RECO-LECTOR
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¿No estás feliz, peque? ¿Te gusta tu regalo?
Aidan estaba tratando de que Dylan hablara,
pese a que sabía que era inútil. El pequeño tenía ya cuatro años y apenas
emitía sonidos de bebé. Los médicos le habían dicho que tenía autismo pero Aidan
se negaba a que eso fuera un obstáculo para su hijo. Pasaba sus horas tratando
de estimular al niño, haciéndole preguntas buscando alguna clase de respuesta.
Pero hasta la fecha el único medio de
expresión del chiquillo eran sus ceras de colores. Por eso aquella Navidad le
había regalado un juego de pinturas
nuevo y se moría por ver qué hacía con él. Sus demás hijos habían abierto sus
regalos con ansia y en esos momentos el salón estaba lleno de cochecitos rodando,
de pelotas botando y muñecos viviendo alguna aventura. Pero Dylan sólo miraba
sus pinturas sin hacer nada.
Aidan observó con paciencia, y finalmente
pareció que Dylan cogía una, la de color negro, que era su favorito. Sonrió,
feliz por esa pequeña muestra de que el regalo le había gustado. Hacía un gran
esfuerzo por poder hacerles regalos de Navidad a todos ellos. Era más fácil
ahora que las cosas le iban bien económicamente.
Tuvo que irse a atender a los bebés Hannah y
Kurt, que no se estaban quietos, y perdió de vista lo que hacía Dylan. Cuando
volvió, aquello era un desastre. El sofá y la pared estaban llenos de pintura.
Aidan parpadeó, tardando unos segundos en asimilar aquél pequeño cuadro
vanguardista pintado en su salón. Se
mordió el labio sin saber qué hacer, porque le habían especificado que no
regañara a Dylan por cosas que no estuviera seguro de haberle dejado claras
previamente. ¿Le había dicho alguna vez que no se pintaba en las paredes, o
simplemente había supuesto que ya lo sabía de haber oído cómo se lo decía a sus
hermanos? Aún no había decidido cómo
enfrentar la situación cuando un nene de seis años pasó correteando con varias
ceras en la mano.
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¡Cole!
-
¿Papi?
-
¿Has pintado tú la pared…?
-
Ups.
-
¿Cómo que “ups”? Sabes que eso no se hace, señorito.
Cole le puso un puchero y Aidan resopló. Qué
cuernos, era Navidad. No iba a enfadarse con él en Navidad. No por algo tan
inocente como pintar una pared. Sin embargo en ese momento vio a Dylan sentado
en un rincón con aspecto de estar muy deprimido. Se acercó a él para ver qué le
pasaba.
-
¡Ey, campeón! ¿Qué ocurre?
Dylan le miró con ojos tristes y levantó una
pintura.
-
Sí, nene, es una cera…¿qué tiene?
Dylan señaló a Cole, sin decir nada. Aidan se frustró una vez más porque el niño
no hablara, pero entonces entendió lo que quería decir.
-
Tus otras ceras las tiene Cole, ¿es eso? ¿Se las has
dejado? – preguntó, y por si no quedó claro que no dada su cara de tristeza,
Cole trató de escabullirse sigilosamente.
– Eh, eh eh, jovencito ¿a dónde crees que vas? Ven aquí. ¿Has cogido las
pinturas de tu hermano?
-
Ahora se las iba a devolver…
-
¿Cuántas veces hemos hablado sobre coger cosas sin
permiso? – preguntó Aidan, con cansancio. Cole tenía la extraña manía de hacer
coleccionismo de cosas ajenas. – Dáselas, vamos.
Cole le devolvió las pinturas, resignado.
-
Eso es, campeón, muy bien. A ver ¿tiene algo más, de
alguno de tus hermanos?
Cole empezó a vaciar los bolsillos de
juguetes, pulseras y papelitos y Aidan no pudo contener una sonrisa de ternura.
Le parecía adorable que hiciera recolección de pequeñas cositas pertenecientes
a sus hermanos, aunque sabía que tenía que enseñarle a no hacerlo porque no
podía ir por ahí cogiendo cosas porque sí. Aun así, no estaba dispuesto a
enfadarse por algo así... al menos, no hasta que vio algo que no le gustó nada.
-
¿Qué es eso? ¿Son cerillas? ¿Qué haces tú con eso?
…¿Las has cogido de la cocina?
Aidan hizo muchas preguntas y no dejó que el
niño respondiera ninguna.
-
¡Eso no es un juguete! – le regañó. Le agarró del
brazo y le apoyó en su cadera, dejando caer tres palmadas firmes sobre su
pantalón.
PLAS PLAS PLAS
Cole empezó a llorar con algo de retardo,
como asimilando lo que había pasado.
-
Bwaaaaa….¡malo!….snif…snif…yo…snif….sólo
quería…snif…uno de tus juguetes.
Aidan le cogió en brazos y le besó en la
frente para que dejara de llorar.
-
Pero eso no es un juguete, mi amor. Eso es una cosa
peligrosa, igual que es peligroso entrar solito a la cocina. Bueno, bueno, ya,
no llores ¿si? ¿Quieres un juguete de papá? Eso tiene arreglo, campeón… - le
dijo y subió con él en brazos hasta su
habitación. Caminó hasta su estantería y rebuscó entre los libros, hasta
encontrar uno de los últimos que había escrito. – Toma, peque. Este es uno de
los juguetes de papá. Los juguetes de papá son las palabras, campeón.
Cole miró aquél libro de cuentos como si
fuera un tesoro.
Y ahí descubrió su pasión por los libros.
ResponderBorrarQué ternura que es Cole. Me encanta la pasión de Aidan por sus hijitos! Siempre me asombra la idea que has tomado para escribir, un hombre criando a sus hermanitos como si fuesen sus hijos. Es un acto de amor en todo su esplendor!
ResponderBorrarOh lindo Cole!! El queria tener algo de todos!!
ResponderBorrarOh que bueno que en tu historia Dylan si habla!! porque es muy difícil cuando los niños autistas no hablan!!!
Te quedo genial Nena!!
Me gustó mucho eso devq los juguetes de Aidan fueran las palabras
ResponderBorrarCreo q se puede aplicar a todos los q nos gusta escribir ;-)
Me gustó mucho eso devq los juguetes de Aidan fueran las palabras
ResponderBorrarCreo q se puede aplicar a todos los q nos gusta escribir ;-)