martes, 11 de octubre de 2016

CAPÍTULO 4: Y POR FIN, PRESENTE.



CAPÍTULO 4: Y POR FIN, PRESENTE.

Aunque Goku había entendido que su trato con sus hijos debía ser algo más que entrenar juntos, la lucha era una parte esencial  de la vida de un sayan y por eso empezó a entrenar con Goten por las mañanas. Le sorprendió lo bien  que Chi-Chi le había enseñado en su ausencia: su mujer también conocía las artes marciales y por eso su hijo tenía cierta técnica.

Le había costado un poco que el niño accediera a entrenar con él, pero poco a poco se iba ganando su confianza e iban aprendiendo a pasar tiempo juntos. Con Gohan, en cambio, no había tenido tanta suerte. Cuando no estaba en el instituto o haciendo deberes, se escapaba con Videl. Sí era cierto que de vez en cuando usaba sus habilidades para frenar algún atraco o atrapar un delincuente, pero eso no era verdadero entrenamiento. Goku no podía evitar frustrarse al ver que su hijo desperdiciaba su poder, pero no quería obligarle a luchar si no quería hacerlo. Vegeta le hubiera llamado blando por eso, pero él quería ser fiel a la promesa que le hiciera a Gohan en su día: la de que no tendría que pelear cuando no fuera necesario para proteger a la gente de la Tierra.

Tenía que buscar otra forma de pasar tiempo con su hijo mayor, pero no sabía cómo. ¿Qué hacían los padres para pasar tiempo con sus hijos?  Su única fuente de información era Vegeta, y por alguna razón  sentía que no debía seguir su ejemplo en aquél asunto.

-         ¡Ah, papá, no estás atento! – protestó Goten. Estaba intentando aprender el Kame-hame-ha de su padre, y aquella vez había conseguido crear una pequeña bola de ki.

-         Tienes razón, hijo… Estaba pensando en tu hermano. Como no viene a entrenar con nosotros, apenas le veo.

-         Si  no le gusta entrenar, ¿por qué no haces algo que le guste a él? – sugirió Goten.

-         ¿Cómo qué? – preguntó Goku. En realidad no conocía mucho a su hijo. No a su versión adolescente, al menos.

-         A él le gusta estudiar – dijo Goten, poniendo una mueca de desagrado, porque a él no le gustaba lo más mínimo.

-         Pero yo apenas sé leer. Eso no sirve.

-         Pues prueba con otra cosa que te guste a ti y también a él. – replicó Goten, encogiéndose de hombros.

Goku meditó por un segundo qué cosa podía ser esa. Lo cierto es que no se le ocurría nada. Nada excepto…

-         Bueno, a los dos nos gusta comer. A todos los sayans… Comemos mucho. Supongo que… algunas familias van fuera a comer, ¿verdad? En restaurantes, y eso.

-         ¡Genial! ¿Podemos comer hamburguesas?

-         ¿Hamburguesas? ¿Por qué no? ¿Crees que a Gohan le gustará?

-         ¡Seguro!

-         Perfecto entonces – aceptó Goku, y se subió a Goten al hombro para regresar a casa. – Vamos, le diremos a tu madre. ¿Cuándo vuelve tu hermano de sus clases?

-         No debe faltar mucho.

Volvieron a su hogar y Goku le contó su idea a su esposa mientras Goten sonreía entusiasmado por el plan.

-         ¿Tú que opinas, Chi-Chi? – le dijo Goku, al final, porque su esposa había estado muy callada. Goku sabía que no les sobraba el dinero y que, con lo que comían él y sus hijos, la aventura de comer fuera podía salirles muy cara. Pero por un día no pasaría nada…

-         Me gusta que quieras estar con los niños, pero yo no puedo ir – dijo Chi-Chi al final – Podéis ir vosotros, de todas formas necesitan estar a solas con su padre.

-         ¿Por qué tú no? – preguntaron Goku y Goten a la vez, en el mismo tono de infantil desilusión.

Chi-Chi suspiró. A cualquier otra persona no tendría que explicarle el por qué. Se señaló la abultada barriga.

-         Porque en esta semana salgo de cuentas y estoy cansada, me duelen los pies y solo quiero tumbarme en el sofá hasta que el niño nazca.  Tú no te das cuenta de lo lejos que está la ciudad porque siempre vas volando, pero si fuéramos en coche tardaríamos tres horas en ir y otras tres en volver.

-         Bueno, está bien – aceptó Goku, que no había tenido en cuenta que Chi-Chi no sabía volar, ni hubiera podido hacerlo en su estado.

-         Pero nosotros si vamos ¿verdad, papá? – preguntó Goten, preocupado.

-         ¡Claro que sí! Es más, mejor vámonos ya, a buscar a tu hermano a la salida de su clase.

Goten no necesitó que se lo dijeran dos veces y, tras darle un beso de despedida a su madre, alzó el vuelo.

-         ¡Goten, espera a tu padre!  - gritó Chi-Chi, angustiada.

-         Tranquila, enseguida le alcanzaré – dijo Goku.

-         Ten cuidado no le pierdas de vista, la ciudad es muy grande y él no suele ir.

-         Pero Chi-Chi, si va hasta la casa de Trunks él solo. No pasará nada. Volveremos enseguida. ¡Adiós! – se despidió rápidamente, antes de que su mujer pudiera cambiar de opinión, porque veía en su cara que empezaba a dudar de la conveniencia de dejarle solo con los niños.

Chi-Chi les vio alejarse con el corazón en un puño. Pensó, una vez más, que Goku no era la clase de hombre que tiene consideración hacia su esposa. Mira que dejarla sola y embarazada… Pero así era, y así le quería, aunque a veces le estrangularía con sus propias manos.

Goku y Goten disfrutaron de un agradable vuelo hasta Satan City y una vez allí buscaron el ki de Gohan porque no sabían cuál era su instituto. Habían llegado pronto, así que esperaron en la puerta a que sonara la campana.

Gohan salió después de una larga mañana de clases, en algunos sentidos más cansado que cuando luchó contra Bubú. No estaba acostumbrado a estar tantas horas sentado. Cuando estaba escolarizado en casa, salía a dar una vuelta cada hora y media, más o menos y no se le hacia tan pesado. Además de exhausto,  estaba hambriento, por lo que se dispuso a buscar un parquecito en el que comer. Le hubiera dado tiempo a ir a casa y volver para las clases de la tarde, pero tenía que mantener las apariencias para sus compañeros de instituto. Ellos no sabían ni debían saber que podía volar, y no hubieran entendido que le diera a tiempo a ir, comer y volver en menos de una hora. No cuando el primer día les había dicho dónde vivía, porque no había estado rápido de reflejos. Así pues, se llevó la mochila con su tartera y salió con desgana del instituto, pero cuando llegó a la puerta se llevó una sorpresa al ver a su hermano y a su padre.

De haberse tratado de Chi-Chi, quizá se habría sentido avergonzado. Que tu madre te venga a buscar con determinada edad es humillante. Pero al tratarse de su padre lo que sintió fue una incipiente alegría. Durante siete años soñó con algo así, aunque sabía que era imposible puesto que estaba muerto. Y cuando volvió no parecía mucho más probable que algún día fuera a buscarle, porque Goku no mostraba interés por cosas como el instituto.

Durante un segundo temió que hubiera pasado algo malo o que su madre se hubiera puesto de parto, pero de ser así le habrían sacado de clases y no estarían allí esperándolo tranquilamente. Se acercó a ellos con confusión y con una sonrisa.

-         ¿Tan tarde sales de clase, hijo? – le preguntó Goku, cuyo fuerte no era la paciencia.

-         No es tarde, es la hora de comer. Luego tengo más clases.  – le explicó.

-         ¿Más clases? Pero ¿cuántas horas necesitas? – exclamó Goku, con asombro.

-         Si quiero ser científico, muchas.

-         ¡Vamos a comer hamburguesas, Gohan! – interrumpió Goten, aburrido de la conversación.

-         ¿Hamburguesa? – se extrañó, y miró a su padre para que se lo confirmara, ya que no solían comer fuera de casa. Goku asintió con una sonrisa y el estómago de Gohan rugió en respuesta. - ¡Genial! No le digas a mamá, pero empiezo a estar cansado de su almuerzo a base de verduras. Dice que tengo que comer brócoli y frutos secos para estudiar mejor.  – dijo, con una mueca de desagrado, mientras se lo enseñaba a su padre.

Goku inspeccionó la tartera de su hijo y probó un poco. Después se comió lo que quedaba casi de un bocado.

-         No está tan malo – dijo con la boca llena. A él le gustaba cualquier cosa que se pudiera comer y más si la hacía Chi-Chi – Es mejor que la comida del Kaio del Norte.

-         Pero una hamburguesa es mejor – replicó Gohan, y Goten y Goku estuvieron de acuerdo.

Claro que, tratándose de ellos no iba a ser solo “una”.  Cuando llegaron al restaurante de comida rápida, Goku quiso probar todo lo que había en la carta y sus hijos no fueron menos. Aun así era probable que repitieran. Los pobres dependientes sirvieron las más de cincuenta hamburguesas con una combinación de extrañeza y temor, pensando si era algún tipo de broma o si realmente pretendían comerse todo eso.

Mientras comían, apenas hablaban y a decir verdad sus modales en la mesa dejaron bastante que desear. Prácticamente engullían, como si no hubieran comido en semanas. Al acabar, Goten se recostó en su asiento y Goku se relajó, saciado y contento.

-         Hacía mucho que no comía tan bien – exageró Goten. Chi-Chi siempre hacía comida para un ejército con la calidad de un chef profesional. .

-         A mí me gustan más los fideos – respondió Goku, amante de la comida tradicional japonesa. – Pero esto estaba bastante bien.

-         El otro día vine aquí con Videl – dijo Gohan. – Ella solo pidió dos hamburguesas, y no se las terminó. Estaba preocupada porque decía que tenía muchas calorías. Se indignó porque los sayans no tengamos que preocuparnos de eso.  Me dijo que era un extraterrestre.

-         Tú naciste en la tierra, el extraterrestre soy yo – se extrañó Goku, sin entender del todo la broma.

-         Sí, eso ya lo sabe. Tiene una lista de preguntas que algún día te quiere hacer, pero no se atreve. No me escucha cuando le digo que no recuerdas nada de tu vida antes de venir a la Tierra.

-         Ella te gusta mucho ¿verdad? – preguntó Goku. Gohan se ruborizó. – Nunca pensé que pudieras salir con la hija de Satán.

-         Satán no es malo y además ella no es como él. Es mucho más fuerte y no la interesa el dinero.

-         Pero lo tiene, por eso le gusta a tu madre – apuntó Goku, comiéndose la última patata de su bolsa.

-         A mí no me gusta por eso. No lo sabía cuando la conocí. Al igual que ella tampoco sabía lo que yo era capaz de hacer. Pero ahora lo sabe, y no la importa, ni me trata como un bicho raro.

Goku miró a su hijo por unos segundos. Él nunca había ocultado su fuerza, aunque también era cierto que no se relacionaba con muchos humanos normales. Todos sus amigos eran luchadores fuertes que le conocían desde niño. No tenía que llevar una doble vida, como Gohan. No entendía del todo por qué su hijo quería ocultarlo, pero sí se dio cuenta que para él era importante no tener que ocultárselo a Videl.

-         Videl también sabe pelear, ¿no? Tú la has entrenado. En el torneo me pareció que no lo hacía mal, para ser una humana. Tal vez pueda entrenar con nosotros algún día.

Gohan sonrió, sabiendo que esa era la torpe manera de su padre de decirle que le gustaría conocer más a su novia.

-         Te acabaría exigiendo que le enseñaras a usar la teletransportación, o el Kame-Hame-Ha. No soporta quedarse atrás, quiere aprender todo lo que pueda. La molesta no saber hacer  todo lo que hago yo. Quiere ser más y más fuerte.

-         Eso me gusta.

-         Y si no lo consigue, lo pagará contigo. Tiene el carácter de mamá – murmuró Gohan y a Goku le entró la risa. Por alguna razón, todas las mujeres que conocía tenían mucho carácter.

Cuando ya fue la hora de que Gohan regresara a sus clases, Goku se mostró un poco decepcionado. Se le había hecho muy corto.

-         ¿No puedes faltar, aunque sea un día?

-         Ya falté cuando atacó Bubú, papá. Y en clase todos me llevan ventaja, ninguno ha estudiado en su casa como yo.

Goku no tuvo más remedio que aceptarlo, pero cuando estaba despidiéndose de él, les interceptó Krillin.

-         ¡Por fin os encuentro! ¡Bulma me ha enviado a buscaros, tu hijo está naciendo, Goku!

-         ¿Qué?

Goku miró a su amigo con desconcierto. ¿No había dicho Chi-Chi algo así como que aun quedaba una semana? ¿Es que acaso los bebés no sabían respetar los plazos? Repentinamente, se puso nervioso. Iba a ser padre de nuevo. Miró a sus dos hijos y, sin decir nada, los tres alzaron el vuelo, con Krillin siguiéndoles de cerca.

Conforme se acercaba a su casa, percibió en ella el ki de Vegeta. Bulma y él estaban con Chi-Chi. Cuando llegaron, Goku alcanzó a escuchar un llanto de recién nacido. Entró sigilosamente y entonces vio a Vegeta con el bebé en brazos. El orgulloso guerrero no daba muestras de estar enternecido, sin embargo su semblante silencioso era para quienes le conocían una señal de que sus instintos protectores se habían activado.

Al ver la imagen, Goku sintió, quizá por primera vez en su vida, una  punzada de envidia. Apenas había llegado al nacimiento de Gohan. Por motivos obvios, se había perdido el de Goten. Y la primera persona en sostener a su tercer hijo, era Vegeta. Empezó a entender las consecuencias de lo que significaba compartir la paternidad. Significaba que también su tercer hijo podía verle como un extraño, si no se andaba con cuidado.

-         Goku – saludó Chi-Chi, con el rostro lleno de paz y cansancio. – Dile hola a Chiyo.

Goku volvió a sentir una punzada. Chi-Chi había elegido el nombre sin él. Sin tenerle en cuenta. Sin continuar con la tradición de que el nombre de sus hijos incluyera parcialmente el nombre del propio Goku. Como si no fueran suyos. Como si su mujer se hubiera acostumbrado a no contar con él para criar a sus hijos. 

-         Sigo pensando que el nombre es estúpido, mujer. – le oyó a decir a Vegeta. – No es propio de un guerrero.

Vegeta, seguramente incómodo ahora que tenía público y poco dispuesto a que le vieran con un bebé en brazos, depositó al pequeño bruscamente sobre los brazos de Goku. El bebé comenzó a llorar suavemente, molesto porque le movieran.

Goku contempló la pequeña criatura que tenía en brazos, fascinado una vez más porque algo tan pequeño pudiera convertirse algún día en alguien tan grande como él.

-         Todo él es impropio de un guerrero. Es mucho más pequeño de lo que Trunks fue. Es débil – protestó Vegeta.

-         No hables así de mi hijo – murmuró Goku, entre dientes. A todos les sorprendió la furia que se desprendía de sus palabras, porque sabían que Vegeta siempre decía cosas como aquellas aunque en realidad no las pensara, o pensándolas, pero no por ello queriendo menos al niño que llevaba su sangre.

-         No es solo tuyo, Kakarotto – le recordó Vegeta – Aunque ahora entiendo por qué es débil: eso es lo que ha sacado de ti. Espero que tenga lo suficiente de mí como para convertirse en un guerrero poderoso.

Goku no respondió, pues en su interior pensaba cosas que nada tenían que ver con la lucha en aquél momento. 

1 comentario:

  1. Ya nació el bebé!
    Santo Dios comen un montón esos guerreros!!...
    Me encanta Goku!! Pero Vegeta uuff es único!!

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