Nuevas
reglas, nuevos castigos
Capítulo 18
Mi tía viene a despertarnos, tengo mucho sueño, nos
acostamos muy tarde y no he dormido suficientes horas, pero sé lo que me
conviene y me levanto sin protestar. Después de ducharnos y vestirnos vamos al
comedor. Mi tía, Paula y Pablo ya están sentados en la mesa, delante de un
montón de croissants que tienen muy buena pinta, lástima que yo tenga un nudo
en el estómago. Pablo no tiene muy buena cara, tiene el labio algo hinchado con
una pequeña herida y supongo que le duele la cabeza. Llegan mi tío y mi padre y
empezamos a desayunar. Hay silencio, el ambiente es tenso, la única ajena a lo
que hicimos anoche es Paula.
Paula: ¿Qué vamos a hacer hoy?
Alicia: Lo siento Paula, pero tus hermanos y tu primo
están castigados. Ayer por la noche hicieron algo que no debían y tienen una
conversación pendiente con tu padre y tu tío.
Paula mira alternativamente a sus dos hermanos.
Paula: ¿Otra vez? Parece que os guste que papá os
caliente el trasero.
Paula: ¿Qué pasa mamá? Es la verdad, siempre se están metiendo
en líos, sobre todo Pablo, que se pasa la vida castigado. Son unos tontos.
¡Buf! ¿La enana también nos está regañando? Aunque, por
el momento, parece que ella tiene mejor juicio que nosotros tres juntos.
Terminamos de comer en silencio y nos mandan castigados a nuestras
habitaciones, bueno, a Víctor y a Pablo a su habitación, a mí me mandan a la de
mi padre. Me tumbo en la cama, no sé qué decidirán mi padre y mi tío pero no
será nada bueno, estoy bastante nervioso, la de ayer fue una cagada de las grandes.
Mi padre está tardando mucho, supongo que estará con mi
tío decidiendo el castigo. Sé que a mis primos también les aplican castigos
físicos pero no sé qué tan duro es el tío Luís. Anoche le vi muy enfadado y me
dio algo de miedo, aunque después mi padre me tranquilizó. Finalmente la puerta
se abre y entra mi padre, ¡con una regla de madera en la mano! Me siento de
golpe en la cama.
Adrián: Papá no,
con la regla no, por favor.
Carlos: Vamos a
hablar primero, ¿vale?
Mi padre deja la regla sobre el escritorio, se sienta a
mi lado y me da un fuerte abrazo. Noto que estoy temblando.
Carlos: Tranquilo,
no seré tan duro como cuando diste la fiesta en casa.
Lo abrazo fuerte y empiezo a llorar.
Carlos: Shhh. Vamos, tranquilo, deja
de llorar que quiero hablar contigo.
Me acaricia la espalda y me voy tranquilizando, mi padre
se separa, me levanta la cara y me seca las lágrimas que aún tengo en los ojos
y las mejillas.
Carlos: Necesito
que entiendas que lo que hicisteis ayer fue muy peligroso Adrián. Os
escapasteis de noche, cualquier ciudad de noche puede ser peligrosa, y fuisteis
a una fiesta en un local para mayores de 16 donde además servían alcohol, y
dónde sospecho que había drogas.
Adrián: Pero papá,
yo no bebí alcohol ni tomé nada, no se me ocurriría probar las drogas. Sólo
estuve con unos amigos de Víctor, estuvimos hablando y bailando, no hice nada
malo ni me puse en peligro. El local no estaba lejos y fuimos en autobús.
Carlos: Os
pusisteis los tres en peligro desde el momento en que salisteis de casa de
noche sin que nadie lo supiera, sois pequeños aún, sobre todo Víctor y tú,
erais blancos fáciles para alguien que quisiera robaros, por ejemplo. Sé que no
tomaste alcohol y me alegro por ello, pero, para empezar, no os deberían haber
dejado entrar ya que no tenéis la edad, ¿qué habríais hecho en ese caso?
Eso ni se me había pasado por la cabeza, ¿es posible que
hubieran dejado pasar sólo a Pablo?
Adrián: Papá, yo no
sabía que en ese local está prohibida la entrada a menores de 16.
Carlos: Eso me lo
creo, supongo que tú no sabías todos los detalles, pero desde el momento que
escapaste sin pedir permiso es que sabías que la respuesta sería no. O sea, que
me estabas desobedeciendo. Mentiste cuando te fuiste a dormir porque estabas
muy cansado. Te escapaste y te pusiste en peligro saliendo por la noche sin que
ningún adulto supiera de tu paradero. Pablo tuvo suerte que se metió en una
pelea con un chico de su misma edad que iba tan ebrio como él y la policía los
separó enseguida, pero imagina lo que podría haber pasado si se pelea con un
chico mayor, o si os meten a ti o a Víctor en la pelea. No tomaste alcohol y
espero que no te ofrecieran ningún tipo de droga, pero había en la fiesta
chicos más mayores que buscan a otros más jóvenes para introducirlos en el
mundo de las drogas y, a veces, por la presión de grupo, chicos como tú acaban
cediendo, es muy peligroso Adrián. El alcohol y las drogas son muy peligrosos,
te pueden destrozar la vida. Cuando tu tío me despertó sólo sabía que había
llamado un policía y que teníamos que ir a por vosotros, pero no sabíamos qué
había pasado ni si estabais bien. Nos asustamos mucho.
Las lágrimas vuelven a resbalar por mis mejillas, me está
afectando mucho todo lo que me está diciendo mi padre, aunque yo no vi nada de
eso. Yo sólo estuve bailando, pero entiendo su punto, se preocupó por mi
seguridad. Quiero disculparme, decirle lo que estoy sintiendo ahora, pero no me
salen las palabras. Mi padre vuelve a abrazarme y a acariciarme la espalda.
Estamos un rato abrazados hasta que me tranquilizo un poco, entonces me separa
y me mira a la cara.
Carlos: Serán 30
nalgadas algo fuertes con la mano y 10 con la regla, todo el castigo sin ropa.
Creo que lo más duro del castigo que te di por tu fiesta de cumpleaños fue
aguantar la posición, no lo pensé bien cuando decidí que te apoyaras en la
mesa. Esta vez no será así, todo el castigo será sobre mi regazo, para ti será
más fácil si no tienes que aguantar una posición incómoda.
Asiento con la cabeza, me levanto y me quito los
pantalones. Mi padre se levanta, coge la regla y vuelve a sentarse en su cama
dejándola a un lado, donde puede alcanzarla. Respiro profundamente en un
intento, con poco éxito, de calmarme y me tumbo sobre sus rodillas. Mi padre me
acaricia la espalda.
Carlos: Dime porqué
te voy a castigar.
Adrián: Me he
saltado un montón de reglas, pero lo más importante es que me puse en peligro
escapando por la noche a una fiesta que no era para chicos de mi edad.
Me baja el bóxer, deja de acariciarme y me sujeta fuerte.
Aunque es bastante vergonzoso, prefiero esta posición que apoyar las manos
sobre la mesa. Cae la primera nalgada, como me ha advertido es bastante fuerte,
¡ai, duele!
PLAS, ¡ai! PLAS, PLAS, au,
PLAS, PLAS, papá, PLAS, duele, PLAS, PLAS, ai, PLAS, au, PLAS, no tan fuerte,
PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, papá, PLAS, para, PLAS,
PLAS, au, PLAS, au, PLAS, PLAS, porfa.
Las lágrimas vuelven a brotar de mis ojos, me está
doliendo, y además aún estoy afectado por sus palabras.
PLAS, PLAS, snif,
PLAS, ai, PLAS, PLAS, snif, PLAS, PLAS, au, PLAS, au, PLAS, snif, PLAS, buaaa.
Para un momento, adivino que va a coger la regla, me
estremezco.
Carlos: Tranquilo,
ya falta poco.
PLACK, ¡au!,
PLACK, buaaa, PLACK, ai papá, PLACK, buaaa, PLACK, no, para, PLACK, buaaa, PLACK, buaaa,
PLACK, ai, PLACK, buaaa, PLACK, buaaa, duele, buaaa.
Me duele mucho, es verdad que no ha sido tan duro como
cuando di la fiesta, pero aún así duele. Me acaricia la espalda.
Carlos: Shhh, ya
pasó campeón, shhh, tranquilo Adrián, ya está. Todo perdonado, ¿vale?
Adrián: Buaaa, lo
siento mucho, buaaa. No lo volveré, buaaa, a hacer.
Sigo llorando mientras mi padre me acaricia. Cuando me
siento más calmado me levanto y me pongo bien el bóxer. Me abrazo a mi padre.
Carlos: Ya está
Adrián. Te quiero cariño, y no quiero que te pase nada malo.
Estamos un rato abrazados. Mi padre me ayuda a tumbarme
en su cama, me arropa, se sienta a mi lado y me sigue acariciando.
Carlos: Supongo que
estarás cansado y tendrás sueño, has dormido poco esta noche. Intenta dormir un
rato, te despertaré para el almuerzo.
Sigo sintiendo sus caricias mientras mis ojos se cierran.
Siento que alguien me está zarandeando suavemente, los ojos me pesan, no
puedo abrirlos.
Carlos: Adrián,
despierta, en media hora almorzamos.
Abro los ojos, estoy en la cama bocabajo, me doy la
vuelta. ¡Ai!, ¡mi trasero!, joder, cómo odio esa regla. Y, por cierto, ¿de
dónde la sacó mi padre? ¿Se la trajo en la maleta? Me levanto rápido, me froto
enérgicamente el trasero y me doy cuenta de que sigo sin pantalones.
Adrián: Papá, ¿de
dónde sacaste la regla? No me dirás que te la trajiste porque ya pensabas
castigarme.
Carlos: Jajaja, no
esperaba castigarte este fin de semana. Me la prestó tu tío.
Adrián (en tono irónico): Vaya, pues recuérdame que le dé las gracias.
Carlos: Vamos, ve
al baño, lávate la cara, despéjate, vístete y baja al comedor. Hoy casi no has
desayunado, debes de tener hambre.
Adrián: Sí papá, ya voy. ¿Te das
cuenta de que me has dado cinco órdenes seguidas?
Carlos: Jajaja, ¿en
serio las has contado?
Lo miro y pongo cara de enfadado, aunque es en broma.
Adrián: Sí, las he
contado, ¡te pasas! ¿Ves cómo eres un dictador?
Mi padre me da un breve abrazo y se va. Después de hacer
todo lo que me ha pedido voy al comedor. ¿Tengo que sentarme? ¿En serio? Me
siento lentamente, el trasero aún me duele, no puedo evitar hacer una mueca,
estoy muy incómodo, tendré que intentar no moverme.
Me sonrojo, veo que Paula me mira, bajo la cabeza.
Paula: ¿A ti también
te han zurrado? ¿Qué hicisteis? Ya les vale a mis hermanos, además de hacer
tonterías ahora te meten a ti en líos.
Adrián: Nos
escapamos para ir a una fiesta, pero no fue culpa suya, en realidad yo tuve la
idea.
Mi tía regresa con tres cojines del salón, me da uno y
pone los otros dos en las sillas de Víctor y Pablo. Pongo el mío y me vuelvo a
sentar, aún duele pero estoy algo más cómodo. Mis primos entran al comedor, veo
que tienen las mismas dificultades que yo para sentarse. Cuando estamos todos
comemos, el almuerzo es bastante silencioso, solo los mayores están hablando
como si no hubiera pasado nada. Me siento muy incómodo y avergonzado, cuando mi
padre me castiga en casa no hay nadie más, excepto Natalia, que lo sepa, no
estoy acostumbrado a esta situación. Pero me doy cuenta de que mis primos,
aunque sí están acostumbrados, tampoco se sienten demasiado cómodos. Al menos,
a parte del comentario que me ha hecho Paula, nadie hace referencia a la
escapada ni al castigo.
Después de comer mi padre me manda a su habitación a
estudiar. Paso las dos horas de pie. Mi padre entra y está un buen rato
conmigo, me pregunta y se asegura de que llevo bien la preparación de los
exámenes. Me felicita porque domino bien todas las asignaturas. Después de las
dos horas me dice que puedo quedarme en su habitación o ir con Víctor, me
decido por la segunda opción.
Víctor está tumbado en su cama, bocabajo, chateando con
el móvil. Le imito y me tumbo en mi cama, él deja el móvil y charlamos un rato.
Me entero de que él ha recibido exactamente el mismo castigo que yo, pero a
Pablo le ha ido peor puesto que su padre le ha dado los mismos azotes que a
nosotros pero los diez últimos no han sido con la regla sino con el cinturón.
Jugamos un rato a la consola antes de ir a cenar y a dormir.
Me despierto y veo la cama de Víctor vacía, ¡qué raro!
¿Dónde estará? ¿Y por qué nadie me ha despertado? ¿Qué día es hoy? ¡Ah, claro!
Es lunes, hoy es mi último día de fiesta pero mis primos hoy sí tienen clase.
Después de ducharme bajo al comedor, me encuentro a mi padre y a mi tía
charlando.
Alicia: Buenos
días, cielo, ¿tienes apetito? ¿Te apetece un zumo y unas tostadas con queso y
jamón?
Carlos: Buenos días, Adrián. ¿Cómo
estás?
Adrián: Buenos
días. Sí tía, tengo mucha hambre, gracias. Estoy bien papá, ya no me duele.
Me siento a desayunar. Ellos siguen hablando y así me entero de que dentro
de dos semanas vendrán a ver la casa que tienen apalabrada y, si todo está en
orden, formalizarán la compra. Pasarán el fin de semana en nuestra casa, será
poco tiempo porque llegarán el viernes por la noche y se irán el domingo
después de la comida.
Carlos: Ayer vi que
realmente te has preparado bien para los exámenes. ¿qué te parece si te perdono
las dos horas de estudio que había previsto para esta mañana y vamos a
Montmartre?
Mi tía nos acerca en coche al pie del funicular al que
subimos para ir a la parte alta de este bohemio barrio. Nos deja justo en el
Sacre Coeur, una inmensa basílica, desde aquí las vistas del barrio y de París
son preciosas. Paseamos por las calles adoquinadas hasta llegar a una plaza
donde se congregan muchos pintores. Mi padre escoge uno que hace retratos y le
pide que nos haga uno de los dos. Tenemos que estar un rato sentados, posando
como si fuéramos modelos, el cuadro le queda muy bien. Después cogemos un taxi
para volver al centro y encontrarnos con mis tíos y primos para almorzar en su
casa.
Después del almuerzo nos despedimos de ellos, aunque esta
vez no tardaremos mucho en volver a vernos, y mi tío nos lleva al aeropuerto a
coger el avión para volver a casa.
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