III. Ayuda Temporal…Talvez…
En
las tres semanas siguientes el cambio de mi casa fue más notorio aún. Tanto
Logan como Lautaro se habían realmente esforzado en el patio frontal. Habían
quitado toda la maleza y ahora solo esperábamos que arribara la grama que había
comprado. Lautaro había insinuado la compra de algunas flores, pero lo había
ignorado por completo. En un par de meses estaríamos en invierno y la nieve
estropearía todo.
La
verdad, Mary había sido amante de las flores y la naturaleza. El balcón de
nuestro condominio había sido hogar de muchas plantas. Siempre había admirado
el ahínco con el que las cuidaba, hablándoles dulcemente mientras las podaba;
contándoles con entusiasmo del nuevo fertilizante que había adquirido solo para
“mis niñas” como cariñosamente les llamaba.
No,
lo último que quería en mi jardín eran plantas o flores. La grama era más que
suficiente.
Durante
estas semanas habíamos adoptado una clase de rutina. Cuando ellos llegaban ya
tenía el desayuno listo…que ahora incluía cereales de colores que podían ser
todo menos sano. Los tres niños se turnaban en lavar los platos y, para mi
sorpresa, Logan había dicho un día que podría ayudarme con la cena. Creo se
preocupaba por la salud de sus hermanos después de que deje el pollo crudo por
dentro y quemado por fuera.
En
realidad, no sabía porque me preocupaba por prepárales la cena. Después de
todo, antes de que ellos llegaran yo no me preocupaba por eso. Talvez me
preparaba un emparedado de lo que fuera y una cerveza. Eso era todo…ahora me
encontraba con un vaso de leche o jugo de algún tipo y alguna comida sencilla
que Logan y Lautaro cocinaban.
Pensando
en los cambios que mi vida había tenido estaba cuando un suave, “¿Señor
Bellucini?”, llamó mi atención. Voltee a ver a Logan, quien miraba su plato
todavía lleno completamente sonrojado.
Mentalmente
me prepare para una batalla, ya que por lo general este niño solía ser tan
sutil como cañón en tiempos de guerra. “Eh…sé que talvez no hemos cobrido los
gastos de la ventana,” empezó, tratando de sonar formal y fracasando
miserablemente, “pero...vera…ya no puedo venir a trabajar.”
Levante
una sola ceja ante esto y observe de reojo la reacción de sus hermanos.
Mientras que Daniel hacia un puchero y jugaba con los restos de su comida, Lautaro
parecía estar a punto de llorar. “Y tus razones son?”
“Bueno…el
Señor Gullier siempre me da trabajo en su granja…y tengo una semana para
comprar los materiales de mis hermanos y míos…había ahorrado algo, pero…”
“Lo
gastamos en dulces…” Soltó Lautaro, viéndose culpable.
“Logan
no puede decir no.” Dijo Daniel seriamente.
Por
alguna razón la idea de no verlos más sentó mal conmigo mismo. De alguna forma
extraña, tener a estos tres hacia más fácil olvidar el vacío que Mary había
dejado. No dije nada y seguí comiendo, mi mente luchando con la decisión que ya
sabía iba a tomar.
Terminamos
la comida y, a diferencia de noches anteriores cuando los niños limpiaban la
cocina, decidí hacerlo yo mismo mientras ellos miraban una película en el
reciente adquirido televisor.
Me
tomé más tiempo de lo usual, y cuando vi la hora eran pasadas las nueve de la
noche. No sé porque todavía me sorprendía que Diana no se molestara en
preguntar dónde estaban sus hijos a esas altas horas de la noche.
Me
pare en la entrada de la cocina y la sala para observarlos. Daniel estaba
profundamente dormido y Lautaro parecía estar a punto de seguir los pasos de su
hermano, mientras que Logan estaba inmerso en la televisión. Inhale y exhale,
sabiendo que una vez las palabras salieran de mi boca no habría vuelta atrás.
Realmente,
esta era la oportunidad de volver a mi soledad y por un micro segundo estuve a
punto de mandar mi alocada idea a la mismísima conchinchilla…pero justo en ese
momento Lautaro cabeceó, Logan se acomodó más y Daniel se acurruco aún más y no
pude.
“Es
hora de que se vayan.” Susurre, llamando la atención de ambos hermanos mayores.
“Si.”
Dijo Logan, poniéndose de pie e indicándole a Lautaro que hiciera lo mismo,
pero antes de que despertara a Daniel me encontré tomando al pequeño en brazos.
No
puedo describir lo que sucedió en ese instante. Instintivamente, Daniel se
acurruco más contra mi haciendo que mi cuerpo entero se helara. ¿Cómo era
posible que en tres semanas estos niños me hicieran sentir que volvía a la vida?
“Eh…yo
lo puedo cargar.” Me dijo Logan, viéndome con confusión, mientras Lautaro
luchaba por mantenerse en pie.
Aunque
no fue mi intención ignore a Logan y me encamine a la puerta con Daniel en
brazos. Había cargado de la misma forma a mis sobrinos cuando estaban cerca de
esa edad y nunca había sentido lo mismo.
Tratando
de poner en orden mis sentimientos me di cuenta que quería seguir cargando a
ese chiquillo que, igual que despierto, chupaba su pulgar. Quería protegerlo de
cualquier daño o mal, quería escucharlo reír, verlo correr, crecer.
Cuando
llegamos a la puerta vecina me encontraba sumamente asustado por la intensidad
de mis sentimientos. Prácticamente le tire el niño a Logan quien tuvo que
mantener el equilibrio.
Logan
no era un niño muy grande, ninguno lo era, y a pesar de la diferencia de edad
le costaba sostener al pequeño en brazos. Sus ojos mostraban la confusión y
desconfianza ante mi gesto, pero no me importo.
Me
aclare la garganta y, sin mediar palabra alguna, me encamine a la salida, pero
antes de cruzar el pequeño portón les dije, “Mañana a las siete. No quiero
excusas.”
Sin
volver mi mirada atrás caminé lo más rápido que pude a mi casa. Al entrar el
ruido del televisor era mi única compañía. Realmente esperaba no equivocarme
con lo que había decidido hacer.
Esa
noche no pude pegar ojo. Después de dos horas de dar vueltas en aquel sofá
mejor me levanté y decidí terminar con lo poco que me faltaba de la habitación
principal.
Aprovecharía
para comprar una cama y cualquier cosa que necesitara para poder ocupar la
habitación aquella. Al amanecer ya había terminado de pintar y me encontraba
calentando la leche del desayuno. Cuarto para las siete tocaron la puerta
principal y no pude evitar la pequeña sonrisa que se formó en mi rostro.
Cuando
la abrí me encontré con los tres niños, Daniel y Lautaro se veían felices, pero
Logan miraba a su alrededor nervioso.
“Buenos
días!” Exclamo Daniel, entrando sin siquiera esperar mi permiso como era
habitual y tirándose en el sofá. Lautaro vio a Logan nervioso y luego a mí, me
sonrió y decidió hacerle compañía a Daniel, pero Logan…Logan se quedó parado en
el porche, jugando con el ruedo de su camiseta.
“Si
estas esperando una invitación para entrar, desde ahora te digo que no la
tendrás.”
Logan
sonrió un poco ante esto y pareció bastarle para obtener el valor que buscaba.
“Lautaro y Daniel seguirán ayudándole…pero yo realmente no puedo seguir.”
Suspire,
realmente este niño era terco. “Entra. Vamos a desayunar y luego tenemos que
irnos.” Ignore sus palabras dándome vuelta y cojeando un poco a la cocina, pero
satisfecho de que obedeciera.
Logan
me siguió, observándome en silencio. “¿Se golpeó la pierna?”
“No.”
Dije sencillamente, sobando uno de los lugares donde me habían operado. Me
había sobre esforzado durante la noche y ahora este era el resultado…un poco de
dolor.
Poniendo
los platos sobre la encimera me recordé a mí mismo que talvez debería de
invertir en una pequeña mesa para comer. Después de todo, estaba cansado de
comer en el suelo y con el dolor de mi pierna una silla hubiera sido gratamente
recibida.
“Hay
una tienda de muebles de segunda mano en el pueblo, ¿no?” Pregunte, terminando
de servir y dirigiéndome al niño que me observaba en silencio. Este asintió sin
decir palabra mientras se rascaba la cabeza. “Bien, necesito una mesa y otras
cosas. Iremos allí por ultimo.”
Aceptando
los platos que le ofrecía, Logan agarro aire para decir, “Señor Bellucini…hoy
no le puedo acompañar, pero Lautaro y Daniel saben dónde es.”
“Vamos
a ir todos.” Zanjé, tomando los otros dos platos y caminando a la sala,
sonriendo ante el entusiasmo habitual de Lautaro al ver su comida.
“Pero
no puedo.” El gimoteo de Logan me recordó que, por mucha madurez y destreza que
mostrara, no era más que un niño.
“No
veo porque no.” Replique, sentándome en el sofá. Rehusaba comer en el suelo…que
se sentara Logan. ¡Era mi sofá!
“El
señor Gullier me va a estar esperando.”
“Pasaremos
por donde el Señor Gullier y le diremos que gracias, pero ya tienes trabajo.”
“Pero
ya di mi palabra!” Si pensaba que me iba a quitar del sofá estaba muy
equivocado. No entendía porque seguía parado allí con plato en mano.
“Igual
que me la diste a mí.” Dicte mientras le ayudaba a Daniel antes de que bañara
mi sofá y pierna con leche.
“Pero-“
“Siempre
dices que no te gusta trabajar para ese viejo,” Dijo Lautaro encogiéndose de
hombros, “Mejor. Así ya no tienes que ir.”
Interesante,
pensé, mientras masticaba mi bocado y observaba a los dos hermanos. “Daniel, si
llegas a botar esa leche…” amenace entre dientes.
“Pero…pero…necesito
comprar los materiales.” Por un momento sospeche que las lágrimas de
frustración estaban prontas a salir de los ojos de Logan.
Quitándole
el plato a Daniel que finalmente había logrado su cometido de echarme un poco
de leche encima, decidí sacar a Logan de su frustración. “De eso ya me
encargare yo.” De reojo vi como sus ojos se agrandaban para finalmente tomar
asiento en el suelo y empezar a desayunar mientras yo tomaba la mano de Daniel
firmemente antes de que volviera a tomar su plato.
Nos
tomó casi media hora salir, me había tenido que bañar nuevamente gracias a la
leche que Daniel me había derramado y habíamos tenido que limpiar el sofá. Tal
vez también debería de pensar en cambiarlo…después de todo esa cosa vieja tenía
más resortes salidos que algodón.
Logan,
quien iba sentado atrás junto a sus hermanos-no confiaba en ellos después de la
última vez-me dirigió hacia la granja del mentado Señor Gullier.
Era
una granja como cualquier otra, con gallinas correteando alrededor, el típico
perro amarrado ladrando, y una vaca cerca comiendo grama. Al llegar una señora
algo regordeta y despeinada salió de la casa mientras se limpiaba sus manos en
el delantal.
Aparque
y, antes de que los niños bajaran del auto baje yo. “Buenas…” dijo la señora
viéndome desconfiadamente, pero al ver a Logan rodo los ojos, “Niño, llegas
tarde. Mi marido está molesto contigo. ¡Te dijo que vinieras a las seis!”
“Señora
Gullier?” Interrumpí antes de que Logan pudiera hablar, y poniendo una mano en
el hombro de este, mientras que Lautaro y Daniel sacaban sus cabezas por la
ventana abierta del auto para ver qué pasaba.
“La
misma.” Dijo ella, “No me diga que apareció el papá de alguno de estos tres.”
“No.
Soy su…vecino.” Estaba más que seguro que si buscaba la palabra vecino no
encontraría ni la más remota similitud entre mis acciones y el significado.
“Podría hablar con su esposo?”
“Esta
en el granero.” Antes de que pudiéramos ir al lugar, ella empezó a gritar el
nombre de este quien salió a nuestro encuentro.
O
este pueblo estaba lleno de clichés, o no sé en qué mundo vivía. Usando un
overol de mezclilla, el hombre aquel salió con manos llenas de lo que parecía
ser aceite mientras se limpiaba en un trapo sucio. “¡Mujer, pero que alaridos!”
reclamo, y luego vio a Logan.
Su
cara se transformó en una de furia, tirando el trapo aquel al suelo y
encaminándose a este quien instintivamente se pegó a mí. “Debería darte la
paliza de tu vida por llegar a estas horas!”
“Le
pone un dedo encima, señor, y tendremos serios problemas.”
Ignorando
mis palabras, el hombre aquel se acercó a Logan, quien rápidamente se escondió
tras mío. “¡Ven aquí, mocoso malagradecido!”
Viendo
la ira que el hombre brotaba, puse al niño tras mío y me cuadré ante el hombre.
El hombre mayor pareció pensárselo. En una pelea era evidente quien saldría
perdiendo, y aunque mi idea no era liarme a puños con el mundo por algún motivo
que en ese momento ignore lo haría en un santiamén por defender a ese trio.
“Disculpe…usted es?”
“Logan
no trabajara más para usted.” Le dije secamente, “Queríamos informarle para que
no le esperara más.” Con esas palabras gire al niño y lo encamine hacia mi
camioneta ignorando las miradas que la pareja se dirigía entre ellos.
“¡Un
momento, joven!” Grito el hombre, que ante mi asombro atajo la camisa del niño
y lo jalo hacia él, haciendo que Logan soltara un pequeño bramido de sorpresa.
“Este niño me dio su palabra! ¡Siete días de trabajo y diez dólares de pago!”
No
sé qué me molesto más, el hecho de que lo sujetara por la camiseta de esa forma
–aunque yo lo había sujetado igual en ocasiones anteriores, a él y a Lautaro- o
el mínimo pago que planeaba darle.
Camine
ante el viejo y empuñe el cuello de su camisa acercándolo a mí. “Hay! ¡Pero que
hace! ¡Suelte a mi marido!” La señora empezó a gritar sin moverse de la
seguridad de su pequeño balcón.
“Mire,
viejo,” mi tono era tranquilo pero cargado de veneno, “No soy uno de liarme a
los golpes, pero o suelta al niño o aquí mismo le quiebro todos los dientes de
su placa.”
Antes
de haber terminado el hombre aquel había soltado al niño. El pensamiento de
soltarle un puñetazo cruzo mi mente, pero me detuve. Soltándolo agresivamente
tome el brazo de Logan y lo jale hacia mí. “Ni Logan ni sus hermanos van a
trabajar para usted jamás.” Prometí, “Así que lo mejor será que busque a otra
persona que acepte la miseria de pago.”
Antes
de que pudiera responder, encamine a Logan hacia el auto. Una vez frente a él,
lejos de la mirada de la pareja, me agaché, ignorando el dolor de mi pierna, y
lo vi a los ojos. Logan se miraba apenado por lo sucedido, pero me miraba con
una admiración que nunca antes había visto. “Te toco?” La pregunta salió
cortante y seca. Mi ira, aunque no dirigida a él, fue evidente.
“Es
gruñón.” Me dijo, sus defensas altas, “Pero tampoco es un pervertido.”
Suspire.
Todo tenía que ser una pelea con este mocoso. “Alguna vez te golpeo?”
Se
encogió de hombros incomodo ante la pregunta. “Solo unas dos o tres veces.” Me
dijo sinceramente, “Mamá le dijo lo mismo que a ti…que lidiara conmigo de la
forma que quisiera.”
Aunque
el castigo corporal no era ilegal, por algún motivo me molestaba de que alguien
le hubiese castigado de esa forma. No estaba en contra del mismo, pero…ese
señor… “Con que te castigo?” Le pregunte queriendo saber los detalles, “¿Y por
qué?”
Logan
pateo el suelo con su pie, sonrojándose y viendo a todos lados menos a mi cara
manteniendo silencio absoluto. “Bien, hablaremos de esto luego.” Prometí,
poniéndome de pie lentamente debido al dolor y abriendo la puerta del auto para
que el entrara.
El
camino al pueblo fue silencioso. Logan mantenía la vista en sus piernas y
Lautaro y Daniel parecían intuir que algo malo había pasado, por lo que se
mantenían callados y quietos lo más posible. Nuevamente me sentí agradecido al
llegar al pueblo.
Encontré
la tienda donde vendían útiles escolares y aparqué. “Bien,” Me dirigí,
ignorando el estado agobiado de Logan, “entramos, buscan lo que necesitan lo
más rápido posible y luego nos largamos.” Les ordene, “Almorzaremos en el
pueblo y luego tengo unas cuantas compras más que hacer.”
Los
tres niños asintieron y siguieron mis órdenes. Todo parecía ir perfecto, Logan
elegía lo que él y Daniel ocuparían mientras que Daniel brincaba de un lado al
otro viendo cualquier cosa colorida que llamaba su atención.
Todo
parecía ir bien y por un momento me distraje con uno de los tantos libros de la
estantería.
“Deja
eso.” Escuche a Logan ordenar.
“Pero…lo
quiero!” Ese era Lautaro.
“No.
Toma este, es lo mismo.”
“Pero…no
quiero ese! ¡Quiero este!”
“Que
no!”
Los
gritos no solo empezaron a llamar mi atención, pero también la de las madres y
algunos padres del lugar.
“Que
pasa?” Si ya me había metido en este asunto, mejor interrumpía la pelea antes
de que se volviera peor.
“Quiero
este sacapuntas.” Me dijo Lautaro mostrándome uno colorido con un personaje de
caricaturas.
“Que
no!” Antes de siquiera hablar, Logan se lo arrebato de las manos y tiro dentro
de la canasta uno de los típicos de corazón.
Airado,
Lautaro empujo a Logan quien, viendo la reacción de su hermano le devolvió el
empujón. “Hey, hey, hey!” Intervine, tratando de detener a ambos hermanos que
estaban listos para irse a los puños. “Pero qué diablos!” Grite, llamando más
la atención de la gente.
Lautaro
ya lloraba, con lágrimas corriéndole por las mejillas mientras miraba a su
hermano con enojo, Logan, sin embargo, estaba completamente rojo, desde sus
orejas hasta su cuello y parecía listo para matar a su hermano.
“¡Pero
bueno, por un sacapuntas!” Les regañe no creyendo que algo tan tonto podría
provocar la ira de ambos.
“Es
muy caro.” Dijo Logan entre dientes. “Este es barato y hace lo mismo.”
Tenía
lógica, pero también podía entender porque Lautaro quería uno de los que por lo
visto era más popular y llamativo. Vi los precios, uno costaba 25 centavos,
mientras que el otro costaba $4…una clara diferencia de precios, pero…no era
tanto tampoco.
“Si,
es más caro, y hacen lo mismo, pero no me importa pagar la diferencia.” Dije, tendiéndole
a Lautaro uno y a Logan otro.
“Yo
también quiero.” Me dijo Daniel con un puchero, a lo que rodé los ojos y le di
otro.
“No
lo quiero.” Me dijo Logan, sacándolo de su canasta y quitándole a Daniel el de
él.
“Bien,
si no lo quieres es tu problema, pero no le quites a tus hermanos el suyo. Y
mucho menos le empujes.” Le regañe. Para mi asombro, Logan no solamente
asintió, pero también susurro una pequeña disculpa. Satisfecho, asentí, para
luego girarme a Lautaro, “¿Y tú? ¿Qué esperas? Discúlpate ahora mismo con tu
hermano.”
Lautaro
me vio por un momento para luego ver a Logan. “No.”
¡¿Es
que acaso estos niños estaban cortados con la misma tijera?!
“Mira
Lautaro,” Empecé tratando de mantener la calma, “El horno no está para bollos.
Discúlpate ahora mismo con tu hermano por haberle empujado.”
Lautaro
pareció pensárselo por unos segundos, y por alguna ingenua razón creí que allí
terminaría todo, pero para mi sorpresa el niño tomo una caja de marcadores
cercana y se la tiro a su hermano.
No
sé cuánto tiempo paso, en realidad no debió ser más de un minuto, pero se
sintió como una hora. No podía creer lo que había visto. Sin hesitar ni
pensarlo, tome a Lautaro de un brazo, le gire, y deje caer una palmada algo
fuerte sobre su trasero.
Lautaro
inmediatamente soltó un quejido y luego un mar de lágrimas. Daniel y Logan me
miraban en shock, aunque el mayor también con algo de culpa. “No se tiran las
cosas.” Le regañe, levantando su mentón con mi mano para poder verle a los
ojos.
El
niño no dijo nada, llorando amargamente. Logro zafar su cara de mi mano y creí
saldría corriendo dirección contraria a mí, pero para mi sorpresa se guindo de
mi cuello, escondiendo su rostro en mi pecho. Por un segundo no supe si era su
forma de atacarme o si me estaba abrazando.
Parpadee,
y siguiendo mis instintos, pase un brazo por debajo de sus nalgas y lo eleve en
brazos. Al sentirse así, Lautaro simplemente abrazo mi cintura con sus piernas,
y apretó aún más su agarre en mi cuello.
La
incomodidad se adueñaba de mí. Más allá del dolor que había tenido todo el día
en mi pierna derecha, era el hecho de que no estaba habituado a tener un niño
en brazos.
Lautaro,
a pesar de todo, era un niño pequeño. Que a veces actuaba, igual que sus hermanos,
con mucha más madurez para su edad no implicaba que no siguiera siendo un niño.
Prueba de ello era la pelea por un simple sacapuntas.
“Bueno,
ya…ya está.” Le dije, palmeando un poco su espalda mientras sus hermanos me
observaban detenidamente, haciéndome sentir aún más incómodo. No bastaba con
las miradas acusadoras de los otros clientes.
“¿Todo
bien?” Una dependienta finalmente se acercó a nosotros. La adolescente se
miraba incomoda, viendo la caja de marcadores estropeados en el suelo.
“Eh…si…”
Tartamudee, sintiendo como me ruborizaba cuando mi cerebro conecto todo los
hechos y el show que habíamos montado ante los demás. “Lo siento…pagaremos por
los marcadores.”
“Si…bueno…solo
es la caja la que esta mala.” Dijo ella, tomándolos y entregándomelos.
Asentí
y como pude, aun con Lautaro en brazos, tome los marcadores y los tire en la
primera canasta que sabía era nuestra. Dejando sus servicios a mis órdenes, la
muchacha fue a ayudar a otra cliente y me gire a los otros dos. “Terminemos con
esto.” Farfulle, agradeciendo que Lautaro parecía estar calmándose finalmente.
Diez
minutos después esperaba que Daniel se decidiera entre una cartuchera verde con
dinosaurios o una azul con carros cuando escuche un leve, “Lo siento” de mi
hombro. Realmente creí que Lautaro se había dormido.
Depositándolo
suavemente en el suelo, le observe. Tenía los ojos rojos y un poco de mocos en
su nariz. No quería imaginar el estado de mi camisa. “Ey, mírame,” le ordene,
al ver como esquivaba su rostro, “No es a mí a quien le tiraste algo y
empujaste, ¿o sí?”
El
negó, limpiando su rostro con el dorso de su mano. Después de lo sucedido Logan
había desaparecido. No me preocupaba tanto, tenía que estar en la tienda.
“Bien, cuando lo veas le das una buena disculpa. ¿Estamos?” El niño asintió
ferozmente, a lo que apreté su hombro dando el tema por zanjado, y decidí
volver a las compras.
No
supe a qué horas apareció Logan, quien había elegido algunas cosas para sus
hermanos. Me sorprendió al ver que había elegido lo más barato para él.
Finalmente,
después de una eternidad terminamos de comprar los materiales y dejarlos en el
auto, nos dirigimos al pequeño restaurante de Paula.
Lautaro
seguía pegado a mí. No importaba lo que hiciera, el niño parecía un chicle. Al
entrar al lugar que estaba un poco más lleno de lo habitual los guie a la única
mesa vacía cercana.
“Bueno,
pero se me habían perdido.” Saludo Paula, quien aparentemente nos había visto
llegar y traía en mano una taza de café negro para mí.
“Si…bueno…”
Algo pasaba con mi lengua feroz porque no supe que responder. Simplemente me
encogí de hombros y traté de correr un poco a Lautaro en la butaca aquella. Un
poco más y lo tendría sobre mi pierna.
“¿Todo
bien, tesoro?” Casi me atraganté ante la pregunta, pero luego me di cuenta que
no me hablaba a mí, pero al niño que estaba casi escondido a mi lado.
Antes
de que pudiera dar una simple explicación de que no había sido nuestro día, o
algo similar por cortesía, Daniel se me adelanto. “El Señor Bellucini le pego.”
La
tensión que se sintió en el aire fue casi visible ante las palabras de Daniel.
La mirada de aquella mujer se volvió feroz, mientras parpadeaba y trataba de
digerir las palabras de mi pequeño cotilla.
“No
es lo que piensas.” Me defendí sin saber el porqué.
Paula
sonrió a los niños, “Si me permiten, el señor Bellucini me tiene que ayudar.”
Podría
haberme negado. Podría haber dicho que tenía el permiso y autorización de la
madre de esos mocosos. Podría haberle dicho que no era de su incumbencia y que
se limitara a su trabajo. Podría haber dicho mil cosas, pero me encontré
obedeciendo y siguiéndola a una pequeña bodega en la parte de atrás.
“Tocas
a esos niños, Gabriel, y juro por mi sacrosanta madre que te corto tus pelotas
y te las hago tragar en sopa.” Amenazo, señalándome con un dedo.
La
amenaza, más que darme temor me hizo gracia. La mujer estaba casi parada en
puntillas para poder verme a los ojos. “¿Me dejas hablar?”
“Que
excusa podrías usar para golpear a un niño?”
“Depende
de la definición de golpe que tengas…aunque una sola nalgada también puede
contar como golpe.” Mis palabras calmaron a la mujer, haciendo que dejara de
fulminarme con la mirada y simplemente se cruzara de brazos mientras fruncía.
Agarrando aire, le resumí lo que había sucedido.
“Si…bueno,
Logan y Lautaro tienen su carácter…y Daniel también.” Dijo finalmente, para
luego verme ferozmente, “Espero hayas medido tu fuerza.”
“Sí,
claro.” La verdad, no lo había siquiera pensado, pero sabía no había sido tan
fuerte.
“Bien.
Pero escúchame bien, Bellucini, dañas a esos niños y yo te daño a ti.”
“Segura
no eres su madre?” Le dije en broma, cruzándome de brazos y tratando de no
sonreír.
“Ya
quisiera tener ese honor, pero no, la estúpida de Diana lo tiene.” Me dijo
sinceramente. “Y no me cambies el tema. Estas advertido.”
“Advertencia
tomada.” Asentí, para luego sonreír cínicamente, “Espero no tener ningún
escupitajo en mi comida el día de hoy.”
“No
gasto mi saliva en quien no la vale.” Con eso, me sonrió dulcemente y salió del
lugar, dejándome con una ceja levantada y una sonrisa de triunfo.
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