Nuevas reglas, nuevos
castigos
Capítulo 6
Es jueves. Llego al colegio y me encuentro con
Shaila y Martina, están hablando, parece que de una película, no tengo ni idea
de cuál es pero parece algo aburrida, seguro que es un drama o, peor, una de
esas románticas que les gustan tanto a las chicas.
Adrián: Hola,
¿de qué estáis hablando? ¿Alguna película?
Se me quedan mirando como sorprendidas.
Shaila: ¿Cómo
que qué novela? ¡La que teníamos que leer de lengua! Tenemos hoy el examen, ¿la
has leído, verdad?
Mi cerebro no acaba de procesar sus palabras,
¿novela? ¿examen?, ¿de qué me habla? Mi cara habla por mi.
Martina:
¡No la has leído! Adrián, no puedes aprobar lengua si suspendes este examen,
las lecturas de las dos novelas son obligatorias. Nos las dieron a principio de
curso, hoy es el examen de la primera. ¿Es que no lo tienes anotado?
Siento cómo me ruborizo, ¿Martina me está
regañando? Más o menos, eso parece.
Adrián: Pues
no, no sé dónde lo apunté y me había olvidado por completo. Uf, no aprobé el
primer trimestre y suspendí el parcial de este, creo que ya no puedo salvar la
asignatura.
Shaila: ¿Y
si intentamos resumirte la novela?
Adrián: No
sé si servirá de mucho pero os lo agradezco.
Llega Nico. Entre los tres me explican el
argumento, pero ni conozco los detalles ni seré capaz de retener tanta
información.
Nico: ¿Y
si te dejamos copiar el examen?
Martina: Yo
me siento delante tuyo, puedo poner la hoja de respuestas a un lado para que lo
veas.
Adrián: No
sé si debes hacerlo, no quiero que acabes suspendiendo por mi culpa.
Martina: Lo
intentamos, lo haré disimuladamente.
Adrián: Vale,
gracias, pero no te arriesgues demasiado, si veo que nos van a pillar entregaré
en blanco, no quiero causarte problemas.
El examen es a segunda hora, durante la primera
clase estoy muy nervioso. Llega la profesora de lengua y nos preparamos para el
examen. Nos da las hojas con las preguntas y las leo, puedo contestar un par de
ellas pero muy superficialmente, yo solo no seré capaz de desarrollar ninguna.
Martina deja una hoja a un lado, como casualmente, yo intento leerla pero no es
fácil y los nervios no me ayudan. La profesora se da cuenta.
Profesora: Adrián,
¿qué haces?
Adrián: Na-nada,
estoy pensando.
Profesora: Bien,
pues sigue pensando en este sitio.
Me cambia a una mesa de la primera fila que está
libre. No puedo escribir nada, no sé nada, ¡no he leído la estúpida novela! Le
doy el examen, prácticamente en blanco, sólo han pasado quince minutos desde
que nos lo ha dado. Cuando se lo entrego me pregunta, en voz baja porque los
demás siguen haciendo el examen.
Profesora: Adrián,
¿has leído la novela?
Profesora: Ya
sabes que eso significa que vas a suspender la asignatura. Tienes que leerla,
deberás hacer un examen de recuperación de la novela y aprobarlo.
Me siento otra vez en mi sitio y escondo la
cabeza entre mis brazos, mi padre me va a matar, porque aunque no se lo diga,
que no pienso hacerlo, en algún momento lo sabrá, no estará nada contento
cuando vea que no he sido capaz de remontar esta asignatura.
Que larga se me ha hecho la espera hasta el
descanso, estoy de mal humor y no me apetece volver a clase, y encima más tarde
tengo clase de historia, ¡qué fastidio! No voy a aguantar al profesor, y con la
manía que me tiene seguro que acabo con alguna falta de disciplina.
Adrián: Nico,
paso de ir a las siguientes clases.
Qué pregunta más tonta, le respondo en un tono
irónico.
Adrián: No,
solo voy a salir del colegio sin que nadie se dé cuenta.
Nico me mira y me rueda los ojos, creo que
piensa que es una mala idea.
Adrián: Estaré
de vuelta a la hora de comer, pero no puedo ir a clase de historia, seguro que
meto la pata con el profesor. Últimamente me reprende constantemente, por
cualquier cosa, y hoy acabaría por hablarle mal y con otra falta de disciplina.
Nico: Peor
te irá si te pillan escapando. Vamos,
te sigo, yo tampoco tengo ganas de ir a clase.
En el patio hay una zona boscosa, no nos está
permitido ir pero al lado hay una pista donde podemos jugar a básquet, vamos
hacia allí como si estuviéramos paseando mientras charlamos, cuando llegamos al
extremo de la pista nos aseguramos que ningún profesor esté mirando y nos
metemos en la zona boscosa, aquí podemos saltar fácilmente la pared que cierra
el recinto sin que nadie nos vea. No es la primera vez que hago pellas ni la
primera que me escapo, las veces que me han pillado ha sido por faltar a
primera hora, que es cuando los profesores anotan las ausencias, o cuando me he
escondido sin salir del recinto escolar. Vamos a un parque cercano y pasamos
allí las cuatro horas que faltan para la hora de comer. Volver a entrar en el
colegio es más fácil, aprovechamos que es la hora de salida de los alumnos que
no se quedan a comer y entramos sin llamar la atención, vamos a recoger
nuestras cosas a la taquilla y nos dirigimos al comedor. Justo cuando vamos a
sentarnos una de las encargadas nos hace un gesto.
Encargada: Adrián,
Nico, el director quiere que vayáis a su despacho, ahora.
Mierda, ¿nos han pillado? ¿Cómo? ¿Alguien nos
habrá visto salir? Llamamos a la puerta de dirección y entramos.
Director: Hola
chicos, sentaos, por favor.
Nos sentamos mientras saludamos.
Director: Habéis
faltado a clase las últimas cuatro horas sin justificación, ¿dónde estabais? No
es posible que hayáis estado escondidos tanto tiempo sin llamar la atención,
habéis salido del colegio, ¿cierto?
Ninguno se atreve a decir nada.
Director: ¿No
pensáis hablar? Podemos estar aquí el rato que haga falta, pero cuánto más
tardéis en hablar peores serán las consecuencias.
Decido confesar y asumir toda la
responsabilidad, si no fuera por mí Nico no se habría escapado, no es el primer
lío en el que le meto este curso, no quiero que le castiguen.
Adrián: Sí,
hemos salido del colegio y hemos estado en el parque que hay al lado. Ha sido
culpa mía señor, soy el único responsable, no castigue a Nico, por favor.
Director: ¿Has
obligado a Nico a escapar?
Nico: No
señor, yo he tomado la decisión de salir y saltarme las clases.
Director: Escapar
es una falta grave que constará en vuestro expediente. Además vais a recuperar
las cuatro horas que habéis faltado, y para eso los cuatro próximos días
entraréis una hora antes por la mañana y cada día haréis la tarea de una de las
clases que os habéis saltado. Me comunicaré con vuestros padres para avisarles
de la fuga y del castigo.
No, no puede ser, ¿entrar una hora antes? ¡Eso
significa que tendré que levantarme una hora antes! Y el enfado de mi padre
será monumental.
Director: Adrián,
me preocupa mucho tu actitud, hasta el curso pasado eras un alumno modélico, no
tenías ninguna falta en el expediente, ni siquiera leve, y sacabas muy buenas
notas. Hacías tus tareas, participabas en clase y ayudabas a los compañeros que
tenían dificultades. Este curso has estado en mi despacho muchas veces ya,
tienes un montón de faltas disciplinarias, ¿estás buscando que te expulse?
Adrián: No
señor, lo siento, no volverá a pasar.
Director: Eso
espero por tu bien. Ahora podéis ir al comedor.
Salimos del despacho, lo siento por Nico, es un
buen amigo, y ahora por mi culpa él también tiene una falta grave en el
expediente y los cuatro días de castigo.
Adrián: Joder,
no salgo de una para meterme en otra, mi padre estará hipermolesto. Últimamente
me pillan cada vez que hago una tontería.
Nico: ¿No
será que últimamente haces muchas tonterías y muy seguidas? Mierda, mis padres
también estarán cabreados, me va a caer una buena cuando llegue a casa.
Adrián: Nico,
siento haberte arrastrado, por mi culpa tienes una falta grave.
Nico: No
es culpa tuya, como le he dicho al director yo decidí escaparme. Podría haberme
quedado e incluso haber intentado convencerte para que no escaparas, pero hice
lo contrario, animarte y acompañarte.
Entramos al comedor y nos sirven la comida, ni
Nico ni yo comemos mucho. El entrenamiento de tenis me ayuda a relajarme un
poco, pero acaba demasiado pronto para mi gusto. Cuando llego a casa Natalia ya
me espera.
Natalia: Hola
Adrián, ¿cómo estás?
No sé qué responder, me limito a encogerme de
hombros. Ella me echa una mirada entre compasiva y de ánimo.
Natalia: ¿Tienes
hambre? ¿Quieres un zumo?
Natalia: Entonces
ve a tu habitación. No puedes salir hasta que llegue tu padre.
Subo y me tumbo en la cama, mirando al techo.
Soy incapaz de hacer nada mientras espero que mi padre llegue. Cuando entra me
siento en la cama. Él se queda de pie, delante mío, mirándome.
Adrián: Hola
papá, lo siento. ¿Estás muy enfadado?
Carlos: No,
si te parece me ha alegrado mucho de que el director me haya llamado para
decirme que mi hijo se ha escapado del colegio y ha faltado a cuatro clases.
¿Por qué Adrián?
Adrián: No
me apetecía ir a clase de historia, el profesor me llama la atención
constantemente y no quería contestarle mal y faltarle al respeto.
Bajo la cabeza y miro hacia el suelo, cuando
sale de mi boca incluso a mi me parece una excusa muy pobre. Pero no me
arrepiento, estaba de mal humor por haber olvidado leer la novela, aunque eso
no se lo voy a contar a mi padre, y si hubiera ido a clase igualmente habría
terminado con una falta de disciplina. No esperaba que nos pillaran, me pareció
la opción menos arriesgada.
Carlos: ¿Esa
es tu excusa? ¿Que no puedes comportarte y no faltarle al respeto a un profesor
estando en clase? Tu obligación es ir a clase y estudiar, y debes tratar con
respeto a tus profesores, si te llaman la atención es porque no estás
atendiendo en clase ni te estás comportando como debes. No entiendo qué pasa
contigo. ¿Cuánto tiempo piensas seguir así? Tu tutora quería hablar conmigo, ha
ido a buscarte a clase para darte la nota y entonces se ha dado cuenta de que
te habías escapado. Me han citado a una reunión el próximo miércoles con ella y
con el director.
Ahora ya sé por qué nos han pillado.
Carlos: Ya
sabes que los próximos cuatro días deberás estar en el colegio a las siete, eso
significa que deberás levantarte a las seis, por lo tanto también te acostarás
una hora antes. Y se han acabado las salidas, estás castigado hasta nuevo
aviso, si quieres tener permiso para salir tengo que ver un cambio de actitud,
no quiero más avisos del colegio de ningún tipo. Y ahora ya sabes lo que toca.
Adrián: No
papá, ya me has castigado sin salir y recuperaré las clases con esa hora extra
diaria.
Mi padre me coge de la mano y me levanta, se
sienta en la cama, me desabrocha el pantalón y me lo baja por debajo de las
rodillas, ya se ha dado cuenta de que hoy no pienso colaborar.
Adrián: No
papá, ¡por favor! No quiero que me pegues, ¡te odio!
Carlos: Pues
yo no, yo te quiero mucho. Serán cincuenta nalgadas Adrián, vamos, no lo hagas
más difícil ni lo empeores.
Me tumba sobre sus rodillas y me empieza a
acariciar la espalda.
Carlos: Adrián,
dime por qué te voy a castigar.
Carlos: Estaremos
así el tiempo que sea necesario, hasta que me respondas. Debo asegurarme de que
has entendido qué es lo que has hecho mal, pues no quiero que se repita.
Sigo callado, mi padre me sigue acariciando la
espalda con suavidad. Pasan unos minutos, ¿de verdad no empezará hasta que
hable? ¿Y si no hablo no me castigará? Me estoy poniendo nervioso, estar en
esta posición esperando que empiece el castigo no es para nada agradable.
Adrián: Por
escaparme del colegio y saltarme las clases.
Suspiro, ahora empezará con el castigo. Noto
cómo me sujeta.
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS
Muerdo con fuerza la almohada y aguanto las diez
primeras sin quejarme.
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, ai,
PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, ai, au, PLAS snif
PLAS, PLAS, au papá, PLAS,
PLAS, snif, PLAS, PLAS, ya, PLAS, PLAS, PLAS, para, PLAS, snif
Me baja el boxer, ya no aguanto, las lágrimas
salen de mis ojos,
PLAS, snif, PLAS, PLAS, aiai, PLAS, au duele, PLAS, PLAS, ya papá,
PLAS, PLAS, para, PLAS, por favor, PLAS, buaaa
PLAS, PLAS, buaaa,
PLAS, au, PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, para buaaa, PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, buaaa, buaaa, buaaa
Sigo llorando un rato sobre sus rodillas
mientras él me acaricia, me levanto y me visto. Mi padre también se levanta, me
acerca a él y me abraza, intento separarme pero no me deja.
Carlos: Te
quiero Adrián, mucho. Ya está hijo, ya está pequeño, ya pasó.
Me sigue abrazando y acariciando, yo estoy
enfadado con él porque me ha castigado pero me gusta que me abrace y que me
haga mimos. También me gusta que me esté hablando en susurros. Al final le
abrazo.
Adrián: No
te odio papá, no es verdad, pero no me gusta que me castigues, no vuelvas a
hacerlo.
Carlos: Y
a mi no me gusta que te portes mal, no vuelvas a saltarte las normas y no te
castigaré. Tengo una idea, haremos un cartel con las reglas para colgar en la puerta,
así lo verás cada vez que salgas de tu habitación y recordarás que debes
respetarlas.
Estoy más tranquilo, me separo de él, me seca
las lágrimas y me limpia la cara.
Carlos: Siéntate
y coge un papel y un lápiz.
Me da un beso en la frente y me sonríe.
Adrián: En
ese caso prefiero seguir de pie. Me duele mucho, eres malo, ¿lo sabes?
Esa última parte ha sonado muy infantil, incluso
creo que he puesto un puchero, noto como me ruborizo. Me doy la vuelta para que
mi padre no me vea, voy al escritorio y cojo un papel y un lápiz como me ha
pedido.
2. Para salir debo pedir permiso, estar localizable con el móvil y
volver a la hora indicada.
3. Debo asistir a todas las clases y a las extraescolares.
4. Debo hacer las tareas, estudiar y sacar buenas notas.
5. Debo tener buena actitud en el colegio.
6. Debo estar en la cama a las 22h y durmiendo a las 23h.
7. No puedo saltarme ningún castigo.
Después de escribir las normas en el papel mi
padre va a buscar una cartulina y, entre los dos, hacemos un cartel que
colgamos detrás de la puerta de mi habitación. Nos ha quedado muy chulo, lo
hemos decorado, pero, sobre todo, me ha gustado pasar tiempo con mi padre
haciéndolo. Al final de la cartulina queda espacio, mi padre ha querido dejarlo
por si tiene que añadir nuevas reglas a la lista.
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