Nuevas
reglas, nuevos castigos
Capítulo
13
Natalia: Adrián,
despierta, tienes que levantarte.
¿Eh? ¿Qué pasa? Natalia me está sacudiendo
suavemente por el hombro. ¿Qué día es? Uf, me duele la cabeza, un montón. No
puedo levantarme.
Adrián: No
Natalia, déjame, me duele la cabeza.
Natalia: Tienes
resaca. ¿Recuerdas qué pasó anoche?
Adrián: ¿Anoche?
¿Qué día es hoy?
Natalia: Es
sábado, ayer diste una fiesta con tus amigos.
¡Ah, sí! ¡La fiesta! Algo recuerdo pero no con
mucha claridad. ¿Pero, cómo sabe Natalia que di una fiesta? Me parece recordar
que vino mi padre y echó a mis amigos. ¡Oh, oh! Creo que estoy en un lío.
Natalia: Adrián,
abre los ojos, por favor. Tu padre quiere que en media hora estés duchado y
desayunando. Sé que te duele la cabeza, después te daré una pastilla para
aliviarte. Vamos.
Adrián: No,
déjame, por favor Natalia.
Natalia: Adrián,
ya estás en bastantes líos como para empeorarlo, por favor, escúchame por tu
bien, te irá mejor si te levantas ahora y haces caso que si viene tu padre a
despertarte.
Natalia ya no me sacude, se ha sentado en la
cama a mi lado y me está acariciando la cabeza. Eso me trae otro recuerdo de
ayer, me sentí mareado y estuve vomitando, Natalia me acompañó al baño y me
estuvo sujetando la cabeza y refrescándome con una toalla mojada, después me
ayudó a ponerme el pijama y se quedó conmigo, acariciándome como ahora, hasta
que me dormí.
No quiero que venga mi padre a despertarme, como
él mismo me dijo, tiene bastante menos paciencia que Natalia y me despierta a
base de nalgadas, mejor me levanto.
Me siento, Natalia se levanta.
Natalia: Muy
bien Adrián, ahora dúchate y baja a desayunar, ¿de acuerdo?
Adrián: Sí,
vale, ya voy.
Me meto en la ducha y dejo correr el agua un
buen rato, me ayuda a despejarme algo aunque me sigue doliendo la cabeza. Me
visto y bajo al comedor, Natalia me está esperando. Me siento y entra María con
una bandeja.
María: Buenos
días Adrián.
Adrián: Hola
María, ¿no tenías fiesta hoy?
Me sonríe y me guiña un ojo.
María:
Parece que ayer hubo una fiesta y hay una habitación que necesita ser limpiada
a fondo.
¡Mierda! Bajo la cabeza, está trabajando por mi
culpa, no me atrevo a mirarla a la cara, noto como me sonrojo.
Adrián: Lo
siento.
Deja delante mío el contenido de la bandeja y se
va. Natalia coge una taza y me la alcanza junto con una pastilla.
Natalia: ¿Cómo
sientes el estómago?
Adrián: Bien,
ya no estoy mareado ni lo noto revuelto.
Natalia: Tómate
esto, es un analgésico, te aliviará el dolor de cabeza. Y bébete esta taza de
café, te ayudará a despejarte, no creo que te guste demasiado el sabor, puedes
ponerle azúcar si quieres.
Me tomo la pastilla y pruebo un sorbo de café,
¡puaj! ¡está malísimo!
Adrián: No
puedo, no me gusta, si bebo esto volveré a vomitar.
Natalia: Ponle
azúcar, vamos. No es necesario que te lo bebas todo de golpe, ve bebiéndolo
mientras desayunas.
Le hago caso aunque con azúcar sigue estando
asqueroso. No tengo mucha hambre pero termino el desayuno y el café.
Natalia: Adrián,
supongo que ahora mismo te sientes algo confundido y te cuesta pensar con
claridad, puede que no recuerdes todo lo que pasó ayer y que tengas algunas
lagunas. Tu padre quiere que te quedes aquí pensando, vendrá en un rato y
querrá hablar contigo, haz un esfuerzo para recordar qué hiciste ayer, ¿vale?
Asiento con la cabeza.
Adrián: Lo
intentaré.
Natalia recoge la mesa y sale. Cruzo los brazos
sobre la mesa y escondo la cabeza entre ellos, aún me duele. Más o menos
recuerdo qué pasó en la fiesta aunque tengo algo borroso desde que Martina y yo
bailamos una lenta, eso lo recuerdo perfectamente. No sé en qué momento entró
mi padre, solo recuerdo que encendió la luz y ¿le ofrecí un vaso de sangría?
¿En serio? Creo que ayer cavé mi propia tumba y la hice más honda en ese
momento.
Más o menos voy recordando, me siento más
despejado, supongo que el café estará haciendo efecto.
Carlos: Adrián,
siéntate bien.
No lo he oído entrar. Su tono es muy cortante
pero no grita. Está muy serio, sé que está enfadado, ayer la cagué mucho, debo
disculparme.
Adrián: Lo
siento papá, yo no ...
No me deja terminar de hablar.
Carlos: ¿Cómo
te encuentras?
Adrián: Me
duele bastante la cabeza. Papá, siento haber organizado una fiesta cuando tú me
dijiste que no podía hacerlo.
Carlos: Me
desobedeciste Adrián, te había dicho claramente que no. Pero ¿crees que eso es
lo único que hiciste mal? Vamos, piensa un poco.
Adrián: Supongo
que comprar y beber alcohol no fue muy buena idea.
Carlos: ¿Sólo
lo consideras una mala idea? Para empezar es ilegal, no eres mayor de edad, no
puedes comprar ni tomar alcohol. Pero además el alcohol es perjudicial para la
salud y peligroso a tu edad, te pusiste en riesgo tú mismo y a tus amigos.
Dime, ¿qué hubieras hecho si no hubiera estado Natalia cuando empezaste a
encontrarte mal? Sólo espero que a ninguno de tus amigos le sentara como a ti,
aunque no me pareció que ninguno hubiera bebido tanto como tú.
Bajo la cabeza, las lágrimas están desbordando
mis ojos, no había pensado en las consecuencias, sólo pensé que sería
divertido.
Carlos: ¿Desde
cuándo lo planeabas? Esa fiesta no fue improvisada. ¿Para eso me pediste que le
diera fiesta a María?
Adrián: Snif,
desde que me dijiste que no. Te pedí que no se quedara María porque sería más
fácil que mis amigos entraran y salieran.
Carlos: A
María y a Rafa los utilizaste y les mentiste cuando ellos siempre se portan muy
bien contigo. Y también me mentiste a mí. Nos hiciste creer que estabas
estudiando, haciendo deberes y jugando a la consola y lo que hacías era
organizar la fiesta, ¿fue así?
Adrián: Sí
papá, y lo siento mucho.
Carlos: Y
el examen de historia, ¿cómo te fue?
Adrián: Muy
bien papá, ya había terminado de estudiarlo todo el fin de semana, y el jueves
sí estuve toda la tarde repasando para el examen. Y durante la semana hice
todos los deberes y me porté muy bien en el colegio, de verdad, no vas a
recibir ninguna queja.
Carlos: Eso
espero. Encontramos la puerta trasera del jardín y la principal de la casa
ajustadas pero no cerradas, ¿fue cosa tuya?
Adrián:
Sí, era para facilitar que mis amigos entraran.
Carlos: ¿Y
si llega a entrar alguien más? Pusiste en riesgo tu seguridad y la de la casa,
y sabes que eso me preocupa mucho.
Adrián: No
pasó nada, nadie más sabía que estaban abiertas, en realidad sólo lo sabíamos
Nico y yo.
Carlos: Pero
podría haber pasado. Y pedir permiso para que Nico estuviera por la tarde y se
quedara a cenar supongo que era parte del plan.
Adrián: Sí,
necesitaba que alguien me ayudara y se lo pedí a Nico. Pensaba pedirle permiso
a María pero cuando me regalaste el videojuego se me ocurrió utilizarlo como
excusa.
Carlos: Esta
vez has cruzado muchos límites Adrián.
Mi padre va hacia el otro extremo de la mesa y
coge lo que parece una regla, aunque algo más ancha y gruesa, de madera. ¿Desde
cuándo está eso ahí?
Carlos: Adrián,
hoy voy a cambiar el castigo. Voy a utilizar una regla de madera, quiero que te
inclines con las manos apoyadas en la mesa.
¿Qué? El nudo que ya tenía en el estómago se
comprime aún más, no puede ir en serio.
Carlos: Serán
40 azotes, los primeros con el pantalón, los diez últimos sin nada. Quiero que
los cuentes en voz alta.
Adrián: No,
papá, por favor, esto debe de doler mucho.
Carlos: Aplicaré
menos fuerza que en los castigos anteriores, pero te dolerá algo más y tardará
un poco más en pasar. Vamos, no lo alarguemos.
Estoy algo asustado pero me apoyo en la mesa
como mi padre me ha dicho. Él pone una mano en mi espalda y me acaricia, me
tranquiliza un poco.
Carlos: Adrián,
¿por qué te voy a castigar?
Adrián: Por
desobedecerte, por comprar y beber alcohol, por poner en riesgo mi seguridad y
la seguridad de la casa, y por engañar a María y a Rafa.
Para de acariciarme pero deja la mano apoyada en
mi espalda, haciendo un poco de presión.
PLACK, ¡AU!
Duele un montón, mucho más que cuando me pega
con la mano, ¡no voy a poder aguantar! Me levanto y me froto el trasero.
Carlos: Adrián,
retoma la posición y empieza a contar.
Vuelvo a poner las manos en la mesa.
Adrián: Uno.
PLACK, au,
dos, PLACK, ai, tres, PLACK, au, cuatro, para, duele, PLACK, cinco, por favor ya, PLACK, ai, seis, PLACK, au
papá, siete, PLACK, ai snif, ocho, PLACK, au, au nueve, PLACK, auuu, diez,
PLACK, ai,
once, PLACK, au, doce, lo siento
papá, PLACK, ai, trece, PLACK, auuu, catorce, PLACK, snif, quince, PLACK, ai, dieciséis, PLACK, snif, diecisiete, PLACK, ai, snif, dieciocho, PLACK, snif, diecinueve, PLACK, snif
Me tiemblan las piernas y se me doblan las
rodillas, no puedo evitarlo. Cuando mi padre me castigó por primera vez me
pareció muy vergonzoso tumbarme sobre él, pero ahora veo que esto es mucho peor.
Cuando me tiene en sus rodillas me sujeta y eso me hace sentir seguro, ahora
siento que no podré aguantar y que me voy a caer.
Mi padre no dice nada, me pone la mano sobre el
hombro y me da un pequeño apretón. Cojo aire, lo suelto poco a poco y retomo la
posición.
Adrián: Snif,
veinte.
PLACK, au,
veintiuno, PLACK, ai, snif,
veintidós, PLACK, buaaa, veintitrés,
PLACK, buaaa, veinticuatro, PLACK, ai, buaaa, veinticinco,
Carlos: Bájate
los pantalones y el bóxer.
Adrián: Buaaa,
no, buaaa, me has dicho buaaa que serían buaaa los diez últimos. Buaaa, quedan
quince, buaaa.
Carlos: Sólo
serán cinco más, vamos.
Me cuesta pero le hago caso.
Carlos: Ahora
retoma la posición.
Vuelvo a inclinarme con las manos sobre la mesa.
PLACK, buaaa,
buaaa, veintiséis, PLACK, buaaa,
buaaa, veintisiete, PLACK, ¡au!
buaaa, buaaa, veintiocho, PLACK,
buaaa, buaaa, veintinueve, PLACK, ¡ai!,
buaaa, buaaa, treinta.
Carlos: Terminamos,
puedes vestirte.
Me subo el bóxer y los pantalones aunque noto
que me molestan un montón. Estoy llorando y no me atrevo a darme la vuelta, no
quiero enfrentar a mi padre, le odio.
Se me acerca por detrás y me acaricia la espalda
y la cabeza.
Carlos: Ya
está Adrián, ya pasó, cálmate.
Adrián: Buaaa,
buaaa, no pasó, snif, faltan diez, snif, buaaa.
Carlos: Con
el castigo que te he dado es más que suficiente, todo perdonado.
Adrián: Snif,
¿de verdad?, snif.
Carlos:
Sí. ¿Me das un abrazo?
Adrián: No,
me has pegado muy duro, te odio. Buaaa, buaaa.
No me muevo, me duele demasiado el trasero y no
quiero mirar a mi padre. Me abraza por la espalda y me besa la cabeza.
Carlos: Yo
te quiero, te quiero mucho Adrián. Sé que te duele pero pasará y, aunque no me
creas, a mí también me duele castigarte.
Noto que se le corta la voz. ¿De verdad me
quiere? Me doy la vuelta.
Adrián: ¿No
te has cansado de mí y de mis meteduras de pata? snif
Carlos: Claro
que no campeón, ¿cómo voy a cansarme de ti si eres lo mejor de mi vida?
Lo abrazo y apoyo la cabeza en su pecho, estoy
un rato así mientras mi padre me abraza y me acaricia la espalda. Oigo la
puerta y miro, es Natalia, me ruborizo y escondo la cabeza.
Natalia: Hemos
terminado con la habitación, María ya se ha marchado y le he dicho que tiene
libre hasta el lunes por la tarde.
Carlos: Gracias
Natalia, ¿puedes acompañar a Adrián a su habitación?
Me separa, me mira, y me limpia las lágrimas.
Carlos: Ve
a tu habitación e intenta dormir un rato, ¿vale?
Como hizo anoche, Natalia me coge por los
hombros y me acompaña. No me atrevo a mirarla ni a decirle nada, estoy muy
avergonzado.
Natalia: ¿Cómo
te encuentras? ¿Te duele mucho?
Me encojo de hombros. Llegamos a mi habitación,
coge un botecito de encima de mi escritorio y me lo alcanza.
Natalia: Ve
al baño y ponte esta pomada, te aliviará.
La miro confundido, ¿mi padre sabe esto?
Adrián: Pero,
mi padre, …
Natalia me sonríe.
Natalia: Tranquilo,
de tu padre me encargo yo. Vamos, ve, ponte la pomada. Y el pijama, estarás más
cómodo.
Hago lo que me dice, tengo el trasero muy rojo y
franjeado. Salgo del baño, me tumbo en la cama bocabajo y Natalia me arropa,
como si fuera un niño pequeño, pero no me molesta. Se sienta a mi lado y me
acaricia la cabeza, se siente bien pero sigo algo avergonzado y no me atrevo a
mirarla.
Natalia: ¿Aún
te duele la cabeza?
Adrián: Supongo,
pero me duele tanto el trasero que ya ni lo noto.
Natalia (riendo): Vaya, a ver si unos buenos azotes van a ser la cura para la resaca.
Me saca una sonrisa. Enseguida vuelvo a ponerme
serio y la miro a los ojos.
Adrián: Gracias
Natalia, por todo lo que haces por mí, por estar conmigo anoche y ayudarme
cuando empecé a encontrarme mareado. Mi padre me dijo que tú le pediste que
pasara más tiempo conmigo. Últimamente te he tratado muy mal y no te lo
mereces, lo siento mucho.
Natalia: No
tienes que darme las gracias peque, sabes que te aprecio mucho y siempre estaré
para lo que necesites. Sólo espero que podamos recuperar la relación que
teníamos antes, aunque eso no significa que vaya a pasarte malos
comportamientos ni a taparte con tu padre.
Peque, hace mucho tiempo que no me llamaba así, es el
mote cariñoso que Natalia me puso poco tiempo después de conocerme. Le sonrío,
me gusta que me haya llamado peque.
Adrián: Lo
sé.
Me siento cansado y se me están cerrando los
ojos. Como anoche, Natalia se queda conmigo, acariciándome la cabeza, hasta que
me duermo.
Me despierto con hambre. Veo que en mi
escritorio hay una bandeja con la comida. Miro el reloj, es bastante tarde,
parece que he dormido un buen rato y Natalia debe de haber decidido no
despertarme. Almuerzo de pie, aunque el trasero me duele bastante menos no me
atrevo a sentarme.
Recuerdo que el lunes tengo examen de lengua y
de la novela, cojo los resúmenes y empiezo a leerlos. Estoy en ello cuando
llaman a la puerta y entra mi padre.
Carlos: Hola,
¿cómo estás?
Adrián: Hola
papá, estoy bien.
Carlos: ¿Sigues
enfadado conmigo por haberte castigado?
Le sonrío.
Adrián: No,
ya te he perdonado. Y, aunque te lo haya dicho, no te odio.
Se acerca a mí y me abraza.
Carlos: ¿Estás
repasando para el examen del lunes?
Adrián: Sí,
estoy leyendo los resúmenes que hice de los capítulos de la novela.
Carlos: He
anulado la salida para mañana al parque de atracciones, avisa a tus amigos,
¿vale?
Aunque eso ya me lo esperaba no me gusta, mi
respuesta es seca.
Carlos: Estoy
pensando que podemos hacer un trato. ¿Recuerdas que la semana pasada me dijiste
que desde que paso más tiempo contigo te había castigado al menos una vez por
semana?
Adrián: Sí,
lo recuerdo, y ésta me has vuelto a castigar.
Carlos: Bien,
pues si logras estar dos semanas sin que te castigue y apruebas ambas
recuperaciones con un notable como mínimo, podemos volver a planear la salida
al parque de atracciones para dentro de dos domingos, ¿qué te parece?
Adrián: ¡Sí!
Gracias papá, no tendrás ninguna queja de mí, te lo prometo.
Me lanzo a sus brazos y le doy un fuerte abrazo.
Carlos: Bien,
ahora vamos a añadir un par de normas al cartel.
Se gira hacia la puerta.
Carlos: Adrián,
¿dónde está el cartel?
Voy al armario donde lo guardé ayer y lo saco.
Adrián: Lo
quité antes de la fiesta porque no quería que mis amigos lo vieran, y no lo he
vuelto a poner, no te enfades por favor.
Carlos: Está
bien, no pasa nada, escribe.
9. Tengo que obedecer.
10. No puedo comprar ni beber alcohol.
Añado las nuevas reglas.
Adrián: Papá,
pero esta última ¿la podré tachar cuando cumpla los 18?
Mi padre se echa a reír.
Carlos: Espero
que a los 18 ya no necesites tener un cartel con las reglas que debes cumplir.
Ahora, ¿por qué no me enseñas ese juego nuevo tan chulo que tienes para la
consola?
Saco el juego que me regaló y le enseño los
mandos que me regalaron mis amigos. Pasamos un buen rato jugando juntos,
definitivamente los videojuegos se me dan mejor a mí que a él, después de que
le haya dado unas cuantas palizas lo dejamos. Se sienta en mi cama y me indica
que me siente a su lado, opto por tumbarme de costado con la cabeza apoyada en
sus piernas. Me acaricia la cabeza.
Adrián: Prefiero
no sentarme, aún me duele el trasero cuando lo hago. Papá, ¿a partir de ahora
me vas a castigar siempre con la regla?
Carlos: Vaya,
¡ya das por supuesto que seguiré castigándote! ¿Es que ya estás pensando qué
locura harás ahora?
Utiliza un tono medio en serio, con el ceño
fruncido, y medio en broma, con una sonrisa en la boca. Le devuelvo la sonrisa.
Adrián: No
papá, claro que no. En realidad, preferiría que no me castigaras más, de
ninguna manera, pero no puedo asegurarte que no vuelva a romper, sin querer,
alguna de las normas, ¡es que hay muchas!
Carlos: No
te voy a castigar con la regla, eso sólo lo utilizaré cuando considere que has
hecho algo muy grave.
Estamos un rato charlando de mi semana y de la
suya, me cuenta cómo le fue en el festival de primavera y me promete que alguna
vez me llevará con él.
Adrián: Papá,
¿puedo preguntarte una cosa?
Carlos: Claro
Adrián, lo que quieras, dime cariño.
Adrián: Sé
cómo conociste a mamá, pero ¿cómo le pediste que fuera tu novia?
Me
mira sorprendido pero satisface mi curiosidad, me parece una historia muy
bonita y romántica. Le cuento que en la fiesta bailé una lenta con Martina y
que me gustaría que fuera mi novia aunque no me atrevo aún a pedírselo, me da
miedo que ella no quiera.
Me pareció que todo lo que hizo Natalia en la noche cuando Adrián se sintió mal lo habría que haber echo Carlos ,es muy seco con su hijo y el castigo me pareció desproporcionado porque la fiesta la dio en su habitación tampoco hubo alcohol muy fuerte y solo hubo 10 personas y dejar a tu hijo el día de su cumpleaños solo tampoco lo ayudo mucho, si le hubiera explicado que cuando el volviera podría dar una fiesta así como esa chica lo hubiera controlado y no hubiera habido alcohol crea que debería ser más proporcionar con su hijo y más cariñoso y no dejar que sienta más cariño por los empleados que por el mismo el dinero no lo arregla todo el cariño es mucho más importante
ResponderBorrarEstoy completamente de acuerdo. Natalia conoce y entiende mejor a Adrián que Carlos, y realmente se preocupa por él. Carlos nunca se ha ocupado de su hijo, lo delegó en su esposa mientras vivía y en Natalia cuando ella falleció. Precisamente es lo que Adrián está recriminando a su padre y, aunque es un buen chico, se está rebelando contra él. Carlos ha empezado a acercarse a su hijo pero tiene mucho que aprender.
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