II. Involucrándose
en lo “Involucrable”
No quise volver a
pensar en aquella noche por los siguientes meses. Cuando desperté la mañana
siguiente, no había señal de Logan. Lo único que me dejó claro que eso sucedió
y no fue una pesadilla, era el dolor de mi espalda, después de una noche en el
suelo, y el botiquín que seguía al pie del sofá donde lo había dejado.
Decidí enfocarme en
mi casa y mi trabajo. El único trabajo que podía hacer. Después de todo, jamás
regresaría a mi pasión. No quería pensar en nada, ni en Mary, ni en mi bebé, ni
en mi hermana, suegros o vocación…y mucho menos en los horripilantes vecinos.
Para lograr esto, trabajé día y noche. Trabajaba sin parar y antes de lo
anticipado terminé las reparaciones totales de la cocina, la sala, e incluso la
habitación principal.
Trabajaba sin
cesar. Llegué al punto de quedar exhausto…y fue aquí que todo cambió. Me había
quedado dormido en algún punto, con brocha en mano, cuando escuché un vidrio
quebrarse. Esto me sacó de mis sueños con un salto, llevándome de vuelta al
accidente. Alterado, me senté y traté de recordar que estaba a salvo…que Mary
no estaba…que tenía una vida nueva…o más bien, no tenía una vida…
Miles de
pensamientos llegaban a mi mente cuando escuché un leve quejido. Esto me ayudó a
salir un poco del pánico que empezaba a invadirme. Tratando de concentrar mis
pensamientos en el gañido, me levanté del sofá aquel y cojeando llegué hacia la
puerta de la cocina que conectaba con el patio trasero, de donde venían los
ruidos.
Abrí la puerta
lentamente, aunque no pude evitar una mueca al ruidaje de aquél condenado
pedazo de madera. No la había reparado aún. Era la única parte de la cocina que
había obviado en reparar.
El sonido alertó a
lo que sea que hacía ese ruido, porque pronto hubo silencio. Salí al porche, no
podían ser mas de las siete de la mañana debido a la claridad del día.
Estuve parado en
esa grada como por un minuto entero, observando lo que debería ser una piscina
y un jardín, pero en realidad parecía una selva de maleza y un estanque que
debía limpiar si no quería un buen criadero de zancudos y mosquitos.
Estaba a punto de
entrar, cuando pude escuchar un pequeño crujido…tal vez estaba paranoico, pero
algo me decía que había alguien allí.
Con pasos
decididos, me encaminé siguiendo mis instintos cuando lo vi. Acurrucado,
tratando de guardar silencio estaba…no recordaba su nombre, pero otro de los
niños de al lado.
Genial. ¡¿Es que
acaso estos mocosos no sabían cómo dejarlo en paz?! Bueno…al otro él lo había
arrastrado a su casa…pero eso era diferente. “¿Qué diablos haces aquí?”
El susto en sus
achinados ojos color cielo fue evidente. Me miraba como si yo fuera Fredy
Kruger listo para hacerlo añicos. El chiquillo aquél hizo una estupenda
imitación de un pez, abriendo y cerrando su boca en una rapidez que podría ser
un record mundial.
Suspire, no
obtendría respuesta de él.
“LAUTARO!” El
llamado hizo que el niño diera un respingo y que yo sintiera alivio…aunque era
Logan el que llamaba.
“Supongo que tú
eres Lautaro, ¿no?” Dije sin esperar respuesta y allí fue cuando vi una de las
ventanas quebradas…una de las ventanas que había comprado para reponer ese
día.
Sentí el enojo
subir, y cerré los ojos tratando de calmarme. Antes de que el niño pudiera
huir, me encontré tomándole de la camisa como había hecho hace un par de
semanas con su hermano mayor. Prácticamente, lo jalé como quien jala un perro
por el cuello…y eso que no estoy de acuerdo que agarren a los pobres animales
así…ni a los niños debo añadir.
Parados en la
acera, se encontraban los otros dos engendros. El mayor tomando de la mano al
menor que estaba de lo más relajado con su pulgar en la boca.
Logan gritaba y
gritaba el nombre de su hermano, pero en cuanto me vio pareció entrar en un
poco de pánico interno. “Dónde está tu madre?” Espeté…y por dentro añadí la
frase, si es que a esa se le puede llamar madre.
“Señor
Bellucini…este…yo puedo ayudarlo!” Soltó él, poniendo a su hermanito detrás
como queriendo protegerle.
Rodando los ojos
exasperado, prácticamente le tiré al mocoso #2 al mocoso #1 mientras que el
mocoso #3 me miraba con interés, su cabeza nuevamente ladeada y succionando su
dedo.
“Si quería hablar
con un mocoso maleducado no habría preguntado por la histérica de tu madre.” Le
espeté, cruzándome de brazos.
Ambos niños mayores
me miraron ferozmente, pero esto sólo hizo que rodara mis ojos en una buena
imitación de Robert Downey Jr en Avengers. “Miren, no tengo tiempo que perder.
Tu querido hermanito quebró mi ventana nueva, así que a menos que tengas el dinero
para pagarla ya, quiero hablar con un adulto responsable…o un adulto al menos.”
Los ojos de Logan
casi salían de orbita a medida hablaba, mientras que… ¿cuál era su nombre?
...el culpable se encogía en sí mismo y miraba a su hermano como quien mira a
un verdugo.
“Pasa algo?” Por
primera vez escuché dulzura en la voz de Diana, me giré y me sorprendió.
Siempre la había visto alterada y molesta o borracha. Ahora a plena luz del día
podía entender por qué tantos hombres le visitaban.
Tenía un cuerpo espectacular,
usando un diminuto vestido negro que dejaba poco a la imaginación, su rubia y
larga cabellera parecía brillar en el sol y sus ojos azules que parecían estar
llenos de inocencia.
Pero no fue ni sus
ojos, ni su cabello que me hicieron olvidarme un momento de lo pasado, pero su
voluptuoso y llamativo escote…diablos, ¡seguía siendo un hombre después de
todo! Pónganle a un lobo un trozo de buena carne y se lo va a terminar
comiendo…pero yo no era un lobo, era un hombre con una ventana rota.
Antes de que
pudiera hablar, Logan se adelantó. “El Señor Bellucini me decía que si quería
ayudarle a reparar su casa…como un trabajo de verano…”
¡¿Qué?! Ese niño
realmente me quería ver preso.
Diana sonrió
coquetamente, viéndome de pies a cabeza, “Seguro que quiere a un mocoso de
ayudante…conozco a gente muy…competente…”
“Lo que quiero-“
“SI!” Gritó Logan,
viéndome con suplica, mientras que…realmente necesitaba aprenderme el nombre de
los otros dos, pero mocoso #2 me miraba ansioso y el #3 me miraba con curiosidad.
Realmente ese niño tendría problemas en su cuello si no dejaba de imitar a un
cachorro curioso.
“Y qué se supone
que vas a hacer con ese dinero?” La voz de Diana cambió a una llena de
desprecio, su mirada fría y rígida dirigiéndose a su hijo.
“Pues…en un mes
comienzo la escuela y-“
“Claro, no puedes
usar lo mismo del año anterior. Tan egoístas…tengo necesidades, ¿saben? ¡No
puedo sólo pensar en ustedes!” ¿Esta mujer era una broma? No podía creer que
hablara en serio. ¡Por supuesto que necesitaría materiales! ¡Los tres lo
necesitarían!
Diana suspiró y
sacudió su cabeza en negación, como si lo que acababa de escuchar era un gran
agravio. “Bien…si a ti no te molesta,” me dijo con dulzura, “puedes trabajar
para él." El tono frío volvió, dirigido a su hijo, “Pero te recuerdo que
debes ver qué hacer con ellos.” Le dijo, dirigiendo un dedo a sus otros dos
hijos, “no tengo tiempo para cuidarlos ni voy a asumir el costo.”
Más que mujer era
una arpía. Muy hermosa, muy candente, muy todo lo que quieran, pero era una
total basura como ser humano. Ni los animales eran tan fríos con sus crías.
“Creo que los tres
pueden ayudarme de alguna forma.” De nuevo allí iba mi bocota. Realmente
necesitaba ir a un neurólogo para que uniera mi cerebro a mi cuerpo… ¿qué parte
de la medicina se especializa en verificar que la boca y el cerebro estén en
sincronía?
Los cuatro se
giraron a verme, y cosa #3 incluso dejó caer su dedo mojado y por primera vez
me vio sin girar su rostro, mientras que los otros me miraban con sorpresa y
asombro. “Cariño,” Se río Diana, caminando hacia mí y frotando mi pecho
seductoramente, “Créeme…Lucas será más que suficiente.”
“Me llamo Logan.”
“Sí, tú cállate.”
Que yo no me supiera sus nombres era una cosa, pero que ella no los supiera…no quería
sonar como perro, pero…guau. “No quieres a los otros dos…deja que Lorenzo-“
“Lautaro, mamá.”
“-Lautaro se
encargue de…de…” Tronó sus dedos hacia el mayor de los chicos.
“Daniel, mamá.”
“-Que se encargue
de Daniel.”
Logan, Lautaro,
Daniel. Bien…ahora sólo debía tratar de recordar a los últimos dos y saber
quién era quién. “No te preocupes…” No podía creer que estaba utilizando ese
tono con Diana…no había usado ese tono después de conocer a Mary con ninguna
otra mujer. ¿Y qué rayos estaba haciendo? Era la oportunidad perfecta para
huir, no tratar de seducir a una mujer a que aceptara que cuidara a sus hijos.
¿Qué diablos pasaba conmigo? “tengo todo tipo de trabajos.” Y eso en otro
contexto bien me hubiera podido llevar preso.
Ella sonrió, como
si me hiciera un favor a mí, “Si insistes…cómo me puedo negar.” Mordiendo
levemente su labio inferior, me vio como cordero inocente y luego giró su
rostro hacia los niños que miraban todo atentamente. Su mirada se tornó fría,
“van a trabajar para…”
“Gabriel.” Suplí
esta vez yo.
“Claro, ¿cómo
olvidar tu nombre?” Me sonrió, y quise devolver un sarcástico, “de la misma
forma en que olvidas el de tus hijos.” Pero me pude contener…con esfuerzo
sobrehumano.
No pudiendo
soportar más la sensación de sus manos en mí, me hice para atrás, me crucé de
brazos y pregunté, “¿Mañana es un buen día para iniciar?”
“Claro, y sobra
decir que, por cualquier cosa, tienes mi bendición para lidiar con ellos como
mejor te parezca.”
Realmente esta
mujer me sorprendía. Era un completo extraño para ella y me daba toda la
libertad con sus hijos. Esperaba que mi sonrisa de respuesta se mirara sincera
y no incómoda. Asentí y me giré al trío que estaba inusualmente callado.
“Mañana a las 7, ni un minuto tarde.” Casi en sincronía asintieron y con eso me
retiré de allí como alma que lleva el diablo.
Realmente no sabía
qué me había llevado a semejante decisión. Una ventana, aunque tenía un costo
algo alto, no era la gran cosa. Podía pagarlo, solo con el seguro de vida de
Mary tenía suficiente para vivir cómodamente un par de años…y eso que rehusaba
a aceptar ese dinero. Aceptarlo era casi como aceptar su muerte y eso…eso era
algo que no podía hacer. Algo que simplemente no quería hacer.
Suspirando, empecé
mi día tratando que el trabajo físico hiciera que olvidara a mi Mary…y a la
locura que había accedido. Hubiera sido más fácil dejar morir el caso y asumir
los costos…pero claro, el niño tenía que ser impulsivo.
Creo que ése día
fue uno de los más productivos que tuve. No sólo cambié toda la madera de las
gradas que llevaban a la segunda planta, pero terminé de pintar el barandal
frontal y todos los detalles.
Esa noche al
acostarme era pasada la media noche y solo podía pensar qué más tenía que
arreglar al día siguiente. Había olvidado por completo mis tres pequeños
ayudantes que vendrían a ayudarme. Y la verdad, creo que fue lo mejor, ya que
de lo contrario no hubiera podido dormir en toda la noche. Como era habitual en
mi, me quedé dormido, aunque esta vez con el pensamiento de que tal vez ya era
hora de que arreglara el dormitorio principal y comprara una cama.
La mañana
llegó antes de que pudiera pensarlo. Me había levantado un poco más tarde de lo
habitual y por primera vez decidí hacerme un desayuno que consistiera de
alimento sólido y no sólo café.
Ni siquiera me
esforcé por pensar en otra cosa, ya que por primera vez en meses mi mente se
encontraba en paz mientras cocinaba…y eso que eran contadas las cosas que
realmente podía cocinar sin intoxicar a quien las ingiriera.
Inmerso en mis
labores culinarias, me sobresalté cuando escuché un tímido, pero contundente
golpeteo en la puerta principal. Apagué la hornilla y aparté la olla de mis
huevos y me dirigí a la entrada. Abrí la puerta y por un momento confuso no
supe por qué tenía a los tres vecinitos frente a mi puerta, viéndome
expectantes. “Bueno día!” saludó el más chico de todos con entusiasmo. “Toy
li’to pa’ trabajar.” Dijo con finalidad en su voz.
Un quejido salió de
mí sin poderlo evitar cuando los recuerdos del día anterior bombardearon mi
mente. “Claro…su trabajo.” Nuevamente sentí molestia conmigo mismo. No entendía
cómo podía haber sido tan estúpido.
Los dejé entrar y
me dirigí a la cocina sin mediar palabra alguna. Realmente tenía hambre y me
esperaba mi desayuno. No fue sorpresa alguna cuando los dos mayores se quedaron
junto a la puerta sin saber qué hacer mientras que el más pequeño me siguió
como un cachorro.
“Huele rico.” Dijo,
asintiendo su cabecita y viendo alrededor de mi cocina.
“Si.” Dije
simplemente… ¿debería de ofrecerles comida? Cuando uno recoge un animalito de
la calle les alimenta…aunque ellos no eran ni animales ni de la calle…
“¿Me das?” Me dijo
el chiquillo, parándose en puntillas y estirando su cuello para tratar de ver
que es lo que hacía en la estufa.
“Niño, aléjate. Te
puedo quemar.” Le espeté, pero el sólo ladeó la cabeza mientras que volvía a
llevar su pulgar a la boca. ¿Era normal que un niño de esa edad todavía tuviera
esa manía? “¿Por qué no te vas con tus hermanos, hmm?” Le pregunté, tratando de
alivianar mi tono y esforzándome por no hacerlo retroceder unos pasos yo mismo.
“Wen’o am’e.”
Declaró a través de su pulgar.
Tenía hambre, no
ganas de descifrar mensajes ocultos y mi mal humor empezaba a asomar su cabeza.
“¡¿Qué? ¡”
Suspirando y
viéndome con fastidio, el niño sacó su pulgar de la boca y me dijo con
finalidad. “Tengo. Hambre.” Lo dijo tan condescendientemente que no pude evitar
la media sonrisa de mi rostro.
“¿Y por qué
no comieron en casa si tienen hambre?” Le dije con la misma condescendencia de
su tono.
El niño me vio como
si no fuera suficientemente pensante. “Pues porque mamá dijo que, si ya
tlabajamos ya podemos ‘limentarnos solos, pero Logan dijo que no tiene dinelo y
que en la ta’de me daría de comer…pero la señorita Honey dice que tenemos que
compartir y que, si yo tengo un colol dojo y tú no, entonces te lo tengo que
prestar y si tú tienes una manzana y yo no, entonces me debes dal la mitad. Yo
tengo hamble y no tengo comida, pelo tú sí, así que me puedes dal un poco y yo
le doy a Logan y a ´Tauro.”
Después de
semejante discurso me vio como si fuera poco culto mientras negaba con su
cabeza ante un adulto tan ignorante y volvió a poner su pulgar en la boca.
Varias emociones peleaban un puesto dentro de mí, enojo e indignación ante el
trato que estos niños recibían de su madre, enojo conmigo mismo por
involucrarme en algo ajeno, lástima por estos niños, y un tanto de humor ante
lo tierno que este pequeño podía ser…aunque esto último venía con mucho dolor
al recuerdo de nuestro bebé que nunca nacería…aquel bebé que ni siquiera sabría
hubiera sido niño o niña.
“Disculpe, Señor
Bellucini…este…si quiere empezamos a barrer y…ya comimos.” Dijo Logan entrando
antes de que pudiera dar una respuesta, caminando con rapidez y tomando el
brazo de su hermano menor y jalándolo a la entrada de la cocina donde estaba…
¿Lautaro? ...viendo mis alimentos con anhelo.
Suspiré, sabiendo
que por mucha hambre que tuviera no me sentaría bien si yo me alimentaba
mientras tenía tres chiquillos que no…además que no harían un buen trabajo y me
aumentarían los costos si no se alimentaban. Ni los amos trataban tan mal a sus
esclavos.
“Siéntense en el
sofá y espérenme allí.” Les ordené fríamente, girándome para tomar más huevos y
sacar más tocino.
Minutos después
tenía cuatro platos con huevo, tocino y pan tostado…bueno…pan un poco quemado.
Por alguna razón, nunca lograba hacer que la tostadora cooperara conmigo.
Haciendo malabares,
tomé los cuatro platos y me dirigí a la sala donde los tres niños cuchicheaban
entre sí. De golpe callaron cuando me vieron entrar y más cuando repartí los
platos entre ellos y yo. Logan me vio con un poco de desconfianza y confusión,
Lautaro solo tenía ojos para su comida que brillaban agradecimiento y Daniel me
vio con alegría, como si en vez de un simple plato de comida un poco mal hecha
le estuviera entregando un tesoro.
“Gracias.” Dijo
Logan perplejamente, tomo su tenedor y vio a sus hermanos que ya empezaban a
comer. No dije nada, solo asentí y viendo que no había otro lugar, me senté en
el mismo lugar donde había dormido aquella noche y me dediqué a comer.
Los siguientes días
fueron un tanto extraños…los niños trabajaban diligentemente, aunque Daniel se
volvió mi sombra. Constantemente preguntaba que hacía o se esmeraba en pasarme
todo lo que podía, mientras los dos mayores limpiaban mi jardín. Era lo más
sencillo que podían hacer sin terminar heridos.
Tener tres pequeños
ayudantes no fue tan malo, después de todo, tanto Logan como Lautaro se
mantenían distantes lo que me parecía muy bien. Daniel, por el otro lado,
mantenía una constante habladera. Mencionaba a la Señorita Honey más de lo que
mencionaba a su madre. De alguna forma…empezaba a adaptarme al parlanchín.
Dos días después de
tener ayudantes me encontré con una alacena vacía. En esos dos días los niños
no solo habían desayunado, pero también almorzado y cenado en mi casa. Venían
antes de las 7 de la mañana y se marchaban casi a las 8 de la noche…en
realidad, casi tenía que correrlos de mi casa en la noche.
Solo me quedaba una
tajada de pan y mucho café por hacer. Aunque nunca había trabajado muy de cerca
con niños sabía que el café no era lo mejor para ellos o eso me habían dicho
toda mi vida. Como el día anterior los niños tocaron mi puerta cuarto para las
siete y al abrirla pude ver la alegría de ellos. Era increíble cómo se habían
adaptado a mi mal humor en dos días…mi hermana no lo aguantaba ni siquiera diez
minutos.
“Ni lo sueñen.” Les
detuve en seco cuando intentaron entrar, haciendo que los tres perdieran sus
sonrisas y me vieran con nerviosismo.
“Prometemos
trabajar mejor.” Dijo Lautaro con temor en su voz, viendo al suelo. “No nos
eche...mamá se va a enojar mucho.”
Sus primeras
palabras me hicieron ablandarme, pero lo último hizo que me irritara, y fue
esto último que deje mostrar en mi rostro. “Bien, trabajen mejor. Pero no los
estoy corriendo, niño. Necesito ir de compras.”
Nuevamente
intercambiaron miradas, los dos menores viendo al mayor expectantes. “Si quiere
podemos venir luego…o terminamos de sacar la maleza mientras viene.” Dijo como
todo el adulto que imitaba ser.
“No.” Mi tono
mostraba cuan molesto me encontraba con la situación…todavía me debatía si la
decisión que había tomado era la mejor y este niño no me lo ponía tan simple.
“¿Vamos con usted?”
Pregunto Daniel antes de nuevamente poner su pulgar en su boca. Realmente ese
habito me estaba sacando de mis casillas…más de una vez me había entregado una
herramienta babeada.
“No seas estúpido.”
El lenguaje y tono airado de Lautaro me sorprendió. En estos días había sido
uno de los más callados y tranquilos y ahora…bueno, esto era nuevo. “El señor
Bellucini no nos va a querer allí estorbándole.”
Rodé mis ojos sin
poder evitarlo, “De hecho, niño,” le dije mientras los hacia retroceder cuando
salía de la casa y cerraba la puerta con llave ante la mirada atónita de los
tres, “Si vienen conmigo. Necesito ayuda cargando algunas cosas y ya que
gracias a ti tus hermanos tienen que trabajar pues…” No termine la frase
mientras me encaminaba a mi vieja camioneta.
El camino hacia el
pueblo fue tranquilo…en lo que cabe. Los niños no pelearon por quien iba
enfrente y atrás. Logan fue en el asiento del copiloto con Daniel detrás suyo y
Lautaro atrás mío.
Íbamos en
silencio excepto por Daniel que constantemente cambiaba de canción…todas de
películas animadas por lo que deduje gracias a mis sobrinos.
En algún punto el
canto de Daniel empezó a ser molesto, aunque trate de mantener la calma.
Aparentemente, no fue solo a mí que me molesto.
“Ya cállate!” Le
grito Lautaro empujando un poco a su hermano menor. Genial…lo que me
faltaba…hacerle de árbitro.
“AAAY!” Grito
Daniel como si en vez de un simple empujón le habían cortado de tajo un brazo.
“TONTO!” Y le empujo de vuelta.
Mejor les hubiera dado
el ‘día libre’. Hubiera sido mejor hacer mis compras en paz.
“Estense quietos!”
Les grito Logan, aunque ambos hermanos hicieron caso omiso y en mi parte
trasera del auto empezó una pequeña prueba de quien empuja más a quien. Por
cinco segundos quise ignorar los gritos de los tres, Logan tratando de
separarlos, Lautaro empujando a Daniel y Daniel empujando a Lautaro…todo esto
acompañados de gritos.
Lo que me hizo dar
un buen frenazo fue ver a Logan quitarse el cinturón de seguridad y
arrodillarse en su asiento para tratar de frenar el comportamiento de sus
hermanos.
Por supuesto, el
movimiento brusco del auto hizo que los niños perdieran su balance,
especialmente Logan que no tuvo como sujetarse y su espalda golpeo el tablero.
“PERO ESTAS LOCO NIÑO!” No pude evitar mi grito, a pesar de ver como su rostro
se contorsionaba ante el dolor.
El silencio
reino después de mi grito, solo mi respiración un tanto fuerte rompía ese
silencio. “Perdón.” Dijeron los tres a coro…si no habríamos estado tan callados
ni los hubiera escuchado.
Cerré los ojos y
con mi otra mano apreté el puente de mi nariz, recordando los ejercicios para
mantener la tranquilidad en momentos de emergencia. Una vez pude sentir que
tenía el control abrí los ojos para ver como Logan se acomodaba de vuelta en su
asiento.
“Déjame ver tu
espalda.” Le dije sin más, recordando el golpe que se había dado.
“Estoy bien.” Dijo
sin más, poniéndose de vuelta el cinturón.
“No te estoy
preguntando como estas. Déjame ver tu espalda.” Le ordene más duramente de lo
que quería en realidad. El niño solo negó con la cabeza, acomodándose en su
asiento.
“No es necesario,
señor. Estoy bien.”
“¡Maldición, niño!”
Grite ya molesto, “¡¿No entiendes que esos golpes pueden ser peligrosos?!” El
chico me vio con susto por un momento, pero al otro frunció su rostro y supe
que al menos que lo obligara no me dejaría revisarlo. Bien, perfecto.
Sin pensarlo dos
veces, desabroche mi propio cinturón y ni un segundo después desabroche el
suyo, a lo que el trato de resistirse. “No! ¡Estoy bien!”
No dije nada,
simplemente lo jale de un brazo y prácticamente lo tumbe sobre mis rodillas y
le levante la camisa. Su espalda estaba roja. No mostraba signos de algún
hematoma, pero sabía que le dolería un poco. “DEJAME!” Grito, tratando de
zafarse mientras hacia mi inspección aun de sus huesos.
Satisfecho,
sabiendo que estaría bien lo volví a sentar con la misma rapidez con la que lo
había colocado sobre mis rodillas. Señalándolo con el dedo índice solté aquello
que nunca me hubiera visto decir, “Vuelves a soltar tu cinturón de seguridad
con el auto en movimiento y no vas a poder sentarte en un par de horas.” Le
amenace ante el asombro del niño y el mío propio, y para mayor inri, me voltee
hacia los dos espectadores que tenían los ojos como platos ante el espectáculo
que su hermano mayor y yo habíamos montado, “Y lo mismo va para ustedes. ¡Una
pelea más, un empujón más y no respondo!”
En otra
circunstancia, la mirada que los tres hermanos me tiraron hubiera sido
cómica…las palabras que habían salido de mis labios eran absurdas.
No dije nada, me
giré y, esperando que Logan se pusiera el cinturón de seguridad, continúe el
poco trayecto que quedaba al pueblo. La atmosfera tranquila que se había
respirado ni hace diez minutos había desaparecido y ahora estaban en completo
silencio…un silencio tenso.
Nunca me había
sentido tan agradecido al llegar a mi destino, y lo primero que hice fue
aparcar frente a uno de las pocas cafeterías locales. En los primeros días en
que me mude al lugar se había convertido en mi favorita. No solo tenía buenos
precios, pero la comida era buena.
Me bajé del auto y
antes de cerrar la puerta me percaté de que los tres niños seguían sentados
viéndome con asombro. “¿Que?” pregunte un tanto divertido, “¿No tienen hambre?”
“Hambre si,” Dijo
Logan finalmente, su rostro enrojecido en pena, “Pero no tengo dinero.”
“Niño,” Trate de
suavizar mi tono, después de todo hablaba con un muchacho de apenas 13 años,
“Creo que después de estar alimentándolos los últimos dos días establecimos que
no les voy a cobrar. Si lo hiciera, tendrían que trabajar gratis por lo menos
un año.”
Los tres se miraron
una vez más y lentamente asintieron, “Bien. Ahora, vamos.” No espere a ver si
me obedecían, pero pude escuchar las puertas de mi auto abrirse y cerrarse. Sin
esperarlos, entre al establecimiento donde estaba la misma mesera de siempre,
Paula.
“Vaya, creí que te
habías cansado ya de nosotros.” Me saludo divertida.
“No. Aquí sigo.”
Era la única persona que realmente conocía del pueblo…bueno, además de Diana y
sus tres mocosos.
“Bien. Ya te llevo
tu café de siempre.” Me dijo, señalando la butaca del bar donde siempre me
sentaba.
Le sonreí, viendo a
los tres mocosos finalmente entrar. “En realidad hoy necesito mesa.”
Solo logro levantar
una ceja cuando el grito de “¡Señorita Honey!” me hizo respingar, y antes de
poderlo evitar Daniel corrió a abrazar a Paula por la cintura.
“Hey, cachorrillo!”
Dijo la mujer, abrazando al niño de vuelta y viendo a los otros dos hermanos.
“Por favor díganme que vienen solos.”
“No.” Dijo Daniel
con entusiasmo. “¡Tenemos tlabajo!”
“Que?” El tono
seco, por algún motivo, me hizo sentir incomodo, más aún cuando Daniel me
señalo con un dedo.
“El Señor Betuni-“
“Bellucini.”
Corregí por lo que sería la enésima vez en tres días
“-me dio a mí, a
Logan, y a ‘Tauro tlabajo.” Tuve que tragarme la risa ante la seriedad con la
que Daniel explicaba, pero la risa murió cuando la mesera simpática que conocía
se transformó en una fiera.
“No sé de donde
diablos viene usted, señor, pero en este pueblo cuidamos a los niños.”
“Si, bien, la madre
de estos tres no recibió ese memo.” Le dije encogiéndome de hombros, “Quebraron
una de mis ventanas nuevas y ahora me ayudan a reponerla.” Le dije
sencillamente, “Pero ahora venimos a desayunar…si usted no nos atiende podemos
ir a su competencia al otro lado de la calle.” Dije sencillamente haciendo
ademanes de largarme del lugar.
“No!” Exclamaron
Daniel y Paula. Una con cara compungida y el otro con cara de tristeza. “Quiero
comer donde la señorita Honey.”
“Disculpa,
Gabriel.” Me dijo, volviendo a usar mi nombre y tutearme como lo había hecho
desde el día uno, su lindo rostro apenado. “Conozco a Diana y se de lo que es
capaz…creí que estaba forzándolos a trabajar.”
“Estamos bien,
señorita Andoni.” Dijo finalmente Logan, sonriéndole.
“Bien…tengo una
mesa libre en la parte de atrás.”
Asentí y minutos
más tarde estábamos todos sentados, con Logan frente a mí, Daniel a mi derecha
y Lautaro a mi izquierda. Una vez habíamos ordenado…o había ordenado para los
cuatro ya que los niños solo miraban el menú una y otra vez recordé el golpe
que Logan se había dado.
Realmente no sabía
porque me molestaba en estas cosas. Lo mejor sería decirles a los niños que no
volvieran después de hoy. Sin embargo, me levante de la mesa y les dije que
regresaría en unos minutos. Salí del restaurante y me encaminé a la farmacia de
al lado.
Diez minutos
después camine de vuelta con mi compra. “Toma.” Dije, lanzándole la bolsita de
papel café a Logan, quien lo atrapo en el aire.
“¿Qué es esto?”
Pregunto, abriéndola y sacando el medicamento tópico.
“Ve al baño y
aplícalo en tu espalda…puede que más tarde te duela el golpe.” No esperaba nada
más, así que le di un sorbo a mi café que para mí desgracia se había helado.
“No es
necesario…estoy bien.”
Este niño realmente
necesitaba aprender a obedecer. “Mira, niño,” Dije, inclinándome amenazadoramente
sobre la mesa y mi voz en un fiero susurro, “no lo voy a discutir contigo.
Tienes dos opciones, vas por tu cuenta al baño y te pones un poco tu solo, o te
jalo de una oreja y lo hago yo mismo aquí frente a todos.” Creo que siempre me
preguntare si realmente cumpliría mi amenaza…no creo hubiera sido capaz, pero
Logan y sus hermanos creyeron firmemente mi palabra.
Asintiendo, Logan
se levantó con el medicamento en mano y camino al baño, justo al momento que
Paula aparecía con nuestros alimentos. “No voy a preguntar que acaba de pasar.”
Dijo señalando a mi pose sobre la mesa, “pero quita que la comida se enfría.”
A pesar de la
incomodidad inicial, de alguna forma me había acostumbrado a la compañía de los
niños. Era como cuando estaba en la estación con mis ahora ex compañeros y
comíamos entre risas y bromas y actuando como adolescentes. Aunque no había ni
risas ni bromas, Daniel empezó con su usual parloteo que iba desde la historia
de cómo había visto un ave extraña esa mañana buscando gusanos al sueño
divertido que había tenido.
Pronto nos
encontramos dirigidos al único supermercado que había allí. Más que un
supermercado parecía una tienda de conveniencias. De antemano había hecho una
lista de lo que necesitaba, por lo que le di la mitad a Logan con la orden de
solo seleccionar lo que allí estaba. Creí que Daniel iría con ellos, pero
grande fue mi sorpresa cuando sentí una pequeña tibia mano tomar la mía. En
asombro volteé a verlo, un regaño listo en mis labios, pero la inocencia y
confianza que vi en sus ojos me detuvo. Nuevamente tenía su otro pulgar en la
boca y su cabeza ladeada, listo para seguirme.
No pude encontrar
ni las palabras ni las agallas para ordenarle ir con sus hermanos, y con un
suspiro admití que ese día como los anteriores tendría una pequeña sombrita.
Entrando a la tienda asentí al propietario de la tienda, quien pasaba sentado
frente a la caja registradora, su cara seria mientras con una mano sobaba su
larga y desaliñada barba.
Planeaba seguir mi
camino cuando sentí el jalón de mi mano. Daniel estaba parado observando
seriamente al hombre aquel, quien le devolvía la mirada con la misma seriedad.
“Daniel.” Llame, suavemente jalando mi mano y logrando obtener la atención del
mocoso aquel.
Con pasos firmes
camino hacia mí y, sacando su pulgar de su boca, uso esa mano para indicar que
debía inclinarme a su estatura. Mis sobrinos solían hacer eso a esa edad, y tal
como lo había hecho con ellos, me encontré inclinándome para poner mi oído
cerca. “Antes, cuando estaba pequeño, creía que él era Santa…pero está muy
flaco para ser Santa.”
Antes
de poder evitarlo una sonora carcajada como la que no había soltado en casi un
año salió de mis labios. La indignación de Daniel ante mi risa hizo que riera
aún más, y el viejo aquel me miraba con ojos fruncidos ante el alboroto que
hacía en su antes callada tienda. Mi risa fue tal que hasta Lautaro y Logan
asomaron sus narices por una esquina, viéndome como si fuera un alienígena.
“No
era un chiste.” Me dijo Daniel en toda seriedad, soltando su mano de la mía y
cruzando sus bracitos.
Haciendo
uso de todo mi auto control trate de contener mi risa, incluso tosiendo para
poder calmarme más. Aclarando mi garganta y acomodando el cuello de mi camisa
trate de volver a mi seriedad habitual. Sin decir más tome una de las canastas
del lugar y entre al pasillo más cercano, Daniel caminando detrás de mí con su
pulgar nuevamente en su boca.
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