MATÍAS
Feliz Navidad, Drea. Espero que
te guste y que pases unos días increíbles. ¡Muak!
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¡Yo
quiero poner la estrella, mamá! – protestó Matías. – Siempre lo hago yo.
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Por eso
mismo podrías dejar que este año lo hiciera tu hermanita - sugirió James, intentando por todos los
medios que sus pequeña Fernanda no se pusiera a llorar.
-
¿Por qué
no la coges tú en brazos para que llegue? Así la ponéis los dos – sugirió
Antonia.
Matías lo pensó unos segundos y llegó a la conclusión de que era la
mejor solución, así que cogió a su hermanita en brazos y la levantó para que
colocara la estrella en lo alto del enorme árbol de Navidad que estaban
montando. Habían decidido tener uno solo, al igual que un solo belén, como
símbolo de que eran una sola familia. Amanda, Antonia y James hicieron varias
fotos de aquel momento tan especial, que se rompió únicamente cuando Martín
comenzó a llorar pidiendo su biberón.
-
¡Yo se lo
doy! – se ofreció Matías. Se había tomado su tarea como hermano mayor muy en
serio. No es que no quisiera a Fernanda, adoraba a la enana con toda su alma,
pero Martín había llegado en circunstancias muy especiales, como presagio de la
muerte de su madre biológica el día de la boda de sus padres del corazón. Había desarrollado un fuerte instinto de protección
hacia ese bebé, porque además Amanda y James ya tenían mucho trabajo con
Fernanda y Antonia estaba embarazadísima del pequeño Mateo, así que las manos
extras les venían muy bien.
-
¡Lo único
que le vas a dar son las buenas noches! ¡A tu cuarto ahora mismo, Matías
Javier! – gritó Eric, apareciendo en el salón en ese instante. Había ido al
garaje a buscar una caja con más adornos y había encontrado algo que no le
había gustado nada: el boletín de notas de su hijo, con su firma falsificada.
Ya le había extrañado que no le dieran las notas antes de las vacaciones, pero
Matías le había insistido en que ese año lo iban a hacer diferente.
-
¿Papi? –
preguntó el chico, confundido, sin entender el repentino enfado de su padre.
-
Pensabas
que no me iba a enterar, ¿no? ¡Si guardabas las notas en el trastero no las iba
a ver porque es el único lugar de la casa que no limpiamos a conciencia! ¡Y no
te molestes en decir que se te olvidó porque las has firmado! ¡Mi firma,
Matías! ¡Falsificaste mi firma!
Matías se puso blanco. Era niño muerto. No iba a vivir para abrir los
regalos de la Navidad. Voló hasta su cuarto, sabiendo que era mejor para él no
estar en la misma habitación que su padre cuando estaba así de enfadado.
-
Eric,
cálmate antes de hablar con él… - le sugirió James.
-
No puedo
calmarme. ¿Cómo ha podido hacer algo así? Se está buscando que me saque el
cinturón.
-
Eso no lo
dices en serio – intervino Antonia. – Jamás le harías eso a tu niño.
-
Mi niño
ha suspendido tres asignaturas, me ha mentido y ha falsificado mi firma. Se
acaba de quedar sin regalos de Navidad.
-
¡Esho ño!
– se horrorizó Fernanda. - ¡Papá Noel no haría eso!
-
No,
cariño, Papá Noel no hará eso – le aseguró James y taladró a Eric con la
mirada, en un claro mensaje de “te vas calmando antes de hacer ninguna
tontería”.
Eric gruñó. Matías tenía demasiados abogados defensores, dos de ellos
encima con licencia. Resoplando, subió a hablar con su hijo, pasando primero
por el baño para coger el cepillo. Cuando vio que no estaba en su sitio sintió
que se volvía a encender. ¿Acaso había tenido la osadía de hacerlo desaparecer,
como había dicho alguna vez después de que lo castigara con él? Entró al cuarto
de su hijo mayor dispuesto a dar un par de gritos, pero se quedó en silencio
cuando vio que el cepillo estaba encima de la mesa. Matías debía de haberlo
cogido. Por lo menos era consciente de que estaba en muchos problemas.
-
Papi,
puedo explicarlo.
- Lo dudo mucho, pero si tienes algo que decir este es el momento.
-
Sabía que
te ibas a enfadar mucho… me pegaste por no hacer los deberes y cuando suspendí
la otra vez… pensé que ahora igual me matabas…- puchereó Matías. Sabía que su
padre no podía resistirse a su puchero, pero esa vez no parecía estar haciendo
efecto.
-
¿Así que
la solución era engañarme y falsificar mi firma? ¡Seguramente esto es lo peor
que has hecho nunca! Y yo como un tonto confiado de verdad me pensé que no te
habían dado las notas.
-
Fue una
mentirita pequeña, papi…
-
Tan
pequeña como el castigo que te vas a llevar – le dijo y rápidamente se sentó en
su cama y le agarró antes de que pudiera escapar. Forcejeó con él para bajarle
la ropa y le tumbó encima de sus rodillas.
– Tu única obligación es el colegio – le recordó y sin más preámbulos
cogió el cepillo y lo dejó caer con fuerza sobre su piel desnuda.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
-
¡Ay! No, papi, primero con la mano… No tan fuerte…
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
-
La última
vez que suspendes alguna asignatura, Matías.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
-
¡No,
nunca más, lo prometo! Snif… BWAAAA
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
-
¡No más
mentiras! ¡Ni falsificar mi firma!
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
-
¡No!
Papá, nunca, nunca, de verdad
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
Eric dejó el cepillo, pero todavía estaba bastante molesto. No tuvo
fuerzas para seguir castigándolo, sin embargo, cuando le escuchó llorar con
sollozos entrecortados.
-
Me duele,
papi – lloriqueó Matías, tapándose con la mano por si acaso iba a ver más
ataques en contra de su traserito.
-
Para eso
fue – respondió Eric, pero le ayudó a levantarse y a colocarse la ropa. Le dio
un abrazo como siempre hacía, pero Matías sintió que no era como otras veces.
Su padre aún estaba tenso y no le estaba consolando como él quería, así que se
enfadó y se apartó para echarse sobre la cama.
Eric optó por dejarle solo. El único con motivos para estar enfadado
era él. Cuando salió al pasillo, sin embargo, se encontró con tres personas que
parecían pensar lo contrario.
-
Fuiste
demasiado duro con él – afirmó Antonia.
-
Todavía
está llorando, nunca llora después de que termines – le acusó James. – Suelta
algún comentario descarado y viene con nosotros a que le defendamos.
-
Llora de
puro berrinche – replicó Eric. – Se merecía más. ¡Tres suspensos me trajo!
-
Ha sido
un año muy difícil para él – le recordó Amanda.
-
Sí, mi
amor. Acostumbrarse a tener dos papás, la adopción, la boda, los nuevos
hermanitos, la enfermedad de Margaret…. – enumeró Antonia. – Es normal que sus
notas bajen un poco y aún así nunca ha sido muy buen estudiante.
-
Sí es un
gran chef, en cambio – dijo James, con orgullo. – Y un gran niño.
Eric notó que poco a poco le iban ablandando e intentó a duras penas
resistirse.
-
Falsificó
mi firma – insistió.
-
Y eso
estuvo muy mal. Pero ya le castigaste por eso, así que ya no puedes estar
enfadado. No puedes más que hacerle mimos.
-
Humpf –
gruñó Eric, haciéndose el duro, pero su fachada se rompió cuando Matías asomó
la cabecita desde su cuarto.
-
No
peleéis – susurró muy bajito. Ya había perdido una madre. No soportaría perder
otra por una pelea tonta.
-
No
estamos peleando – le tranquilizó Eric y abrió los brazos para estrecharle
contra sí. No podía enfadarse con ese mocoso. - ¿Fui muy duro contigo?
Matías negó con la cabeza, o tal vez solo se restregó en su camisa, era
difícil decirlo, pero apretó el abrazo y respiró hondo, relajado entre los
brazos de su padre.
-
En
realidad debería darte más palmadas – replicó Eric, dándole un pellizquito
cariñoso. Matías le miró algo preocupado, pero ya no parecía enfadado, sino que
más bien estaba sonriendo. – Un pajarito me dijo que pusiste la estrella sin
mí.
-
Es que
tardabas demasiado, papi. Además, la puso Fernandita. Tendrías que castigarla a
ella y no puedes, porque James no te deja y yo tampoco.
Eric sonrió ampliamente y le despeinó con cariño. Su familia seguía
aumentando de tamaño y él seguía sintiéndose privilegiado por ser el padre de
ese muchachito. ¿Qué eran unas malas notas al lado del privilegio de pasar sus
primeras Navidades todos juntos?
Esta historia me gusta!! Es una pena que ya no haya más capis
ResponderBorrarTe quedó lindo el regalo Dream!!
jajaja pero como se le ocurre esconder las notas ahí!!
Las hubiera quemado (para la otra que me pida consejos jajaja)