V.
De Vecino a Enfermero
Cuidar
de tres niños sanos es muy diferente de cuidar a dos enfermos…y me di cuenta de
eso rápidamente.
Varias
horas después de que había regresado de limpiar la casa vecina me encontraba
sentado haciendo balances de mis cuentas cuando Logan apareció por la puerta.
Aun vestido con la ropa de hospital, se frotaba un ojo mientras caminaba hacia
mí.
“Deberías
estar en cama.” Le dije tranquilamente sacando la lista de lo que tendría que
comprar…la interrogante era como hacer las compras sin salir de casa.
“No
quiero.” Me dijo con un pequeño quejido y puchero mientras se sentaba en la
silla frente a la mía, recostando su barbilla en la mesa y viéndome fijamente.
“Que haces?”
“Hmm?”
Ni siquiera ponía atención a lo que hacía, pensando a quien podría pedirle
ayuda para lo que necesitaba hacer y llegando a la conclusión de que no conocía
a nadie en aquel pueblo más que a una mesera extraña y tres chiquillos.
“¿Te
ayudo?” Levante mi vista para ver los ojos de Logan que, a pesar de decir no
tenía sueño, se encontraban un tanto enrojecidos.
“Realmente
deberías estar en cama.” Le dije, estirando mi brazo y sintiendo su frente para
ver si tenía fiebre, haciendo nota mental de incluir un termómetro en mi lista
de compras.
El
puchero de Logan creció aún más, apoyando ahora sus brazos sobre la mesa y
escondiendo su rostro en ellos. “Pero me siento bieeen…” gimoteo.
“Puede
ser, pero los médicos dijeron que deberías permanecer en cama por hoy.” Le dije
escuetamente, parándome y extendiéndole una de las botellas con suero líquido
que me habían dado para él y Daniel.
“Esto
sabe mal.” Se quejó, viendo de reojo la botella sin tomarla.
“¿Si?
Mala suerte.” Si él se quejaba por esto, no quería pensar como se lo tomaría
Daniel, a quien se lo estaba sirviendo en un vaso.
“En
la casa tenemos biberones.” Dijo Logan de repente.
“¿Cómo
dices?”
“Para
Daniel…no le gusta que nadie sepa…ni mamá lo sabe, pero…a veces le gusta tomar
leche en biberón, especialmente antes de dormir.” Me dijo, encogiéndose de
hombros. “Si tienes que darle esta…cosa…será mejor que se lo des en un
biberón.”
“Bien,
ahora tomate el tuyo y de vuelta a la cama.” Le ordene, caminando a la sala
donde Lautaro estaba por despertarse.
Enviar
a Logan a la cama y a Lautaro al baño fue una pelea monumental. Ambos chicos
decían no lo necesitaban, ninguno miraba la necesidad de descansar o asearse.
Finalmente
logre que obedecieran justo cuando Daniel despertó. Si creí que lidiar con los
más grandes era difícil, me encontré que lidiar con un pequeño malhumorado era
peor.
Daniel
lloriqueaba por todo, fregaba sus ojos constantemente en sueño y se retorcía.
“Vamos,
cariño,” Me encontré diciéndole, sorprendiéndome aun a mí mismo ante el
apelativo, “Un baño te hará sentir mejor.” Le decía, mientras le quitaba el
pijama y le dejaba solo en pañal.
“Nuuuuu…”
Lloraba, tirándose de vuelta a la cama y llorando como si su vida dependiera de
ello. Había tratado de darle el suero en el vaso, pero había sido inútil. Me
había dado por vencido y había enviado a Lautaro a buscar las mamaderas que
Logan había mencionado y a traer cualquier cosa que el pensara fueran
necesarias.
Mientras,
Daniel se quejaba del pijama y constantemente había tratado de quitársela, allí
había decidido que un baño sería lo mejor.
Por
la fiebre que les había dado, ambos niños habían sudado. No era mucho de
enfermarme, pero recordaba lo incomodo que uno sentía su piel después de una
fiebre.
Por
ahora me encontraba con Daniel llorando amargamente vistiendo solo un pañal
seguramente sucio y a Logan viendo todo divertido desde el otro lado. “¿Ahora
sí puedo ayudarte?”
Logan
había tratado de encargarse del baño de su hermanito, pero, viendo que él
también debía recuperarse me había negado y simplemente lo había mandado a la
cama.
La
oferta sonaba muy tentadora, pero sabía no era lo correcto. “No.” Le dije
simplemente, mientras sin esperar el permiso del pequeño, le tome en brazos y
me encamine con él al baño.
Daniel
parecía pensar que alguna tortura le esperaba por la forma en que empezó a
llorar. Se retorcía en mis brazos para que lo pusiera en el suelo y, una vez
llegamos al baño y lo puse en el suelo lo único que hizo fue dejarse caer como
peso muerto al suelo. Se acostó por completo en este y lloro amargamente.
Jamás
hubiera imaginado que un baño generaría tal reacción en un niño. Lautaro había
reusado bañarse, pero no había llorado. Simplemente lo había hecho entre
dientes y Logan no había puesto ninguna objeción.
Ahora
Daniel…cualquiera diría que estaba cortando sus extremidades poco a poco por la
forma tan descomunal de llorar. Ignorando el llanto, simplemente me encaminé a
la bañera y empecé a llenarla con agua calentita. No tenía jabón para hacer
espuma ni mucho menos, pero supuse con un jabón cualquiera bastaría.
Me
ocupe de tener todo lo necesario a mano, mientras que Daniel lloraba desde el
suelo. Una vez tuve la bañera lista me encamine al niño y nuevamente lo levante
por las axilas.
“Daniel,”
Empecé, limpiándole con mi mano sus lágrimas, “¿Se puede saber porque no
quieres bañarte?”
El
niño por un momento me vio, para luego esconder su rostro en mi cuello y
abrazar mi cuello fuertemente. “No quieeeee’oooooo!!” Respondió amargamente.
Por
un instante no supe que hacer, simplemente sobaba su sudada espalda suavemente
mientras pensaba en qué hacer. Me senté sobre el inodoro con el niño aun en
brazos y simplemente intenté calmarlo.
Aunque
su piel estaba un tanto pegajosa, tampoco tenía fiebre. Había comido la mitad
de una tajada de pan tostada y no aparentaba tener más dolor estomacal. Me
encontraba en una encrucijada cuando el niño simplemente esnifo y poco a poco
dejo de llorar.
No
paso mucho cuando al fin logro calmarse y pude sentarlo en mi regazo. “Ya
tranquilo?” Pregunte, sobando su húmeda cabellera.
El
asintió, frotando sus ojitos y nuevamente poniendo su pulgar en su boca. Sonreí
ante la imagen tierna que daba, sentado allí en mis piernas con solo un pañal y
viéndose más pequeño de lo que ya era. “¿Entonces? ¿Listo para el baño?”
Esperaba no tener un brote nuevo de llanto y para mi satisfacción no lo tuve.
Daniel simplemente asintió y luego trato de ocultar su carita en mi estómago.
Le
sobe su espalda un poco más y luego le pare entre mis rodillas. Una vez allí le
quité el pañal y luego lo sumergí en el agua. Me encontré inhalando profundo
esperando que el niño se quejara, pero pareció relajarse al sentirse rodeado
del líquido, viéndome con ojos cansados y tristones.
Sonreí
suavemente y luego tome mi champú, haciendo nota mental que lo mejor sería
comprar uno diferente para ellos. Creía haber escuchado a mi hermana decir que
los niños necesitan uno diferente a los adultos.
Le
bañé lo mejor que pude. Aunque tenía dos sobrinos, eran ya grandes y muy pocas
veces había tenido que bañarlos. Así que seguí el mismo patrón que seguía
cuando me bañaba yo mismo. Cabello primero, después la cara…con cuidado de que
no entrara nada a los ojos, boca y nariz-algo que no hacia conmigo mismo-
después, barriguita, brazos, espalda.
En
todo el tiempo Daniel se dejaba hacer, sentado y viéndome de tanto en tanto y
bostezando. A veces jugaba un poco con el agua y otras con las espumas que
caían en esta, pero parecía no querer hacer más. Una vez termine con la espalda
le pare y debatí si hacer lo siguiente.
No
era un bebe, era un niño ya algo grandecito, así que pensando en esto le di el
jabón y paste que estaba usando. Daniel los tomo y los observo, luego me
observo a mí. Creí que iba a terminar de bañarse, pero, para mi asombro, dejo
caer tanto el jabón como el paste al agua y estallo en llantos.
“Noooooooo!”
El grito agudo hizo que me dolieran los oídos y me sobresaltara.
“Hey, hey…shhh, calma campeón!” Le
quise tranquilizar. Sobando su espalda y barriga suavemente. “Está bien, está
bien…ya lo hago yo por ti.”
Daniel
no dijo más, simplemente lloro y lloro, frotándose sus ojos con una mano
mientras con la otra me sujetaba el brazo firmemente, como si se fuera a caer
si me soltara. Era poco probable que eso pasara ya que yo mismo lo estaba
sujetando y sosteniendo casi todo su peso.
Solté
su espalda y tuve una pequeña batalla por tomar el jabón de barra, añadiendo
jabón líquido a mi lista mental de cosas por comprar. Una vez lo pude agarrar,
tome la esponja que flotaba en el agua y la enjabone lo mejor que pude.
Mientras
calmaba con mis palabras a Daniel quien poco a poco sucumbía a mis susurros,
limpie el resto de su cuerpito con sumo cuidado. Una vez termine, use la
manguerilla para enjuagar el jabón y le saque de allí.
Cuando
quise ponerlo en el suelo Daniel se rehusó, levantando sus piernas y estirando
sus brazos para poder llegar a mí. Sin importarme su desnudez, lo pegue a mi
cuerpo empapando no solo mi camisa, pero también parte de mi pantalón y tome la
toalla que había dejado para él.
Lo
envolví en ella lo mejor que pude y me dirigí a mi habitación. Me sorprendió
ver a Logan completamente dormido, abrazado a mi almohada. Me acerque un poco y
toque su frente, sintiendo un alivio al sentirlo completamente fresco.
“Okay,
campeón. Te cambio y listo para una siesta rápida, ¿sí?” Creí que mis palabras
serian aceptadas, pero me encontré que Daniel nuevamente empezó a llorar. Mi
paciencia empezaba a disminuir rápidamente.
No
entendía que pasaba con el niño. Le alimente. Lloro. Le di agua. Lloro. Le di
el suero bebible. Lloro. Le ofrecí un baño. Lloro. Le bañe. Se calmó. Intente
que se limpiara el mismo. Lloro. En resumen, Daniel lloraba por todo. No pude
pero sino pensar con sarcasmo que le había dicho a Dante que no era un llorón.
Mi punto, ese día, había quedado anulado. Daniel lloraba por todo.
Rodando
mis ojos le acosté boca arriba sobre la cama y tomando la toalla empecé con la
difícil labor de secarlo. Difícil porque al sentirse libre, rápidamente se
volteo sobre su estómago y trato de huir de mí. Logre atraparlo por su tobillo
y lo más suave que pude le acerque a mí. “No, Daniel. Deja te seco. Si no
quieres dormir está bien, pero no puedes andar mojado.”
No
sabía si me sorprendía mas el llanto del niño o el hecho que Logan no se
inmutara al alboroto que armábamos.
Finalmente,
entre forcejeos de ambos, unas cuantas patadas de Daniel, y unos buenos regaños
míos- en los cuales, debo añadir, fui vilmente ignorado- logré secar no solo el
cuerpo del niño, pero también su cabello.
Solté
su muñeca de donde lo tenía firmemente sujeto y, no esperando un cambio a la
situación, Daniel brinco de la cama y, aun desnudo, salió corriendo como si su
vida dependiera de ello.
Me
quedé sujetando el pañal que disponía a ponerle y lo pensé por un momento. Así
como estaba no saldría de la casa, de ello estaba seguro, y no era como si algo
podría pasarle tampoco. Dejé el pañal y el pijama del pequeño a un lado y
decidí acostarme un momento.
Nunca
creí que darle un baño a alguien sería tan agobiante ni estresante. Estaba
exhausto, y a pesar de que estaba ya acostumbrado al desvelo, no solía
estresarme cuando me desvelaba.
Volteé
a ver a Logan y no pude, pero relajarme al verlo tan tranquilo. Le quité el
pelo de su frente y le hice una caricia sin siquiera percatarme de lo que
hacía. Luego, volví mi mirada al techo de mi habitación y cerré los ojos por un
momento.
Calculo
que pude descansar por lo menos unos 30 minutos, que fueron más que suficientes
para reponer mis fuerzas. Bajé y me encontré con Lautaro y Daniel coloreando
felizmente con los cuadernos y marcadores que les había comprado para ese año
escolar.
Ignore
el hecho de que Daniel seguía desnudo y simplemente me encamine a la cocina
para terminar mi lista de compras y ver cómo podía solucionar mi problema.
Para
mi tranquilidad, la farmacia del pueblo hacia pedidos a domicilio. Un poco más
caro que ir a la tienda en si a comprar, pero me facilitaba todo. Con Logan tan
somnoliento y Daniel tan…berrinchudo…rehusaba dejarlos solos. No desconfiaba en
que Lautaro no pudiera con Daniel, pero…simplemente no me sentía cómodo ante
ello.
Una
vez hice mi pedido me di cuenta de que eran pasadas las tres de la tarde y no
habíamos siquiera almorzado, así que busque algo ligero para Lautaro y Daniel y
luego pensé en algo ligero que pudiera hacer para la cena.
Apenas
llevaba un día con los niños y ya se sentían que era como un mes…sin embargo al
recordar el tiempo que yo mismo había hecho que se alejaran no podía siquiera
imaginar en volver atrás.
Pensando
en ello, decidí que lo mejor sería que les habilitara una recamara de las que
estaban vacías en casa. Aunque había hecho más gastos de lo que pensaba, debido
a la condición de mi pierna tenía un subsidio de parte del departamento de
bomberos cada mes igualitario a lo que había sido mi salario.
Mary
y yo habíamos estado ahorrando todo lo posible para poder ser padres, lo que me
había dejado un buen colchón. Después del accidente, mi seguro había cubierto
más del 80% de gastos médicos lo que me había ayudado de mucho. Además de ello,
la venta de, no solo el condominio, pero todos los muebles y demás había hecho
que nuestra cuenta bancaria incrementara. Ni hablar del seguro de vida de Mary que
en ese momento decidía ignorar su existencia.
En
realidad, el dinero no era algo que me preocupara. Tampoco era millonario ni me
consideraba rico, pero tenía lo suficiente para llevar una vida cómoda y darles
una buena vida a los muchachos.
Basado
en estos pensamientos, nuevamente me senté y empecé a hacer una lista de lo que
necesitaría. La casa era lo suficientemente grande para habilitar dos
habitaciones distintas para los niños, pero no sabía cuánto tiempo estarían
conmigo. Lo mejor era comprar una cama y una litera.
Había
también notado lo gastado que estaba toda su ropa, así que también apunte
comprar ropa y zapatos para los niños. Sumergido en lo que necesitaba hacer
estaba cuando sentí un pequeño cuerpito abrirse campo entre mis brazos y
forzando su puesto a mis piernas. Volteé y vi la carita inocente de Daniel
quien, después de casi dos horas de estar huyendo de mí y la malvada ropa,
había decido que tenía suficiente.
“Tengo
frio.” Dijo simplemente, recostando su rostro en mi pecho y poniendo su pulgar
en su boca.
“Me
pregunto por qué.” Dije sarcásticamente, sacando el dedo de su boca. Por tierno
que el gesto se mirara, no era algo que debería estar haciendo.
Daniel
no dijo nada, simplemente me sonrió un poco y luego volvió a poner su dedo en su
boca, jugando con mis botones con el resto de sus dedos. Suspire y lo tome en
brazos para finalmente vestirle.
No
había ni logrado subir el primer peldaño cuando tocaron a la puerta y vi como
Lautaro corría a abrir la misma. Bufando, regresé mi camino y fui a ver quién
era.
Un
repartidor de no más de veinte años hablaba en tono aburrido, leyendo la
inscripción de un paquete que tenía el logo de la farmacia. Al verme, y más que
todo, ver el estado de Daniel, se atoro y se sonrojo completamente.
Rodé
los ojos y le vi con cara de pocos amigos. “Que?” Pregunte descortésmente,
“¿nunca has visto a un niño?”
“Eh…”
El joven no supo que contestar, viendo a Lautaro que lo miraba con ojos de
aburrimiento y cara de molestia y luego a Daniel que lo miraba tranquilamente
desde mis brazos. “Si…pero usualmente llevan ropa.” Murmuro, tendiéndome el
paquete y una Tablet para firmar.
Deje
que Lautaro tomara el pequeño paquete y aun con Daniel en brazos, tome el
aparato aquel y ofrecí mi firma para luego tirársela de vuelta al tipo sin
ninguna consideración alguna. “Gracias, pero usualmente pedimos a nuestros
clientes que-“
Cerré
la puerta en sus narices a medio discurso, hastiado y no importándome el
ejemplo que ponía a los más pequeños. Lautaro había visto un poco los contenidos
del paquete para decidir que se veían un tanto aburridos y ahora jugaba a algo
con lo que parecía ser unos muñecos de papel. Tal vez deba comprar juguetes también- pensé subiendo las
escaleras.
Veinte
minutos después había logrado vestir a Daniel. Aunque crie que sería un tanto
más fácil, me encontré teniendo una pequeña batalla al momento de ponerle el
pañal.
No
solo no sabía cuál era la parte frontal y cuál era la parte trasera, Daniel
rehusó usarlo. “No soy un bebe!” Dijo molesto, causando que Logan despertara de
su sueño y, aun con ojos cansados, nos viera sin moverse de su cómodo lugar.
“No,
no lo eres.” Le dije simplemente, “Pero aun así los vas a usar por hoy.” Ya
había tenido suficiente, y a ese punto mi paciencia era nula.
“Pero
no quieeeroooo!” Lloro, aunque note que ninguna lagrima salía de sus ojos, más
que aquel tono molesto de sus labios.
Ignore
sus palabras mientras daba vueltas a aquella prenda. Tenía unos ositos en una
de las extremidades y por lógica pensé que esa sería la parte frontal…además de
que era un tanto más angosta que la otra extremidad, la cual tenía unas cintas
que parecían tener algo de goma.
No
tenía talco y no sabía si la crema que por lo general miraba que aplicaban al
momento de un pañal era especial o cualquier tipo, así que decidí que por un
día podría omitir ese paso. Acomodé el pañal como creí debía ser, con la parte
frontal hacia arriba y la parte trasera hacia abajo y, jalando a Daniel del
tobillo nuevamente lo acosté boca arriba sobre el pañal.
“NOOOO!!!”
Grito el niño, tratando de girarse mientras yo le apretaba de su estómago un
tanto fuerte mientras acomodaba la prenda entre sus piernas. Para mi
frustración, me di cuenta que lo había hecho mal. Lo que debería estar enfrente
con los mentados osos estaba atrás, y la parte trasera con las cintas estaba
delante.
“Basta,
Daniel.” Le dije algo severo, tomándolo de los tobillos y levantándolo como
había visto a muchos padres hacer. O resultaba más sencillo en bebes, o era un
tanto más complicado cuando el niño en cuestión se retorcía como una culebra.
Daniel
logro zafarse y acostándose en su estómago, gateo lo más lejos que pudo en la
cama para luego sentarse y verme molesto. Ignore lo que el niño hacia mientras
volvía a tomar el pañal y lo estudiaba.
Si
había puesto la parte frontal hacia arriba primero, y había quedado en la
espalda del niño, la lógica me decía que debía ponerla hacia abajo ahora. Lo
hice así y luego la levante como si el niño ya estuviera allí.
Verifique
que en realidad así debía hacerlo y observe a Daniel que trataba de gatear por
sobre Logan para huir por el otro lado de la cama, mientras su hermano reía y
le atrapaba por la cintura.
Sonreí
al ver a Logan tan tranquilo, a pesar de que claramente reía a mi costa y,
estirándome por sobre la cama, ataje a Daniel nuevamente por sus tobillos. Lo
jale un poco hacia mí, ignorando sus quejidos para luego tomarlo por la cintura
con ambas manos.
Hacer
esto me facilito atraparlo, lo que no contaba era que Logan no solo pataleaba
nuevamente, pero con sus manos trataba de zafar mis dedos. Temía hacerle daño
con un agarre muy fuerte así que tan rápido como pude le acosté boca abajo
nuevamente sobre la cama. Al sentir la superficie bajo el, Daniel trato de
incorporarse para gatear nuevamente, pero fue en vano cuando, con una mano tomé
sus tobillos y la otra la pase bajo una de sus axilas y le di la vuelta,
acostándolo sobre el pañal.
“NOOOOOO!!!”
Grito en tono agudo, haciendo que tanto Logan como yo hiciéramos una mueca de
disgusto.
“¡Ya
estuvo bueno, Daniel!” Regañe molesto, tratando de separar sus piernas para
colocar una vez por todas aquella prenda. Creí que el regaño sería suficiente,
pero Daniel nuevamente trato de darse vuelta y casi lo logra, pero lo que logro
aún más fue que perdiera mi paciencia.
Suspirando
para tratar de calmarme lo más que pude, le deje un tanto de lado y, haciendo
acceso a todo el lugar levante mi mano y la deje caer en una nalgada.
PLAS
Creí
que la reacción sería un grito o el llanto inmediato, pero Daniel pareció
congelarse. No reacciono hasta que mi mano cayo por segunda vez en el mismo
lugar. PLAS
La
reacción allí si fue inmediata. “WAAAAAAAAAAA!!” El llanto del niño se hizo
presente, aunque no trato de huir, y aproveche a darle una tercera y final
palmada.
Al
terminar, le giré y le acosté nuevamente boca arriba sobre el pañal aquel.
Ignorando no solo el llanto del niño, pero la mirada furiosa de Logan, logre
cerrarlo para darme cuenta de que lo había hecho bien. Por un momento me sentí
satisfecho, pero al ver el llanto de Daniel que lloraba como si lo peor hubiera
pasado me sentí sumamente culpable.
Había
tratado de ser lo más paciente posible, pero aparentemente había sido un idiota
total. Suspire y tome la camisa de su pijama y tan suave como pude le pase por
su cabeza y luego de uno en uno pase sus bracitos en ella. Como pude le cubrí
su pancita y después tomé el pantaloncito para pasar sus piernas de una en una
tan suave como pude.
En
todo momento Logan no me quitaba los ojos de encima, aunque parecía indeciso en
si tomar a su hermano y correr o seguir observando lo que hacía. Me quede
parado viendo al niño por un momento y luego, sabiendo lo que tenía que hacer,
le tome en brazos y lo pegue a mí.
Por
instinto talvez, Daniel se aferró a mí. Caminé de lado a lado un momento y
luego me senté en la cama con el niño aun en mis brazos, mientras yo jugaba con
su cabello y sobaba su espalda. Poco a poco Daniel se calmó, esnifando y
viéndome como si le hubiera matado a su mejor amigo.
“No
puedes comportarte de esa forma, hijo.” Le dije lo más suave posible, “¿Hmm?”
Daniel continúo viéndome, esnifando y poniendo su dedito en su boca. “Hacer
berrinches no está bien.” Le dije tranquilamente.
Daniel
no dijo nada, solo asintió un poco y luego se pegó a mí, cerrando sus ojos y
entrando en sueños poco a poco. Tome la mamila que había dejado sobre la mesita
y decidí que tal vez era la mejor oportunidad para que se tomara el suero.
Al sentir la tetilla, abrió su boca y sus
ojitos un poco y empezó a succionar. No dijo nada del sabor ni puso objeción,
simplemente succionando y tomándose todo el líquido, relajándose cada vez más,
mientras le daba suaves palmaditas sobre su redondo traserito cubierto por el
pañal.
No
tardo nada en quedarse dormido. Le tumbe junto a su hermano y le observe
dormir. Fue en ese momento que me sentí observado yo mismo y volteé a ver a
Logan. El niño me miraba de una forma que no pude describir. Era una extraña
mescla entre enojo, molestia, ilusión, dolor, y, si cabe decir, celos. No sabía
que tan correcto estaba por lo que, depositando un beso en la frente de Daniel,
decidí ignorar aquello.
Ese
fue mi segundo más grave error. No haber depositado un beso en la frente de
Daniel, pero haber ignorado la mirada de Logan. Meses más tarde me arrepentiría
de no haber prestado un poco más de atención a las pequeñas y sutiles señales
de auxilio que Logan me daba. Meses más tarde pasaría por una de las mayores
angustias que un hombre viéndose padre podría pasar.
Pero
como cualquier otro mortal desconociendo el futuro, me pare de aquella cama y,
con la simple instrucción de que descansaran me dirigí a hacer la cena y buscar
el medicamento de ambos niños en la caja que había arribado.
Esa
noche volví a dormir en el sofá. Lautaro se había unido a sus hermanos en mi
cama y yo me encontraba en la sala de nuevo. Fue hasta ese momento que me
percaté de que Diana tampoco había aparecido ese día.
Sus
hijos habían pasado la noche anterior en el hospital y la mujer ni siquiera se
enteraba de ello. Suspiré y decidí cambiar de pensamientos a otros lejanos.
Aunque mi cuenta bancaria estaba bien, me encontraba haciendo varios gastos que
no había pensado hacer.
A
pesar de gozar de una buena salud sabia jamás podría ser parte de los bomberos
nuevamente, el estado de mi pierna no me lo permitiría.
Debía
pensar a que me dedicaría de ahora en adelante. Debía pensar en que haría de mi
futuro. Todavía era joven, apenas tenía treinta dos años, no podría vivir de
mis ahorros eternamente…menos haciendo los gastos que estaba haciendo. Tarde o
temprano, me quedaría sin un céntimo.
Pensando
en eso me quedé dormido, aunque un par de horas más tarde desperté. Al
principio no sabía por qué ni que me había despertado. La casa se encontraba en
absoluto silencio. Permanecí inmóvil y atento y no escuche nada, así que me
acomode y cerré los ojos cuando lo oí. Un poco distante, pero uno de los niños
se quejaba.
Ni
siquiera había abierto bien mis ojos cuando me encontré corriendo a la segunda
planta. Entre lo más tranquilo que pude a la habitación y me encontré que Logan
se quejaba un poco en sueños. Lautaro y Daniel dormían sin percatarse de la
incomodidad de su hermano.
Me
senté a un lado del niño y puse mi mano sobre su frente para sentirla caliente.
Aunque no tenía la alta temperatura de la noche anterior ni había presentado
temperatura durante el día, si tenía algo de ella ahora. Pánico entro en mí y
lo primero que pensé fue que debía ir al hospital, pero antes de poder cargar
al niño un nuevo pensamiento vino a mi haciéndome recordar que lo primordial
era que conservara la calma.
Mi
niño tenía fiebre, pero no era el primer niño que la tenía tampoco. No era inusual
que los niños tuvieran fiebre, especialmente después de haberse intoxicado con
un alimento.
Recordando
que me habían dado el número de emergencias de pediatría, corrí escaleras abajo
para buscarlo y llamar. Aunque solo timbro dos veces antes de que contestaran
lo sentí como una eternidad y no pude sino pensar en que podrían estar haciendo
esas enfermeras para no contestar una emergencia.
Una
vos tranquila y serena contesto, una verdadera diferencia en mi voz que
denotaba pánico y angustia. “Calma, señor, entiendo este preocupado, pero al
menos que la temperatura sobrepase los 40°.” Me dijo como si le hubiera
preguntado el estado del tiempo para llevar paraguas al picnic.
“Señorita,
ayer estuvimos en urgencias por una intoxicación alimenticia.” Le explique,
usando un tono que detonaba la poca inteligencia que creía poseía la enfermera.
“No podría hablar con un pediatra?” Reflexionando mi actitud, era uno de esos
padres que lo único que cualquiera quiere es olvidar su existencia, pero en ese
momento solo pensaba que Logan no se sentía bien.
“Entiendo
su preocupación, pero lo mejor es tome la temperatura del niño. A veces
empeoramos las causas por sacarlos de sus camitas calentitas y exponerlos al
frio de la noche, aunque sea solo por unos minutos.” Sus palabras, aunque
agraviantes, me mostraron el error de mi desesperación, por lo que respire
profundo.
“Si…perdone.”
Le dije, cerrando los ojos, para luego respirar. “Bien, ¿qué debo hacer?”
“Tome
la temperatura del nene.” Me dijo tranquilamente, “¿Tiene termómetro en casa?”
Termómetro…había
estado en mi lista de compras que envié a la farmacia. Corrí hacia la sala
donde estaba la caja y busqué entre las cosas que habían allí. Había comprado
algunos medicamentos para niños y al fondo estaba lo que buscaba. Una pequeña
caja con el dibujo de un bebe sonriendo y unos animalitos que contenía el
termómetro digital.
“Bien,”
le dije a la mujer, “¿Cómo lo enciendo?” Pregunte, sacándolo de la caja y
dándole vuelta a aquella cosa.
“Todos
son diferentes,” explico, “Sera mejor que lea las instrucciones.”
Asentí
aunque no podía verme y, tomando la caja que había tirado busque dentro de ella
el típico papel doblado que casi todos los medicamentos e instrumentos médicos
traían. En una esquina y en varios idiomas encontré las instrucciones de uso.
“Bien…presione
el botón amarillo hasta escuchar el pitido,” Murmure mientras leía y seguía las
instrucciones, “Una vez este el pitido, espere a que la temperatura lea 0° y
luego inserte dentro del…eh…” casi dejo caer el papel e instrumento aquel, para
luego girarme hasta la caja y ver nuevamente los dibujos plantados allí.
“Señorita?”
“Aquí
sigo, Señor.” Me dijo tranquilamente, “¿Pudo tomar la temperatura del nene?”
“Eeeh…este…esta
cosa…bueno…no creo que pueda usarla.” Mi respuesta fue silencio a lo que
continué, “Vera…esta cosa dice que…bueno…es un termómetro…”
“Señor,
usualmente lo ideal es que se usen termómetros rectales en vez de periféricos
en bebes, aunque incómodo para algunos padres, es lo más recomendable.”
“Tiene
trece.” Le dije, sin saber que más decir.
“Si,
a los trece meses todavía pueden usar uno de ellos.”
“Trece
AÑOS.”
Para
cualquier espectador, mis palabras hubieran sido hilarantes. La situación en si
hubiera sido de cualquier índole cómica, pero en realidad era en su totalidad
incomoda, y el silencio que siguió a mis palabras fue fruto de ello.
“Su…,
ajam… ¿su esposa todavía toma la temperatura de su hijo de esa forma?” La
incomodidad en sus palabras fue obvio por la cantidad de veces que se aclaró la
garganta antes de poder hablar y no pude más que suspirar. Mary sabría
perfectamente que hacer en estas situaciones. De alguna forma, Mary siempre
sabía qué hacer.
“No…este…compré
el termómetro en la farmacia hoy…en realidad, hice el pedido a domicilio.” Me explique,
queriendo defenderla de una culpa imaginaria.
“Bien…tiene
la opción de traerlo a emergencias si siente que la temperatura es muy
fuerte…no lo recomendamos todo el tiempo. Aunque, por incomodo que sea para el
muchacho, podría explicarle la situación y tomar su temperatura. Para hacerlo,
solo siga los mismos pasos que deben venir en la caja.”
Suspire,
viendo aquel objeto como si de una serpiente venenosa se tratara. Logan y sus
hermanos seguían profundamente dormidos, aunque el mayor se quejaba continuamente.
Y aunque creía era mi imaginación, su temperatura parecía aumentar a cada
segundo.
Me
debatí en llevarlo a emergencias, pero eso implicaba despertarlos a los tres y
esperar que Daniel no llorara todo el camino, que Lautaro no enfermara también
y que Logan no empeorara por exponerlo al frio de la noche. En realidad, no
sabía qué hacer. Aun con el teléfono en la mano, puse mi mano sobre su frente.
Aunque caliente, tampoco ardía. “Que debo hacer si su fiebre aumenta?”
“Supongo
tendrá acetaminofén a mano. Según veo en el expediente, fue una de las
recomendaciones dada. Si no tiene para niños, puede tomar de adultos, pero debe
tener cuidado de no darle una dosis mayor de la recomendable.” Me dijo
recobrando la tranquilidad de su vos.
“Bien…gracias.”
Sin más, colgué la llamada y observé al niño por un momento antes de bajar por
el acetaminofén líquido que había comprado.
Me
costó un poco despertarlo para darle la dosis adecuada. Se miraba letárgico y
miserable, solo viéndome un poco para luego volver a cerrar los ojos. Me quede
a su lado, peinando con mis dedos su cabello y tratando de calmar su febril
estado.
Sin
embargo, media hora después de darle el medicamento la fiebre parecía haber
empeorado. No sabía si volver a llamar a emergencias o simplemente tomar al
niño e ir. Aunque nuevamente me surgía lo anterior, ir a emergencias implicaba
llevar a los tres niños y exponerlos al frio de una noche de noviembre.
Suspiré,
y vi el termómetro que había abandonado en mi mesa de noche. Al observarlo, una
idea surgió en mí, lo tomé y luego de haberlo encendido, lo puse lo más suave
que pude en su oreja.
Espere
un par de minutos como las indicaciones decían para escuchar el apenas audible
pitido que indicaba estaba listo. Satisfecho, lo saque para ver las palabras
ERROR puestas donde debía estar la temperatura. Molesto, suspiré y apreté el
botón para resetearlo. Una vez listo nuevamente, lo puse dentro del oído del
niño para tener el mismo resultado.
No
solo me molestaba el termómetro, pero me asustaba el hecho de que tal vez
debería estar camino al hospital. Recordé cuantas veces había atendido
emergencias falsas por padres desubicados y traté de mantener la calma. A veces
los padres se alarmaban por nada…aunque yo no era el padre de estos niños me
recordé.
Vi
el termómetro y decidí tratar por la vía oral. Limpié lo mejor que pude y se lo
puse en la boca. Por un momento creí funcionaria, cuando vi como números
aparecían en la pantallita aquella, pero luego, la misma odiada palabra
aparecía nuevamente.
Necesitaba
saber la temperatura del niño. Tal vez debería de haberle dado una dosis más
alta de medicamento u otro y no lo sabía por no saber su temperatura actual…o
tal vez debería de salir corriendo a emergencias.
Finalmente,
viendo los cachetes enrojecidos y pálidos a la vez del niño tome la decisión.
Probablemente iría preso, pero al menos sabría que Logan estaba sano. Volví a tomar
las instrucciones aquellas y leí detenidamente y reiteradas veces lo que se
debía hacer.
Una
vez listo, suspiré y vi al niño. Le tome sus piernas con una mano y lentamente
las levante para luego bajar solamente lo necesario su pantalón. Prendiendo el
termómetro y esperando que estuviera listo, lo inserte donde decía y cerré los
ojos no queriendo ver más lo que estaba haciendo.
Aunque
según las instrucciones solo fueron dos minutos se sintió una eternidad, y para
alivio mío Logan había permanecido dormido. Apenas escuche el pitido aquel,
saque el termómetro y cubrí a Logan, para dejarlo dormir tranquilamente. 38,6°
leía aquel aparato. Si bien Logan tenía fiebre, no era necesario ir al
hospital. Esa información me tranquilizo y me hizo soltar el aire que sin saber
había mantenido contenido.
Recordando
donde había estado aquel aparato, decidí que podía ir directo al bote de
basura. Ya pondría la madre de todas las quejas a la farmacia al día siguiente.
Mientras tanto, me aliviaba en saber que Logan estaría bien.
Una
hora más tarde, la fiebre del niño había bajado. No me sentía cómodo dejarlo
solo así que, como pude, me hice un hueco a su lado y me acomode entre sentado
y acostado a pasar el resto de la noche.
El
día siguiente fue más tranquilo que el anterior. Daniel volvía poco a poco a
ser el niño feliz y tranquilo de siempre, volviendo a su ropa habitual mientras
que había despachado a Lautaro a la escuela-para la insatisfacción del mismo
que creyó que el hecho que sus hermanos no fueran le daba derecho a quedarse en
casa el también.
Logan
paso el día con un poco de malestar. A pesar de que la fiebre le volvía y venia
durante toda la mañana y tarde, para la noche estaba completamente bien.
Dos
días después los niños se habían recuperado completamente. Nos preparábamos
para el fin de semana, pensando que actividad podrían hacer sin mucho esfuerzo.
Haber pasado dos días en cama era como un castigo para ellos, y querían retomar
el tiempo perdido.
A la
cuarta noche de estadía, mientras reíamos por las caras que Daniel ponía
mientras imitaba a la señora gruñona de la cafetería de la escuela tocaron a mi
puerta.
No
era mucho de recibir visitas, por lo que nos extrañó a los cuatro. Dándoles la
orden de que siguieran en la cena, les deje para atender a quien nos
interrumpiera con una sonrisa.
Mi
sonrisa se borró de golpe al ver a la persona menos esperada. Parada con cara
de angustia estaba Diana, retorciendo sus manos en nervios mientras trataba de
ver dentro de mi casa.
“Mis
hijos no están.” Me dijo simplemente, como si no los hubiera visto en los
últimos diez minutos.
“Si
no están en tu casa, no, no lo están.” Le dije, cruzándome de brazos.
Mis
palabras, lejos de angustiarla, parecieron calmarla, “Están contigo. Hay, ¡que
muchachos! ¡No los puedo dejar ni un ratito porque desaparecen de mi vista!” Me
dijo con una sonrisa, “Bien…si no te importa, les esperare en casa.”
Sentí
mi sangre arder como nunca antes. En mi vida había querido matar a alguien como
lo hacía en ese momento. “Estuvimos en el hospital.” Espeté, tan airado que
casi pude ver como salía saliva con mis palabras. “Logan y Daniel estuvieron
muy mal y tuve que llevarles al hospital de emergencia.”
Mis
palabras la frenaron, haciendo que se girara y, si no supiera la clase de mujer
que era, hubiera creído que realmente se preocupaba por ellos. “¿Que les paso?
¿Están bien?”
“La
comida que les diste estaba en mal estado.” Tenía que constantemente recordar
las palabras de mi padre. A una mujer, ni con el pétalo de una rosa se golpea.
“¡Estuvieron en cama dos, ¡DOS, días!”
“Bueno…no
te enojes…Lorenzo hubiera podido cuidar de ellos…no es la primera vez que
enferman mientras yo no estoy. Son niños muy independientes y pueden cuidarse
solos.”
La
frustración invadió mi cuerpo de manera descomunal, me aleje de ella mientras
pasaba mis manos una y otra vez por mi cabello en un esfuerzo por no darle un
puñetazo. “Son NIÑOS!” Grite no pudiendo contenerme, “¡Lautaro estaba
desesperado creyendo que sus hermanos morían! ¡Logan no paraba de vomitar y
Daniel se había hecho encima! ¡Su diarrea fue tal que tuvo que usar pañales por
dos días completos!”
Frunció
el ceño y se cruzó de brazos, molesta ante mis palabras. “¡Porque le pusieron
pañal! ¡Hace…como cuatro años que dejo de usarlos! No quiero tener que volver a
hacer ese tipo de gastos.”
“Cuatro
años atrás Daniel era un bebe de meses.” Farfulle.
“Si,
bueno…como sea. Lucas siempre ha sido un niño tan responsable!”
“No
se llama Lucas…no se llama Lorenzo, por la gran puta, mujer, ¡se llaman LOGAN Y
LAUTARO!” Grite, sin poder detener mi furia, “¡LOGAN, LAUTARO Y DANIEL Y NO SON
ADULTOS QUE DEBAN CUIDAR EL UNO DEL OTRO!”
Mis
gritos parecieron asustar a la mujer aquella, que retrocedió un paso. “No
quiero que estén cerca de alguien que grita así…mejor me los llevo ya.”
“No.”
“Son
mis-“
“Bien…tengo
pruebas de que no apareciste en cuatro días. Tengo pruebas que dejaste a tres
menores completamente solos. ¿Sabes cómo se llama eso? Negligencia. Puedes ir
presa por eso.” En realidad, mis únicas pruebas eran las facturas que había
incurrido, y no sabía si para un juez de menores eso bastaría. Aunque también
sabia tenía el testimonio de aquellos en el hospital y la farmacia…y tal vez la
vieja que vivía cerca nuestro que constantemente asomaba sus narices por la
ventana pero que más allá de eso jamás había visto.
“No
es justo!” Exclamo, zapateando como si tuviera la edad de Daniel y cruzándose
de brazos. “No puedo vivir todo el tiempo encerrada. Soy joven y tengo sueños.
Además…solo me fui unos días por trabajo. ¡Una agencia me vio y dijo que era la
modelo perfecta para su línea de lencería!”
Sería
inútil seguir con ella, así que suspire, más cuando vi tres cabecitas curiosas
asomarse por la ventana…y aunque trataban de ocultarse fracasaban grandemente
en ello. “Los niños se quedan aquí conmigo. No voy a llamar a la policía, pero
tienes hasta mañana para decidir qué vas a hacer.
La
mujer hizo un puchero, como si en vez de quitarle sus hijos le quitara un oso
de peluche. “No es justo.” Me dijo, haciéndose la ofendida, “Mañana tengo que
viajar otra vez. Solo venía a decirles que me iba por una semana…dame hasta
entonces al menos…¡no puedo pensar y verme bonita al mismo tiempo!”
Creí
que ese tipo de personas solo se encontraban en la televisión, pero
aparentemente, yo había encontrado una justo al lado de mi casa. Como una mujer
tan…descerebrada…había podido dar a luz a tres niños tan brillantes será
siempre un misterio.
“Bien.
Tienes hasta tu regreso. Pero escúchame bien…o dejas a los niños conmigo o te
quedas tu a hacerte responsable como deberías de hacerlo.”
“Hay…que
feo.” No sé si me asombro más su puchero y sus palabras, o el hecho de que
todavía no entendía.
No
espere a cruzar más palabras con ellas y entre a casa. Una vez dentro tenia a
tres personitas viéndome con ojos incrédulos. “Espero la cena no se esté
enfriando.” Mi respuesta fue tres sonrisas, Logan y Lautaro corrieron de vuelta
a la cocina entre risas mientras Daniel simplemente camino hacia mí y me
extendió sus brazos para que lo cargara.
Sin
dudarlo, le tomé por las axilas para tomarlo en brazos y, una vez acomodado, me
dirigí a la cocina sintiendo alivio al escuchar las rizas y bromas entre los
otros dos hermanos.
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