BRAIS
La rueda del coche
se desinflaba y se desinflaba con un silbido característico bajo la atenta
mirada del muchacho que acababa de hacer un agujerito en la goma. Brais jamás
pensó que llegaría a hacer algo semejante, pero tampoco había creído que algún
día podría suspender una asignatura para el verano. A él se le habían acabado las vacaciones
antes de empezar, así que le parecía justo que su profesor tuviera que poner
una rueda de repuesto. Por capullo.
Se olvidó del pequeño detalle de que el coche estaba aparcado en las
instalaciones del colegio, y de que allí dentro había cámaras. Algo le dijo que
le habían pillado cuando le llamaron al despacho del director. A nadie le
llaman al despacho del director el último día de colegio, al menos que haya hecho
algo gordo.
Aguantó la bronca como un campeón, pero se dio por muerto en cuanto el
director llamó a su padre. Había tráfico, así que pasó media hora desde que le
hicieron esperar en el pasillo hasta que vio entrar a su padre por la puerta.
Para entonces ya le habían entrado sudores, y escalofríos, y toda clase de
malestares físicos y psicológicos.
Su padre empezó a gritarle antes, durante, y después de entrar a hablar
con el director. Brais quiso tener la esperanza de que gran parte del enfado se
le hubiera ido con los gritos, pero no tuvo esa suerte, porque cuando salían
por la puerta del colegio escuchó su sentencia.
-
Ni creas
que eres demasiado mayor para una tunda, porque esta te la ganaste con creces.
Brais tragó saliva, y caminó en silencio hasta el coche. Quiso hacer
oídos sordos a aquellas palabras, pero lo cierto es que resonaron en él todo el
camino de vuelta. Se sentía incómodo, y quería que se lo tragara la
tierra.
Brais tenía catorce años, y hacía tres que sus castigos se limitaban a
quedarse sin paga o sin salidas, aunque a veces su padre le enseñaba el
cinturón como amenaza, pese a que nunca le había pegado con eso y estaba
bastante seguro de que nunca lo haría.
Cuando llegaron a casa Brais se fue directamente a su cuarto, sintiendo
que tenía mariposas en el estómago. ¿Iba a pasar de verdad, o su padre solo se
había tirado un farol? De una forma u
otra, saldría de dudas enseguida.
Escuchó los pasos de su padre y se tensó un poco. Le vio entrar en la
habitación y le miró con toda su atención.
-
Tienes
suerte de que no hayan presentado una denuncia.
-
Ni que se
lo hubiera rayado, solo fue una rueda….
-
¡FUE UN
ACTO VANDÁLICO, BRAIS!
Brais agachó la cabeza. En el fondo sabía que se había pasado, y que su
padre tenía razón. Le escuchó respirar
profundo, como para calmarse, y cuando alzó la mirada le notó menos enfadado.
-
Tu abuelo
me habría dado la paliza de mi vida por algo así.
-
¿Y tú a
mí? - indagó Brais. No quería
preguntarlo, pero tenía que saberlo.
-
Es eso, o
todo el verano castigado, sin salir y sin internet.
Brais abrió mucho los ojos. Todo el verano en casa y sin internet…eso
era…¡era un crimen!
-
¡No,
papá, no puedes!
-
No me
digas lo que puedo y lo que no puedo hacer, porque suspender y destrozar la
propiedad ajena bien valía que hiciera las dos cosas. En lugar de eso te doy a
elegir…
-
¡No es
una elección real! ¡No puedo pasarme sin internet todo el verano, moriré de
aburrimiento!
-
Parece
que ya has escogido entonces.
Brais observó cómo su padre se sentaba en su cama. No podía ser tan
horrible ¿no? No iba a durar mucho y tampoco iba a doler tanto. Él ya no era un
crío pequeño. No iba llorar por un par de palmaditas, como su hermano pequeño,
que a sus cuatro años lloraba incluso cuando le alzaban un poquito la voz.
-
¿Qué
tengo que hacer? – preguntó, sin poderse creer que estuviera pasando.
Su padre le hizo una señal para que se acercara y le tomó del brazo.
Tiró de él, y en un segundo Brais se vio tumbado sobre las rodillas de su
padre, justo como había visto alguna vez a su hermanito. Aquello era
tan…tan…vergonzoso.
-
No puedes
interponer las manos ni levantarte hasta que termine ¿entendido?
-
S-sí…
-
No me
esperaba esta insensatez de ti. No ganas nada culpando al profesor de tu
suspenso, y desde luego no puedes destrozar sus cosas como venganza. Yo no he
criado a un delincuente.
Brais iba a decir algo para defenderse de aquellas palabras tan duras,
pero antes de poder abrir la boca sintió un picor extraño e intenso en la parte
alta de sus muslos.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
¡Ai! ¡au!
¡Que duele!
-
¡Me
alegro de que duela, así recordarás como comportarte!
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
¡Ai! ¡Ya
vale, papá!
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- Au….snif… lo siento ¿vale?
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
¡Ai! ¡Lo
siento, papá! ¡Perdona! Ya no lo haré más…
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
Bwaaaa….
Estaba enfadado y no pensé….bwaaaa….lo siento….
Brais sintió que su padre le levantaba y le dejaba sobre la cama, y
observó con horror que se llevaba las manos al cinturón. Observó cómo se lo
quitaba casi como si estuviera hipnotizado, y segundo después reaccionó,
escudándose pobremente tras la almohada.
-
No, papá,
¡por favor! ¡Ya entendí, ya entendí! ….Te juro que voy a estudiar… no suspenderé
nunca más y jamás tocaré una rueda de nuevo… No lo hagas…no…. ¡Prefiero lo
otro! ¡Prefiero estar castigado todo el verano!
Su padre se detuvo y le observó con curiosidad. Brais notó cómo poco a
poco su expresión de enfado se iba transformando en una expresión más dulce y
vio cómo dejó el cinturón en el suelo. Se acercó a él y le quitó la almohada
para mirarle a la cara.
-
Eso no
sería justo, ya te he pegado. Estarás castigado por una semana.
- Snif… ¿y no me darás con el cinturón?
-
No. Pero
no debes tener tanto miedo. Jamás te haría daño. – declaró, sentándose a su
lado.
-
¡Me
dolió! – protestó Brais, arrimándose contra él.
-
Se supone
que tiene que hacerlo, por eso es un castigo, ¿o ya lo has olvidado?
-
¡A Nico
no le das tan fuerte! – se quejó.
-
Nico
tiene cuatro años e.e Anda, ven aquí. Tu hermano siempre se calma cuando le doy
un abrazo.
-
¡Pues yo
no! – refunfuñó Brais, pero se dejó abrazar.
- ¡Me has engañado!
-
¿Ah sí?
¿Cuándo hice eso?
-
¡Pensé
que saldría ganando con las palmadas!
-
¿Así vas
a llamarlo? – preguntó el padre, sonriendo. Frotó la espalda de Brais con
cariño y le apretó más contra sí, con afecto.
-
No lo
llamaré de ninguna forma porque no vas a hacerlo nunca más.
-
Yo no
estaría tan seguro, mocoso.
Brais abrió la boca hasta casi desencajarla, mientras su padre le
miraba sin poder contener su diversión ante aquella expresión desconcertada.
Pobre Braiiiiss!!!! qué mala suerte!
ResponderBorrarHermoso tu relato, como siempre
Que bonito relao Dream...
ResponderBorrarnos tenias abandonadas, hehe lo he disfrutado mucho como siempre
Marambra
Pobrecito Brais...no esta mal intentar tantear al padre para que no lo vuelva hacer haha
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