jueves, 31 de diciembre de 2015

UN MILAGRO EN NOCHEVIEJA.



UN MILAGRO EN NOCHEVIEJA.

-         ¡Madre mía, madre mía, madre mía! – gritó Holly desde el salón.

-         ¿Qué, qué, qué?  - acudió Aaron enseguida.

Desde que supo que Holly estaba embarazada por tercera vez, estuvo muy pendiente de ella. Ya no era tan niño como cuando nacieron Blaine y Leah. Por aquél entonces tenía solo doce años y acababa de mudarse a la casa de su hermana. Dado el estado en el que llegó, no estaba en condiciones de cuidar a nadie, pero enseguida empezó a tomar un rol protector con sus sobrinos. Cuando Sean nació él se encargaba muchas veces de cuidarlo. Y ahora que el nuevo bebé estaba en camino ya tenía diecisiete años, era prácticamente un hombre. Cuando Connor estaba fuera en una misión, era el hombre de la casa.

Aquella era la primera vez que Connor pasaba fuera las vacaciones. Habían podido hablar con él mediante videocámara el día de Navidad, pero parecía que iban a empezar el nuevo año sin poder establecer contacto.

-         ¡Que ya viene!

-         ¿Papá? – preguntó Leah.

-         ¡No, el bebé! – chilló Holly, asustada.

Ya había dado a luz a dos mellizos y a un pequeño varoncito, pero aquél embarazo era diferente. En su vientre llevaba a dos bebés, pero dos días atrás le habían dicho que uno de ellos nacería muerto. Nunca había necesitado tanto el apoyo de su marido, pero tuvo que afrontar aquello sola, porque él estaba al otro lado del mundo jugándose la vida.

-         ¡Madre mía! – se hizo eco Aaron, alarmado. ¡Aún faltaban dos semanas para que saliera de cuentas! Se suponía que aquello no tenía que pasar ese día. Histérico, tomó las llaves del coche, para ir al hospital.

-         ¡Los niños no pueden quedarse solos! – dijo Holly.

-         ¡Tú no puedes quedarte sola! – rebatió Aaron.

-         ¡No pienso irme hasta que haya alguien para cuidarlos!

-         ¿Quién va a venir a cuidarlos en Nochevieja? – replicó Aaron. ¿Por qué su hermana perdía el tiempo en discusiones? Claro que no podían dejar a dos niños de tres años y a un bebé de uno solos…

-         Iré sola.  – sentenció Holly. – Tú quédate con ellos.

-         Una mierda – replicó Aaron.

-         ¡Mami, el tío ha dicho un taco! – acusó Blaine.

-         No puedes ir sola, Holly. Ni siquiera puedes conducir así. – razonó Aaron.

-         Llamaré una ambulancia.

-         ¡MIERDA, MIERDA, MIERDA! – canturreó Blaine. Estaba en esa época en la que repetía todo lo que oía, sobretodo si le habían dicho que no se podía decir. Lo vio como una estupenda forma de conseguir que le prestaran atención, ya que con los festejos de Año Nuevo y el bebé Sean, todos estaban muy ocupados como para jugar con él.

-         No quiero que estés sola… - murmuró Aaron. Era perfectamente consciente de que su hermana estaba aterrada y profundamente deprimida por la pérdida de uno de los bebés. No podía pasar por aquello ella sola…

-         ¡MIERDA! – chilló Blaine, más fuerte. Aaron le miró con fiereza.

-         ¿Voy al cuarto de papá? – le preguntó. Aquello era una amenaza velada, y el niño, pese a su corta edad, la entendió perfectamente. Se tapó la boca con las manos.

-         Así está mejor.

-         ¡Mierda! – gritó Blaine, enfadado.

Durante un segundo todo estuvo en silencio. Después Aaron se abalanzó sobre el mocoso, pero los dos se quedaron quietos cuando Holly soltó un gemido. El bebé venía, y no iba a retrasarse porque su tío fuera a asesinar a su hermano.

Llamaron una ambulancia, pero los servicios estaban saturados aquella Nochevieja, porque había habido un accidente en una discoteca. Holly ya estaba resignándose a dar a luz en su cama, sin ayuda médica, cuando tocaron a la puerta. Aaron fue a abrir, y al ver quién era Holly empezó a llorar como una niña pequeña.

Siempre que le veía a él, su mundo volvía a estar seguro. Podía permitirse tener miedo en su presencia, porque él era fuerte por los dos.

-         ¡Connor! – gritó, y dejó que él se acercara, porque en ese momento le sobrevino una contracción que la impidió ir a su encuentro.

La misión había acabado antes de tiempo, y él había decidido darles una sorpresa. Ya que no había podido pasar la Navidad con ellos, llegaría sin avisar para Año Nuevo.

-         ¡Holly! ¿Estás bien? ¿Qué sucede?

- ¡La niña! ¡El bebé! ¡Ya viene!

Connor entendió rápidamente la situación, y se hizo cargo. Dejó la mochila que traía con las escasas pertenencias que se había llevado, y puso una mano sobre la tripa de Holly, como si quisiera sentir a sus pequeños, pero sabía que sólo podría sentir a uno. Le habían comunicado la triste noticia cuando aún estaba de servicio y sabía que su esposa le necesitaba.

-         ¡Papiiii! – Leah corrió a abrazar a su padre y él la levantó en el aire, feliz de ver a su pequeña y notando lo mucho que había crecido en su ausencia. Blaine también se acercó y dejó que le cogiera.

-         Papi, mierda – saludó, con una sonrisa, probando la nueva palabra.

-         ¿Qué has dicho?

-         ¡Mierda, mierda, mierda!

Connor le miró muy seriamente. Iba a decir algo, pero un carraspeo de su mujer, llamándole a la calma, le hizo pensarlo mejor. No quería disgustar a Holly en ese momento ni provocar ninguna discusión. No estaban de acuerdo en la forma de educar a sus hijos, pero aquél no era el momento para hablar de ello.

-         Blaine… uf…. eso no se dice. – regañó Holly, llevándose una mano a la tripa.

-         ¿Por qué no, mami?

-         Porque no y basta – cortó Connor. – Si la dices te pegaré, ¿entendido?

Blaine abrió su boquita en forma de “o” y luego asintió.

-         ¿Y si tito Aarón dice mierda? – preguntó.

Eso fue suficiente para Connor, que no iba a consentir que un niño de tres años se riera de él, repitiendo algo que le habían dicho que no dijera. Se acercó a él  y le agarró con un brazo, llevándose una mano a la cintura.

-         Connor, ni se te ocurra – avisó Holly, leyéndole la mente.  Connor rectificó su movimiento, y se limitó a bajar  la mano un par de veces sobre el pantalón del pequeño.

PLAS PLAS

-         ¡Au! Bwaaaaaaaaa

-         Lleva esos calzoncillos con relleno, tipo pañales. Eso no le dolió nada – gruñó Connor.

-         ¡Es que no pretendo que le duela! Uff… Pero te aseguro que gracia tampoco le hizo….ug… ¿¡¡¡Ahora quieres darle un beso y llevarme al hospital!!!?

Como si se le hubiera olvidado que su mujer estaba a punto de dar a luz, Connor empezó a moverse nerviosamente, buscando las llaves del coche. Aaron se las acercó.

-         Hola, chico. ¿Les has cuidado bien? – preguntó Connor, a modo de saludo.

Aaron asintió, y miró a Blaine que seguía llorando.

-         Bwaaaaa… papi…. No te alegraste de verme…. Bwaaaaaa

-         ¡Connor!  - apremió Holly.

Connor no estuvo seguro de si le estaba metiendo prisa para marcharse o para reconciliarse con el niño, pero por si acaso se agachó junto a su hijo, y le puso las manos en sus pequeños hombros.

-         Claro que me alegré de verte. Llevaba semanas esperándolo. Pero esa palabra no se dice ¿eh?

-         Snif… Ya no la digo más, pero no vuelvas a irte.

Connor sonrió un poco, enternecido, y le revolvió el pelo. Le repartió a Aaron algunas instrucciones rápidas, y se fue con Holly en el coche, rumbo al hospital. Jamás llegaron, por el tráfico, así que la pequeña Scarlett nació en el asiento trasero de su coche.

-         Es preciosa, mi amor, es igualita a ti…mira esos ojitos…ábrelos para papá, tesoro… - decía Connor mientras intentaba arropar a la criatura para que no cogiera frío. Le temblaba el pulso, nervioso aún por haber tenido que hacer de comadrona.

Holly no le prestó atención, porque le sobrevino una nueva contracción.

-         ¡No! – chilló, y cerró las piernas con fuerza. Su bebé… Su precioso bebé que nacería sin vida. Cuando le dieron la noticia, se negó en banda a que se lo sacaran, porque eso podría poner en riesgo al otro bebé. Le dijeron que si no la inducían el parto podía haber riesgos para ella, pero no atendió a razones. No era capaz de enfrentarse a la realidad de que su hijito aún no nacido estaba muerto.

Pero ahora tenía que enfrentarse…Ahora daría a luz… daría a luz a un pequeño angelito sin vida.

-         Holly… tiene que salir amor… tienes que dejar que salga.

Holly lloró, y finalmente, extenuada, no pudo resistirse a las pulsiones involuntarias de su útero. Con ayuda de Connor, el segundo bebé salió al mundo.

Echó la cabeza a un lado y cerró los ojos.  No quería verlo.

Entonces escuchó un llanto fuerte. Al principio pensó que era la niña, Scarlett, que lloraba en las mantitas que su padre había improvisado. Pero de pronto eran dos los llantos que escuchaba, y aquello no podía ser posible…

-         ¡Holly! ¡Holly, mi amor, está respirando! ¡Está vivo, Holly, está vivo! – gritó Connor.

Holly alcanzó a sonreír, y a observar a sus dos pequeños tesoros. Escuchó entonces la sirena de la ambulancia, que ya llegaba por la carretera, y su cuerpo se sumió en un profundo sopor. Necesitaba descansar. Necesitaba reponerse de ese pequeño milagro de Año Nuevo. 

-         Je…re...miah… - murmuró, susurrando el nombre del pequeño. Connor le había prometido que ella podría elegir el nombre de los mellizos. Él eligió el de los demás.





¡¡FELIZ 2016!! :D

He escrito esto muy rápido, mientras preparaba la cena de Nochevieja xDDDD Una miradita a la vida de Holly.

Seguramente esto contradiga algunas leyes de la medicina, pero bueno, son las licencias que una se toma al escribir la historia.

4 comentarios:

  1. Me encanto mas con el pequeño milagro

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  2. Muy linda me encanto el milagrito de todas formas hay muchos milagros q desafiaron a las leyes de la medicina... t quedó bella

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  3. Ya hace un tiempo lo leí y no alcanzaba a comentar. No me puedo ni imaginar lo que escribirás con tiempo si esta belleza salió entre las preparaciones de la cena.
    Fue muy hermoso tu relato, lleno de esperanza, justo para éste nuevo año!

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