Nuevas
reglas, nuevos castigos
Capítulo
8
Entre
el jueves de la semana pasada y el martes he tenido los exámenes trimestrales
de todas las materias, y el fin de semana me lo pasé encerrado en mi habitación
estudiando. Estoy contento de como me han ido la mayoría y he conseguido
recuperar casi todas las asignaturas, sólo he suspendido historia y lengua. Con
historia lo intenté, estudié y mejoré la nota del primer examen, pero la media
no me da, por suerte el profesor me ha dicho que me guarda la nota del proyecto
y sólo deberé aprobar el examen de recuperación. Para el examen de lengua no
estudié, ya que tampoco iba a aprobar por no haber leído la novela, aunque no
sé si lo pensé demasiado bien porqué ahora en la recuperación tendré que
examinarme de la novela y de toda la materia que hemos dado este trimestre.
Entre
ayer y hoy todos los profesores nos han dado los exámenes y nos han dicho las
notas de la segunda evaluación, y a principios de la próxima semana los padres
recibirán el informe trimestral. A mi padre aún no le he dicho que me quedan
dos asignaturas, aunque lengua ya sabe que la suspenderé. Ya lo enfrentaré
cuando lleguen las notas, no creo necesario adelantar acontecimientos,
especialmente si no van a ser buenos para mi trasero. Sólo le he enseñado
algunos exámenes, los de biología, inglés y tecnología, que suspendí en la
preevaluación y que he conseguido remontar, y los de matemáticas y física que
son los que mejor me han ido.
No
he tenido ninguna falta de disciplina desde que me escapé, y de eso ya hace dos
semanas. He estado encerrado en casa desde entonces, ¡necesito que mi padre me
de permiso para salir! Después de enseñarle los exámenes, los que he decidido
que quiero que vea, me animo a preguntarle, no me hago muchas ilusiones.
Adrián:
¿Mañana por la tarde puedo salir con mis
amigos? Papá, por favor, es viernes, estas dos semanas me he portado bien en el
colegio y en casa, he hecho todas las tareas, he estado estudiando para los
trimestrales y no has tenido ningún aviso, y he mejorado mi relación con
Natalia, ¿puedo?
¿Me
levantará el castigo indefinido de no salir de casa? Mi padre suspira, veo que
se lo está pensando.
Carlos:
Está bien, ¿dónde iréis?
Adrián:
Al cine, a la sesión de tarde, estrenan
una película de animación que tengo muchas ganas de ver. Y después de la
película comeremos algo allí mismo.
Carlos:
De acuerdo, puedes ir. Como cenarás fuera
tienes permiso hasta las nueve. Dile a María que no vas a cenar en casa.
Adrián:
Gracias papá, te quiero mucho.
Me
lanzo sobre él y le doy un fuerte abrazo.
El
viernes por la tarde, después de la clase de piano, el chofer me lleva
directamente al centro comercial donde están las salas de cine. Allí me
encuentro con Martina, Nico y Shaila, esto será casi como salir en parejas,
aunque Martina y yo no lo seamos, de momento, porque espero que eso pueda pasar
en un futuro no muy lejano.
Martina:
Qué bien que tu padre te haya dejado
venir, ¿por fin te ha levantado el castigo por escaparte del colegio?
Me
sonrojo cuando menciona el castigo, esta vez se lo conté ya que fue por algo
que pasó en el colegio y todos lo sabían. A Nico sus padres también le
castigaron pero solo hasta terminar los trimestrales.
Adrián:
Sí, se ha alegrado de que haya mejorado
mis notas.
Compramos
las entradas, vamos a por palomitas y refrescos, y entramos a la sala. Apago mi
móvil. La película está genial. Me siento al lado de Martina, compartimos unas
palomitas grandes y nuestras manos se rozan varias veces, una de ellas tardo un
poco en retirar la mano y me parece que Martina se sonroja, ¡uf, cómo me gusta
esta chica! Después de la película vamos a comer pizza, hablamos y nos reímos,
el tiempo pasa rápido, ¡demasiado rápido!
Martina:
Chicos, debo irme, son casi las nueve y
media, en cinco minutos mi padre viene a recogerme.
Adrián:
¿Las nueve y media? ¡Mierda! Mi padre
sólo me dió permiso hasta las nueve.
Miro
el móvil, sigue apagado. Lo enciendo y empiezan a entrar mensajes y llamadas
perdidas, todos de mi padre. Me va a matar. Me despido rápido y me voy hacia la
entrada, donde he quedado con el chofer para que me recoja. Le veo enseguida,
me está esperando fuera del coche con cara de preocupación. Me disculpo por
hacerle esperar y subo al coche.
Adrián:
Lo siento mucho, de verdad, se me ha
pasado la hora. ¿Sabes si mi padre está muy enfadado? Me ha dejado un montón de
mensajes, la mayoría son mensajes de voz que no me he atrevido a escuchar.
Chofer:
No sonaba precisamente contento cuando he
hablado con él, estaba preocupado porque no podía localizarte y no sabía si te
había pasado alguna cosa. Creo que deberías llamarle para decirle que ya estás
conmigo y tranquilizarle.
Adrián:
Sí, vale, ahora le llamo.
Llamo
a mi padre, me tiembla la voz cuando hablo con él, suena más enfadado que
preocupado. Llego a casa y me manda directamente a mi habitación, no hay abrazo
ni beso, aunque no me gusta que me bese ahora hubiera servido para calmarme.
Sube detrás de mí y cierra la puerta, se ve que está muy enfadado.
Carlos
(señalando el cartel que hay detrás de la puerta): ¡Lee en voz alta!
Me
está gritando, eso no lo hace normalmente. Leo las normas, mi voz suena rara,
me doy cuenta de que estoy llorando.
Carlos:
Explícame qué norma has incumplido.
Adrián:
La segunda papá, snif, tenía el móvil
apagado y me he retrasado media hora, snif. Pero papá, ha sido sin querer,
snif, de verdad, apagué el móvil cuando entramos a la sala de cine, snif, y
olvidé volver a encenderlo. Y no me di cuenta de la hora, snif, enseguida que
vi que era tarde corrí, snif, a encontrarme con el chofer.
Carlos:
Hablamos en un rato, estoy demasiado
enfadado, necesito tranquilizarme. Coge una hoja y copia la segunda norma,
hasta que yo regrese, numera las veces que lo haces.
Empiezo
a copiar la norma, las lágrimas resbalan por mis mejillas, creo que nunca había
visto a mi padre tan enfadado, y eso que ésta no ha sido mi peor metida de
pata. Al rato vuelve, parece más calmado, por lo menos no me grita.
Carlos:
Bien, sigue hasta cien.
Acabo
las copias que me ha pedido y le entrego las hojas, no me atrevo a mirarle. Las
deja sobre mi escritorio y seguidamente me abraza y me da un beso. Le devuelvo
el abrazo y me relajo.
Carlos:
Siento haberte gritado, me he preocupado
mucho cuando el chofer me ha llamado para decirme que no llegabas, he intentado
localizarte y me salía el buzón de voz, temía que te hubiera pasado algo.
Adrián:
Lo siento, papá, no ha sido mi intención
preocuparte, de verdad. Estaba en el centro comercial, no nos hemos movido de
allí, no podía pasarme nada.
Me
dirige hacia la cama y nos sentamos.
Carlos:
Es de noche Adrián, sólo tienes 14 años.
Carlos:
Igualmente eres pequeño, es peligroso que
a estas horas estés fuera, no me perdonaría si te pasara cualquier cosa, ya
perdí a tu madre, no soportaría perderte a ti también.
Adrián:
Lo siento mucho, de verdad, no volverá a
pasar. ¿Me vas a castigar?
Carlos: Ya sabes qué pasa cuando te saltas las
reglas.
Adrián:
Papá, ¿no puedes olvidarlo por una vez?
Carlos: Serán 40, vamos, colócate en posición.
Me
cuesta pero hago lo que me pide. Como siempre me acaricia la espalda, se lo
agradezco mentalmente, es un gesto que me ayuda a tranquilizarme antes del
castigo.
Carlos:
Dime por qué te voy a castigar.
Adrián: Por tener el móvil apagado y saltarme la
hora de volver a casa.
Aprieto
la almohada, intentaré no quejarme.
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, au, PLAS
PLAS, PLAS, au,
PLAS, PLAS, PLAS, aiai, PLAS, PLAS, papá, PLAS, PLAS, duele, PLAS, ai
PLAS, PLAS, PLAS, snif, PLAS, PLAS, PLAS, ai,
snif, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS,
buaaa
PLAS,
PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, PLAS, ai, buaaa, PLAS, PLAS, ya papá, PLAS, PLAS, para, PLAS, buaaa, buaaa, buaaa
Acaba
y me acaricia la espalda. Me ayuda a levantarme, me subo el boxer y me abraza.
Carlos:
Sabes que vuelves a estar castigado sin
salir, ¿verdad?
Carlos:
Hasta el domingo, quiero que aproveches
el fin de semana para adelantar la lectura de la novela.
Me
separa y me da un beso en la frente.
Carlos: Ponte el pijama y métete en la cama, es
tarde.
Hago
lo que me dice y me tumbo de costado, el trasero me duele, seguro que lo tengo
rojo. Mi padre se sienta a mi lado y me acaricia.
Carlos:
Ahora, ¿me cuentas cómo ha ido la salida?
¿Estaba Martina?
Le
sonrío y le cuento todo, se queda conmigo, acariciándome, hasta que me duermo.
Adrián se duerme. Sigo acariciándole un rato, le
quiero tanto, yo no podría seguir viviendo si a él le pasara algo. Sé que desde
que murió mi esposa me he obsesionado con la seguridad pero debo protegerlo.
No me gusta nada castigarlo, se me rompe el
corazón cuando le escucho llorar y debo hacer un esfuerzo para seguir cuando lo
que mi cuerpo me pide es abrazarlo, pero le hice una promesa a su madre que no
puedo romper.
Cuando mi esposa quedó embarazada estuvimos muy
felices, íbamos a tener un bebé, lo deseábamos tanto. Nos había costado mucho
conseguirlo y, aunque intentamos darle un hermano, mi esposa no logró quedarse
embarazada de nuevo. Antes de que naciera Adrián hablamos mucho sobre qué
queríamos para él, esperábamos que se convirtiera en una buena persona,
responsable, educado, que pudiera estudiar lo que él quisiera hasta dónde sus
capacidades le permitieran, que se propusiera objetivos en su vida y se
esforzara para conseguirlos. Nosotros le íbamos a dar todo lo que necesitara
pero sobre todo teníamos el deber de educarlo, fue entonces cuando nos
planteamos qué deberíamos hacer si en algún momento se desviaba del camino que
considerábamos correcto. Mi esposa lo tuvo claro, tendríamos que marcar normas
y límites claros, y deberíamos enseñarle a respetarlos, debía saber que si no
lo hacía habría consecuencias. Pensaba que era muy importante que supiera que
en la vida todas las acciones tienen consecuencias, que pueden ser agradables o
desagradables. Se refería a aplicar castigos, ¿de qué tipo? ¿Hasta dónde
debíamos llegar? Fue ella quien propuso el castigo físico, sin violencia ni
maltrato, si todo lo demás fallaba. Yo no estaba muy convencido, y eso que a mí
me educaron así, pues no sabía si llegado el momento sería capaz de hacerlo.
Pero ella me convenció con sus argumentos y me puso de ejemplo, entonces accedí
y le prometí que la apoyaría en esto, aunque esperé no tener que hacerlo nunca.
Cuando
Adrián nació ella decidió aparcar su exitosa carrera como actriz para dedicarle
el mayor tiempo posible, y a mí me pareció bien. Mi trabajo me ocupaba muchas
horas pero ella estaba siempre con Adrián y yo intentaba estar al máximo el
poco tiempo que tenía libre. Ellos estaban muy unidos, Adrián era feliz, a
medida que crecía nos dábamos cuenta de que realmente era un buen chico,
alegre, extrovertido aunque algo tímido, amable, educado e inteligente.
Nuestro
mundo se vino abajo cuando un camión se atravesó delante del coche de mi esposa
sin que ella pudiera hacer nada para evitar el choque. Fue a mitad de julio, Adrián
estaba en un campamento de verano, me avisaron y fui a buscarlo. Fue un duro
golpe para ambos. En ese momento tomé la decisión de dejar mi trabajo, pasamos
ese verano juntos, nos dedicamos mucho tiempo el uno al otro y así logramos
superar su pérdida. Llegó septiembre, Adrián volvió al colegio y yo decidí
volver a mi trabajo. Necesitaba que alguien cuidara de Adrián en mi ausencia y
pensé que la mejor opción era Natalia, conocía a Adrián desde hacía algo más de
siete años y se llevaban muy bien. Le propuse un cambio de horarios y ella
aceptó.
Las
cosas fueron bien el primer año pero al comenzar este curso todo se torció. Al
principio Natalia intentó hablar con él y me escondía su mal comportamiento,
hasta que se vió superada. Ella creía que era una llamada de atención hacia mí
y así me lo expuso, pareció confirmarse cuando estuve más atento y al comenzar
a regañarle y castigarle por sus malas acciones aún empeoró. Por desgracia, al
mismo tiempo empeoró su relación con Natalia, él empezó a tratarla muy mal, la
culpaba por contarme sus malas actitudes y le molestaba que ella estuviera
encima de él, aunque fuera porque yo se lo había pedido. Entonces recordé la
conversación con mi esposa y vi que era el momento de actuar, aunque me
costara. Se lo conté a Natalia pero ella no parecía compartir la misma opinión,
aún así me alentó a hacer lo que considerara necesario, y al mismo tiempo me
pidió que pasara más tiempo con Adrián.
Estoy
contento de haberme dejado convencer por ella de reducir mi jornada porque aunque
Adrián siga teniendo malas actitudes estoy viendo pequeños cambios, y disfruto
mucho de los ratos que paso con él, tengo suerte que aún quiera pasar tiempo
conmigo. Creo que sus malas decisiones son una mezcla de llamada de atención
con la rebeldía propia de la adolescencia, y para que esta fase pase me parece
que aún falta tiempo. Pero yo estaré a su lado para ayudarle, apoyarle, y
también para corregirle cuando sea necesario.
Le
miro, está tranquilo, profundamente dormido, ¡se ve tan pequeño e inocente! Le
doy un beso en la cabeza, le arropo, apago la luz y salgo de su habitación.
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NA: Hola, en este capítulo he incluido los
pensamientos de Carlos, esta última parte podría haberla titulado algo así cómo
“Adrián visto por Carlos”. Mi idea es
que sirva para que conozcáis algo mejor a este personaje, espero haberos
descubierto algún matiz nuevo de su personalidad que ayude a entender su modo
de actuar.
En futuros capítulos estoy pensando en escribir
sobre los pensamientos de otros personajes para mostrar cómo ven a Adrián, qué
piensan o qué sienten, o conocer algo más de su pasado. Aunque nunca serán los
narradores de la historia, eso se lo dejo a Adrián, creo que esos pensamientos
pueden ayudaros a conocerlos y entenderlos mejor, puesto que ahora sólo los
conocéis a través de los ojos de Adrián.
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