domingo, 29 de abril de 2018

Capítulo 6: ¿Misericordia?



Capítulo  6: ¿Misericordia?
Daniel POV
¿Qué es la vara?
La Biblia es muy clara en que el instrumento de corrección es la vara:
Mas la vara es para las espaldas del falto de cordura. Proverbios 10:13
La vara es una rama delgada. El tamaño puede variar un poco, pero entre 40 y 60 centímetros de largo y aproximadamente el diámetro de un lápiz en la base es lo recomendable. La vara debe cortarse preferentemente antes del castigo, pues pierde efectividad cuando se seca después de unos días de haber sido cortada.
A la vara se le deben quitar todas las hojas y los nudos. No existe una especie específica, pero el sauce o los árboles frutales suelen proporcionar un tipo de vara resistente y flexible.
Extracto del artículo ¿Cómo disciplinar a los hijos adolescentes?
Un par de semanas después del incidente de la iglesia los líderes decidieron que mis padres estaban creciendo rápidamente en la fe y que sería bueno que como familia participarámos en un evento de misericordia. Todos los domingos salía un grupo de miembros de la iglesia en una especie de brigadas a las partes pobres de la ciudad y a los pueblos marginados cerca de la ciudad.
Así que ese domingo en vez de asistir al sermón, llegando a la iglesia nos fuimos en caravana a uno de los poblados pobres de las barrancas que rodean Santa Fe. Y como solamente un porcentaje de las familias de la congregación tenían carro, pues nos tocó compartir la camioneta con otra familia. Íbamos bastante apretados, pero nos aguantamos porque no queríamos meternos en problemas. Yo intenté conectar mi celular al sistema de audio pero mi papá no me dejó y aunque no me dijo nada me quedo claro de que le había molestado. De por sí mis papás se habían vuelto ridículamente estrictos, y cuando estaban con gente de la iglesia se ponían más exigentes y raros.
Llegamos después de un rato y de varias platicas acerca de misioneros que yo ni siquiera sabía que habían existido.
Nos bajamos de la camioneta felices de poder estirar los músculos agarrotados por el incomodo viaje y caminamos cerca de la camioneta.
El lugar era deprimentemente pobre, definitivamente la otra cara del México al que estábamos acostumbrados. Hacía calor y el polvo se levantaba del camino de terracería al caminar. Solamente había una tiendita de abarrotes que se asomaba de una de las pocas construcciones que se veían estables de concreto, pero todos los estantes estaban llenos de polvo y no se me ocurrió que sería buena idea consumir nada de ahí.
Los demás estaban poniendo unas mesas con la comida que habían preparado (sandwiches y cosas así) y mi papá nos llamó para que ayudaramos. Nosotros cooperamos solamente lo suficiente para que no se notara lo contrario. Después de que había algo de gente alrededor que había sido atraída por el movimiento y lo que iban a regalar uno de los señores de la iglesia comenzó a predicar. En la camioneta alguien había mencionado con desprecio que sí le dabas a la gente las cosas primero se iban sin escuchar, pero yo más bien le daba la razón a la gente, estando en sus lugares yo tampoco me quedaría a oír a estos hipócritas. Pero bueno, en fin, después de un sermón improvisado de una media hora, ya cuando la gente estaba pensando en irse por fin terminó y le repartieron a la gente las cosas.
Finalmente cedí ante la tentación de la tiendita y fui con Luis a comprarme unos refrescos. Pero compré una botella de agua solo para enjuagarlos de todo el polvo que tenían.
 - ¿Qué es eso? - me preguntó mi papá cuando nos vio con los refrescos.
 - Son refrescos. Teníamos sed. - le dije lo mismo evidente.
 - Bueno, ayúdennos con todo lo hay que guardar.
Igual no nos quedó de otra y metimos algunas cosas a las camionetas.
Cuando finalmente nos acomodamos las 5 familias en las tres camionetas (porque no se si les conté que en esta iglesia fomentan las familia grandes, como de 4 o 5 hijos) resultó que una de las otras camionetas no quiso arrancar. Y ahí comenzó la pesadilla. Por supuesto no había forma de que cupiéramos en nuestra camioneta y la otra.
Entonces a uno de los señores se le ocurrió que sus dos hijos adolescentes se fueran en transporte público y sugirió que sí los demás chicos nos íbamos con ellos entonces ya cabían todos.
En ese momento saqué mi celular para pedir un Uber o algo pero no había cobertura de nada en la zona.
Mi papá no lo pensó mucho y sin consultarnos dijo que nosotros también nos íbamos con ellos. Por primera vez vi que mi mamá no estaba de acuerdo con alguna idea proveniente de alguien de la iglesia, pero mi papá le dijo que ya estaba decidido y mi mamá cedió.
 - Debe haber otra alternativa, Pa - le dije yo tratando de pensar en una solución pero el me respondió
 - No hijo, ya está decidió. Además como cristianos es importante que aprendan a ser humildes.
 - ¿Y porque entonces no eres tú el que se va en el camión y que Daniel maneje la camioneta? - le dijo mi hermano a mi papá de un modo que hasta a mi me sorprendió.
 - ¿Qué quieres decir? - lo cuestionó mi papá
 - Creo que quiere decir que los mayores deberían predicar con el ejemplo - me atreví a decir.
 - ¡Yo no pienso irme en ese asqueroso camión mientras tu y ellos (dijo señalando a los demás papás) se van en nuestra camioneta muy cómodos y con aire acondicionado cuando yo ni siquiera quería venir aquí!-explotó mi hermano.
 - ¡Suficiente! Ustedes dos y yo vamos a hablar seriamente y ahora mismo.
 - Perdón ¿creen que puedan bajarse un momento de la camioneta? - les pidió mi papá a las dos señoras y los cuatro niños que ya estaban acomodados en nuestra camioneta casi como si fuera de ellos.
 - ¿Carlos de casualidad traes una vara de la corrección en tu camioneta? Me da pena pedirtela pero es que pensé en verdad que no la iba a necesitar con tanta frecuencia y por eso no acostumbro llevar una cuando salimos. Eso está a punto de cambiar, te lo puedo asegurar. - cuando mi papá le dijo eso a uno de los padres de familia yo estaba flipando. Sé que sí mi papá se escuchara hace unos dos meses atrás diciendo esto se habría pegado un tiro.
 - Claro que tengo una. Padres diligentes hijos obedientes. - dijo con una sonrisa y no pude evitar notar la incomodidad que el comentario provocó en Andrés y en Pablo (sus dos hijos de 13 años y 15).
Mi papá tomó la vara de unos 65 centímetros de largo y más o menos un centímetro y medio de diámetro en la base. Estaba verde y era probable que la hubieran cortado ese mismo día o a más tardar el sábado. Y se dirigió a la camioneta, a lado de la que esperábamos nosotros mudos, y que ahora habían dejado vacía las demás familias y se habían distanciado unos cuantos metros.
Sin decirnos nada pasó a lado de nosotros y abatió los asientos de la fila trasera y uno de los asientos de la segunda fila. Y entonces nos dijo que entráramos y cerró las puertas y la cajuela.
La situación era de por sí incómoda y además no teníamos mucho espacio.
 - Papá yo no hice nada malo. - trate de defenderme.
 - Daniel, sé que no hiciste el desplante de tu hermano, pero tus comentarios para defenderlo lo alentaron y además no fue muy correcto tu comentario. Así que no te voy a castigar fuertemente, pero si una advertencia. Así que por favor inclínate así como estas en el asiento.
 - ¿Así como estoy te refieres a con ropa?
 - Sí hijo.
Entonces yo me incline en el asiento de la segunda fila que no estaba abatido y no sé cómo mi papá se acomodó para poder manipular la vara y pegarme con ella en las dentaduras del jeans. Pero a pesar de la protección me dolieron bastante, lo que quiere decir que estaba pegándome duro. Me dio tres varados rápidos y aunque no lloré ni nada no pude evitar quejarme del repentino dolor. Cuando acabó me dijo que me pasara al asiento del copiloto. Y ahora era el turno de mi hermano. Hoy como discutían un momento como siempre antes de que mi papá castigara a mi hermano, pero también como siempre él cedió y se bajó el jeans y se reclinó en el asiento. Y entonces escuché más ruido y la voz de mi hermano
 - ¡No!, ¡no me bajes el bóxer, no aquí! ¡Me van a ver desnudo!
 - Nadie te va a ver, créeme, por algo compre los vidrios polarizados de la camioneta.
Juas... Juas... Y el silbido de la vara y su sonido en la piel desnuda se mezcló con los los ruegos a mi papá para que parara y los gritos de dolor de mi hermano. Y es que en verdad no hay forma de estar preparado para aguantar unos varazos en las nalgas desnudas.
Yo tuve que controlarme para no saltar al asiento trasero para detener a mi papá y defender a mi hermano y no pude evitar notar las miradas de las otras familias que atraían los sonidos de dentro de la camioneta.
Finalmente mi papá terminó el castigo y mi hermano en llanto. Luis se secó las lágrimas con el gorro de su chaqueta sport y se sobó desesperadamente el trasero mientras se subía la ropa interior.
 - tienes dos minutos para salir Luis. Hijos, ya no quiero más problemas hoy, ya hicimos atrasar de más a las otras familias. Por favor háganme caso. Daniel te vas a ir con Luis en camión con Andrés, Pablo, Samuel y los demás chicos. ¿Entendido?
 - OK - fue todo lo que le respondí.
Mi papá se salió y en cuanto cerró la puerta me pasé atrás y abracé a Luis.
- Lo odio. - Me dijo y se soltó otra vez a llorar. - Los odio a todos, especialmente a todos los de esa iglesia que nos han arruinado la vida.
Yo lo abracé más fuerte. - Lo sé Luis, lo sé, yo también. - Y le ayude a ponerse el jeans. Creo que nunca había ayudado a mi hermano a vestirse, pero hoy estaba tan vulnerable mi hermanito que solo podía ayudarlo en la medida de lo posible.
 - Esta pesadilla pasará y nos van a pagar todas y cada una de las que nos hicieron. - le dije mientras le secaba de nuevo las lágrimas con la hoody.
- Pero ahorita lo que tenemos que hacer es salir de aquí. - y le ayude a levantarse y a medio peinarse y arreglarse la ropa y la cara.
Salimos de la camioneta y en unos minutos ya estábamos divididos en nuestros respectivos grupos. Así que mientras los papás, las mamás y los niños se fueron en las camionetas, nosotros los chicos tuvimos que agarrar un camión lleno de gente que se nos quedaba viendo como si fuéramos extraterrestres mientras nosotros los mirábamos con terror de que nos asaltaran . Y después tuvimos que agarrar otro camión, y otro y otro. Hasta que llegamos a un lugar dónde había cobertura de Uber y entonces les dije a los demás chicos que ahí teníamos que agarrar otro camión distinto hacia nuestra casa. Y así nos separamos de ellos y ya pudimos pedir por fin un Uber. Aunque el pobre Luis más bien sufrió ir sentado por otra media hora o más. De verdad si ir en transporte público es un tormento, hacerlo con el culo ardiendo por una paliza es muchísimo peor.

Caminamos los últimos cien metros hacia nuestra casa para simular que sí habíamos llegado en transporte público. Y llegando nos bañamos, cenamos algo en la terraza que compartían nuestros cuartos y nos acostamos boca abajo a ver una película para intentar olvidar la pesadilla de día.

3 comentarios:

  1. Creo que nunca te había comentado, esta historia me llama mucho la atención porque muestra un lado oscuro de la religión. Además le pones mucho realismo, casi pareciera como si contaras una experiencia tuya (ojalá no sea así)
    Espero que la continues

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  2. De verdad que odio a ese papá y toda la bola de papás ignorantes que son de esa religión!!
    De verdad quisiera que los chicos pudieran escapar de ese infierno al que los tienen sometidos!!
    Ojalá que la señora que no se ven tan dañada como su marido ayude a sus hijos porque no puedo creer que la religión les lave tanto el cerebro!!
    Que bueno que volviste a escribir de esta historia!!

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  3. No habia podido leer hasta ahora y perdi mi cuenta de wattpad. Tu historia me hace revolver la vilis. Hasta yo odio a los padrws. Me gusta ver este lado del spank sin reconciliaciones ni aceptacion. Creo que las reacciones son ralistas. Espero pyedas actualizar pronto.

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