martes, 30 de julio de 2013

Capítulo 3.


Capítulo 3.
¿Dónde nos habíamos quedado? Ah sí, final de semestre y la escapada al pueblo. Bufff cómo para olvidarlo.
Los de sexto nos habían dicho que iban a bajar al pueblo a quemarlo, no literalmente, solo era una forma de hablar, básicamente iban a beber, fumar y hacer el cafre. 
Con 12 de años beber y fumar se ve como una gran transgresión, “uyyy mirar que salvaje soy estoy  bebiendo y fumando, miradme soy todo un rebelde”. Pero yo tenía once años y sinceramente lo de fumar no me hacía ninguna gracias y lo de beber…por aquel entonces el sabor de la cerveza me parecía asqueroso. Sí, lo sé debo avergonzarme, ¿Qué tipo de alemán no le gusta al cerveza? Pues a uno de once años, bueno a mi cuando tenía once.
Aun así me enteré que habría petardos y que tenían intención de pedir unas pizzas y tomarlas en unos jardines, que era fácil de entrar, porque uno de los porticones tenía los barrotes bastante anchos. Y si no eras muy gordo podías colarte. Y un chaval de 11 o 12 años tenía que ser muy gordo o muy cabezón para no entrar por allí.
Me lo estaba pasando genial, todo eran bromas, chistes, comida basura, golosinas y risas. Incluso me enteré de un montón de cotilleos, hay que ver lo alelado que vivía, en esos tres meses no me había enterado de la misa la mitad.
Como he dicho, a mí la cerveza como que no me entraba, así que debí beberme al menos 4 litros de Pepsi aquella noche. Eran ya la una de la madrugada cuando uno de los chicos dijo que mejor íbamos tirando, al fin y al cabo a las dos había el cambio de guardia de la garita, y era nuestra única oportunidad de regresar a la escuela antes de las seis, que era cuando sonaba el dichoso himno de la escuela. Si ese himno que me despertaba todos los días a las seis, a pesar que las clases no empezaban hasta las ocho. Eso es una de las cosas que aún hoy echo de menos del pueblo. No levantarme con el ruido de una ensordecedora y repetitiva musiquilla estúpida.
Pero hubo un problemilla, resulta que por ser el último día de escuela antes de las vacaciones de Navidad, no había habido cambio de turno en la garita de entrada. Uno de los guardias había cerrado a las 12, el portal y se había marchado a dormir a su casa, la intención era levantarse temprano a la mañana siguiente para abrirla antes que empezaran a llegar los coches de los padres que venían a recoger a sus hijos.
Pero eso los de sexto curso lo ignoraban, y yo y mis amigos de quinto aún más. Mis primos Klaus y Daniel me han dicho que es normal, que el último día el colegio suele decir a sus empleados que pueden marcharse a casa si al día siguiente pueden estar allí antes de la llegada de los padres. Pero eso no lo sabíamos ninguno de nosotros, porque era la primera vez que intentábamos eso de salir del colegio pasado el toque de queda. Hay que reconocerlo, salir no había sido el problema, le problema fue entrar.
Entonces empezó a cundir el pánico entre nosotros. Nadie quería meterse el problema justo el día en que los padres vienen a recogernos. Y salir de la escuela sin autorización, y sobre todo no regresar para el toque de queda eran demasiados problemas para cualquiera de nosotros.
Había que lograr que alguien desactivara, la alarma y el cierre automático de las puertas. Pero quien, teníamos 11 y 12 años, ninguno era un genio ni un super espía, si a pedradas se hubiera podido saltar el sistema informático que abría y cerraba las puertas del recinto, no hubiera sido ningún problema. Pero resulta que no era el caso.
Necesitábamos que alguien, se sacrificara por el bien común que se dice. Vaya que necesitábamos un cabeza de turco. Pero nadie estaba dispuesto a comerse ese marrón. Empezaron una especie de nominaciones, por alguna razón ni yo ni los otros 5 chicos de quinto parecíamos estar dentro de ese pack. Un detalle, que les honra he de decir, que aunque estuvieran intentando endosarles la culpa a uno de ellos (cosa que no es muy noble), a los “peques” nos había descartado de forma automática.
En ese momento algo en mi cabeza debió colapsar y causar una paradoja de esas, espacio-tiempo que amenazan con destruir el universo, porque alcé mi voz sobre la de los demás chicos y dije, lo que probablemente han sido las palabras más estúpidas que jamás he pronunciado.
-         Si llamó yo para que abran las puertas no creo que sean muy duro conmigo al fin y al cabo director es hermano de mi abuelo (si aquellas palabras eran inocentes u estúpidas. No conocía para nada al director, solo lo había hablado con él en un par de ocasiones y siempre acompañado de mi abuelo o alguno de mis tíos. Lo cierto es que la mayoría de aquellos chicos habían tenido más contacto con el director de aquella escuela que yo. Y aun así, me pareció lógico. ¡No iban a expulsar a un Hofner, mi bisabuelo había fundado esa escuela!)
-         Hans, no digas estupideces (dijo Mike, un chico muy majo de sexto que juega a waterpolo también). No lo entiendes, el que pique a esa puerta, esta muerto, la escuela le sancionará y sus padres seguro que lo castigan hasta el infinito. Ahora vienen Navidades, puede incluso que se quede sin regalos ¿quieres quedarte sin regalos?
-         Mike, no te ofendas, pero por muy Hofner que sea, soy huérfano, no voy a tener regalos (lo decía convencido, realmente eran las primeras Navidades sin tía Ofelia y no me moría por celebrarlas, lo cierto es que planeaba encerrarme en mi habitación las dos semanas de vacaciones. Peor mentiría si dijera que si mi abuelo no me hubiera comprado un regalo me hubiera sentido aún peor, en el fondo supongo que si esperaba al menos un regalo. Pero de todos aquellos chicos, lo cierto es que pensaba que yo era el que tenía menso a perder).
-         Igualmente eres de quinto, no podemos dejarte que cargues con el muerto (dijo Mike y todos parecían super conformes con eso)
-         Venga chicos, todos sabéis cual es mi apellido, dejad que me aproveche de eso por una vez. Algo bueno he de sacar de toda esta mierda. Todos sabéis que soy el “no ese Hofner ” (yo ya había oído alguno de mis compañeros susurrar eso de “el no ese Hofner” es como si yo jugara en una liga diferente. Y era cierto, de alguna retorcida manera, era cierto. Ni siquiera el resto de mis familiares me trataban como a un igual, así que no era tan descabellado que mis compañeros se refiriesen a mí como “no ese Hofner” para diferenciarme de la familia del fundador. Porque nadie absolutamente nadie, ni mis compañeros me trataba como un Hofner, yo solo era un alumno más. Y des de aquel día un alumno muy querido).
-         Hans, igualmente, no podemos dejarte, no está bien (dijo Oliver, otro chico del equipo de Waterpolo).
-         No, ningún mocoso de quinto se va a comer ese marrón, por muy familiar que seas del director, olvídalo (dijo otro chico). Esto es entre nosotros (y volvieron a ponerse a discutir sobre quien iba a ser el “valiente” que cargara con el muerto, quién iba a tener el “honor” de ser nuestro caballo de Troya).
-         Siiii, Hola, soy Hans, ¿Me podéis abrir? (dije picando al interfono. Todos se giraron y me miraron como si fuera un alienígena. Dejé de pulsar al interfono y los miré muy serio) más vale que os vayáis hacia la puerta de entrada del personal, en unos minutos abrirán las puertas.
-         ¡Estás loco! (dijo Oliver, dirigiendo rápidamente a los demás hacia la puerta de servicio)
-         No, soy el único con dos dedos de frente aquí. Felices Navidades Oli (y respiré hondo y me puse erguido y alcé orgulloso la barbilla. En ese momento me sentía cómo un héroe que acababa de salvar a todo su batallón. Sentimiento que estuvo bien pero que se desvaneció en el mismo punto que se escuchó el inconfundible sonido de la puerta mecánica abriéndose y allí de píe en frente de mí, nada más ni nada menos que al director del Internatsschule fur jungen Leibniz en persona. Lo dicho, ninguno de ellos habría tenido ese “honor”).
-         ¿No es muy tarde para dar un paseo, Hans? (dijo muy serio el director).
-         Sin duda es una noche preciosa para pasear (sí, ahora mismo me arrepiento mucho de haber intentado chulear al director, pero empezó él con eso de “¿no es muy tarde para un paseo? ¡Pero que narices! Esa frase parecía sacada de un comic).
-         En ese caso, vamos a dar un paseo hasta mi despacho (dijo dejándome pasar para que pasara delante de él. La sensación que tuve en ese momento es al misma que al de Indiana Jones cuando tiene que pasar las tres pruebas para llegar al cáliz sagrado. Sentía como si la cagaba no solo me quedaba sin cáliz sino que lo más seguro es que muriera también) Señor Hofner, ¿Está al corriente de las normas de esta escuela sobre permisos y horarios?
-         Me dieron un librito al entrar, pero sinceramente estoy esperando a la película (y ese, señoras y señores, fue mi último comentario sarcástico con el director. Porque a continuación el director dejo de una forma patente y clara que no era mi amigo. Me agarró de la oreja y tiró fuerte de ella, no solo tiró sino que también la retorcía en el proceso).
-         Pues ahora mismo, cuando lleguemos al despacho, le voy a pasar la película entera (dijo rechinándole los dientes. Confieso que aquella amenaza casi me hace mearme en los pantalones. Entre el dolor de oreja, el miedo y los 4 litros de Pepsi, milagro fue que no me meara allí mismo).
-         Aaaaaau suelteeeeeee (dije intentando liberar mi pobre oreja, estaba seguro que me la iba a arrancar, sentía como si se estuviera rajando poco a poco).
-         ¿No sé qué se habrá pensado, señor Hofner? (y empezó lo que viene siendo conocido popularmente por “la retahíla de reproches del director”. Que viene a ser igual que cualquier otra bronca pero ésta va acompañada de un agudo dolor de oreja) pero esta escuela tiene unas normas de obligado cumplimiento para TODOS. Y salir sin autorización del centro y pasado el toque de queda es una falta muy grave. Merecedora de expulsión.
-         Entonces expúlseme y deje ya mi oreja.
-         Ambos sabemos que eso no va a pasar, Hans (su voz era tenebrosa. Aún me pregunto ¿Cómo un tipo con más de 60 años puede imponer tanto miedo? Y aunque pareciera imposible aún retorció más mi oreja arrancándome un aullido).
-         Aaaaaaaaaaaaaaaay
-         No va a tener esa suerte, señor Hans. Pero le aseguro, que esta noche se le quitan a usted todas las ganas de infringir las reglas de esta escuela.
-         Aaaaaaaaaay noooo suelte (estoy seguro que desperté a toda la escuela con ese último grito ¿Cuánto se puede retorcer una oreja antes de que se despegue de la cabeza? No lo sé, pero estoy seguro que mi oreja había llegado a su límite. El director siguió arrastrándome por toda el edificio centra hasta su despacho. No fue hasta llegar a su despacho que me liberó de su temible garra).
-         Siéntese (me indicó/ordenó señalándome una de las sillas que había delante de su escritorio y tomó el teléfono y marcó un número que no pude ni ver de lo rápido que lo marcaba). Buenas Noches, por favor, con el señor Hofner (vale eso suena raro hasta para mi, todos somos señor Hofner, creo que es hora que alguien nos numere o algo. Así, en ese momento, habría sabido que en vez de con alguno de mis tíos o incluso con mi primo Daniel, estaba preguntando por el abuelo) Buenas noches Daland (si vale, lo reconozco, esa es una buena pista), sí todo bien, si lo sé, tarde muy tarde. No los chicos están bien. Es Hans. ¡Daland, tranquilízate, está bien! Te llamaba porque necesito que mañana vengas a mi primera hora a la escuela. Sé que Sigmund  iba a llevarlo a casa pero creo que es importante que Hans, tú y yo tengamos una charla. (dijo mirándome directamente a mí con el ceño fruncido. Se hizo un largo silencio, el abuelo debía de estar soltando algún rollo porque el director solo asentía con la cabeza e iba haciendo mmm mmm mmm cada dos por tres). Acabo de recogerlo de la calle, por lo visto hacia una noche muy bonita para pasear (dijo con toda la malicia del mundo, en ese momento deseé que un rayo cayera del cielo y lo matara fulminado). Sí, eso mismo ha dicho. No, aún no. No. Ahora hablaré con él. Sí. No creo que eso sea necesario, Daland. Si quieres hablo con…no, Daland. Sigo siendo el director de este centro Daland, no necesito que… Daland, escucha…(el director resopló) de acuerdo, como quieras. Te esperamos (y colgó de un golpetazo el teléfono). Tu abuelo me saca de quicio, lo juro, no escucha, es como hablar con una pared (yo no sabía que decir ¿debía salir en defensa de mi abuelo? Pero el director era su hermano y los hermanos siempre hablan pestes los unos de los otros. El director se pasó la mano por la cara y respiró hondo). Muy bien (y me miró de nuevo) ¿Se puede saber qué hacía pasada la una y media de la noche fuera del centro?
-         Pasear (dije sin pensarlo, fue como una respuesta automática, programada de serie).
-         PLACK (dio un manotazo en la mesa que hizo que todo lo que había sobre la mesa se moviese) Le recuerdo, señor Hofner, que no soy uno de sus amiguitos, soy el director de este centro. Se lo volveré a preguntar una vez más, por cortesía, ¿Qué hacía pasada la una y media de la noche fuera del centro? (dijo como una hiena a punto de tirarse sobre su presa)
-         Pasear (dije como si fuera Tony Curtis diciendo “yo soy Spartacus”. No recuerdo como acababa la escena de esa película, pero sí que recuerdo como acabó mi escena. El director se levantó calmadamente de su silla, volteó el escritorio y con la fluidez de una bailarina me agarró del brazo, me levantó )
-         Vacíe el contenido de los bolsillos (yo no entendía nada, así que me metí las manos en los bolsillos de delante y saqué las 4 gilipolleces que llevaba) Los de atrás, por favor (dijo muy serio)
-         No llevo nada a detrás (le dije hundiéndome de hombros y entonces sin darme tiempo a asimilar lo que estaba pasando, me reclinó sobre el escritorio).
-         ZWASS ZWASS ZWASS ZWASS  (giré mi cabeza para ver con que diantre me estaba pegando, porque aquello no era una mano, y era condenadamente doloroso. Estaba utilizando una vieja regla de madera. Dios no me habían pegado en mi vida antes y aquel monstruo me estaba atizando con una dichosa regla de madera) ZWASS ZWASS ZWASS ZWASS  No sé cómo eran las cosas en su antigua escuela señor Hofner, peor en esta no se toleran las faltas de respeto de ningún tipo, ni entre los propios alumnos, ni al profesorado, ni a los empleados del centro y mucho menos al DIRECTOR ZWASS ZWASS ZWASS ZWASS  ZWASS ZWASS ZWASS ZWASS  (y el muy…se cebó de lo lindo en esos 10 reglazos).
-         Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah Nooo auuuuuu aaaaaaaaaaaah pare pare, se lo ruego aaaaaaaaaaah.
-         Muy bien, señor Hofner (y me levantó tan fácilmente como me había inclinado), vamos a ver si ya se le ha pasado la cabezonería ¿Qué hacía pasada la una y media de la noche fuera del centro? (repitió sin soltar la maldita regla. Yo estaba hiperventilando, jamás me habían pegado antes. Nunca un desconocido, bueno ya me entendéis, el director de la escuela. Nuca con algo tan doloroso como una regla de madera, todo aquello me sobre pasaba. Y aun así recuperé la voz y dije)
-         Dando un paseo (y cerré los ojos a la espera de volver a recibir aquel tormento).
-         Señor Hofner, si cree que porque su abuelo está de camino y ha pedido encargarse él mismo de usted, yo le voy a permitir esa actitud tan descarada, está usted muy equivocado. Quiero respuestas y estese seguro que las obtendré. De usted depende cómo, ¿Por las buenas o por las malas? ¿Qué va a ser señor Hofner? (dios, el director debía ser mafioso siciliano en otra vida porque juro que tiene una forma de amedrentar a la gente que da miedo. A día de hoy sigo teniendo pánico a quedarme a solas en una sala con él, incluso en las fiestas familiares).
-         ¿Viene el abuelo? (fue lo único que oí después desconecté por completo)
-         Sí, señor Hofner, su abuelo, ha decidido agarrar el coche a estas horas y presentarse aquí mismo por lo visto no confía en los métodos de disciplina de su propia escuela (dijo claramente molesto, pero no conmigo, sino con el abuelo). Y si me permite un consejo señor Hofner, conozco bien a mi hermano, cuando llegue va a querer muchas respuestas y si a mí no me vale “de paseo” le aseguró que a Daland mucho menos.
-         Pero si mañana ya regreso (dije sin entender porque el abuelo tenía que presentarse aquí de madrugada).
-         Pues debió esperar a mañana a dar ese paseo. Señor Hofner, se lo voy a volver a preguntar y por su propio bien espero otra respuesta a mi pregunta que no se “dando un paseo” ¿Qué hacía pasada la una y media de la noche fuera del centro? (realmente parecía un disco rayado. Yo no quería probar ni un reglazo más pero tampoco iba a delatar a mis compañeros, así que opté por cerrar el pico). Señor Hofner, le he hecho una pregunta (dijo el director al cabo de unos minutos) y espero una respuesta (pero no dije nada). Está claro que no quiere usted colaborar, entonces no me deja más remedio que tomar medidas más serias (¿más serias que esa maldita regla? Yo lo miré con cara de pánico como abría uno de los cajones de su escritorio y sacaba lo que era una vieja zapatilla de gimnasia). Señor Hofner le presento a la Turnschuh (no os flipéis no es que tenga nombre es que en alemán a la zapatilla de gimnasia se les llama así), Raramente los alumnos de su edad tienen el placer de conocer a la Turnschuh, pero en casos excepcionales, y éste está siendo uno, se aplica la Turnschuh sin importar el grado que esté cursando el alumno. Así que a menos que quiera conocer las maravillas de la Turnschuh yo respondería a mi pregunta (y respiró hondo y volvió a decir una vez más) ¿Qué hacía pasada la una y media de la noche fuera del centro? (estaba deseando decirle la verdad, delatara a todos mis compañeros, convertirme en un paria, cualquier cosa para evitar más dolor a mis pobres posaderas. Pero debo ser masoquista porque cuando abrí al boca solo salió lo de siempre).
-         Salí a pasear, señor (dije sabiendo que esa era mi sentencia de muerte. No es que fuera valiente es que creo que era un inconsciente).
-         Cómo lo desee, señor Hofner (y volvió a reclinarme sobre el escritorio, agarró la zapatilla y lentamente, creo que los disfrutaba, el muy sádico me dio 12 zapatillazos) PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF (Después dejó la zapatilla agarró una libreta y anotó algo. Vale, sé lo que anotó, después he visto decenas de veces esa libretita. Anotó el día y la hora, número de zapatillazos, ofensa,  mi nombre y mi curso).
-         Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah nooooooooooooooooo nooooooo bwuaaaaa (si lloré como un bebé, lo confieso, pero si hubiera sido vuestro trasero también hubierais llorado como un bebé).
-         Señor Hofner, ha salido pasada la hora permitida del centro. Ha salido sin autorización. Ha salido de noche. Y ha regresado pasado el toque de queda. Esas cuatro normas que ha incumplido son muy serias. Cada una de ellas por separado le supondrían apertura de expediente. Y si ya tuviera expediente sancionador abierto, le supondrían la expulsión de este centro. Esta es la primera vez que comete una falta en este centro y por eso seré indulgente con usted (¡Indulgente mi polla! Me acababa de dejar el trasero ardiendo como las brasas del mismo Averno) Se le prohíbe participar en las actividades lúdicas y deportivas el resto del curso. Todos los permisos y excursiones quedan cancelados por el resto de curso. Formará parte del alumnado de servicio en todos los actos de aquí hasta final de curso. Y todos los domingos a las siete de la mañana se presentará ante el profesor en guardia para que le dé las tareas de esa mañana. ¿Entendió señor Hofner?
-         Sí, señor.
-         Una cosa más, cuando regrese pasadas las vacaciones de invierno, ya no estará en el dormitorio que se le había asignado. A partir de ahora hasta final de curso, ocupará uno de los dormitorios individuales de esta ala (y aquello sí que fue como la muerte en vida. Acababa de cargarse mi vida social de un plumazo con una sola frase. Sin waterpolo, sin actividades culturales, con clases los domingos, y sin compañeros de dormitorio, mi vida solo serían las aulas y las tareas de servicio) esto último será revocable en el mismo instante en que decida responder sinceramente a la pregunta que llevo haciéndole todo el rato (dijo el muy cabrón, sabía que me moría por decirle la verdad, que yo no quería que me lapidaran vivo, pero no a día de hoy aun no entiendo porque no lo hice. Supongo que soy un idiota con valores).
-         Sí, señor (dije peor quería volver a echarme a llorar)
-         Ahora vaya a esa esquina y espere de rodillas y de brazos a extendidos hasta que su abuelo venga a recogerlo (dijo y volvió a su silla y empezó a escribir notas en una libretita. Esta vez ni idea de esas notas, lo juro, no creo que no fuera conmigo. Supongo que cosas de la escuela. Estuve allí de rodillas más de 30 minutos, empezaban a darme rampas en los brazos cuando el abuelo entró como un búfalo en el despacho del director. Yo estaba seguro que en cuanto le contara lo que me había hecho el director el abuelo lo iba a golpear, se le veía con ganas de eso).
-         Kellen (dijo entre dientes el abuelo)
-         Daland (dijo suspirando el director) Te dije que no vinieras ahora, son casi las tres, podía haberte quedado un par de horas más en la cama y…
-         Oh cállate Kellen (el abuelo no estaba para pamplinas yo sonreía porque creía que el abuelo le iba a partir la cara al director por haberme pegado)  ¿Qué ha pasado?
-         Pues solo sé lo que te he dicho por teléfono, por lo visto estamos ante todo un rebelde (dijo con sarcasmo).
-         ¡Que rebelde ni que niño muerto! Tiene 11 años. ¿Qué demonios hacía fuera de noche? Se supone que se pasa lista antes de que se apaguen las luces. ¡Al menos se pasaba cuando yo trabajaba aquí! ¿y el guardia? Para qué demonios pagamos esa fortuna en equipos de seguridad, si después un mocoso es capaz de salir como pedro por su casa de esta escuela de “élite” (lo de élite sonó a insulto, lo juro).
-         ¡Daland! Sosiégate, por favor, no creo que eso sea bueno para tu corazón.
-         Vete al infierno tú y mi corazón. Esto es inadmisible. Cuando empiecen las clases quiero ver cabezas rodar, tal y como salió este renacuajo, podría haber entrado algún…maldita sea aquí estudian los hijos de varios político y empresarios muy importantes del país. ¡Están dispuesto a  apagar auténticas fortunas no solo por la educación que le ofrece la escuela sino por la seguridad!
-         Daland, es la última noche del trimestre, siempre hemos dado permiso a los empleados para que…
-         Pues se acabó, no hay permisos que valga. Quiero un nuevo equipo de seguridad y lo quiero para cuando empiecen las clases (dijo el abuelo dando un manotazo en la mesa del director) ¡Hans! (rugió mirando al fin para la esquinita donde me encontraba) de píe, no vamos a casa! (al fin mi salvador me rescataba, solo esperaba que después de hablar con él también le exigiera a su hermano que me devolviera a mi dormitorio).
-         Cuando lleguemos a casa quiero que te vayas directo a la cama, no quiero molestar al servicio, mañana por la mañana lo hablaremos (dijo nada más subir al coche se le veía aún acelerado por la discusión con el director).
Lo cierto es que estaba muerto, muerto de sueño y muerto por todo lo que había pasado aquella noche. Aquella había sido mi primera zurra en toda mi vida. Jamás antes me habían castigado de esa manera y estaba seguro que no quería que volviesen a castigarme así nunca más.
Tenía dos cosas claras, no volvería a hacerme el héroe nunca más y no iba a meterme en líos en la escuela nunca pero nunca-nunca. Me debí quedar dormido en coche, porque ni recuerdo llegar a casa y subir a la habitación. A la mañana siguiente me desperté sobre las once, y fue el ruido de un aspirador lo que me trajo de nuevo al mundo de los vivos.
Me desperté medio desorientado, no sabía bien-bien donde estaba ni que hacía allí, pero al darme la vuelta para levantarme, recordé de golpe la noche anterior. Tuve que ahogar un grito al notar el duro colchón contra mi trasero. Salí de la cama y después de ir al baño, me coloqué frente al espejo y bajé con cuidado el pantalón del pijama. Abrí mucho los ojos al ver los pequeños hematomas que se habían formado en mi trasero, no eran de la regla, la marca de la regla también se veían eran rosadas y laterales. Los hematomas eran de la zapatilla y no eran uniformes, eran pequeñitos y dispersos, excepto uno que era bastante grande en mi muslo izquierdo. Me pasé los dedos y sentí que la sola caricia de mis dedos ya me devolvía el dolor. Me iba a pasar las navidades con pantalones de deporte y durmiendo sobre mi estómago.
Lo cierto es que sentía rabia, impotencia y una gran vergüenza. No quería bajar, y mirar a la cara a mi abuelo. Él sabía que me habían pegado en el culo. Lo sabía, quizás se lo hubiera contado a la abuela o alguno de mis tíos. Seguro que sí. Todos lo sabrían ya. A pesar que la zurra no había sido para nada suavecita, me sentía como si fuera un niño de 3 años que le habían dado tres o cuatro nalgadas por hacer una pataleta en un restaurante. Y estaba seguro que así me verían todos. No iba a bajar a celebrar ni una cena con ellos, me haría subir un bocadillo y leche hasta que fuera la hora de regresar a la escuela. Y aquello me hizo recordar que era Navidad. Y que Ofelia, no estaba, no estaba y no lo iba a estar más. Y lloré y me sentí miserable, allí estaba yo mirando mi culo en el espejo y pensando estupideces, en vez de pensar en ella. Si fuera al revés, si hubiera sido yo el que hubiera muerto, estoy seguro que tía Ofelia estaría llorando en vez de lamentarse por estupideces del trabajo.
Era Navidad, yo era un imbécil y no estaba tía Ofelia. No habría pastelitos de malvavisco y chocolate. No nos pondríamos a cantar en idiomas inventados los villancicos al rededor del árbol. No jugaríamos con el nacimiento. No decoraríamos la casa como si el espíritu de la navidad hubiera vomitado en nuestro salón. No veríamos “que bello es vivir” cada vez que la echaran en la tele, sin importa, cabal, idioma u hora. No escribiríamos cartas a Santa Claus de broma y las pondríamos en el taquillón de la entrada, junto a las postales de los amigos. No iríamos a la ciudad a patinar y a comer salchichas picantes. No nos pasaríamos los días dándonos pistas sobre los regalos y no nos levantaríamos temprano para ser el primero en abrir los regalos.
Nada de eso volvería a pasar y yo estaba preocupado por mi estúpido trasero. Me sentía horrible, que ría a mi tía Ofelia, quería que entrara que me abrazara y que me dijera que todo iba a ir mejor. Desde que había empezado en la escuela que no había vuelto a pensar en ella, era un maldito patán, un desagradecido, un mal hijo. La peor de las escorias. No había tardado ni un año en olvidarla. Me sentí tan deprimido que ni me metí en la cama , me hice un ovillito allí mismo en el suelo y lloré hasta que me dolió tanto todo el cuerpo que creo que me desmaye o quedé extenuado, porque me quedé dormido una 3 o 4 horas más. No fue hasta que a las dos llegaron mis tíos y mis primos y todo se llenó de voces y risas que no desperté. No quería oír como ellos eran felices, no lo soportaba, así que encendí la radio y la sintonicé en una emisora polaca, ni idea de lo que decían, pero no quería entenderlo solo quería pagar la felicidad que provenía de la planta de abajo.
Al poco rato, entró el abuelo con una bandeja con comida, ni lo oí entrar, seguía en el suelo hecho un ovillo sintiéndome miserable. El abuelo se asustó, pensó que me había dado un ataque de epilepsia o algo. Y dejó caer la bandeja en el suelo y corrió hacía mí, fue el ruido de todo romperse que me hizo reaccionar, y después sus fuertes manos agarrándome y zarandeándome que me hizo abrir los ojos. Que me escocían de tanto llorar.
-         Hans, pequeño, háblame, háblame,
-         Abueloooo (y creo que volví a llorar de nuevo. Peor esta vez había alguien que me abrazaba)
-         Shhhhh pequeño, shhhhh no llores Hans, no llores, el abuelo está aquí shhhhh.
-         Noooo soy malo soy un monstruo nooo, no te acerques, no soy bueno (dije intentando apartarlo de mí, como si eso fuera posible)
-         No, Hans ¿Qué dices? No eres malo, hijo. Cometiste un error, tomaste malas decisiones peor no eres malo (el abuelo pensaba que hablaba de la escuela. En ese momento sentí una gran rabia porque nadie sentía la muerte de tía Ofelia, nadie, y a punto estuve de no sentirlo yo)
-         Nooooo vete, vete, no te quiero aquí nooo (me dio una especie de super ataque hablaba sin sentido y movía los brazos y las puertas como si fuera una especie canguro boxeador).
-         ¡Sigmund! ¡Sigmund! (gritó el abuelo, Sigmund que estaba en la puerta junto al resto de mi familia viendo mi lamentable espectáculo acudió a  él) llama a Camille (está ardiendo y le dejó que me tocara la frente) creo que delira (quizás estuviera delirando. Al cabo de un rato apareció mi tía Camille, yo no dejaba que me tocara, pero entre el abuelo y tío Sigmund me inmovilizaron, finalmente y a traición, me inyectó un calmante. Dormí el resto de día. Cuando desperté ya era oscuro fuera, y el abuelo estaba sentado en la cama mirándome mientras me agarraba la mano)
-         ¿Ya despertaste, campeón?
-         Si (dije casi sin voz, estaba afónico, tanto griterío me había afectado a la garganta).
-         Toma un poco de sopa, es buena, es mi favorita.
-         No (dije aún medio dormido y apartando la cara).
-         Tienes que comer, no has comido nada en todo el día ¿Prefieres algo dulce? Hay dulces.
-         No (me picaba el cuello al hablar y no quería comer, es más tenía ganas de vomitar)
-         Venga Hans, solo un poquito (y fue acercarme la cuchara y vaciar todo el contenido del estómago, menos mal que no había comido nada en todo el día, sino lo hubiera puesto todo echo una mierda. Aún así hubo que cambiar las sábanas y me tuve que duchar y cambiar el pijama). Hans voy a llamar a tu tía Camille, creo que debemos llevarte al hospital (volviendo a tocarme la frente).
-         Estoy bien, solo quiero dormir (dije como pude y me volvía a costar, al meterme me seguía doliendo el trasero, ay no tanto, pero creía que me merecía ese dolor y mucho más y no me si al vuelta. Esa era mi penitencia por no recordar a tía Ofelia cada día. Sin importar lo que acababa de decir el abuelo mandó a llamar a tía Camille, que me revisó. Está vez he de decir que la dejé hacer y nadie tuvo que sujetarme).
-         Está mejor, nada que una larga noche de sueño y un desayuno de campeones, no solucione (le sonrió al abuelo para tranquilizarlo) Daland, está bien, déjalo descansar.
-         No ha comido nada, en todo el día, y hace un momento vomito lo que le quedaba en el estómago.
-         Daland, no pasa nada, ha sido un ataque de ansiedad, solo necesita reposo y tranquilidad. Mañana, después del desayuno ya estará bien y te dirá de echar unas canastas, ya verás. Anda, dejémoslo descansar.
-         Prefiero quedarme esta noche aquí.
-         Daland, ya no eres un jovencito para pasarte al noche en vela. Mira, yo ya me iré levantando para controlarle la temperatura y la presión.
-         Soy su abuelo, me quedo aquí, le diré a una de las criadas que me ponga una colchoneta.
-         Daland, sé razonable, el niño está bien, no le pasa nada.
-         Me da igual, me quedo, es mi casa y haré lo que se me antoje (dijo elevando la voz, la tía Camille negó con la cabeza y se fue refunfuñando de allí. Efectivamente el abuelo durmió toda la noche en mi habitación. Lo sé, porque yo no dormí a penas, me había pasado el día durmiendo, y aunque estaba molido, no tenía mucho sueño)
-         Buenos días, pequeño, ¿cómo te encuentras hoy?
-         Bien (aún estaba afónico, lo estuve casi una semana).
-         ¿Crees que puedes levantarte para desayunar o mando que nos suban el desayuno a la habitación?
-         Arriba (no es que estuviera débil es que no quería ver a nadie. Pero el abuelo lo interpretó como lo primero y puso una cara de preocupación).Estoy bien, solo que no quiero bajar (me sentí con la obligación de decirle)
-         ¿Por qué no quieres bajar? Están todos abajo, les alegrará verte, estaban todos preocupados por ti. Ayer nos asustaste.
-         Lo siento (dije casi susurrando) no era mi intención.
-         Venga, si quieres puedes bajar en pijama, ya me encargo yo de tu abuela (y me guiñó el ojo). Además hemos preparado un montón de cosas para que tus primeras Navidades en casa sean memorables (ya lo estaban siendo para mí pero no en ese sentido)
-         No, no quiero. No me apetece.
-         ¿Esto es por lo de la escuela?
-         No, abuelo, eso fue una estupidez, no es por eso.
-         Es cierto, fue una gran estupidez, te podía haber pasado, sepa dios qué. Eres muy pequeño para estar en la calle solo a esas horas ¿entiendes?
-         No estaba solo (por alguna rara razón, me hice la imagen de que todos los abuelos eran confidentes de sus nietos)
-         ¿No? (y alzó una ceja)
-         No, estábamos más chicos, salimos a celebrar el fin de trimestre. Normalmente aprovechamos el cambio de guardia para entrar, pero no hubo esa noche.
-         No, porque es la última noche antes de Navidad, se les da permiso (dijo el abuelo, peor no me di cuenta que su cara y su voz se estaban transformando de preocupación a decepción).
-         Aaaaaaaaah por eso, nos quedamos fuera y no podíamos entrar, ellos discutían sobre quién sería el cabeza de turco que picaría al interfono y haría que abrieran las puertas y así poder entrar a escondidas todos por la puerta de servicio. Ellos no nos querían dejar hacerlo, porque éramos los pequeños. Pero yo…yo…
-         Pensaste que por ser un Hofner nada malo te iba a pasar ¿no?
-         No pueden expulsarme ¿no?
-         Pueden, claro que pueden eres un Hofner, no el presidente de la república.
-         Aaaaaaaaaah (eso era algo que debieron contarme antes, bueno, que conste que no ha habido nunca un Hofner expulsado, así que sigo pensando que no me expulsarían por muy gorda que la montara. Eso sí, puede que no m expulsaran pero que iba a perder la capacidad de sentarme de por vida, también lo tengo muy seguro) Pero no me expulsaron. Y por una vez ser un Hofner ha sido motivo de bajar la cabeza
-         Esta vez no, Hans (dijo mirándome muy serio) pero a la próxima… ¿Cuándo has tenido que abajar la cabeza por ser un Hofner?
-         Olvídalo, abuelo.
-         No, no lo olvido. Estoy muy orgulloso de ser un Hofner, no entiendo como alguien no puede sentir orgullo por pertenecer a la familia Hofner.
-         He dicho que lo dejes abuelo.
-         No, quiero saber ¿quién te hace sentir mal por ser un Hofner?
-         No, es eso abuelo, olvídalo, no lo entenderías.
-         Pues explícamelo, estoy jubilado y tengo mucho tiempo.
-         En la escuela, los demás alumnos te dan de banda por ser un Hofner, porque es como si fueras un espía del enemigo
-         ¿el enemigo?
-         Si, los profes, venga abuelo, sé que fuiste un profe muchos años, pero antes fuiste alumno.
-         Tengo muy buenos recuerdos de mis profesores.
-         Déjalo, te dije que no lo entenderías.
-         Entonces…¿los otros chicos no se acercan a ti porque creen que les delatarás al director o alguno de tus tíos? ¿Por eso te presentaste voluntario para ser el cabeza de turco? ¿para demostrarles que eras uno de ellos? (mi abuelo pensó eso porque mi padre cuando tenía un par de años menos que yo e iba a la escuela donde el director era su abuelo, hizo algo parecido para que sus compañeros lo aceptasen como uno más de la pandilla).
-         No, no sé porque lo hice. A mí los chicos me tratan bien, como no soy un Hofener de verdad.
-         ¿Cómo que no eres un Hofner de verdad? ¡Eres un Hofner 100x100! (y el abuelo elevó un poco la voz y se dio una palmada en la rodilla para darle más dramatismo).
-         Sí, lo soy, pero…bueno…déjalo, digamos que a mí nadie me trata como un Hofner.
-         ¿En qué quedamos Hans? ¿te tratan diferente o no?
-         Hasta ayer a la noche no (tuve que reconocer) supongo que quería saber si el director me consideraba un Hofner o no.
-         Claro que te considera un Hofner, eres un Hofner, no entiendo la manía que te ha dado ahora con…¿Alguno de tus primos te ha dicho algo? (dijo transformándose la cara)
-         No abuelo, no me han dicho nada, nadie me dice nada. Estate tranquilo (no me decían anda, porque no me hablaban a penas,  excepción de Howie, el resto de mis primos en casa apenas me trataban y en la escuela todos se esforzaban en hacer como si no me hubieran visto). Olvídalo, abuelo, estoy cansado (y me volvía a recostar con la vana esperanza que se fuera).
-         Oh, no, nada de estoy cansado, llevas des de que llegaste durmiendo. Y está claro que no es nada, enfermaste incluso por eso.
-         No enfermé por eso, no enfermaría por eso. Me da igual esa estúpida escuela y ser o no ser uno de ellos. Me da igual, solo es algo temporal. Cuando cumpla 16 me iré y punto.
-         ¿16? La mayoría de edad es a los 18, Hans. La escuela dura hasta los 19.
-         Ya pero yo no voy a ir a la universidad, y a los 16 si tienes trabajo, puedes arrendar un apartamento.
-         Con el permiso de los padres (me aclaró el abuelo)
-         Los míos están muertos (eso fue cruel, lo reconozco, no tuve mucho tacto al recordarle la muerte de mi padre)
-         ¿Y mi permiso? ¿Qué?
-         Pero eres viejo
-         Oh, vaya, gracias Hans, ¿Ya quieres enterrarme?
-         No, no quería decir eso, abuelo. Solo que…(en menudos berenjenales me meto cuando quiero) bueno…que ya eres mayor…no estás para criar niños.
-         Dejemos por ahora eso de que no estoy para criar niños, aunque te aseguro que tengo cuerda para rato Hans, no debes de preocuparte por eso. Entonces si no era por la escuela ¿Por qué te dio ese ataque?
-         No quiero hablar de ello.
-         Esa respuesta no me vale, Hans. Quiero saber qué es eso que le preocupa tanto a mi nieto que hasta lo pone enfermo.
-         He dicho que no quiero hablarlo (y lo reconozco me puse en plan niño de tres años, no quiero, no quiero, no quiero).
-         Hans, a mí me lo puedes contar todo ¿lo sabes?
-          Lo sé. No es que no pueda, es que no quiero, abuelo (y me enfurruñé aún más, el abuelo ya me estaba cargando mucho)
-         A ver, me expresé mal, disculpa. Hans, a mí me lo tienes que explicar todo, soy tu abuelo, si no me lo cuentas no podré ayudarte.
-         No quiero tu ayuda.
-         Hans (y esa vez fue la primera vez que mi abuelo me llamó Hans de esa manera, la primera vez que el abuelo se cabreaba conmigo).
-         Déjame, estoy enfermo, quiero descansar.
-         Tú no estás enfermo, solo quieres que te deje en paz.
-         Si lo sabes, ¿por qué no te vas y me dejas tranquilo de una puta vez? (es muy sencillo pasar de la angustia a la rabia. Pero es aún más sencillo pasar de estar tumbado en la cama a estar tumbado sobre las rodillas de tu abuelo).
-         PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS (y esas diez palmadas no fueron de aviso, fueron incluso más duras que las que me había dado el director) HANS DIETER HOFNER ESA NO ES MANERA DE HABLAR A TUS MAYORES Y MUCHO MENOS A TU ABUELO PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS si estás enfadado, los demás no tenemos la culpa, no puedes pagar tus frustraciones con la gente, no con los que te queremos PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS.
-         Aaaaaaaaaaaaaaaaay (realmente es extraño chillar cuando se está ronco, la voz viene y va y pica tanto el cuello que se te hace hasta un nudo en la garganta).
-         PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS Si vuelvo a oírte dirigirte a alguien con esos malos modos, vas a recibir algo más que unas palmaditas PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS ¿Comprendiste Hans?
-         Síiiiii auuuuu lo siento, no quise hablarte así.
-         De acuerdo, pero que no se vuelva a repetir (y en el tono que lo dijo estaba claro que más me valía que no se repitiera). Ahora, me vas a decir que es eso que te angustiaba tanto ( y después de esos manotazos a ver quién es el chulo que se mantiene en sus trece. Ya había aprendido que la táctica de no bajarse del burro le costaba muy cara a mis posaderas, así que decidí contárselo, aunque pensaba que jamás lo entendería, y pensaría que solo era una chiquillada).
-         Olvidé a ti a Ofelia (y fue decir eso y volver a llorar como una niña. Ahora ya no lloro cada vez que hablo de ella, pero sí que a veces aún me pongo triste).
-         ¿Qué? (el abuelo no acababa de entender, y yo había sido muy escueto en mi explicación).
-         Es Navidad, y ella no estará. Nunca he pasado unas navidades sin tía Ofelia... snif snif Y yo no pensé en ella, no pensé en ella en la escuela  snif ella me quería tanto y me lo dio todo y yo la he olvidado y… me preocupaba por tonterías como la escuela y el estúpido del director y la opinión de los chicos …y todas esas estupideces en vez de pensar en ella snif snif debería ser yo el que hubiera muerto
-         Plaff (y el abuelo me sacó de aquel llanto de un bofetón) Nunca, nunca más vuelvas a decir eso. NUNCA (y me zarandeó fuerte, yo tragué saliva, el abuelo tenía ojos de loco) JÚRALO; NUNCA
-         Nunca (dije acojonado de miedo, dios parecía un asesino escapado del manicomio, pero mi nunca sirvió para calmarlo, eso creo).
-         Hans, sé que quieres mucho a tu tía, y digo quieres, porque a pesar que hace ya más de 10 años, yo aún quiero a tu padre. Quieres a tu tía, y estas Navidades no serán tan felices como lo habrían sido de estar ella. Lo entiendo. Pero pueden ser igualmente unas felices Navidades. Y está bien, no pensar obsesivamente en la gente que nos ha dejado. Solos e debería pensar en ella en momentos felices. Así ellos también, en cierto modo participan de nuestra felicidad ¿entiendes? No debemos sentirnos culpables por que la vida continúe.
-         Pero ella pensaría en mi cada día.
-         Es distinto, ella era tu madre, sé que no era biológicamente tu madre, pero para el corazón eso importa bien poco. Y el amor que sentimos los padres hacía los hijos es muy muy muy profundo. Por eso cuando vosotros sufrís nosotros sufrimos aún más. Posiblemente Ofelia lloraría tu muerte durante mucho tiempo, yo a veces aún lloro por la muerte de tu padre. Pero también sé, porque soy padre, que Ofelia no querría que tú enfermaras por ella. No querría que te perdieras todas esas cosas buenas que te esperan en la vida por guardarle el luto. Hans hay un motivo porque por naturaleza los hijos sobreviven a los padres, y ese es porque vosotros podéis. Y otra cosa, no la has olvidado, qué estemos hablando ahora de ella, lo demuestra.
-         Pero yo la echo de menos, la quiero aquí (y me abracé al abuelo como si me fuera la vida en ello. El abuelo también me abrazó).
-         Lo sé, pequeño (y aquel fue el primer beso que me dio mi abuelo. Los Hofner no somos nada afectivos, yo tampoco, algo Hofner tengo al fin y al cabo, pero aquel beso fue especial y no lo olvidaré por años que viva).
-         Abueloooo tienes una mano muy dura
-         Jajaja ya te dije que no debía preocuparte por mí, estoy fuerte como un roble. Ahora vamos a bajar a desayunar y mañana, mañana te demostraré que fuerte está tu abuelo, porque jovencito, vamos a tener una charla muy interesante (el eufemismo del siglo para decir que te voy a dar una somanta palos) sobre meterse en líos en la escuela.
-         Pero el director ya me castigó (dije con cara de memo, y al fin entendí  a mis primos cuando decían  eso de que “problemas en la escuela - tormento en casa”)
-         JAJAJA Conozco a mi hermanito, es un blando (mi trasero y yo discrepamos totalmente con eso). Además esto es entre tú y yo, caballerete. Pero eso será mañana. Hoy vamos a disfrutar un poco de un buen rato con la familia.
Mis primeras Navidades en casa de los abuelos, no fueron maravillosas, lo cierto es que me pasé las Navidades llorando, no por la zurra que me dio el abuelo. Por esa solo me pasé un rato llorando y dos días lamentando que las sillas de casa fueran tan duras. Me lo pasé llorando porque había un montón de cosas que me recordaban a las Navidades que pasábamos tía Ofelia y yo. Y en aquel entonces aún no había logrado pensar en tía Ofelia de la manera que el abuelo había dicho, para mí aún era solo dolor. Pero a las siguientes Navidades ya no fue tan duro, e incluso el abuelo puso un calcetín para ella debajo del árbol, justo al lado del que ponía Walter. Pero esa es otra historia.



4 comentarios:

  1. Esta muy buena tu historia Little, pero no la vayas a dejar así, continuala Porfavor.

    Karla.

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  2. Little ,este capitulo en un inicio lo he encontrado muy divertido,ya que siempre y por siempre para los jóvenes y niños el saltarse las reglas del colegio será una gran aventura ,mas te confieso que con los siguientes acontecimientos me has conmovido hasta las lagrimas ,bien se lo que se siente el extrañar ha un ser amado y mas bien en fechas especiales y la pena,susto y el remordimiento que se siente cuando llegado el momento tu sigues viviendo y ni siquiera te das cuenta en que caes en la "normalidad".
    Gracias por tan bello relato,...en todo caso no por nada eres tan buena escritora,y admiro fervientemente "TODOS" tus trabajos.

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  3. Sin dduda te seguís superando me a encantado este nuevo capítuloy ha valido la espera es muy duro perder a un ser muy especial y en fechas tan marcadas es aún peor el no poder estar físicamente con ellas aunque nadie nos deja si no olvidas los mejores momentos que se pudieron.compartir .

    Espero y no tardes en actualizar porque me gusta mucho la historia y sobre todo el pequeño Hans

    Fanny

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  4. QUE RICO LA BOFETADA DEL ABUELO CON ESA PESADA MANO

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