jueves, 19 de marzo de 2015

Rosas y cariños...



-Mis rosas!! Mis hermosas rosas!!!.... Ladrón, ladrón.... Alguien que me auxilie, por favor, antes que me desmaye....- Gritaba a voz en cuello Doña Eloísa desde el portillo de su amado jardín, mirando los restos de sus amadas florecitas, mutiladas por algún sinvergüenza desalmado.
-Está Ud. bien Doña Elo?! - Preguntó el encantador muchacho, saliendo alertado de su casa por los gritos de su anciana vecina.
-Noo. No! Qué voy a estar bien?! Si me han robado... Me han.. Me han...robado mis hermosas joyas!!- Exclamaba angustiada, al borde de las lágrimas.
-Tranquilícese, Doña Elo. -Dijo Roberto, sacando el celular de su bolsillo- Ahora mismo doy parte a la policía. Ya verá como encuentran a esos mal vivientes y recuperan sus joyas...
-Ay, hijo! Pero qué haré yo con las pobrecitas?! Se van a marchitar...
-Marchitar?! Pero... -De repente se le hizo algo de luz a Roberto. Mirando hacia alrededor, se dio cuenta que las preciosas rosas rojas que tanto amaba esa viejecita ya no estaban. Recordó también que ella solía llamar joyas a sus flores, así que sumando las pistas, entendió que la noble anciana había sido víctima de un ladrón de rosas.
-Ohh!! Sus flores! Créame que lo lamento, Doña Elo... Pero ya verá que volverán a florecer. No se ponga mal...
-Hijito, cómo quieres que no me ponga mal, si dedico mis horas a esas flores...
-Lo sé! Y de veras lo siento...
En lo que Roberto intentaba animar a la señora, Sofía salió contenta de la casa, directo a abrazar y besar a su marido.
-Mi amor! Mi amor, te amo! Están bellas...- Le decía colgada a su cuello, besándolo con pasión.
-Hey! Cariño, de qué hablas?!
-De las rosas, Roberto! De qué mas?! Están alucinantes, amor! Dónde las conseguiste?!
-Rosas?! Yo...yo no te compré rosas, Sofi.
-Qué?! Pero... Si estaban en la cama cuando me desperté...-Decía confundida Sofia. Había sido una maravillosa sorpresa. Las rosas eran dignas de admirar. Y ella, como toda mujer había disfrutado del detalle.
Pero ahora, saber que no era un regalo de su marido, la había llenado de dudas. Si no había sido Roberto, entonces quién?!
-Mami, mami... Te gustaron las florcitas que te regalé?! - Nicolás venía corriendo de su casa, con una sonrisa de oreja a oreja adornando su angelical carita. Pero cuando vio a Doña Elo con su papá y su mamita, intentó una graciosa huida.
-Oh-oh!- Murmuró antes de echarse a correr hacia su casa.
-Alto ahí, Nicolás -Dijo Roberto, terminando de atar todos los cabos.
Nicolás muy a su pesar detuvo sus piecitos y lentamente se dio vuelta para enfrentar a su papá.
-Hijo tú tomaste las rosas de Doña Elo?! - Preguntó Roberto, necesitando la confirmación de su niño.
-.....- Nada. El angelito se mantuvo bien calladito.
-Nico. Te hice una pregunta.Tú tomaste las flores de Doña Elo?! -Repitió papá, acercándose peligrosamente hasta donde su hijito se había quedado "plantado".
-Sí, papito. -Respondió en un susurró casi inaudible.
-Por qué lo hiciste, hijo? Sabes muy bien que no puedes tomar las cosas de otras personas. Eso es robar. Y yo no te eduqué así- El joven papá se agachó para quedar a la altura de Nico, apoyando una rodilla en el suelo, recostó a su niño sobre su muslo. 
plafff... plafff... plafff... plafff... plafff... plafff...
Seis palmadas algo subidas de tono para un niño de seis años, todas dadas en el centro de la colita de Niquito, fue el castigo que entregó Roberto al incauto ladronzuelo de las rosas de su vecina. 
-Buuaaaaaaaaa.... buaaaaa.... noooo, papiiii, noooo!!! Buaaaaa... era regalo para mamiiiiiii... ayyyyyy... ayayayyyyy, yaaaa!!!! -Gritó el pequeño, a todo pulmón, llamando la atención de algunas personas que paseaban a esas horas de la mañana.
-Bueno, bebé... shhhhh... shhhh!! Ya está, ya está!
-Buaaaaaa....yo no robéeee, papitooo.. snif snif... pe..pero no m-me alcanzaba lo de mi..mi chanchiiiitoooo... snif snif... y..y quería darle las rositas a mamá- Confesó su pecado llorando en el hombro de su padre, que lo levantó en brazos para apachurrarlo contra su pecho, intentando consolarlo.
-Pero hijito, si necesitabas dinero me lo pedías a mí, bebé. Shhhh.. shshshshhhh... bueno, bueno... shhhh... no llores más, Nico, que papá no te castigó tan fuerte
-Pe..pero.. snif snif... me duele la coliiitaaaa.. snif snif... -Nicolás no podía dejar de llorar. Su papá le había dado muchas palmadas. Y él sólo había querido hacerle un regalo a su mamá, no robarle a Doña Elo.
-Snif snif...duele..- Reclamó haciendo unos pucheros que derretían a su mamá.
Inmediatamente, Sofi tomó a su hijo de los brazos de su marido. Le hizo unos mimos en la espalda, alternando su mano con las nalguitas castigadas del peque, arrullándolo con su voz.
-Te amo, bebito de mi corazón. Gracias por tu regalo, mi cielo. Pero no se toman las cosas de los demás, aún cuando nos hagan falta, tesoro. Eso no está bien.
-Pero.. snif snif... Yo le dejé mis moneditas a Doña Elo.. snif snif... y.. y mi Dino... snif.. y un dibujito! Falta pagar más, Doña Elo?! -Preguntó Nicolás mirando a la anciana con ojos inocentes y tiernos. 
-Qué dices, hijo?- La ancianita no entendía a qué se refería el niño. Ella no había querido que lo castiguen, pero tampoco quiso interferir en la disciplina que aplicaba el papá del nene. Ella había odiado cuando alguien se entrometía en su momento, por lo que -muy a su pesar- respetó la decisión de Roberto. 
Sofía puso al niño en el piso. Y, tan pronto como Nico se encontró tocando el suelo con sus piecitos, se dirigió hasta el lugar donde crecían las dichosas rosas. Sacó a su peluche Dino y se lo entregó a Doña Elo.
El muñeco tenía en su espalda una especie de bolsillo, que al abrirlo, Eloísa se percató del puñado de monedas y una cartita  con un dibujo hecho por el pequeño artista.
"No tengo más monedas" rezaba la carta, con un claro puño infantil "le doy mi Dino a cambio de las rosas. Y prometo ayudarla a cuidarlas cuando crezcan. Nico"   
La encantadora señora terminó de leer la notita, observando sonriente el dibujo que contenía. El pequeño niño, en brazos de su alegre mamá, por el regalo de las rosas rojas.
Nicolás puso sus manitos juntas en tono de súplica y dijo - Me perdona por sacarle sus florcitas, Doña Elo? Yo le voy a traer más monedas cuando se me caiga éste diente- Señaló el pequeño dientecito que bailaba en la encía del niño.
Eloísa se inclinó y besó la cabecita del nene. -No hace falta, jovencito. Esas flores son tuyas y puedes tomarlas cuando quieras. Y, hablando de tomar, ya tomaste tu desayuno?!- Preguntó la dama, sabiendo que el pequeño aún no había tomado la leche.
-No- Respondió Nico. Elo miró a los padres en una pregunta silenciosa, como diciendo "puedo?" y ellos asintieron de inmediato.
Nicolás pasó ese día y casi todos los días de sus vacaciones desayunando la rica leche con pastel que Doña Elo le preparaba gustosa. Ese niño era una dulce compañía para ella, mejor que cuidar de sus rosas, claro! 

Al parecer, éste angelito había venido al mundo para cosechar muchos abuelos!

6 comentarios:

  1. Ariane me encanta tu forma de escribir tan tierna y me encanta este chico ya sea grande o pequeño... en sus dos versiones es encantador.
    Muchos saludos y espero que pronto tengamos mas de este chico ;)

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  2. Muchas Gracias, Taz!!!! =D Qué amable eres!!

    Mary, gracias a ti también. Mira que me tienes enamorada con tus historias. Amo eso de la "intervención divina" en la vida! y tú simplemente me complaces siempre!! Gracias por tus lindas historias!

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  3. Ariane acabas de derretir mi corazón con esa confesión de pobreza, vaya que la crisis alcanza incluso al raton Perez que no le dio suficientes moneditas BUAAAAAAAAA

    precioso relato, me gusto mucho de verdad

    Marambra

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  4. Grrrr ese Roberto porque tan severo con lan lindi pequeño!!!!
    Muy hermoso Ariane!!!!

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