visto desde ayer. Sigo tumbado en la cama, él se acerca y
se sienta a mi lado, desvío la mirada hacia el techo.
Carlos: ¿Cómo estás?
Adrián: Aburrido.
Carlos: ¿Has terminado todas las
tareas?
Adrián: Ya lo sabes, mandaste a
Natalia para controlarme.
Carlos: Para que te ayudara. Sé
que has terminado y que has estado toda la mañana de mal humor. Me parece que
no la has tratado con el respeto que merece, le debes una disculpa.
Suelto un bufido, no quiero disculparme con ella.
Carlos: He terminado el trabajo y
tú has terminado tus deberes, ¿qué te parece si hacemos algo divertido esta
tarde?
Adrián: ¿Sin salir de la
habitación? Ya me dirás cómo.
Carlos: Puedo levantarte este
castigo, pero no el de salir de casa, eso ya lo hiciste ayer.
Le miro, en su cara hay una media sonrisa, me está chinchando. Hago una
mueca con la cara.
Adrián: Jo, papá, ya me castigaste
por eso.
Carlos: Lo sé, perdonado y
olvidado, ¿sabes que te ves adorable con ese puchero?
Adrián: Yo no hago pucheros, no
soy un bebé.
Vaya, mejor me callo, que eso me ha sonado muy infantil.
Carlos: Vamos, ¿se te ocurre algo
que quieras hacer?
Tengo una idea, una sonrisa se apodera de mi boca.
Adrián: ¿Qué te parece si vemos
una película de mamá?
Mi madre era actriz, protagonizó varias películas, conoció a mi padre en
el rodaje de una película que él dirigía, pero decidió dejarlo cuando yo nací,
en su última película interpretaba el papel de una mujer embarazada, y estaba
embarazada de mí.
Carlos: ¿Cuál ...? No me lo digas,
ya lo sé. Pero primero quiero que vayas a disculparte con Natalia.
Suelto otro bufido, un poco
fastidiado, pero asiento y voy a disculparme. En casa tenemos una pequeña sala
de cine, pasamos allí la tarde, me encanta ver las películas de mi madre. Al
final el fin de semana no ha sido tan malo.
Me gusta esta historia,pero ya la he leído estos tres capítulos
ResponderBorrarMe gusta esta historia,pero ya la he leído pero no me acuerdo dónde
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
BorrarHola,
ResponderBorrardebes de haberte confundido, no te negaré que es una historia muy típica. Pero es imposible que hayas leído esta historia pues es un original que empecé a escribir hace unas tres semanas.
Saludos