-Mis rosas!! Mis hermosas
rosas!!!.... Ladrón, ladrón.... Alguien que me auxilie, por favor, antes que me
desmaye....- Gritaba a voz en cuello Doña Eloísa desde el portillo de su amado
jardín, mirando los restos de sus amadas florecitas, mutiladas por algún
sinvergüenza desalmado.
-Está
Ud. bien Doña Elo?! - Preguntó el encantador muchacho, saliendo alertado de su
casa por los gritos de su anciana vecina.
-Noo.
No! Qué voy a estar bien?! Si me han robado... Me han.. Me han...robado mis
hermosas joyas!!- Exclamaba angustiada, al borde de las lágrimas.
-Tranquilícese,
Doña Elo. -Dijo Roberto, sacando el celular de su bolsillo- Ahora mismo doy
parte a la policía. Ya verá como encuentran a esos mal vivientes y recuperan
sus joyas...
-Ay,
hijo! Pero qué haré yo con las pobrecitas?! Se van a marchitar...
-Marchitar?!
Pero... -De repente se le hizo algo de luz a Roberto. Mirando hacia alrededor,
se dio cuenta que las preciosas rosas rojas que tanto amaba esa viejecita ya no
estaban. Recordó también que ella solía llamar joyas a sus flores, así que
sumando las pistas, entendió que la noble anciana había sido víctima de un
ladrón de rosas.
-Ohh!!
Sus flores! Créame que lo lamento, Doña Elo... Pero ya verá que volverán a
florecer. No se ponga mal...
-Hijito,
cómo quieres que no me ponga mal, si dedico mis horas a esas flores...
-Lo sé!
Y de veras lo siento...
En lo
que Roberto intentaba animar a la señora, Sofía salió contenta de la casa,
directo a abrazar y besar a su marido.
-Mi
amor! Mi amor, te amo! Están bellas...- Le decía colgada a su cuello, besándolo
con pasión.
-Hey!
Cariño, de qué hablas?!
-De las
rosas, Roberto! De qué mas?! Están alucinantes, amor! Dónde las conseguiste?!
-Rosas?!
Yo...yo no te compré rosas, Sofi.
-Qué?!
Pero... Si estaban en la cama cuando me desperté...-Decía confundida Sofia.
Había sido una maravillosa sorpresa. Las rosas eran dignas de admirar. Y ella,
como toda mujer había disfrutado del detalle.
Pero
ahora, saber que no era un regalo de su marido, la había llenado de dudas. Si
no había sido Roberto, entonces quién?!
-Mami,
mami... Te gustaron las florcitas que te regalé?! - Nicolás venía corriendo de
su casa, con una sonrisa de oreja a oreja adornando su angelical carita. Pero
cuando vio a Doña Elo con su papá y su mamita, intentó una graciosa huida.
-Oh-oh!-
Murmuró antes de echarse a correr hacia su casa.
-Alto
ahí, Nicolás -Dijo Roberto, terminando de atar todos los cabos.
Nicolás
muy a su pesar detuvo sus piecitos y lentamente se dio vuelta para enfrentar a
su papá.
-Hijo
tú tomaste las rosas de Doña Elo?! - Preguntó Roberto, necesitando la
confirmación de su niño.
-.....-
Nada. El angelito se mantuvo bien calladito.
-Nico.
Te hice una pregunta.Tú tomaste las flores de Doña Elo?! -Repitió papá,
acercándose peligrosamente hasta donde su hijito se había quedado
"plantado".
-Sí,
papito. -Respondió en un susurró casi inaudible.
-Por
qué lo hiciste, hijo? Sabes muy bien que no puedes tomar las cosas de otras
personas. Eso es robar. Y yo no te eduqué así- El joven papá se agachó para
quedar a la altura de Nico, apoyando una rodilla en el suelo, recostó a su niño
sobre su muslo.
plafff...
plafff... plafff... plafff... plafff... plafff...
Seis palmadas
algo subidas de tono para un niño de seis años, todas dadas en el centro de la
colita de Niquito, fue el castigo que entregó Roberto al incauto ladronzuelo de
las rosas de su vecina.
-Buuaaaaaaaaa....
buaaaaa.... noooo, papiiii, noooo!!! Buaaaaa... era regalo para mamiiiiiii...
ayyyyyy... ayayayyyyy, yaaaa!!!! -Gritó el pequeño, a todo pulmón, llamando la
atención de algunas personas que paseaban a esas horas de la mañana.
-Bueno,
bebé... shhhhh... shhhh!! Ya está, ya está!
-Buaaaaaa....yo
no robéeee, papitooo.. snif snif... pe..pero no m-me alcanzaba lo de mi..mi
chanchiiiitoooo... snif snif... y..y quería darle las rositas a mamá- Confesó
su pecado llorando en el hombro de su padre, que lo levantó en brazos para
apachurrarlo contra su pecho, intentando consolarlo.
-Pero
hijito, si necesitabas dinero me lo pedías a mí, bebé. Shhhh.. shshshshhhh...
bueno, bueno... shhhh... no llores más, Nico, que papá no te castigó tan fuerte
-Pe..pero..
snif snif... me duele la coliiitaaaa.. snif snif... -Nicolás no podía dejar de
llorar. Su papá le había dado muchas palmadas. Y él sólo había querido hacerle
un regalo a su mamá, no robarle a Doña Elo.
-Snif
snif...duele..- Reclamó haciendo unos pucheros que derretían a su mamá.
Inmediatamente,
Sofi tomó a su hijo de los brazos de su marido. Le hizo unos mimos en la
espalda, alternando su mano con las nalguitas castigadas del peque,
arrullándolo con su voz.
-Te
amo, bebito de mi corazón. Gracias por tu regalo, mi cielo. Pero no se toman
las cosas de los demás, aún cuando nos hagan falta, tesoro. Eso no está bien.
-Pero..
snif snif... Yo le dejé mis moneditas a Doña Elo.. snif snif... y.. y mi
Dino... snif.. y un dibujito! Falta pagar más, Doña Elo?! -Preguntó Nicolás
mirando a la anciana con ojos inocentes y tiernos.
-Qué
dices, hijo?- La ancianita no entendía a qué se refería el niño. Ella no había
querido que lo castiguen, pero tampoco quiso interferir en la disciplina que
aplicaba el papá del nene. Ella había odiado cuando alguien se entrometía en su
momento, por lo que -muy a su pesar- respetó la decisión de Roberto.
Sofía
puso al niño en el piso. Y, tan pronto como Nico se encontró tocando el suelo
con sus piecitos, se dirigió hasta el lugar donde crecían las dichosas rosas.
Sacó a su peluche Dino y se lo entregó a Doña Elo.
El
muñeco tenía en su espalda una especie de bolsillo, que al abrirlo, Eloísa se
percató del puñado de monedas y una cartita con un dibujo hecho por el
pequeño artista.
"No
tengo más monedas" rezaba la carta, con un claro puño infantil "le
doy mi Dino a cambio de las rosas. Y prometo ayudarla a cuidarlas cuando
crezcan. Nico"
La
encantadora señora terminó de leer la notita, observando sonriente el dibujo
que contenía. El pequeño niño, en brazos de su alegre mamá, por el regalo de
las rosas rojas.
Nicolás
puso sus manitos juntas en tono de súplica y dijo - Me perdona por sacarle sus
florcitas, Doña Elo? Yo le voy a traer más monedas cuando se me caiga éste
diente- Señaló el pequeño dientecito que bailaba en la encía del niño.
Eloísa
se inclinó y besó la cabecita del nene. -No hace falta, jovencito. Esas flores
son tuyas y puedes tomarlas cuando quieras. Y, hablando de tomar, ya tomaste tu
desayuno?!- Preguntó la dama, sabiendo que el pequeño aún no había tomado la
leche.
-No-
Respondió Nico. Elo miró a los padres en una pregunta silenciosa, como diciendo
"puedo?" y ellos asintieron de inmediato.
Nicolás
pasó ese día y casi todos los días de sus vacaciones desayunando la rica leche
con pastel que Doña Elo le preparaba gustosa. Ese niño era una dulce compañía
para ella, mejor que cuidar de sus rosas, claro!
Al
parecer, éste angelito había venido al mundo para cosechar muchos abuelos!
Me encanto esta lleno de ternura.
ResponderBorrarAriane me encanta tu forma de escribir tan tierna y me encanta este chico ya sea grande o pequeño... en sus dos versiones es encantador.
ResponderBorrarMuchos saludos y espero que pronto tengamos mas de este chico ;)
Muchas Gracias, Taz!!!! =D Qué amable eres!!
ResponderBorrarMary, gracias a ti también. Mira que me tienes enamorada con tus historias. Amo eso de la "intervención divina" en la vida! y tú simplemente me complaces siempre!! Gracias por tus lindas historias!
Ariane acabas de derretir mi corazón con esa confesión de pobreza, vaya que la crisis alcanza incluso al raton Perez que no le dio suficientes moneditas BUAAAAAAAAA
ResponderBorrarprecioso relato, me gusto mucho de verdad
Marambra
Ahhh ese Nico, para comerseloooooo
ResponderBorrarGrrrr ese Roberto porque tan severo con lan lindi pequeño!!!!
ResponderBorrarMuy hermoso Ariane!!!!