Nuevas reglas, nuevos castigos
Capítulo 17
Estoy junto a mi padre en un avión rumbo a París. Apoyo
mi cabeza sobre su hombro, pasa el brazo por detrás de los míos, me da un beso
en la cabeza y me acaricia.
Adrián: Papá,
¿sigues enfadado?
Carlos: No. ¿Y tú
sigues pensando que soy un maldito dictador de mierda?
Al oír mis palabras salir de su boca me sonrojo. Lo miro
y le sonrío.
Adrián: No, aunque
debes reconocer que últimamente te pasas el día controlándome y dándome
órdenes.
Antes de salir de casa hemos tenido una fuerte discusión
que mi padre ha decidido cortar con un par de fuertes nalgadas. Me parece que
se pasa mucho haciéndome llevar los apuntes y queriendo que estudie dos horas
cada día, ¡vaya fastidio! Esta vez estoy preparado para los parciales, he
atendido en clase y llevo bastante bien las asignaturas. Pero al final, por el
bien de mi trasero, he tenido que cogerlos y acceder a lo que me pedía.
Se enciende la señal del cinturón y por los altavoces
anuncian que en breve aterrizaremos. Miro por la ventanilla, ya estamos
sobrevolando París, veo al fondo la Torre Eiffel que sobresale por encima de
los edificios que conforman el paisaje urbano de la ciudad.
El avión aterriza, bajamos y vamos a buscar nuestras
maletas. Cuando salimos ya nos está esperando mi tío.
Luís: Bienvenidos.
¿Cómo estás Adrián?
Adrián: Hola tío,
muy bien, gracias.
Vamos a su coche y nos lleva a su casa, un lujoso adosado
de tres plantas en el centro de París, donde nos reciben mi tía y primos.
Después de los abrazos y besos de mi tía y los saludos de mis primos, nos
instalamos. Mi padre estará en la habitación de invitados, en el segundo piso,
y yo compartiré la habitación de Víctor, en el primer piso. Saco mis cosas de
la maleta y las pongo en el espacio del armario que me ha dejado.
Víctor: Primo,
¿dónde vas con los apuntes y los libros? ¿Es que piensas pasarte el finde
haciendo deberes?
Adrián: No era mi
intención traerlos pero empiezo los parciales a finales de esta semana y mi
padre me ha obligado, quiere que estudie dos horas diarias.
Víctor: ¿En serio?
¡Vaya fastidio! Pero si a ti siempre se te han dado muy bien los estudios,
seguro que ya lo llevas muy bien.
Adrián: Sí, bueno,
este curso mis notas no han sido para tirar cohetes, he suspendido varias
asignaturas en los trimestres anteriores, te puedes imaginar el cabreo de mi
padre. Y aunque ahora he mejorado, mi padre me sigue estando encima.
Víctor: Wow, pero
si eres el santurrón de la familia, mis padres siempre te ponen como ejemplo
cuando Pablo o yo la cagamos.
Adrián: Porque no
saben los líos en los que me he metido en los últimos meses, en cuanto mi padre
se lo explique no querrán mencionarme como ejemplo a seguir nunca más.
Víctor (riéndose): ¿En
serio? ¡Tienes que contármelo!
Vamos al comedor, situado en la planta baja, mi tía y mi
prima ya están allí, nos sentamos esperando que bajen los demás.
Alicia: Adrián,
¿qué te apetece hacer esta tarde?
Adrián: Podríamos
ir a dar una vuelta y a comer unos macarons en la pastelería que hay cerca de
la Torre Eiffel, ¡están riquísimos!
Alicia: Perfecto, y
así podemos hablar y ponernos al día.
Entra Pablo, que no parece de muy buen humor, y se
sienta. Justo detrás de él entran mi padre y mi tío.
Luís: Pablo, cambia esa cara, ya
sabías la respuesta antes de preguntar, no quiero que estés de morros en la
mesa.
Miro a Víctor con un gesto de interrogación, me rueda los
ojos dirigiéndolos a su padre. Lo capto, me lo contará cuando estemos solos.
Mientras comemos hablamos de cosas sin importancia y
planeamos la tarde, mi padre avisa que yo debo dedicar cada día dos horas a
estudiar, sea por la mañana o por la tarde, y pide que lo tengamos en cuenta
cuando hagamos planes. Lo miro de reojo y suelto un bufido.
Carlos: Sin
tonterías Adrián. Ya lo hablamos en casa.
Me tienta decirle que no lo hablamos sino que él lo
ordenó y yo no tuve más remedio que aceptar, pero opto por morderme la lengua.
Al final mi tía propone salir a pasear a partir de media
tarde y después ir a cenar al lado del Sena, así podré tener mis dos horas de
estudio antes de salir, y los macarons los dejaremos para otro día. Además le
parece buena idea decirles a Pablo y a Víctor que ellos también deberían
utilizar ese tiempo para hacer las tareas del colegio, ¡jo! me van a odiar.
Después de comer Víctor y yo vamos a su habitación.
Víctor: Que le han
invitado a una fiesta mañana por la noche y está castigado. Seguro que le ha
pedido a papá que le deje ir pero le ha dicho que no.
Se me iluminan los ojos y sonrío, estoy seguro de que
habré puesto esa cara que según Nico significa que me meteré en problemas.
Víctor: A mi
hermano no le levantarán el castigo y a nosotros solos no nos dejarán ir,
quizás ni aunque fuera Pablo nos dejarían.
Víctor: ¿Estás
insinuando que nos escapemos? ¿Quién eres tú? Y, ¿qué has hecho con mi primo?
Adrián (riendo):
Decidí que ya que vosotros no me tomabais como ejemplo, os tomaría como ejemplo
yo a vosotros.
Víctor: ¡Estás
loco! Cómo mi padre nos pille nos mata.
Adrián: Tranquilo,
no se enterarán.
En ese momento oigo que abren la puerta, me callo a
tiempo, es Paula.
Paula: Hola, ¿qué
estáis haciendo?
Víctor: Nada enana,
déjanos, estamos hablando de nuestras cosas.
Paula: ¡No me
llames enana! Yo también quiero hablar con el primo, hace cuatro meses que no
nos vemos, y vosotros chateáis un montón pero yo no.
¡Uf! No creo que nos haya oído, si no ya nos estaría
chantajeando con hablar si no le hacemos caso, de todas maneras ahora es mejor
que estemos de buenas con ella. Le sonrío.
Víctor me mira pero rápidamente entiende lo que estoy
pensando, deja de chinchar a su hermana y me sigue el juego. Hablamos un rato
con ella, hasta que aparece mi padre en la puerta.
Carlos: Adrián,
coge los libros y apuntes y ve a estudiar a mi habitación, allí hay un
escritorio que puedes utilizar y no vas a distraerte, y así le dejamos espacio
a Víctor.
Víctor: Tío, Adrián
puede estudiar aquí, por mí no hay problema.
Carlos: Gracias
Víctor, pero prefiero que no haya distracciones. Vamos Adrián.
Adrián: Vale papá,
ahora subo.
Mi padre sale de la habitación, empiezo a coger las cosas
del colegio.
Víctor: ¡Jo tío! De
verdad no se fía de tí.
Paso un par de horas encerrado en la habitación de
invitados estudiando, mi padre está un rato en la habitación leyendo un libro
pero luego me da un beso en la cabeza y se va a la sala que hay en este piso a
charlar con mis tíos, supongo que se estarán poniendo al día.
Por la tarde salimos todos juntos a pasear por el lado
del Sena, está empezando a anochecer y las luces de la ciudad se reflejan en el
río. Mi tía ha reservado plazas en un crucero, subimos y nos sentamos alrededor
de una mesa. Disfrutamos de una tabla de quesos mientras el barco nos lleva a
descubrir los puentes y monumentos más emblemáticos de la ciudad, que a esta
hora están iluminados, para terminar delante de la Torre Eiffel en el momento
justo en el que hay un espectáculo de luces. Después del crucero vamos
caminando hacia el restaurante. Pablo va jugando conmigo y me aleja un poco de
los adultos.
Pablo: ¿De verdad
quieres que nos escapemos para ir a la fiesta? ¿Vas en serio?
Adrián: Completamente.
Nuestros padres duermen en el piso de arriba, yo creo que podríamos salir y
volver sin que lo notaran. Vamos, di que sí.
Pablo: Pues claro
que sí, y Víctor parecía tener dudas cuando me ha contado tu ocurrencia pero
seguro que también se apuntará. ¡Bienvenido al lado oscuro primo!
Me saca la lengua y hacemos una pequeña carrera para atrapar a los demás.
Llegamos a un restaurante muy elegante y entramos, es de mis tíos. Son los
dueños de una pequeña cadena de restaurantes que acumulan varias estrellas
michelin, muy exclusivos, que tienen en varias ciudades europeas. Se
trasladaron a París cuando quisieron abrir este restaurante, para ellos era muy
importante cuidar los detalles pues este tenía que ser el restaurante estrella
de la cadena, y creo que están muy satisfechos con el resultado. Pedimos el
menú degustación y nos traen un montón de platos. Antes del postre mi tío pide
una botella de champagne.
Carlos: ¿Y esto?
¿Qué celebramos?
Luís: Tenemos una
gran noticia. Hemos estado mirando casas cerca de la vuestra y ya tenemos una
apalabrada, ¡nos mudamos!
Carlos: ¿En serio?
¿Y cuándo pensabais contármelo?
Alicia: Pues,
ahora. El restaurante, como podéis ver, marcha solo, ya no es necesario que
estemos aquí, sólo tendremos que ir viniendo un par de veces al mes, como hacemos
con los otros restaurantes de la cadena, y hemos decidido volver.
Carlos: Sí que
merece una celebración, ¡es una gran noticia! ¿Y cuándo os mudáis?
Luís: En verano,
queremos que los chicos terminen aquí el curso y comiencen el próximo en el
mismo colegio al que va Adrián.
Adrián: ¡Guay! ¡Volveremos a ir
juntos Víctor!
Me encanta esta noticia, Víctor y yo siempre nos hemos
entendido muy bien, es lo más parecido a un hermano que tengo, y con Nico ya se
conocen y también se llevan genial.
Después de la cena volvemos a casa. Es ya bastante tarde
y mandan a Paula a la cama, a nosotros nos permiten estar un rato charlando en
la sala que hay en el primer piso, al lado de las habitaciones de Pablo y
Víctor. Jugamos a la consola y planeamos la escapada de mañana, Víctor ha
decidido que él también vendrá.
Pablo: ¡Vaya cambio
Adrián! Normalmente éramos nosotros los que te arrastrábamos a hacer
travesuras, pero nunca hicimos contigo una tan gorda como ésta, si nos pillan
nos va a caer una de las buenas.
Adrián: Pues entonces
debemos evitar que nos pillen.
Me despierto de golpe, algo me ha golpeado en toda la
cara, pero ¿dónde estoy? De golpe se me aparece la cara de mi primo delante de
mis ojos.
Adrián: Joder
Víctor, déjame dormir, es pronto.
Me vuelve a golpear con la almohada, eso es lo que ha
pasado hace sólo un par de minutos, y se echa a reír.
Víctor: Jajaja,
¡primo! Veo que por la mañana sigues con el mismo mal humor de siempre.
Cojo la almohada que tengo debajo de la cabeza y se la
tiro, la coge y me tira las dos almohadas. Empezamos una guerra, saltando por
las camas y tirándonos todas las almohadas y cojines que hay en la habitación.
Se abre la puerta, es Paula, se le ilumina la cara y se une al juego, unos
minutos más tarde estamos los tres riendo como locos. Mi tía entra en la
habitación, nos da los buenos días y nos dice que nos vayamos duchando y
vistiendo mientras ella termina de preparar el desayuno.
Bajamos al comedor, ha preparado una montaña de crêpes
que cada uno puede rellenar a su gusto, a la mía le pongo plátano, helado y
sirope de caramelo. Mientras comemos hacemos planes para pasar el día.
Por la mañana voy con mis primos al EGP 18, el skate park
más grande de Francia. A Pablo se le ha dado últimamente por practicar este
deporte y Víctor ha ido algunas veces, yo no tengo ni idea de montar en skate
pero Pablo me ha prometido que hay zonas para principiantes y me enseñará.
Preguntamos a nuestros padres y nos dicen que podemos ir, Pablo está castigado
pero con la excusa de que a mí me apetece probarlo le dan permiso, no hay
problema mientras estemos a la hora del almuerzo en casa. Paula también quiere
venir pero no la dejan, ella es demasiado pequeña para el skate y se acabaría
aburriendo y fastidiándonos. Pablo me presta el equipo necesario y pasamos una
mañana muy divertida, me caigo un montón de veces pero al final consigo superar
algunos obstáculos.
Después de comer mi padre me ha propuesto ir a pasear por
el Trocadero, subir a la Torre Eiffel y, después, ir a comer macarons en la
pastelería que me gusta. Disfruto mucho de pasar la tarde con él.
Cumplo con mis dos horas de estudio después de la
merienda, y hasta la cena juego con mis primos a un juego de mesa de
estrategia. Paula acaba enfadándose porque no consigue ganar ninguna partida y
se va, entonces decidimos dejarlo y charlar un rato, Víctor me pregunta por los
líos en los que me he metido, ayer le piqué la curiosidad. Les cuento algunas
de las cosas que he hecho y se sorprenden a la vez que se ríen un montón por
mis ocurrencias.
Adrián: No os reiríais
tanto si supierais cómo he pagado por cada una de mis metidas de pata.
Pablo: No tan caras como las pago yo,
tu padre es un blando, seguro que te castiga sin tele o sin consola.
Así me entero de que mi tío Luís también les aplica
castigos físicos, muy parecidos a los que mi padre ha utilizado últimamente
conmigo.
Cenamos todos juntos, en casa, y hacemos un poco de
sobremesa. Cuando mandan a Paula a dormir nos quedamos algunos minutos más
charlando, para que no sospechen, pero enseguida digo que la práctica del skate
me ha dejado agotado, mis primos también dicen estar cansados, damos las buenas
noches y nos vamos a las habitaciones. Al poco rato oímos que nuestros padres
pasan a vernos y nos hacemos los dormidos. Se van al segundo piso, ya no
bajarán. Esperamos una media hora antes de encontrarnos en la sala y salir sin
hacer ruido. La fiesta es en un local que no queda muy lejos, vamos en autobús.
Llegamos, Pablo da su nombre a un portero, que le pregunta
algo, no entiendo lo que dice pues le habla en francés y yo no tengo ni idea,
solo entiendo que Pablo dice nuestros nombres. El portero pregunta algo por un
walkie y nos deja pasar. La mayoría de los chicos y las chicas que hay en la
fiesta son de la edad de Pablo aunque también los hay mayores y algunos, pocos,
de mi edad. Pablo me presenta a Brigitte, su novia, y me explica que es la
fiesta de cumpleaños de su mejor amiga. Brigitte nos lleva a la barra y nos
pregunta qué queremos beber, Pablo pide una cerveza, Víctor y yo un refresco,
yo aún tengo muy reciente mi mala experiencia con el alcohol y no pienso
jugármela.
Pablo se va con Brigitte. Víctor y yo nos acercamos a
unas chicas que parecen de nuestra edad y hablamos con ellas, bueno, Víctor
habla con ellas y hace de traductor para mí. Son muy simpáticas, las sacamos a
bailar.
Pasamos un par de horas con ellas y unos chicos amigos de
Víctor, me lo estoy pasando realmente bien. Se nos acerca un chico mayor y le
dice algo a Víctor que hace que le cambie la cara.
Adrián: ¿A dónde
vamos? ¿Qué pasa?
Víctor: El imbécil
de mi hermano, parece que ha bebido demasiado y ha salido fuera para pelear con
otro chico que también se ha pasado con el alcohol.
Salimos fuera del local justo en el momento en el que
vemos unas luces que se acercan, parece que alguien ha avisado a la policía.
Rápidamente separan a mi primo y al otro chico, se han dado un par de puñetazos
pero ninguno de los dos tiene heridas importantes. A Pablo le sangra el labio y
el otro chico mañana tendrá un ojo morado. Los policías entran en el local y en
pocos minutos todos los que estaban dentro empiezan a salir. Nosotros nos
acercamos al policía que está con Pablo, también está allí Brigitte. El policía
habla con ella y con Víctor, oigo que dicen sus nombres y el mío. Creo que
Víctor le da un número de teléfono porque el policía saca un móvil y hace una
llamada.
Víctor: Me ha
pedido que nos identificáramos y, como todos somos menores, nos ha pedido el
teléfono de nuestros padres, no he podido negarme. Además Pablo está
completamente pedo, no podríamos volver a casa con él en el autobús, y no
quiero dejarle tirado. Lo siento.
Adrián: Has hecho
lo que debías, no es culpa tuya.
El policía se dirige a nosotros y nos dice algo, pero no
entiendo nada.
Víctor: Ya ha
contactado con nuestros padres y ahora vienen, también viene el padre de
Brigitte. Nos van a matar.
Adrián: Sí, mejor
no pensar en ello. ¿Sabes por qué se pelearon?
Víctor tampoco lo sabe, se lo pregunta a Brigitte.
Víctor: Parece ser
que el otro chico ha empezado a meterse con Brigitte y ha querido sobrepasarse
con ella, entonces mi hermano la ha defendido, le ha dicho que la dejara en
paz, que era su novia, y el chico le ha retado a una pelea para ver quien se
merecía a Brigitte y él ha aceptado. Como te digo, es imbécil.
La espera se hace larga.
Estamos en la calle, sentados en la acera, vigilados por un policía. Pablo ha
vomitado un montón y el policía le ha dado un café, parece que se encuentra un
poco mejor y que está más despejado. Se nos acerca y se sienta entre Víctor y
Brigitte.
Pablo (balbuceando): Lo
siento, he sido un estúpido.
Se nota que Víctor está enfadado, Pablo nos ha aguado la
fiesta, nos lo estábamos pasando bien y estoy seguro de que podríamos haber
vuelto a casa sin que nadie se diera cuenta de que nos habíamos escapado.
Nuestros padres no tardan mucho en llegar. La mirada que
me echa mi padre, en cuanto me ve, hace que me dé un escalofrío, está muy
enfadado. Mi tío cruza unas palabras con el policía y habla con mi padre. Se
acercan a nosotros y nos dicen que nos vamos. Aún no han venido a buscar a
Brigitte y Pablo dice que quiere quedarse con ella, a lo que mi tío tira de él
y le da un par de nalgadas que suenan muy fuertes. Subimos al coche y nos vamos
a casa, nos hacen pasar al salón de la planta baja y nos dicen que nos sentemos
en el sofá.
Luís: ¿Se puede
saber en qué pensabais? ¿Escaparos de noche? ¿Ir a una fiesta que le prohibí a
Pablo? ¡Y vosotros dos ni siquiera pedisteis permiso! ¡Ese local es para
mayores de 16, y si hay menores de edad no deberían servirles alcohol! Por lo
menos algún vecino lo ha denunciado y tendrán que cerrarlo durante algún
tiempo. Y vosotros habéis tenido suerte que no os denunciarán porque estabais
fuera del local cuando la policía ha llegado, pero ¡estad seguros de que
recibiréis un buen castigo!
¡Uf! El tío Luís está gritando y da miedo. Nos mira a
Víctor y a mí.
Luís: ¿Y vosotros
también habéis bebido?
Víctor: No hemos
tomado alcohol papá, sólo hemos bebido un par de refrescos.
Luís: ¿Y a ti cómo
se te ocurre escapar de noche? ¿Y arrastrar a tu hermano y a tu primo a un
sitio como ése? Tú tienes 17 pero ellos sólo tienen 14 y 15 años.
Adrián: Tío ... yo
... lo siento, fue idea mía escaparnos.
Dirijo la mirada hacia mi padre. Él me mira, suspira,
cierra los ojos y se pasa la mano por la cara. Mi tío aún no ha terminado de
echarnos la bronca.
Luís: ¿Y pelearte
con otro chico Pablo? ¿Por qué? ¿Querías terminar en el hospital? De verdad que
tenéis que explicarme qué pasa por vuestras cabezas porque no os entiendo. Es
muy peligroso lo que habéis hecho. Tenéis que entender que cuando os prohibimos
algo tenemos nuestros motivos, no es para fastidiaros, y si queréis escuchar os
los podemos explicar.
Ninguno dice nada, no tenemos ninguna excusa, sabíamos de
sobra que a Pablo le habían prohibido ir a la fiesta y que a Víctor y a mí no
nos dejarían, por eso no preguntamos. Estoy mirando al suelo, me siento
culpable y se me están llenando los ojos de lágrimas.
Carlos: Hablaremos
mañana después del desayuno, ahora id a la cama, es muy tarde.
Me levanto y me acerco a mi padre. Le hablo en voz baja.
Adrián: Lo siento
mucho papá. ¿Estás muy enfadado? ¿Me perdonas?
Mi padre me abraza y me responde en el mismo tono en el
que yo le he hablado.
Carlos: Sí, a las
dos. Sabes que siempre te perdono, te quiero mucho. Ahora estoy enfadado pero
para mañana ya se me habrá pasado, eso no quiere decir que no haya castigo.
Carlos: Eso aún no
lo he decidido y quiero hablarlo con tu tío pues pienso que Víctor y tú debéis
recibir el mismo castigo.
Adrián: Me da miedo
el tío Luís, nunca le había visto tan enfadado.
Carlos: Claro,
porque nunca habías hecho una tan gorda estando con él, hasta hace poco solo
hacías pequeñas travesuras sin importancia. Me he preocupado mucho cuando tu
tío me ha despertado para decirme que había llamado un policía y que debíamos
ir a buscaros. Me alegro de que estés bien.
Adrián: Mañana mi
trasero no lo estará.
Mi padre me sonríe y me besa. Veo que Víctor está
llorando abrazado a su padre, Pablo está a su lado con la cabeza baja. Mi padre
me acompaña a la habitación de Víctor, nos damos las buenas noches y se va.
Enseguida entra mi primo.
Adrián: Lo siento
primo, con mi idea os he metido en un buen lío.
Víctor: Todos somos
responsables, cada uno decidió por sí mismo, y tú no podrías haber ido a la
fiesta si nosotros no hubiéramos querido. Y si no fuera por las estupideces de
mi hermano no nos habrían pillado.
Nos ponemos el pijama y nos metemos en la cama. No me
cuesta demasiado conciliar el sueño, aunque estoy algo nervioso también estoy
muy cansado y es tarde.
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