ÁNGELES CASI PERFECTOS
- Sube y espérame en tu habitación, jovencito! Y no pienses en
desobedecerme ni por un minuto porque te prometo que no te va a gustar lo que
pasará si lo haces.-
Fue la amenaza emitida por el todavía muy joven, muy apuesto y muuuuy enojado
papá, Sebastián Almada, quien envió a su pequeño hijo de ocho años de una
fuerte palmada en la colita, rumbo a su habitación.
- Ayyyyy... nooo.. - Protestó el niño, cubriéndose sus pompas con ambas manitos,
al tiempo que echaba a correr al segundo piso, encontrándose a su abuelo en el
camino- Abueliiitooo, protégeme, por favorr!!! Papá me quiere matar!!! - Gimoteó, apenas
vio al señor - bajando las mismas escaleras que él debía subir - y
se prendió a su cintura, tratando de cubrirse del "ataque" de su
padre, que venía subiendo detrás de él.
- Sebastián! Qué crees que estás haciendo, muchacho?!! Estás
asustando a mi nieto con esas amenazas, por Dios!- Reclamó Marcelo, mirando enojado a
su sol, convertido en todo un padre.... Ahhhh, cómo pasaban los años! Pero eso
sí, podían pasar centurias, y para Marcelo, Sebastián siempre sería su
bebé.
- Ah, no, papá! Tú jamás dejaste que el abuelo me defendiera
cuando me tenías que castigar, así que no te metas, por fav... auuuu, papáaa!!
Eso duele!- Se
quejó Sebas, al sentir la mano dura de su padre hacer contacto con su
despreocupado trasero. Pufff... sin dudas, el brazo de Marcelo seguía en forma.
- Eso era distinto.
- Qué tiene de distinto?!!- Preguntó algo insolente
Sebastián, provocando una seria mirada en el rostro de Marcelo.
- Que tú te portabas muy, muy mal y yo soy casi un ángel- Respondió Valentino, desde la
segura posición que ocupaba, detrás de su abuelito.
-Já!... Un ángel..?!
-Dije "casi", papi. Casi... jiji...
- Abueeelo, no es justo! Por qué a él sí lo defiendes y a mí
no?!!- Se escuchó
el reclamo desde la cima de las escaleras. Constantino había estado prestando
atención a la última parte de la escena y no le pareció bien lo que hacía su
abuelo. Ayer mismo a él su papá le había castigado y el abuelo sólo se limitó a
mimarlo después de la paliza que Sebastián le “regaló”. Por qué a su hermanito
sí lo defendía?!!
- Usted calladito que ayer se merecía lo que su papá le dio!
Fumar a los 15 años?! Mira, hijito, agradece que no fui yo el que te encontró
haciéndolo que sino, pregúntale a tu padre lo que te pasaría...
- Papáaaa... puedes dejar de avergonzarme frente a mis
hijos?!!-
- Jijiji... papiiii, de pequeño eras peor que nosotros ...
- Te quedas corto, mi rey.... pero no te preocupes que el
destino sí que es justo y yo ahora simplemente disfruto de ver a tu padre pagar
por sus diabluras...
Marcelo estaba tentado en emitir una carcajada, pero ver
el mini puchero en la boca de su "bebé" evitó que lo hiciera. No
había dudas, su hijo siempre sería una ternura. Y sus nietos también, pero bien
que las ternuritas te pueden sacar canas verdes, y hasta violetas con sus
ocurrencias!
- Y ahora qué hiciste, enano?!!! - Preguntó Constantino, llegando
a donde todos habían quedado parados.
- Nada que te importe, metiche...- Contestó, sacándole la lengua.
- Estúpido...- Contraatacó el adolescente, pegándole un cocacho en la
parte de atrás de la cabeza. A veces Constantino solía ponerse a la altura de
su hermanito cuando peleaban.
- Constantino. Te dije un montón de veces que no golpearas en la
cabeza a tu hermano.... ni en ningún otro lado- Agregó ahí nomás, cuando vio la
intención en su hijo mayor de querer soltar un golpe en las costillas a su
hermano.
- Por qué no lo regañas a él que empezó primero?!-
- No me importa quién lo haya empezado, yo lo estoy terminando
ahora! No quiero verlos pelear, sino voy a enojarme muy seriamente con ustedes
dos. Ahora vayan a sus habitaciones mientras yo hablo con su abuelo.
- Noooo, a mi habitación solito, nooo... Hermanito, puedo ir
contigo?!!!-
Rogó el pequeño de la casa, cambiando la cintura de su abuelo por el pecho de
su hermano. No le gustaba estar solo cuando su papá pensaba castigarlo.
Y a pesar de las innumerables peleas de esos dos,
Constantino jamás podía enojarse más de la cuenta con el enano. Lo adoraba.
- Está bien, mocoso...
- Qué acabo de decir?! O es que hablo en chino y no me
entienden? Dije cada uno a su habitación! Pero ya! - Y los niños corrieron a perderse
de la vista de su enojado padre, pero sólo un portazo se escuchó, así que lo
más seguro era que Constan y Vale se hubieran encerrado en el mismo cuarto.
Sebastián suspiró cansado. No había caso con aquél par de demonios.
- Demonios?!!- Preguntó Marcelo, leyéndole la mente- Sabes que esos niños
parecen querubines a tu lado...
- Papá odio que..
-... hagas eso. Ya lo sé, hijo. Soy tu padre y te conozco mejor
de lo que piensas.
- Entonces también sabes que odio que me desautorices delante de
mis hijos. Y aun así te importa una mierda, verdad?!!
- Cuida tu boca, jovencito. Sabes que no tolero que hables así
delante mío.- Regañó con
su mejor tono de padre- Y no te desautorizo, hijo, sólo que
no iba a permitirte castigar a mi nieto con el enfado que traías encima...
Quieres contarme qué hizo mi "casi ángel" para que estés así?!
- Ese niño... papá, de verdad yo era así?!
- No, mi amor, claro que no...- Sebas suspiró aliviado. Sabía que
había sido un buen niño a la edad de su retoño.- Eras Peor!
- Qué?!!! Oyeee, eso es mentira!- Exclamó ofendido.
-Já! Claro que no! Y no me vuelvas a llamar mentiroso... Si no
fuera por mi habilidad para leer tu mente, creo que te hubieras metido en más
líos, pero aún así, me costó tenerte a raya... no sé cómo te la ingeniabas para
que no descubriera tus travesuras la mayor parte del tiempo.
Sebas sonrió, recordando el par de lentes oscuros y el
casco de su bicicleta, que convenientemente había forrado con papel de aluminio
y que solía llevar en la cabeza, aludiendo jugar a los astronautas, para que su
papá no pudiera leer sus pensamientos, ni descubrir las trastadas que se
mandaba cuando lo miraba a los ojos. Afortunadamente, su padre no sospechó
jamás de esos elementos, así que una que otra vez, su colita salía ilesa de sus
fechorías.
- Con que era eso! - Dijo, más animado Marcelo, descubriendo al fin el secreto de
su hijo.
- Papáaa... no se vale que espíes mis pensamientos!! GRR... Cómo
es que yo no puedo leer los pensamientos de mis hijos?!
- No lo sé, cariño. Ni yo mismo sé de quién lo heredé... Pero en
fin, sabes que mis orígenes los desconozco por completo, así que no sé a qué o
a quién se debe mi habilidad.- Suspiró. Marcelo rara vez hacía referencia a sus orígenes. Y es
que ser adoptado era un algo que se lleva toda la vida. No importa cuánto amor
te pueda dar tu familia adoptiva, siempre estará esa duda en el corazón. Me
habrán querido mis padres?! Por qué me dieron?! Qué será de ellos?! Y esas
preguntas que no siempre serán respondidas y que él, pese a leer los
pensamientos, jamás pudo responder.
- Lo sé, papá. Siento haberlo mencionado.- Expresó apenado el muchacho,
acercándose hasta el sillón donde su padre había tomado asiento.
- No tienes por qué sentirlo, mi vida. Tú eres todo lo que necesito
para ser feliz. Tú y esos "casi angelitos" de allí arriba. - Le dio un beso y lo achuchó a su
lado.
- Hablando de esos angelitos...
- Casi angelitos, mi sol. Casi..- Ambos se rieron un poco.
- Tengo que ir a hablar con Valentino. Papá, puedes creer lo que
hizo ese mocoso?
- No creo que él haya sido el autor intelectual de esa broma- Exclamó después de
"leer" la mente de Sebastián.
- Já! No conoces a tu nieto...
- El asunto es que sí y por eso lo digo. Tu hijo es travieso,
pero no cruel... Y eso que le hicieron al profesor fue todo menos una
travesura. Habla con el niño, tal vez, si vas por las buenas, él te diga lo que
sabe... y créeme, hijito, él sabe quién fue, pero...
- Pero qué?
- Tenle paciencia, bebé. Él te dirá. - Marcelo le dio un beso a su hijo y
lo mandó arriba con una palmada en la cola de la misma intensidad que Sebastián
le había dado más temprano a Valentino.
- Auuuuu, paaaa...
- Ya ve, Sebastián.
Sebas subió urgente las escaleras y se detuvo frente a la
puerta de la habitación de su hijo mayor; decidió que llamaría antes de entrar.
Estaba tratando de ser lo más sereno y conciliador posible.
Toc Toc ... Tocó dos veces.
- Pasa, papi. - Respondió el adolescente, dueño del dormitorio.
- Constan, necesito hablar a solas con tu hermano. Quieres bajar
e ir con el abuelo por una soda?! - Sebastián sabía que bien bajara su hijo, Marcelo lo llevaría
fuera por la soda, pues lo más seguro es que ya le hubiera leído el
pensamiento.
Y, si bien aquello había sonado como una sugerencia, en
realidad Constan sabía que era más que nada una orden amistosa, pero orden al
fin.
- Sí, papá. - Constantino suspiró. Estaba algo dubitativo por dejar a su
hermano solo con Sebastián, pero sabía que no podía hacer nada. Le dio un
apretoncito en el hombro a Valentino, como tratando de transmitirle algo de
alivio y salió lentamente del cuarto. - Papi ten paciencia, sí?! No quiero
quedarme sin hermano tan pronto...- Dijo en un susurro, pero después
bajó corriendo cuando vio la intención en la mano suelta de su padre de querer
estampillarse en su traserito.
Sebastián sólo sonrió ante la graciosa huida de Constan,
pero la sonrisa se le borró del rostro cuando vio las lágrimas que brillaban en
las mejillas de Valentino.
- Tenemos algo urgente de qué hablar, mi Valiente- Dijo con la voz calma, usando el
apodo cariñoso que le gustaba tanto a su niño.
Al ver el rostro ya no tan serio de su padre, el pequeño
se arrojó a los brazos de Sebastián.
- Buaaaa... papáaa, papito lindo, no estés enojado conmiiigooo..
snifsss snifss... Te juro que... te lo juro, papiii, yo no sabía que Tom...- Instantáneamente, el niño
calló.
Sebastián abrazó fuertemente a su bebé, antes de tomarlo
en brazos para levantarlo del piso. Adoraba tanto que su niño aún fuese pequeño
y su cuerpecito cupiera tan bien entre sus brazos. Así "amoldados",
Seb paseó a su hijo por el amplio dormitorio, acariciando su espalda suavemente
para que el niño dejara de llorar.
- Shhhuuuu, yaaa, mi cielo. Shshshhuuu... papá está aquí,
tesoro. Vamos a hablar, sí? - Ante el leve asentimiento de la cabecita posada en su hombro,
Sebastián continuó. - Puedes confiar en mí, bebé. Haré todo lo que esté a mi alcance para
solucionar las cosas, pero para eso debo saber quién fue el de la broma. Sé que
no fuiste tú porque tú no eres malo, eres mi casi ángel y sé que tienes un
corazón enorme y que no le harías eso a nadie, por más mal que te cayera.
Verdad, que no, amor?- Susurraba, al tiempo que se movía lentamente, en
un vaivén mecedor, calmando los latiditos del corazón acelerado de su pequeño.
- Yo no fui, papi... Pero si te digo quién fue, entonces...
entonces me va a ir muy mal... - Confesó.
- Te prometo que no, mi niño. Yo te protegeré. - Le dijo, apretando más sus
brazos alrededor del cuerpito de su hijo. Sorprendentemente, ese abrazo
resultaba tierno y jamás lastimó a Valentino.
- Sniiiifffs... Lo prometes, papi?! - Sebastián miró lleno de
amor esos ojos puros e inocentes de su solcito chiquitito.
- Por mi honor, hijo. Nada malo va a pasarte. Yo jamás lo
permitiré.
- Dijo, lleno de determinación.
Valentino se acomodó un poco mejor en los brazos de su
padre, apoyando la cabeza contra su pecho y empezó a relatar lo que había
sucedido en el aula, a la hora de Matemáticas.
-.... Y por eso el profesor piensa que fui yo. Pero no podía
decirle que fue Tomás, papi. Él es más grande que yo... todos en el salón son
más grandes que yo... y por eso se meten conmigo. - Se quejó. Y era cierto, Valentino
parecía tener 5 añitos en lugar de los 8 que había cumplido y por eso, la
mayoría de los niños de su curso solían molestarle. - Pero el profesor estaba tan
enojado que ni siquiera me preguntó, sólo me acusó porque yo estaba más
cerca... Papi, qué voy a hacer??
Sebastián había escuchado atento el relato de su
hijo, maldiciéndose en silencio por haber sido tan intransigente hacía
unos momentos con el niño. No, su hijo no era casi un ángel, era un ángel en
todas sus letras. Mejores hijos no pudo pedir, y como aquel chiquitín no habían
dos.
- Hablaremos con el director...
- Nooo... Él me da miedo, papito.
- No tienes por qué, mi amor. Además, yo lo conozco y sé que
Martín es un buen hombre, y justo también.
- Pero papá, dicen que se come a los niños. - Ante el terror puesto en esas
palabras y la carita abatida del dulce niño, Sebastián no pudo menos que
perderlo en sus brazos, aguantándose difícilmente las ganas de reírse hasta
quedarse sin aire. Es que de dónde sacaría esas ideas su precioso principito?!!
Uffff… De quién sino de su otro príncipe... grgrrgrgrgrrr Ese Constantino era
todo un caso.
- Claro que no, mi amor... cómo piensas eso si Martín es
vegetariano -
No pudo evitar el humor en aquello. - Jamás te comería... aunque ahora mismo yo
estaría preocupado de que no te comieran a besos.- Y el ataque de besos
y cosquillas empezó en cuestión de segundos. Sebastián adoraba la risa única de
su bebé y se deleitó con ella por unos buenos cinco minutos, hasta que
Valentino casi moja sus pantaloncitos.
- Papiii. papiii, ya basta, me hago pis, me hago pisssss...
Auuuuu... Me hagooooo...
- Ve al baño, amor. Corre que te gana - Sebastián desprendió el botón
del pantalón y lo acompañó hasta el cuarto de baño. Cuando su niño terminó y
lavó sus manitos, Sebastián lo tomó en brazos otra vez.
- Mi niño tierno, quiero pedirte perdón. - El niño lo miró confundido - Perdóname
por no escucharte, por gritarte, por amenazarte y sobre todo por pegarte.
Estaba enojado por lo que pasó en el cole, pero no debí desquitarme contigo...
Te prometo que jamás voy a castigarte estando enfadado, mi cielo, y siempre voy
a escucharte primero... Puedes confiar en mí. Todo estará bien, ya lo verás.
- Te quiero tanto, papi. - El pequeño se abrazó al cuello de su papá, feliz de que
todo hubiera salido bien... por el momento al menos... pero Valentino sabía que
no había nada qué temer. Su papá había prometido que todo saldría bien y él así
lo creía. Ahora, sintiéndose protegido en aquél nido humano, tibio y seguro,
formado por los fuertes brazos de su
padre, el angelito no pudo luchar más contra el cansancio y calló rendido a un
sueño tranquilo.
- Mi niño, mi bebé. No eres casi
un ángel, eres el ángel perfecto que tu madre quiso dejarnos. Te amo, y siempre
te amaré. Sueña con tus colegas, mi bello angelito, que yo aquí te cuidaré
siempre.-
Sebastián depositó un beso lleno de amor en la frente de su hijo y dedicó toda
su tarde a contemplar el sueño profundo de su pequeño ángel perfecto, sin dejar
de dar gracias a la vida por haber confiado en él para cuidarlo, protegerlo y
amarlo.
Y colorín colorado.... Espero que les haya gustado! =D
Me encantó
ResponderBorrarMuchas gracias, Wenseslao!
ResponderBorrarEsto no puede quedar en corto, me gustó mucho porfa sigue
ResponderBorrarAaww que cosa tan tierna!!
ResponderBorrarEstuvo muy lindo!!!